Llama la atención la postura que asume Unamuno a lo largo de su obra Del
sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos frente a la posición de
Nietzsche. En este ensayo se aborda esta temática particular mediante una
confrontación de ambas posiciones y se sostiene la hipótesis de que aunque no son
idénticas, ciertamente tienen una cercanía de corte metodológico, y no tanto en
cuanto a las ideas que se defienden. Para esto se recurrirá a un análisis exegético,
tomando como punto de referencia las menciones explícitas que Unamuno hace de
Nietzsche en su Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos,
para posteriormente mostrar a partir de ellas la cercanía metodológica de los autores,
así como tratar de elaborar una evaluación de las críticas lanzadas por Unamuno
contra Nietzsche.
Palabras clave: Unamuno; Nietzsche; vitalismo; inmortalidad; sentimiento; razón.
RESUMEN
ABSTRACT
The position that Unamuno assumes throughout his work Del sentimiento trágico de
la vida en los hombres y en los pueblos is striking in comparison with Nietzsche's
position. In this essay, this particular theme is approached through a confrontation of
both positions and the hypothesis is held that although they are not identical, they
certainly have a methodological closeness, and not so much in terms of the ideas
that are defended. For this purpose, we will resort to an exegetical analysis, taking as
a point of reference the explicit mentions that Unamuno makes of Nietzsche in his
Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, in order to,
subsequently, demonstrate from them the methodological closeness of the authors,
as well as to try to elaborate an evaluation of the criticisms launched by Unamuno
against Nietzsche.
Keywords: Unamuno; Nietzsche; vitalism; immortality; feeling; reason.
Unamuno and Nietzsche:
A tragic encounter in the face of Schopenhauer
UNAMUNO Y NIETZSCHE:
1
ISSN 1659-331
Revista Estudios, 2022
| Julio 2022
La Revista Estudios es editada por laUniversidad de Costa Ricayse distribuye bajo
unaLicencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Internacional.
Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
Ignacio J. Salas Hernández
Universidad de Costa Rica
San Pedro, San José, Costa Rica
ignacio.salashernandez@ucr.ac.cr
https://orcid.org/0000-0002-1406-9952
Recibido:
Aceptado:
15 de junio de 2022
17 de julio de 2022
I Sección: Historia y Pensamiento
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Unamuno y Nietzsche: Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
| Salas Hernández, Ignacio J.
“Lo que no es eterno tampoco es real.” (De Unamuno, 1984, p.36)
«Por mi honor, amigo, respondió Zaratustra, que no hay nada de eso de lo
que hablas: no hay ni demonio ni infierno. Tu alma estará muerta antes
que tu cuerpo: ¡así que no temas ya nada!»
El hombre lo miró con desconfianza: «Si dices la verdad, dijo entonces, no
pierdo nada si pierdo la vida. No soy más que un animal al que han
enseñado a bailar por medio de golpes y poca comida». (OC IV 77)
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“Bei meiner Ehre, Freund, antwortete Zarathustra, das giebt es Alles
nicht, wovon du sprichst: es giebt keinen Teufel und keine Hölle. Deine
Seele wird noch schneller todt sein als dein Leib: fürchte nun Nichts
mehr!
Der Mann blickte misstrauisch auf. “Wenn du die Wahrheit sprichst,
sagte er dann, so verliere ich Nichst, wenn ich das Leben verliere. Ich bin
nicht viel mehr als ein Thier, das man tanzen gelehrt hat, durch Schläge
und schmale Bissen.” (KSA III 22)
El pensamiento de Unamuno es agónico, Unamuno se encuentra entre la espada y la
pared, no puede satisfacer los anhelos del sentimiento, que sin cesar reclama vivir para
siempre siendo él mismo, siempre más; por otro lado la razón siempre se interpone entre
el sentimiento y sus ansias. Del abrazo trágico de sentimiento y razón, como lo denomina
el pensador vasco, surgirá algo así como una esperanza fundamentada en la duda de que
quizá haya inmortalidad personal, aunque como lo deja claro en el capítulo V de su obra
de madurez Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, el
veredicto de la razón parece inamovible, lo racional es pensar que no hay inmortalidad
personal.
