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CAPÍTULO 16
¡MILITANTES¡: GÉNERO Y VIVENCIA POLÍTICA EN LA COSTA RICA
DE FINALES DE SIGLO
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Licda. Vilma Leandro Zuñiga
Psicóloga y Consultora
MSc. Ignacio Dobles Oropeza
Psicólogo Social e Investigador
Escuela de Psicología
Universidad de Costa Rica
RESUMEN
En este trabajo presentamos algunos resultados de nuestra investigación sobre
"experiencia militante en Costa Rica" realizada entre 1999 y el 2002. Especificamente,
abordamos la relación entre nero y vivencia política, basándonos en lo fundamental
en los relatos de las cuarenta personas (40) que entrevistaramos en nuestro proyecto,
indagamosen diversos ejes temáticos que tienen que ver con la vivencia potica en
organizaciones marxistas durante los años setenta y ochenta, tales como liderazgos,
roles, relaciones interpersonales, socialización política, el control,etc.
Descriptores: Género. Participación potica. Organizaciones marxistas. Costa Rica.
Décadas de 1970 y 1980.
"Para un mejor amor"
Nadie discute que el sexo
Es una categoría económica:
Basta mencionar la prostitución,
Las modas,
Las secciones de los diarios que son sólo para ella
O son sólo para él.
Donde empiezan los líos
Es a partir de que una mujer dice
Que el sexo es una categoría política.
Porque cuando una mujer dice
Que el sexo es una categoría política
Puede dejar de ser mujer en sí
Para convertirse en mujer para sí,
Constituir a la mujer en mujer
A partir de su humanidad
Y no de su sexo
*
(Roque Dalton, Poemas Clandestinos)
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INTRODUCCIÓN
A continuación presentamos y discutimos algunos resultados de la investigación
que hemos llevado a cabo durante los últimos años acerca de la “experiencia militante
en Costa Rica”, interesados en discernir la dinámica establecida entre cambios sociales
y poticos y cambios personales en quienes en las décadas de los 70 y los 80 optaron
por participar en diversas versiones de la izquierda política costarricense de la época.
Entrevistamos en total, en entrevistas a profundidad que buscaban explorar relatos de
vida, a 40 personas: 20 hombres y 20 mujeres, de diversas opciones partidarias,
procurando acercarnos a lo que disciernen como núcleos probleticos” de la
experiencia, en esta mirada autobiográfica. En esta ocasión nos concentramos en la
presentación de aspectos salientes, en la exploración, concernientes a la relación entre
vivencia de género y vivencia potica.
Una premisa general de nuestra investigación es que existen diferencias en la
forma en que hombres y mujeres han participado en la política y en el significado que le
han atribuido, y que esto se extiende también a las propuestas políticas revolucionarias.
Por lo tanto nos interesa, en lo que sigue, identificar las diferencias existentes en las
narraciones acerca de lo que fue la experiencia potica partidaria concreta.
Lamentablemente, se ha trabajado poco en relación con la particularidad de la
participación femenina en proyectos poticos revolucionarios en la región
centroamericana.
Una notoria e interesantísima excepción es el trabajo realizado por Vásquez,
Ibañez y Murguialday (1996) con militantes y colaboradoras del Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, que explora en detalle los contornos
de la inserción femenina en un contexto de guerra, identificando contradicciones,
obstáculos para la participación, necesidades, y abordando también temáticas
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usualmente no visibilizadas en este tipo de experiencia potica, como la sexualidad y la
maternidad. Todo esto, tratado con consistencia desde una perspectiva de género. Los
resultados de su indagación se discutieron posteriormente con hombres y mujeres que
tuvieron responsabilidad potica en la dirección del Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional durante la guerra, lo que constituye una faceta metodológica (y,
obviamente, política) sumamente interesante.
En la perspectiva y análisis de estas autoras surge una vez s la crítica a
subsumir la problemática de nero en los aspectos generales del conflicto y la lucha
política o política-militar:
....La dirigencia de los grupos guerrilleros desestimó la validez del análisis sobre
la situación diferenciada de hombres y mujeres a su interior. Insertó al conjunto de
la militancia femenina en los conceptos revolucionario” y “hombre nuevo”; las
implicaciones de estos conceptos expresados en masculino no se limitan a lo
lingüístico, se observan en las líneas y poticas creadas a partir de la ilusión de
que las diferencias se pueden suprimir por el mecanismo de no conocerlas…”
(Vásquez, Ibañez y Murguialday 1996: 63)
Una inscripción y proyección potica nombrada y actuada en masculino tendría,
evidentemente, consecuencias. Este estudio tiene grandes implicaciones, conceptuales y
metodológicas, y constituye un aporte extraordinario, refiriéndose, eso sí (y constituye
un punto a discutir, lo que no haremos en esta ocasión), a un contexto de enfrentamiento
bélico.
En lo que se refiere a Costa Rica, incursionar en esta temática implica tratar
también, aunque sea en forma somera, el desarrollo de movimientos feministas y su
influjo en el país. No hay duda de que en este país la izquierda, desde los años treinta,
abrió posibilidades para el despliegue de la actividad potica femenina- tenemos los
casos notorios de Carmen Lyra y Luisa González- pero no es hasta finales de los años
setenta que una agenda propiamente feminista más amplia, y a la vez precisa, se abre
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espacio en movimientos políticos de izquierda, siendo sin duda la Organización
Socialista de los Trabajadores (O.S.T.) y el grupo Cefemina las precursoras.
Puleo (1994) ha señalado que la "primera ola" del feminismo contemporáneo se
puede ubicar en el periodo 1830-1930. En Estados Unidos estos movimientos aparecen
muy vinculados a grupos abolicionistas, a quienes luchan por el sufragio femenino y por
el acceso de mujeres a la educación y el trabajo asalariado. En los años sesenta, también
en EEUU, da inicio la 'segunda ola" del feminismo, con autoras claves como Betty
Friedan (1974) y se desarrollan, tanto en ese país como en Europa, una amplia gama de
feminismos. Aunque la problemática central de estos es la lucha por la equidad entre
los sexos, se presentan, como ha puntualizado González (1996) un extenso abanico de
tendencias y movimientos cubiertos por el "paraguas" del feminismo.
Una discusión central en esta diversidad, desarrollada por Connell (1994), tiene
que ver con la distinción entre un feminismo "liberal", que se preocupa
fundamentalmente por que las mujeres tengan un acceso equitativo a los servicios, a los
puestos poticos, a la educación, a los ejércitos, etc. pero que no cuestiona la lógica
misma de esa institucionalidad,
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y un feminismo "radical" que no solo busca esta
representatividad sino que busca cambiar la naturaleza patriarcal de estas mismas
instituciones. (habría paralelos interesantes con las mismas organizaciones poticas,
tomadas como las instituciones que son o eran). Es decir, que se plantea no sólo
"repartirse" el poder, sino transformarlo (Connell 1994: 136-173).
