Dossier | Mujeres y humanismo: reflexiones, críticas y aportes
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ISSN 1659-331
Por su parte, el humanismo plantea el valor del ser humano como aspecto fundamental,
pero ese valor implica una concepción de mundo, una perspectiva, alrededor de la cual se
teje y manifiesta el pensamiento de Merenda: una defensa a ultranza de su mundo, el de la
selva, en su relación armónica con los animales, con la flora, con su espacio vital. Y dentro
de ello de igual manera establece, desde esta perspectiva, un compromiso con la
búsqueda de una verdad, de su verdad.
Al lado de ello, la naturaleza se convierte en ser vivo, en espacio de encuentro de flora y
fauna, de las cuales va aprendiendo y disfrutando Francis. Su viaje de conocimiento es
también de apropiación de nuevas experiencias, de enriquecimiento en torno a lo que
representa un mundo distante y diferente, del cual Merenda es precisamente el personaje
que termina por insertar a este en ese espacio que se le convierte en el mundo idealizado.
La niñez y la cercanía de Merenda a su adolescencia dejan en Francis la idea de una mujer
hermosa, de la cual se enamora de inmediato. Pero su relación con la naturaleza, el
entorno paradisíaco que representa la selva, y la comunión de esta para con ella, terminan
por convencer a Francis de que aquella criatura especial es la mujer con la cual añora y
anhela pasar su vida. La belleza de esta entra en armonía con la majestuosidad que le
representa el entorno en el cual se mueve.
Merenda se convierte en la promesa, lo cual la asimila al mundo en el cual ha crecido,
pues ya Francis ha dispuesto construir su espacio vital en un medio como este. La
aparición de la joven mujer representa la culminación de su búsqueda y el fin de su
travesía. En ese mundo de supersticiones, de peligros y de encanto, poco a poco se irá
Recordaba las muchísimas veces en que, mientras vagabundeaba por dos
continentes recogiendo diversos productos vivientes de sus bosques y estepas,
había contemplado desde el paso de una elevada montaña un lindo valle
abrigado con tal seguridad entre impenetrables alturas que parecía más allá del
alcance del tiempo; o se había detenido en la cuesta de un sendero para mirar a
través de una fértil planicie cierta aldea tranquila de paredes encaladas y techos
rojos, reposando serenamente en la distancia entre huertos y maizales; y al ver
aquello, su espíritu se entusiasmaba con la suposición de que aquí al fin
reconocía la tierra prometida. Luego, tras una larga pausa contemplativa, solía
reanudar la marcha con la esperanza de que tras años de vagabundeo estaba a
punto de entrar en la utopía de sus sueños. Su aguda imaginación poblaba la
encantadora escena de humanos más felices que los que conociera hasta
entonces, de mente más elevada y aspecto más noble, más generosos con sus
vecinos, amables con los animales que dependían de ellos; hombres y mujeres
que habían aprendido a vivir con simplicidad pero bellamente de los productos
de su propia labor, y en armonía con las criaturas libres que les rodeaban. Si
encontraba esta bendita gente con cuya existencia había soñado tan a menudo,
él terminaría su vida errante para morar entre ellos y llegar a ser uno de ellos, si
ellos lo encontraban digno de serlo. Él, que por largo tiempo había estado solo y
sin hogar haría su casa, y quizás escogería a la compañera de subida y se ganaría
el sustento, simple y humildemente con sus propias manos o el producto de su
tierra. (Skutch, 1997, pp. 9-10)
Revista Estudios, 2022
| Julio 2022
Merenda y la selva como espacio idílico-amoroso
| Alvarado Vega, Óscar Gerardo