DIÁLOGOS. REVISTA ELECTRÓNICA
DE HISTORIA
Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica
Comité Editorial:
Director de la Revista Dr. Juan José Marín Hernández jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Miembros del Consejo Editorial: Dr. Ronny Viales, Dr. Guillermo Carvajal, MSc.
Francisco Enríquez, Msc. Bernal Rivas y MSc. Ana María Botey
Artículos antes de los procesos de indexación
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Vol 1. No. 2. Enero - Marzo del 2000
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DE CURANDEROS A DICOS. UNA
APROXIMACIÓN A LA HISTORIA SOCIAL DE LA
MEDICINA EN COSTA RICA: 1800-1949
(1).
Máster Juan José Marín Hernández.
Universidad de Costa Rica.
1-¡Error! Marcador no definido.PRESENTACN
En 1929, el renombrado escritor Jenaro Cardona publicaba una colección de
cuentos llamada Del Calor hogaro”. Dentro de esa compilacn destacaba un
satírico relato que narraba los episodios cotidianos de un curandero de pueblo. Con
cierto sinsabor el escritor descria la popularidad del “doctor”, que era respetado y
afamado por su comunidad, hasta el punto de que en todo el lugar nadie dudaba de
lo “...hábil y acertado de sus prácticas curativas. La reputación del “capacitado
médico” abarcaba no sólo a su pueblo, sino que también llegaba a las comarcas
vecinas, pues era muy común que fueran a consultarle “...gentes de diferentes
lugares”. Con humor, estremecimiento y miedo, Don Jenaro nos presentaba un día
del acreditado “médico”, del cual rescataremos algunos elementos. La jornada del
“galeno” comenzaba reconociendo su práctica ilegal. Consciente de que su ejercicio
curativo era ilícito tomaba todas las precauciones necesarias. Cada pasante
extraño, nuevo cliente o forastero bien vestido era considerado sospechoso de ser
un guarda fiscal o un ...dautor. Una vez aclaradas las intenciones del
desconocido, era posible pasarlo a la “sala de consultas”, la cual era un cuartillo
bastante inlito. Los pacientes que sabían leer encontraban en las paredes del
“consultorio” un sinnúmero de enfermedades escritas en carbón con sus respectivos
remedios. Entre las medicinas podían hallarse mejunjes de plantas entremezclados
con fármacos de patente. Así por ejemplo se lan en la pared cosas como:
mal de orina ... manencia / mansanilla / ojas de oraús /
cólico encajao ... castor / castoreo / cajoyas de naranjo agro /
yagas de las malas ... yanten / yerba santa /
diarreas de los chiquitos ... diente perro / ruda / ribarbo /
pa la solitaria ... sanguinaria / o sino, sublimao corrosibo muy poquito / (2)
Esa práctica médica indignaba a nuestro relator. Para el reconocido literato,
los pobres ignorantes no podían quejarse ni del ejercicio de su “doctorni de sus
singulares remedios pues, según don Jenaro Cardona, ... como que los muertos
suelen no volver a enfermar nunca”. Con un tono irónico, Cardona colocaba las
siguientes frases en boca del curandero:
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“No os pois quejar de vosotros a quien maté, si mala vida os quite
buena “medesina” os di(3).
Ese argumento podía ser rebatido por el “singular galeno”, pues éste podía
afirmar con respecto a los médicos legales:
“-Que inoransia
!
!!
!
También los dautores se equivocan y matan gente... (4)
Desconocemos si el curandero era un charlatán, como lo presenta Cardona, o
si por el contrario era uno de los tantos practicantes herbolarios o empíricos de la
época que eran perseguidos por las autoridades judiciales, la floreciente comunidad
médica y la Santa Madre Iglesia; pero es evidente la pugna que se comenzaba a
establecer a inicios del siglo XX entre la medicina y las prácticas curativas
tradicionales (5).
El periodo que transcurrió entre 1800 y 1949 revela no lo la persecucn
cada vez s sistetica de los empíricos y curanderos, acomo de las prácticas
curativas familiares; sino que tambn da cuenta de cómo se edificó un sistema de
control que buscaba normar las costumbres populares tanto en el campo de la
curacn como en los diferentes hábitos que podían tener los campesinos, artesanos
y en fin cualquier persona que no compartiera el estilo de vida de la élite cafetalera.
La normalizacn de las costumbres llevó al principio de civilizar a la masa, aspecto
que se evidencia en estos años con fenómenos como tan diversos como fue el la
persecución de los curanderos.
El presente artículo pretende, además, estudiar un escenario oculto de la
lucha de clases, la contienda que se lib entre la terautica liberal y las prácticas
herbolarias tradicionales. Analizaremos el contexto social en donde se desarrolló la
ciencia médica, dando cuenta de cómo los avances cienficos en Costa Rica
muchas veces se enmarcaron en un contexto de disputa social, es decir, de pugnas
y conflictos entre los diferentes grupos sociales involucrados. En el caso
costarricense pretendemos analizar cómo las ciencias médicas, además del
desarrollo sanitario del país, buscaron desde su génesis la civilización de los
sectores populares (6). Por ende, veremos los episodios que sucedieron cuando los
cultores de la medicina costarricense procuraron erradicar supuestos males como la
soltea, las costumbres herbolarias y las enfermedades de la sangre. Así mismo,
veremos mo en esta tarea piadosa se entremezcló el empeño de la clase
dominante (7) por perfeccionar y multiplicar la raza nacional.
Trataremos de responder a diversas interrogantes, entre ellas mo y de qué
manera los argumentos de la ciencia sanitaria y terapéutica se insertaron en la
ideología dominante, desde cuándo se comenzaron a difundir los principios
higienistas y eugenésicos en la sociedad costarricense, quiénes se encargaron de
extender y salvaguardar esa racionalidad científica, qué ámbitos y cómo afectaron
dichas ideas la vida de los sectores populares (8).
En resumen, este trabajo pretende analizar algunas de las características
socioecomicas y culturales de los higienistas y juristas entre 1800 y 1949. No
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obstante, se enfatizará cómo estos sujetos coadyuvaron a elaborar un proyecto
liberal con un correspondiente ideológico que nosotros hemos denominado la
ideología terapéutica liberal (9). En ese contexto es vital contrastar las opiniones y
estereotipos de la clase dominante con respecto al desarrollo médico, y determinar
los efectos de esa ideología terapéutica en la penalización poliaca y judicial, así
como en la vida cotidiana de los sectores populares en ese peodo.
Las interrogantes y objetivos planteados tratarán de ser contestados a través
del estudio de diferentes fuentes, tales como los recuentos historiográficos hechos
por los médicos, diversas crónicas históricas, expedientes policiales, índices
bibliográficos y periódicos nacionales. Entre estos últimos se encuentran La Prensa
Libre, La Nueva Prensa, Revista Médica, Revista Ciencia, Gaceta Médica, El
Correo Nacional, El Diario de Costa Rica, La Tribuna, Eco Católico, Hojita
Parroquial y El Noticiero.
2- LOS INICIOS DE LA CIENCIA SANITARIA.
En casi toda la época colonial existió un predominio de la teoa
circulacionista, la cual fue muy popular entre las élites espolas y criollas en el
siglo XVIII. La historiadora Marcela Dávalos ha estudiado las implicaciones sociales
de ese modelo científico en la capital mejicana de esa centuria con interesantes
hallazgos. Sen ella, esa teoría sostenía, entre otras presunciones, que:
“...el aire influía directamente sobre el organismo, porque transportaba
miasmas o porque su excesiva frialdad, calor, sequedad o humedad se
trasmitían al organismo, y por último, que el aire ejercía, por acción
mecánica, una presión directa sobre el cuerpo. El aire era considerado
como uno de los grandes factores patógenos...” (10).
En este período eran muy populares, entre los españoles y criollos, los
acordonamientos sanitarios y el secuestro de los enfermos. La idea era recluir en
un espacio a los pacientes, hasta que se curaran, muriesen o los aires malos se
desvanecieran. Este tipo de medidas eran fáciles de eludir. Tanto las autoridades
locales como los indígenas debían trasladarse a otras comunidades para pagar
tributos, trabajar o asistir a los ritos religiosos, con lo cual las epidemias se
diseminaban haciendo inútil el encierro de los contagiados.
La ventilación y la calidad de las brisas también fue un desasosiego para los
funcionarios de la provincia de Costa Rica. En 1789 las prácticas fúnebres debieron
cambiarse. Posiblemente por influjo de la teoría de la circulación, apareció una
disposicn que establece que los entierros deberían trasladarse de las iglesias a
cementerios lejanos de las poblaciones (11).
A finales del siglo XVIII, la monarquía Borbón procuró desarrollar el programa
de la Ilustración en América, con el fin de modernizar su imperio. En todos los
dominios reales se procuró renovar la actividad económica y demográfica, por lo que
lugares como el istmo de Tehuantepec, el Reino de Guatemala y desde luego Costa
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Rica, fueron afectados en mayor o menor medida por esas disposiciones
monárquicas.
Parte de esos intentos de renovación se dieron en el campo de la salud. Para
Rolf Widmer, una de las facetas de ese aspirado “rejuvenecimiento” fue el
exterminio de la viruela, la cual no sólo liquidaba poblaciones enteras sino que,
según la perspectiva del monarca español y de sus intelectuales, también
“demacraba los cuerpos”, por lo que tanto se afeaban a los súbditos del rey como se
volvían pocos aptos para el trabajo.
Las élites criollas aceptaron con gusto las medidas reales. La presunción de
conseguir mayores rendimientos, a tras de las nuevas medidas, se unía la
confianza de explotar n más a los indígenas. Efectivamente, en el istmo de
Tehuantepec parece ser un buen ejemplo de como los intereses ecomicos y
sociales de la élite local influyeron en la reafirmacn del control sobre los indígena y
de los fondos comunales (12).
Las circunstancias descritas hicieron que la respuesta indígena tuviera dos
facetas. Por una parte esta la resistencia de las comunidades indígenas a las
medidas profilácticas impuestas por la élite, en especial las inoculaciones (13), pues
atentaban contra sus propias costumbres y creencias. Por otra parte, las
comunidades debieron enfrentar el nuevo desafío que suponía la retención de sus
fondos comunales.
Las medidas monárquicas y la aplicación de las mismas por las autoridades
locales marcaron una transformación en las prácticas médicas y anunciaron la pugna
que surgiría entre los diferentes sectores durante el siglo XIX. Son de especial
importancia las acciones que se emprendieron para erradicar la viruela. El progreso
implicó erradicar las costumbres populares y vigilar que los avances médicos
siguieran siendo instrumentos eficaces para el adelanto económico.
El inicio de esa transformación, sin embargo, no fue tan exitoso como lo
hubieran deseado las clases dominantes. Por el contrario, refleel conflicto y los
campos en que se situaan las disputas que se sucederían más tarde. Por ende, un
breve análisis de tal cambio nos ayudará a visualizar el escenario de dichos
conflictos en los siglos XIX y parte del XX.
A-LAS CAMPAÑAS CONTRA LA VIRUELA
A inicios del siglo XIX, la capitanía de Guatemala fomentó la propagación
voluntaria y aún forzosa del fluido vacuno en casi todos los territorios que cubrían su
jurisdicción. Esa difusión tenía como propósito inocular a los enfermos así como
prevenir nuevos infectados (14). Ante la escasez de dinero, la capitanía hizo uso de
los fondos de las comunidades indígenas víctimas del mal. Durante la campaña, la
élite utilizó tanto a las inoculaciones como a la peste como excusa natural para
saquear los dineros comunales. Los planes inoculadores, al parecer, también
disfrazaban la subordinación forzosa y a veces brutal de las comunidades rebeldes a
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los designios de la élite local. En estos casos, como bien señala el investigador Rolf
Widmer, el progreso médico se dio en un contexto de lucha social.
