Este artículo explora el alcance social del movimiento Me Too en el marco de la
estructura del poder social y la industria de consumo. Para ello, se hace referencia
a los cambios sociales acaecidos en las décadas de 1960 y 1970 y su relación con la
destradicionalización de los patrones culturales y sociales, la implicación que
tienen los valores morales dentro de las relaciones de productividad y las fuerzas
sociales, el papel que adquieren las masculinidades y feminidades dentro de los
márgenes de la relacionalidad colectiva y los procesos de integración. Se concluye
que las bases del Movimiento resultan insustanciales en temas de representación
colectiva dado que las mayorías quedan relegadas frente al poder y posición que
ocupan las minorías dentro de la sociedad patriarcal-capitalista.
Palabras clave: Me Too; poder social; industria de consumo; fuerzas sociales;
representación
RESUMEN
ABSTRACT
This essay explores the social reach of the Me Too movement within the
framework of the social power structure and the consumer industry. To this end,
reference is made to the social changes happened in the 1960s and 1970s and their
relation with the detraditionalisation of the cultural and social patterns, the
implication of moral values within productivity relations and social forces, the role
that masculinities and femininities acquire within the margins of collective
relationally and integration processes. It is concluded that, the bases of the
Movement are insubstantial in matters of collective representation because
majorities are relegated by the power and position of minorities in the patriarchal-
capitalist society.
Keywords: Me Too; social power; consumer industry; social forces; representation
Me too: a moment or a movement?
(pre) conditions, (in) equalities and social demands
ME TOO: ¿UN MOVIMIENTO O UN MOMENTO?
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ISSN 1659-331
Revista Estudios, 2022
| Julio 2022
La Revista Estudios es editada por laUniversidad de Costa Ricayse distribuye bajo
unaLicencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Internacional.
(pre) condiciones, (des) igualdades y demandas sociales
Alejandra Ramírez-Arce
Universidad de Costa Rica
San Pedro, San José, Costa Rica
alejandraramirezarce@outlook.es
https://orcid.org/0000-0003-4056-6765
Recibido:
Aceptado:
15 de octubre de 2021
10 de noviembre de 2021
Dossier | Mujeres y humanismo: reflexiones,
críticas y aportes
Dossier | Mujeres y humanismo: reflexiones, críticas y aportes
En este artículo se analiza de manera crítica el nacimiento, el impacto, los efectos y la
profundidad con el que ha acaecido el Me Too como Movimiento a partir de las demandas
sociales generadas por la alta y emergente viralización que obtuvo durante el año 2017
cuando la actriz Alyssa Milano lo popularizó. El marco cultural resulta importante al
considerar la sociogénesis y el cambio en los valores morales como puntos consustanciales
en la explicación del surgimiento y alcance del Me Too.
Tarana Burke, activista y fundadora del Me Too en la conferencia titulada “Me Too es un
movimiento, no un momento” y dirigida por TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño)
en la cadena de conferencias TEDWomen durante el mes de noviembre de 2018, explica
que el Me Too, lejos de ser un momento, es un movimiento que integra no solo a los
sobrevivientes de violencia sexual, sino a los defensores y promotores del apoyo colectivo
en pro de “derribar los ladrillos de la violencia sexual: poder y privilegio” .
Asimismo, apela al abandono que se hace evidente en los artículos suscritos a grandes
medios de comunicación digital e impresa, principalmente en Estados Unidos, respecto al
gran patrocinio que se les ha atribuido a las y los agentes sociales poseedores del poder;
olvidando e ignorando el papel de las víctimas. Así lo deja ver Burke:
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INTRODUCCIÓN: ORÍGENES DEL MOVIMIENTO ME TOO
“Me Too es parte de una visión colectiva
para ver un mundo libre de violencia sexual” 1
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Los medios han sido consistentes con titulares (…) que enmarcan este
Movimiento de maneras que hacen difícil sacar nuestro trabajo adelante y los
eruditos de la derecha y otros críticos tienen temas de conversación que quitan
el foco de atención de los supervivientes. Y de repente, un Movimiento que
empezó para apoyar a todos los supervivientes de violencia sexual ha sido
tachado de complot vengativo contra los hombres. (…) Pero seamos claros: este
es un movimiento sobre una de cada cuatro chicas y uno de cada seis chicos que
sufren abuso sexual cada año (…) va sobre el 84% de mujeres trans que sufrirán
abuso sexual este año y las mujeres indígenas que tiene un 3,5 más de
posibilidad de sufrir abuso sexual que cualquier otro grupo. O gente con
discapacidad que tienen 7 veces más de posibilidades de sufrir abuso sexual. Va
sobre el 60% de chicas negras como yo que experimentarán violencia sexual
antes de cumplir los 18 y de los miles (…) de trabajadores con bajos ingresos que
están sufriendo acoso sexual ahora mismo en trabajos que no pueden permitirse
dejar. (2018)
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Hace más de una década, en 2006, Tarana Burke fundó el movimiento Me Too como un
plan de acción a raíz de los casos de violencia sexual que sufría su comunidad. No
obstante, en 2017 el movimiento tomó un impulso inesperado cuando las denuncias
contra el productor cinematográfico de Hollywood, Harvey Weinstein, se rebosaron.
