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CAPÍTULO 15
LAS MUJERES DEL PARTIDO VANGUARDIA POPULAR
EN LA CONSTITUCIÓN DE LA CIUDADANÍA FEMENINA
EN COSTA RICA, 1952-1983
Dra. Patricia Alvarenga Venutolo
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Catedrática
Escuela de Historia
Universidad Nacional, Costa Rica
RESUMEN
Este trabajo versa sobre la participación de las mujeres del Partido Vanguardia Popular
congregadas en la Alianza de Mujeres Costarricenses (AMC) en la formación de la
ciudadanía femenina en Costa Rica entre 1952 y 1983. Las siguientes páginas están
dedicadas al análisis de la estrategia ensayada por esta organización femenina vinculada
a dicho partido representativo de la izquierda tradicional para movilizar políticamente a
las mujeres. Se estudia la estrategia de las Aliancistas para ganar el apoyo de las
mujeres de los sectores populares. Finalmente se reflexiona sobre su capacidad de
diálogo con el mundo femenino en el que pusieron sus ojos: el de la pobreza y la
marginalidad.
Descriptores: Mujeres. Participación potica. Ciudadanía. Alianza de Mujeres
Costarricenses. Partido Vanguardia Popular. Costa Rica. 1952-1983.
INTRODUCCIÓN
En las escasas reflexiones sobre la historia reciente del movimiento de mujeres en
Costa Rica, no se menciona a las Aliancistas. Ello obedece, por una parte, a la ausencia
de estudios sobre las organizaciones femeninas en el período analizado y, ligado a ello,
a la concepción implícita compartida por quienes se interesan en la historia reciente de
las organizaciones de mujeres comprometidas con la transformación de las relaciones
de género, de que con anterioridad a éstas, no existieron movimientos femeninos que
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valiera la pena considerar. Aunque las instalaciones sicas y el nombre de la Alianza de
Mujeres Costarricense sobreviven (en adelante AMC), una vez que se quebel vínculo
entre esta y el Partido Vanguardia Popular, la Alianza rompió con sus ogenes. Las
estudiosas de nero han establecido una relación polarizada entre las consideradas
“verdaderas” organizaciones de mujeres y aquellas que pertenecen a un pasado donde
no existió conciencia de la dominación patriarcal.
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Si bien las Aliancistas, como se
analizará en las siguientes páginas, distaron mucho de cuestionar las prevalecientes
relaciones de género, integraron una organización dedicada durante más de treinta os
al desarrollo de la ciudadanía femenina. Aunque AMC no llegó a convocar grandes
masas de mujeres, generó un discurso potico dirigido a la mujer que incidió en el
desarrollo del liderazgo femenino de base, en la participación femenina en
organizaciones sindicales y en movilizaciones ciudadanas y en la perspectiva que, hasta
finales del siglo XX, compartió la izquierda acerca de la dimensión política femenina.
1. MUJERES Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA EN LA PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XX
Hasta 1949, año en que el Estado reconoció el derecho de la mujer al sufragio, si
bien mujeres habían tenido participación en la vida pública, esta se había ceñido a
espacios limitados. Aunque había mujeres activistas en los partidos políticos, carentes
de derechos ciudadanos básicos, actuaban en este espacio público subordinadas a los
hombres. El discurso que abría posibilidades de integración de la mujer, a la vez
enfatizaba en las características tradicionales de la feminidad que justificaban su
exclusión de la toma de decisiones de los asuntos nacionales. En el Partido Reformista
de Jorge Volio la mujer tuvo una importante participación como activista, ofreciendo al
candidato el apoyo moral de quienes, por pertenecer al género femenino, eran
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consideradas “baluartes de la moral” (Mora 1998a: 399). Una posición abiertamente
contestataria al orden político mostraron mujeres intelectuales como Carmen Lyra y
Luisa González quienes participaron en las luchas sociales del período y, en la década
del treinta, se integraron al Partido Comunista. Estudiantes y profesoras del Colegio de
Señoritas tuvieron una activa participación en las más difíciles coyunturas poticas.
Durante la dictadura de los Tinoco organizaron protestas callejeras que contribuirían
decisivamente a la caída de este régimen en 1919. También esta institución tuvo un
papel protagónico en la fundación, en 1923, de la Liga Feminista Costarricense, la que
centraría su actividad en la lucha a favor del derecho al sufragio (Palmer y Rojas 2000:
88-89).
Sin embargo, el mundo público femenino por excelencia se ubicaba en los
centros religiosos, de beneficencia y, en particular, en actividades relacionadas con la
problemática familiar y de la infancia. Angela Acuña refiere que la participación
femenina hasta la primera mitad del siglo XX tuvo como espacios la iglesia, la
beneficencia pública, los centros primarios de educación y el Patronato Nacional de la
Infancia.
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Macarena Barahona analiza la importancia que adquieren las maestras en
luchas poticas como aquella que dio al traste con la dictadura de los Tinoco (Barahona
1994: 41-68). Virginia Mora (1998a) profundiza en el tema señalando que la integración
de la mujer a la profesión educativa además de brindarles la posibilidad de ascenso
social, permite la creación de un espacio blico dominado por mujeres en el ámbito
del trabajo profesional. (Mora 1998a: 289-290). Angela Acuña considera que la
exploración por parte de las mujeres de novedosos espacios profesionales como el
derecho y la medicina, es parte fundamental del proceso de integración plena a la
sociedad. (Acuña 1969: 359-360).
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Para 1927 las mujeres en orden de importancia realizan las siguientes funciones:
cocineras, lavanderas, sirvientas, costureras, pureras, modistas y panaderas (Barahona
1994: 73). En la administración pública participan 2741 mujeres de las cuales 1305 son
maestras. Pero los segmentos del mercado laboral que demandan de mayor escolaridad
y que concentran los mejores salarios, se encuentran para entonces, con algunas
notables excepciones, totalmente dominados por el hombre. No es hasta las últimas
décadas del siglo XX, que contingentes significativos, aunque siempre minoritarios de
mujeres, participan junto con los hombres en los puestos de mayor reconocimiento
social.
Las luchas femeninas de la primera mitad del siglo XX, como ocurrió en otros
países latinoamericanos, fueron iniciadas por mujeres que tuvieron acceso a la
educación superior en Europa y los Estados Unidos y giraron alrededor del derecho al
sufragio.
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En 1923 se funla Liga Feminista bajo el liderazgo de Angela Acuña, quien
dirigió la lucha sufragista hacia el terreno parlamentario. En esta las mujeres estuvieron
representadas por diputados que simpatizaban con la propuesta de otorgar el voto a la
mujer (Barahona 1994: 83-121).
Hasta el momento en que la mujer adquiere la ciudadanía su participación política
fue extremadamente limitada. El grupo de las sufragistas estuvo integrado por un
selecto grupo de mujeres de clase media que, en general, había tenido la posibilidad de
realizar estudios que les permitieron incorporarse al magisterio y, en algunos casos, a
profesiones dominadas por hombres tales como las denominadas profesiones liberales.
La Liga Feminista en un inicio no solo abogaba por el voto sino que también
asumía la lucha por la igualdad femenina en el campo laboral, educativo y judicial. Sin
embargo, la lucha por el voto marginalilas otras demandas y cuando se logró este
objetivo, el sufragismo terminó diluyéndose (Barahona 1994: 36). Contradictoriamente,
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una vez obtenido el sufragio se hizo más necesario que nunca la lucha por la creación de
la ciudadanía femenina y, para entonces, había desaparecido del escenario político la
organización capaz de impulsarla.
En realidad no ha sido aún suficientemente clarificado porqué feneció el
movimiento sufragista. Por una parte, la lectura de Barahona (1994) sugiere que su
disolución fue producto de la convulsa época del 48, donde este perdió protagonismo
frente a movimientos de mujeres en los que la reivindicación de género paa un plano
secundario. Por otra, más bien, en la lectura de Barahona su disolución aparece como el
producto de una noción particular de la ciudadanía, pues su liderazgo estaba convencido
de que esta se alcanzaría, simplemente, una vez obtenido el derecho al sufragio. De tal
forma, las sufragistas creyeron que la obtención del voto llevaría necesariamente a la
conquista de la igualdad de la mujer en las diversas áreas de la vida social (Barahona
1994: 153).
Para la década de 1940 el movimiento a favor del sufragio femenino adquirió
fuerza y, desbordando a las sufragistas, fue también integrado por otras organizaciones
de mujeres, como la organización de izquierda La Unión de Mujeres del Pueblo,
integrado por mujeres estudiantes y participantes en la Guerra Civil. Asegura Eugenia
Rodríguez, que no fue hasta entonces cuando la izquierda asumió la lucha por el
sufragio femenino como parte de su proyecto político. Incluso mujeres de gran relieve
político e intelectual como Carmen Lyra, no consideraban relevante la lucha por la
plena integración femenina a la ciudadanía. Ellas se oponían a sus férreas defensoras,
las feministas, pues consideraban que su visión del mundo amenazaba la unidad de la
clase trabajadora y, por otra parte, desde su punto de vista, este derecho solo serviría
para afirmar el sistema político vigente (Rodríguez 2001: 248-251). El temor a la
división de la clase obrera expresa el compromiso de la izquierda con los valores
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patriarcales tradicionales, compromiso que se mantuvo hasta su crisis en la década de
1980. Tocar esa fibra delicada implicaba generar polémicas dentro de sus bases con
desviaciones ideológicas” que harían a la organización perder de vista sus objetivos
fundamentales.
2. LAS ALIANCISTAS
En 1949 se crea la Organización de Mujeres Carmen Lyra que cuenta con un
órgano de prensa llamado Nosotras y en 1952, esta organización pasa a llamarse la
Alianza de Mujeres Costarricenses (AMC) y un nuevo periódico sustituye a Nosotras:
Nuestra Voz. Además AMC, especialmente en la década de 1950, con con
importantes espacios en Adelante, órgano difusor del Partido Vanguardia Popular que, a
partir de 1962 se denominará Libertad. AMC surgió como una organización
directamente vinculada al partido que, en la década de 1940, ha vivido la experiencia de
la integración a la vida potica nacional y, pese a los adversos resultados de la Guerra
Civil, ha descubierto en la arena política un rico campo de lucha social. Cuando la
mujer adquirió el derecho al sufragio, los sectores victoriosos en la Guerra Civil se
propusieron condenar a la izquierda al ostracismo negándole participación electoral, por
lo que ésta fue excluida del terreno parlamentario. Entonces el Partido Vanguardia
Popular se orien a la organización sindical y ciudadana depositando en AMC la difícil
misión de integrar a las nuevas ciudadanas a las luchas sociales. Irónicamente, en
alguna medida, AMC estuvo llamada a llenar el vacío dejado por la Liga Feminista .
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En el difícil proceso de integración de la mujer a la vida política, las Aliancistas
intentan asumir la función de orientarla para que esta hiciera efectivos sus derechos
ciudadanos y, de ser posible, se incorporara a la Liga y, por supuesto, al Partido
Vanguardia Popular. Por ello la Alianza inicia sus labores contribuyendo a la cedulación
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de las mujeres, paso necesario, sostiene la activista de la Alianza y su actual directora
Ana Hernández, para el ingreso de la mujer a la categoría de ciudadana que para ellas
no solo significaba el derecho al voto sino principalmente la integración femenina a las
luchas sociales por empleo, salud y vivienda, entre otras.