En Costa Rica, si bien se dispuso que la inoculación debía hacerse en 1794,
no se ejecutó hasta 1805, a pedido del gobernador Tomás Acosta. En ese año llegó
la pus necesaria para las inoculaciones, así como las agujas y una cartilla con las
instrucciones respectivas. El éxito de la vacunación tropezó con un problema serio:
los curanderos al aplicar sus métodos curativos no estaban acostumbrados al uso de
indicaciones escritas, pues lo habitual en su grupo era la transmisión oral de
conocimientos. Esto era, aparentemente, conocido por el gobernador de Costa Rica,
quien expresaba su temor de que la vacuna no diera ningún resultado, pues:
"...los curanderos no sabían leer y no había en el país ni un lo
farmacéutico" (15).
Otro contrariedad que sufrió la vacunación fue la visn que tuvo la gente
ante ese nuevo sistema curativo. Muchas personas veían con terror la vacunación.
Nadie podía explicarse como un poco de pus pudiera propiciar la salud. Ante esta
situación, el gobernador Acosta tuvo que publicar un bando en el que señalaba que
la vacunacn era una disposicn real (16).
El recelo de la gente era justificado. La operación inoculadora aunque
sencilla era tenebrosa. Para realizar este procedimiento debía tomarse a una
persona que tuviera viruela de buena calidad (tal vez una viruela bien desarrollada),
la materia de una de ellas (la pus) era sacada con la punta de una lanceta, de modo
que ésta quedará bien embarrada; luego con una lanceta se picaba al individuo.
Cuando la cuchilla penetraba la cutícula el encargado debía asegurarse que
ingresará la pus. La operación se repetía en el otro brazo. El vacunado debía
esperar hasta que se le secará la miaja de sangre o serocidad que salía del piquete
(17).
Ante el recelo de las comunidades y personas las autoridades debieron
recurrir al prestigio de los curanderos. La reputación de éstos se haa consolidado
gracias a su contacto cotidiano con los sectores populares. Además, el desafío de
los médicos todaa no existía, por lo que la popularidad de los curanderos también
se extendía entre la élite y los funcionarios de la corona. En estas circunstancias y
como era de esperar, en 1805 las primeras inoculaciones fueron realizadas por los
curanderos. Posiblemente, al igual que en el istmo de Tehuantepec, el
desconocimiento de los improvisados galenos, la falta de higiene de los pobladores y
la mala alimentación ocasionaron que algunos vacunados muriesen (18).
En 1806, probablemente por el fracao por las dificultades de esa primera
vacunación, tuvo que venir don Manuel del Sol, licenciado en Cirugía, comisionado
por la Capitaa General de Guatemala. Este personaje estuvo en el país por dos
años. Entre sus diversas actividades estuvo la de preparar futuras inoculaciones,
como las que se aplicaron en 1821 y 1830 (19).
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Es posible que las subsiguientes vacunaciones siguieran ocasionando
dificultades. En especial, por lo extendido de los métodos curativos populares. Es
muy posible que tanto los curanderos como el resto de los sectores populares al
observar el fracaso de las inoculaciones reforzaron su fe por las prácticas
tradicionales. Asimismo, dicho ejercicio no era exclusivo de un grupo, pues también
era ejecutado por las mujeres del hogar, quienes utilizaban hierbas, menjurjes y
remedios muchas veces divulgados entre los vecinos y familiares (20).
B-EL PRELUDIO DE LA TERAPÉUTICA Y SU EXALTACIÓN.
Los inicios de la ciencia terapéutica fueron espinosos. Tanto la historiografía
médica liberal como la socialdemócrata han procurado enfatizar esos comienzos
incómodos y desconcertantes para la nueva disciplina médica. Los galenos que han
procurado rescatar esa nesis tienden invariablemente a referirse a un personaje
casi mítico, Esteban Corti. En 1790, en un supuesto ambiente de ignorancia
colectiva, lle Corti a tierras costarricenses. Aparentemente por el mismo
oscurantismo y rusticidad colonial, a este primer médico graduado en Europa
"...pronto se le acusó de practicar la brujería y se le envió a Guatemala donde
fue juzgado por la Inquisición" (21).
Los galenos que han escrito sobre la génesis terapéutica han procurado
rescatar la tosquedad colonial. En este caso, concuerdan con el panorama que
describen historiadores como Ricardo Blanco. Para este el cuadro no podía ser más
sombrío. Los gobernadores que se quedaban en nuestro territorio tendían a
quejarse constantemente de la ausencia de los más elementales aspectos para el
desenvolvimiento social: "...no haa hospital (hasta fines del siglo XVIII), ni
botica, ni médicos (con excepción de algunos que anduvieron de paso en
diversas épocas) ni siquiera una barbería donde arreglarse el cabello" (22).
Dicho panorama dificultaba las tareas de los pocos médicos existentes. No
obstante, lo más fatigante para la nueva disciplina fue lo extendido de las prácticas
herbolarias y el curanderismo. A los pocos médicos les era casi imposible erradicar
la la medicina hogareña”. Historiadores como Clotilde Obren y Arnaldo Moya
han señalado como la estructura de la vivienda del siglo XIX facilitaba la medicina
tradicional. Las casas, tanto campesinas como las de la élite, tenían comúnmente
un solar sembrado de plátanos y rodeado de tapias. Los solares no lo poseían
mucha importancia para la economía familiar, sino que también se cultivaba en ellos
los remedios caseros. Era común ver la siembra del yanten, el culantro, el apazote,
entre otras yerbas, a la par de los sembradíos de café, maíz y caña dulce, además
de los animales domésticos (23).
Por su parte, Iván Molina encontró que tanto las casas urbanas como rurales
tenían solares donde se cultivaban diferentes productos (24). El solar, el cerco o los
alrededores de la casa eran ideales para sembrar hortalizas y plantas medicinales
(25). Por otra parte, las mujeres ancianas o mayores ejercían la profesión de
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curanderas, sobadoras y parteras (26) o tean conocimientos herbolarios, aunque
habría que investigar más para conocer si ellas fueron perseguidas como brujas por
las autoridades tal y como se hacía en algunas partes de Europa (27).
Con respecto a la erradicación de los curanderos la tarea era igualmente
titánica. Desde la época colonial los curanderos tenían fama y respeto en sus
comarcas. No obstante, esa relevancia fue obviada por los historiadores de los
siglos XIX y XX. En consecuencia existe un predomino de los relatos que ven a los
curanderos como simples charlatanes. Aspecto que los galenos que han historiado
ese período han procurado enfatizar (28).
Según las crónicas de la época colonial tardía y las de los albores de la era
republicana, los curanderos eran "ineptos" que se aprovechaban de las creencias
populares para a llevar dinero a sus bolsillos. Según algunos habitantes sus
enfermedades eran causadas por maleficios ligadas a la brujería, lo cual era
aprovechado por los “galenos”.
En febrero de 1825, un grupo de vecinos del Mojón denunciaron a George
Mora, originario de Alajuelita, ante Gregorio Castro, Alcalde Cuarto Constitucional de
San José, "...por falso médico y supersticiones que ha difundido" (29).
El audaz curandero ganaba su manutención ofreciendo sanar a los enfermos
con supersticiones; persuadiendo a la gente que sus padecimientos eran obra de
maleficios hechos por otros. El señor Pedro Berrocal acuda los tribunales como
testigo; según su relato, el atrevido "galeno" le dio a beber cebadilla con unos polvos.
Además, lo hizo cargar un "...costalito" que empeoró sus dolencias, todo ello por 20
reales. Otra víctima de Mora fue Manuela López, quien fue convencida que sus
calamidades eran causadas por su marido; dos reales le costó a doña Manuela su
credulidad.
Igual suerte corr Juana Fernández; esta vez George Mora le recomendó
tomar la:
"...consuetudinaria sebadilla e hizo a la señora dormir atravesada en la cama
cuando de antes dormía a lo largo
[
[[
[
además le dio
]
]]
]
...una piedrecita que
después le devolvy le recomendó hacerse una serie de tratamientos
con menjunjes y baños sin que nadie lo supiese porque en aquel barrio
había muchos malhechores"(30).
Al ser encarcelado y llevado a los tribunales, el curandero declaque era
médico a pesar suyo, porque era la gente quien lo buscaba y eran ellos mismos los
que le encargaban buscar los medicamentos. La libertad del audaz galeno le costó
devolver el dinero y "jubilarse" como médico; bajo amenaza de castigos rigurosos en
caso de reincidencia (31).
Ese panorama hizo que el Doctor Edgar Mohs afirmará que la ciencia médica
en Costa Rica no daría sus primeros pasos sino hasta después de 1850. Antes de
esa fecha, según él, las curaciones eran hechas por "...dicos brujos y sukias".
Con la llegada de los españoles, estos hechiceros fueron perseguidos y combatidos.
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A pesar de esta aparente mejora, el progreso no lle. Como asevera el doctor
Alfredo Blanco Odio, más bien se dio un peligroso sincretismo; de este surgieron los
empíricos, quienes unen las prácticas de los hechiceros locales con los
conocimientos importados de España (32). A los pocos incentivos que existían en
Costa Rica para que los médicos se instalarán en el país, se sumaban otros
obstáculos, como lo eran las creencias populares.
Si bien los relatos sobre el curanderismo abundan hasta bien entrado el siglo
XX (33), a partir de la década de 1830 se inic una transformación paulatina. Con el
auge cafetalero y minero llegaron compañías extranjeras y negociantes con gran
apetencia por las riquezas rápidas. Entremezclados con esos aventureros y
empresarios vinieron algunos galenos. A ello se unió un desarrollo de la terapéutica
nacional. En 1839, el doctor Nazario Toledo impartió unos cursos en la Universidad
de Santo Tos. En 1843, esa casa de estudios ofrea estudios en medicina.
Además de estos hechos, varios miembros de la oligarquía viajaron a Europa a
estudiar medicina (34). Finalmente, en la década de 1840 la enfermería tendía a
desarrollarse como un gremio; en consecuencia se empezó a excluir a las personas
humanistas y filantrópicas, pero sin ninguna preparación en esas tareas. Según el
doctor Mohs, la ciencia dica nace en Costa Rica únicamente con la creación del
Hospital San Juan de Dios, decretada en 1845, pero ejecutada en 1852. Este
acontecimiento marcó un hito para él, pues será la institución que le da sentido a lo
que él llamó la Medicina Asistencial Básica”, que se extenderá de 1850 a 1900.
3-LA MEDICINA Y EL ORDEN OLIGÁRQUICO.
El ideal sanitario moderno que tra de ejecutar la monarquía ilustrada española fue
continuado por las nacientes repúblicas centroamericanas. Los gobernantes y
grupos dominantes, impulsados por las ideas liberales, continuaron en esa "noble
misn", a la vez que trataban de consolidar su autoridad y poder. Una de las tareas
que realizaron fue mejorar el vigor y la energía física de sus trabajadores, al tiempo
que mantenían o alcanzaban nuevas riquezas económicas. En Costa Rica, la
carestía de galenos, enfermeras y especialistas poco a poco iba disminuyendo:
llegaron distinguidos médicos extranjeros y, como ya se apuntó, miembros de la
oligarquía salieron del país a estudiar medicina.
Según, el gráfico No. 1, construido con la información aportada por la Gaceta
Médica y Luis Dobles Segreda, se puede observar el escaso número de médicos
que existía entre 1806 y 1840. A pesar de ello, estos primeros cultores de las
ciencias médicas comenzaron a influir en la vida del país. La presencia de
facultativos como Pedro Molina Flores, Rafael Ruiz de Gutiérrez, Herrán, John
George Carit, Alfonso Carit y Eva, Nazario Toledo y Ricardo Brealy, entre otros
(35) repercutió en la nueva legislación del país. Sin duda los códigos resultaron
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influenciados por éstos médicos quienes procuraban insertar los avances acaecidos
en sus naciones. De esta forma, encontramos afinidades entre nuestra normativa y
la de los países de donde provienen estos doctores. Así por ejemplo, la influencia de
Centroamerica se sint en Costa Rica. Entre 1826 y 1833, los legisladores del
Estado Libre de Costa Rica se preocuparon por controlar la lepra y a los lazarinos, al
igual que sus colegas centroamericanos. Para vencer esas pestes se recurrió a la
añeja medida del secuestro; pero sometiendo a los enfermos en un establecimiento
aislado, y no dudando en aplicar la pena capital para aquellos leprosos que se
fugaran (36).