Weinstein, quien ha sido reconocido por películas como The King´s Speech (2010) y The
Artist (2011), fue acusado por violencia sexual el 5 de octubre de 2017 por más de 80
mujeres, entre ellas: Ashely Judd, Gwyneth Paltrow y Angeline Jolie , todas reconocidas
actrices de la industria de cine estadounidense y partícipes de grandes producciones
taquilleras a nivel mundial.
Después de declararse no culpable de los hechos y sostener que sus relaciones con las
víctimas se habían dado bajo mutuo acuerdo, la fiscalía de Manhattan enjuició a Weinstein
por dos casos de violación y uno de agresión sexual. A este caso se suman otras denuncias
de contenido similar que se dieron a conocer entre el 2017 y 2018, en las que destacan dos
mujeres y 195 hombres como responsables de perpetrar actos de abuso sexual, entre ellos:
Larry Nassar, George H. Bush, Mark Halperin, Don Shooter, James Franco, Sylvester
Stallone, Morgan Freeman, Jean Claude Arnault (en Suecia), Bruce Weber (denunciado por
15 hombres), Donald Trump, Andrea Ramsey y Asia Argento (quien lideró el Me Too) .
Si bien el Me Too ha suscitado un gran entusiasmo en redes sociales, muchas son las
críticas y debates que se han generado en relación con las propuestas iniciales
contempladas por el movimiento y aquellas que se abandonaron durante el proceso. En
especial cuando la frase “MeToo” se convirtió en un hashtag para hacer alusión al apoyo a
las denuncias emitidas por la élite del cine estadounidense. Por lo tanto, en aras de
explorar el alcance del Me Too, resulta indispensable plantearse las siguientes preguntas:
¿Cuál es la sociogénesis del Me Too como fenómeno social? ¿Qué aspectos caracterizan el
su marco cultural?
Dado que el conflicto por la viralización emergente del movimiento confluye en dos países
de corte hegemónico: Estados Unidos y Francia, este artículo revisa las líneas periodísticas
de Le Monde y The New York Times. Asimismo, considera la extensión y movilización
ocurrida en México, Argentina, Chile, Uruguay, Francia y demás países europeos a partir de
dos diarios de red internacional con perfiles ideológicos contrastantes: El País
(socialdemócrata) y La Izquierda Diario (socialista).
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Los cambios en las dinámicas sociales que se produjeron en las décadas de los años
sesenta y setenta constituyen un modelo importante para comprender las
transformaciones de las estructuras económicas, institucionales y culturales que
permitieron que diversos grupos se incorporaran a la dinámica social. Estos cambios
EN CONTEXTO: (PRE)CONDICIONES SOCIALES DEL ME TOO
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permitieron el surgimiento de acciones colectivas innovadoras que se tradujeron a
movimientos ambientalistas, de derechos civiles, estudiantiles, pacifistas, feministas, entre
otros que, impulsados por las nuevas perspectivas socioestructurales de la sociedad
occidental, abrieron caminos hacia la destradicionalización de instituciones como la
familia, la sexualidad y la educación.
Sobre esta base, es posible aproximarse desde la premisa que supone que la estructura
social mantiene una relacionalidad con el ideal social de una sociedad particular y se teje
de una misma linealidad con el clima cultural. Por tanto, los cambios sociales son
previsibles dentro de una sociedad porque existen conflictos entre las subjetividades y las
prácticas sostenidas por las y los agentes sociales. En la disposición estructural, sus
acciones y relaciones están definidas por posiciones objetivas, lo que posibilita la
reproducción de un orden social específico.
Aunque las transformaciones que surgen y se efectúan dentro de dicha estructura son
lentas y poco perceptibles, los sucesos ocurridos en 1960 y 1970 se caracterizan por su
celeridad y amplia perceptibilidad. “De hecho, los años sesenta fueron importantes no sólo
por el visible incremento de nuevas formas de participación política, sino también por el
cambio en las principales temáticas del conflicto” (Della Porta y Diani, 2011, p. 26). La
modernización capitalista desencadenó la expansión de la educación pública y superior,
así como un boom demográfico que permitió la consolidación de la clase media
emergente.
La nueva clase media, dentro de las dinámicas sociales adyacentes, está conformada por
sectores que trabajan y participan del sector de servicios, por lo que adquieren nuevos
roles y posiciones específicas en los estratos sociales. Asimismo, ejercen control sobre los
recursos organizacionales y profesionales sin poseer, paralelamente, los medios de
producción (Della Porta y Diani, 2011). Además, posee un nivel académico superior al de las
clases tradicionales; la anterior clase media y la clase obrera y
Esto explica cómo la maduración en los cambios estructurales y el debilitamiento de la
tradicionalidad cultural y religiosa favorece la expansión de las distintas formas de
participación social y cultural a través de los procesos de secularización.
