I Sección: Historia y Pensamiento
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ISSN 1659-331
Unamuno y Nietzsche: Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
| Salas Hernández, Ignacio J.
Revista Estudios, 2022
| Julio 2022
que aunque no son idénticas ciertamente tienen una cercanía de corte metodológico,
aunque no sea así en lo relativo a las ideas que se defienden. Para esto se recurrirá a un
análisis exegético tomando como punto de referencia las menciones explícitas que
Unamuno hace de Nietzsche en su Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en
los pueblos, para posteriormente mostrar a partir de ellas la cercanía metodológica de los
autores, así como tratar de elaborar una evaluación de las críticas lanzadas por Unamuno
contra Nietzsche.
Retomemos por un momento, para entender mejor lo que nos quiere proponer Unamuno,
la corta y profunda frase que figura como epígrafe de este ensayo, a saber: “Lo que no es
eterno tampoco es real.” (Unamuno, 1984, p.36). Cuando esto nos dice el pensador Vasco,
en el tercer capítulo de su Del sentimiento trágico de la vida, acaba de exponernos
mediante un ejemplo tan claro como la suerte que sufrió el discurso de San Pablo en el
Areópago, como los intelectuales, a los que no sin cierta sorna Unamuno etiqueta como
“los sensatos”, se resisten a pensar sobre el problema de la mortalidad de personal, o lo
que es lo mismo, del inminente advenimiento de la nada como destino eterno, tal y como
antes de haber nacido. Esto, y no otra cosa, es lo que atormenta a Unamuno, esto y no otra
cosa es lo que el sentimiento desea con todas sus fuerzas poder solucionar y a lo cual la
razón siempre se opone.
Pues bien, es en este contexto en el cual sale a relucir la figura de Nietzsche, espero se me
disculpe la extensión de la cita, considero que es importante que sea Unamuno mismo el
que hable, ya que lo que queremos es proponer una evaluación de su posición frente a la
de Nietzsche:
Ahí tenéis a ese ladrón de energías, cómo él llamaba torpemente al Cristo, que
quiso cazar el nihilismo con la lucha por la existencia, y os habla de valor. Su
corazón le pedía el todo eterno, mientras su cabeza le enseñaba la nada, y
desesperado y loco para defenderse de sí mismo, maldijo de lo que más amaba.
Al no poder ser Cristo, blasfemó del Cristo. Su corazón le pedía el todo eterno y
soñó la vuelta eterna, mezquino remedio de inmortalidad, y lleno de lástima
hacia sí, abominó de toda lástima, ¡Y hay quien dice que es la suya filosofía de
hombres fuertes! No; no lo es. Mi salud y mi fortaleza me empujan a
perpetuarme. ¡Esa es doctrina de endebles que aspiran a ser fuertes; pero no de
fuertes que lo son! Sólo los débiles se resignan a la muerte final y sustituyen con
otro el anhelo de inmortalidad personal. En los fuertes el ansia de perpetuidad
sobrepuja a la duda de lograrla, y su rebose de vida se vierte al más allá de la
muerte. (De Unamuno, 1984, p. 36-37)
Este texto, lleno de una indisimulable hostilidad contra Nietzsche, es una muestra
clarísima de la decepción que representan para Unamuno aquellos que con poses
intelectuales pretenden, declarándose partidarios de alguna otra causa considerada
mayor, hacer como si no hubiera ningún problema con la propia mortalidad; aunque más
adelante, será el mismo Unamuno quien en el culmen de la disolución racional se vea
obligado a admitir que en términos estrictos ni siquiera nos encontramos con un
problema.