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CAPÍTULO 7
DE LA HISTORIA A LA NOSTALGIA. MEMORIA COLECTIVA,
EL 68 EN PUEBLA, MÉXICO
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Dra. Gloria Tirado Villegas
Profesora-Investigadora
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México
RESUMEN
Este trabajo tiene como objetivo visibilizar y revalorar la importancia del Movimiento
del 68. Se parte de la premisa, de que durante la historia del siglo XX no ha habido un
movimiento como el Movimiento del 68, en el que hayan participado tan
masivamente las mujeres, mucho menos de zonas urbanas, menos aún que estudiaran
enseñanza media y superior. En el movimiento de la Revolución Mexicana, masivo,
participaron escasas poblanas, especialmente las profesoras que a escondidas y
subterfugiamente asistían activamente a los clubes liberales. Pese a todo lo que
signifila Revolución Mexicana, las mujeres que jugaron un papel protagónico se
contaban con los dedos de las manos.
Descriptores: Mujeres. Historia. Participación potica. Movimiento del 68.
Movimiento estudiantil. México. Siglo XX.
INTRODUCCIÓN
Este artículo tiene como principal objetivo presentar un recuento de lo realizado
en el proyecto de investigación “La participación de las mujeres y el 68. Puebla”, que
durante el 2002 y 2003 fue concluido, por eso es posible verter conclusiones,
elaboradas a partir del análisis retrospectivo y con perspectiva de género, apoyándome
en entrevistas a activistas y no del 68. Mi objeto de estudio se ubica en la Universidad
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Autónoma de Puebla, una institución respetada en el ámbito académico, y una de las
más grandes del interior del país. La UAP, se encuentra geográficamente cercana a la
capital de México, característica sustancial para lo ocurrido en ese año del movimiento
estudiantil.
Conviene precisar que el ensayo se ha dividido en tres grandes apartados: el
primero, contiene los problemas metodológicos de la historia oral; el segundo, las
experiencias en el movimiento estudiantil y; el tercero, los principales cambios que las
protagonistas vivieron en su vida individual y como generación.
Este trabajo parte de la premisa, de que durante la historia del siglo XX no ha
habido un movimiento como el en el Movimiento del 68, en el que hayan participado
tanto las mujeres, mucho menos de zonas urbanas, menos aún que estudiaran enseñanza
media y superior. En el movimiento de la Revolución Mexicana, masivo, participaron
escasas poblanas, especialmente las profesoras que a escondidas y subterfugiamente
asistían activamente a los clubes liberales. Desde luego todo movimiento de esta
naturaleza trastoca desde hábitos, cotidianeidades, valores y formas de pensar. Pese a
todo lo que significó la Revolución Mexicana, las mujeres que jugaron un papel
protagónico se contaban con los dedos de las manos. De cualquier forma las
revolucionarias, adelitas, valentinas, las soldaderas han sido suficientemente estudiadas
(Poniatowska2000, Lau y Ramos1993), -si de heroínas anónimas se trata, como
también conocidas-, de entre varias las poblanas que han trascendido, como Carmen
Serdán, Paulina Maraver, las hermanas Rosa María y Guadalupe Narváez Bautista, han
sido y siguen siendo objeto de atención.
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Pese a que en el movimiento del 68, donde sí participaron masivamente mujeres, -
del que existe una basta historiografía y sigue siendo objeto de estudio, desde diferentes
enfoques, miradas-, no encontramos huella alguna de su participación. Siendo que en el
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68 fue cuando mayor participación de mujeres hubo, y poco después cuando la
presencia de las mujeres en muchos campos fue acrecentándose. Las mismas escritoras,
aun cuando ya escribían, se dieron a conocer, como Elena Poniatowska y Elena Garro
por citar a las principales, además ellas fueron partícipes y denunciantes de los
atropellos ocurridos entonces. Profesionales de diferentes especialidades surgieron,
estudiantes, amas de casa, se animaron a escribir, impresos diferentes circularon y se
escucharon otras voces (Olivera1992: 344).
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Es posible que abiertos los archivos de la
Central de Inteligencia de Seguridad Nacional (CISEN), ahora fondos de consulta en el
Archivo General de la Nación, podamos reconstruir lo ocurrido en Puebla; como
también convenzamos a algunos activistas que donen sus archivos particulares, por el
momento lamento no adelantar más al respecto.
Regresando a la presencia de las mujeres en el movimiento, es innegable lo
positivo de su incursión, en términos de su autonomía y de su conciencia de sí o para sí.
El mismo movimiento feminista en México recupera de estas experiencias, pues
muchas de las mujeres organizadas tiempo después abrevaron una experiencia y
práctica potica en este movimiento. Entonces ¿a qué se debe esta ausencia? Y ¿cómo
se repiten las miradas antropocéntricas en la historia? ¿Ha sido una historia de bronce
hasta cierto punto?, ¿Es necesario mantener sólo la visión polarizada de los gobernados
y el gobierno enfrentados?
El movimiento además, ha sido mayormente estudiado en el Distrito Federal y en
la UNAM; han sido ignorados los muchos movimientos que se dieron al interior del
país y en cada Institución de educación superior. Por cierto, desde el 2001 el Seminario
de Movimientos Estudiantiles, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la
UNAM, está avanzando en el objetivo de recuperar estas historias.
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Pero aun las activistas que permanecieron presas en la cárcel de Santa Martha
Acatitla han sido casi ignoradas. Tita Avendaño, presa en Santa Martha Acatitla y
fallecida en 2000, no ha tenido una revaloración como lidereza del 68, quizá porque no
escribió sus experiencias, como lo han hecho Luis González de Alba, Marcelino
Perelló, Raúl Álvarez Garín, el mismo José Revueltas, por citar algunos de los que
estuvieron presos. La otra der reconocida, Ana Ignacia Rodríguez, La Nacha, en una
entrevista a La Jornada el 22 de julio de 2002 declaró: “la discriminación de la mujer
en el 68, ¡en serio!, es enorme. Nuestra participación fue determinante… A pesar de
todo, por el movimiento sólo hablan los compañeros…” La fecha tan reciente de su
aseveración, como codenunciante de la causa penal FEMOS/PP/002 por la masacre de
Tlatelolco, muestra también el trato diferenciado de los periodistas hacia los y las
participantes. Digamos que hay cierta ceguera intelectual al reconocer lo a los
varones.
Por supuesto que este trabajo no pretende responder a todas estas interrogantes,
sino rescatar desde una visión fresca la valoración de este proceso y cómo las mujeres
se formaron una conciencia, primero de clase y luego de su rol como mujeres. El
enfoque desde la perspectiva de género retoma la participación de las heroínas
anónimas, sobre todo, devela los valores de una generación de mujeres, valores que
cada una fue llamando propios de esa generación: fuimos valientes, románticas, lo
dimos todo, nos entregamos al movimiento, queríamos justicia, democracia,...
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Los
resultados del proceso que ellas admiten se resumen en un punto esencial: ninguna de
ellas asumió un cargo en el poder potico, ni en el periodo de Luis Echeverría, ni en los
posteriores. La mayoría laboró como docente en la Universidad o en otras Instituciones;
unas cuantas prosiguieron estudios de postgrado y al culminar se desempeñaron como
docentes en la Universidad Pedagógica Nacional, en Secundarias Federales, en
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Normales, en el Tecnológico de Puebla, etcétera. Escasas son profesionales de la
política, liderezas, y que han ocupado curules
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; una que otra asumió cargos públicos,
como la Dirección del Archivo de Notarías, y una que otra se desenvolvió en la
investigación.
El abanico de profesiones, oficios y vocaciones llaman la atención y abren otras
interrogantes que aquí solo habré de anotar una: ¿Qué ocurrió con las experiencias de
esta generación? Pregunta pertinente, se complementa al conocer que varias de las
entrevistadas actualmente están jubiladas y otras están en vías de jubilarse. En el
contexto actual que ellas viven, sus relatos se tornan apasionados en momentos y pasan
a la nostalgia, a veces festiva y en momentos de añoranza.