Dada su competencia técnica y cultural y su posición económico-funcional, los
miembros (…) son más propensos a movilizarse en los conflictos (…), esto es, la
lucha contra los tecnócratas, el ejército, el aparato responsable del control social
y las agencias públicas o privadas relacionadas con la difusión de información y la
construcción de consenso. (Della Porta y Diani, 2011, p. 83)
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Los valores morales regulan las normas dentro de una sociedad, es decir, establecen, de
manera simultánea, los parámetros de aquello que se considera aceptable/inaceptable o
admisible/inadmisible, moldean las acciones de quien actúa bajo marcos culturales y
responden a las necesidades de los grupos sociales constituidos. En otras palabras, la
función de la moral es: abordar y resolver las irritaciones sociales y moderar el
funcionamiento social.
Un cambio en los valores morales implica la participación no solo a nivel individual, sino a
partir de representaciones colectivas que tengan por objeto alcanzar una transformación
en el clima cultural. Por lo tanto, en ausencia de estas posibilidades sociales, la persona
lejos de ser una reformadora activa se convierte en una precursora social.
El cambio social afecta el desarrollo cultural de las personas, ya que la cultura consiste en
los valores que posee un cierto grupo, las normas que siguen y los bienes materiales que
crean (Giddens, 1991). En este sentido, el Me Too surge como consecuencia del cambio en
la cultura del poder que han experimentado las sociedades occidentales, principalmente
las industrializadas. Estas condiciones han favorecido la reproducción de movimientos aún
más innovadores que los de hace cinco décadas ya que, ante las posibilidades sociales,
económicas y apoyados en los nuevos mecanismos de información, existen mayores
facilidades para elaborar y exponer denuncias.
Con esto, las movilizaciones adquieren un alto grado de simpatizantes que aprueban las
ideas compartidas y promueven su difusión. Este fenómeno se observa cuando el
“movimiento de mujeres internacional puso en foco, bajo una nueva luz, lo que antes
parecía natural: violencia, cosificación, discriminación” (Arduino, 2018, párr. 1). Las bases
asentadas crean nuevos sentidos y posibilidades que permiten el surgimiento de otras
manifestaciones -de gran similitud- en los demás países del orbe:
Si bien el Me Too nace con una idea clara y contundente de acabar con la violencia sexual
en el estado de Alabama, al expandirse no solo abarca países del continente americano. En
Australia, Francia, Suecia y China también aparecen grupos que muestran apoyo a las
consignas colectivas que les han permitido reconocer la penosa debilidad del sistema de
violencia y rebelarse en contra del condicionamiento social del ser mujer.
En Argentina, el movimiento Ni Una Menos en 2015, con un programa mínimo
pero con enorme potencia –paren de matarnos–, encendió una chispa que no
solo no se ha extinguido sino que sirvió de combustión para otras luchas contra
la desigualdad, para pelear contra los despidos (Ni Una Menos sin trabajo), [y]
para revitalizar el movimiento por la legalización del aborto (Ni Una Menos por
abortos clandestinos) (…).(Arduino, 2018, párr. 1)
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Si bien el Me Too nace con una idea clara y contundente de acabar con la violencia sexual
en el estado de Alabama, al expandirse no solo abarca países del continente americano. En
Australia, Francia, Suecia y China también aparecen grupos que muestran apoyo a las
consignas colectivas que les han permitido reconocer la penosa debilidad del sistema de
violencia y rebelarse en contra del condicionamiento social del ser mujer.
La gran cantidad de denuncias y testimonios emitidos por mujeres y hombres, así como la
urgencia que adquieren estas demandas en redes sociales a través de los hashtags:
“#NoEsNo”, “#YoTeCreo”, “#NoNosCallamosMás”, “#NiUnaMenos”, también conocido como
“#NiUnaMás” y “#Cuéntalo”, muestra como “La cultura en la que abusos -sexuales, de
poder- se sostenían con naturalidad entró en una crisis irreversible (…)” (Arduino, 2018, párr.
10).
No obstante, en medio de las transformaciones de voces y subjetividades se han
desarrollado críticas y debates que cuestionan las limitaciones del Me Too, los encuentros-
desencuentros en términos de igualdad y solidaridad, el cambio social que ha implicado
respecto a las masculinidades y feminidades y cómo se perciben estas últimas en la
actualidad cuando las narrativas están latentes.
En México, al igual que en Argentina y Uruguay, el “#MeToo” concentró fuerzas colectivas
contra la violencia sexual que sufren, en mayor medida, las mujeres. Sin embargo, los
debates generados en torno a la visibilización de este tipo de violencia se ha reflejado
desde tres aristas: 1) la impunidad presente en las instituciones de justicia, 2) el
planteamiento de las estrategias más adecuadas para formular las denuncias y 3) la lucha
contra la burocracia que obstaculiza la resolución de cada uno de los casos (Pan y Rosas,
2019).