Las deres de la Alianza eran mujeres de clase media con un nivel educativo que
las hacía destacar incluso dentro del sector social al que pertenecían. Por ejemplo, en
1974 bajo el título “Triunfo de dos Aliancistas” se comentan los triunfos artísticos de
dos de ellas: la puesta en escena de la novela de Luisa González “A ras del suelo” y la
publicación de un libro de poesía por la directora Addy Salas de Mora con el seudónimo
Carmen Mora (Nuestra Voz, Nov.1974: 8). Alicia Albertazzi, una de sus más activas
integrantes fue descrita en el artículo “¿Quiénes son las dirigenstes de AMC?”, con las
siguientes palabras: “…podría ser solamente una excelente ama de casa encerrada en las
cuatro paredes de su hogar, o podría ser una elegante dama de eso que llaman de
“sociedad…” (Nuestra Voz, Dic. 1971: 6). Con estas palabras ellas avalaban la
participación femenina en el espacio público y, en esta forma, en alguna medida
cuestionaron la tradicional cultura patriarcal.
Sin embargo ellas no se propusieron perturbar la cultura femenina de su época,
más bien fundamentaron en ésta su estrategia política. Como se verá más adelante,
Nuestra Voz contiene frecuentemente secciones de recetas y de modas. Las Aliancistas
solicitan en artículos “¿mo aportar fondos para la Caja de AMC”, el que sus socias
colaboraren con la caja de AMC con sus tradicionales conocimientos femeninos:
preparando queques, tamales, y pasteles para vender en el local central (Nuestra Voz,
Julio 1967: 7). Cada vez que tienen ocasión resaltan el valor de las labores tradicionales
de las mujeres. En 1971, agradecen públicamente a Miriam Picado “…por bordar un
precioso juego de limpioncitos…”, para obsequiarlo a las Aliancistas de Quepos
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quienes lo rifan para obtener fondos (Nuestra Voz, Nov. 1971: 7). Digna de las s
características actividades de las organizaciones femeninas tradicionales, es la tradición
que ellas crean de obsequiar un gran canastillo” a la primera niña que nazca el 8 de
marzo en la provincia que ese año sea escogida. Según el artículo “1° de Marzo.
Mujeres de Costa Rica”, la presidenta, en esa ocasión, ofrece en el solemne acto de
entrega un discurso en que resalta las luchas sociales del momento que considera más
directamente relacionadas con los intereses de las madres (Nuestra Voz, Abril 1968: 1).
Desde los primeros pasos que dio AMC su objetivo básico estuvo en la
organización de las mujeres pobres y para ello contaron con construcciones ideales de
mujeres pobres que transmitieron a través de su medio informativo. En los artículos
“Las mujeres en las Juntas Progresistas” y “Movilizando las mujeres”, se destaca la
labor de Dulce María Sánchez, quien desdichadamente no resutó fácilmente
reproducible” ya que para las Aliancistas era una mujer admirable, que siempre tenía
tiempo para todo: lavaba, limpiaba oficinas, era funcionaria de AMC, coa ajeno, era
secretaria de correspondencia de la Junta Progresista de Barrio Luján y pertenecía al
Sindicato de Empleadas Domésticas (Nuestra Voz, Octubre 1968: 7; Feb. 1984: 6). Es
decir, Dulce María representaba la “super-mujer” que lejos de protestar por su doble o
triple jornada laboral, la aceptaba con estoicismo.
En 1976 en el artículo “¿Quiénes son las dirigentes de AMC?”, las Aliancistas
describían a una de sus dirigentes: Hortencia de Guevara como mujer económica y
ordenada, madre y esposa responsable y cariñosa… su hogar… brilla siempre como una
joyita…” (Nuestra Voz, Junio 1976: 7). En esta forma decían a sus lectoras que el
trabajo político no conlleva al abandono de las labores que “naturalmente”
corresponden a la mujer. Al contrario, las militantes eran señoras entregadas al trabajo
del hogar. En estos casos ni siquiera se menciona la posibilidad de una redistribución de
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funciones entre la familia para colaborar con una mujer que comparte sus labores de
hogar con múltiples ocupaciones. En cambio, se sublima la extraordinaria capacidad de
trabajo de las mujeres politizadas cerrando las puertas al análisis crítico de la
distribución de labores en la familia.
Aunque es evidente la relación de AMC con el Partido Vanguardia Popular, ellas
declaran en “Hacia dónde se orienta la AMC?”, que se proponen unir a las mujeres
…sin distingos poticos, religiosos ni sociales…” (Semanario Adelante, 17/ 1/ 1953:
4). Adoptan el término “Alianza” con el fin de sugerir que la organización está
integrada por diversos sectores políticos. Su presidenta en las décadas de los cincuenta
y sesenta, María Alfaro, provenía del calderonismo y su vicepresidenta, Olinda de
Cerdas, provenía de la izquierda. Contar con María Alfaro en el más alto cargo, mujer
que mantuvo un alto nivel de compormiso con AMC, permitía ofrecer una imagen
pluralista del movimiento (Nuestra Voz, Dic. 1965: 1). Además su programa, lejos de
retar el sistema hegemónico, abogaba por reivindicaciones de interés general para las
mujeres: mejores condiciones económicas de la familia, la igualdad femenina, la
defensa de la infancia, la paz y el respeto a las libertades democráticas.
Sus visitas a barrios marginales y a regiones del campo donde poan encontrar
eco, en particular las zonas bananeras, constituían parte importante de la rutina de su
trabajo. Con asombro pero sin disimulo de su habituada comodidad no podían evitar
que sus hábitos de limpieza entraran en franca contradicción con la vida en las barriadas
humildes, en donde descubrieronn “míseras viviendas” con “hediondos servicios
interiores”.
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Alicia Albertazzi recuerda que ella y sus compañeras frecuentemente viajaban a la
zona bananera y describe la rutina de estos viajes con las siguientes palabras:: “…nos
íbamos un viernes, hacíamos reunión esa noche, el sábado hacíamos otra vez reunión y
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una fiesta y el domingo nos veníamos…”
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AMC también estuvo muy de cerca de las
vendedoras ambulantes. Por ejemplo en “Escenas callejeras” intentan sensibilizar a sus
lectores sobre la represión que sufren las vendedoras ambulantes por parte de la guardia
y retratan las grandes dificultades que estas mujeres enfrentan en su vida refiriéndose a
una de ellas que, embarazada, con seis hijos y su esposo enfermo, debía enfrentarse a la
persecución policial para sobrevivir (Nuestra Voz, Junio 1961: 2).
Este trabajo político de las Aliancistas no tenía más remuneración que la
satisfacción personal por haber cumplido con un deber potico que redundaría en
beneficios para los sectores pobres del país, en particular a quienes tácitamente
reconocían como los que más necesitaban su ayuda: las mujeres y los nos.
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Pero esta
ayuda no era identificable con la caridad que, según se deduce de su discurso era
sinónimo de denigración. Tampoco consistía en un mensaje de salvación a través de la
organización revolucionaria. En las páginas de la AMC que refieren al universo
costarricense, solo en coyunturas de extrema radicalización política como la de la
Revolución Cubana hacia 1962, y en los momentos más dramáticos de la lucha
revolucionaria en Centroamérica en la década de 1980, se encuentran reflexiones que
refieren a un posible cambio de sociedad en el país. El mensaje de AMC es el de la
organización política, instrumento de lucha indispensable para lograr transformaciones
sociales acumulativas que conduzcan no solo a un mejoramiento creciente de las
condiciones de vida de las mujeres de los sectores subalternos sino también a un
proceso de empoderamiento de estas. Los beneficios de la lucha organizada las llevaría
a descubrirse como seres capaces de superar, por su propio esfuerzo, las extremas
limitaciones de su vida cotidiana.
El énfasis en los beneficios de la organización política tuvo una incidencia en su
concepción de la dinámica que conduce a las transformaciones sociales y, en particular,
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de la mujer. Se concluye de la lectura de las páginas de Nosotras y Nuestra Voz que
ellas vinculaban directamente el cambio social con la experiencia política. Al igual que
las transformaciones en la vida material, las de nero no eran concebidas como
producto de la lucha organizada por reivindicaciones que competían directamente a la
mujer. En sus reflexiones solo marginalmente y en el período más tardío de su
existencia se refirieron a la necesidad de enfrentar el poder masculino. Más bien para
ellas las luchas femeninas estaban íntimamente vinculadas a las luchas humanas por el
mejoramiento de las condiciones de existencia. Según Adela de Sáenz en la sección que
publicó periódicamente por varios años, “…la situación de la mujer a través de la
historia”, en el capitalismo la mujer integra la masa de los explotados lo que le permitirá
ir hacia “el camino de la lucha liberadora…” (Nuestra Voz, Dic. 1964: 6).
En la visión que las Aliancistas comparten de la historia nacional, las
contradicciones de género están ausentes y la mujer es invisibilizada en el “nosotros” de
los costarricenses, caracterizados por “…nuestro apego a las buenas tradiciones
liberales, nuestra dedicación al trabajo, nuestro gran apego a la vida pacífica…”
(Nuestra Voz, Set. 1963: 1).
El discurso femenino de las Aliancistas se encuentra bastante marcado por las
hegemónicas concepciones de nero del bloque socialista. Para AMC el proceso de
transformación social de la mujer en estas sociedades es el modelo ideal en abstracto,
es decir, para todas las sociedades del mundo.
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La fuerte influencia del Bloque
Socialista y, en particular, de la Unión Soviética, se percibe en primer lugar, en la
frecuente participación de los integrantes de AMC en los congresos sobre mujeres
realizados en esta área del mundo. Por ejemplo, en abril de 1963 las encontramos
preparándose para asistir al Congreso Mundial de Mujeres a efectuarse en Mos
(Nuestra Voz, Abril 1963: 3). Las Aliancistas estuvieron representadas en este por su
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presidenta, María Alfaro (Nuestra Voz, Abril 1963: 1). Los temas que se discutieron
tean directa relación con las preocupaciones fundamentales de AMC. Entre estos se
mencionan: los derechos de la mujer como madre, trabajadora y ciudadana, la paz
mundial, las libertades democráticas y los derechos de los niños (Nuestra Voz, Agosto
1963: 2). Poco tiempo después delegadas de AMC asistieron al Congreso de Sofía
(Nuestra Voz, Mayo 1965: 7).
En 1974 AMC representa a Costa Rica en el Congreso de Varsovia (Nuestra Voz,
Agosto 1974: 4). En este mismo número AMC, con orgullo anuncia la presencia en
Costa Rica de dos soviéticas del Comide Mujeres Soviéticas. En 1983 asistieron en
Hungría al Congreso de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM),
como representantes de AMC Ana Hernández y Teodora Tsijlí (Nuestra Voz, 1983-84:
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en relación con el congreso que tuvo lugar veinte os antes en Moscú. De nuevo los
temas de la protección de la madre, de la niñez y de la lucha por la paz mundial ocupan
un lugar central.
Pero si bien es evidente la influencia del mundo socialista y, como lo sostiene la
informante Ana Hernández, del patriarcal Partido Vanguardia Popular en la Alianza,
ello no significa que esta organización careciera de su propio dinamismo. Como se verá
en las siguientes ginas, sus deres, como buenas integrantes de la izquierda de su
época, se preocuparon particularmente por descubrir las inquietudes de las mujeres de
los sectores subalternos con el fin de encontrar mecanismos de acceso a las formas en
que las mujeres percian o podían ser susceptibles de percibir las contradicciones
sociales. Para ello crearon grupos de estudio, como por ejemplo en 1974, cuando los
constituyen integrando mujeres de sectores populares destinadas a convertirse en
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líderes a nivel de barrios y pueblos (Nuestra Voz, Mayo 1974: 2). También con este fin
realizaron asambleas nacionales (Nuestra Voz, Enero 1967: 3; Nov. 1966: 6).