1. ALGUNOS PROBLEMAS METODOLÓGICOS DE LA HISTORIA
ORAL
Mucho habde decirse en torno a la participación de las mujeres en el 68, como
igualmente mucho podrá quedarse en el tintero, en los archivos y en la memoria
individualizada de las mujeres de aquellas que no quisieron compartir sus
experiencias o de aquellas que olvidaron, a propósito, lo que debían decir . Amén de
esas ausencias, este avance decía tiene como objetivo plantear, a la vez que ordenar, los
problemas metodológicos que se enfrentan al reconstruir un proceso hisrico, desde la
oralidad y sobre un momento cercano en el tiempo.
La investigación partió de apoyarse en la riqueza de la historia oral, conocer los
detalles de esa construcción cultural en que las mujeres estaban inmersas, en ese
contexto nacional, local y doméstico en el que se desenvolvían. Reconstruir desde una
historia fresca las minucias, donde la perspectiva de género rescatara aquellos grandes
detalles que escapan a la historia del movimiento estudiantil, en donde los líderes
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(hombres, por supuesto) son los que han entrelazado el entramado de los conflictos
políticos, de la persecución, de la clandestinidad, de la táctica y estrategia, y hasta lo
anecdótico: los encuentros con los porros, los resabios de viejas rencillas y, sobre todo,
la experiencia de la militancia potica, partidaria o en organizaciones populares. Ahí,
por supuesto, no han estado las mujeres, mucho menos han sido visibilizadas en la
historiografía sobre el movimiento del 68.
Historiar, apoyando la investigación en la historia oral, con entrevistas, fue la
alternativa a la inexistencia de documentos que hablaran de ellas. Aun cuando
estuviesen a consulta y ordenados los archivos de Secretaría de Gobernación o de la
policía, ellas no serían visibles en la medida que no fueron perseguidas. Aún si fuera
así, los reportes y documentos no atestiguarían sobre la construcción cultural de esas
mujeres, así sólo por ellas mismas conocemos la significación del movimiento: de la
generación que partici en el mismo, como de aquellas jóvenes que cursaban
secundaría y percibirían esos cambios en el contexto social, como en el familiar.
Al avanzar en las entrevistas tuve la impresión de estar frente a un cuadro con un
bosque inmenso, al que entre más pinceladas daba, el bosque se difuminaba, pues cada
una de las jóvenes del 68 aparecía como un ser tan singular, que merecía una biografía.
Todas son interesantes, me dije. Todas han enfrentado distintos problemas desde su rol
de mujeres, y conforme los años pasaron los retos que enfrentaron se acrecentaron. Más
aun, si bien conservaban características típicas de la juventud de entonces, fueron
atípicas al mismo tiempo. Rompieron con esos estereotipos de mujer con los que
crecieron y de la noche a la mañana se volvieron transgresoras.
Al mismo tiempo que su singularidad me atraía cada vez más a las
microbiograas, parecía riesgoso perderme en la espesura de los árboles y olvidar el
objetivo central de la investigación. Además, no pocas de las testimoniantes olvidaron
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detalles de su participación en el movimiento y manifestaron mayor claridad en la vida
personal de esos años: el noviazgo y los problemas con su familia. Estas
particularidades enriquecieron otros aspectos que no precisamente, al inicio, pensaba
abordar.
De cualquier forma comparto que a la distancia ha sido posible hacer hablar a
muchas de ellas, quizá de lo que jamás se hubieran atrevido, por ejemplo, mo y por
qué decidieron participar en el movimiento, qué problemas derivados de su
participación enfrentaron en el seno familiar, cómo asumieron a su pareja en esos años
y mo y por qué rompieron con su matrimonio después. Debo confesar que hasta
donde fue posible las entrevistas se guiaron en preguntas previamente formuladas. La
disposición a conversar, a abrirnos la ventana de su vida, les llevó de la nostalgia a la
revaloración de lo que actualmente son, quizá porque por vez primera se les preguntaba
acerca de lo que ellas jamás consideraron sería trascendente. Lograr su extraversión se
debió a varios elementos que jugaron su papel, vale la pena señalar uno de ellos: si bien
todas participaron en el movimiento, no todas en la Universidad Autónoma de Puebla,
algunas en su tierra natal lo hicieron, y fue poco después que llegaron a la Universidad.
Otras no lo hicieron directamente, sino a través de los hermanos o hermanas mayores;
algunas, incluso convencidas por el novio que tenían. Desde luego debemos considerar
que quienes provenían de otros estados actuaron con mayor libertad, no tuvieron el
cuestionamiento familiar ni entonces, menos ahora, y ello se reflejó en sus respuestas
más explícitas y abiertas.
A pesar de las múltiples diferencias entre ellas, por edad, grado, carrera y forma
de participación, etcétera, existe una identidad generacional, no marcada por la edad,
pues nacieron en distintos años, sino por el impacto que el movimiento estudiantil del
68 tuvo en ellas: su mentalidad, su formación fue trastocada, y aunque no todas se
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asumieron como feministas, su respuesta ante los problemas de las mujeres fue mucho
más solidaria que el resto de mujeres. Provocó una revaloración del ser mujer, en donde
lo femenino adquirió otra connotación.
Será interesante ampliar la información sobre la metodoloa utilizada, cuya
intención en el cuestionario aplicado era conocer su construcción cultural, por ello las
preguntas fueron organizadas en tres grandes bloques: infancia, adolescencia y la
Universidad. Conocer su infancia, su relación con la madre y el padre. Su formación en
el hogar, en torno a las tareas domésticas. Cómo eligieron la carrera, el ambiente que
percibieron en su ingreso, su relación con los compañeros, con los maestros. Su
participación o no en el movimiento, son algunas de las interrogantes que dirigió la
conversación. Como puede advertirse las preguntas apuntaron hacia sus costumbres,
valores, vida cotidiana, y cotidianeidad en la Universidad, antes, durante y después del
movimiento. Es obvio que para entender y repensar el 68, y valorar su significado para
las mujeres, el punto de partida debía ser otro. En ello coincido con Jorge Poo Hurtado,
cuando se refiere a las ventajas y desventajas al repensar el 68, más de treinta os
después:
…Ventajas, porque transcurridas tres décadas existen mejores condiciones para
revelar sucesos comprometedores, peligrosos, amenazadores y difíciles de develar
con anterioridad por las implicaciones que pudieran tener... Existe, sin embargo,
una dificultad: el tiempo transcurrido borra imágenes, los años llevan a que los
recuerdos pierden fuerza, la memoria empolva. Pero el reto de integrar
experiencias ignoradas o, en ocasiones, acalladas, se impone. Se requiere, pues,
sumergirse en algunas profundidades poco exploradas del movimiento
estudiantil…” (Poo Hurtado1998; 121).
Tomando como referencia las entrevistas realizadas a varones líderes, la
mayoría de ellos publicadas en Vientos de la Democracia. Puebla 1968, corroboré
que la percepción de las mujeres sobre el movimiento es totalmente distinta
(Tirado2001;198).
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La reacción recurrente de casi todas las exactivistas, fue la emoción
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que afloraba durante la entrevista, no pocas lloraron. Si bien puede afirmarse que las
mujeres pueden mostrar más fácilmente sus sentimientos, emociones, también muestra
el relativo conocimiento que sobre el movimiento y las autoridades gubernamentales
tenían. En tanto los varones contestaron siempre más ampliamente aspectos generales
sobre el movimiento, su inserción en el mismo, la represión, por ejemplo; las mujeres
gozaban más su interioridad, sus valores, y su relación personal con sus amigos, amigas
y el novio. La demostración de tal apasionamientos es diferentes en ambos géneros,
pero pasa por diferentes tamices y es claro que el concepto de masculinidad frena en
ellos el mostrar más claramente sus emociones.
Como puede apreciarse con lo antes dicho la investigación no se plantir más
allá del escenario local en el que las mujeres se desarrollaban: Puebla, la Universidad y
su casa. Resta decir que las entrevistas no se han agotado, tampoco se seleccionaron por
escuelas, sería imposible si no contamos con una base datos con direcciones y teléfonos
actuales. Más bien se entrevistaron primero a las mujeres más activas en su
participación, consejeras, líderes naturales, activistas, militantes, de las que pudimos
obtener sus teléfonos. En la medida que se fue indagando quiénes más participaron,
pues unas mencionaban a otras, se procedió a entrevistarlas. El principal problema ha
sido la localización de sus teléfonos o domicilios, es s algunas salieron de la entidad
a laborar en otros estados. Cabe mencionar que sólo una que otra se negó a ser
entrevistada, y a casi todas les dio gusto contribuir a la investigación y accedieron a
darnos la entrevista. La explicación dada sobre la necesidad de reconstruir la historia de
las mujeres poblanas ha sido suficiente para ellas.