En esta obra de Unamuno, asistimos a un formidable esfuerzo por mostrar las principales
fuentes de las cuales se ha nutrido su reflexión al respecto, así asistimos expectantes a sus
reflexiones sobre Descartes, sobre Spinoza, sobre William James, sobre Nietzsche, entre
muchos otros. Pero si algo tuviera que resaltarse de la posición de Unamuno como lo
fundamental es ese su agonismo, ese estar siempre entre el sentimiento y la razón, sin
embargo no es ese agonismo el único posible.
Llama la atención particularmente la postura que a lo largo de la obra Unamuno asume
frente a la posición de Nietzsche. En este ensayo se tratará de abordar esta temática
particular mediante una confrontación de ambas posiciones, y se sostendrá la hipótesis de
INTRODUCCIÓN
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que aunque no son idénticas ciertamente tienen una cercanía de corte metodológico,
aunque no sea así en lo relativo a las ideas que se defienden. Para esto se recurrirá a un
análisis exegético tomando como punto de referencia las menciones explícitas que
Unamuno hace de Nietzsche en su Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en
los pueblos, para posteriormente mostrar a partir de ellas la cercanía metodológica de los
autores, así como tratar de elaborar una evaluación de las críticas lanzadas por Unamuno
contra Nietzsche.
Retomemos por un momento, para entender mejor lo que nos quiere proponer Unamuno,
la corta y profunda frase que figura como epígrafe de este ensayo, a saber: “Lo que no es
eterno tampoco es real.” (Unamuno, 1984, p.36). Cuando esto nos dice el pensador Vasco,
en el tercer capítulo de su Del sentimiento trágico de la vida, acaba de exponernos
mediante un ejemplo tan claro como la suerte que sufrió el discurso de San Pablo en el
Areópago, como los intelectuales, a los que no sin cierta sorna Unamuno etiqueta como
“los sensatos”, se resisten a pensar sobre el problema de la mortalidad de personal, o lo
que es lo mismo, del inminente advenimiento de la nada como destino eterno, tal y como
antes de haber nacido. Esto, y no otra cosa, es lo que atormenta a Unamuno, esto y no otra
cosa es lo que el sentimiento desea con todas sus fuerzas poder solucionar y a lo cual la
razón siempre se opone.
Pues bien, es en este contexto en el cual sale a relucir la figura de Nietzsche, espero se me
disculpe la extensión de la cita, considero que es importante que sea Unamuno mismo el
que hable, ya que lo que queremos es proponer una evaluación de su posición frente a la
de Nietzsche:
Ahí tenéis a ese ladrón de energías, cómo él llamaba torpemente al Cristo, que
quiso cazar el nihilismo con la lucha por la existencia, y os habla de valor. Su
corazón le pedía el todo eterno, mientras su cabeza le enseñaba la nada, y
desesperado y loco para defenderse de mismo, maldijo de lo que más amaba.
Al no poder ser Cristo, blasfemó del Cristo. Su corazón le pedía el todo eterno y
soñó la vuelta eterna, mezquino remedio de inmortalidad, y lleno de lástima
hacia sí, abominó de toda lástima, ¡Y hay quien dice que es la suya filosofía de
hombres fuertes! No; no lo es. Mi salud y mi fortaleza me empujan a
perpetuarme. ¡Esa es doctrina de endebles que aspiran a ser fuertes; pero no de
fuertes que lo son! Sólo los débiles se resignan a la muerte final y sustituyen con
otro el anhelo de inmortalidad personal. En los fuertes el ansia de perpetuidad
sobrepuja a la duda de lograrla, y su rebose de vida se vierte al más allá de la
muerte. (De Unamuno, 1984, p. 36-37)
Este texto, lleno de una indisimulable hostilidad contra Nietzsche, es una muestra
clarísima de la decepción que representan para Unamuno aquellos que con poses
intelectuales pretenden, declarándose partidarios de alguna otra causa considerada
mayor, hacer como si no hubiera ningún problema con la propia mortalidad; aunque más
adelante, será el mismo Unamuno quien en el culmen de la disolución racional se vea
obligado a admitir que en términos estrictos ni siquiera nos encontramos con un
problema.