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Lo que está en juego, en esta discusión, es el individualismo del liberalismo
clásico, que entra en colisión, por supuesto, con planteamientos socialistas. Vale
retomar el ejemplo discutido por Connell: ¿Debe el movimiento feminista aplaudir el
ingreso de mujeres al ejército, o cuestionar el carácter patriarcal de la guerra y de sus
instituciones?. En la misma dirección: ¿se trata de integrar a las mujeres a las
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instituciones poticas, o cuestionar el carácter patriarcal de estas instituciones?.
Evidentemente no es un debate que pretendamos profundizar aquí, pero creemos que si
es necesario manifestar su vigencia.
Molina (1994) ha ubicado, en la "segunda ola" mencionada, la problemática
abordada por mujeres que se consideraban representantes del "feminismo socialista" (es
decir que apuntaban no solo a la discriminación por género, sino también a la
contradicción y lucha de clases) (Lagarde 1997).
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Señala esta autora que estas
protagonistas de la "Nueva Izquierda" norteamericana se iban dando cuenta de que su
participación- como es el caso de varias de nuestras entrevistadas- se veía mediada por
los papeles tradicionales definidos como femeninos: madre, esposa, hermana, secretaria,
musa y objeto sexual del hombre. Así mismo señala que cuando las mujeres hacían
esfuerzos por denunciar el sexismo en sus propias organizaciones veían como se erguía
una barrera con el argumento de que semejantes temas "distraían", ocupando energías
que debían canalizarse hacia problemas poticos "más importantes".
1. DIRECCIONES PARTIDARIAS FEMENINAS
En cuanto a la participación potica de la mujer en Costa Rica, Moreno(1995)
ubica sus orígenes a principios de siglo, cuando se aviva la discusión en torno al voto
femenino. La participación de mujeres en los espacios públicos estuvo ligada a la
incorporación de mujeres en el sistema educativo, y no es casual que las mujeres más
prominentes en las luchas poticas a principios de siglo fuesen educadoras. En 1888 el
Gobierno crea el Colegio Superior de Señoritas, que en su segundo año contaba con 141
alumnas. El plan de estudios de esta institución estuvo muy mediatizado por el
propósito de formar pedagogas.
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Según Moreno (1995), la incorporación de mujeres al sector educativo abre un
portillo también al mundo laboral. El magisterio pasa a ser mayoritariamente femenino,
y las mujeres empiezan a jugar un papel blico cada vez más activo, participando
decididamente en el movimiento que trajo como consecuencia la caída de Tinoco en
1919, lucha en que se destaca María Isabel Carvajal (Carmen Lyra) En 1923 se funda la
Liga Feminista, presidida por la primera mujer que obtiene un título universitario en
Costa Rica. Esta liga estaba vinculada a la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas cuyas integrantes: "…Luchaban por conseguir el voto, desarrollar
actividades de bienestar social, educación y campañas antialcohólicas…" (Moreno,
1995:13). Esta organización no estaba vinculada a vertiente alguna de las
organizaciones internacionales marxistas de mujeres y más bien estaba compuesta por
mujeres de estratos sociales altos.
Por otro lado, Carmen Lyra y otras mujeres, especialmente educadoras, fundan en
1923 un club político feminista que tiene entre sus objetivos emprender una cruzada
contra el alcoholismo y otros problemas sociales de la época. Este Club encuentra gran
resistencia en algunos sectores políticos, que consideran que: "…Si la mujer participaba
de manera directa en las luchas eleccionarias cada hogar se convertiría en un club
político, en donde la paz y la tranquilidad se perderían…" (Chacón, 1984: 64).
Para estos sectores opuestos a la actividad organizada femenina, que las mujeres
supieran "ocupar su lugar" garantizaba el “orden” en el lugar de todos. Según Chacón
(1984), las mujeres educadoras organizadas tuvieron un papel destacado en el
derrocamiento de Tinoco en buena medida porque este movimiento coincidió con el
intento de formalizar una organización de lucha por los derechos de los educadores, lo
que provocó represión y amenazas a educadoras y educadores.
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Carmen Lyra, junto con sus compañeras, influenciadas por el pensamiento de
socialistas como Alejandra Kollontai y Clara Zetkin impulsaban la lucha por mejores
condiciones de vida para las mujeres, con una perspectiva clasista que, como indica
Herrera(2002), a veces las alejaba de quienes impulsaban luchas como las sufragistas
(Herrera 2002: 137).
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Rápidamente pasa a formar parte en 1931 del recién fundado
Partido Comunista, que desde sus inicios plantea en su programa la lucha por la
"emancipación jurídico-política de la mujer (Botey y Cisneros, 1984).
Las mujeres también actuaban en la lucha sindical desde los años veinte, en que
mujeres de sectores textiles, de producción de cigarros y puros, y de la fábrica de
Cerveza Fraube participaban en los movimientos por aumentos de salarios y mejorías en
la jornada laboral, así como con movimientos relacionados con la Ley de Inquilinato de
1922. (Mora, 1995) Un acontecimiento importante es la unión de empleadas domésticas
y de fábricas para luchar por mejoras salariales y de condiciones laborales en 1933,
movimiento apoyado por Carmen Lyra y Luisa González.
En 1949 surge la Unión de Mujeres "Carmen Lyra' en honor a la escritora y
luchadora comunista, relegada a un exilio obligado en México, donde fallece sin que sea
permitido el regreso a su patria, lo que constituye una arbitrariedad potica y un hecho
de la historia del país que lo puede ser calificado como una ignominia. En 1952 se
reúnen diversos grupos de mujeres con motivo de las elecciones de 1953 y conforman la
Alianza de Mujeres Costarricenses, que albergara las actividades de varias de las
militantes que entrevistamos. En los os ochenta, como veremos en algunas de estas
entrevistas, se desarrolla una fuerte controversia entre grupos de mujeres, en el marco
de la Alianza, que sostenían tesis diferentes acerca de las prioridades en el trabajo de las
mujeres, lo que lleva a algunas a separarse del Partido Vanguardia Popular.
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Con esto nos aproximamos al período histórico de nuestro interés, en que las
mujeres militantes actuaban en diversos frentes”. Para entender esta concepción del
trabajo en frentes” transcribimos a continuación parte de una intervención de Manuel
Mora Valverde, entonces Secretario General del Partido Vanguardia Popular, que ilustra
acerca de la forma en que se visualizaba y llevaba a la práctica el trabajo de y con las
mujeres en dicha organización a principios de los años ochenta. Refiriéndose a las tareas
político-partidarias de ese entonces expresa Mora Valverde:
"La participación de las mujeres en todos estos procesos es indispensable y sin
embargo el Partido no ha sido capaz de hacer los esfuerzos necesarios para
movilizarlas en la defensa de la paz mundial, la independencia nacional, las
libertades democráticas y el bienestar económico, y para vigorizar su participación
en un bloque de fuerzas sociales y poticas de carácter democrático y
antiimperialista.
Para cumplir esta tarea, la Comisión Nacional Femenina, siguiendo las directrices
del Comi Central, impulsa la participación de las mujeres proletarias,
profesionales, intelectuales y campesinas, en las diversas organizaciones clasistas,
comunales y patrióticas que existen. El número de militantes mujeres en el partido
es de un 20% y la Comisión Femenina del Comité Central considera que es
necesario elevar esa participación, a fin de que el partido pueda contribuir con
mayor éxito a la tarea de orientar las luchas reivindicativas de las mujeres, de
impulsar el fortalecimiento de sus respectivas organizaciones y de impulsar la
participación de la mujer costarricense en el Frente Democrático.