Nosotras y especialmente Nuestra Voz tenían como finalidad atraer a las mujeres
costarricenses. Si bien los temas relevantes para la izquierda ocupaban un lugar central,
el periódico siempre tea espacio para temas de interés de la mujer que no entraban en
la agenda potica y, algunos de ellos, podrían ser considerados por las Aliancistas
francamente superfluos. No nos referimos solo a las recetas de cocina que
periódicamente aparecen, pues, podríamos pensar que estas tienen como finalidad
contribuir a diversificar la alimentación de los sectores populares. En algunos números
de los años setenta, encontramos secciones dedicadas al mundo superfluo del
capitalismo reflejado en la moda. Así por ejemplo el número 2 de Nuestra Voz de 1979
pueden leerse, entre otros temas, una entrevista con el diputado Mario Devandas, un
artículo sobre el niño chileno bajo el dominio de la Junta Militar, reflexiones sobre
Vietnam, el divorcio y su efecto en los hijos, modas, cocina y poesía de Gabriela
Mistral.
En setiembre de 1962 se encuentra un artículo titulado “¿Quiere usted conservar
su cutis terso y lozano?También el periódico contiene algunos anuncios comerciales
dirigidos a amas de casa. Por ejemplo, en setiembre de 1958, como en otros tantos
números, se anuncia el sabroso Pan Leandro y la deliciosa Repostería Leandro para
fiestas. En julio de 1973 “La Artística” anuncia las lavadoras Hoover. Ello indica no
solamente que AMC se propone atraer a mujeres de clase media sino también que su
medio informativo es construido de acuerdo a los patrones culturales de sus integrantes.
La militancia en la izquierda no aísla a las Aliancistas del resto de las mujeres que
comparten su nivel social y educación. Su vida cotidiana combina las tradicionales
labores en el hogar y la socialización femenina en los espacios asignados a las señoras.
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A la vez al impregnar al periódico con el gusto femenino imperante en las clases medias
y altas, las Aliancistas contribuían a crear una “cultura femenina común” que integraba
a las mujeres pobres. De esta forma, democratizaban su mundo cotidiano al extenderlo a
los barrios marginales y, a la vez, afirmaban la existencia de una cultura femenina
compartidas en el espacio nacional costarricense. Pero se en el terreno de la vida
política, es decir, en la constitución de la ciudadanía femenina donde ellas
conscientemente y mediante un esfuerzo sostenido de décadas, se proponen construir
una identidad potica femenina de alcance nacional. Ese será el tema que analizaremos
en las siguientes páginas.
3. CONSTRUYENDO LA CIUDADANÍA FEMENINA
Como se señaló anteriormente AMC surge con la finalidad de contribuir a la
formación de la ciudadanía femenina Pero en su discurso no hay un reconocimiento
explícito de las contradicciones de nero en este difícil proceso de integración de la
mujer a la vida potica.. En 1951 una mujer entrevistada en Nosotras señalaba el el
artículo “Opinan tres mujeres ciudadanas con su cédula de identidad”, que “…mujeres y
aun hombres no veían con mucha simpatía la participación activa de la mujer en la
política del país…” (Nosotras, 15/ 4/ 1951: 3). La ausencia de comentarios sugiere a las
lectoras que las Aliancistas no están en desacuerdo con tal afirmación. De esta forma,
al enfatizar la reticencia femenina sobre la oposición masculina a la participación
política de la mujer, las contradicciones de género son invisibilizadas.
En su discurso, ocasionalmente, hay referencias directas a las contradicciones de
género. Entonces abogan en el artículo “Día de la madre y madres sin día”, por un
cambio de actitud, pues …es solo cuando el hombre comprende y aprecia a su mujer y
la labor incansable que realiza y la trata no como sierva o esclava, sino como a igual en
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sus derechos y virtudes que el hogar marcha bien…” (Nuestra Voz, Agosto 1957: 1). En
este texto hay un reconocimiento explícito de la subordinación femenina en la familia.
Pero el proceso de transformación social en dicho terreno no se traslada directamente al
mundo público, es decir, a la lucha organizada, más bien depende de un cambio de
actitud de hombres conscientes. En esta forma la subordinación femenina en la familia
no se concibe como problema potico sino más bien como un problema particular de
las parejas. Por tanto este tema escapa al terreno de la lucha social, espacio en el que las
mujeres deben integrarse para fortalecer las luchas masculinas por una vida digna,
luchas que, a final de cuentas, se lee entre líneas, redundarán en el mejoramiento de las
condiciones de vida de la mujer. En el artículo “En este de mayo” de 1963 Nuestra
Voz llama a las mujeres a marchar diciendo:
…estamos al lado de los obreros y con ellos desfilamos el DIA DEL TRABAJO
porque sus demandas son nuestras propias demandas, sus luchas y reclamos son
expresión viva de los problemas que agobian nuestros hogares y nuestra Patria…”
(Nuestra Voz, Abril 1963: 1).
La posición de AMC caracterizada por una crítica radical a las relaciones de clase
pero conforme con las hegemónicas relaciones de género no fue, de ninguna manera,
excepcional en el concierto latinoamericano. El caso de Chile, donde la izquierda, al
igual que en Costa Rica, pudo integrarse a la vida política durante buena parte del siglo
XX, es ilustrativo al respecto. De acuerdo al trabajo de Karin Rosemblatt (2000)
centrado en la primera mitad del siglo XX, tanto el Partido Socialista como el
Comunista promovieron las tradicionales relaciones de género. Sus integrantes
rechazaron el feminismo por considerarlo elitista y secundario, a la vez avalaron la
imagen de la mujer como madre y ama de casa cuyo honor y sobrevivencia cotidiana
depende de la protección masculina (Rosemblatt 2000: 95-122, 185-229).
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AMC no equiparó la ciudadanía femenina a la masculina. En general el
ciudadano fue concebido como individuo que se suma a las luchas sociales como, valga
la redundancia, ser individual, con independencia total de su vida privada. Las
referencias al hombre-padre son esporádicas y en la construcción de la imagen
masculina no encontramos al ciudadano encadenado a sus referentes afectivos más
cercanos. En cambio, la mujer ciudadana no lo es sin adjetivos. En 1957, las integrantes
de AMC manifiestan que ellas repudian las luchas fraticidas fomentadas por los
intereses electoreros como madres y ciudadanas”, pues “…no queremos ver a nuestros
esposos, hijos y hermanos enrolados en la tragedia de otra guerra civil…” (Adelante, 25/
8/ 1957: 2). En este texto la maternidad es una característica femenina que precede y,
por tanto, condiciona la ciudadanía femenina.
La vinculación mujer-familia y, especialmente, mujer-madre, es característica
notoria del discurso de AMC. Especialmente en la década del cincuenta pero también
más al de esta, la ecuación mujer-hogar-ciudadanía resulta indispensable no solo para
explicar sino incluso para justificar la participación femenina en la vida política. En
1958 AMC reaccionó ante una comunicación del Diario de Costa Rica que las llamó
comunistas alegando que en su organización participaban mujeres de diversas
tendencias poticas. En ese contexto, las Aliancias justificaron en el artículo “Protesta
de AMC”, su interés en los problemas nacionales, en particular su participación en las
luchas por la nacionalización eléctrica, expresando que estas, …en una u otra forma
afectan directamente la suerte de nuestros hogares…” (Adelante, 19/ 10/ 1958: 8). En
este texto el derecho de la mujer a la participación ciudadana no refiere a un concepto
abstracto de libertad de elección y de participación en la construcción del mundo social,
como sucede en la construcción clásica de la ciudadanía masculina, sino que solo se
justifica a partir de la relación existente entre la vida política y el hogar.
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Esta concepción de la ciudadanía femenina se encuentra recurrentemente en otros
países de América Latina. Señala Lola Luna (1996) que a inicios del siglo XX desde el
Estado se reforzó la maternidad y los elevados valores morales como características
centrales de la identidad femenina. Los gobiernos populistas en boga durante la
adquisición del derecho al sufragio por parte de la mujer, enfatizan el papel de madres y
amas de casa de las nuevas ciudadanas. El discurso ideológico maternalista que
adquiere importante presencia en los medios de difusión, …oscurece la identidad de la
mujer iluminando exclusivamente su capacidad maternal…” (Luna 1996: 87).
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En Costa Rica, este proceso tiene un desarrollo bastante similar. M. Barahona
señala que en 1928, cuando las integrantes de la Liga Feminista fundaron la Liga
Cultural Femenina se propusieron, entre otros objetivos, hacer más consciente a la
mujer de sus deberes, “…especialmente de los de la Maternidad…. (Barahona 1994:
98). En su estudio iniciado en Washington en 1950 y concluido en Costa Rica en 1968,
Angela Acuña muestra una visión muy similar de los espacios “naturales” de la
participación femenina en la vida blica enfatizando el papel de la mujer en el
“bienestar personal, de familia, de sociedad, defensa, protección a la niñez, a la
ancianidad.” (Acuña 1970: 361)
Además, V. Mora contextualiza la visión del feminismo de entonces analizando la
creación de tradiciones que tienen lugar en la década de 1920. Como en otros países de
América Latina, mientras las mujeres empiezan a tener mayor visibilidad en los
espacios blicos, en la esfera oficial se articula un discurso que afirma la vinculación
mujer-madre con la celebración de Homenajes a las Madres en los centros educativos.
A la vez, en el campo educativo y médico la relación madre e hijo adquiere importancia
en cuanto se aboga por una crianza “científica” en términos de educación, alimentación
y salud. En este sentido instituciones educativas y femeninas se empeñan en crear una
18
nueva cultura maternal” hegemónica que, lejos de ser cuestionada, es retomada por el
feminismo. De tal forma, durante el surgimiento del feminismo y en las décadas
siguientes, en la nación costarricense se asiste a la reafirmación de la maternidad como
valor primario y esencial de la mujer (Mora 1998a: 294-305).
12
También Angela Acuña explota los atributos convencionales que, dotando a la
figura femenina de una superioridad moral, reafirman concepciones patriarcales sobre la
sexualidad y la familia. Al referirse a Marianela Robles de Rojas Nelson afirma que ella
…comprendía que el poder moral de una mujer sobre el hombre ha sido fuerza
viva a través de todas las edades y que era menester aprovechar esa influencia,
desplegada únicamente en la intimidad de la vida hogareña, para muchas otras
aspiraciones de orden colectivo...” (Acuña 1970: 352)
Los escasos estudios que hasta ahora existen sobre los discursos relacionados a las
identidades genéricas durante el siglo XX, parecen indicar que la retórica de AMC se
ubicó sin contradicciones sustantivas en aquella construida por el feminismo. Es dicil
situar con precisión cuando aparecen visiones revolucionarias de género que retan estas
concepciones, pero creemos que ello no ocurre hasta la cada de 1980.
13
La mujer fue excluida del trabajo productivo gracias a las luchas obreras que
posibilitaron convertir al hombre en proveedor exclusivo del hogar.
14
De tal forma,
cuando las luchas feministas logran la reinserción de la mujer en la vida política, la
izquierda se encuentra con el dilema de integrar a las luchas sociales a un sector de la
población compuesto mayoritariamente por personas excluidas de la vida laboral. En
1958, en el artículo la “AMC llama a las mujeres a participar en el Gran Desfile” del 1°
de mayo, como
…madres, hermanas y esposas de los obreros [pues] sabemos que los salarios
que ganan los trabajadores no alcanzan hoy día para cubrir las necesidades más
urgentes de nuestras familias Alza de salarios para dar mayor seguridad
económica a nuestros hogares…” (Adelante, 20/ 4/ 1958: 7).
