Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 200-206) p. 202
pagano terrible, eso es cierto. Pero dudo si mi devoto amigo A. Godeffroy
jamás ha percibido tal sensación de recogimiento, de edificación, como yo
en aquel momento en que vi cómo se erguía la catedral del cielo sobe el
océano Pacífico; dudo si mi amigo pagano, el Dr.Baumeister, alguna vez
ha logrado, caminando tímidamente hacia la misa matutina, ver en las
páginas de corte dorado de su libro de cantos, al dios que mi sentimiento
de entusiasmo llamaba mío en ese momento: ¡el Universo! (269)
En contraste con el esplendor y la magnificencia del paisaje, aun en su impetuosa
agresividad, la visión que tiene Marr del entorno social de la Nicaragua de 1852 es la de
individuos de poco fiar, carentes de palabra, sin sentido colectivo y dotados de una
apabullante mentalidad oportunista, tanto entre las comunidades de zambos y mosquitos,
como entre criollos o mestizos; con gobernantes y eclesiásticos que se comportan al
margen de todo principio o sujeción institucional:
Don Jorge (Viteri, obispo de León) era uno de los líderes del partido que
bajo el nombre de Demócratas robaba y saqueaba durante los tiempos en
que el otro partido, bajo el nombre de Conservadores, no saqueaba o no
había saqueado lo suficientemente. (…) El prelado era un agitador
tremendo. Una vez hasta había subido al púlpito, con el sable y las
pistolas y había exhortado a la gente para la lucha contra la Granada
conservadora. (p. 240)
Es un mundo difícil, donde nadie responde más que de sí mismo, caracterizado por la
precariedad de la existencia, en medio de un clima insalubre e inhóspito que hace muy
dura la vida.
Marr logra sobrevivir en Nicaragua desarrollando las estrategias que la situación le exija,
a veces, mediante el engaño y la impostura, haciéndose pasar por médico y hasta
contrabandeando, superando cada día los diversos conflictos entre las motivaciones
personales, la viabilidad del proyecto y las oportunidades tal como se le van presentando.
Cuando llega a Costa Rica, se enamora del clima, de sus paisajes, y tiene una opinión
más favorable de sus habitantes. Son notables sus registros acerca de los personajes
públicos, por cuanto nos muestran esas facetas que no suelen aparecer en los libros de
historia, como la de este personaje que está en una gallera:
Ahí se encontraba un señor de pequeña estatura y cara llena y astuta,
vestido de frac negro y pantalones amarillos de casimir. Era el jefe de
estado, don Juan Rafael Mora. El hombrecito no es un genio, pero
cuentan que es un gran socarrón. Según dicen, tan solo se ocupa en los
asuntos del Gobierno cuando está en juego su interés personal, y deja la
política menuda en manos de su ministro Carazo, en tanto que un francés,
monsieur Adolphe Marie, atiende la alta política, es decir, la
correspondencia con las naciones extranjeras, la cual nunca se contesta. Si