La historia oral no debe fetichizarse, por supuesto, sus limitaciones son un tanto
obvias, y es que algunas hablaron más de sus problemas actuales y desde el presente
resignificaron su pasado. Otras fueron más anecdóticas y abiertas. En la mayoría se
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percibe una nostalgia, no aquella nostalgia lugar común que nos vuelve a la juventud,
sino por aquella solidaridad que jamás han vuelto a vivir, pues piensan que en la
Universidad actual la individualidad permanece por encima de todo y “de nada valió lo
que dimos, lo que luchamos”. Hab que explicar, para entenderlas, que las
divergencias, diferencias y rupturas en la vida universitaria, de las últimas décadas, dejó
muchas heridas que no han cicatrizado y el presente obnubila sus recuerdos de
entonces.
La disposición a conversar, a abrirnos la ventana de su vida, les llevó de la
nostalgia a la revaloración de lo que actualmente son, si por vez primera se les
preguntaba acerca de lo que ellas consideraron sería trascendente. Incluso varias de
ellas coincidieron en la escasa importancia de su participación en el movimiento, dos
coincidieron al afirmar “fuimos como las adelitas”, aludiendo a “sin conciencia y en la
bola”. Otras aguerridas, seguras, contestaron: Yo creo que las mujeres rompimos más
rápidamente que los hombres. Me acuerdo que podías o no hablar en las reuniones,
pero te mandaban a volantear, aunque las sesudas discusiones las tenían los hombres”
(Tirado2000: 327). Continuando con este testimonio de Rosa María Barrientos sobre lo
que se atrevieron a hacer:
Me acuerdo que nos íbamos de brigada, generalmente yo hablaba, pero igual
lo hacían otras compañeras y eso que aprendimos en la práctica fue importante.
Cambiamos. Desde tomar un camión, vestir pantalones, seguramente nos veían
algo raras”. No fal una señora que nos regañara y dijera “¡váyanse a sus casas
qué andan haciendo aquí de mitoteras!”. Como también muchos apoyaban pues
nos echaban porras…” (Tirado 2000: 328).
Resta indicar en este apartado que el proyecto continúa, ahora en la búsqueda de
imágenes fotográficas, y durante el 2003 se concluyó el corpus que contiene las 52
entrevistas, todas transcritas y con un índice onomástico y geográfico.
2. LAS EXPERIENCIAS EN EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
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Como se sabe el movimiento estudiantil en el DF se inició el 22 de julio con una
gresca, que aparecía como tantas otras, entre dos grupos de estudiantes: los alumnos de
las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional y los de la Preparatoria Isaac
Ochotorena, cuando intervinieron los granaderos golpeando a los estudiantes. A los
pocos as de estos sucesos la Universidad Autónoma de Puebla se sumó a la huelga
nacional. Las primeras actividades de apoyo se iniciaron en Econoa y en Derecho.
Fue el 4 de septiembre se realila primera manifestación y la huelga se sostuvo hasta
el 6 de diciembre de ese año.
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Fueron cinco meses en los que las mujeres abrevaron
diferentes experiencias poticas cuya huella está presente.
mo dimensionar las diversas experiencias que las mujeres tuvieron en el
movimiento estudiantil. Cómo entender, también, que estas experiencias las nutrieron
de distinta manera que a los varones. Debemos precisar que no se parte de una visión
esencialista sobre las mujeres, por el contrario, se da por concebida la existencia de un
sistema de géneros que no es inamovible. Aunque historizando la relación entre
géneros, en ese año, podemos ver claramente las desigualdades en que las universitarias
se encontraban. Como afirma Rayna Rapp “implícita o explícitamente, el feminismo
afirma que nuestra sociedad sufre un problema que se manifiesta bajo la forma de las
jerarquías genéricas, y que ese nuestro problema reclama una urgente solución
(Reiter1991b: 27). De inmediato sobreviene la interrogante: ¿mo se dan estas
jerarquías genéricas?, y debemos remontarnos a esos escenarios para mostrar esas
diferencias genéricas al interior de la Universidad. Diferencias ligadas a las
construcciones sociales adquiridas en el hogar y en el ámbito institucional.
Comencemos desde la decisión de optar por una carrera universitaria, donde los
varones tenían mayor independencia para decir cuál, cuando el promedio de hijos por
familia era numeroso y al varón se le consideraba el futuro jefe de familia. Siguiendo el
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modelo de familia donde el padre era la cabeza de familia, no era necesario que las
mujeres terminaran carreras largas, ni trabajaran. La mayoría de las mujeres estudiaban
carreras cortas (secretaria mecanógrafa, ejecutiva, bilingüe; corte y confección, cultura
de belleza), como profesoras o bien en las carreras feminizadas de la Máxima Casa de
Estudios: Contaduría, Ciencias Químicas, Enfermería e Idiomas.
A los valores sociales se agregaba la imagen de la Universidad, altamente
politizada, todavía prevalecían viejos recuerdos del movimiento estudiantil de 1961,
que se caracterizó por enfrentamientos entre dos grupos: los liberales, conocidos como
los carolinos, y los del Frente Universitario Anticomunista, los fuas o anticomunistas.
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Las prácticas poticas, como rituales y símbolos permanecían masculinizados. La
entrada a la Universidad, desde la preparatoria, pasaba por el “ritual a los pelones”,
conocido como novatadas, mecanismo a veces tan violento que inhibía a las mujeres de
ingresar a estas preparatorias (Doger 2002: 5). Lo mismo ocurría en el momento de
ingreso a la licenciatura. Según la carrera era la forma de novatear, a veces llevarlos a
asaltar camiones, tiendas, o a la zona de tolerancia a bailar con prostitutas, otras veces a
bailar mojados en el zócalo de a ciudad, y algunas más a pintarse o raparse la cabeza.
Todas estas posibilidades condicionaban el ingreso de las mujeres a la
Universidad. Los padres generalmente se oponían a que asistieran, y a lo que ocurría en
el seno familiar se sumaba el ambiente dentro de la Universidad, los maestros también
inhibían en ocasiones el desarrollo normal de las estudiantes, poniéndoles motes,
avergonzándolas, llamándolas “prófugas del metate” (piedra para moler el maíz).
Digamos que partían de viejos conceptos: las mujeres al ámbito doméstico y los
hombres al blico. ¿Qué hacían las mujeres estudiando como abogadas, si se iban a
casar? Así esos valores sociales sobre el rol tradicional de las mujeres privaban, en
ambos niveles, en casa y en la institución.
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Por eso, no era raro que el número de mujeres que estudiaba en la UAP fuera
menos de la tercera parte de la población escolar, como lo muestran los siguientes
números: en 1967 y 1968 en preparatoria había 2 600 estudiantes, de esa población
estudiantil 2 112 eran hombres y lo 488 mujeres. En el nivel profesional, de 7 343
estudiantes 5 946 eran hombres y 1 397 mujeres, casi la cuarta parte de la población
escolar. En el 2002 la matrícula femenina rebasa 50%, de un total de 50 mil 577
alumnos, de los cuales 69.3% corresponde a la licenciatura y el resto a preparatoria.
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Las cifras anteriores muestran esas grandes diferencias, que se profundizaban en
algunas escuelas, las ingenierías, sico matemáticas, estaban masculinizadas. Esta
relación de géneros creaba un ambiente de prácticas políticas masculinizadas. En los
órganos de representación de los estudiantes, las mujeres estaban casi ausentes, ya en el
Directorio Estudiantil Poblano (DEP), principal organismo de representación
estudiantil, conformado por un representante de cada escuela, o en el Consejo
Universitario donde de 14 escuelas (donde había un consejero titular y un suplente) sólo
en dos había consejeras, ambas nombradas en ese año, por cierto. Una de las dos fue
entrevistada y sus palabras son muy claras al respecto:
Los cambios en la composición por género en el Consejo Universitario se
darían muchos años después del 68. Basta decir que el Consejo Universitario
éramos unas cuantas, hablábamos con cierta timidez, no en igualdad de género, es
más, antes del movimiento los compañeros consejeros no escuchaban nuestra voz.