19
Desde la perspectiva de la tradición de los partidos comunistas, la participación
política masculina está llamada a transformar el mundo social, especialmente a través de
las luchas por mejores condiciones laborales y, en el largo plazo, mediante una lucha
revolucionaria que transformaría radicalmente las relaciones de producción. De tal
forma, es en el mundo del trabajo socializado (que implícitamente excluye el trabajo
femenino en el hogar), en donde se encuentra el sector más dinámico de la sociedad. En
cambio la mujer pertenece a un universo carente de dinamismo pues se ubica fuera del
mundo político. Entonces se plantea la necesidad de incorporar a la mujer a la vida
productiva como el mecanismo ideal para convertir a estas nuevas ciudadanas en sujetos
activos de la historia. Ello se expresa en la política de AMC de promoción de la “mujer
trabajadora”.
Sin embargo, en 1950, la gran mayoría de las mujeres se encuentran dedicadas
exclusivamente al trabajo del hogar.
15
Por ello a corto plazo solo es posible atraerlas al
universo de dinamismo social, como en general en América Latina lo proponen los
partidos tradicionales, a través de sus relaciones afectivas con hombres como madres,
esposas y hermanas.
16
No obstante, también la política de AMC como lo hicieran las
feministas de la primera mitad del siglo XX, intenta politizar ese mundo estático del
hogar incorporando a sus mujeres a las luchas sociales, pero sin trastocar las relaciones
de nero. Estas son más bien “naturalizadas” pues la relación mujer-hogar, mujer-
madre se presenta como la relación que trasciende cualquier proyecto político, incluso
el que refiere a la incorporación de la mujer a la vida productiva.
De tal forma, encontramos una constante preocupación por hacer converger las
demandas políticas con los intereses de ese núcleo primario del hogar al que
inevitablemente pertenece la mujer. Por ejemplo en 1957, en el artículo Es necesaria la
20
acción de todas las mujeres para evitar el peligro de una nueva guerra civil”, María de
Mata y Ester Vásquez buscan vincular a las mujeres en su lucha por la paz, afirmando
que …la defensa de la paz y la seguridad de nuestros hogares es problema común para
todas las mujeres costarricenses…” (Adelante, 23/ 4/ 1957: 3). Nuevamente, las
Aliancistas enfatizan la maternidad como característica primaria de la mujer y
determinante en su desarrollo político, cuando sostienen: “…nosotras como madres y
como ciudadanas …haremos un frente común para defender la paz en Costa Rica….”
(Adelante, 16/ 6/ 1957: 6).
En los años cincuenta y sesenta no hay evidencias de diferencias significativas
entre la concepción de la maternidad de AMC y la visión hegemónica. En el artículo
¡Bendición a nuestras madres! de agosto de 1955, en el contexto de celebración del Día
de la Madre, ellas presentan una imagen de una mujer amamantando cuyo rostro
transmite la sensación contradictoria de sacrificio y satisfacción acompañada de un
poema que, entre otras estrofas aboga…por el dolor y el gozo de sus corazones
suaves….” (Nuestra Voz, 15/ 8/ 1955: 1).
En agosto de 1970 reproducen un retrato de una mujer joven amamantando a su
bebé, nuevamente al lado de un poema que rescata el incondicional amor de la madre
(Nuestra Voz, Agosto 1970: 1). Sin embargo, pocos años después, en agosto de 1974 la
madre no es representada mediante estos convencionalismos. El rostro de una mujer
joven y moderna de mirada desafiante cuyo cuerpo no es extensión obligada de otro ser,
se propone transmitir a sus lectoras una sensación de libertad (Nuestra Voz, Agosto
1974: 2). En efecto, durante la década de 1970, si bien las Aliancistas mantienen esa
estrecha vinculación de la mujer con la maternidad, su discurso no es tan reiterativo en
esta temática como lo fue en décadas pasadas. En el orden de los atributos femeninos la
21
maternidad no es necesariamente, el primero en ser mencionado. En 1970 AMC arenga
a las mujeres para que
…hagamos oír nuestras voces, son las voces de las mujeres del pueblo, voces de
obreras, maestras, empleadas, costureras, voces de madres, hermanas, hijas de
quienes crean la riqueza en nuestra patria (Nuestra Voz, Agosto 1970: 3).
En la secuencia de los atributos de las mujeres llamadas a hacerse r, se
encuentra en un primer plano su participación en el mundo productivo considerado por
la izquierda, como lo señalamos atrás, espacio protagónico de la humanidad. No
obstante, en el segundo plano las mujeres se definen como seres pasivos en referencia a
los otros “hombres” a quienes se atribuye la potestad de crear la riqueza de la nación.
En 1964 el tema de la revolución esen boga dentro de la izquierda costarricense
pues el proceso de la revolución cubana, la primera revolución socialista exitosa de
América Latina, junto con el desarrollo de focos de lucha guerrillera en el continente, ha
polarizado las fuerzas sociales, radicalizando a la izquierda y exacerbando el anti-
comunismo en el sistema político hegemónico. Ese es el contexto en que AMC se dirige
a las mujeres que convoca para referirse a la “mujer revolucionaria”, que ya no es
aquella mujer dedicada a tener hijos, cocinar y lavar. Pero en las páginas de AMC ella
no es revolucionaria por convicción personal, sino que se trata
…de la mujer como madre, como esposa y como hija de un revolucionario… que
comprende los ideales de su marido… Tiene que comprender que ella es parte
importante en la vida de su esposo, integrarse totalmente a sus objetivos de
lucha….” (Nuestra Voz, Agosto 1964: 3).
Este artículo indudablemente expresa uno de los pasajes más contradictorios del
discurso de AMC pues, por una parte, llama a la mujer a tomar una decisión política que
transformará su vida pero, por otra, esta no es una decisión que se toma en libertad, es
simplemente el destino de una mujer que tiene nculos familiares con un
22
revolucionario. Si ella es una mujer que se rebela a aceptar el tradicional papel
femenino, solo lo hace para reafirmar la sociedad patriarcal, para seguir al hombre con
el que unió su destino.
4. FUNDAMENTANDO EL DIÁLOGO CON LAS CIUDADANAS
Se evidencia en el análisis anterior que las Aliancistas se valieron de la
construcción tradicional de la mujer para convocarla a ejercer sus derechos ciudadanos.
Ello no significa que estas mujeres radicales carecieran de conciencia acerca de las
limitaciones que la sociedad patriarcal imponía al desarrollo potico femenino. En la
actualidad, Alicia Albertazzi se lamenta de la ausencia de criterio independiente de la
mujer que se sentía obligada a seguir los pasos poticos de su esposo. Además, sostiene
que las amas de casa, cuya autoestima es muy pobre, sienten que el dinero pertenece al
esposo, que …les hace el favor de llevárselo...”
17
Albertazzi establece una relación
implícita entre la dependencia económica y sicológica de la mujer en la sociedad
patriarcal y las limitaciones para su organización potica. Por supuesto, que no
debemos pasar por alto que su visión del pasado, está mediada por las nuevas visiones
de género que toman fuerza especialmente a finales de la cada de 1980. Sin embargo,
en la reflexión de AMC antes de su desintegración como organización de izquierda, se
encuentra presente esta preocupación. No obstante, hay una diferencia de fondo entre
las interpretaciones feministas contemporáneas y la de la izquierda de entonces: para
AMC, así como para la izquierda tradicional y alternativa existente en América Latina,
el problema de la subordinación femenina se empezaba a resolver con su integración al
trabajo productivo y encontraba su solución final en el mundo socialista.
18
Aunque AMC realza la relación mujer-madre y, como hemos visto, su visión de
la maternidad es sumamente convencional, en los años setenta se refieren a la liberación
23
femenina como un proceso vinculado a una trascendental transformación del concepto
de la maternidad, que consiste en el reconocimiento de su función social cuando la
sociedad asume la responsabilidad sobre la infancia (Nuestra Voz, Mayo 1973: 5).
Critican en el periódico “la vida familiar burguesa resolviendo la contradicción entre la
integración de la mujer a la vida productiva en aras de su crecimiento político, y las
funciones reproductivas que la sociedad considera que necesariamente debe realizar la
mujer en el hogar proponiendo guarderías infantiles. Por ello, AMC mantiene una lucha
constante por la creación de casas cuna. Pero entonces, ¿porqué tanta insistencia en
resaltar la construcción convencional de la maternidad como característica esencial
femenina?
Como lo vimos páginas atrás, cuando se funda AMC y en las primeras décadas
de su existencia, el sistema patriarcal apenas había sido sutilmente cuestionado en el
país. El feminismo costarricense que alimentó las luchas sufragistas efectivamente
abogó por el derecho a la participación femenina en la vida política, pero dejó inlume
conceptos básicos en los que se nutrían las relaciones de género.
No obstante, la concepción de AMC sobre la mujer no debe analizarse
exclusivamente desde la óptica de los discursos vigentes sobre la temática. También es
fundamental considerar mo estos discursos se articulan a su proyecto político.
Efectivamente, la directa vinculación de la mujer con la maternidad resultaba
incuestionable, pues la construcción social de esta ha sido atribuida a dos dimensiones
frecuentemente entrelazadas consideradas inmutables: la natural y la religiosa.
19
No es
hasta las últimas décadas debido a la creciente importancia de las luchas feministas y,
junto con estas, al auge de los estudios de género, que se ha hecho posible empezar a
visualizar la maternidad como constructo social. Los recientes estudios de género han
venido señalando la importancia de considerar las relaciones de poder no solo como
24
simples relaciones asimétricas, sino también como un espacio de interacción entre
dominados y dominadores donde los dominados no se limitan a sufrir resignadamente la
dominación sino que construyen estrategias de resistencia y adaptación (Stern 1999:
150-167). Entre estas estrategias, encontramos la adaptación de discursos hegemónicos
transformando sutilmente su sentido para enfrentar, en forma directa o encubierta, los
preceptos en los que se basa la dominación.
Ello se aprecia, por ejemplo, en los argumentos sustentados por Angela Acuña
para otorgar el voto a la mujer. La subordinación sexual de la mujer en el sistema
patriarcal que le exige tener el carácter suficiente para evadir las naturalmente
justificadas” demandas sexuales masculinas, no es retada por las mujeres que
reivindican derechos en la primera mitad del siglo XX. Al contrario, es utilizada como
arma potica para justificar la legitimidad de sus luchas. De esta forma la subordinación
sexual se transforma en poderosa instrumento de resistencia al ser interpretada, como lo
hace Angela Acuña, y, en los veintes, lo hicieran los líderes del Partido Reformista,
como superioridad moral. Entonces, ¿cómo desaprovechar esa superioridad moral en el
desarrollo de la potica nacional? (Mora 1998a: 399).
20
La concepción tradicional de la maternidad, la mujer entregada
incondicionalmente a sus hijos, ha sido base legitimadora de la participación femenina
en las luchas sociales. La abnegación de la madre está íntimamente relacionada al
estoicismo. La madre así como la mujer decente, posee superioridad moral que la hace
acreedora de particular respeto pues, como afirma Sonia Montecino, “…lo femenino-
madre tiene un correlato poderoso en el universo religioso en donde no es precisamente
la figura de Cristo (histórico y masculino) la que domina el culto popular, sino la
imagen de María la Madre, la Virgen…” (Montecino 1996: 105). Ello contribuye a
legitimar la protesta organizada de mujeres, pues la maternidad expresa abnegación y
25
sufrimiento, lo que en la religiosidad integrada al sentido común, sugiere purificación y,
por tanto, superioridad moral.