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A pesar de la libertad estilística de la que se sirve Unamuno, esto no nos debe inducir a
error, de tal manera que pensemos que la mención de los pensadores es arbitraria y
antojadiza. Dejado en claro lo anterior se impone la necesidad de distinguir la mención de
Nietzsche en este contexto. Nietzsche aparece como la versión mejor lograda del que se
cierra a comprender la veracidad filosófico-existencial del problema de la muerte, de ahí la
necesidad de Unamuno de siempre recalcar el estado vital en el que se encontraba
Nietzsche para proponer semejante filosofía.
Expresiones como: “Su corazón le pedía el todo eterno”, “desesperado y loco para
defenderse de mismo”, “Al no poder ser Cristo blasfemó del Cristo”, “Su corazón le pedía
el todo eterno” y “lleno de lástima hacia sí”, son en el fondo un reclamo trágico de
Unamuno, como si le dijera a Nietzsche que es peor que Kant y que Spinoza, estos dos por
lo menos han creído en el consuelo que se han inventado para resolver su propio
problema existencial. Es posible interpretar estas expresiones de Unamuno como los gritos
trágicos del que reconoce en un mismo individuo a una alma gemela y a un desertor. Y no
se trata de cualquier individuo, se trata del individuo trágico por excelencia que fue
Friedrich Nietzsche.
De hecho, la ambivalencia del posicionamiento de Unamuno delante de Nietzsche ya ha
sido puesta de relieve por otros autores, mencionamos tres: los casos Ribas (1987), así como
los trabajos de autores como Oya (2020) y Gilis (2008). Ribas considera que la ambivalencia
está presente en el intento unamuniano de presentar a Nietzsche como un cristiano
anticristiano, por su parte, Oya profundiza en la diferenciación que se puede encontrar
entre Nietzsche y Unamuno en su posicionamiento respecto del cristianismo, sobre esta
misma línea había trabajado ya Gilis, para quien la afirmación de la inmanencia por parte
de Nietzsche es irreconciliable con el así denominado utopismo cristiano de Unamuno.
En un sentido unamuniano, hemos de reconocer que como toda vida de un hombre de
carne y hueso la vida del hombre Nietzsche es ya de por trágica, porque es imposible
que no se ese abrazo agónico entre la razón y el sentimiento. Sin embargo, no es inútil
para comprender la posición de Unamuno frente a la de Nietzsche añadir que la vida del
hombre Nietzsche es particularmente representativa de esta tragicidad de la vida
humana.
Sabido es que Nietzsche procedía de un linaje de pastores protestantes entre los cuales se
encontraba incluso el equivalente de lo que en terminología católica sería un obispo.
Sabido es también que fue un niño que albergó sentimientos religiosos y sabido es
además que tras el abandono de su fe cayó en sus manos la obra de A. Schopenhauer,
LA TRAGEDIA DE NIETZSCHE
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particularmente Die Welt als Wille und Vorstellung, obra que el joven Nietzsche devoró
con gran avidez. Es muy significativo lo que señala Curt Paul Janz en el tomo I de su
monumental biografía respecto de un Nietzsche veinteañero que se acaba de encontrar,
llegando a Leipzig, con la filosofía de Schopenhauer:
La filología sólo le ofrecía imágenes de un mundo grandioso, pero
indefectiblemente muerto; era un campo adecuado para su orgullo intelectual, y
como ninguna otra ciencia, le daba la oportunidad de desarrollar su impulso
educativo, su indomeñable voluntad pedagógica. Pero sin el apoyo que encontró
en la filosofía de Schopenhauer, difícilmente hubiera podido soportarla durante
tanto tiempo como contenido de su vida, de modo similar a como esta filosofía
tuvo, a su vez, que caer para él el día en que su propia fuerza productiva
desbordó el marco schopenhaueriano. (Paul, 1981, p.152)
Hay que dejar en claro que para Unamuno, el problema vital y existencial de la
inmortalidad personal es en realidad nuestro único y más íntimo problema, entendido
esto, también es posible aseverar que hay hombres y mujeres que sienten este problema
de una manera particular, Nietzsche es uno de esos.