La Alianza de Mujeres Costarricenses, en donde las militantes de nuestro partido
han venido trabajando en el esfuerzo de convertirlo en una organización de masas,
de vanguardia en la lucha por movilizar y dirigir a las mujeres, ha realizado
importantes tareas en el campo de la solidaridad con las luchas populares del país
e internacionales, destacándose su activa participación solidaria en la lucha del
pueblo nicaragüense contra la dictadura de Somoza. En estos momentos dedica
sus principales esfuerzos en este aspecto a la solidaridad con el pueblo
salvadoreño".
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Es claro que había una intención bien definida de involucrar a las mujeres
directamente en las luchas poticas y de propiciar cierto grado de organización propia,
sin embargo, el criterio que predomina es el de considerarlas un "destacamento más" en
las luchas generales, movilizables en función de esas luchas, pero prestando poca
atención a propuestas específicamente femeninas, llevando a la práctica, además, una
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concepción "dirigista", con la cual no se gestaban las condiciones para el abordaje del
género como tal.
Como ya hemos dicho, son la Organización Socialista de los Trabajadores y
Cefemina quienes, incluso siendo acusadas de "europeizantes", introducen los
planteamientos feministas de la "segunda ola" en el país. Cefemina nace vinculada a
COPAN, constituida fundamentalmente por mujeres universitarias, a diferencia de la
Alianza, que tendría una composición más diversa. Entre sus luchas se contemplaban la
lucha contra la esterilización involuntaria de mujeres, la creación de guarderías (por esto
luchaba también la Alianza, desde mucho antes) a favor de métodos anticonceptivos, y
la legalización del aborto.
Este breve recorrido histórico nos ofrece un marco inicial para considerar los
relatos, las entrevistas, explorando la condición de nero. Se trata, sobre todo, de
explorar lo qué significa ser mujer en la participación política, siendo parte de proyectos
políticos opuestos al status quo. La temática de género es de gran interés, y sobre todo
la incidencia del mismo en la experiencia militante.
Hemos intentado en nuestra investigación develar múltiples voces, entre ellas las
de mujeres que comprometieron su vida, al igual que muchos hombres, con una causa.
La vivencia de las mujeres, sin embargo, tiene sus particularidades. Está atravesada por
una realidad patriarcal que históricamente ha devenido en una marcada desventaja en
derechos y oportunidades para las mujeres. Indagar esto nos lleva también a traer a
colación diversos elementos de lo que significaba la masculinidad, entendida como
construcción social, en la práctica militante, aunque, definitivamente, nos interesa
enfatizar la problemática de las mujeres militantes. Al referirnos al “género” como
categoría analítica, aludimos tanto a hombres como a mujeres, destacando la
construcción social de diferencias entre lo "masculino" y lo "femenino". Sin embargo
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hacemos notar que las entrevistas se refieren en su mayor parte a la vivencia de
discriminación o no de las mujeres.
La decisión de ingresar a un partido de izquierda era una decisión que muchas
veces enfrentaba a la persona con su familia y con su medio social. En el caso de las
mujeres ese quiebre era mucho más radical, por que era romper con el estereotipo de
mujer pasiva por un lado y por el otro el de mujer "buena y pura" que en adelante
ingresaría en el ámbito "sucio" de la potica, de la potica de los hombres, y además, de
los ateos, los que para el pensamiento conservador religioso "no tenían moral". Muchas
mujeres tuvieron problemas en sus hogares que limitaban su participación.
En algunos casos la militancia puede presentarse como una forma de rompimiento
radical con un mundo familiar de fuerte contenido religioso, como se evidencia en los
siguientes testimonios de Patricia y Rebeca:
Patricia: "…Tuve una formación muy fuerte a nivel religioso....en términos de
rituales, diría yo, sin embargo, una vez que yo salí de la secundaria y me metí en
la universidad, me aparté de la cuestión religiosa y de ahí en adelante no tuve
mucho contacto con esas cosas…" (15,2)
Rebeca: "…Cuando la época de la universidad yo me rebea lo bestia, si, si, si,
porque si algo era terrible en ese momento era ser comunista, o sea peor que puta,
puta era nada, o sea ser como puta era, es que estaba más allá, para mi papá eso
estaba mas allá de cualquier cosa. Me acuerdo una vez que yo hice una entrevista
en Radio Universidad y mi papá lo oyó..fue algo espantoso....casi se muere
verdad..terrible, sobre todo porque atacaba los pilares religiosos…" (14,6)
"Peor que puta": convertirse en militante político era la ruptura más radical que
podía darse con una forma de vida, y eso implicaba, frontalmente, atacar los
fundamentos religiosos de la vida familiar, diferenciándose, así, "a lo bestia", es decir,
rompiendo límites, y de forma abrupta, el entorno. Mientras más brusco y radical,
mejor, talvez como una manera de simbolizar que se estaba realmente quemando los
barcos, de situación social, de género y de religión. Rebeca llega a relatar que:
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"…El planteamiento religioso claro que era vital, y el enfrentamiento con el
planteamiento religioso fue vital para y ubicarme totalmente puesta enfrente y
eliminar todo eso, no...porque era el camino de la liberación, de la apertura, de
unos cánones y unos patrones terribles..." (14, 3)
Es claro entonces que para algunas de las mujeres que entrevistamos, la
contradicción radical religión/militancia se les presentaba de una forma muy clara, ya
fuera, como en los casos anteriores, que esto se usara como estrategia de rompimiento o
teniendo esto como uno de los ejes de reacción negativa, familiar, ante la militancia.
Para algunas mujeres terminar con la tradición religiosa signifi una ruptura radical
con su medio, como ya hemos señalado, pero que también les permitió ubicarse en un
lugar distinto, en una especie de “vuelco vital”en que se define una dirección vital a
tomar.
En el relato de Laura encontramos una narración particularmente dramática:
primero señala que "para mi mamá fue terrible, verdad, que yo me hiciera comunista"
para después presentar un cuadro de culpas y culpabilización:
"Para mi maeso era un pecado para ella, eso fue castigarla, para mi mamá
cuando yo dejé el partido y mi hermano, diay, el padre la perdonó, porque no la
había perdonado, verdad...mi mamá vivía en pecado porque tenía hijos
comunistas. Fue terrible para mi mamá porque no poa comulgar, porque estaba
en pecado, porque tenía hijos comunistas… El sacerdote consideraba que „había
incumplido con la iglesia y con la Biblia‟ por tener hijos comunistas…." (13).