21
En Chile y Argentina han sido las mujeres que protestan
por sus hijos asesinados por las fuerzas nacionales del orden quienes, resaltando su
identidad de Madres, transmiten al resto de la sociedad la carga emotiva de la violenta
pérdida de sus hijos y, en esta forma, también humanizan ante la sociedad a sus hijos,
esos otros demonizados por las dictaduras (Montecino 1996: 108-113).
Las mujeres de AMC comprendieron las potencialidades políticas de la
maternidad y se abocaron a explotarlas: en 1957 organizaron una asamblea de Madres
que solicita a la CCSS extender el seguro familiar al mayor número posible de hogares.
Uno de los titulares que refieren al tema, “Las madres se dirigen a la CCSS” expresa en
el término “madre” la fuerte carga de legitimidad de quienes entregan su vida a sus hijos
y ese amor, sinónimo de abnegación y sufrimiento, se transforma en una especie
particular de sabiduría que les confiere ante la sociedad el derecho a la palabra
(Adelante, 25/ 8/ 1957: 8; Adelante, 1/ 9/ 1957: 9).
En la “Asamblea Nacional de Mujeres Costarricenses organizada por AMC se
mencionan como temáticas a tratar el derecho a la seguridad de la familia, a la
instrucción, a vivienda higiénica, salario justo, a la paz y tranquilidad y, acto seguido, se
justifican estas demandas femeninas simplemente, “…porque la mujer es la creadora de
la vida en la tierra….” (Adelante, 3/ 5/ 1953: 7). En 1964, en el contexto de una
significativa participación femenina en las luchas por vivienda que tuvieron lugar en
Chacarita, apelando al carácter sublime de las luchas maternas, las Aliancistas legitiman
la rebeldía de las mujeres de Chacarita, con las siguientes palabras
…En cada suceso que al ocurre las mujeres se destacan y dan extraordinarias
demostraciones de heroísmoen su rostro brilla la esperanza de un sol, de un
castillo para sus hijos. Allí en donde se pone a prueba la madre, la que deja todo y
26
se dobla a trabajar bajo aquel calor infernal, a trabajar en largas y varoniles
labores…” (Nuestra Voz, Julio 1964: 6).
En esta cita se concatenan una serie de imágenes femeninas que justifican ya no
solo la participación política de la mujer sino también su rebeldía ante el sistema de
dominación, rebeldía que toca una fibra delicada del sistema patriarcal: la docilidad
como atributo positivo de la mujer. Esta concatenación de imágenes nos conduce de la
mujer a la madre heróica y de esta a su masculinización, simbiosis necesaria en el texto
para justificar su rebeldía.
Cuando las activas mujeres de la izquierda se dieron a la tarea de integrar a las
nuevas ciudadanas del país a la vida potica, encontraron en la estrecha asociación
mujer-hogar el espacio que les permitió tender un puente con la actividad potica. En
1957 convocaron a las mujeres a la participación ciudadana con las siguientes palabras:
…Aunque la mayoría de las mujeres no estamos habituadas a tomar parte en la
discusión de los problemas económicos nacionales podemos comprender en
líneas generales la trascendencia que tales asuntos pueden tener en la vida
económica de nuestros hogares…” (Adelante, 9/ 6/ 1957: 7).
En efecto, la recurrente vinculación presente en las páginas de Adelante y
Nuestra Voz entre la dimensión del hogar y la dimensión política, se propone legitimar
ante las mujeres y los hombres de los sectores populares la movilización política
femenina. En la actualidad, líderes de AMC señalan la sujeción de la mujer al hombre
como una de las causas fundamentales de las dificultades que enfrentaron intentando
integrarlas a la vida potica.
22
No obstante, en aquel entonces, como lo vimos atrás, las
Aliancistas relegaban estas relaciones asimétricas al plano de “problemáticas de
familia”, y enfatizaban la condición de amas de casa de amplios sectores femeninos,
como la causa principal que limita la capacidad de estas mujeres de …relacionar sus
27
condiciones de vida personales con la política económica y social del país….” (Nuestra
Voz, Octubre 1974: 6).
En 1952 apelan a la participación femenina en la lucha contra el alza de las tarifas
eléctricas, con el siguiente argumento:
…la acción conjunta de todas las mujeres costarricenses puede servir para ayudar
a librar de esa nueva carga económica a tantos hogares cuyos escasos
presupuestos no alcanzan ni para llenar las más urgentes necesidades diarias….”
(Adelante, 5/ 10/ 1952: 3).
De tal forma, se proponen construir una vinculación directa entre el hogar y la
vida potica. Es la lucha cotidiana de la mujer pobre y de clase media baja por llenar las
necesidades básicas del hogar la que da sentido a la participación potica femenina.
23
En 1965 de nuevo AMC apela a la conciencia ciudadana femenina señalando que: “…es
necesario que las mujeres tengamos conciencia clara y firme de que la suerte de
nuestros hogares, de nuestros hijos, está directamente ligada a los destinos políticos del
país…” (Nuestra Voz, Dic. 1965: 1).
24
Cuando se apela a la mujer para que participe en la lucha potica, se le convoca
a luchar por otros, en cambio, los hombres identificados como trabajadores, son
convocados a luchar en aras de su propia liberación. Si la mujer existe como sujeto que
entra en la vida política, sus reivindicaciones no son directamente para sí, pues ella no
es considerada como ser independiente sino como parte indisoluble de una unidad que
se llama “familia”. En enero de 1967 aparece el siguiente titular en Nuestra Voz:
“Convocamos a gran Asamblea Nacional”, con el fin de analizar …los graves
problemas sociales y económicos que pesan sobre la vida de miles de familias
costarricenses…” (Nuestra Voz, Dic. 1965: 3). El 8 de marzo de 1974 se efectúa en
Cartago un acto en honor al Día de la Mujer, que en esta ocasión fue dedicado a la
28
compañera Haydée Bonilla, electa regidora. Flor del Carmen Portugués, presidenta del
Comi Local llamó a las mujeres a luchar “…por el bienestar y la felicidad de sus
familias y particularmente de sus hijos…”
25
5. ORGANIZANDO A LAS MUJERES
Como se señaló páginas atrás, la finalidad de la Alianza era integrar a la lucha
política a las mujeres, en particular a aquellas pertenecientes a los sectores subalternos.
Ellas ingresaban a ese mundo masculino con timidez por su condición de pobres, por su
escaso o ningún conocimiento de la dinámica política y, especialmente, por su
pertenencia al sexo femenino. De tal forma, uno de los objetivos fundamentales de
AMC fue mostrar a las mujeres que ellas tenían capacidad para organizarse y, por tanto,
para transformar positivamente sus condiciones de existencia.
La estrategia política de AMC característica de la izquierda de su tiempo,
consistió en contribuir a movilizar a la sociedad civil para el logro de fines específicos.
De tal forma, no se despreciaron las luchas comunales que tenían fines tan concretos
como la creación de una escuela o un parque. Se encontró en esta luchas un rico terreno
de acción ampliamente aprovechado por las Juntas Progresistas. La lucha electoral
consistió en una estrategia entre otras y hay que recordar que no sería hasta los setentas
cuando los detentadores del poder político permiten a la izquierda reinsertarse en el
juego electoral. De todas formas, en el terreno de las luchas cívicas se dio particular
importancia al protagonismo ciudadano. Los protagonistas en las luchas cívicas, a través
de su activa participación en movimientos sociales se fortalecerían como actores
políticos mientras, paso a paso, mejoraraban sus condiciones de vida. Ante la difícil
tarea de atraer a las mujeres a las actividades políticas, AMC creó diversas estrategias,
29
entre ellas la de elaborar un lenguaje potico particular para las mujeres, comentado
ampliamente en páginas anteriores.
Otra estrategia clave consistió en hacerles ver que ellas tenían la capacidad para
participar exitosamente en las luchas comunales, ciudadanas y sindicales. Para ello se
empeñaron en mostrarles los dividendos que se podrían obtener del ejercicio mismo de
la ciudadanía. En Nuestra Voz sencillas mujeres hacen saber a las lectoras del
informativo acerca de los beneficios que se pueden alcanzar una vez superado el temor a
la participación. De nuevo Dulce María Sánchez es presentada como el ejemplo ideal
de la mujer capaz de producir transformaciones positivas en su vida y en la de quienes
la rodean. En su vecindario, el Barrio del Cerrito, Dulce María se ha convertido en la
líder a quienes sus vecinos acuden en busca de consejo cuando se proponen enfrentar
agobiantes problemas: las tarifas de los servicios públicos, la carencia de agua, etc.
Ofreciendo una lección a las mujeres como ella, Dulce María afirma: “…yo
aunque nunca estuve en la escuela me siento capaz de dirigir la lucha en este barrio...
Acto seguido, ella se refiere a los éxitos obtenidos mediante el trabajo potico: habían
padecido el problema del agua como si fuera cosa del destino. Entonces ella a través de
la Junta Progresista, contribuyó a organizar a los vecinos, en particular a las mujeres,
para ir a protestar al SNAA. Dulce María y sus compañeras estaban muy bravas y le
dijeron cuatro verdades” al gerente y desde entonces se solucio el problema del
agua. Recientemente, recibieron cobros excesivamente altos por la electricidad, Dulce
María y sus seguidoras de “Barrio del Cerrito” fueron a la Compañía Eléctrica, donde
de nuevo dijeron “…cuatro verdades en las oficinas en voz alta para que toda la gente
oyera…” (Nuestra Voz, Marzo 1964: 3). Inmediatamente les ofrecieron revisar los
medidores.
30
En esta forma Dulce María se convierte en símbolo de mujer que no se deja
empequeñecer por ser mujer y pobre. Pese a sus escasos estudios le hace frente a su
difícil condición de vida mediante la lucha cotidiana. El trabajo organizativo según esta
narración empodera en cuanto permite alcanzar cambios positivos en la vida cotidiana
y, también, en cuanto se convierte en escuela para enfrentar a las autoridades abusivas y
obligarlas a rectificar.
26
En el contexto de un encuentro de mujeres organizado entre el 8
y 9 de marzo de 1969 por la AMC, para analizar los problemas relacionados con la
vivienda popular, transcriben en Nuestra Voz las siguientes afirmaciones de Dora
Quis de Chacarita: …no hay que tener miedo ni a la policía ni a la cárcel, peor es
vivir en la miseria y en pocilgas…” (Nuestra Voz, Abril 1969: 5).
Se narra en Nuestra Voz la historia de doña María Sibaja presidenta de AMC en
Puntarenas. Ella via con su hijo en Chacarita, donde sus habitantes en precario
protagonizan una impresionante lucha por adquirir el derecho a la tierra en que se
levantan sus viviendas. Doña María vivía temerosa de ser expulsada junto con su hijo
del ranchito que, con mucho esfuerzo, había comprado, y “…a ella y a su hijo los
humillaba la gente diciéndoles: los van a sacar de aPero el día en que llegó un
tractor a demoler su casa y ella logró detenerlo, cambió radicalmente su pasiva actitud,
y se puso al frente de los vecinos para defender el derecho a conservar sus casas, luego
se dirigió a los Ministerios de Salubridad, de Transportes y al Ay A para obtener
servicios para la comunidad (Nuestra Voz, Marzo 1965: 3). En esta narración, la María
humillada recupera la confianza en sí misma cuando descubre que, con sus actos, puede
incidir en su destino. A partir de entonces despierta a una nueva vida de compromiso
político asumiendo el liderazgo en el vecindario.