Fuente: Dobles, Luis. Índice bibliográfico de Costa Rica... Tomo IX, pp.348-423;
Gaceta Médica de
Costa Rica. No. 3. Octubre. 1901, pp.57-64.
Por la propagación del cólera morbus y asiático, la década de 1830 se
distingu por la formacn de los cordones sanitarios. El doctor Nazario Toledo se
destacó en la lucha contra este mal; para ello recurrió a prácticas profilácticas
conocidas desde el siglo XVIII, como el acordonamiento y el destierro de quienes
infringieran la ley (37), así como la publicación de folletos informativos y recetas.
Este decenio se caracteripor una política sanitaria más estricta. Ejemplo de esto
fue la creación de la policía de higiene, el 6 de junio de 1836 (38).
La severidad de la década anterior se acentuó en los decenios de 1840 y
1850. En setiembre de 1849, los legisladores de la naciente República se
apresuraron a autorizar a los médicos y cirujanos para operar las boticas, esto
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evidentemente con la intención de controlar a los empíricos y curanderos que
existían en el país. Ya desde 1847, se había establecido que los sacerdotes y
coadjutores se encargarían de colaborar con los médicos de pueblo e instruir a los
sectores populares en sus deberes (39).
Si bien es cierto que el Estado procuraba monopolizar el ejercicio de la
medicina, también reconocía sus fronteras. Entre 1851 y 1855, se decretaron dos
disposiciones que evidenciaban los límites del incipiente Estado Costarricense. En
la primera se señalaba que ante la ausencia dedicos, profesores o facultativos en
medicina, un juez podía recurrir a empíricos; no obstante, si el juicio avanzaba, se
hacía imperioso buscar a un profesional en el pueblo más cercano. La segunda
determinación indicaba la paga que ganarían los empíricos autorizados por sus
curaciones (40).
El incremento de graduados en medicina, que se observa en el gráfico No.1,
fue acompañado por el intento del Estado por regular y controlar a la medicina
tradicional, el curanderismo y sus practicantes. Con esto se buscaba monopolizar
las prácticas curativas y centralizar el oficio sólo en los médicos graduados. En
1857, se decretó el reglamento de Policía, mediante el cual se otorgaba a la policía
la obligación de velar por el aseo y la higiene. En octubre de ese año, se estableció
el Protomedicato de la República y la Asociación Médica. Entre los objetivos de
estos entes se hallaban el proponer los progresos de la ciencia médica en Costa
Rica, proteger la salud, que los facultativos reconocieran una autoridad y un centro
de asociación y, finalmente, que el Supremo Gobierno tuviera un ente que dirigiera a
los galenos (41).
Estas medidas fueron influidas por las teoas, la legislación higiénica, y la
tecnología médica europea y norteamericana, tal y como se muestra en el cuadro
No.1, gracias al viaje de galenos a esas regiones. Si bien es cierto que la
preponderancia de los médicos centroamericanos y sudamericanos fue muy
marcada, entre 1821 y 1840, cedió paso a la reputación que adquiría Europa para
nuestra élite. A los tratos económicos con el viejo continente se unía la fascinación
por la cultura francesa, alemana, inglesa y belga, y en menor grado por la suiza e
italiana. Más adelante, la vinculación con Estados Unidos hizo que este país
adquiriera importancia. Como se ve, durante el período impe la influencia europea
y estadounidense en las ciencias médicas (42). No es extraño que, al igual que los
códigos legales, los sanitarios fueran fundamentalmente una copia de esas regiones.
CUADRO No.1.
LUGAR DE GRADUACIÓN DE LOS MÉDICOS AUTORIZADOS A EJERCER EN
EL PAÍS ENTRE 1821 Y 1900.
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EUROPA 166 40%
ESTADOS UNIDOS Y
CANADÁ
102 25%
CENTROAMERICA 56 13,5%
MÉJICO Y SUDAMÉRICA 41 10%
COSTA RICA 47 11%
CARIBE 2 0,50%
IGNORADO 1 0,25%
TOTAL 415 100,00%
FUENTE: GACETA MÉDICA. No.3. Octubre. 1900, p.57-64.
El insólito aumento de facultativos en la década de 1870 y 1890 se hizo
acompañar por un incremento en las medidas de control social. En mayo de 1886,
una circular para los gobernadores exigía, con el rigor del caso, la persecucn de los
empíricos en medicina (43). Entre 1864 y 1890, se decretaron leyes contra la
vagancia, el juego y la prostitución. En dicha legislacn los grupos dominantes
aplicaban los principios que dictaba el supuesto progreso sanitario y social de la
terapéutica positivista. En el período de 1821 y 1900, los médicos eran la mayoría
de su comunidad con un 79%; seguidos muy de lejos por los dentistas ( 11%) y
farmacéuticos (9%); y apenas existían algunas parteras tituladas (1%) (44).
Dentro de los profesionales de las ciencias sanitarias, los médicos
predominaban en mero. Pero también se distinguieron en el desarrollo de las
políticas de identidad gremial y en la organización institucional. Así por ejemplo, el
29 de agosto de 1895 se creaba la Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia de
la República; un año más tarde, en 1896, esa facultad publicaba una revista que se
denominada Gaceta Médica, la cual fue un punto de reflexión para la comunidad
médica del país (45).
Entre los objetivos de la facultad, y por supuesto de la revista, tenemos: vigilar
por la higiene y salubridad pública; enseñar, ilustrar y aconsejar al Ministerio Público
y a la sociedad; preparar la fundación de la Escuela Nacional de Medicina y difundir
los conocimientos a través de la prensa perdica, entre otros propósitos (46).
Con la Gaceta dica de Costa Rica, los galenos procuraron concretar su
acción mesiánica y su tenaz lucha contra las prácticas herbolarias tradicionales y
familiares. Por ello no es de extrañar sus constantes quejas. Según ellos, a pesar
de su influencia persuasiva y su actividad ejecutora, se encontraban con:
"...resistencias formidables que engendran las preocupaciones sociales y las
supersticiones del pueblo, robustecidas por la propaganda errónea y
perjudicial del charlatanismo y de la ignorancia" (47).
Lo anterior no significa que enos previos a 1895 no existiera un respeto por
la ciencia médica y su comunidad, como queda demostrado por el hecho de que los
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diarios recomendaban la lectura de revistas de higiene (48). Así mismo, los
periódicos eran escenarios de disputas intelectuales sobre diversos temas de la
medicina. El número 421 de la Prensa Libre ilustra el último caso; en ese diario se
registraba un "suelto periostico", en el que los agentes vendedores Emeterio
Hurtado, Claudio Váldez y B. Pérez Llorente solicitaban a los médicos nacionales su
opinión sobre el libro "El Médico Práctico Doméstico", patrocinado por la Griffin &
Campbell. Según el rotativo:
"...nos parece [muy natural] el de que los señores agentes viajeros de la
casa editorial que publica la obra, traten de conseguir de los médicos de
Costa Rica, todo el número posible de opiniones laudatorias para el libro
en referencia, porque éstas les han servido para vender más ejemplares
del mismo y por consiguiente sacar más provecho de su negocio" (49).
Sin embargo, la opinión de los versados cientistas costarricenses no fue
benévola con la producción comerciada por los agentes vendedores. En el número
425 apareció la opinión de los médicos Carlos Durán, Juan J. Ulloa, Tomás M.
Calnek, López Cantillo, M. Bonnefil, G. Rucavado, Daniel Núñez, Emilio
Echeverría, A. Guistiniani, J.M. Soto y Alfaro, en carta fechada el 20 de octubre.
La misiva decía que la obra era perjudicial para nuestra sociedad por ser muy
extensa para un público general y muy vaga para los médicos. Ello podía facilitar
múltiples confusiones en los lectores.
Según los galenos costarricenses, el libro de la Griffin se prestaba para que
cualquier persona entremezclara síntomas y enfermedades llevándoles a
tratamientos erróneos. También ellos desconfiaban de ciertas afirmaciones; así por
ejemplo, la obra era poco creíble y segura, pues, según ellos, afirmaba que la lepra
no era contagiosa. En palabras de los facultativos:
"Creemos la obra perjudicial para la mayor parte de las gentes, porque
recomienda el uso de medicamentos peligrosos que exigen
competencia profesional para ser recetados, y por que los profanos en
la ciencia pueden confundir con mucha facilidad una enfermedad con
otra, y consultando el Médico Práctico dar al enfermo medicinas que si
no lo matan, le pueden causar graves prejuicios (50).
La controversia no quedó ahí. Los agentes de la Griffin & Campbell replicaron
los argumentos de los facultativos en una carta fechada el 23 de octubre, en ella se
decía:
"Es verdad que necesitamos hacer conocer el libro que deseamos dar á
la venta, como también lo es, que al darlo para que lo estudien personas
competentes y que conforme á sus conocimientos, su elevado carácter
y obedeciendo á las leyes de honor dictaminen sobre la utilidad ó
inutilidad que pueda tener sin poner condición alguna acerca de las
opiniones que en semejante caso emitan, ni tratar por medio alguno de
influir para conseguir una laudatoria, hemos cumplido con nuestro
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deber como miembros de la humanidad y como agentes. Siempre
hemos sido respetuosos, pero hoy nos vemos en el imprescindible
deber de no reconocer la autoridad médica de los doctores citados,
cuando en nuestro abono tenemos las opiniones de médicos cuyas
reputaciones en el mundo científico ocupan un puesto semejante á la
que en este país tienen los gratuitos enemigos de la obra recomendada
por el Consejo Superior de Salubridad de México" (51).
Los agentes de "El dico Practico Doméstico" en verdad que no
escatimaron argumentos para deshacer el raciocinio de los galenos costarricenses.
Primero, aludieron a los elogios de los profesores más notables, según ellos, de
Inglaterra, Méjico, Guatemala, San Salvador, Nicaragua y Argentina, entre otros.
Luego, invitaron a cualquier facultativo a que examinará la obra y los testimonios de
los sobresalientes médicos extranjeros". No satisfechos, el 26 de octubre recalcaron
la validez de la obra (52). Aún sin estar saciados, el miércoles 29 de ese mes
retomaron la opinión del doctor Basileo Marín, Secretario del Protomedicato de
Nicaragua quien juzgaba como buena la obra (53).
A pesar de la polémica, en ningún momento se cuestionó a la medicina ni a
los galenos costarricenses. Así, aunque se impugnaban los argumentos de los
facultativos nacionales, los agentes nunca mostraron irespeto o malquerencia a los
valores terapéuticos que se desarrollaban en Costa Rica.
Controversias como la anterior eran comunes. A pesar de ello, según parece,
no desprestigiaron la identidad grupal de los galenos pues más bien ésta se
fortalecía, en especial después de 1895 con la creación de la Facultad de Medicina,
Cirugía y Farmacia y la revista periódica La Gaceta (54). Esta publicación circuló
por 21 años, del 1 de mayo de 1896 al 15 de octubre de 1917. Este escenario
intelectual fue aprovechado por diversos eruditos de la ciencia médica para plantear
diversas controversias y concordancias sobre los más distintos picos.
Esta plataforma reflexiva y de entendimiento de la comunidad médica fue
perpetuada por otras revistas tales como Anales del Hospital de San José, que
circuló por un lapso de 17 meses (julio de 1915-noviembre de 1916) y el Bolen de la
Subsecretaría de Higiene y Salud Pública, que circuló por 10 meses (mayo de 1923-
febrero 1924). A estas publicaciones deben agregarse los Anales de la Facultad de
Medicina de Costa Rica, publicados por espacio de 3 años (1927-1929), al igual que
la Revista Médica (1933-36). Una revista singular fue Consultorio Internacional que
además de tener un carácter multi-disciplinario poseía una circulación ístmica
publicada desde 1927 hasta 1936 (55).
Otra función de las revistas científicas fue la de vincular la comunidad médica
del país con los eruditos extranjeros. El 15 de octubre de 1900, La Gaceta Médica de
Costa Rica, reseñaba varias publicaciones periódicas de diversos países. Entre
ellas están la "Public Heath Report" (de la que se dea: "...con este periódico,
editado en Washington, sabemos s de la salubridad del puerto de Lin,
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que viviendo en la propia capital de Costa Rica"), "La Revista dica del
Uruguay", "Anales del Círculo Médico Argentino", "La Crónica Médico Quirúrgica de
la Habana", "El Boletín de la Sociedad Antropológica", "El Repertorio de Farmacia",
"Enciclopedia de Ginecología" y "La Crónica Dental", entre otras muchas (56).
