Publicación semestral. ISSN 2215-4906
Volumen 84 – Número 2
Enero – Julio 2025
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Reconocimiento-No comercial-Sin Obra Derivada
Allure Spinoza
Sororal
Sororal
DOI 10.15517/es.v84i2.59037
Obras artísticas
. Revista de las artes, 2025, Vol. 84, Núm. 2, pp. 257-263 ISSN 2215-4906
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Sororal
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Allure Spinoza
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Tecnológico de Monterrey
Nuevo León, México
Recibido: 19 de febrero de 2024 Aprobado: 01 de septiembre de 2024
I
Marla está sentada en la sala. Afuera hay una manifestación de varones. Entra Nina.
NINA: ¿Ya cambiaste de opinión?
MARLA: Nunca.
NINA: Sé sensata: acuérdate de Mirta.
MARLA: ¿Cómo diablos podría olvidar una cosa así?
NINA: Es lo que yo digo, pero como insistes en lo mismo pareciera que no
tienes memoria.
MARLA: Es por eso que tengo prisa. (Pausa) ¿Tienes hambre?
NINA: ¿Eso qué tiene que ver?
MARLA: ¿Tienes hambre o no?
NINA:
MARLA: ¿Que si tienes?
1
Posdoctorante en el Tecnológico de Monterrey, México. Doctora en Estudios del Desarrollo por la
Universidad Autónoma de Zacatecas, México. ORCID: 0000-0002-9852-8342. Correo electrónico:
angeles.ortiz.espinoza@tec.mx
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NINA: ¡Ya te oí! Siempre tengo hambre, sabes que siempre tengo hambre.
MARLA: Pedimos pizza, entonces.
NINA: No quiero pizza.
MARLA: ¿Por qué no? Por Dios, te matas de hambre todo el día, todos los días. Por un
pedazo que comas, no te vas a poner más bodoque, menos tampoco, pero
no más y, en tu caso, eso es lo que importa.
NINA: Quiero pizza tanto como tú un hijo; la diferencia es que, para mí, es bueno no
tragarme la pizza, pero, para ti, no tener el hijo
MARLA: ¿Q? No tener el hijo, ¿qué?
NINA: Si bien te va, vas a acabar como una loca ermitaña, pero si te va mal, termina-
rás como tu otra hermana.
MARLA: ¡Y tuya también! Que no se te olvide.
NINA: ¡A ella se le olvidó primero! Pudo haberme ayudado y en vez de eso… Se me-
rece lo que le pasó.
MARLA: Deja de hablar: siempre fuimos las tres.
NINA: Yo estoy de tu lado, Marla, yo siempre he estado de tu lado.
MARLA: Entonces, vamos a pedir una pizza.
NINA: ¡Cómo jodes! Ni siquiera va a llegar.
MARLA: ¿Por qué no?
NINA: ¿No escuchás? Estos tipos tienen secuestrada la calle: por nuestro derecho a
decidir sobre nuestros espermas. ¡Qué estupidez!
MARLA: ¿Te parece? Son… los padres.
NINA: ¿Tú les preguntas a tus amantes si puedes tomar pastillas anticonceptivas?
MARLA: Por supuesto que no.
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NINA: ¡Ahí está! Es estúpida su manifestación.
MARLA: Tomar pastillas es muy distinto a abortar, ¿no crees?
NINA: Qué retrógrada eres, Marla, retrógrada e incoherente: no estábamos hablando
de tus ganas de tener un hijo.
MARLA: Pero en mi caso no hay ningún padre al que considerar.
NINA: Claro, ni siquiera sabes de quién es.
MARLA: Y no tendría por qué saberlo. Ya a nadie le importa a quién o qué te cojas. No
entiendo por qué lo de los hijos sigue siendo relevante. ¿Sabías que ya hay
úteros de plástico?
NINA: Obviamente lo sabía, siempre estoy al tanto de esas cosas, pero son caros
y parece que no con todas las células funcionan. (Pausa) Dámelo a mí.
MARLA: ¿Qué?
NINA: Al bebé. Dámelo a mí. Sabes que yo lo quiero; lo queremos los dos.
MARLA: Si pedimos la pizza, hablamos del bebé.