27
Juanita Morúa una de las cinco
mujeres de la directiva de la Junta Progresista del Barrio Cristo Rey, afirma: “…yo
estoy convencida de que si el pueblo se organiza y sabe pedir y reclamar sus derechos se
31
pueden resolver todos sus problemas…”
28
De tal forma, una finalidad fundamental de
AMC consistía como lo señalara Alicia Albertazzi, en “…enseñar a las mujeres a
defender sus derechos y los derecho de sus hijos…” (Nuestra Voz, Agosto 1971: 4).
A través de estas vidas de mujeres ejemplares que sin temor organizaban a a sus
vecinos, las Aliancistas se proponen construir un modelo de mujer ideal que rompiendo
con la tradicional concepción de pasividad femenina aprovecha los espacios existentes
para encauzar las luchas reivindicativas En el 20 aniversario de AMC” expresan con
orgullo en Nuestra Voz que
…AMC ha contribuido a levantar la conciencia de miles y miles de mujeres que
antes permanecían marginadas y sin perspectivas, las ha guiado enseñándoles a
luchar por sus derechos y los de sus hijos y les ha dado conciencia de su valor
como miembros de la sociedad en que viven…” (Nuestra Voz, Mayo 1972: 7).
AMC, como una rama del Partido Vanguardia Popular, se dio a la tarea de seguir
muy de cerca las preocupaciones fundamentales de los grupos subalternos, en particular
de las mujeres, con el fin de descubrir sus más urgentes demandas y a encontrar as
para integrarlas a la lucha social. Las Aliancistas se propusieron convertir a Nuestra Voz
en vocero de las mujeres pobres y, para ello, dedicaron buena parte de sus páginas a
denunciar las medidas tomadas por el Estado y el capital que afectaban negativamente
sus ya precarias condiciones de vida (Nuestra Voz, Junio 1970: 1).
29
Sin embargo, desde
la perspectiva de las Aliancistas no existía en la cultura de los sectores subalternos
femeninos ninguna tradición de lucha que valiera la pena rescatar. Ellas se sintieron en
la obligación de enseñar y guiar a mujeres carentes de capacidad para enfrentar el
mundo en que vivían.
En el mundo occidental, las luchas por la sobrevivencia de la familia, han dado
protagonismo a las mujeres. En Europa caresas de alimentos movilizaron masivamente
a las mujeres aun antes de la expansión del capitalismo. (Clark 1997: 26) En la América
32
Latina del siglo XX las organizaciones femeninas se fundamentaron en demandas a
favor de la familia. Así por ejemplo, en el Perú de la década de 1980, las mujeres
organizaron las ollas comunes para garantizar la sobrevivencia de su familia ante el
violento proceso de pauperización.(Blondet 1996: 81) Las marchas de las ollas vacías,
constituyen una forma de protesta social femenina que, en palabras de Sonia Montecino
..arranca desde la casa, desde el espacio ocupado por la madre, que se derrama hacia la
calle con el uso de sus utensilios domésticos, que se trasladan a lo público…”
(Montecino 1996: 107)
¿mo concebía AMC la incorporación de la mujer a la lucha política?
Encontraron que las luchas comunales y cívicas que por entonces predominaban
en el país constitan un espacio idóneo para la mujer pues sus demandas les incumbían
en su papel básico de madres y esposas. Por ello AMC con ahínco impulsó el ingreso de
mujeres a las Juntas Progresistas que, constituían la vanguardia de las organizaciones
comunales y cívicas de entonces.
30
En las Juntas Progresistas las mujeres hallaban
espacio para luchar por salubridad y seguridad ciudadana, bienestar infantil, vivienda,
buen servicio de agua y electricidad a costos accesibles para los sectores populares, en
fin, todas aquellas demandas que tienen directa relación con las preocupaciones
cotidianas de las llamadas “amas de casa.” (Nuestra Voz, Octubre 1968: 7). En el
contexto de las luchas contra las alzas de tarifas de servicios blicos, AMC
decididamente se suma a estos movimientos dirigidos por las Juntas Progresistas y, en
los últimos años, por las Asociaciones de Desarrollo Comunal. Ello obedece a que tales
luchas reivindicativas, “naturalmente” corresponden a la mujer ya que afectan el
presupuesto familiar y, en el caso del agua y la luz, se trata de necesidades básicas del
hogar (Adelante, 19/ 10/ 1958: 8).
31
33
La táctica de AMC no consistió en llamar a una lucha frontal contra el sistema.
Más bien, en las páginas de Nuestra Voz encontramos una preocupación constante por
luchas sociales que sutilmente contribuyen a mejorar las condiciones de vida de las
mujeres pobres. Con ello se proponen mostrarles que sus reivindicaciones pueden ser
efectivas en el corto plazo y, por lo tanto, que vale la pena participar como agentes de
cambio. Por otra parte al asumir causas que incumben directamente a la mujer pobre,
AMC se propone mostrar la efectividad de esta organización en la lucha por mejores
condiciones de vida para los sectores subalternos. Por ejemplo, en 1952 una comisión
de AMC busca solución al problema de distribución de fichas para enfermos pobres en
el Hospital San Juan de Dios, “…pues es inhumano que pobres mujeres con sus niños
tengan que esperar fichas desde las dos de la mañana…” (Adelante, 21/ 11/ 1952: 3). En
1958, las Aliancistas se refieren al problema de escasez de agua en San Gabriel,
…siendo las más afectadas las mujeres que sufren grandes dificultades en sus
quehaceres domésticos…” (Adelante, 13/ 4/ 1958: 2). El Comi de AMC en Cinco
Esquinas recolecta firmas para presentar un memorandum a la Municipalidad de
Goicoechea y al Ministerio de Salud. Una semana después, bajo el titular “Llegó agua a
San Gabriel”, Adelante informa que el problema se resolvió y los vecinos están muy
agradecidos con la Municipalidad y con quienes promovieron el movimiento de apoyo a
esta población (Adelante, 20/ 4/ 1958: 2).
32
Recurrentemente, ellas intentaron transmitir a las mujeres pobres el siguiente
mensaje: presionen a las instancias respectivas del Estado y sus solicitudes serán
atendidas.
33
Para ello promovieron la entrega de solicitudes firmadas por el mayor
número de personas a funcionarios blicos y también acudieron a su directa
interpelación. Alicia Albertazzi recuerda que tenían como estrategia hacer amistad con
las diputadas.
34
Ellas otorgaron particular importancia a la representación femenina en
34
los organismos representativos. En 1965 solicitaron a los diferentes partidos políticos
que integraran mujeres en las papeletas para diputados y munícipes en las elecciones de
1966 (Nuestra Voz, Mayo 1965: 1). En una actividad típica de AMC sus integrantes se
reunieron con la Sra. Olga de Echandi para entregarle dos pliegos de protesta firmado
por mujeres de Puntarenas, el primero contra el alza del pan y la carne con 455 firmas y,
el segundo, respaldado por 70 firmas abogaba por la paz mundial.
35
Como se ha visto en esta sección, la AMC, como institución representativa de la
izquierda costarricense, siguió el ritmo de las demandas populares con el fin de
adscribirlas como parte de sus luchas sociales. Sin embargo, ello no impidió que las
Aliancistas asumieran banderas de lucha en terrenos específicos, que les permitirían dar
continuidad a su labor política en barrios determinados y con sectores sociales
particulares. Por ejemplo, la vivienda y las guarderías infantiles constituyeron dos de los
más importantes terrenos de la lucha social en que participaron.
6. EL AUDITORIO DE LAS ALIANCISTAS
Según las Aliancistas la reivindicación de las casas-cuna atraería naturalmente a la
mujer trabajadora. En la lectura de Nuestra Voz a primera vista se percibe que
efectivamente este proyecto contó con el apoyo masivo de las mujeres. En 1966, las
mujeres de Montezuma de Puntarenas que apoyaron la creación de casas-cuna,
argumentaban que para poder asistir a su trabajo debían dejar sus hijos encerrados,
desamparados a la …mira de algún vecino…” (Nuestra Voz, Agosto 1966: 3). Pero
este documento esapenas respaldado por ocho firmas. En su lucha por la fundación de
una casa-cuna en Guadalupe las Aliancistas afirman que
…la mayoría de mujeres de ese lugar consideran de gran urgencia un servicio de
protección para los hijos de las madres que tienen que trabajar fuera del hogar. Por
35
eso esta demanda ha prendido en la mente de todas las mujeres de Guadalupe que
vigorosamente le dan su apoyo…” (Nuestra Voz, Abril 1963: 7).
Pero este supuesto apoyo abrumador de las mujeres trabajadoras a las casas-cuna,
está en contradicción con la experiencia de Alicia Albertazzi en el trabajo con mujeres
en pro de las casas-cuna. La veterana Aliancista más bien transmite una profunda
frustración, debido a las dificultades para hacerlas asumir como propia esta
reivindicación. Afirma Albertazzi, que …las mismas mujeres se opoan, decían que se
usaba en los países comunistas donde el Estado se hacía dueño de los niños…”
36
En
1965, Olinda de Cerdas se siente obligada a aclarar que …no es cierto que los hogares-
escuela destruyan la familia…” (Nuestra Voz, Agosto 1965: 8). Albertazzi se sorprende
de que las madres trabajadoras …preferían dejarlos [a sus hijos] solos metidos entre un
cuarto con llave…”
37
Indudablemente la propaganda anti-comunista despertó recelos y hasta temor
alrededor de las casas-cuna, Este discurso, hondamente enraizado en la cultura
hegemónica, limisus capacidades de acción potica. A. Albertazzi se lamenta de las
dificultades que encontraron para realizar su trabajo, pues
…cualquier organización de mujeres que no fuera así como popular, nos hacía el
vao[y] …todo el mundo quería ponerse el botón de que era anti-comunista,
…le dábamos apoyo a un movimiento e inmediatamente el movimiento era
tildado de comunista…”
38
De tal forma, es difícil dudar que la capacidad de las Aliancistas para ingresar en
el mundo de las mujeres de los sectores populares se viera inhibida por la propaganda
anti-comunista. A esta respondieron con “tacto”, evitando abusar en Nuestra Voz de un
lenguaje de izquierda que las etiquetaría como comunistas. En su contacto con las
mujeres que se proponían organizar, asumieron un serio compromiso con las demandas
propuestas, evadiendo la imagen de “propagandistas del comunismo”. Albertazzi
36
recuerda un interesante detalle que ilustra este punto, y es que cuando ella se refiere a
las mujeres que estaban integradas a la Alianza, utiliza el verbo “militando”, pero
inmediatamente se corrige y afirma: “…militando no decíamos para no parecer del
partido, sino „afiliadas‟…”
39
Pero las potencialidades del discurso anti-comunista, no son suficientes para
explicar las reticencias de muchas mujeres hacia la AMC. El análisis de la potica
Aliancista lleva a plantear la hitesis de que hubo problemas de comunicación entre
ellas y sus potenciales bases. Por ejemplo, esta renuencia de las mujeres a aceptar como
propias la reivindicación de las casas-cuna, podría haber estado relacionada con
estrategias particulares desarrolladas por las mujeres pobres, con el fin de ingeniárselas
para criar a sus hijos, estrategias que posiblemente estarían profundamente incorporadas
a su propia cultura, y que las Aliancistas no llegaron a aprehender. A. Albertazzi
recuerda que …era dificilísimo que ellas nos entendieran, al proponerles
reivindicaciones de primera importancia. También en otra sección de la conversiación,
le parece recordar que fue Emilia Prieto quien “le abrió los ojos” a Dulcemaría.