Todas las revistas nacionales tuvieron objetivos similares, entre ellos la
formación de una identidad gremial común y la consabida civilización de los sectores
populares. Así por ejemplo, la Gaceta Médica tenía como objetivos:
"...divulgar ciertos conocimientos útiles de higiene privada y blica y
medicina general, fomentar las buenas prácticas y censurar y n
corregir, en cuanto nos sea posible, los malos hábitos y costumbres,
origen de muchas enfermedades y dolencias o causa cuando menos de
la degeneración física y moral de las generaciones" (57).
Esos propósitos no sólo se referían al pueblo; también contemplaban el
refrescamiento de conocimientos de los diferentes colaboradores sanitarios. En
1916, la propia Gaceta dica advertía de los abusos de algunas obstricas que
hacían gala de una inconsciencia, irresponsabilidad e ignorancia sólo igualable a la
de los curanderos (58).
Una pequa parte del gremio médico, los farmacéuticos, si bien atacaban las
prácticas herbolarias y el curanderismo, estuvieron dispuestos a aprender de ellas.
Por ello recurrieron tanto a la investigación de campo como a los botánicos que
existían en Costa Rica. De esta forma tenemos a distinguidos intelectuales como
Anastasio Alfaro, Henri Pettier, Pall C. Standley, Salvador Calderón y Manuel
Quirós investigando en estos campos cotidianos algunas veces revestidos de cierto
misticismo. De esta forma es interesante observar como don Anastasio Alfaro
describía las propiedades curativas de la Hoja de Estrella:...(Piper auritum, U.B.K)
. Planta aromática, de tallos casi herbáceos y hojas grandes, acorazonadas.
Las hojas frescas se usan contra el dolor de cabeza e inflamación de heridas, y
los frutos, cordoncillos, para curar gusaneras (59). La fascinación por las
prácticas herbolarias hizo que incluso en algunas revistas católicas se recomendaran
tales remedios (60) .
La asimilación de los principios herbolarios por parte de los farmauticos
tuvo un límite. La frontera se delimitaba entre el aprender esos enunciados, para
luego controlar ese conocimiento y alejarlo de las manos inexpertas del pueblo.
En ese control los farmacéuticos estuvieron dispuestos a utilizar los avances
tecnológicos de la época para difundir su lucidez al resto de la sociedad. Así por
ejemplo, el miércoles 17 de julio de 1935 se anunciaba una conferencia en la
radioemisora Ecos de Occidente, como era usual en ese a de la semana. El
programa radial llevaba el sugestivo nombre de La Hora del Farmacéutico”. Se
avisaba que la intención de esta hora era: ...llevar semanalmente a los hogares
costarricenses un mejor conocimiento del valor profesional del Farmacéutico,
cuya preciosa misión en la Sociedad es indispensable e insustituible (61).
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La utilización de los programas radiales fue uno de los tantos medios que
usaron los farmacéuticos para monopolizar las rutinas, las habilidades y la sabiduría
implícita en las recetas tradicionales. Así mismo, los farmacéuticos se aseguraron
por enfatizar su control y las bondades de su especialización. Cada dosis, orden
facultativa o prescripción tenía un rigor científico. La minuciosidad técnica se
aseguraría únicamente en las boticas, las droguerías o farmacias del país. En este
aspecto tampoco se diferenciaron de sus colegas médicos quienes también
destacaban su exclusividad curativa.
4- LA CIENCIA SANITARIA Y EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN SISTEMA DE
CONTROL.
La influencia de la medicina en el proyecto liberal no se limiúnicamente en
el desacreditamiento de las prácticas curativas tradicionales o de sus oficiantes.
Esta preeminencia de la medicina también se dio en la edificación de un sistema de
control, donde participaron los doctores junto con juristas, clérigos, policías y
visitadoras sociales, entre otros. La cimentación de dicho sistema es más un
proceso que una estructura, tal y como fue presentada por Louis Althusser (62). Los
trabajos recientes de historiadores como José Daniel Gil, Carlos Naranjo, Mayela
Solano, Eugenia Rodríguez y Steven Palmer (63) han destacado como los
mecanismos formales de control tales como los juzgados, alcaldías, escuelas,
agencias de policía y la legislación, entre otros, deben trascender primero el ámbito
normativo para aceptar y recoger los valores, los hábitos, las costumbres y las
prácticas de los sectores populares (64). El éxito de esa imbricación permiti
establecer una protección, relativamente estable, del statu quo de la clase dominante
y de paso custodiar o vigilar las continuas sublevaciones y alzamientos de las clases
dominadas. Las cuales con cada pronunciamiento tienden a cuestionar lo injusto del
orden social imperante.
La complejidad de cualquier sistema de control nos obliga a ser muy
modestos en nuestro análisis. Por ello nuestra exploración tiende a ser prudente y
tratará de destacar mo se relacionaron los diferentes mecanismos de control con
la medicina, en este caso con la jurisprudencia, la iglesia y la policía. Dicho vínculo
exige a su vez observar los intereses particulares de cada ente, la ideologización
característica de cada uno de ellos y el accionar de los agentes de control
involucrados.
A- LEGISLADORES
De acuerdo con lo anterior, debemos citar que una de las primeras
correlaciones que estableció la ciencia sanitaria fue con la legislación. El 18 de
octubre de 1857, en un contexto de epidemias y auge de la profesión dica, el
presidente Juan Mora Porras decre el Establecimiento del Protomedicato. Entre
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los considerandos se mencionaba que esta disposición era para: favorecer los
progresos de la ciencia médica en Costa Rica y para proteger la salud pública”
(65). Esta fecha es importante, pues dio inicio a la división de los practicantes de la
medicina en oficiales y clandestinos. A partir de ese año, los legisladores
comenzaron a proteger a los primeros y perseguir a los segundos. La ley que creó la
Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia de abril de 1895 y el Código Sanitario de
1943 son dos ejemplos del apoyo estatal a la denominada Ciencia Sanitaria (66).
Los lazos entre la ciencia sanitaria y la legislacn no fueron únicamente de
apoyo estatal. Todo lo contrario hubo una reciprocidad que se manifestó en los
diferentes proyectos de ley, tales como: en la creación del Instituto de Higiene
(1878), el reglamento del Lazareto (1884), la ley de profilaxis venérea de 1894, las
reglamentaciones contra los inmigrantes chinos, árabes, turcos, sirios, armenios y
gitanos (1897), la elaboración de certificados matrimoniales (1943) y la supervisión y
clasificación de los delitos y los delincuentes (67).
El desarrollo de la legislación requirió de un grupo profesional cada vez más
compenetrado de las ideas sanitarias, en especial de la eugenesia, la antropología
criminal y las ideas lombrosianas. Los juristas (autollamados "sacerdotes de la
patria") se unieron a los médicos con el fin de contener la creciente conflictividad
social que generaba el capitalismo agrario. Los abogados, criminalistas,
jurisprudentes y hasta los leguleyos tuvieron un incremento cuantitativo muy
substancial entre 1850 y 1900, al igual que el alcanzado por los médicos. Aunque no
hay que olvidar que los abogados tuvieron una intervencn significativa en la vida
política y social anterior a ese período. La evolución de ese gremio se puede
observar en el gráfico No.2.
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Fuente: Dobles, Luis. Índice bibliográfico de Costa Rica... Tomo VIII, pp. 303-342.
Muchos de los juristas, ya en su práctica, se identificaron con la conservación
del proyecto liberal. Por ello asumieron muchos de los principios médicos como
preceptos que ordenarían el cuerpo social. Según Steven Palmer entre los
principales promotores de ese proyecto se encontraban personajes como Ricardo
Jiménez, Octavio Bechee, Cleto González y Pedro Pérez Zeledón, entre otros.
Todos ellos fueron formados durante la dictadura de Tomás Guardia (68). El
posesionarse de los axiomas médicos no fue difícil para esos ilustres juristas.
Nuestros descollantes personajes fueron formados en el ideal civilizador del
positivismo radical, el darwinismo social, la terapéutica y la jurisprudencia.
También los juristas costarricenses tuvieron acceso directo a los intelectuales
que formulaban los nuevos principios civilizadores como Cesar Lombroso, Augusto
Comte y Jeremy Bentham. Ante esto, muestra jurisprudencia no tuvo reparo en
utilizar a la ciencia sanitaria para justificar el orden liberal. De igual forma, de esos
eruditos europeos, nuestros intelectuales asumieron principios tales como la pureza
racial, la honestidad y la automigración (69). Estos conceptos fueron utilizados para
tratar de canalizar parte del conflicto social que generaba el capitalismo agrario.
Según la historiadora Patricia Badilla, esto es particularmente visible con el sistema
jurídico. Sen ella, la oligarquía pretendpresentar, al resto de la sociedad, a la
ley como una forma de resolver los problemas, el trasfondo de esto era convertir a la
norma como pieza de dominación, opacando algunas de las contradicciones sociales
(70). Mientras tanto, la medicina presentaba a los transgresores de la ley como
seres perniciosos, enfermos o locos.
Lo anterior explica como los abogados, durante la creación de su identidad
grupal, tendieron a reproducir y a discutir artículos de médicos o juristas que
presentaban temas relacionados con la patología social, las desviaciones y la
antropología criminal. De esta forma, el Colegio de Abogados y la revista El Foro se
convirtieron en escenarios donde se contactaron médicos, legisladores y juristas.
Para la década de 1900, estos grupos se unieron aún más gracias al desarrollo de la
medicina legal.
La relación entre legislación, juristas y médicos no quedo sólo en el campo
normativo. La oligarquía cafetalera trató de llevar ese vinculó a la práctica tratando
de civilizar a los sectores populares, que en muchos casos se mostraron opuestos al
cambio de sus costumbres cuando no divergentes, reacios o disconformes con las
nuevas pautas de conducta.
En esa diseminación de los valores terapéuticos los galenos contaron con el
apoyo estatal. El gobierno a través de la Subsecretaria de Higiene y luego a través
de la Secretaria de Salubridad Publica y Protección Social facilitó la publicación de
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miles de folletos que divulgaban los principios HIGIENISTAS en todas las escuelas
del país. Estos impresos desacreditaban las prácticas curativas familiares y
tradicionales, al tiempo que instruían a los jóvenes en las nuevas conductas (71).
Valga repetir que esta valoración de los médicos conlleuna persecución de los
empíricos y curanderos tanto por la policía fiscal como la de seguridad. El
hostigamiento a éstos “galenos fue acompañado de tribunales que estaban
dispuestos a castigar a todos aquellos que ejercieran el oficio médico en forma
clandestina. Por lo tanto, a partir de 1890, lo que antes era costumbre y tradición
paso poco a poco a ser considerado como “ilícito”.
Pero la consonancia de principios médicos y judicos llevó a situaciones aún
más dramáticas, como fue la reforma penal y la de los manicomios. En cuanto a la
primera condujo a la consolidación de los tristemente recordados centros
correccionales de la Penitenciaria Central y de San Lucas. En dichos cárceles se
aplicaron con todo rigor los principios de la antropología criminal. En el caso de San
Lucas, el reconocido Anastasio Alfaro señalaba, con desmesurado menosprecio,
que: “está probado por la experiencia que los climas cálidos, como el de la Isla
de San Lucas, lejos de regenerar la constitución humana, la enervan de tal
modo, que llegan a perderse losbitos del trabajo aun por aquellos que en el
interior del país fueron más diligentes, y muy frecuentes son por desgracia los
casos de aquellos desmoralizados criminales que apenas salidos del Presidio,
cometen un nuevo delito con el único y exclusivo objeto de volver al Presido
donde aprendieron a dormir la siesta durante las altas horas del día y donde
jamás pensaron en que tenían que trabajar para ganarse el sustento cotidiano
(72).