Es decir, las acciones concretadas por los sectores feministas se encuentran no solo en el
señalamiento contra las personas responsables de perpetrar la violencia sexual y su
encubrimiento, sino en la organización de luchas reaccionarias de un activismo que busca,
desde hace décadas, acabar con las altas y crecientes tasas de feminicidio, su legitimación
y reproducción estatal, así como la desigualdad económica, política y social. Desde esta
perspectiva, el reconocimiento de la violencia contra las mujeres es un logro no solo de un
país, sino también forma parte de una transformación colectiva globalizada.
De esta manera, la tendencia que emerge en América Latina apunta hacia la búsqueda de
una justicia social -alejada de la lógica punitivista compartida en Hollywood y Cannes- que
brinde transformaciones reales en un sistema parcial que se nutre de su poder
acumulativo. No obstante, la cosificación del cuerpo y la violencia sexual está presente y
forma parte de una red de silencio y ocultación sistematizada en los medios y las empresas
de producción cinematográfica, al igual que en Estados Unidos y Francia.
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El Me Too como fenómeno social funciona como mecanismo de deconstrucción en un
contexto patriarcal-capitalista. Sin embargo, a medida en que las denuncias aumentan y
se reproduce su apoyo en redes sociales a través del #MeToo crece el distanciamiento que
separa el objetivo inicial del Movimiento y se transforma en un momento oportuno para
alimentar el gran poder que posee Hollywood como industria cultural. Lejos de impulsar
medidas en aras de erradicar la violencia, la desigualdad y el poder mismo, remarca las
líneas divisorias que alejan y excluyen a mujeres y hombres que se encuentran fuera del
marco de la gran pantalla:
CULTURA DEL PODER: DEBATES, CRÍTICAS Y LIMITACIONES DEL ME TOO
Su alcance va más allá de la voluntad de sus impulsoras, alejadas de los
problemas de la mayoría de las mujeres que soportan a su acosador en el trabajo
(que no pueden abandonar) y ven con amargura cómo esta sociedad, capitalista
y patriarcal, habla de derechos (para algunas) mientras alienta y reproduce los
prejuicios que someten a la mayoría a múltiples formas de violencia. Trabajos
precarios, bajos salarios, hogares pobres, todo eso que no sale en las revistas ni en
las películas de Hollywood. (Murillo, 2018, párr. 4)
En los debates y críticas que se generan en torno al Me Too y al papel que ha cumplido en
Hollywood surgen diferentes puntos de vista que varían según las perspectivas sociales de
clase. Las grandes mayorías que forman parte de los grupos feministas y movimientos de
mujeres se han mostrado inconformes con el tipo de representatividad que ha adquirido
el movimiento en la producción del cine estadounidense. Además, cuestionan “(…) la
propia estructura de poder de la industria y los valores que produce (…)” (Murillo, 2018, párr.
13), acuñándoles ser un feminismo del espectáculo y oportunista, que se aleja del
problema real que sufre el otro 99 % de la población mundial que es violentada, acosada y
abusada sexualmente en los lugares de trabajo .
Lo anterior permite plantear el siguiente ejemplo. Si una persona trabajadora promedio
labora para una empresa local que no posee prestigio ni reconocimiento internacional y su
superior la viola, posiblemente no podrá acusarlo porque está condicionada a su posición
social y económica que la definen y limitan. Por otro lado, si logra establecer una denuncia
formal, el caso pasará a un proceso judicial que permitirá verificar la información de la
denunciante, no sin antes, dudar de su testimonio; en un medio donde el valor del poder
mismo se oculta y se transforma en una acción esperada y naturalizada dentro del marco
de las relaciones sociales. Pero como esta no labora para una empresa de gran
reconocimiento global es (casi) imposible que alcance una solidaridad magnate que, con
el apoyo reproducido a escala mundial, demande el reconocimiento de sus derechos. Por
lo que su caso resultará invisibilizado.
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De esta manera, la persona seguirá laborando para la misma empresa durante el tiempo
de contrato porque la cultura social y las relaciones diferenciales provocan un sesgo en la
ventaja que posee respecto al poder de su superior. Los valores morales de la sociedad la
han moldeado de tal manera que ella interioriza la idea abnegada de su capital social que
no le permite acceder a mejores condiciones laborales. No obstante, si la persona decide
romper con el poder que la somete y aliena en su lugar de trabajo, será considerada como
“precursora del desorden social” y posiblemente termine desempleada.
Es decir, para esta persona trabajadora no existe otra alternativa que continuar cobrando
poco dinero por sus servicios como único recurso económico para subsistir, en un mundo
donde se acrecientan las desigualdades que la excluyen e inferiorizan . No así sería para
una actriz o actor de Hollywood que se “solidariza” a través de las pantallas con las víctimas
pero que “(…) no deja de parecer una estrategia higienizante por parte de una industria
que ante todo quiere cauterizar una herida por la que podrían desangrarse millones de
dólares (…)” (Serra citada en Murillo, 2018, párr. 5), ya que se resigna a abatir los pilares
patriarcales de la belleza, la juventud, el consumo y la superficialidad.