En Nuestra Voz, con frecuencia se hace alusión a la supuesta incorparación
masiva por parte de las mujeres a su “mensaje de organización femenina”. En 1971,
cuando Nuestra Voz tiene un tiraje de 6000 ejemplares, las Aliancistas sostienen que
…las mujeres del pueblo van comprendiendo rápidamente que es indispensable su
intervención organizada en la discusión de todos los problemas nacionales que afectan
sus hogares…” (Nuestra Voz, sin mes 1971: 1). Aunque evidentemente hay una
intención deliberada por hacer creer a las lectoras de AMC que el movimiento tiene un
éxito creciente, también en Nuestra Voz encontramos reflexiones sobre los límites de su
capacidad de atracción. Entonces, intentan acercarse al ámbito sico-social de las
mujeres que sufren para descubrir que estas tienen una pobre autoimagen, lo que las
37
inhibe de participar en organizaciones populares (Nuestra Voz, Julio 1972: 7). En 1972
interrogan a las mujeres pobres que han escuchado su mensaje en busca de una
respuesta a la pasividad de la mayoría de ellas. Doña Margarita González de Rojas, ama
de casa de Barrio xico, a la pregunta ¿porqué las amas de casa no protestan ante la
carestía de la vida?, contesta lo siguiente:
…hemos estado acostumbradas a comentar esos problemas en los corrillos del
barrio como simples calamidades… nos hemos acostumbrado a soportar
resignadamente esos problemas sin preguntarnos nunca las causas que los
originan…” (Nuestra Voz, Julio 1972: 7).
En este interrogatorio las Aliancistas buscan tanto una respuesta para ellas como
la creación de un discurso que interpele a la mujer pobre sin trabajo remunerado. La
organización de mujeres amas de casa, resultó un difícil reto durante toda la existencia
de AMC como organización representativa de la izquierda. Si en los centros urbanos las
dificultades eran notables, en el campo, exceptuando las zonas bananeras, eran casi
infranqueables. La misma Dulce María nchez reconoce que AMC no logra crear un
discurso que atraiga a estas mujeres, pues “…talvez por la lucha contra viejos prejuicios
nuestra agrupación no ha penetrado, como yo deseo, en las grandes masas de mujeres
campesinas…” (Nuestra Voz, Set. 1964: 4-5).
Las Aliancistas debieron competir no solo con el poder patriarcal, que
frecuentemente inhibía a las mujeres de participar en política, sino también con los
pocos entretenimientos que les deparaba su escaso tiempo de ocio. Alicia Albertazzi
recuerda que la novela “Simplemente María” acaparaba la atención de las mujeres en
los barrios pobres, consumiendo el poco tiempo libre que les quedaba después de
cumplir con sus quehaceres domésticos.
40
En el convulsivo período de 1983,
reflexionan acerca de la estrategia apropiada para integrar a las luchas cívicas a mujeres
38
amas de casa, y concluyen que …lo fundamental al principio es tener PACIENCIA…”
(Nuestra Voz, Julio 1983: 9; Las mayúsculas son del texto).
Las Aliancistas saan que el Valle Central no era necesariamente el terreno más
apto para desarrollar su estrategia política y, por ello, pusieron su mirada en regiones
donde la protesta social alcanzara mayores expresiones. En Puntarenas, en particular en
Chacarita, ellas encontraron una rica veta de trabajo entre mujeres que luchaban por un
pedazo de tierra donde fundar su hogar. Las zonas bananeras constituyeron las regiones
que s satisfacciones les depararon. El alto nivel de organización de los trabajadores
bananeros abría espacio a la participación femenina en las luchas sindicales, ya fuera
como trabajadoras de las empacadoras, o simplemente como compañeras de los
bananeros. En estas luchas la izquierda tenía un papel protagónico por lo que AMC se
encontró aquí con un universo femenino bastante receptivo a sus propuestas políticas.
41
Las Aliancistas respondieron a las mujeres de las bananeras haciendo saber en su
órgano informativo acerca de la discriminación que como mujeres sufrían en el trabajo
así como en el acceso a la vivienda, pues las compañías bananeras la otorgaban solo a
los hombres con familia (Nuestra Voz, Nov. 1972: 7). También participaron en luchas
por la instalación de estancos y guarderías en las fincas bananeras de o Frío (Nuestra
Voz, Nov. 1973: 2). En 1973 AMC partici en las luchas por agua potable de los
vecinos de Horquetas de Sarapiquí (Nuestra Voz, Junio 1973: 8). En 1974 las
compañeras Isabel Dubón e Irma Serrano constituyeron 11 comités y se preocuparon
por el problema del transporte de las fincas más lejanas. Por ello solicitaron al gerente
de Japdeva, Hernán Gan que el tren llegara hasta las últimas fincas (Nuestra Voz,
Enero 1974: 6). En 1976 al regreso de su gira por la Zona Sur, Ana Hernández informó
detalladamente acerca de los problemas que más preocupaban a las mujeres de esta
región (Nuestra Voz, Nov. 1976: 4).
39
Pero AMC no se limitó a los territorios más fértiles. Se propuso tener presencia
en todas las provincias del país. Por ejemplo en 1976 vendedoras ambulantes de Nicoya
llegaron a San José acompañadas de la dirigente Aliancista Consuelo Ruiz con el fin de
entrevistarse con funcionarios gubernamentales (Nuestra Voz, Nov. 1976: 4). En 1979
se encuentran las Aliancistas en Turrialba celebrando el Año Internacional del Niño y
gestionando obras públicas en beneficio de la infancia (Nuestra Voz, No. 2 1979: 7). En
1983 Nuestra Voz informa de las actividades de la Alianza en Alajuela, Cartago,
Guanacaste, Guápiles, Heredia, Palmar Norte y San Ramón (Nuestra Voz, Set.-Oct.
1983: 4). Se crean agencias de Nuestra Voz en todas las provincias y en zonas remotas
como Ortega, Corralillos Punta Zancudo y Paso Canoas (Nuestra Voz, Set. 1971: 7).
Los compromisos con la izquierda no inhibieron a las Aliancistas de ensayar
estrategias de mercado para expandir su rculo de socias. En 1973 ofrecían a sus
lectoras un 5% de descuento al presentar su canet al día en Almacén la Gloria (San José)
Almacén Mares (Limón) Botica Margarita Black (Quepos) Mi Farmacia (San José)
Zapatería Romero (Heredia) la Ovoteca (Puntarenas) y Almacén González (Cartago)
(Nuestra Voz, Octubre 1973: 8).
Efectivamente, esta presencia en diversos rincones del país transmitela sensación
de que las Aliancistas realmente tenían una amplia hegemonía. Sin embargo, con
frecuencia, se trata de comités constitdos por unas pocas socias que actúan como
células de base, es decir, como activistas cuya misión fundamental es tratar de atraer a
nuevas socias, y por tanto, no representa la existencia de una amplia base social en el
conjunto del país.
40
CONCLUSIONES
A diferencia de lo que pensaron las sufragistas, el proceso de integración de la
mujer a la ciudadanía plena, apenas se iniciaba con la obtención del derecho al sufragio.
Las Aliancistas lejos de optar por cuestionar las relaciones de género, más bien se
valieron de la concepción tradicional de la mujer para justificar su participación potica.
Ellas comprendieron las potencialidades políticas de la Mujer-Madre y dieron a esta
imagen un lugar central en el proceso de invención de la identidad femenina de cara a
la vida política. La Madre capaz de enfrentar al mundo en defensa de su hogar y,
fundamentalmente de sus hijos, es la mujer que no solo asume sus derechos ciudadanos
sino que decididamente se propone ampliarlos en aras de solventar las necesidades de
los suyos que fueron parte de su cuerpo y son el sentido primario de su vida. Es en esa
capacidad de lucha y de entrega por los otros donde la mujer justifica y a la vez sublima
su participación política.
No obstante, hay una diferencia radical en la concepción ciudadana de las
sufragistas y las Aliancistas. Las primeras, como su nombre lo indica, consideraban al
sufragio como el instrumento idóneo para lograr transformaciones sociales en beneficio
de la mujer. En cambio, el partido de estas mujeres de izquierda, durante más de dos
décadas, ni siquiera concon el derecho de participación en las contiendas electorales.
Las Aliancistas compartían una visión distinta de la integración de la mujer a la vida
política pues, para ellas significaba, más que visitar las urnas cada cuatro años, la
integración de la mujer en organizaciones sindicales, comunales y ciudadanas. En estas,
tanto retando como apelando al poder estatal, las mujeres lucharían por expandir sus
derechos. En un contexto donde apenas era aceptable que la mujer votara, mediante la
vinculación de la esfera doméstica y el mundo político, las Aliancistas se propusieron
41
justificar ante la sociedad su proyecto de integración masiva de la mujer a las luchas
sociales.
La AMC escudriñó en la cultura propia de las mujeres populares en busca de las
necesidades que estas percian como prioritarias, con el fin de convertirlas en objetivos
de lucha política. Demostrando a las mujeres que ellas eran capaces de incidir
positivamente en las condiciones de vida de los suyos, enfrentando y apelando a los
representantes del Estado, las Aliancistas se proponían convertirlas en activos sujetos
políticos. Sin embargo, la construcción patriarcal del partido que limitaba la libertad de
acción de las líderes femeninas, también incidió en la relación de estas mujeres con sus
bases. Si bien hubo una apertura hacia la cultura popular en busca de puntos nodales que
permitieran amarrar” a la izquierda con las mujeres pobres, las Aliancistas vieron a sus
potenciales bases como sujetos que debían ser guiados por la vía correcta y, para ello,
era necesario abrir sus ojos a la realidad social. Esta concepción jerárquica de la lucha
social, limi su capacidad de comprensión del universo cultural de las mujeres. Ello,
aunado a la dura campaña ideológica de demonización de la izquierda durante la Guerra
Fría, incidió en la participación de las mujeres en las luchas que las Aliancistas
promovieron.
Las Aliancistas crearon un discurso que vinculaba ingeniosamente la ciudadanía
femenina con luchas reivindicativas de gran importancia en el período, es decir, aquellas
relacionadas con los servicios públicos, creando un punto de encuentro entre el hogar, el
eterno espacio femenino, y la lucha política. No obstante, ellas asumieron con tesón
luchas que creyeron serían naturalmente abrazadas por sus potenciales bases y, con
decepción y extrañeza debieron aceptar su escasa convocatoria. Por otra parte, también
comprobaron que la participación en determinadas luchas no necesariamente iba
vinculada a la cristalización de identidades politizadas, que evolucionaban hacia lo que
42
consideraban “formas superiores” de conciencia social. He a uno de los problemas
centrales de la participación masculina y, quizá, especialmente femenina en las luchas
cívicas. La masiva participación en momentos de auge de la protesta social, no
necesariamente se transmuta en la constitución de nuevas subjetividades pues, una vez
el auge del momento de lucha ha sido superado, muchos de sus activos participantes,
nuevamente se convierten en pasivos ciudadanos y, cuando el Estado ofrece atender sus
reivindicaciones, responden aceptando, además de las dávidas, la obediencia al gran
protector.
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44
NOTAS
1
Este trabajo es un producto parcial del proyecto de investigación Movimiento comunal y Estado en
Costa Rica. 1950-2000adscrito a la Escuela de Historia de la Universidad Nacional. Deseo agradecer el
apoyo brindado por la Dra. Eugenia Rodríguez en el proceso de elaboración de este trabajo, y a la
estudiante de la Maestría en Historia Aplicada ,Silvia Durán, por su importante contribución en la
recolección de las fuentes utilizadas.