En general encontramos que la relación religión-militancia se hace más
problemática para las mujeres entrevistadas. En este caso se evidencia el papel de
personeros de la Iglesia que predican una posición anticomunista, y que al no poder
"castigar" directamente a las "herejes" pasan la factura eclesiástica a la familia. Sin
embargo, hacemos notar, antes de trabajar algunos ejes adicionales de la relación
género/potica, que también se complica el panorama para algunos de los hombres
entrevistados, por ejemplo, para Gabriel, quien nos relata que:
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"…Cuando empecé a criticar, a cuestionar todo aquel tipo de prácticas fue un
choque bastante duro.... cuando decicasarme, yo no me casé por la iglesia, fue
un esndalo para las dos familias, como era posible…
[Sigue este relato de rechazo familiar:] …Cuando tuvimos nuestros hijos y
decidimos no bautizarlos fue una presión de parte de las dos familias: mi suegra,
mi mamá, por los dos lados, que como era posible que íbamos a tener animalitos
ahí en la casa porque si no recibían la bendición del señor, no iban a ser
personas…" (10, 2).
2. DIRECCIONES PARTIDARIAS MASCULINAS
Surgen en los relatos aspectos que se podrían agrupar en grandes categorías de
análisis: Un primer rubro en que se manifiesta la diferencia según género en la práctica
militante tiene que ver con la composición de las estructuras de dirección de los
partidos. En los discursos de las personas entrevistadas, se evidencia fácilmente la
inequidad de género en la integración de instancias de dirección en la mayoría de las
organizaciones contempladas. A pesar de ser esto un aspecto fácilmente comprobable,
los miembros de los partidos tendían a rehuir la discusión de dichas temáticas, y los
intentos de trabajarlas eran deslegitimadas y desarmadas bajo el argumento de ser una
forma de dividir la lucha por la que se estaba bregando.
La situación es diferente en los dos relatos que tenemos de quienes en su
momento pertenecieron a la Organización Socialista de los Trabajadores (O.S.T), en los
que se establece que en dicha organización los puestos estaban distribuidos
equitativamente. Ronald relata que su organización: “...Era muy consecuentemente
feminista incluso hubo casi mayoría en la secretaría política… (28,12). Esto,
probablemente, se deba a que un porcentaje alto de la dirección eran mujeres con
posiciones feministas bien definidas.
El que la dirigencia fuera mayoritariamente masculina en casi todos los partidos
enfrentaba a las mujeres a diversos problemas, entre ellos la invisibilización de los roles
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domésticos que cumplían las militantes a la vez que enfrentaban las tareas poticas,
como señala en su entrevista Cabecar, al referirse a la situación existente en el Partido
Vanguardia Popular: …El partido era dirigido por hombres, verdad, y aunque la base
de la ejecución uno tenía consideración, en ese momento la mujer ama de casa que no
puede, y en eso creo que el partido era machista…” (29,22).
Hay numerosos testimonios del predominio masculino en las direcciones, como
los de Cabecar y Raúl:
[Cabecar:] "...En general la dirigencia era masculina, creo que todos eran
hombres…” (26,25)
[Raúl:] "…En lo que es la dirección del Partido sí, diay la prueba es que no habían
mujeres, en la dirección estaba ...pero mujeres ni una sola, que yo recuerde, pero
en lo que era la relación, en lo que era la relación con ellas diay nosotros íbamos
de pintas hacíamos el trabajo y todo normal con ellas verdad, la diferencia está
cuando ya uno les estaba echando los perros, pero en lo demás no…” (24,2)
Este relato, como es claro, establece dos niveles de discusión. Aunque reconoce la
desigualdad en cuanto a acceso a puestos de dirección, establece un segundo plano, en
las tareas concretas, en que las relaciones eran "normales". Es significativo que la
excepción a esta tendencia la define en relación con el abordaje sexual: la "echada de
perros".
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Lo que se describe es entonces machismo por cuenta doble. Siguen los relatos,
como el de Rodrigo:
…En las direcciones siempre había más hombres que mujeres y aya había sus
problemas, la mayoría de la militancia eran hombres y el porcentaje de mujeres
era menor y esto obedece también al problema del hombre y la mujer, histórico...y
en las familias eso también que una mujer fuera militante tenía una serie de
limitaciones...” (17, 33)
En el siguiente relato de Flor, dirigente popular, ex-militante del Partido
Vanguardia Popular, hay un reclamo claro del papel que se le asignaba a las militantes,
al menos en los frentes en que le correspondió participar:
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…En el partido en ese tiempo no era tanto de las mujeres, era de los hombres, era
machista, todos los del partido eran en su mayoa machistas, risas, la mayoría
eran machistas, nos utilizaban solo para eso para ir hacer pelota, para hacer
gafetes y sandwiches, y esas cosas, y en las manifestaciones nos poan a las
mujeres adelante, eso era la único porque ya a la hora de que las mujeres pensaban
y ya querían hablar, ellos nos paraban y ya el problema del partido era que era
muy vertical…” (23,3)
Para Lila el hecho de que la dirección mayoritariamente estuviera integrada por
hombres era por que pensaban que eran más capaces e inteligentes que las mujeres”,
que además se podría pensar que estaban en un espacio ajeno”, el espacio de lo
público y de la política, el espacio del poder, propio de la masculinidad:
...las mismas que se establecen en la sociedad, los hombres son los que cogen los
puestos de dirección, no te lo dicen pero si seleccionan los hombres es por que son
los más capaces, los más inteligentes...” (1, 17)
Probablemente el que su trabajo y capacidad no fuese valorado, lo que es propio
de una socialización patriarcal, provocaba inseguridad en las mujeres. Por ejemplo,
Patricia comenta que al principio ella se sentía completamente insegura: “...procuraba
hacer un super informe...pero no poa ir por que sentía que me podían aplastar
...entonces yo llegaba y me quedaba callada por que no sabía que decir...(15,7). A
pesar de esforzarse por sobrecumplir”, el contexto le resultaba intimidatorio. Por otra
parte, ella percibía un gran desprecio por los valores femeninos dentro de su partido:
”…Había un cierto desprecio por la feminidad y había una exaltación de valores muy
militares o de disciplina…” (15,7).