Según Pleyers (2018), en América Latina los espacios de encuentro consideran la
reivindicación estructural-institucional, buscando así, reformas de carácter democrático en
temas de justicia social, participación y experiencia crítica. Por lo tanto, el estudio de los
movimientos contemporáneos como el Me Too implica reflexionar sobre la construcción y
planteamiento de alternativas desde un centro social de poder para el cambio directo en
la vida social.
Uno de los debates más polémicos en torno al Me Too se generó entre las industrias de
cine Hollywood y Cannes, cuando la actriz francesa, Catherine Deneuve, declaró en una
carta dirigida al periódico Le Monde que:
Como resultado del asunto Weinstein, ha habido una concientización legítima de
la violencia sexual que viven las mujeres, particularmente en el ámbito laboral, en
el que algunos hombres abusan de su poder. Era algo necesario. Pero ahora esta
liberalización del discurso se ha puesto de cabeza. (Safronova, 2018, párr. 3)
Deneuve no desprestigia el carácter progresista del “#MeToo”, sin embargo, critica las
consecuencias de su posición punitivista. Al igual que otras actrices de Cannes, examina la
amplitud del Movimiento respecto a la expresión y libertad sexual que, lejos de reforzarla,
crea un abismo entre lo que, según ciertos sectores de este feminismo, se considera o no
una conducta sexual inadecuada y apelan a una “(…) previsión suficiente para no
confundir un torpe intento de ligar con el abuso sexual (…)” (Safronova, 2018, párr. 7).
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Del mismo modo, sea Cannes o Hollywood ambas opiniones muestran grandes límites en
el alcance de sus luchas contra la violencia sexual y patriarcado mismo porque, además de
caer en una disputa por el control de los medios, están enmarcadas bajo estructuras
desiguales del poder económico y social donde lo más importante es la imagen que se
vende y se proyecta en las pantallas del séptimo arte:
Las balas de Hollywood disparan acertadamente contra el acoso sexual, que
naturaliza el sometimiento sexual de las mujeres, [pero] (...) es donde conviven
más cómodamente el puritanismo y la cosificación de las mujeres. [Del mismo
modo] Las balas de Cannes dan en el blanco en una advertencia sobre la ‘ola
purificadora’ y el impacto contraproducente en el horizonte de la liberación
sexual. Pero igual que en las costas del Pacífico, las mujeres que hablan no son
las de las mayorías obreras, pobres, inmigrantes (su liberación no está en debate).
(…) y evitan hablar de los valores ‘liberales’ de la República (imperialista) francesa,
que son la verdadera amenaza contra los derechos de la mayoría de las mujeres,
inmigrantes y jóvenes. (Murillo, 2018, párr. 14-15)
Otras autoras en la epístola firmada por Catherine Deneuve argumentan que el alcance
del movimiento:
Muchas han sido las críticas externadas por las actrices, periodistas y escritoras francesas
respecto a los ideales feministas que se defienden en Hollywood, o más bien, los que
defienden las y los partidarios de esta industria. Hay quienes discuten sobre la separación
que se ha generado entre las mujeres a causa de la victimización, así como la efusión y
simpatía que el movimiento ha producido y comentan:
(…) los movimientos y etiquetas, que han sido usados por mujeres y hombres
para discutir las conductas sexuales inapropiadas y los casos de acoso y abuso,
han llegado demasiado lejos al exponer de manera pública experiencias privadas
(...) y crear (…) un ambiente de totalitarismo. (Safronova, 2018, párr. 2)
(...) en vez de empoderar a las mujeres, #MeToo y #BalanceTonPorc [versión
francesa del Me Too en Francia] han quedado al servicio de los intereses de
‘enemigos de la libertad sexual, de extremistas religiosos, de los peores
reaccionarios’ y de quienes creen que las mujeres con [sic] ‘seres ‘separados’,
niñas que aparentan ser adultas y demandan ser protegidas’. (Safronova, 2018,
párr. 5)
Por otro lado, Asia Argento, actriz italiana que denunció a Harvey Weinstein por abuso
sexual, criticó en 2017 el pronunciamiento de las francesas apelando que el revuelo se debe
a la internalización de planteamientos misóginos, expresados por ellas en la misiva. Sin
embargo, las causas y el contenido de este debate implican (re)plantearse las ideas
iniciales que defiende -en teoría- el Me Too.
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Si bien las disputas colectivas entre los dos polos de la gran pantalla coinciden en temas
de expresión y liberación sexual, condicionamiento de las mujeres y los hombres, así como
el esclarecimiento de los actos de violencia sexual, estos no abarcan aspectos relacionados
con el desplazamiento de las mayorías respecto a la poca representación y el escaso
sentido de solidaridad con las víctimas. Y, por otra parte, no exponen las condiciones de la
desigualdad económica y política de las que gozan las minorías en la industria, pero de
las que las mayorías están desprovistas.