Con respecto al papel de la alimentación en el incremento de la maldad, don
Anastasio señalaba que en: “los parajes de la costa donde el terreno es árido
por naturaleza , donde las legumbres escasean, donde las frutas apenas si se
cultivan y donde la cría de ganado abunda, son perjudiciales si tratamos de
dulcificar el carácter de los delincuentes (73).
Como es evidente, las ideas lombrosianas y eugenésicas guiaron a grandes
reformadores (74), entre ellos don Anastasio Alfaro, para edificar las instituciones
que serían base de la reforma penal en nuestro país. De tal forma, la unión entre la
medicina, la criminología y la legislacn fue parte de ese proyecto de orden y
progreso de la oligarquía cafetalera.
En cuanto a la reforma de los nosocomios compartió mucho de la dinámica
dada en la transformación penal., en especial esa imbricación entre legislación,
jurisprudencia y la terapéutica. El Doctor Gonzalo González es uno de los pocos que
ha analizado esta transformación en el trato de los "locos". Según él, en la época
colonial predominaba el castigo físico. En 1730, el Alférez Franco de Loría:
"...con la publica demensia" fue amarado y encadenado. Sen certificó
el Teniente de Alcalde provincial de la Santa Hermandad, Joseph Nuñez
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"...lo puse en prisión de una Cadena en un quarto separado y así mismo
fue llamado despues para que le pusiera en ottra forma la cadena..." (75).
Ese lúgubre panorama en el trato de los enfermos cambió, aunque no los
tenebrosos efectos que trairían para los sectores populares. A finales del Siglo XIX
los máximos intelectuales de la oligarquía se unieron. Los maestros V. Fernández
Ferraz, Antonio Zambrana, J. Fernández Ferraz, Juan Manuel Céspedez, Próspero
Ferndez, Bernardo Soto, Carlos Durán, Mauro Fernández, Rafael Iglesias, Cleto
González Víquez y Ricardo Jiménez, entre otros, fundaron el Hospicio Nacional de
Locos. El 29 de abril de 1895, don Bernardo Soto y sus secretarios Mauro
Ferndez y Carlos Durán firmaron la creación del nosocomio.
La constitución de este hospital asemejó en mucho a la reforma penal de la
época. El sanatorio, según los informes de los Doctores Maximiliano Carlos Banzen
(1891), Teodoro H. Prestinary (1907), Carlos Federico Alvarado (1929) y Roberto
Chacón Paut, era una especie de fábrica donde la laborterapia obligaba a los
pacientes a trabajar en lecheas, granjas agrícolas, telares y jardines (76), al igual
que se pretendía que hicieran los reos en las diversas cárceles del país. Aunque
todavía no se ha realizado una historia de la locura en Costa Rica, no sería extraño
encontrar a líderes populares, individuos rebeldes al orden social y algunos
oficiantes de la medicina popular encerrados en los nosocomios.
B- LA POLICÍA
La aplicación del mesianismo legal y la supuesta “civilización de la sociedad”
no se quedaron en los juzgados, en las escuelas y en los consultorios médicos,
también fueron ejecutados en las más diversas calles y caminos del país por los
agentes policiales. La institución policial se encontró, dentro del proyecto liberal, una
serie de funciones que rebasaban la simple represión (77) y además de esas tareas
debía cumplir abundantes roles moralizantes. Aunque no siempre los guardias
fueron el brazo férreo de las clases dominantes, no deja de ser cierto que al ejecutar
faenas de difusión de costumbres y de una ética social cumplieron a cabalidad con la
extensión del proyecto de supremacía clasista, al tiempo que afianzaban la ideología
dominante (78).
La polia fue utilizada como instrumento idóneo para difundir los principios
médicos y jurídicos hasta bien entrada la década de 1940. En el caso de Costa Rica,
se ha notado como esta institución pasó de tener funciones moralizadoras hasta
agregar y combinar los preceptos éticos como los represivos. Esto es comprensible,
pues como muy bien señala Fontana:
"Ninguna sociedad dispone los medios represivos suficientes para
imponer la ley contra la voluntad de la mayor parte de sus ciudadanos.
Es necesario que quienes la vulneren sean tan sólo una minoa, de
modo que los medios de coerción disponibles basten para controlarlos.
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Unos medios cuya función no es tanto de castigar la vulneracn de la
norma, como la de dar ejemplo y reforzar su implantación en las
conciencias. Y para que un sector mayoritario de la sociedad acepte la
norma legal mayoritariamente, nolo por miedo al castigo, resulta
necesario que acepte una visn de mundo y del ordenamiento social
que tiene sus raíces en un conjunto de juicios de valor sobre cuestiones
a las que no afecta estrictamente la ley. Ó sea que el primer paso para
evitar el crimen es inculcar la nocn de pecado" (79).
El historiador Jo Gil ha visualizado, entre 1880 y 1940, los cambios
acaecidos en el sistema penal y por ende la adaptación de la polia a las nuevas
reglamentaciones. Según él, en 1880 el código penal admitía 83 tipos de faltas.
Para 1924, esas ascendían a 116 y en 1941 se imponía el carácter represivo de la
policía, gracias a una taxonomía legal más eficiente (80). Este aumento y
especialización en las faltas puede evidenciar los cambios y nuevos roles de la
policía a lo largo de esos años.
El gráfico No.3, construido con los índices de los manuales policiales, permite
también observar parcialmente las faenas de esa institución (81).
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Los manuales policíacos evidencian una preocupación por la moral y las
buenas costumbres, hasta 1891. A partir de esa fecha se incrementó la obsesión
por el control y en especial por la corrección de las costumbres del pueblo. De
hecho, incluso en aquellas disposiciones policiales en que se defendía la propiedad
había artículos que procuran moralizar las acciones del pueblo. La policía y los
demás órganos punitivos tuvieron un carácter intimidatorio más que punitivo, tal
como se observa en el gráfico No.4.
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Fuente: Gil, José. Las funciones del aparato jurídico de dominación (inédito), p.70.
Ese gráfico evidencia cómo aquellas personas que llegaron a los juzgados,
entre 1907-1941, fueron absueltas o sus casos sobreseidos superando con creces el
57% del total, mientras los condenados apenas superaban el 42%, como fue el caso
en Cartago.
A fines de 1930 y a inicios de la década de 1940 la polia debió compartir su
poder en las calles. En esos años, si bien la policía siguió difundiendo sus principios
esta institución vio como los profesionales del PANI y de la Universidad de Costa
Rica invadían su espacio. En las calles y caminos del país se dio una cientificizacn
del control social. Los asistentes y las trabajadoras sociales, a través de sus
cuestionarios y observacn directa, estaban dispuestos a moralizar a los sectores
sociales en sus propios hogares. De esta forma, a través del PANI, las Unidades
Sanitarias, la Caja Costarricense del Seguro Social y el Ministerio de Salud, se
introdujeron estos nuevos agentes de control en los más diversos senderos y
callejuelas de ciudades y caseríos con el fin de vigilar a los sectores populares.
Como es de suponer, esos entes estatales tambn trataron de complementar las
faenas de la rcel y el hospital (82).
C- LA IGLESIA
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Finalmente, la Iglesia Católica tuvo una visión particular sobre los
curanderos, por lo que se distanció un poco de la visión secular. A pesar de esta
divergencia, la Iglesia también persigu a los curanderos, pero no tanto por el
empirismo presente en ellos, sino más bien por el sincretismo religioso evidenciado
en sus prácticas. Un editorial del Eco Católico llamaba a los empíricos “...los
descaminados y falsos guías”, que a base de ...baratura en precio, a base de
engo, a base de sorpresas, a base de falsificaciones, a base de pruebas
sorprendentes, en que si hay alguna habilidad ni es otra que la
prestidigitación engañan a los adocenados. Según ese editorial, los sacerdotes al
igual que los médicos, los abogados, los ingenieros y cualquier profesional tropiezan
en su práctica con el ...tipo repugnante, que falsifica la ciencia (83). Como
puede desprenderse, la Iglesia se preocupaba por el misticismo presente en los
curanderos, elemento que era considerado por los médicos pero sin darle el
exagerado énfasis que le dio la Iglesia (84)
En efecto, a través de los diversos semanarios católicos se atacó las prácticas
asociados con el curanderismo, como eran la adivinacn, la cristalomancia, las
cartas de naipe, la flor gitana, la magia, el maleficio, el hipnotismo, la superstición y la
brujería (85).
La relativa independencia de la Iglesia hizo que surgieran varias paradojas en
el control de los curanderos y en la edificación del control. Así por ejemplo, en varias
revistas católicas se promocionaban los remedios caseros (86), pero atacando la
superchea presente en algunos de esos tratamientos hogareños.
Asimismo, la Iglesia se distanció de las tesis eugenésicas. Apor ejemplo,
el 3 de mayo de 1931, el Eco Católico se oponía a la difusión de los derechos del
niño, en especial a la prédica que defendía que los niños nacen buenos y que es la
sociedad que los hace malos. Según esta revista: “... los Rousseaus
improvisados, raen de la Humanidad infantil el pecado original, que el
Bautismo Sacramento les borra en cuanto a la culpa sin quitarles el mite de
concupiscencia o sea la inclinación a lo malo.... (87).
Ante ese, supuesto error, el Eco Católico se preocupaba de descubrir el
fariseísmo de los naturalistas. Estos eran nada menos que los médicos, juristas,
legisladores e intelectuales. Para esa revista, los defensores de tales ideas eran:
...gentes lavadas de Dios y de fe, gentes materialistas en su credo, podrán
seguir las teorías roussonianas y lombrosianas, y acabarán por quitar del
mundo la noción del mal y del crimen, haciéndonos creer que el ladrón es un
enfermo y el asesino un degenerado inconsciente. Más ellos mismos
desmentin sus teorías, porque serán los primeros en buscar a la policía y
mandar a la cárcel al pobre mococillo que les robe un florero o la cartera, para
comprar pan para sus padres enfermos o para ir al cine. No dirán, que es un
degenerado ni un enfermo sino ... un ladrón que debe ser castigado, y con
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eso, prácticamente desmentirán sus teorías, bonitas para efectismos literarios,
pero falsas para la vida y para el bien social” (88).
A pesar de lo anterior, la Iglesia no se opuso inflexiblemente a los avances
eugenésicos y médicos, pero dejó claro que no soportaría cuestionamientos a sus
verdades. En consecuencia, la Hojita Parroquial afirmaba con respecto a la
medicina que: no hay ninguna profesión s grande ni más noble entre las
actividades seglares que la que práctica el dico, CUANDO CURA LOS
CUERPOS SIN DAÑAR LAS ALMAS, pero también no han nada más perverso y
funesto como un facultativo sin creencias ni escrúpulos morales, que con tal
de lucrar o de curar, ofende el pudor o la conciencia de los creyentes,
abusando de su autoridad científica y de la confianza que inspira. No debe
olvidar el facultativo que el hombre no es solamente un cuerpo viviente, sino
que es, principalmente, un alma que tiene finalidades muy superiores a la
salud física y a la misma vida” (89).
Mientras la ciencia médica y los principios eugenésicos no chocaran
directamente con los dogmas y los intereses de la Iglesia, podía darse una abierta
colaboración entre ambas (90). En efecto era muy común observar cómo los
médicos solicitaban ayuda a los presbíteros. Un ejemplo de dicha cooperación la
podemos encontrar en 1937 cuando el Secretario de Salubridad blica, doctor
Antonio Peña Chavarría, solicitaba ayuda a Víctor Sanabría Vicario General, para
establecer el certificado prenupcial. Pues como se decía: ... con la propaganda
de los Sres. Curas y de los directores de las Unidades Sanitarias, estamos
frente a resultados sorprendentes” (91).
La Iglesia, al igual que la estructura estatal, contaba con una envidiable
organizacn. Fuera de las cada vez más numerosas parroquias (92), se le uan un
sin fin de grupos laicos cuya influencia histórica todavía no se ha valorado. La
Iglesia también desarroluna tarea morigeradora, para lo cual recurrió a toda su
organizacn y todos los medios, desde charlas radiales, conferencias, impresos y
grupos de apostolados (93). Algunas instituciones de beneficencia como La
Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada por el presbítero Carlos Ulloa, y
respetables damas de sociedad como da Joaquina Jiménez, doña Luisa Morales y
la señorita María Barrantes destacaron en la fundación del Hospicio de Incurables y
en la creación del Hospicio de Huérfanos.