Es de presumir también que una reacción de algunas mujeres con respecto a esto
consistía en rechazar su feminidad para autoafirmarse y recuperar seguridad sobre todo
frente a los hombres, retomando sus valores y su forma de desenvolverse en el espacio
público. Para desempeñarse políticamente, había que "masculinizarse". Como narra Liz:
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Los hombres tenían un poco más de libertad en lo de expresión de
sentimientos, en general las mujeres, no digo que todas pero por lo general, las
mujeres siempre esperábamos escuchar el punto de vista del macho para ver
adonde acomodaba los puntos de vista de uno, a ver si cabrían aquí, o allá, o un
poquito en otro…” (22, 12)
Parece evidente, según las entrevistas, que los partidos de izquierda de la época,
con la excepción ya señalada, tenían por lo tanto direcciones predominantemente
masculinas. Esta es una realidad que por lo demás era común a la vida potica nacional
del momento. Sin embargo podemos constatar en la próxima entrevista, de Li, como
esta ex militante consideraba que aun así era una situación mejor que la que existía en
los partidos dominantes:
Las mujeres, claro que en el Comi Central dicilmente había mujeres... yo
creo que en ese sentido en puestos de dirección si había de eso, pero en otros
momentos habían unas mujeres: recuerdo una compañera que trabajaba conmigo,
entusiasta, una mujer con una fuerza y un carácter, que le ponía o sea si tal vez no
se dejaban de sentir esas diferencias pero no eran tan evidentes como en otra parte
del mundo que no era de izquierda…” (7,13)
El tema es complejo. Por un lado, no hay duda de que la mayoría de las
organizaciones de la época formaban, mal que mal, parte de un entramado cultural y
social en que se jerarquizaba lo masculino, y por otro lado, es también cierto que
muchas mujeres desarrollaron importantes experiencias de aprendizaje en estas
organizaciones, que incluso luego se aplicaron propiamente al trabajo feminista. Esto se
evidencia, por ejemplo, en el relato de Graciela, actualmente dirigente feminista:
Muchas de las mujeres que estuvimos allá metidas en la izquierda pasamos al
movimiento feminista, algunas con mayor nivel de radicalidad que otras, eso es
muy claro... (20, 32)
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3. UNA PROBLEMÁTICA DE SEGUNDO ORDEN
Sin embargo es claro, con la excepción de la O.S.T., que aún en los casos en que
se identificaba que no se planteaban discriminaciones, el tema del género, como tal, no
cobraba importancia política, e incluso se concebía su planteamiento como algo que
podía perjudicar la lucha por el cambio social, es decir que se contrapoa la lucha
contra la discriminación de clase a la lucha contra la discriminación de género. Esta
negación delnero como tema político aparece en varias de las entrevistas, por
ejemplo en la de Rebeca:
…Es que el problema de nero, se va dejando para después como que fuera
algo que se va a resolver por solo o quién sabe quién lo va resolver y al final de
cuentas es un problema en el que todos estamos fuertemente involucrados por que
hablar de nero siempre nos toca a todos, entonces yo creo que por eso y por que
la dirección de todos los movimientos ha sido fundamentalmente masculina... no
se planteado ni se ha asumido...” (14, 16)
En general los partidos parecían ignorar el tema de la equidad de género con el
argumento de que era una lucha que se debía dar después de alcanzada la meta
fundamental; sin embargo la mayor parte de las entrevistadas sostienen que esto fue un
error, ya que había que trabajarlo directamente, porque lo que estaba en juego,
precisamente, eran los intereses de las mujeres. No entender esto provocó muchos
cismas dentro de las organizaciones. Al respecto Patricia sostiene que:
...el barco se estaba haciendo agua por todos lados...todo lo que fue la posición
con respecto al feminismo, las mujeres, durante mucho tiempo el partido no le dio
importancia a eso...hubo algunas compañeras que intentaron hacer algún grupo
feminista...pero eso fue burlado, rechazado... hubo mucha indiferencia…” (15,11)
La incomprensión potica del trabajo con las mujeres podía llevar a
esquematizarlo y sectarizarlo, como narra Flor, que combinaba su trabajo partidario en
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el Partido Vanguardia Popular con su participación en el "frente femenino" de la
Alianza de Mujeres Costarricenses:
"Estábamos en la Alianza de Mujeres, pero resulta que el Partido lo que quería
era que nosotras trabajábamos como mujeres, verdad, y que a las mujeres las
metiéramos de cabeza, esas son mis palabras, agachadas, dobladas de viaje, y no
podíamos hacerlo por que nosotras trabajábamos con mujeres en las comunidades
que eran de diferentes partidos y ellas tenían su criterio y nosotras no podíamos
llegar a cambiarles la mentalidad así como de la noche a la mañana y eso era los
que el partido pretendía que cuando las mujeres conocían había que meterlas al
partido, entonces muchas mujeres no les gustaba, salían sopladas de ahí,
empezando por el comunismo que era en ese entonces antirreligioso y anti todo, y
había que hacer con ellas un trabajo de otro tipo muy profundo, muy de tiempo
para llevarlas al convencimiento, pero no era así de la noche a la mañana, y había
mujeres que aún que estuvieran muy convencidas tampoco querían ser del Partido,
entonces fue cuando el despelote ese que hubo en el partido, verdad, que se
dividieron, querían tomar la Alianza de Mujeres, y fue cuando estuvimos las
mujeres al frente de la Alianza de Mujeres..." (23,4)
Eventualmente, en el caso del Partido Vanguardia Popular se llega a una ruptura
del partido con sus mujeres militantes que trabajaban en la Alianza de Mujeres
Costarricenses, hecho que es recordado en al menos dos de las entrevistas. Trabajar la
problemática de género podía chocar con la incomprensión de los dirigentes, como
señala María:
…Yo empiezo también a cuestionar cuestiones de mujeres en el PS, eh, eh
ordenó que dejara de decir tonteras, no ja, ja, ja, porque, eso era, como se llamaba,
eh, dividir las fuerzas y eso era un movimiento pequeño burgués, eh de EEUU y
lo que era prioritario era el movimiento de los trabajadores y pero eso además de
separar a hombres y mujeres era una cuestión que no iba por ningún lado, porque
iba ser totalmente de la guerra, entonces todo tipo de lecturas asociadas a, por eso
le digo que no había ningún movimiento feminista, pero el PC era muy parecido
también, ninguno de los partidos hubiera permitido…” (3,12)
[O tenemos, también, la versión de Tere:] “…La visión de la situación de las
mujeres en la sociedad, entonces había una gran carga de machismo y se juntaban
todos los aspectos ideológicos que no nos permitían avanzar, yo decía bueno no es
tan cierto que esta situación de las mujeres que nosotras la estamos llevando bien,
que hay aspiraciones de las mujeres que nosotros no estamos entendiendo...
Algunos, talvez el más honesto planteaba alguna tesis contraria, y los
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supuestamente más inteligentes se hacían los locos, se iban y no te daban
pelota…” (9,12)
Flor, a pesar de ser muy crítica con su partido por la situación de género,
reconoce, a la vez, como éste propició el trabajo y contacto con las mujeres:
...yo era una mujer de esas amas de casa metidas en la casa y sin saber lo que
pasaba alrededor del mundo, era solo mi compañero mis hijos y yo, pero si hubo
un momento en que me empecé a involucrar....tener una conciencia de nero y
clase, de género de mujer, eso no lo dio el partido pero de ahí fue que surgió por
que al querer trabajar nosotras como mujeres fue lo que paso, de tener una
conciencia de que las mujeres luchamos nos cuesta tanto y de clase por que de
clase trabajadora….” (23,14)
[Sigue su relato:] ...Mi trabajo nació en la Alianza de Mujeres, a nacimos.