En este punto se presenta una realidad que se defiende bajo discursos hegemónicos en
un sistema social elitista donde las luchas que llevan a cabo los grupos desprovistos de
poder para demandar derechos, libertades y representaciones legítimas, quedan
rezagadas (casi) por completo y ubicadas por debajo de la misma línea de representación
formulada por la cultura de poder con el soporte y abrigo del cine francés y
estadounidense:
El Me Too, al igual que otros movimientos latinoamericanos contemporáneos, tiene una
resonancia particular respecto a los símbolos, la experiencia y la ocupación de espacios
como lugares de encuentro. El activismo, aunque no comprende una organización de
coordinación internacional masiva materializada, involucra en las movilizaciones “(…) un
sentido compartido, una cultura política y unas reivindicaciones que corresponden a sus
propias luchas” (Pleyers, 2018, p. 33).
De esta manera, las luchas organizadas y situadas en la vida social son factores
determinantes de la composición de los mecanismos que operan en la dinámica social y
que generan ciertas posiciones económicas que toman lugar en la jerarquía social.
Constituyendo así, una de las muchas identidades sobre las que los grupos sociales de
clase reúnen sus fuerzas en aras de obtener cierto poder e influencia (Light, Kelley y
Calhoun, 1991). Por lo tanto, los grupos dominantes son centrales en el predominio de sus
intereses y la exclusión de aquellos que constituyan un “peligro” latente hacia sus
privilegios individuales.
Cuando un comportamiento machista de un productor o director de cine
famoso, frenado a tiempo por una actriz millonaria adquieren mayor dimensión
que un femicidio, una violación o un abuso sexual, las que pierden –una vez más-
son las mujeres anónimas, especialmente las víctimas de las formas más crueles
en que se manifiesta la violencia machista. (D’Atri, 2018, párr. 9)
El Me Too como fenómeno social dentro de la industria capitalista estadounidense implica
-como se vio anteriormente- analizar no solo las demandas, sino las condiciones de los
distintos grupos en el amplio catálogo de las desigualdades generado a partir de las
relaciones de propiedad, así como las fuerzas productivas y sociales en las que se
encuentran inmersos.
INDUSTRIA DE CONSUMO: EL PAPEL DE LAS MASCULINIDADES Y FEMINIDADES
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En la sociedad de consumo, las y los agentes socializados en una relación conflictiva frente
al socius pierden su personalidad y se convierten en seres anónimos y generalizados con
una concepción masificada de ellos mismos y de su entorno (Silva citado en Pentiado et
al., 2011). El objeto o motivo que comparten entre sí, responde a una idea que
potencialmente se convierte en la necesidad social -en el marco de la integración y la
estructura relacional- de pertenecer a una masa en común con las mismas aspiraciones y
deseos, lo que provoca -en parte- un mayor sentido de competencia y un grave estado de
alienación. De este modo, la sociedad de consumo
INDUSTRIA DE CONSUMO: EL PAPEL DE LAS MASCULINIDADES Y FEMINIDADES
(...) es sustentada en la cultura del consumo en masa, que se encubre detrás de
un producto personalizado imponiendo una ideología dominante. Desde el
punto de vista del poder hegemónico, las subjetividades necesitan con urgencia
adherir a los valores de consumo. (Pentiado, Lisboa, Portela, y Stefano, 2011, p. 49)
Bajo esta estructura, las masculinidades y feminidades parecen tomar otro rumbo,
particularmente cuando se teje el concepto de sororidad dentro del movimiento. Estas se
reconocen a nivel de las estructuras sociales a medida en que las personas interiorizan
códigos morales e ideológicos como parte de las estructuras mentales y las
representaciones sociales que se reproducen en prácticas (de subjetividades) que tienen
por objeto, un orden y una relacionalidad específica.
Catherine Millet, reconocida escritora francesa y crítica de arte destacó, en el Festival
Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) en el marco del Me Too, la
problemática en relación con las nuevas tendencias feministas y sus significaciones en
temas de libertad sexual, puritanismo y publicidad. Así lo reconoce y experimenta Millet
al afirmar que:
14
15
Más allá de que yo pueda experimentar tanta solidaridad y compasión por un
hombre como por una mujer que sufre, esa palabra está demasiado ligada al
vocabulario religioso para que pueda apropiármela (…) Mi reserva también tiene
que ver con que una gran parte de lo que las mujeres han conquistado en
nuestras sociedades a partir de los movimientos feministas pioneros de fines del
siglo XIX está relacionado con lo que algunas expresaron de modo
absolutamente personal, singular, sin preocuparse por saber si reflejaban una
imagen de la mujer que representaría a todas las mujeres. (Centenera, 2018, párr.