Las sociedades religiosas contaron con la competencia de diversos grupos de
mujeres caritativas de la alta sociedad, las cuales también se dedicaron a constituir
asilos, como el de Infancia. En este caso destacaron damas como Celina Fernández
viuda de Brealey, Cristina Castro de Keith, Julia Lang de Escalante, Angélica Barreto
y Carolina Dent.
Por otra parte, sociedades filantrópicas como La Gota de Leche, La Casa de
Refugio y la de Socorro de los Pobres Vergonzantes reunieron, igualmente, a las
más destacadas señoras y señoritas de la élite (94), que vinieron a competir con las
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sociedades católicas. Por ello la Iglesia de vez en cuanto se preocupaba por
distanciarse del filantropismo seglar (95).
A pesar de la oposicn ideogica y la emulación de funciones entre los
grupos filantrópicos los desenlaces tendían a reafirmar el orden social. Más que
pugna, el colofón de todos estos hechos tendían a consolidar un sistema de control
social en Costa Rica. Esto puede explicar que a veces en estos proyectos caritativos
se entremezclen figuras de diferente credo religioso, con adeptos masónicas o
anticlericales y de los más diversos profesionales. Así por ejemplo, en 1908, varios
intelectuales y personajes más heterogéneos entre escribieron para la Sociedad
de Señoras de San Vicente de Paúl cuentos, fábulas o narraciones con el fin de
elaborar un libro para ser vendido. El producto pecuniario sería regalado a los niños
menesterosos en la Navidad de ese año. La compilación de esas historietas llevó el
título "El Libro de los Pobres". En él los curas, masones, liberales, higienistas y
damas caritativas se unieron, a pesar de sus contiendas cotidianas, para recrear un
mundo ideal al tiempo que llenaban sus sentimientos filantrópicos (96).
En suma, la Iglesia por otros intereses y objetivos también colabo con la
persecusn de los curanderos. Estos conforme avanzaba el tiempo eran vistos no
sólo como charlatanes, sino que también se les endilgaban poderes perversos y
malévolos que alegaban a sus usuarios de la salud y el reino de Dios.
5- EPILOGO
En 1915, con motivo del fallecimiento del literato costumbrista Aquileo
Echeverría, en Barcelona, la Gaceta Médica de Costa Rica publicaba una de las
poesías más conocidas del famoso literato Aquileo, llamada el Curandero. En ella se
criticaban las prácticas curativas caseras, donde las amas de casa eran capaces de
dar cualquier remedio “... cuanto me disen que es bueno”. Si fracasaban las
rutinas hogareñas y comunales se recurría al curandero el que daba una complicada
receta como la que sigue:
“... restriegue unas daguiyas
y unas hojas de culandro,
y un poco de juanilama,
y cuatro cabezas de ajo,
le mescla flor de senisa
y unas benas de tábaco,
lo pone a todo coser,
ojalá en traste de barro,
y luego con un olote
le flotan el espinado, ´
hasta que enronche el peyejo
y se ponga colorao,
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después le pasa el untijo
y lo abriga bien en trapos.
Y diay le atoya una ayuda
de romero con guarapo,
y en cada uno de los oídos
me le ba a poner un taco
de boñiga con mostasa
¡Bos lo que tenes es pasmo! ( 97)
Al igual que el relato de Jenaro Cardona, el poema de Aquileo Echeverría
termina con un alto grado de ironía y sarcasmo; mordacidad que no sólo se
encontraba en la literatura, pues como hemos visto permeó los más diferentes
sectores y espacios. En casi todos ellos se pretendía desacreditar a la medicina
hogareña y herbolaria acentuando el poder de la terapéutica.
En ese marco podemos esbozar algunas conclusiones generales. En primer
lugar debemos señalar que el desarrollo de la medicina no fue tan pacífico y
reposado como usualmente es presentado. A decir verdad fue todo lo contrario. Las
transformaciones que se dieron con la aplicación de la terautica liberal
acrecentaron el conflicto existente entre las clases dominantes y los sectores
populares. En especial, porque la oligarquía cafetalera buscó con la medicina
morigerar y civilizar al resto de la sociedad para preservar su posición social. De
acuerdo a esto podemos afirmar que los avances médicos se dieron en un contexto
de lucha social.
En segundo lugar, los médicos procuraron erradicar los supuestos males
como la soltería, los remedios herbolarios, el curanderismo y las enfermedades de la
sangre, entre otros. Esta tarea, en algunos casos llevada hasta extremos delirantes,
se entremezcló con el empeñó de la clase dominante por perfeccionar y multiplicar a
lo que ellos denominaban raza nacional. Sin embargo, ni los médicos ni la
terapéutica liberal formaron un aparato ideológico, como lo entendía Althusser (98).
Los galenos fueron parte de un sistema de control complejo, confuso y difícil de
aplicar. Complejo porque tuvo que depender de los intereses y objetivos de juristas,
clérigos, policías, legisladores, filántropos y trabajadores sociales, entre otros.
Confuso por que tuvo que lidiar contra las contradicciones que tenía su propio
gremio. Así como adaptarse a las necesidades de los juristas y legisladores en
asuntos tan complejos como fueron la reforma penal y de los nosocomios.
Finalmente difícil de aplicar porque tuvo que lidiar con las costumbres populares, y
aún en los casos en que parecían que triunfaban sus principios, estos eran
ingeniosamente pervertidos por los sectores populares.
La terapéutica liberal se procu aplicar desde la década de 1860, pero fue
hasta finales del siglo XIX que esta triunfó. Casi todos los médicos que han
historiado esos orígenes han procurado ensalzar con relatos casi épicos la génesis
médica. Esto ha hecho que la historia de la medicina esté envuelta con un aire
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bucólico y con una evidente intención de idealizar el pasado, despreciando los
métodos curativos populares y por ende, menospreciando la lucha social que se dio
durante la aplicación de los nuevos tratamientos. Contienda que ha tratado de ser
exaltada en este artículo.
Citas
1. El suscrito quiere agradecer y reconocer los aportes y comentarios de Carlos
Herndez, Carlos Naranjo, Iván Molina, Eugenia Rodríguez, Steven Palmer y,
muy especialmente, a José Daniel Gil y Alex Montero. Este trabajo fue
financiado por el CIHAC como parte del proyecto de historia cultural, dirigido por
el Msc. Iván Molina. Cualquier comentario por favor dirigirlo al correo electrónico
jmarinφcariari.uc.ac.cr.
2. Cardona, Jenaro. El curandero. En Ramos, Lilia. Júbilo y pena del recuerdo.
San José, Costa Rica. Editorial Costa Rica. 1965, p. 122. De todos los relatos
el más premiado y reconocido fue “El Curandero”, su fama ha llegado incluso
hoy en día, pues es tema de discusión obligatoria en los colegios y en el examen
de V año. Según Abelardo Bonilla, se trata de una pieza narrativa con gran
“...verdad realista y con una aguda observación del campesino”. Bonilla,
Abelardo. Historia de la literatura costarricense. San José, Costa Rica.
Universidad Autónoma de Centro América-Stvdivm. 1981, p.144. Tal vez esa
visión de crítica a las prácticas tradicionales hizo que el relato de Cardona
perdure en el tiempo.
3. Cardona, Jenaro. El curandero ..., p.118.
4. Cardona, Jenaro. El curandero ..., p.123.
5. Los empíricos, como veremos más adelante, son personas que a pesar de
usar plantas y remedios caseros en las curaciones tienden a privilegiar la
aplicación de la farmacopea y los procedimientos propios de los médicos
titulados. Por su parte, los curanderos, a pesar de tomar algunas ideas y
drogas de la medicina profesional, tienen una peculiar predilección por las
prácticas herbolarias. A pesar de esta distinción, las autoridades, médicos,
clérigos, periodistas y legisladores tendieron a observarlos como simples
charlatanes o estafadores.
6. Un estudio reciente sobre la "civilización" de los sectores populares se haya en
Gil, José Daniel. Morigerando las costumbres. Canalizando las disputas. A
propósito de los conflictos en los pueblos heredianos. 1885-1915”. (inédito), p.7-
22.
7. Para una definición de la oligarquía como una burguesía cafetalera véase
Salazar, Orlando. “Sobre la Democracia liberal en Costa Rica (1889-1919)”. En
El Hombre y la sociedad en el mundo de hoy. Heredia, Costa Rica. Editorial
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Nueva Década-Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional. 1984,
pág. 96.
8. Dicha interrogante no es inútil. Los estudios de Rudé reconocen la asimilación y
la perversión de los valores dominantes llevada a cabo por los sectores
populares. Véase Rudé, George. Revuelta popular y conciencia de clase.
Barcelona, España. Crítica. 1981.
9. Diversos autores han denominado de diferente forma la unión de las tesis
eugenésicas, liberales, terapéuticas, higiénicas y de la antropología criminal en la
construcción del orden liberal-burgués. La investigadora An Taylor Allen llama
esa unión como ideología EUGENISTA (Taylor Allen, An. “Feminis, Veneral
Diseases and the State in Germy: 1890-1918”. En Journal of the History of
Sexualy. Vol. 4. No. 1. 1990, p. 27, 47.); Corbin por su parte la titula como
MISERIA SEXUAl (Corbin, Alain. Corbin, Alain. Les filles de Noce. misere
sexuelle et prostitution 19e siecle. Paris, Francia. Flammarion. 1982. Ibid.
“Pequeña Biblia de los venes esposos”. En Historias. No. 18. INAH. Méjico.
1987., p. 3); Willian French simplemente la bautiza como IDEOLOGÍA LIBERAL
(French, Willian. Prostitutes and Guardiam Angeles: women, work, and the
family in Porfiriam Mexico”. En Hispanic American Historical Review. vol 72.
No. 4. 1992, p. 529 ss); Beatriz Rubial la interpela como DISCURSO
POSITIVISTA (Rubial, Beatriz. “El control social y la policía de Buenos Aires:
1880-1920”. En Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana: Dr. E.
Ravignani. No. 2. 1990, p. 76).
Por nuestra parte, designamos este femeno como IDEOLOA LIBERAL-
TERAPÉUTICA. (Marín, Juan Jo. "Entre la disciplina y la respetabilidad. La
prostitución en la ciudad de San José: 1939-1949”. (Tesis de Licenciatura,
Universidad de Costa Rica). 1993.
10. Dávalos, Marcela. De las basuras inmundicias y movimiento. O de cómo se
limpiaba la ciudad de México a finales del Siglo XVIII. Méjico D.f. Méjico. Cien
Fuegos. s..f, p.34
11. González, Cleto. Obras Históricas. Tomo I. San Pedro, Costa Rica.
Publicaciones de la Universidad de Costa Rica. 1973. Antes de esas
disposiciones era costumbre de sepultar a los “ciudadanos principales” en la
misma Iglesia. Un breve pero interesante análisis sobre los ritos funerarios en
el siglo XVII se puede hallar en Velázquez Carmela. “Escogiendo Sepultura en
el Cartago del siglo XVII”. En Actualidades del CIHAC. No. 11. Julio. 1995,
pp-1-3. Los entierros dentro del templo ocasionaba muchos problemas. Como
cita el historiador Arnaldo Moya “ ... en ciertas estaciones del año eran
tantos los que se enterraban, que en algunas iglesias apenas podía
pisarse sin tocar sepulturas blandas y hediondas...”. Apud Moya Arnaldo.
El rito mortuorio en el Cartago dieciochezco. En Revista de Historia. No. 24.
Julio - Diciembre. EUNA-EUCR. 1991, p.35.
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12. Widmer, Rolf. Política sanitaria y lucha social en Tehuantepec. En Historia.
No.21. Octubre. 1988, pp.72.