Claro, a lo mejor nuestros razonamientos no eran convincentes, carecíamos de la
cultura potica que adquirimos en el movimiento. Además, yo no era de aln
grupo político, ni militante de partido potico, era simplemente Rosa María
Barrientos…” (Entrevista, 18/ 4/ 2000).
En efecto, la participación en el movimiento modificaría las formas de percibirse
ellas mismas, un proceso de empoderamiento sobrevendría. No era lo en el ámbito
político donde se veían estas diferencias. Se percibían también en lo académico, en la
docencia por ejemplo, eran escasas las que impartían clases, predominaban los
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maestros. Así en ese sistema de género la jerarquía se vivía claramente. Para muchas de
las entrevistadas esta relación de subordinación, a veces de segregación pasaba
inadvertida, era normal, pues la vivían en casa. En tanto para otras era muy clara y se
sobreponían a dichas relaciones, aunque estas mujeres han vertido experiencias de
figuras femeninas que influyeron en ellas, que fraguaron su carácter, no siempre de sus
madres, a veces de las tías, las abuelas. Escasas hablan del apoyo de sus padres, aunque
de la influencia de ideas poticas, cuando son de ideas liberales o de izquierda. Pese
a la diversidad de influencias ya en la familia, en la escuela, el 68 permitió romper
ciertos mitos y las llevó poco a poco a ciertos rompimientos con los valores
tradicionales.
Si había sido un reto lograr continuar sus estudios superiores en la Universidad,
mucho más lo sería el participar en el movimiento estudiantil. Las participantes
empezaron por pequeñas rebeldías y fueron a las grandes. mo se iniciaron, algunas
confiesan que a invitación de sus hermanos, quienes estaban ya participando de tiempo
atrás en organizaciones estudiantiles; otras por el novio que las invi a participar. Así
los motivos que expresan iniciaron su activismo, fueron más los emotivos. Vayamos a
algunos de estos testimonios. María Cristina Díaz Gutiérrez, de Filosofía, comenta que
se involucró porque su hermano Román, estudiante de Economía, la llamó a colaborar
con ellos:
…Yo tenía un hermano que estudiaba Economía, de alguna manera me ponía al
tanto y trataba de concientizarme de lo que estaba sucediendo. Una vez fue a
verme al salón y me dijo “ven, necesito que nos ayudes”. Ellos, los de Economía,
estaban haciendo pancartas de protesta denunciando lo que ocurría en México. A
partir de ese momento empecé a involucrarme más directamente. Recuerdo que
una ocasión llegó a darnos información Tomás Cabeza de Vaca, un dirigente de
Chapingo, un personaje muy involucrado (después preso político). Recuerdo muy
bien eso…” (Entrevista, 14 / 9/ 2001).
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Rosa María Avilés, por ejemplo, contesta sin darle vueltas al asunto. Ella afirmó
que
me enteré del movimiento por los mítines que hubo en la Prepa, ahí me
informé; luego por mi hermano mayor que estudiaba Arquitectura, él estaba
involucrado o más informado. Puedo decir sin pena alguna que al inicio me u
más por reacciones emotivas que por conciencia, aunque leía Excelsior y leerlo ya
era avanzado. Así comencé a enterarme…” (Entrevista, 18/ 1/ 2000).
Son diversos los casos y los condicionantes que se dieron, pero casi todas entraron
en contradicción con sus padres, si participar o no, si tenían razón los estudiantes o la
tenía Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la República. Si Rusia había infiltrado el
movimiento o no. Contradicciones naturales si se considera la manipulación por parte
de los medios de comunicación, así como el peligro que existía. Es posible que los
varones también afrontaran discusiones con sus padres, pero ¿una mujer en la calle?,
¿una mujer en la política?, ¿en las manifestaciones?, etcétera, eran mucho más
cuestionadas. Hubo quienes a escondidas se salían de su casa y se iban a los recintos
universitarios al “llamado de su conciencia”.
Por ello, también, algunas preferían quedarse en el edificio Carolino (edificio
central de la Universidad) y no salir a botear, ni a perifonear. Otras hicieron caso omiso
de tales contradicciones familiares, preferían salir y realizar mítines relámpagos,
algunas más salían de la ciudad, iban a otras instituciones del interior del país o a la
UNAM, donde se concentraba el Consejo Nacional de Huelga, CNH.
La primera vez que hablaron en público fue un acto heroico, jamás lo habían
hecho. A diferencia de los varones quienes ejercían la política de tiempo atrás. Estas
pequeñas experiencias para unos, importantes para ellas, las volvieron a pensarse de
otra manera: eran capaces de convencer a otras personas, de hablar por mismas, de
escribir notas, de organizar brigadas, de conocer a otras estudiantes de normales, de
universidades, de otras instituciones, a amas de casa, madres de familia, a los deres, a
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los profesores, a escritores, intelectuales. La significación de todas estas experiencias
modificó su percepción del mundo y su lugar en él.
Esta praxis cotidiana en el propio movimiento fue complementada con las lecturas
que circulaban, y que terminaron por permear su grado de conciencia de “clase” para
unas, pues ellas mismas aceptan que eran chicas fresas”. La discusión constante de lo
que se leía, veía (en el cine), desarrolló su criticidad, algunas piensan que fue el
movimiento hippie lo que s las influyó, otras opinan fueron las lecturas marxistas.
Como quiera que sea, las mujeres se percibieron en una igualdad con los compañeros,
las diferencias adquirían otros símbolos, aunque el feminismo llegara varios años
después, pero sentían esa igualdad, la vivían. Fue cuando más de una abrevó otra
manera de verse, de representarse. Rosa María Avilés lo vivió así:
Como mujer me pareció interesante que a los compañeros nunca se les ocurrió
asignarme tareas de guisar, nunca. Yo era responsable de una zona de
„invasiones‟ y hacía reuniones, discutía, y sin tener claro „el rollo de género‟, el
trato era de igualdad. Mis opiniones valían, eran tomadas en cuenta por la gran
mayoría... Por eso, me acuerdo que cuando algunas comentaron organizar a las
mujeres me invitan „oye vamos a organizar una reunión para la liberación de las
mujeres‟ y les contesté „primero libérense ustedes y luego me avisan‟…
(Entrevista, 18/ 1/ 2000).
Digamos que existe una significación de las vivencias en el movimiento
relacionada con el papel que jugaron, es lógico que no será lo mismo para una
consejera universitaria y reconocida der, como Rosa María Barrientos, que para una
activista cuyo radio de acción se conservó en el edificio central, o repartía volantes en
la puerta del edificio. Para unas era ya un gran avance el vestir de minifalda o de
pantalón de mezclilla, cuando no era común, o fumar y conversar en un grupo donde
había hombres. Las valoraciones pueden entenderse según el grado de rigurosidad o
sometimientos en que las tenían sus padres, o el ambiente donde se desarrollaba: una de
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las entrevistadas refiere, por ejemplo, que ella embarazada asistía a clases, y aunque
estaba ya casada era mal vista por sus compañeras. El embarazo mismo era visto como
una enfermedad, considerado en la Ley Federal del Trabajo para gozar de permiso con
goce de salario comoestado de gravidez”.
Algunas jóvenes se organizaron y formaban brigadas de mujeres, no porque
fueran feministas, esta forma de relacionarse por género, era resultado de esas
relaciones donde los hombres se reunían aparte de las mujeres, aun al tomar clases las
mujeres se sentaban por lo general adelante y separadas de los varones. Una de las
brigadas especialmente cobró fama, por su activismo y simpatía. Rosa Luz Lozada
León habla de esa brigada y su significado:
Fíjate, nos decíamos las Pachas Pomposas. Sin falsa modestia. Nosotras
rompimos esquemas. Nos rebelamos contra todo, incluida nuestra familia que se
oponía a que participáramos. Entonces nosotras que éramos muy unidas nos
incorporamos al movimiento con Sabino Armas, Enrique Talavera, Silvestre
Angoa, Luis Ortega Morales. A veces llegaban Paty Meza y Martha Guerrero (de
Historia), Cristina Zardanetta (de Comercio) Rosa María Barrientos y María del
Carmen Peñalba (un poco menos)...” (Entrevista, 12/ 8/ 1968).