El pasar de tener fe a no tenerla es la peor combinación posible, porque el que tuvo la
certeza y más tarde la perdió sabe mejor lo que ha perdido, y con ello puede sufrirlo más
hondamente. Pues bien, Nietzsche ha pasado del cristianismo al pesimismo de
Schopenhauer, de ahí la fuerza arrolladora de la voluntad de vivir que se expresa en el
pensamiento nietzscheano, incluso en su estilo1 .A propósito, es interesante lo que señala
Panea (2004):
Es bien sabido que Nietzsche bebió de las fuentes schopenhauerianas, al objeto
de saciar su sed de conocimiento, si bien sabemos igualmente que aquella agua
no colmaría su afán, sino que, más bien produjo en él la necesidad de superar, o
para decirlo de otro modo, provocó en él la urgencia vital de salir, de abandonar
la filosofía schopenhaueriana (p.8)
Siendo consciente de todo esto, como lo era Unamuno, le parece admirable que sea
Nietzsche un desertor en lo que respecta a nuestro único e íntimo problema vital.
Lo que hace a Unamuno dudar de la pertinencia de la posición de Nietzsche una vez
enfrentados al problema único, íntimo y vital de la inminencia de la propia muerte, es que
la opción filosófica nietzscheana termina afirmando no solamente que no es un problema
buscar el propio ocaso, sino incluso que es algo deseable; esto se ve particularmente
reflejado en la doctrina del eterno retorno de lo mismo. Si Unamuno comprendió
adecuadamente la idea filosófica nietzscheana no es de incumbencia directa de este
texto__, lo es el aclarar, eso sí, como comprendió y se posicionó frente a esta toma de
posición de Nietzsche.
¿ES NIETZSCHE UN DESERTOR DEL PROBLEMA ÚNICO, ÍNTIMO Y VITAL DE LA EXISTENCIA?
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En el capítulo IV de su Del sentimiento trágico de la vida, Unamuno afirma tajantemente
que: La noción nietzscheniana de la vuelta eterna es una idea órfica (Unamuno, pág.43).
Que la doctrina nietzscheana es un retomar sin más a los griegos es una idea que ha sido
ya ampliamente discutida en la literatura secundaria y que el mismo Nietzsche en algunos
Fragmentos Póstumos ha combatido ampliamente:
Nietzsche pretende precisamente dar a la religión griega una interpretación más
profunda, que no sólo contemple la superficie del “festivo mundo de los dioses”,
sino que también tome en cuenta su mundo lleno de colores y cuadros oscuros,
plagado por las penas más profundas e incurables. (Frey, 2005, p. 521)
Más recientemente también lo ha señalado Julian Young:
Though Nietzsche rejects utterly the content of Christianity, his concept of the
new religious festival actually modifies Greek tragedy by synthesising it with
Christian concept of the saint. Sometimes, indeed, he acknowledges quite
explicitly his debt to Christianity. (Young, 2018, p. 218)
Sin embargo, lo que nos interesa no es tanto la precisión del señalamiento unamuniano
respecto de Nietzsche como la idea central que del mismo va entretejiendo a lo largo de la
obra. Cuando Unamuno afirma esto, está haciendo un recuento de la evolución del
cristianismo primitivo, está contándonos pues, como es que la humana necesidad de vivir
siempre, siempre más, fue entretejiendo lo que es el cristianismo.