13. Widmer, Rolf. Política sanitaria y lucha social en Tehuantepec..., pp.71-85.
14. Para el caso costarricense, véase Quijano, Alberto. Costa Rica ayer y hoy, 1800-
1900. San Jo, Costa Rica. Imprenta Nacional. 1940, p. 110.
15. Quijano, Alberto. Costa Rica ayer y hoy, 1800-1900...,p.110
16. Quijano, Alberto. Costa Rica ayer y hoy, 1800-1900...,p.110
17. Widmer, Rolf. Política sanitaria y lucha social en Tehuantepec...,p. 84
18. Según Rolf Widmer, las autoridades del istmo de Tehuantepec, para justificar el
elevado porcentaje de muertes de los vacunados, culpaban a los mismos indios.
Widmer, Rolf. Política sanitaria y lucha social en Tehuantepec...,p. 84
19. Quijano, Alberto. Costa Rica ayer y hoy, 1800-1900..., p.111.
20. Una anécdota familiar al respecto todavía resuena en las tertulias hogareñas.
Aproximadamente, en 1914 mi bisabuela llevó a su primogénito por un “ataque
de bichos” a un famoso doctor del distrito de Zapote. El médico,
aparentemente, equivocó la dosis y el niño murió, desde esa época hasta que
ella murió en 1977 se rehusó, hasta donde pudo, contar con la ayuda de los
médicos. Sus alumbramientos siempre estuvieron asistidos por una partera y
una sobadora de la comunidad. Eso si apoyada en la fe de San Ramón no
nato. Es más, ella misma fue una excelente sobadora de pegas y de golpes.
Para curar las enfermedades siempre prefirió los remedios caseros que la
peligrosa medicina del doctor; conocimiento que pasó a sus hijas y que aún
hoy en día ellas practican.
21. Mohs, Edgar. La Salud en Costa Rica..., p.38. Una biografía detallada sobre
Esteban Corti puede hallarse En Cabezas, Edgar. La Medicina en Costa Rica
hasta 1900..., pp.99-101. La idealización de la figura de Corti fue hecha a
principios de este siglo por el Doctor Vicente Lachner Sandoval. Al respecto
véase Gaceta Médica de los meses de setiembre, octubre y noviembre de 1902.
En esa revista el doctor Lachner extracta informacn de unos estudios suyos
editados en el libro “Costa Rica en el siglo XIX. Cfr. Gaceta dica. No.1
Octubre. 1902, p. 16.
22. Blanco, Ricardo. La mujer del Sargento. San Jo, Costa Rica. Editorial Costa
Rica. 1978, p.76-77.
23. Obregón, Clotilde. San José a comienzos del Siglo XIX. En Costa Rica
Colonial. San José, Costa Rica. Guayacán. 1989, p.181-182. Moya, Arnaldo.
Cultura Material y Vida Cotidiana. El entorno Doméstico de los vecinos
principales de Cartago (1750-1820). En Molina, Iván y Palmer Steven. Héroes
al gusto y libros de moda. Sociedad y cambio cultural en Costa Rica (1750-
1850). Editorial Porvenir Plumsock Mesoamerican Studies Cirma. 1992, pp. 12-
23
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24. Molina, Iván. Viviendas y muebles. El marco material de la vida doméstica en el
Valle Central de Costa Rica (1821-1824). En Avances de Investigación. No. 65.
Centro de Investigaciones Históricas. San José, Costa Rica. 1993, p.10-11
25. Una buena descripción de casas tradicionales, aunque sólo para el caso de
Heredia, se encuentra en Museo de Cultura Popular. Un lugar para recordar
vivir... y recordar. EUNA. 1994.
26. Ferndez, Ricardo. Costa Rica en el siglo XIX. Antología de Viajeros. San
José, Costa Rica. EDUCA. 1985, p.56.
27. Quaife, G.R. Magia y Maleficio. Las brujas y el fanatismo religioso. Barcelona,
España. Ctica. 1989, p.21.
28. Dentro de las pocas excepciones tenemos a Von Bülow, Tulio. Contribución a
la prehistoria médica de Costa Rica. En Revista Médica. No.83. Marzo.
1941, pp-440-445. Este investigador, con la ayuda del profesor Juvenal
Valerio, Director del Museo Nacional de Costa Rica, trató de interpretar a
través de las figuras y piezas indígenas las enfermedades y remedios
prehispánicos de Costa Rica.
29. Blanco, Ricardo. La mujer del Sargento..., p.113.
30. Blanco, Ricardo. La mujer del Sargento..., p.113-116.
31. Blanco, Ricardo. La mujer del Sargento..., p.113-116.
32. Blanco, Alfredo. Resa Histórica de la medicina en Costa Rica desde la colonia
hasta el siglo XIX. En Historia de la Ciencia y la Tecnología. Cartago, Costa
Rica. Editorial Tecnológica de Costa Rica. 1989, p.378. Unos análisis menos
estereotipados sobre esta etapa de la historia costarricense se encuentra en
Cabezas, Edgar. La Medicina en América. Antecedentes. San José Costa Rica.
Editorial Nacional de Salud y Seguridad Social-Caja Costarricense de Seguro
Social. 1990 y Ibid. La Medicina en Costa Rica hasta 1900. San Jo Costa
Rica. Editorial Nacional de Salud y Seguridad Social-Caja Costarricense de
Seguro Social. 1990; véase en especial los catulos I y II.
33. Enríquez, Francisco. El curandero de Moravia. En Actualidades del Centro de
Investigaciones Hisricas de América Central. No.5. Diciembre. 1994, p.1-2.
34. Blanco, Alfredo. Reseña Histórica de la medicina en Costa Rica..., p.386-389.
35. Blanco, Alfredo. Reseña Hisrica de la medicina en Costa Rica..., p.386-387.
36. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene del año 1821 hasta 1920. San José, Costa Rica. Imprenta
Nacional. 1921, p.111, 170.
37. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p.40-41.
38. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p.85.
39. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p.141.
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40. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p.142.
41. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p.177.
42. Una descripción de esta evolución fue realizada en 1921 por Luis Felipe
González Flores. Véase González, Luis Felipe. Historia de la influencia
extranjera en el desenvolvimiento educacional y científico de Costa Rica. San
José, Costa Rica. Editorial Costa Rica. 1976. En especial examínese la primera
parte, catulos 7 y 8; y de la segunda sección los capítulos I, II, IV, X, XV, XVII y
XXI.
43. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p.140.
44. Gaceta Médica No. 3. Octubre. 1900, p.57-64. Todavía en 1950, existía una
comunidad médica de origen centroamericana bastante grande (18%), los
galenos que se habían formado en Europa llegaban un 41%, los facultativos
graduados en Estados Unidos alcanzaban un 15%. Véase. Revista Médica de
Costa Rica. No.189. Enero. 1950, pp-20-21
45. Existe un gran desfase cronológico entre el Doctor Alfredo Blanco y Luis Dobles
Segreda. El primero señala que el 16 de octubre de 1879, los galenos se
agruparon en una asociación denominada Sociedad Médica Costarricense y un
año después publicaron la Gaceta Médica. (Blanco, Alfredo. Reseña Histórica de
la medicina en Costa Rica... ,p.392). Por nuestra parte, consignamos las fechas
dadas por Dobles Segreda (Dobles, Luis. Índice Bibliogfico de Costa Rica.
Higiene y Medicina. San Jo, Costa Rica. Librería e Imprenta Lehmamm & Cía.
1938, p.337).
46. Dobles, Luis. Índice Bibliográfico de Costa Rica. Higiene y Medicina..., p 338-
339.
47. Dobles, Luis. Índice Bibliográfico de Costa Rica. Higiene y Medicina..., p.340.
Incluso, tanto los médicos como reconocidos intelectuales se quejaban de como
el mismo Estado tendía a fomentar las prácticas ilegales de la medicina. Al
respecto se señalaba que ...durante la administraciones del General Guardia
y del General Ferndez, a pesar de las persecuciones del Protomedicato
contra el enorme número de curanderos, se dió patente de empíricos para
curar, a un buen mero de aquellos, sin que el Gobierno exigiera garantía
alguna de parte de los agraciados, casi todos de una ignorancia extrema
(en 1882 y 1883 no más, se autorizaron cinco empíricos). Es cierto que se
trataba de licencias circunscritas a determinados circuitos donde se
carecía por completo de médicos, pero sabido es que esta clase de
restricciones nunca se respeta y por otra parte el pueblo ha adquirido una
mala enseñanza, difícil de exterminar. En vano se ha recurrido repetidas
veces a los tribunales, tanto del Protomedicato como de particulares, con
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acusaciones criminales contra los abusos y delitos de los curanderos, cada
vez que los auxilios de estos parásitos de la profesión han sacrificado
alguna vida, lo que por desgracia es bien frecuente...” ase Quijano,
Alberto. Costa Rica ayer y hoy..., p. 135.
48. Este es el caso de La Prensa Libre, diario que el 17 de setiembre de 1890
sugería la lectura de una revista de higiene colombiana que prevenía sobre
algunas enfermedades que se podían adquirir en las peluquerías. Véase Prensa
Libre. 17 de setiembre de 1890, p.2.
49. La Prensa Libre. 23 octubre. 1890, p.2.
50. La Prensa Libre. 23 octubre. 1890, p.2
51. La Prensa Libre. Sábado 25 de Octubre. 1890, p.1.
52. Prensa Libre. 26 de octubre, 1890 p.3
53. Prensa Libre. 29 de octubre. 1890, p.1.
54. El historiador Mario Oliva ha revelado, para el movimiento artesanal y obrero la
importancia de los periódicos en la formación de identidades. Véase: Oliva,
Mario. Artesanos y obreros costarricenses (1880-1914). San José, Costa Rica.
Editorial Costa Rica. 1985).
55. Dobles, Luis. Índice Bibliográfico de Costa Rica. Higiene y Medicina..., p.337-383.
Sobre la importancia de las revistas para la comunidad científica nacional, La
Gaceta Médica de Costa Rica decía, no sin una indiscutible dosis de verdad, que:
"...La prensa periódica [con respecto a las malas prácticas que el pueblo
adquirió por educación y herencia], la gran maestra de las sociedades, las que
educan e instruyen mejor y más rápidamente, leyendo, en medio de las
faenas de la vida, hoja diaria, la revista periódica, que no en las pesadas
páginas del libro” (p.311).
56. Gaceta Médica de Costa Rica. No. 3. Octubre. 1900, pp. 62-67.
57. Dobles, Luis. Índice Bibliográfico de Costa Rica. Higiene y Medicina..., p.311.
58. Gaceta Médica. No.32. Mayo. 1916, p.375
59. Alfaro, Anastasio. “Doscientas plantas medicinales de Costa Rica”. En
Ciencia. No.19. Febrero. 1931, pp.12-20. El ensayo se publicó en
pequeños artículos a través de diversos números.
Un caso verdaderamente interesante fue el Licenciado Manuel Quirós Calvo,
quien obtuvo ayuda de directores y maestros de escuelas rurales, en especial
de los cantones de Alajuela y Guanacaste. En este caso, Quirós apercibía al
lector manifestando: “Hasta el momento mi trabajo se reduce a la
recopilación y determinación de sus plantas, que serán, a no dudarlo,
objeto de estudios ulteriores en cuanto a sus propiedades terapéuticas,
de positivo beneficio para el país” (Véase-. Quirós, Manuel. “Contribución al
Estudio de las Plantas Medicinales de Costa Rica”. En Ciencia. No.1. Julio
1936, p.4-11)
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60. AL respecto véase “La miel blanca de abeja: remedio maravilloso”. En Hojita
Parroquial. 27 de Marzo 1938, p.50; “El plátano cura la tuberculosis”. En Hojita
Parroquial. 12 de junio 1938, p.105.
61. Véase. Ciencia. Nos. 3-4. Junio-julio. 1935, p.25.
62. Althusser, Louis. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. En La filosofía
como arma de la revolución. Méjico D.F. Méjico. Cuadernos de Pasado y
Presente. 13 ed. 1983, pp.97-142.
63. Gil, José. Homicidio, Asociación y Conflicto en la Provincia de Heredia, 1885-
1915. (Tesis doctoral en Historia. Universidad Autónoma de Barcelona.
Bellatera Barcelona, España. 1994); Naranjo, Carlos y Solano Mayela. “El
delito en San José, 1870-1900. Un intento de análisis histórico social del delito
(Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica.