Las brigadas eran mixtas a veces, otras sólo de mujeres. Una y mil experiencias
diarias afrontaban, y en esa química” participativa unas y otros escogían con quienes
se identificaban más para difundir y denunciar la problemática. De lo testimoniado por
Jaime Ornelas, joven maestro de Economía, sobre una de las brigadas de mujeres
extraigo estas palabras:
Me acuerdo de cuatro o cinco compañeras de nombre Rosa y que formaban
una brigada femenil, viajaban, iban de brigada en ese camión tan destartalado,
recorrían Atlixco, Zacapoaxtla, ettera…” (Entrevista, 16/ 10/ 1998).
Todo esto un tanto romántico, al inicio, fue cambiando en la medida que el
ejército rodea a la Universidad, las declaraciones del presidente de la República, como
18
del gobernador Arón Merino Fernández, se volvían más amenazantes. Los tonos de los
discursos de ambas partes se polarizaron, la detención de varios profesores y
estudiantes en el DF fue aumentando. Más aún con los sucesos dolorosos del 2 de
octubre, en Tlatelolco, en la capital del país. Ese a fueron varios y varias estudiantes
al mitin en Tlatelolco, la Plaza de las Tres Culturas, de quienes se conoce detuvieron a
una mujer y a varios profesores. Por fortuna salieron a los pocos días.
Lo que ocurrió posteriormente fue en cierto modo de esperarse, y algunas se
radicalizaron, pues pensaron que no había otro camino. Julieta Glóckner, -esposa de
Carlos Martín de Campo, integrante del CNH y preso desde ese 2 de octubre-, se
incorporó a la guerrilla, conocida como la comandante Aurora. Minerva refiere que a su
hermana Julieta la mataron el 8 de febrero de 1975 en Cárdenas Tabasco. Julieta se
relaciocon guerrilleros en ese año y su labor la extendió en Puebla, al formar con un
grupo de médicos un hospital de atención a gente del estado de Guerrero,
especialmente. Hasta donde se ha logrado reconstruir es la única mujer que fue más
allá. El resto se dedi a la docencia universitaria y a trabajar en el naciente
sindicalismo independiente.
3. LOS PRINCIPALES CAMBIOS Y RETOS
Otro rasgo de la Puebla de esos os, era los escasos espacios donde las mujeres
podían distraerse, generalmente en fiestas familiares, bailes del estudiante
ocasionalmente; no había ni clubes deportivos, ni Casa de cultura, salvo los cines
servían de escondite para los enamorados. Todavía las familias eran conformadas por
un número alto de integrantes, demás la industria textil, principal industria en Puebla,
alcanzó su máxima crisis en ese año, afectando la economía de muchas familias.
10
19
Por otra parte había características específicas de la sociedad poblana,
considerada siempre como conservadora. Los noviazgos debían ser formales, y las
representaciones sociales con las que soñaban muchas jóvenes eran los noviazgos
duraderos y con promesa de matrimonio. Martha Eva Rocha (1996b) señala sobre esas
diferencias en el comportamiento del noviazgo, a partir del discurso sobre el amor y la
sexualidad, en su modalidad de recomendaciones, consultas y consejos contenidos en
medios informativos. Como ella dice: …la idea del amor es una construcción histórica
y cultural, y en esa transición todavía los jóvenes se regalaban un retrato
autografiado…” (Rocha 1996b: 123). La fotografía simbolizaba la compañía perenne,
la correspondencia epistolar donde los sentimientos castos, puros, eran prueba de la
constancia. digos un tanto absurdos ahora, como “la noviecita santa”, “la de manita
sudada”, “la idolatrada”, la “virgen adorada” formaban valores establecidos.
En medio de un ambiente de profundas tradiciones arraigadas y una ciudad donde
la mayoría de familias se conocían, las jóvenes no poan transgredir fácilmente
aquellas reglas establecidas, sin que fuesen señaladas.
En la misma Universidad no tenían voz, pues en el Consejo Universitario
conformado por representantes de 14 escuelas, sólo a dos representaban mujeres:
Ciencias Químicas e Historia, Rosa María Barrientos (consejera universitaria de
Historia) jugaría un papel importante en el transcurso del movimiento.
El otro órgano de representación estudiantil era el Directorio Estudiantil Poblano,
pero en éste las mujeres no lograron representación alguna. El ambiente de elecciones
siempre polarizado, estallaba en prácticas porriles y evitaba la confrontación de ideas.
Desde el seno familiar la preocupación por la/os hija/os asaltaba ante contiendas que
continuamente terminaban en zipizapes. Las imágenes que se tenían de los
universitarios no eran halagüeñas, por el contrario, y aunque se decía “el que es buen
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estudiante donde quiera estudia”, la constante hostilización llegó incluso al uso de las
armas en julio de ese mismo año del 68.
11
Ante ese ambiente de “broncas” en las que
los varones participaban los padres guardaban mayor recelo hacia sus hijas.
Dicho lo anterior concluimos que la participación política de las mujeres era casi
invisible, tímida, mejor dicho sin voz. De ahí que el movimiento sería un excelente
pretexto para despertar una conciencia potica. Despertar con voz, fue lo mejor. El 8 de
agosto se inició un paro de 24 horas en apoyo solidario al movimiento estudiantil, fue el
primer momento en que lo alguno/as jóvenes de Economía hicieron carteles. El 4 de
septiembre salió la primera manifestación, varios coinciden en afirmar que eran más
pancartas que manifestantes. La siguiente se organipara el día 11, para entonces las
jóvenes iban y venían de un mitin relámpago, de botear, de subirse a los camiones a
explicar los sucesos. Los varones con mayor libertad se desplazaban, dentro y fuera del
estado de Puebla.
Muchos padres se opoan a que sus hijo/as participaran, cuanto y más que lo
hicieran las mujeres, s no faltaron las desobediencias a órdenes expresas de no salir
de casa, o no salir de los recintos universitarios. Muchas mentiras dijeron, excusas y
pretextos inventaron, pero al poco tiempo de transcurrida la huelga subían y bajaban a
los autobuses a explicar, a perifonear; pintaban mantas, carteles, repartían volantes;
brigadas que salían primero a los lugares donde mayor concentración de gente había,
luego fuera de la ciudad y, en los siguientes meses, fuera del estado, a la UNAM,
Chapingo o a las Normales Rurales; cualquier pueblo, escuela, o rincón a donde
pudieran ir a “concientizar”.
Habrá de considerarse esa nueva forma de verse ellas mismas, si la mayoría
provenía de escuelas femeninas, católicas, pues entonces la única preparatoria de la
Universidad era la "Benito Juárez" (turnos diurno y nocturno), de donde muy pocas
21
mujeres egresaron. Las entrevistadas aluden haberse formado en El Esparza, Puebla,
América, Unión, Miguel Hidalgo, Universidad Femenina, escuelas católicas,
particulares y femeninas; las menos en el Humboldt, Benavente, particulares y mixtas y
otras del Centro Escolar Nos Héroes de Chapultepec (CENHCH), la única oficial y
mixta. La formación religiosa abrevada en casa o en la escuela y con valores de un rol
tradicional, contrastan con su activa participación, pues ellas con bastante ímpetu
transgredieron su espacio familiar con el público, al convertirse conscientizadoras de
sus padres y del pueblo. Las lecturas que corrían en los círculos de estudio, se
comentaban en pasillos, reuniones en casas y volvían a pasillos de recintos
universitarios. Una cadena cultural invisible, activa, se veía y en ella se transformaban
ideas, formas de ver la vida, la familia, el estado, la religión. ¿Qué no se cuestionó
entonces?
Era natural que las conversaciones iniciaran y terminaran en casa, discutiendo y
aclarando los porqués del movimiento estudiantil, la actuación del autoritario Díaz
Ordaz o lo que ocurría en otras latitudes: el movimiento chicano en Estados Unidos, la
lucha de los Panteras Negras, o del movimiento estudiantil francés, por ejemplo. Por
eso no fue extro que varias madres de familia se acercaran a la Universidad, y a los
pocos as de haberse iniciado el movimiento prestaran sus casas para reuniones,
permitían que sus casas sirvieran para dejar recados, propaganda. El espacio doméstico
se involucró y por tanto se trastocó. Madres de familia iban a los tines, a las
manifestaciones acompañando a sus hijas, especialmente.