Nietzsche se pretende a mismo como un anticristiano, pues bien, Unamuno nos está
diciendo que cuando Nietzsche propone la doctrina del eterno retorno de lo mismo, en el
fondo lo que está haciendo es tratando de llenar ese vacío que ha dejado la desaparición
del Dios cristiano, y que contrario a lo que él mismo pensó que estaba haciendo, en
realidad seguía respondiendo, como no podría ser de otra manera, a su íntimo anhelo de
inmortalidad.
Hasta aquí no hay ningún problema, el problema reside en dos elementos de la filosofía de
Nietzsche: el primero, que pretenda ser una filosofía de fuertes que lo son, cuando en
realidad según la interpretación unamuniana sigue siendo un intento desesperado de
solucionar un problema a la vez que se quiere dar la apariencia de que el tal problema no
es problema para él y sus “espíritus libres”, negando así lo innegable; y en segundo lugar (y
esto es lo que más irrita a Unamuno), que a entender que todos aquellos que sientan
verdadera y agónicamente el problema único, íntimo y vital de la muerte son débiles.
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Esto, sin lugar a dudas nos muestra con toda claridad una faceta central del pensamiento
unamuniano, que bien podríamos denominar "vitalismo" en el sentido de que es una
propuesta filosófica que se resiste, en nombre de la vida, a desaparecer, y esto es lo que
pese a todas las afinidades que podamos encontrar entre él y Nietzsche los termina
separando radicalmente; nos encontramos pues delante de la disputa filosófica por el
vitalismo:
En una palabra: que con razón, sin razón o contra ella, no me da la gana de
morirme. Y cuando al fin me muera, si es del todo, no me habré muerto yo, esto
es, no me habré dejado morir, sino que me habrá matado el destino humano.
Como no llegue a perder la cabeza, o mejor aún que la cabeza el corazón, yo no
dimito de la vida; se me destituirá de ella. (De Unamuno, 1984, p.85).
Es muy útil imaginar una discusión entre Unamuno y Nietzsche acerca de cuál de los dos
es más vitalista. Unamuno argüiría, como ya lo hemos visto, que el vitalismo es la postura
del que siempre quiere ser más sin dejar de ser él mismo, claramente el acento está
puesto en el individuo. Nietzsche, por otra parte, se pretende tan radicalmente vitalista
que si a la vida debe sacrificar al individuo Nietzsche o al que fuera, no dudará en hacerlo,
esto desde luego es inaceptable para Unamuno. Muchos serían los pasajes de Nietzsche
que podríamos citar para mostrar esta postura, por lo cual mejor elegimos tan solo un
pasaje de los Fragmentos Póstumos del otoño de 1887, cuando Nietzsche está
completamente volcado por asentar su postura respecto del nihilismo:
NIETZSCHE Y UNAMUNO: LA LUCHA POR EL VITALISMO
El pesimismo de los enérgicos: el «¿para qué?» después de una terrible lucha,
incluso de una victoria. Que hay algo cien veces más importante que la cuestión
de si nosotros nos encontramos bien o mal: instinto básico de todas las
naturalezas fuertes y por consiguiente también de si los otros se encuentran
bien o mal. En suma, que tenemos una meta por la cual no se vacila en hacer
sacrificios humanos, en correr cualquier peligro, en cargar sobre sí todo lo malo y
todo lo peor: la gran pasión. (FP IV 268 9[107])
Der Pessimismus der Thatkräftigen: das „wozu?" nach einem furchtbaren
Ringen, selbst Siegen. Daß irgend Etwas hundert Mal wichtiger ist, als die Frage,
ob wir uns wohl oder schlecht befinden: Grundinstinkt aller starken Naturen
und folglich auch, ob sich die Anderen gut oder schlecht befinden. Kurz, daß wir
ein Ziel haben, um dessentwillen man nicht zögert, Menschenopfer zu bringen,
jede Gefahr zu laufen, jedes Schlimme und Schlimmste auf sich zu nehmen: die
große Leidenschaft. (KSA 12 398)
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Esta toma de posición termina de disipar cualquier duda respecto del irreversible
distanciamiento de Schopenhauer por parte de Nietzsche, porque ante la pregunta ¿para
qué? Schopenhauer contestaría sin más que para nada, para Nietzsche esto sería ya un
nihilismo decadente, nihilismo del cual pretende separarse radicalmente.