1989); Rodríguez, Eugenia “Tiyita Bea lo Que me Han Echo”. Estupro e
Incesto en Costa Rica (1800-1850). En El paso del cometa... y Palmer,
Steven. Pánico en San José. El Consumo de Heroína, la Cultura Plebeya y la
Política Social en 1929. En En El paso del cometa...
64. Un análisis teórico sobre esta imbricación véase: Findlay, Mark. Para un
análisis de los mecanismos informales de control social. En Revista Poder y
Control. No. 1. Editorial PPU. 1987, pp. 21 ss.
65. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p. 59.
66. Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares referentes a
medicina e higiene ..., p. 69; Oficial. Código Sanitario. San José, Costa Rica.
Secretaría de Salubridad y Protección Social. 1943, p.43.
67. Véase Ortiz, Bienvenido. Compilación de Leyes, Decretos y Circulares
referentes a medicina e higiene .
68. Palmer, Steven. Confinement, Policing and the Emergence of Social Policy in
Costa Rica, 1880-1935. En Salvatore, Ricardo y Aguirre, Carlos (eds) The Bird
of the penitentiary in Latin American. Essays in Criminology, Prision Reform
and Social Control (1830-1940). Austin, Tejas. University Texas Press. 1996.
Es evidente que muchos abogados se preocuparon por preservar el orden
liberal. Con la creación del Colegio de Abogados en 1881, dicha inclinación se
hizo más evidente. Así por ejemplo, si se observan las 264 tesis que se
defendieron entre 1881 y 1935, se encontrará que un 22% analizaron tópicos
relacionados con la política, sea interna o externa, un 17% examinaron asuntos
económicos, un 14% inspeccionaron la materia social, un 6% estudiaron
cuestiones administrativas, un 20% inspeccio la materia judicial, como la
jurisprudencia, además, un 19% estudió temas más específicos como los delitos
y las penas. (19%). El resto del porcentaje consistía en trabajos que rastrearon
los más diversos temas Dobles Segreda (Dobles, Luis. Índice Bibliográfico de
Costa Rica... Tomo VIII, p.303-242.
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69. Palmer, Steven. Hacia la “automigración”. El nacionalismo oficial en Costa
Rica. 1870-1930”. En Taracena A. y Piel, J (compiladores). Identidades
nacionales y Estado moderno en Centroamérica. EUCR. San Pedro, Costa
Rica. 1995, P. 75-85.
70. Badilla, Patricia. “Ideología y Derecho: El espíritu mesiánico de la Reforma
Jurídica costarricense (1882-1888)”. En Revista de Historia. No.18. EUNA-
EUCR. Heredia, Costa Rica, p.188.
71. Un análisis de esos impresos se puede hallar en Marín Hernández, Juan José.
“Biblias de la Higiene. Las cartillas terapéuticas en Costa Rica (1864-1949)”.
(mimeografiado pronto se publicará en la revista Nuevo Humanismo, de la
Escuela de Estudios Generales, Universidad Nacional).
72. Alfaro, Anastasio. “Colonia Agrícola Penitenciaria”. En Arqueología Criminal.
San José, Costa Rica. ECR. 1961, p. 148.
73. Alfaro, Anastasio. “Colonia Agrícola Penitenciaria”..., p. 149. Una descripción
de las condiciones del presidio se puede hallar en El Foro. No.11. Marzo.
1900, p.197.
74. Esta unión llevó a propuestas dramáticas, como fue el propósito de castrar a
los criminales. Uno de los defensores de tan enérgica medida fue el Doctor
Gonzalo Valenzuela. Entre los diversos argumentos que expuso destaca uno
en el que señalaba que: “...los hijos del criminal nato ó refractario, su
prole en general, como lo prueban las estadísticas, son desde todos los
puntos de vista carentes en absoluto de principios sanos y de tendencias
provechosas, son plasmodios criminales expuestos al contacto más
mínimo, á efectuar y á conservar la forma del criminal real ... que
podemos decir de los dementes, epilépticos ó idiotas, ¿qué puede ser el
fruto sexual de uno de estos infelices, por entero desprovistos de
inteligencia, iniciativa y fuerzas materiales?... Cfr. Gaceta Médica. No.2.
Noviembre. 1909, p.27. La castración no fue aplicada, aunque para evitar los
males que degenerarían a la raza se procuró adecuar el certificado prenupcial.
Para una descripción detallada de esta medida véase: Amador, José. “Algo
más sobre el Certificado Prenupcial”. En Revista Médica. No.51. Julio. 1938,
pp. 250-253.
75. González, Gonzalo. “Breve estudio histórico sobre el quehacer médico-
psicológico en Costa Rica”. En La psiquiatría y la psicología en Costa Rica. San
José, Costa Rica. Editorial de la Universidad Nacional Estatal a Distancia. 1979,
pp.147.
76. González, Gonzalo. “Breve estudio histórico sobre el quehacer médico-
psicológico en Costa Rica”..., p.152 y 182 bis.
77. Un análisis interesante sobre las diferentes concepciones de la institución policial
se halla en Walker, Samuel. “The police and the commuty. Saraton,
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Pennsylvannia (1866-1884) a test case”. En American Studies. No.1. Vol.19.
Sprim. University of Kansas. Kansas, Estados Unidos.
78. Al respecto existe un análisis atractivo hecho por Kirk, Julia. “Urbanization,
Crime, and Policing. Buenos Aires 1880-1940”. En Johnson, Lyman (editor) The
Problem of Order in Changing Societes. Essays on Crime and Policing in
Argentina and Uruguay. University of New Mexico Press. Albuquerque, Estados
Unidos. s.f., p. 70-78.
79. Fontana, Josep. "Bastardos y ladrones". En Revista de Occidente. No. 45.
Febrero. Madrid, España. 1985, pp.83-84.
80. Gil, José. “Sistema Penal: Una forma del Control Social”. (idito), p.9.
81. Según los criterios de la cnica de análisis de contenido, el gráfico debe leerse
con precaución, pues las unidades de análisis no son uniformes. Véase López,
Eduardo. El análisis de Contenido. En García, Manuel. El análisis de la realidad
social. Métodos y técnicas de investigación. Madrid, España. Alianza
Universidad. 1986, p.375 ss.
El gráfico fue construido con los títulos o las secciones principales de los
siguientes manuales de policía: Reglamento de Policía de 1849 (ANCR.
Congreso. No.5448); Costa Rica. Reglamento de Policía, Salubridad, Seguridad
y Ornato de la ciudad de San José. San José. Tipografía Nacional. 1891; Costa
Rica. Compilación de las Leyes de Policía, disposiciones vigentes en 1891. San
José. Tipografía Nacional. 1891; Costa Rica. Reglamento de Policía de Orden y
Seguridad de la ciudad de San Jo de 1903. San José. Tipografía Nacional.
1912; Costa Rica. Manual para la Policía Judicial. San José. Tipografía
Nacional. 1910; Costa Rica. Manual para la Policía Judicial. San José.
Lehmann. 1929; Quesada Máximo. El Juzgamiento de las Faltas de Policía.
San José, Imprenta Nacional. 1940; y Costa Rica. Reglamento de la Guardia
Civil de 1958. San José. Imprenta Nacional. 1963.
82. Al respecto, véase Marín Hernández, Juan José. “Entre la disciplina y la
respetabilidad. La prostitución en la ciudad de San José: 1939-1949”. (Tesis
de Licenciatura en Historia, Universidad de Costa Rica). 1995, pp. 248-250.
Valverde, Luis. “Los inicios del Trabajo Social en Costa Rica: El padre
Herrera”. En Revista de Ciencias Sociales. No-56. Junio 1992. San Pedro,
Costa Rica. ECR, 1992, pp 43-50. Campos, Ivette. “La práctica Académica de
la Escuela de Trabajo Social: 1942-1990”. En Revista de Ciencias Sociales.
No-56. Junio 1992. San Pedro, Costa Rica. ECR, 1992, pp 51-62. Un
interesante estudio para el caso argentino fue realizado por Grassi, Estela. La
mujer y la profesión de asistente social. El control de la vida cotidiana. Buenos
Aires, Argentina. HVMANITAS. 1989.
83. Cfr. Cascante, José Rafael Pbro. “El empírico en medicina”. En Eco
Católico. No.22. Mayo 1939, 339
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84. Véase “Superchería”. En Ciencia. Nos.32-33. Setiembre - octubre. 1932,
p.3-4; y “Charlatanismo”. En Revista Médica. No.48. Abril. 1939, pp.179-
186.
85. Al respecto pueden verse los siguientes artículos: “Más sobre el espiritismo”.
En El Adalid Católico. No. 24. Diciembre. 1895, p.93-94; Rizoc, Régulo.
“Peligros del Hipnotismo”. En Eco Católico. No. 30. Agosto. 1898, p.329; Arié,
A. “Brujas y Brujerías”. En Hojita Parroquial. 14 de agosto de 1927, p.134; S.
J, R. “Los males del espiritismo”. En Eco Católico. No. 13. Julio. 1931,
p.206-208; Valenciano, Rosendo Pbro. “El espiritismo a la moda”. En Eco
Católico. No.10. Marzo. 1933, p.167; Arié, A. “Conversaciones sobre el
espiritismo”. En Hojita Parroquial. 17 de enero de 1937, p.11; Mata de Mora.
Superstición”. En Hojita Parroquial. 4 de abril de 1937, p.1; Troyo, Antonio.
“Superstición”. En Eco Católico. No. 5. Enero. 1949, p.71;
86. Al respecto véase “La miel blanca de abeja: remedio maravilloso”. En Hojita
Parroquial. 27 de Marzo 1938, p.50; “El plátano cura la tuberculosis”. En Hojita
Parroquial. 12 de junio 1938, p.105.
87. Cfr. Eco Católico. No.1. Mayo. 1931, p.12.
88. Eco Católico. No.1. Mayo. 1931, p.12.
89. Cfr. Hojita Parroquial. 13 de noviembre de 1938, p.195.
90. Cfr. Mata de Mora. “Difusión cultural sanitaria”. En Hojita Parroquial. 9 de
enero de 1938, p.8; Guillén, R. Ma. “Salubridad pública y moralidad pública”.
En Eco Católico. No.15. Abril. 1939, pp.242-243.
91. Cfr. Revista Médica. No. 49. Mayo 1938, pp.201.
92. Entre 1893 y 1939 hubo un incremento asombroso de parroquias, pues se
pasó de 51 a 94 en un lapso de 46 años. (Cfr. Mensajero del Clero. No. 75.
Noviembre de 1894, pp.27-31 y Eco Católico. No.5. Febrero 1940, pp75-76).
A dichas cifras habría que agregar el aumento de coadjutorias y oratorios, los
cuales son difíciles de cuantificar.
93. Al respecto es interesante observar los informes de las Conferencias
impartidas por la Sociedad San Vicente de Paúl (Eco Católico. No.182.
Agosto. 1891, p260-262); así como los datos que documentan la acción de las
juntas para la enseñanza religiosa (Suplemento Eco Católico. No.12.
Septiembre. 1890, pp47-48); Además hay que agregar que revistas como Eco
Católico tuvo tirajes anuales superiores a los 500 000 ejemplares entre 1931 y
1950)
94. Latin American Publicity Bureau. El Libro azul de Costa Rica. Estados Unidos.
1916, p.105-107.
95. Al respecto véase Pío Latino. “Filantropía y caridad”. En Eco Católico. No.25.
Abril. 1932, pp. 387-389.
96. Vargas Guillermo y Villegas Rafael. El Libro de los Pobres. San José, Costa
Rica. Tipografía de Avelino Alsina. 1908. Varios de los relatos presentes en ese
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libro fueron publicados en otros libros, folletos y revistas; así mismo fueron
difundidas en conferencias escolares o radiales. Este fue el caso de “Sobre el
alcoholismo” del Doctor Carlos Pupo. (pp 177-186)
97. Echeverría, Aquileo. “El Curandero”. En Gaceta Médica de Costa Rica.
No.18. Marzo. 1915, p.205.
98. Althusser, Louis. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado” ... , pp 97-142.