Alianza de Mujeres ha hecho un trabajo muy bueno con las mujeres,
capacitaciones y todo, la autoestima y todo eso. Y a me di cuenta de muchas
cosas, cosas que no nos dieron en el partido. Por que en el partido a las mujeres no
las tomaban en cuenta. Ahí nos empezamos a valorar como mujeres, trabajando
con las mujeres y ahí estamos todavía…” (23,15)
También, Flor deja claro que el trabajo con las mujeres de las comunidades era
bastante duro y diferente del trabajo que se hacía en las universidades:
...Bueno, yo me inicié en el trabajo comunal en 1984, con la huelga de la luz y
del agua, y del no pago del agua, que comenzó en Hatillos y termi a nivel
nacional, cuando llegó un momento en que la Fuerza y Luz traían los recibos
nosotras empezamos, la Alianza de Mujeres en la comunidad de Hatillo nos
formamos, la esposa de y después con el desarrollo comunal, aempezamos a
organizarnos y nos organizábamos las mujeres, hacíamos que barríamos las aceras
y cuando llegaban los hombres a cortarnos la luz y el agua los sacábamos a
escobazos ...nos decían viejas vagas, nos garrotean y esto también era por respeto
por que ellos por pegarnos nos podían pegar pero en ese momento no se llegaba a
tal extremo, lo que hacían era que se iban y así fue como ganamos la lucha...” (23,
16)
4. ROLES DIFERENCIALES
La problemática de la socialización y puesta en práctica de los roles de nero
también surge en las entrevistas. Las mujeres han sido socializadas para llevar a cabo
labores de cuido de otros, al parecer en algunos casos al estar enfrentadas al quehacer
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político se ven llamadas a seguir con este rol dentro de sus partidos, como señala
Beatriz:
"...Me imagino que las mujeres han tenido que desempeñar papeles un poco
parecidos a eso cuidadoras del proceso, ...muchas veces nos tocó levantar el
ánimo, nos tocó muchas veces...llamar la atención, nos tocó interpelar…" (18,18)
Concebir el ámbito de la militancia, entre otras cosas, como un lugar familiar y en
el cual se establecen relaciones fraternales podía colocar a las mujeres en un rol
maternal con sus compañeros. Con respecto a los hombres, llama la atención la
experiencia de Rodrigo, quién reconoce que durante la militancia hizo un abandono
importante de su rol paterno, pero también reconoce el papel de su compañera (que no
era militante), quien atendió la problemática familiar:
...ni cuenta me daba por que primero mi esposa atendía el problema, ...la familia
con ella no tenía problema, yo trataba de ayudar a mi esposa y yo estaba metido
en la cosa, entonces yo andaba feliz, yo llegaba a las 10 de la noche o 11 o un
sábado a la 4 de la tarde y ahí estaban bien, mi esposa fue la que mantuvo la cosa,
la que los hizo…” (17,14)
[Más adelante Rodrigo dice:] “…La familia le reclama pero como uno es tan
irresponsable y el partido lo hizo irresponsable en eso, por que el partido era lo
primero y segundo lo demás…” (17, 16)
Varios de los relatos (por ejemplo Ramón, María) ejemplifican claramente una
división de roles por género en que, aún dentro de la experiencia militante, a las mujeres
les tendía a tocar lo doméstico, mientras que los hombres eran los poseedores del
ámbito publico, de las tareas "importantes". El papel de las mujeres en la mayoría de las
organizaciones era muy paradójico, porque si bien rompieron el espacio doméstico para
entrar en el ámbito potico, no pudieron sacudirse del todo los encargos inherentes al
rol dostico: terminaban haciéndose cargo de todos los roles a la vez, lo que resultaba
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desgastante e injusto por que sus compañeros no asumieron la cuota que les
correspondía con el cambio. María relata como:
....nos tocaba cocinar nos tocaba cuidar a los chiquitos, nos tocaba, nos tocaban
las labores normales del sexo, aparte de las labores de militante ó sea ahí no hay
mucho que discutir...” (3,13)
[Flor cuenta que:] "…Para ir a una casa de eso primero se lavaba la ropa, se
alistaba la comida y de todo” (23,15) y
[Rebeca expresa, en su relato:] “..Yo no dejé nunca de pintar por ejemplo, ni de
exponer... y además en ese momento también estaba yo pariendo mis hijos, con lo
que eso implica a nivel de nero para la mujer, y trabaja, o sea yo daba clases en
la Universidad, daba clases en el colegio, tenía mis hijos, hacía mi obra y veía la
casa y además militaba…” (14,20)
El tipo de reto que enfrentaba la persona que militaba podía implicar riesgo y
peligro y en estas circunstancias sería absurdo pensar que se podrían desarrollar los
asuntos familiares de una manera "normal". Ayudaba, por supuesto, si la pareja estaba
también involucrada, ya que no se trataba, en casos como el que sigue, correspondiente
a Mauricio, de evadir las tareas difíciles, sino de apoyarse mutuamente:
"...mira yo no voy a ir porque mi mujer está embarazada y yo tengo el chiquito
pequeño, bueno a personalmente me parecía guilada de uno... Yo tenía
chiquitos, una nació, ese día tenía que pasarme de casa por que eran movimientos
de por seguridad... yo me fui en un carro y con la mujer y la deje en la casa que yo
no conocía, y ella quedó ahí sola con la chiquita ...ese mismo día yo me iba y vine
al mes, ya a la chiquita la conocí prácticamente al mes, donde yo no poa llegar a
la casa por un montón de cosas...” (38, 10)
Sin embargo, a pesar de lo anterior, es claro que la división de roles por género y
el lastre cultural creaba dificultades adicionales en una práctica que pretendía ser
"liberadora", y que la peor parte la solía llevar la mujer. Dice Tere:
Bueno, en general las mujeres era muy difícil ser militantey después ser madre
y esposa, era muy difícil, porque realmente el Partido demandaba mucho y las
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mujeres al tener todos los roles que tenían sobre sus espaldas, tener el Partido era
realmente, eran pocas las mujeres que lograban sobrevivir y mantenerse ahí
porque había que trabajar, había que mantener hijos, había que hacer trabajo de
militancia, entonces el hombre mucho más tranquilo entonces se daban muchas
separaciones por esa razón, la mujer no se involucraba en el Partido, lo veía
siempre como el enemigo y el hombre metido aprovechando el partido con mucho
espacio para andar en otras cosas, entonces la mujer qué veía, quién era el
enemigo el Partido, que era el que le posibilitaba tener al hombre otros affairs…”
(9, 15)
5. EQUIDAD PARTIDARIA
Ya hemos señalado que la práctica de los partidos de izquierda no se podía
sustraer de un orden cultural y social patriarcal, de honda diferenciación entre hombres
y mujeres. Sobre esto no hay consenso en los relatos, y ahora veremos varias versiones,
en las entrevistas, donde se plantea que las relaciones eran básicamente igualitarias.