2
La invisibilización de las organizaciones de mujeres de izquierda puede apreciarse en: Lorena Camacho
y Lorena Flores 1997. En un sugerente estudio Monserrat Sagot analiza la incidencia de la participación
política femenina en los movimientos por vivienda en la cada de los ochenta y principios de los
noventa. La autora se centra en la incidencia de esta intensa participación política en la construcción de la
identidad de género de sus participantes. Si bien el trabajo rigurosamente analiza el período en que se
centra, no menciona la extensa historia de movilizaciones por vivienda que precedieron este período.
Tampoco Sagot refiere a la participación de AMC en la organización y asesoramiento de mujeres que,
como se verá adelante, se movilizaron en demanda de vivienda en los años previos a la combativa década
de 1980. (Sagot 1999: 355-358).
3
Afirma Angela Acuña, que: “…Si en épocas anteriores se trabajó en afanes culturales y cívicos, en
hermosas campañas de moralidad, de higiene y de beneficencia, es gico pensar que las nuevas
ciudadanas en ejercicio pleno de sus derechos civiles y políticos realicen obra fecunda de progreso y
libertad….” (Acuña 1969: 372). Acerca de la Iglesia como espacio de socialización femenina, puede
consultarse: González y Pérez (1997).
4
En relación con la formación del movimiento feminista de esta época en Nicaragua y Panamá, puede
consultarse: González (1998: 56); Marco (1998: 184-185).
5
Entrevista con Ana Hernández, San José, 27 de febrero del 2001.
6
Nuestra Voz, Octubre 1962: 7; entrevista con Ana Hernández, San José, 27 de febrero de 2001.
7
Entrevista con Alicia Albertazzi, 6 de marzo del 2001.
8
“Yo no recuerdo haber pensado ni siquiera que me dieran los viáticos” (Entrevista a Alicia Albertazzi, 6
de marzo del 2001).
9
Un artículo de Alicia Albertazzi se titula “Dicen las mujeres soviéticas: Ahora sí podemos
enorgullecernos y gozar del progreso que hemos construído(Nuestra Voz, Agosto 1965: 7). Como se
vemás adelante la lucha por la instalación de casas-cuna fue una de las luchas de más largo aliento de
AMC. Adela de Sáenz en la seccn La situación de la mujer a través de la historia”, admiraba las
condiciones de vida de las mujeres en la Unión Soviética señalando que contaban con casas-cuna y
jardines de infantes por doquier (Nuestra Voz, Abril 1965: 7).
10
Si bien este estudio concluye en 1950, es fácil sospechar que hasta el momento de la violenta
disolución de los partidos de izquierda con el golpe militar de 1973, esta concepción de las relaciones de
género no sufrió transformaciones significativas.
11
Asegura Evita Perón en su libro La razón de mi vida, que “…el problema de la mujer es siempre y en
todas partes el hondo y fundamental problema del hogar. Es su gran destino. Su irremediable destino…”
(Luna 1996: 88).
12
Pero, cuanto más se venera a la madre ideal, mas visibilidad adquiere su contrario: la madre
desnaturalizada que abandona a sus hijos (Ver: Rodríguez, 2001: 234).
13
“…En la década que va de 1985 a 1995 surge la mayoa de las organizaciones específicas de mujeres y
espacios mujer/género en organismos mixtos…” (Camacho y Flores: 1997: 463).
14
Los cartistas consideraban que el esposo ideal era aquel que podía actuar como proveedor, protector e
instructor de su esposa. (Clark 1997: 248-263). Según Karin Rosemblatt (2000), los movimientos de
trabajadores chilenos lucharon por “…un futuro ideal en el que los hombres pudieran ganar lo suficiente
para mantener a sus esposas e hijas en la casa, lejos de los peligros y la explotación del trabajo
asalariado” (Rosemblatt 2000: 97-98; la traducción es nuestra).
15
Según los censos de 1950, 1963 y 1973, la mujer se integra al mercado laboral especialmente entre los
20 y los 24 os. En este rango de edad encontramos un 22.6, un 24.4 y un 30.5% respectivamente que
participan en el mercado laboral. (Instituto de Investigaciones Sociales 1976: 111). Efectivamente, como
lo sostienen Lorena Camacho y Lorena Flores, el problema del subregistro de las estadísticas invisibiliza
el trabajo informal y agrícola femenino. Por tanto, estos datos solo refieren a mujeres integradas a
trabajos formales que reciben una remuneración fija (Camacho y Flores 1997: 456).
16
…Las prácticas populistas y desarrollistas históricamente no identificaron a las mujeres como sujetos
de ciudadanía, en realidad las mujeres fueron incorporadas como masa de votantes y como agentes de
reproducción colectiva y de ahí su requerimiento para el reparto de las ayudas alimentarias, en la
45
construcción de la unidad doméstica y posteriormente en la resolución cotidiana de la crisis económica,
desde una relación dependiente y paternalista…” (Luna 1996: 99).
17
Entrevista con Alicia Albertazzi, 6 de marzo de 2001.
18
Según Malena de Montís, la Revolución Sandinista concibió la emancipación femenina como
consecuencia del desarrollo económico y del proceso de democratización de las relaciones de clase
(Montís 1996: 96).
19
“benditas madres, fuentes sagradas
de toda vida, de todo afán
llenas de gracia, siempre alabadas
seaís por toda la eternidad.” (La Prensa, 15/ 10/ 1923: 1, tomado de Mora 1998b: 35).
20
Julio Acosta propone en 1920 dar el voto a la mujer para las elecciones municipales y, reafirmando
esta argumentación, refiere a …su pasión idealista y purificadora, su alma brillante, ansiosa de altas
finalidades, su recto sentido tan serio y bien intencionado…” (Barahona 1994: 63).
21
El concepto de sentido común es tomado de C. Geertz, y expresa “…suposiciones tan inconscientes que
parece una parte natural, transparente e innegable de la estructura del mundo…” (Swidler 1996-1997:
143).
22
Entrevistas con: Ana Hernández, San Jo, 27 de febrero del 2001 y Alicia Albertazzi, 3 de marzo del
2001.
23
En 1958 en el contexto de una nueva lucha contra el aumento de tarifas eléctricas, en el semanario
Adelante AMC manifiesta, que “…gran revuelo ha causado entre las amas de casa el anuncio de una
posible alza desmedida de tarifas eléctricas… AMC está llevando a discusión el problema en todos los
barrios… Sus dirigentes reclaman la intervención del gobierno para detener ese aumento tan peligroso
para la economía de miles de familias de la capital… Menos pan y menos leche para nuestros hijos
significa el alza desmedida de las tarifas eléctricas dice AMC…” (Adelante, 31/ 8/ 1958: 8).
24
Refiriéndose a las luchas de la Federación Nacional de Juntas Progresistas contra los aumentos de
tarifas de buses, apelan a las mujeres con el fin de que “…participemos activamente en estas luchas
populares en defensa de nuestros intereses, de nuestros hogares, de nuestros hijos…” (Nuestra Voz, Dic.
1965: 1).
25
Dos “líderes artísticos” de la juventud rebelde participaron en el acto: Luis Enrique Mejía y Dionisio
Cabal. “8 de marzo en Cartago (Nuestra Voz, Marzo 1974: 3).
26
En este caso utilizamos el concepto “empoderamiento”, como un mecanismo que permite desafiar y
resistir las fuentes de poder, o bien obtener control sobre estas ( León 1998: 14).
27
Véase sobre este tema: “Las mujeres en las Juntas Progresistas” (Nuestra Voz, Octubre 1968: 7).
28
Cinco mujeres en la directiva de la Junta Progresista del Barrio Cristo rey(Nuestra Voz, Julio 1957:
5). “Las mujeres de Horquetas no queremos quedar al margen de la lucha para ayudar a resolver los
problemas que nos afectan” y “Aliancistas en el Cabildo Abierto de Horquetas de Sarapiquí” (Nuestra
Voz,Junio 1972: 6). Véase tambn: “Aguantafilo: la lucha, la organización y el trabajo de todos los
vecinos debe seguir adelante en la defensa de nuestros derechos” (Nuestra Voz, Enero 1973: 7). La Sra.
Ester Vásquez le dice al redactor del semanario Adelante: “Diga usted Sr. Redactor que todos los vecinos
nos estamos movilizando “Arreglo de la calle 28 piden los vecinos del Barrio Corazón de Jesús
(Adelante, 9/ 6/ 1957: 5).
29
“Una familia de más de cuatro hijos ya no puede comer” (Nuestra Voz, Junio 1970: 1).
30
Véase por ejemplo: “Cinco mujeres en la directiva de la Junta Progresista del Barrio Cristo Rey
(Nuestra Voz, Julio 1957: 8).
31
Ver también: “Apoyemos la lucha de la Federación de Juntas Progresistas contra los autobuseros que
pretenden hacer más ganancias” (Nuestra Voz, Dic.1965: 1).
32
En el Barrio Los Pinos las Aliancistas visitan a una humilde mujer y le preguntan cual es el problema
de s urgente solución en el barrio. Ella señala que es la falta de vigilancia. Las Aliancistas inician
gestiones con el gobierno para encontrar una solución a tal problema.” “Declaraciones de doña María V.
De Montero” (Nuestra Voz, Marzo 1959: 2).
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Las Aliancistas refieren a la valiosa actitud de doña Teresa Peña en Aguantafilo, miembra del Comi
de Desarrollo De esa comunidad pues ha contribuido a la construcción de s de 150 casas tocando las
puertas de diversos organismos y del Estado. “Aguantafilo” (Nuestra Voz, Enero 1973: 7). En 1970, en
una de sus reflexiones sobre la estrategia más apropiada para que las mujeres se hagan r , abogan por
telegramas, memorandums y concentraciones. Sostienen que el pueblo debe presionar a los organismos
correspondientes: al Consejo de Gobierno para que estimule la producción de artículos de consumo
popular, al Consejo de Producción para que fije y controle mejor los precios de estos artículos, etc. “¿Qué
clase de presión popular debemos hacer para que nos oigan?” (Nuestra Voz, Agosto 1970: 5).
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Entrevista a Alicia Albertazzi, 31 de marzo del 2001.
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“Comisión de mujeres se entrevista con doña Olga de Echandi” (Nuestra Voz, Mayo 1959: 3). “…Las
Aliancistas de Turrialba recogen firmas “casa por casa… para apoyar las demandas de trabajadores de
alzas de salarios…” (Nuestra Voz, Marzo 1968: 3). “Las Aliancistas de Heredia recogen 132 firmas de
mujeres para reclamar al Ministerio de Salubridad solución al problema de falta de leche para escolares”
(Nuestra Voz, Agosto 1962: 3). “600 firmas de mujeres presentan demandas al presidente electo
(Nuestra Voz, Octubre 1969: 3).
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Entrevista a Alicia Albertazzi, 31 de marzo del 2001.
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Entrevista a Alicia Albertazzi, 31 de marzo del 2001.
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Entrevista a Alicia Albertazzi, 31 de marzo del 2001.
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Entrevista a Alicia Albertazzi, 31 de marzo del 2001.
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Entrevista a Alicia Albertazzi, 31 de marzo del 2001.
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Ver: “Las mujeres de Costa Rica se organizan y luchan en AMC” (Nuestra Voz, (sin mes) 1971: 8).
“Importantes triunfos obtienen las mujeres en los bananales de la Standard” (Nuestra Voz, Nov. 1972: 7).