Esta manera de articularse al movimiento se conoce por varias de las activistas.
Rosa María Barrientos, alude mo cambió ella a su mamá y el ambiente en el que ella
se educó:
Mi mamá era muy diferente a mi padre, y aun ella cambió también, de alguna
manera por sus hijos. Al inicio ella se oponía a mi participación en el
22
movimiento, al ver mi decisión de asistir a las manifestaciones prefirió
acompañarme, lo hizo en algunas ocasiones. Claro, era lógica su preocupación
ahora lo comparto como madre que soy de dos hijas -además una mujer en la
política ¿mo?- Debí ser mal vista, me imagino…” (Tirado2001: 327).
Cada familia vivía sus propias incertidumbres, su forma de ver lo que ocurría, las
relaciones familiares se alteraban para bien o para mal; además, no olvidemos que
Gustavo az Ordaz se había formado en la UAP, incluso había sido secretario de
rectoría, sus vínculos de poder y personales eran bastante estrechos con los poblanos.
Guadalupe Grajales bien refiere:
…Era una época difícil, ser estudiante era sinónimo de vago para la derecha. Mis
padres eran católicos, pero no poan estar de acuerdo con lo ocurrido el 2 de
octubre: la matanza del 68, pero tampoco atacaban a Díaz Ordaz. Mis papás
conocían a doña Guadalupe Borja. Pero nosotros teníamos más claridad de lo que
pasaba, aunque mis papás decían No te metas. Ocúpate de estudiar”. Yo no iba a
las brigadas porque me daba pena, pero Roberto mi novio y él, además, era
amigo de las Rosas, pues Rosita Moranchel y Rosa Luz Lozada eran de
Economía, donde estudiaba Roberto…” (Entrevista, 17/ 12/ 2001).
Considerando esa diversidad de comunicación entre las familias, y el manejo que
el gobierno y los medios de comunicación hacían del movimiento, era de esperarse las
reacciones que provocara esa incertidumbre de cada día. Rosa Alejandra Montalvo
Rosas, quien desde el kinder estudió en escuelas particulares y en 68 cursaba el primer
o de Filosoa, ella comenta:
Mi padre perteneció siempre al PRI, mi abuelo, incluso, fue un militar amigo
de Porfirio az con varias condecoraciones. Sus condecoraciones y su fotografía
se encuentran en el Museo del fuerte de Guadalupe, el Museo de la no
Intervención. Mi padre era un priista “de hueso colorado”. Así que él siempre
decía no vayas a los tines, no vayas a esto... De hecho no participé, pero
criticaba lo que ocurría…” (Entrevista, 7/ 11/ 2001).
El padre de Alejandra era un liberal apegado a la institucionalidad. Además,
Alejandra era hija única, ella estudió Filosofía y asistió a la Universidad, aun cuando su
23
mamá trató de convencerla se inscribiera en otra escuela universitaria o cursara una
carrera corta, pues ella no tenía necesidad de trabajar.
Los motivos para incorporarse al movimiento fueron diversos: María García
Maldonado, estudiante de Contaduría, decidió participar por una cuestión sentimental,
al ver la injusticia, la represión, la existencia de clases sociales. Para ella la conciencia
social que desarrolló en esos meses de huelga tenía su origen en su infancia. Ella creció
en un ambiente extremadamente religioso:
…Pronto me di cuenta que la realidad contradecía la igualdad de la que habla el
cristianismo. Por estas incongruencias cambié radicalmente del catecismo al
Manifiesto del Partido Comunista. Por ello me puse a trabajar en las brigadas, iba
a hablar con la gente a las plazas blicas, a concientizar al pueblo…”
(Entrevista, 28/ 6/ 2000).
No todas salían a realizar brigadas ante el temor de encontrarse a sus padres, sus
parientes, y preferían escribir, pintar mantas, ensayaban obras de teatro, lan en el
recinto de la Máxima Casa de Estudios. Mientras que otras desafiaban las órdenes
familiares, escapaban a escondidas de su casa y regresaban a la hora que supuestamente
salían de clases. Rosa Luz Lozada, por ejemplo, saltaba por la ventana de su recámara,
pues sus os (sus padres habían fallecido años atrás) le prohibieron ir al Carolino y la
encerraban en la recámara. Rosa Luz, con otras Rosas, formó la brigada de Las Rosas
que pronto se volvió famosa. Ellas se decían Las Pachas Pomposas, por su equipo de
básquetbol, su brigada se conformó por mujeres, pronto salieron de la ciudad y hasta
del estado, iban y venían en un camión medio destartalado de Economía, cuyo cupo
lograban llenar.
12
En el transcurso de esos días de activismo puro y llano, leían, cantaban, se
formaron algunos rculos de estudio, funcionaban como ramificaciones de partidos de
izquierda. Varias de ellas fueron invitadas a pertenecer a la Juventud Comunista y
24
abrevaron lecturas clásicas: El Manifiesto Comunista, El Capital, El diario del Che,
conocieron textos de Jean Paul Sartre, Herbert Marcuse, literatura rusa, como los
clásicos Gorki, Dostoievski, León Tolstoi, por ejemplo. Algunas confiesan que
entendían muy poco esas lecturas de El Capital, o Engels con La familia, la propiedad
privada y el estado, pero ese contacto intelectual las llevó a otras significaciones: la
interpretación de la realidad desde la óptica marxista fue abrazada sin mayor discusión.
Otras se unieron a los mamecas, más por simpatía que por lo que representaban
ideológicamente hablando. La práctica de hablar en público las llevó, también, a una
apropiación de su espacio, a reconocerse ellas mismas y a discutir sus ideas de igual a
igual con sus compañeros.
A diferencia de los varones, las mujeres maduraron más rápido en algunos
valores, los concernientes hasta entonces sólo del espacio doméstico. Levantaban su
voz denunciando el autoritarismo del gobierno, y si al inicio lo hacían tímidamente
habían aprendido a desarrollar su propia voz, a montar exposiciones, periódicos
murales. Aprendían a relacionarse con movimientos populares, a reunirse con
campesinas y campesinos y algunas lideraban a los y las ambulantes. Eran mujeres con
ejercicio de su libertad y conciencia de la realidad social que las envolvía.
Desde luego habrá que decir que la represión en Puebla se arreció cuando el
ejército cercó a la UAP, para entonces las mujeres escribían sus propios artículos,
panfletos, etc. Al mitin del 2 de octubre en Tlatelolco asistieron varias, aunque lo
Hortencia Fernández fue detenida (unas horas), hasta donde se sabe. El 4 fue detenido
Joel Arriaga y llevado al Campo Militar No. 1, aunque pasaron varios días para conocer
con precisión dónde se encontraba. Su esposa Judith García Barrera apoyada en todo
momento por la Unión Nacional de Mujeres (Puebla), filial de la Unión Nacional de
Mujeres y del PCM. No habrían de ser más allá de veinte mujeres, profesoras
25
normalistas varias, estudiantes universitarias y algunas amas de casa: madres,
hermanas, novias, parientas de los activistas. Su trabajo de denuncia, de recabar datos
no paró, pues el día 8 fueron detenidos tres estudiantes más: Luis Ortega Morales,
Federico López Huerta, Jorge Fernández El Zarco, los cuales fueron trasladados a la
Cárcel de San Juan de Díos de Puebla.
13
Era obvio que ni las, ni los activistas, seguían siendo la/os misma/os, toda/os
habían madurado ante los hechos sangrientos del 2 de octubre. Buscaban refugios,
mantenían discreción sobre los lugares donde se quedarían, algunos deres conocidos
preferían quedarse a dormir en el edificio central, El Carolino.
El 68 fue una cruzada cultural, ni duda cabe, las ideas enriquecidas por diversas
corrientes, desde lecturas marxistas, de liberación sexual, de libertad y conciencia
social, literatura. Naturalmente que ideas y valores iban siendo trastocados, los más
eran sobre el noviazgo, el matrimonio, y la autonomía de las mujeres, ideas que se
vieron materializadas en la formación de sus nuevas familias. María Teresa Bonilla
recuerda cómo cambió en ese año:
…El movimiento del 68 me transformó, yo venía de una familia católica muy
recatada, de misa cada ocho as y rom con todo. Es más, muchas de mis
amigas después me vieron con malos ojos porque romtanto, tanto, con todos
los prejuicios y las costumbres de la sociedad que hasta me volví una persona
“indeseable”. Más que nada fui rebelde…” (Tirado 2001: 153).