II
MIRTA: Nina tiene una cicatriz en el labio porque siempre se lo mordía para evitar
comer. Su cintura tendía a ensancharse con extrema facilidad. Marla y yo
sabíamos que ponía todos sus empeños en soportar las ansias de tragarse
cualquier cosa tan deliciosa como alta en sodio, colesterol y glucosa. Noso-
tras siempre fuimos delgadas y se nos hacía fácil joder a Nina porque siempre
fue gorda. Eso le molestaba por el sudor: sudaba todo el tiempo, aunque
estuviese helando; quería ser esbelta para no sudar tanto. Nosotras no la ayu-
damos nunca, más bien conjurábamos en su contra para que le costara más
trabajo el régimen de cero carbs que pretendía seguir. Marla siempre quería
pizza y siempre la engañaba para que se la comiera toda hasta que Nina
empezó a vomitar y, de tanto hacerlo, le salió una úlcera en la faringe que se
volvió cáncer. Le tuvieron que cortar un pedazo de garganta de la que solo
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quedó la cicatriz, una que hacía que la de la boca pasara inadvertida. Durante
meses solo pudo comer batidos y adelgazó, aunque no sé si dejó de sudar
tanto… Yo solo miraba, las miraba y procuraba ignorarlas a las dos. Yo hice
lo mío y me fui de la casa en cuanto pude; me gustaba estar sola; las cosas
vivas me causaban repulsión. Casi no veía a mis hermanas, pero cuando lo
hacía solo las escuchaba quejarse una de la otra, así que me alejé más y más
y más. No entendía por qué seguían viviendo juntas; hubiera pensado que
era por dinero, pero a las dos les iba bien en ese asunto. Fue hasta que Nina
se casó que al n hicieron sus vidas por separado. Luego vino lo de los hijos:
Nina quería un bebé, pero su útero parecía tan ineciente como su intestino
y no logró embarazarse mientras yo vivía; ella no, pero yo sí. Yo no quería un
bebé y no me atrevía a decir nada; sentía que era como hacerle tragar una
pizza. Lo malo es que me di cuenta tarde de mi estado. Me pasé de las sema-
nas debidas y en ninguna clínica formal quisieron hacerme el aborto. Decían
que ya no había nada que hacer, que a esas alturas era ilegal y que la opción
era tenerlo, que sería bueno considerar dárselo al padre o entregarlo a algún
hospicio. Pero, al igual que Marla, yo no quería tener que pasar el embara-
zo, yo no quería estar gorda y sudar como Nina cuando adolescente. Una
amiga me dio una tarjeta. Fui a la dirección en ella y, en efecto, en ese punto
de la gestación ya todo era peligroso: la hemorragia no se detuvo una vez
comenzada la succión de mi útero.
III
Nina está sentada en la sala mirando su teléfono celular; bosteza. Entra Marla con un
ya pronunciado vientre.
MARLA: ¿Sueño?
NINA: Es el calor.
MARLA: Y la grasa extra que te quedó, supongo. ¿Todavía sigues sudando
como puerco?
NINA: Los puercos no sudan.
MARLA: Ya sé; tranquila, solo te estoy molestando.
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NINA: No sería raro.
MARLA: ¿Qué ves?
NINA: Tonterías. Resulta que estos tarados están por conseguir lo que querían:
habrá una reserva plausible para practicar un aborto si el padre solicita la
conservación del feto.
MARLA: Pero aún no pasa la iniciativa, ¿o sí?
NINA: No, pero seguro lo hará: hoy en día todo se aprueba… ¿Cómo estás?
MARLA: Gorda, ¿no ves? Hasta parecemos hermanas.
NINA: Te ves bien.
MARLA: No me puedo ver bien, Nina. Lo bueno es que es temporal. Cuando nazca y
te lo lleves tendré tiempo de ponerme en forma. Por cierto, ¿tienes hambre?
¿Q uie re s…?
NINA: ¿Pizza?
MARLA: , pizza, pero con triple queso.
NINA: Eres la mejor hermana de las tres.
MARLA: (Golpeando ligeramente su vientre) Pero no la más sensata.
Pausa. Ambas observan el vientre de Marla.
NINA: Pensé que el olor a grasa te provocaba náuseas.
MARLA: , a veces. Igual no importa. De todas formas, te la vas a comer tú.
NINA: Quizá, aunque creo que ahora no me vendría bien. Debo comer sano.
MARLA: Eso aplica para todos, pero, por una vez que comas pizza, no te vas a
ensanchar más.
NINA: Me voy a ensanchar de todas formas.
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MARLA: ¿De qué hablas?
NINA: Estoy embarazada.
MARLA: ¿Qué?
NINA: Eso, que estoy embarazada.
MARLA: Claro que no: tu útero no sirve.
NINA: Eso creíamos todos, pero resulta que después de intentar con úteros plásti-
cos y arrendados, y tratamientos innitos, lo único que necesitaba era coger
al natural.
MARLA:
NINA: ¿No me felicitas? Vas a ser tía… y madre, claro.
MARLA: Eso no cambia nada, Nina, eso no puede cambiar nada.
NINA: Lo cambia todo, Marla, todo. Para empezar, mejor no pedimos pizza; ya no
necesito a tu bebé.