Unamuno también se distancia de Schopenhauer, pero por otras razones. Frente al
anonadamiento final propuesto por Schopenhauer, Unamuno propone una ética, una
acción y una esperanza que sin ser necesarias surgen espontáneamente del sentimiento
trágico de la vida:
Y si esto es la vida física o corporal, la vida psíquica o espiritual es, a su vez, una
lucha contra el eterno olvido. Y contra la historia. Porque la historia, que es el
pensamiento de Dios en la tierra de los hombres, carece de última finalidad
humana, camina al olvido, a la inconsciencia. Y todo el esfuerzo del hombre es
finalidad humana a la historia. finalidad sobrehumana que diría Nietzsche, que
fue el gran soñador del absurdo: el cristianismo social. (De Unamuno, 1971, p.20)
Y con esto de ser base de acción y cimiento de moral el sentimiento de la
incertidumbre y la lucha íntima entre la razón y la fe y el apasionado anhelo de
vida eterna, quedaría, según un pragmatista, justificado tal sentimiento. Mas
debe constar que no le busco esta consecuencia práctica para justificarlo, sino
porque la encuentro por experiencia íntima. Ni quiero ni debo buscar
justificación alguna a ese estado de lucha interior y de incertidumbre y de
anhelo; es un hecho y basta. Y si alguien encontrándose en él, en el fondo del
abismo, no encuentra allí mismo móviles e incentivos de acción y de vida, y por
ende se suicida corporal o espiritualmente (...) no seré yo quien se lo censure. (De
Unamuno, 1984, p.84)
Así las cosas, en orden a entender mejor lo que podríamos denominar el vitalismo de
Unamuno, no resulta un detalle menor comprender en qué medida es irreconciliable con
el nietzscheano.
No es un detalle menor que al comenzar su ensayo sobre La agonía del cristianismo una
vez más Unamuno quiera vérselas con Nietzsche. Parece que al igual que Heidegger,
Unamuno supiera que el enfrentamiento final de su filosofía tiene que ser con aquel gran
soñador del absurdo (De Unamuno, 1971, p.20), con aquel gran “ladrón de energías
(Unamuno, 1984, p. 36-37) al que sin embargo mira con tanto recelo, y del que con tanto
esfuerzo trató de distinguirse.3
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Es necesario ahondar más en la relación trágica entre estos pensadores. Ahora bien, con lo
que hemos podido recoger en este ensayo es posible hacernos una idea un poco más clara
acerca de la relación entre Unamuno y Nietzsche. Nos parece que se trata de dos
propuestas, que aunque presuponen una metodología similar, a saber la constatación del
sin sentido de la vida, del nihilismo pues, sin embargo sus respuestas y sus propuestas se
distancian irremediablemente.
Unamuno no quiere morir, Nietzsche pone sus esperanzas en el futuro y no le importaría
perecer por una causa más noble. A Unamuno le parece que el eterno retorno de lo mismo
es un remedo de inmortalidad, que como tantas otras soluciones que se le han dado al
problema, finalmente no resuelve nada. Incluso sus maneras de diferir de Schopenhauer
son distintas, Nietzsche difiere de Schopenhauer porque su propuesta final de un
anonadamiento le parece decadencia, Unamuno se distancia porque valora positivamente
la primera propuesta schopenhaueriana acerca de la compasión y cree que ésta bien
puede asentarse sobre la base del sentimiento trágico de la vida, rechazando así la
propuesta final schopenhaueriana de una apatía, carente de compromiso con el valor de la
compasión, conducente a la nada, y Unamuno quiere todo menos la nada.