Todas aluden que no deseaban ser como sus madres, amas de casa, sumisas,
calladas, casi todas. Hasta entonces la figura paterna representaba las ideas, la
autoridad; el padre decía la última palabra; eran ellos los que leían periódicos, hablaban
de política. Una que otra gozó de figuras femeninas fuertes en su familia, generalmente
corresponden a madres viudas, abuelas, as solteronas. Más aun, ellas refieren que sus
madres las impulsaban a estudiar, a que no fueran como ellas, y no dependieran de un
hombre.
26
Así transitaron de pequeñas a grandes rebeldías, las faldas cortas cuando no se los
permitían, luego pantalón de mezclilla, huaraches, morral, vestir de hippitecas. Toda
una trasgresión: desde fumar, reunirse con amigos, asistir a fiestas a altas horas de la
noche. Con la represión, la entrada del ercito a Ciudad Universitaria (en el DF), al
movimiento estudiantil se sumaron más simpatizantes y el que las jóvenes participaran
ya no preocupaba tanto a muchos padres, convencidos que los estudiantes tenían la
razón. Pero el amor libre sí, y este fue el rompimiento más fuerte de las mujeres con la
familia tradicional. Varias se unieron entre el 68 y 69, muy jóvenes, escasas se casaron
por lo civil y menos por la iglesia. Las que lo hicieron, presionadas por los padres,
fueron acusada/os de pequeño burguesa/es por sus compañeras.
Para Margarita Reyes Valdéz el unirse, -sin casarse por lo civil, menos por la
iglesia-, era una forma de construir una nueva familia, nunca se casó. Su esposo Juan
García Maldonado había sido integrante del CNH por la Vocacional 7, con él llegó a
Puebla, ella a trabajar en la Escuela de Medicina, y luchó, junto con otros y otras,
porque el antiguo Hospital General fuese Hospital Universitario. Margarita,
actualmente viuda, con tres hijos, recuerda que a sus hijos los registraron con los
apellidos de los dos, pero nunca conside necesario el casarse. Mientras que Rosa
María Barrientos decidió unirse libremente y más tarde, ante la insistencia de sus
padres, se casó por lo civil con su esposo, aunque su familia la formó varios os
después del 68.
Como decía, la mayoría se unió en ese o en los siguientes os, muy jóvenes se
volvieron madres de familia. En sus nuevos valores estaba la búsqueda de una familia
con mayor comunicación, darles a los hijos más libertad para elegir, decidir; hablar
especialmente a las hijas, educarlas con menos domesticidad, severidad, como afirma
27
Margarita Reyes Valdés: Si en ese entonces ni tu madre te explicaba cuando
empezabas a reglar, menos le ibas a contar otras cosas” (Entrevista, 7 y 9/ 1/ 2002).
Pensaban que podrían compartir el espacio doméstico, la crianza de los niños y la
escuela, estaban estudiando y trabajaban. Pero en la mayoría de los casos no fue así y a
los pocos años rompieron su matrimonio. Con gran razón dice una de ellas:
…Nosotras cambiamos, pero ellos no…” La construcción de la familia estaba fincada
en nuevos valores: las comunistas aludían al compromiso con la lucha, se cuidaban de
no tener hijos tan rápidamente y se preocupaban más de lo que pudiera ocurrirles a ellas
o a sus compañeros. La construcción de una nueva sociedad estaba por encima de los
intereses individuales. Preocuparse por adquirir propiedades era ser pequeño burguesa,
vestirse bien, a la moda las convertía en chicas superficiales o fresa. Una serie de
códigos y símbolos pesaban en sus ideas.
Las que pronto se convirtieron en madres lucharon también para que surgiera una
guardería, denominada Circulo Infantil. La propuesta la realiMaría de Jesús León
Zermeño, ante el Consejo Universitario, aunque su primera directora fue Kollontai
Pobrete. Varias de las participantes lucharon para la creación de la primera Preparatoria
Popular Emiliano Zapata, ahí impartieron clases durante dos años sin cobrar salario. La
huella de algunas, especialmente, es notoria en las primeras generaciones de
estudiantes, de donde egresaron algunas destacadas políticas, militantes del Partido
Comunista, luego PSUM y recientemente en el Partido de la Revolución Democrática.
Los otros cambios visibles en el corto plazo se dieron en lograr las
representaciones en el Consejo Universitario, máximo órgano de la Universidad, ya
como consejeras estudiantes o profesoras. Es difícil resumir todos los cambios que
individual como colectivamente vivió esta generación, cuyo concepto engloba más al
de los participantes directos en el movimiento. Podríamos decir que transitaron del
28
espacio doméstico en el que estaban al inicio del 68 al espacio de la lucha por la
democracia, sin caer en una visión simplista de que todas, aunque sí la mayoría abrevó
de estas experiencias.
Para algunas fue el movimiento hippie lo que más influyó en sus ideas,
especialmente en la liberación sexual, y consideraron que el amor libre sería la base
para construir nuevas familias. Así vivieron con parejas diferentes. En los os
siguientes nadie que se considerara liberada criticaba esta nueva forma de concebir la
realidad. Como puede desprenderse se presentaban diferencias de opinión entre las
comunistas y las “liberadas”. La lectura del Segundo sexo de Simone de Bouviere,
realizada por unas cuantas, fue resignificada a mediados de los setenta, cuando se habló
de feminismo.
CONCLUSIONES
Está vista la utilidad de la historia oral, aun conociendo los problemas que
presenta, precisamente a favor de esta investigación se encuentra la subjetividad en las
entrevistadas, al permitirnos conocer su formación en casa, su construcción cultural
antes y después del movimiento. Nos permite visibilizar las diferencias genéricas y de
percepción sobre el movimiento, más aun cuando los estudios con perspectiva de
género se inician. Nos permite traspasar las fronteras en las que el resto de estudios se
ha quedado, la relación del movimiento estudiantil y el estado, la represión y la
participación de las redes del poder en el mismo. No espor demás resaltar que en
todas las mujeres están ausentes.
Luego, entonces, conviene precisar que partimos de entrevistar a todas y no a las
líderes, pues el mismo concepto de líder no es aplicable a las mujeres, cuando ellas no
29
lo fueron, ni se reconocen como tales, pero se percibe una idea clara de lo que ellas,
como ciudadanas, deseaban, como parte del colectivo y como parte del movimiento.
Mis conclusiones, aunque faltan muchas más entrevistas, sería que esta
generación presente todavía cambió su identidad, su vida cotidiana y su mentalidad; a
su vez transformó las ideas en las alumnas y alumnos a los que formó, dotándolas a
ellas/os de otra forma de pensar y ver su entorno: la libertad, la igualdad, la fraternidad,
como parte de un feminismo, que sin conocerlo a fondo, marcó otra forma de
reconocerse a sí mismas.
El cambio en las relaciones de pareja, modifitambién la educación de los hijos,
las relaciones fueron menos autoritarias y permitieron que los hijos se desarrollaran con
mayor libertad que la generación anterior, sin lograrlo plenamente. No podríamos exigir
cambios radicales, más allá de las individualidades, porque el contexto social y cultural
no se modificó; más aun después de la matanza del 2 de octubre hubo repliegue, temor,
confusión, coraje. Reacciones y sentimientos encontrados impidieron que se pensara en
la individualidad, así que de este movimiento no pudieron darse cambios profundos.
Como historia reciente dejo entonces las conclusiones a las participantes de
entonces, pues a la distancia resulta difícil separar los recuerdos nostálgicos, la
fascinación por los líderes de la época, la felicidad de esos años vividos siendo jóvenes,
solteras, y todos esos sentimientos encontrados que limitan el hablar de lo que ahora
son o de lo que han sido. Como también a las ahora jubiladas añorar esos os en que
construyeron la Universidad Democrática Crítica y Popular, con todas las críticas a
errores y que varias de ellas manifestaron en su momento.
