Resumen
Sabemos que el niño, antes de iniciar el proceso de educación formal, ya posee una serie de conocimientos y experiencias que le permiten interactuar con su medio.
La educación preescolar debe centrar sus esfuerzos en la consecuencia activa y creativa de aprendizajes, experiencias y conocimientos previos que, en su mayoría, son exteriorizados básicamente por medio de la lengua; recae sobre la escuela la titánica tarea de proporcionar su enriquecimiento y de ofrecer los mecanismos adecuados para su adquisición.
Concretamente, la enseñanza de la lengua en la educación preescolar debe basarse en la exploración del código oral –vocabulario, morfosintaxis, fonología, discurso- y en consecuencia, en el dominio de las destrezas escuchar, hablar y entender, como lo afirman Marcos Marín y Sánchez Lobato: “El dominio gradual y creciente de las destrezas hablar- entender redundará en beneficio de la lectura y, por supuesto, en el de la escritura. Hoy ya nadie ignora que el mayor o menor éxito en el aprendizaje de la lectura y de la escritura está fuertemente condicionado por el estado de desarrollo que se tenga en el proceso de adquisición del lenguaje oral. No es ningún secreto que el niño tiene que dominar en su expresión oral las estructuras lingüísticas y el vocabulario que le van a ser presentados para que aprenda a leer: la utilización de estructuras desconocidas y del léxico extraño harán del ejercicio un fracaso total.