Estas corresponden a quienes identifican más bien una “carencia de discriminación” en
la experiencia militante, sobre todo en la nea de que había oportunidad paritaria de
llevar a cabo el trabajo. Estas versiones son abundantes, las ejemplificamos a
continuación:
[Liz:] “...Yo creo que no había diferencias, bueno tal vez si se puede hablar de
diferencias en términos del trabajo que se les asignaba, trabajos así como de
clandestinidad y cosas de esas, creo yo no me atrevo a asegurarlo me parece que
se le atribuían más a los hombres que a las mujeres, aparentemente tenían más
posibilidades de infiltrarse de desarrollar prácticas clandestinas más que las
mujeres" ( 22,12)
[Sonia:] “…No, no creo, pero además de verdad yo creo que el movimiento
feminista en la OST era de verdad, de verdad, no era un truco para conseguir
mujeres, eran muy claras que las demandas tenían que ser defendidas por a parte,
en ese sentido no…” (30,23)
[Alexander:] “…Las mujeres tenían un campo abierto, y yo siento que en el
Partido Vanguardia Popular no había restricciones que ya no eran impuestas
directamente por la sociedad, pero si una mujer era capaz y mostraba esas
capacidades de liderazgo tenía todas las posibilidades igual que cualquier otro
van…” (34, 12)
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[Mara:] “…Yo creo que nosotros dentro del M teníamos todo lo de la revolución
femenina como un principio dentro del M, entonces todo siempre estaba
balanceado, o nuestras exigencias fueron de balance, siempre estábamos
atendiendo al balance y éramos muy peleonas entonces cuando pasaban cositas así
inmediatamente reaccionábamos…” (11, 13)
[Rodolfo:] …Yo nunca sentí diferencia. Es más aquí muchas mujeres fueron
cabeza de la organización sindical y del Partido, si yo nunca sentí eso. Yo creo
que en eso el partido era muy abierto, no había esa diferenciación, ni mucho
menos verdad…” (6,21)
[Oscar:] “…Ves pero siempre hubo un gran respeto por las compañeras, y
siempre se consideraron, y creo que en el partido siempre...los partidos estos los
burgueses se guindaron de esto de la participación de la mujer...la secretaría
general del sindicato era una mujer, entonces no hubo digamos, así como una
discriminación...” (8,11)
[Mauricio:] “…No yo pienso que fue una de las agrupaciones donde la militancia
se ganaba mujer o hombre y era así verdad, tenían igual participación, tal vez en
algunos momentos la condición física o alguna cosa o para hacer determinadas
cosas, era difícil pero siempre las mujeres participan con igual responsabilidad,
igual compromiso, igual todo, todo...la mujer que se metía tenía iguales derechos,
iguales compromisos…” (38,10)
Sin embargo, es fácil apreciar como la mayoría de estos fragmentos de entrevistas
vienen de relatos de hombres. Hay otras versiones, no obstante, en que se identifica
muy claramente la impronta del orden social en la propia experiencia militante. La
primera es de Gabriel, exmilitante de Vanguardia Popular, con gran participación en el
movimiento sindical:
...La identidad machista que en ese sentido cubre todos los ámbitos en nuestra
sociedad y los partidos de izquierda no eran la excepción, tan solo decirte que
dentro de los movimientos sindicales la representación femenil era bien reducida
y no por que no hubiera capacidad...” (10,12)
Eugenio, exmilitante del Partido Socialista, que ya examinamos como fue
influenciado por la militancia de una hermana, nos brinda esta versión:
…Pero creo si no me equivoco, que en la direccn del partido no había mujeres,
solo en el ComiCentral no en la Comisión Potica y diferencias me parece que
23
en el PS no, ya la decisión de una mujer de militar en un partido de izquierda es
una decisión de romper esquemas y esa aventura ese viaje me parece hablaba de
una persona no cualquiera, liberal, amplia, abierta de criterio, convencida de la
lucha y por supuesto habían todos los matices machistas, porque es obvio hasta
ahora estamos cambiando eso pero en ese tiempo sin mucha mala intención si
había machismo que se reflejaba en la participación mayoritaria de los hombres y
en la creencia de que las mujeres eran las más débiles…” (25,18)
Por último, Jesús, otra voz masculina, ex militante del Partido Socialista afirmó:
"Yo creo que a pesar de que estos partidos se luchaba mucho por la igualdad ... de
género, este la lucha por el machismo y toda esa cuestión, todas esas son cosas
que son impuestas por muchos os de... por una herencia de años de la sociedad
y cuesta mucho sacárselas...si había conciencia de que había que luchar contra eso
cada vez que se daba una situación se discutía y trataba de superar”( 2,13)
6. EL CUERPO: “ERÓTICA DE IZQUIERDA”
Otro de los aspectos que emerge en los relatos, en lo relativo a la inequidad de
género, tiene que ver con la posibilidad de control del cuerpo de las mujeres, esta
expresión del patriarcado se puede visualizar mejor en el control de la sexualidad y la
pretensión de ver a las mujeres como objetos de los cuáles se puede disponer. La
"erótica de la izquierda" es un elemento en el que se juega esta posibilidad, al respecto
Esteban comenta que:
…Era un atractivo en la izquierda, ahí hay mujeres que no tienen tabúes y
pueden hacer el amor conmigo, sin mucho mate, por que son gente de avanzada,
en la izquierda hay un pensamiento s libre y entonces a eso se le denomila
izquierda erótica, por que se estaba privilegiando un asunto más sexual que
ideológico…” (27,18)
En el caso de este hombre que habla de la “erótica de la izquierda”, si bien es
cierto que hace una crítica al uso de las mujeres como objetos sexuales, también en su
discurso como un todo se puede visualizar una penalización al comportamiento de las
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mujeres, en el sentido de que divide a la mujer “promiscua" y la mujer que "sabe
mantenerse en su lugar”, refiriéndose a su sexualidad.
Esteban establece la forma en que algunos dirigentes se relacionaban con
compañeras y se sentían con el derecho a la sexualidad de las mujeres como un premio
por sus esfuerzos y labor: “…Y ese pobre compañero trabaja con todos sus argumentos
tiene derecho a su rato de diversión y eso lo cuenta mucho como en los romanos de las
épocas antiguas donde el jefe del ejército tenía derecho sobre las mujeres…” (27,18)
Ante está posición Graciela cuenta que en este sentido solo se juzgaba
moralmente a las mujeres y no a los hombres: ...El Comité Central del Partido juzgaba
a las mujeres, cuando tenían sus relaciones amorosas con los compañeros del Partido y
resulta que a los hombres nadie los criticaba…” (20,20)
Hay así una clara transposición del estereotipo de mujer puta”, que se adueña y
disfruta de su sexualidad a la que no tiene derecho, y por esta apropiación de su cuerpo
es juzgada mientras que a los hombres no se les cuestiona.
Otra problemática que señala esta entrevistada, tiene que ver con la
responsabilidad paterna, que en algunos casos pasó a ser un problema de las mujeres y
los hombres no lo asumían: ...entonces esa parte del machismo tan tremendo verdad,
de compañeras que salían embarazadas y tenían que ver como lo resolvían por que los
chavalos no era con ellos el asunto verdad…” (23,21)
Aquí nuevamente podemos ver como la mujer es vista como objeto sexual del que
se dispone pero no se comparte ninguna responsabilidad, por otra parte los embarazos
históricamente han sido endorsados solamente a las mujeres quiénes no tienen más
opción que aceptar su maternidad mientras que los hombres tienen derecho de no
aceptarla. Dice María:
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"…Si había alguna reunión de dirigentes y yo tenía hijos eh, yo estaba casada con
un dirigente obviamente era prioritario que fuera o sea alguien como yo, eh en las
reuniones donde íbamos militantes y militantes, las mujeres preparábamos
comida, era claro que se obviamente reclamaba y armaba que era radical, ah, que
necia solo eso en fin tenía uno todo y muy claro y eh digamos en mi caso no lo
hacía muy consciente y tenía muy claro lo que estaba haciendo y no era algo que
no supiera que era lo que se estaba haciendo, eh, mi yo podía presentar una
discusión obviamente, no tenía suficiente…" (3,13)
Para muchas mujeres esto se vuelve conflictivo, ya que ellas iniciaban un proceso
de compromiso con una causa liberadora, con un alto costo personal y social, en la cual
no sentían que eran valoradas como otros militantes a pesar de que asumían todas las
tareas requeridas por la militancia con jornadas dobles; las mujeres iniciaban la
militancia con fuerza y convicción por un cambio social pero muchas veces se topaban
con una reproducción de los esquemas culturales y sociales patriarcales. Al encontrarse
con esto las mujeres además de enfrentar esa realidad tenían que demostrar su capacidad
y que no eran simples objetos.