2-3)
16
Por otro lado, la teorización sobre el feminismo contemporáneo es precedido en mayor
medida por la activista y escritora del feminismo radical, Kate Millet, pero es posible
considerar otros estudios sobre las masculinidades y el patriarcado en su sentido
categórico. El punto máximo de este debate nace en la década de 1970 cuando algunas
corrientes feministas comenzaron a conceptualizar diversas teorías conservadoras. “No
Dossier | Mujeres y humanismo: reflexiones, críticas y aportes
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ISSN 1659-331
Me Too: ¿un movimiento o un momento?...
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Revista Estudios, 2022
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obstante, también fue criticado desde el mismo feminismo por prestar excesiva atención a
la subordinación de las mujeres, a la reproducción y a la sexualidad como las claves de la
dominación (…)”. (Menjívar, 2012, p. 64) Esta condición otorga a la mujer una historia
victimista y la ubica en un lugar de indefensión (Sanahuja, 2002).
A partir de las luchas y movilizaciones surgen varios indicadores sociales que representan -
de forma inherente a la cultura- las características propias de una sociedad en cambio, de
avance lento, pero progresivo y de nuevas identidades de autonomía masculina y
femenina. Ambientes de trabajo más respetuosos, cambios en las jerarquías de dirección
empresarial, pago de salarios equitativos e inserción en centros de poder político y
económico, son algunas de las medidas aplicadas en Estados Unidos ; sin embargo, de
forma paradójica, dentro de las sociedades capitalistas altamente industrializadas, este
margen de garantías no asegura la erradicación total de la violencia sexual cuando de
ámbitos laborales se trata porque
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Cuando las personas acusadas de acoso recuperan el poder sin rendir cuentas
o sin haberlo perdido nunca, al menos financieramente—, se restringe el
potencial del movimiento pos-Weinstein de cambiar la manera en que se ejerce
el poder dentro de la sociedad estadounidense. (Carlsen, Salam y Miller, 2018,
párr. 17)
Estos grupos lejos de ser protegidos por la industria de consumo terminan siendo víctimas
no solo de la agresión y naturalización de los estereotipos sexuales, raciales y étnicos, sino
de los deseos a expensas de los intereses de una sociedad que banaliza la misma violencia.
En todo caso, la desigualdad siempre se inclina del lado de la balanza donde se requiera
una mayor posición de poder en el plano político, económico y social:
Ese padecimiento (…) no es redituable (…) para los medios que hoy se hacen eco
de estas denuncias, pero mañana volverán a mercantilizar el cuerpo de las
mujeres, a vender productos de limpieza con amas de casa estereotipadas y a
generar millones de dólares con fantasiosos romances. (D’Atri, 2018, párr. 13)
La industria de consumo establece ciertos principios de carácter valorativo, que rigen las
relaciones culturales y sociales de las personas, así como los medios de producción dentro
del modelo de negocios. Estas “(...) son de punta a punta industrias de moda, cuya
renovación acelerada y diversificación son vectores estratégicos/vitales (…)” (Pentiado,
Lisboa, Portela y Stefano, 2011, p. 57).
De esta manera, cuando el movimiento Me Too es acogido por la industria de cine
adquiere un sentido de acción momentánea, centralizada, excluyente y fraccionada donde
la defensa de las subjetividades en lugar de motivar la construcción de una
representatividad compartida, ataca dichas subjetividades desde los valores de
rentabilidad económica impulsada por la sociedad del consumo que dirime quién es parte
de.
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Resulta importante reconocer el avance del Me Too en temas de apertura y
reconocimiento como lucha social hacia el cambio gradual en las estructuras sociales,
culturales y de poder. Sin embargo, en este margen de transformaciones predominan las
críticas respecto a las desigualdades que se han acentuado en el movimiento, el interés
sobrevalorado que le han atribuido los medios de comunicación a la industria
hollywoodense, así como su escaso alcance de representación colectiva, la demora y el
encubrimiento de los casos de violencia sexual dentro la comunidad artística.
El movimiento Me Too implica, innegablemente, un cuestionamiento explícito de ciertas
normas sociales y el cambio en las identidades culturales a partir de prácticas concretas
que se reproducen en el orden social y, en especial, con las construcciones subjetivas y
objetivas de las personas, respecto a las relaciones de poder organizadas dentro de la vida
social. No obstante, la sociedad patriarcal-capitalista presenta una amplia insustancialidad
que obstaculiza, aún, el proceso de erradicación total de la violencia sexual contra mujeres
y hombres. Estas sociedades, aunque representan un amplio margen de movilidad social,
son desiguales en cuanto al poder y control social que ejercen. Bajo este concepto, las
instituciones reproducen los mecanismos de socialización en que las personas se
organizan e interiorizan valores, patrones, roles y normas de convivencia.
Las bases fundacionales del movimiento se desvían, principalmente, en temas de
representatividad colectiva. Dentro de esta estructura no se abordan las desigualdades -
adicionales- que enfrentan los grupos de representación social desprovistos de poder. Sus
voces y denuncias aparecen relegadas en el marco de un “Me Too” objetado por la
industria de cine estadounidense que subraya los patrones de consumo altamente
rentables.