Aunque puntualizo una hipótesis de trabajo: mientras las mujeres transitaron
por un proceso de empoderamiento a partir del movimiento, que se tradujo primero en
lograr la representación potica al interior de la Universidad Autónoma de Puebla y
30
modificaron sus valores sobre la concepción del matrimonio, familia, sexualidad y
educación de los hijos; en los varones este proceso fue lento, aun la inexistencia de una
equidad se percibe. La experiencia como activistas les ayudó a crecer políticamente, y
en la búsqueda de una identidad les llevó a la lucha por la democracia y a la búsqueda
de sus derechos sexuales. s aun cuando en ese año varias iniciaron su militancia en
partidos y grupos de oposición, de izquierda, es lógico que sus lecturas les llevaran a
cuestionar lo hasta entonces concebido como su rol principal e histórico “las mujeres
para el ámbito doméstico”.
La significación para los hombres fue distinta, la mayoría de ellos abrevaron de
una experiencia anterior, algunos desde 1961, el movimiento de Reforma Universitaria,
los más venes en las contiendas de 1967, su lucha la ubicaban dentro y fuera de la
Universidad, por la democratización del país, por la libertad de los presos poticos, los
derechos civiles, etc. Más n la sociedad y el mundo estudiantil estaban
predominantemente masculinizado.
Como decía valores surgieron y los resignificaron, como el concepto de familia,
en suma aquellos valores anteriores fueron modificados; la antigua familia patriarcal,
autoritaria, fue parcialmente trastocada; las relaciones de pareja, el amor libre, en lugar
de la familia nuclear y el matrimonio por las dos leyes. La educación de los hijos menos
autoritaria fue asumida de la noche a la mañana; el concepto mismo de guardería
(donde guardar a los niños) se modificó por el de Círculo Infantil. Hasta aquí he
mencionado algunos valores que las mujeres asumieron sin estar totalmente
conscientes. Cuestionaron las ideas religiosas aprendidas en las escuelas católicas y en
sus casas. Una praxis cotidiana apoyó a modificarlos, cuando las universitarias sintieron
en estas relaciones la igualdad de derechos y posibilidades para realizarse: sus
expectativas fueron más allá de estudiar “mientras me caso”, o de “prófugas del
31
metate”, como acostumbraban decir los mismos catedráticos universitarios. Aunque
os después muchas vivirían estos valores ausentes en su vida familiar, en gran
medida como ellas mismas lo han expresado “Nosotras cambiamos, pero ellos no”. Esa
igualdad, equidad, estaba ausente y vivieron desencuentros.
Las hipótesis antes mencionadas serán demostradas a lo largo de la investigación,
utilizando fragmentos de los testimonios, en donde ellas mismas reconocen lo que
puede corroborarse en datos fríos, tomados de la estadística escolar: tanto la
Universidad como la sociedad era predominantemente masculinizada, y cuáles eran las
escasas alternativas para las mujeres en la década de los sesenta.
Así una vez avanzadas las entrevistas, y transcritas, pensé revisarlas nuevamente
y me encontré con historias de vida interesantes, a las que volveré con nuevas
interrogantes. Decique éstas formarían parte de un fondo documental, expuesto a la
consulta de estudiantas/es, investigadora/es de historia o antropología, interesada/os en
estas temáticas. Más n, la utilidad de este acervo se volvió factible al conocer que la
historiadora Elva Rivera mez, investigadora del Centro de Estudios de Género de la
FFyL, impulsa la materia de “Historia de las mujeres”, en el Colegio de Historia de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y en un futuro habrá tesistas y
usuarias/os de estos materiales. La maestra Rivera está conformando un acervo
especializado en historia de las mujeres y género en el Centro donde labora (Rivera
2000: 569-594).
Por último, es importante informar que esta investigación ha sido apoyada por la
Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Postgrado, en el Programa Institucional
de Fomento al Desarrollo de la Investigación y a la Formación de Jóvenes
Investigadores. Una vez que fue aprobado el proyecto que entregué en la convocatoria
al Padrón de Proyectos VIEP, emitida en octubre de 2001. El apoyo permitió incorporar
32
como becario a Juan Manuel Blanco, estudiante de historia. Una relación académica
anterior favoreció tal decisión: en el verano del 2001 Juan Manuel fue becado, en este
mismo proyecto, en el programa La ciencia en tus manos, que CONACYT impulsa. Su
desempeño ha sido valioso, a él debo la mayor parte de las entrevistas y transcripción
de las mismas, quienes conocemos lo tedioso de la transcripción valoramos esas largas
horas de entrega. De cualquier forma esta investigación ha sido de las más gratas y
cuando uno lo ve así, las desveladas y el trabajo que sobreviene parece lo de menos.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
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33
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Tirado Villegas, Gloria. 2001. Vientos de la Democracia. Puebla, 1968, editorial
universitaria, BUAP, 355p.
NOTAS
1
Este artículo constituye un avance de investigación del proyecto: “La participaci´pn de las mujeres en
el 68. Puebla”. Una versión de este artículo fue presentada como ponencia en el VI Congreso
Centroamericano de Historia, Panamá, Julio 2002.
2
María Elizabeth Jaime Espinoza realiza su tesis de doctorado en la UAM Iztapalapa y esestudiando a
estas hermanas. Sus avances se encuentran en artículos.
3
Luis Olivera ha logrado una amplia recopilación de impresos sueltos que circularon en 68, casi todos en
el DF. Véase, Impresos sueltos del movimiento estudiantil mexicano, 1968, UNAM, México 1992.
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Es importante anotar que los estudios desde la perspectiva de género recién se inician. “Género, terreno,
y acción en el 68: la participación femenina y la ciudadanía social en México”, que Deborah Cohen, de la
Universidad de Chicago y Lessie Frazier de la Universidad de Carolina del Sur, han presentado en el
Seminario Nacional de Movimiento Estudiantiles Mexicanos en el Siglo XX, 19 a 23 de febrero de 2001.
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De todas lo dos: Rosa María Avilés, actualmente diputada federal por el PRD, y Rosa Márquez
Cabrera, ha sido diputada local y diputada federal, por el PRD.
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Esta investigacn se realizó en 1998 y 1999, realicé entrevistas igualmente, pero a líderes integrantes
del Consejo Nacional de Huelga de la UAP, sus experiencias se centraron en la relación del movimiento,
la actitud de las autoridades, y las diferencias políticas con los otros grupos políticos del interior de la
Universidad. Aun y cuando varias preguntas se centraban en lo anecdótico, ellos tuvieron mayor
precisión en los hechos políticos. Esa es una gran diferencia, otra fue las reacciones anímicas, donde las
mujeres mostraron más sus sentimientos, más educadas para exteriorizar sus emociones.
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Si bien la primera manifestación se realiza el 4 de septiembre, desde el 8 de agosto se realizan
pancartas, periódicos murales y un ejercicio de concientización, es en la Escuela de Economía donde más
prende el movimiento, y le siguió la Escuela de Derecho.
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Esta pugna se manifestó de diferentes maneras aun en los siguientes años. El actual gobierno municipal,
es del Partido Acción Nacional, PAN, y el gobierno estatal es del PRI, y en los discursos retoman
símbolos de ese movimiento.
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Doger Guerrero Enrique, 1er.Informe de labores, BUAP, 2002, p. 5.
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En 1968 cerraron varias fábricas pequeñas y grandes de la industria textil, sería hasta 1969 cuando se
instalaran fábricas grandes de la industria metalmecánica y química. La planta industria sufría rezagos en
su modernización, se considera como detonante de la modernización industrial a estas fábricas, una de
ellas armadora de autos, la Volkswagen.
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La contienda se inició en la Preparatoria Benito Juárez, entre dos planillas que representaban dos
corrientes contrarias, los Santillanistas y los democráticos y producto de esta hubo un muerto frente a la
casa de los Santillana.
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lo había dos camiones: el de Economía y el de Derecho, el que por cierto había regalado en ese año
el licenciado Gustavo Díaz Ordaz a estudiantes de Derecho.
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Aunque Federico López Huerta estuvo varios días en el Campo Militar de Zaragoza. De los presos en
Puebla, fue el que más tardó en salir a los tres meses. Joel Arriaga Navarro fue trasladado a la cárcel de
Lecumberri, de ahí salió con los demás presos políticos y el 26 de julio de 1972, cuando iba en su coche
y acompañado de su esposa, fue acribillado a balazos por unos tipos desde otro coche. Hasta el momento
dicho asesinato no ha sido esclarecido.