Resumen
Con frecuencia se escucha a madres y a padres de la familia expresar la preocupación que les causa la función educadora que deben cumplir en la formación de las nuevas generaciones, función para la cual no sienten tener la preparación, condiciones ni herramientas adecuadas. “La crianza de los hijos es la profesión más difícil y para la cual no se tiene ninguna preparación. Nadie nos enseña a ser padres”, es una afirmación muy común y que nos lleva a cuestionarnos: ¿Quién prepara a las personas para la vivencia familiar? ¿Le corresponderá a otras instancias educativas asumir esa acción? ¿O será más bien un aprendizaje que se inicia y se adquiere fundamentalmente en el grupo primario de relaciones, o sea la familia, cualquiera sea su organización y estilo?
La premisa básica de este artículo es que la familia es, en primera instancia, la formadora, moldeadora y educadora por excelencia de las nuevas generaciones. Para Virginia Satir (1988) la familia es la “fábrica de personas” que se valgan por sí misma, pueden armar profundamente, hacer frente a las demanda de la vida, mantenerse en contacto tanto con su propia ternura como con su propia fortaleza, conocer la diferencia entre ambas, y en consecuencia luchar eficazmente por alcanzar sus metas.