En ese sentido, las mayorías son invisibilizadas frente a la posición magnate que ocupan
las minorías dentro y fuera de la industria cinematográfica. De esta manera, las
desigualdades que sufren las mujeres y otros grupos en el marco de la lucha por la
representatividad es la deuda de un sistema que no suele poner en duda el poder ni su
configuración.
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REFLEXIONES FINALES
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Enunciado realizado por la fundadora del Me Too, Tarana Burke, en la cadena
de conferencias para TEDWomen en noviembre de 2018.
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NOTAS
1.
Este término responde a la rápida difusión de contenido, en corto tiempo, en las
redes de comunicación digital de la Internet.
2.
Comunidad global de comunicación fundada en 1984 por Richard Saul
Wurman con sede en Monterrey, California, Estados Unidos. Su misión es
impulsar el intercambio de ideas colectivas e individuales a través del desarrollo
de conferencias/charlas que abordan temas de interés social, científico y
tecnológico.
3.
Iniciativa creada por TED para impulsar el desarrollo e intercambio de ideas
entre personas jóvenes y adultas a partir de sus facultades creadoras y
propulsoras del cambio a nivel global.
4.
Así lo expresa Tarana Burke en la conferencia que realizó para TEDWomen en
2018.
5.
En su sección “Los caídos (o señalados) del #MeToo”, en la edición digital, el
diario español El País expone un listado con 197 casos de mujeres y hombres
que han sido acusados, hasta el momento, por violencia, abuso y acoso sexual.
Ordenados por sector profesional, lugar de los hechos, sanción laboral y el
estado del proceso judicial en que se encuentra el imputado o imputada en
este momento.
6.
Véase “Los caídos (o señalados) del #MeToo” en la edición digital de El País.7.
Palabra o conjunto de palabras que se antecede por un signo numeral y es
utilizado en redes sociales para clasificar contenidos o información según los
intereses de cada usuario en particular (Padilla, 2019).
8.
Ser reformadora activa implica plantearse ideas y estudiar la sociedad para
obtener elementos sólidos que puedan ser sometidos a un cambio,
transformación o modificación.
9.
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Véase el artículo “Hollywood y Cannes: lejos del 99% de las mujeres”, de Celeste
Murillo en La Izquierda Diario que resume las críticas y los debates que se han
generado en torno a las desigualdades acentuadas por el Movimiento, las
reacciones de los diferentes grupos feministas y la posición elitista de la
industria de cine estadunidense y francés.
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10.
Sobre la naturaleza del conformismo, Ignacio Martín Baró, en Sistema, grupo y
poder: psicología social desde Centroamérica (II) señala que este tipo de
conformismo posee un carácter subjetivo, es decir, la persona responde a las
exigencias que percibe del grupo o grupos a los que pertenece (Baró, 1989). Por
lo tanto, no se habla de un sentido “adecuado” o de un convencionalismo social,
sino de un comportamiento que muestra un cambio y una variación a raíz de la
presión grupal que alinea su conducta con las normas socialmente exigidas y
naturalizadas.
11.
Véase en el libro Ideología y teoría sociológica, de Irving M. Zeitlin, el punto 9 en
el subcapítulo titulado “La teoría general”.
12.
Véase el artículo “Catherine Deneuve y un centenar de mujeres francesas
denuncian ‘totalitarismo’ de #MeToo”, de Valeriya Safronova en la edición digital
del diario The New York Times donde recoge las respuestas y contrarespuestas
de la misiva firmada por más de 100 mujeres en Francia y el deterioro
fundacional del Movimiento.
13.
Del latín, este término se refiere al conjunto de miembros (los otros), la
colectividad. Está relacionado con la cultura a medida que las y los sujetos la
construyen en el marco de la sociedad. Sin embargo, el socius nunca es una
proyección completa de un “yo”, aunque el proceso de socialización sea exitoso.
14.
Cabe destacar que, referirse a las masculinidades y feminidades, su definición
conceptual se acentúa en que “(…) la construcción de las identidades (…) en las
sociedades humanas no es sólo [sic] el efecto natural e inevitable del azar
biológico sino también, y sobre todo, el efecto cultural de la influencia de una
serie de factores familiares, escolares, económicos, ideológicos y sociales.”
(Lomas, 2005, p.263)
15.
Daniel Bell, en Las contradicciones culturales del capitalismo, recoge los
distintos términos acuñados a este concepto como ideología y sistema
valorativo. Además, señala que
16.
Cuando se lo organiza en un código específico y se lo formula como
un conjunto de dogmas religiosos, un pacto explícito o una
ideología, se convierte en un medio de movilizar a una comunidad,
de reforzar la disciplina o un conjunto de controles sociales.
(Bell,1989, p.68)
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Véase el análisis People Replacing Men Accused of Sexual Misconduct
[Personas reemplazando hombres acusados de mala conducta sexual] en el
artículo “Cómo #MeToo ha cambiado los centros del poder”, de Audrey Carlsen,
Maya Salam y Claire Cain Miller, publicado por The New York Times.
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17.
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