Al respecto Esteban narra que: “... en la universidad y varios compañeros de esa
época en realidad reclutaban compañeras con el ánimo de tener algo con ellas, más
sexual que otra cosa…” (27,17)
Flor habla, por otro lado, del acoso sexual que vivían muchas compañeras cuando
estaban realizando sus tareas: …Generalmente las muchachas terminaban cediendo a
lo que ellos querían, por que ellos nunca lograban entender que uno estaba ahí por
convicciones, y no por que diay al final de cuentas eras una mujer más...” (23,31)
En algunos relatos se contaba que algunas mujeres buscaban la figura de un
hombre que las protegiera o les diera el valor que no les estaba siendo reconocido por sí
mismas. Como lo señala una entrevistada se daba un "romanticismo" por parte de las
mujeres, cuando se relacionaban con compañeros de rangos mayores: "todas querían
tener parejas de la dirección; de alguna forma se podría decir que las mujeres se
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reafirmaban por medio de su compañero dirigente, y probablemente también estaban
protegidas de situaciones de acoso por respeto a su compañero.
Por lo expuesto hasta aquí podemos apreciar como el género atraviesa la
vivencia militante de diversas formas, y como hay un conjunto de hechos y de procesos
sobre los cuales, además, no hay ni lejanamente unanimidad, por lo que sería
aventurado y equivocado llegar a conclusiones categóricas generales. Consideremos el
siguiente fragmento de un entrevistado que de alguna manera refleja lo complejo y a
veces sutil de la desigualdad y la discriminación, y, sobre todo, su persistencia.
Concluimos con la siguiente consideración, de la entrevista de Mariano:
...El machismo es una ideología... pueden ser igualmente machista una mujer,
entonces se ha dado una inversión de roles, toda la discusión aquella de la
liberación femenina no cuantas corrientes de pensamiento... de todo se
manifestaban en las organizaciones...de discriminación sigue siendo latente,
presente, superable, la participación misma, sigue siendo minoritaria no solamente
ya porque se le cierran oportunidades sino por que la mujer sigue estando más
limitada para participar en potica...uno ve las limitaciones que tienen la bronca
que les hace el marido, es más terminan yéndose del partido... (37,2)
De esta manera hemos expuesto y comentado diversas temáticas asociadas con la
relación género/militancia, y, sobre todo, su vertiente de vivencia femenina. No viene al
caso reiterar aquí las observaciones ya hechas, pero si manifestar lo que nos impacta el
trabajar estos relatos y sus derivaciones, en tanto que aunque resulta bastante evidente
que el tema de género”, como tal no era en la mayoría de los casos una prioridad
política, el manejo del tema por parte de las organizaciones y sus dirigentes denota una
falta de sensibilidad a la identificación con los más biles (en términos de poder
social, se entiende) que era, después de todo, el leitmotiv de buena parte de la acción de
los partidos y las organizaciones.
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De alguna manera no estuvo a la orden del día (con las excepciones ya citadas)
el registro de las necesidades y vulnerabilidades de las mujeres en la vida política, en la
cotidianidad de la militancia. Los relatos nos demuestran que las mujeres militantes
estaban profundamente identificadas con las articulaciones de la lucha de clases, de los
objetivos poticos transformadores, sin embargo hay una especie de reclamoante la
invisibilización de un dolor anclado en la vivencia cotidiana. Más allá de la crítica a la
composición genérica de las direcciones, creemos identificar un malestar y un reclamo
por el no registro de la feminidad por parte de las dirigencias, y en algunas de estas
mujeres la historia personal que se escribe después de la militancia potica se escribe en
clave de registrar y potenciar esa feminidad.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
FUENTES PRIMARIAS:
En esta investigación se utilizaron extractos de las entrevistas realizadas en el proyecto:
Experiencia militante en Costa Rica”, del Instituto de Investigaciones Psicológicas y la
Vicerrectoa de Investigación de la Universidad de Costa Rica, identificando el
seudónimo de las persona entrevistada, el número de la entrevista, y el número de
página de la transcripción.
BIBLIOGRAFÍA
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Comunista de Costa Rica. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
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treinta”. En: Rodríguez, E., Un siglo de luchas femeninas en América Latina. San
José: Editorial UCR, 2002, pp. 131-146.
28
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presas y locas. México: UNAM, 3ª ed.
Molina, C. 1994. El Feminismo socialista contemporáneo en el ámbito anglosajón”.
En: Amoros, C., ed., Historia de la Teoría Feminista. Madrid: Universidad
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Historia de la Teoría Feminista. Madrid :Universidad Complutense, pp. 139-150.
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guerrilleras y colaboradoras del FMLN. Madrid: Editorial Horas y Horas.
NOTAS
1
Este artículo es un resultado parcial del proyecto de investigación: Experiencia militante en Costa
Rica”, del Instituto de Investigaciones Psicológicas y la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad
de Costa Rica.
2
Connell señala que la misma Betty Friedan consideraba que el acceso de mujeres a puestos de liderazgo
militar en West Point era algo positivo, pero sin cuestionarse siquiera el carácter patriarcal de la empresa
guerrera (Véase Connel 1994: 136-173).
3
“No sólo repartir el pastel, sino cambiar la receta” en palabras de la feminista costarricense Alda Facio,
citada en González (1996).
4
Tomemos en cuenta, por ejemplo, la distinción hecha por Marcela Lagarde (1997) entre explotación y
opresión, en tanto la primera implica una subordinación ecomica.
5
La suspicacia clasista se manifiesta en afirmaciones como la siguiente: “…No vale la pena trabajar por
conseguir el voto de la mujer ¿qué cambio hondo, trascendental habría en la vida de Costa Rica, si las
mujeres pudiéramos votar por don Ricardo Jiménez, Manuel Castro Quesada, Max Koberg o Carlos
María Jiménez? Las cosas seguirán como están porque ninguno de esos señores se atrevería a echar abajo
las prerrogativas del capital, el cual tiene arregladas las cosas de tal manera, que mientras unas mujeres
pueden estar arrancándose los pelos de las cejas o haciéndose masajes para no engordar, otras tengan que
estar paradas en charcos, dobladas, lavando y cocinando…” (Proclama del Periódico Trabajo, 7 de
febrero de 1932, citado en: Herrera 2002: 137).
6
Partido Vanguardia Popular. Informe del Comité Central del PVP al XIII Congreso Adán Guevara.
Trabajo, 1980, 2, 4, 23.