Estas maneras de separarse de Schopenhauer, tienen a su vez por base una diferente
manera de concebir la vida y con ella lo que significa ser un vitalista, como considero que
ya ha sido mostrado más arriba. Y el punto culmen de este trágico desacuerdo, la
indisimulable divergencia en la toma de posición frente al cristianismo. Unamuno quisiera
poder abrazar el cristianismo, en su novela San Manuel Bueno Mártir o en su ensayo sobre
La agonía del cristianismo, por mencionar solo dos ejemplos, lo que nos ofrece el
cristianismo aparece como lo deseable, como aquello que sin importar si es verdad o no,
sabemos con certeza que cumpliría nuestros más íntimos anhelos; la idea de un Dios
personal e íntimo que se concreta en el cristianismo social le es muy grata a Unamuno, en
el caso de Nietzsche, -si nos atenemos a sus palabras- su filosofía es una inclaudicable
declaración de guerra contra el cristianismo, considerado como la más profunda
degeneración de la vida.
Así las cosas, no podemos más que concluir que las posiciones de Nietzsche y de
Unamuno son profundamente irreconciliables. Queda entonces la tarea de investigar con
todo detalle las diferencias y matices en cada una de las diferentes temáticas que abordan
ambos pensadores, pero estando prevenidos ya de que pese a las iniciales y/o aparentes
similitudes, en el fondo nos encontramos con dos filosofías trágicamente opuestas.
I Sección: Historia y Pensamiento
Cuando se citen las obras de Nietzsche, o bien los Fragmentos póstumos, el texto en
castellano siempre corresponde a la edición de la editorial Tecnos de las obras de
Nietzsche en cuatro tomos, de la misma manera, el texto castellano de los
Fragmentos póstumos es extraído de la edición, también de la editorial tecnos, en
cuatro tomos, de los Fragmentos póstumos. Respecto de la notación, se utilizarán
las iniciales OC o bien FP, correspondientes a Obrascompletas y Fragmentos
póstumos respectivamente, seguidas de un número romano, el cual indica el tomo
del que se ha extraído el texto, y un número arábigo, el cual indica la página de
dicho tomo a la que se hace referencia.
El texto original es extraído de la Kristische Studienausgabe en 15 tomos de la
editorial Walter de Gruyter. Respecto de la notación, se utilizarán las iniciales KSA
(KritischeStudienausgabe), seguidas de un número romano, el cual indica el tomo
del que se extraído el pasaje, y de un número arábigo, el cual indica la página de
dicho tomo del cual se ha tomado el texto en cuestión.
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NOTAS
1.
Unamuno y Nietzsche: Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
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Para una discusión más amplia y detallada del tema del estilo en Nietzsche es útil
leer: Nehamas. A. (2010). Nietzsche: La vida como literatura. México: Fondo de
Cultura Económica y Babich, B. (2012). On Nietzsche’s Judgment of style and Hume’s
Quixotic Taste on the science of aesthetics and “Playing” the Satyr. Journal of
Nietzsche Studies. 43, 2, 240-259.
2.
Probablemente no la comprendiera con toda la complejidad con la que podemos
hacerlo hoy en día, esto habida cuenta del limitado material al que no sólo Unamuno
sino varios integrantes de la así llamada generación del 98 tuvieron acceso de la obra
de Nietzsche, material que no incluía por ejemplo los Fragmentos Póstumos, de los
cuales actualmente contamos incluso con excelentes traducciones al castellano.
Dejado esto en claro, es igualmente importante sostener que la interpretación de los
noventayochistas, y particularmente la unamuniana, no carece de valor, desde luego
para entender al propio Unamuno, pero también para entender a Nietzsche mismo,
aunque en este ensayo en particular el centro de atención es comprender a
Unamuno.
3.
A este respecto es importante ver la sección dedicada a la influencia de Nietzsche en
Unamuno en el libro de Gonzalo Sobejano Nietzsche en España. Según Sobejano
(1967) no hay una divergencia total entre Nietzsche y Unamuno. Es cierto que no es
sencillo dar cuenta de esta trágica relación, en este trabajo se sostiene, sin embargo,
que las distintas posiciones asumidas frente a temas fundamentales como el
concepto de “vida”, las diferentes maneras de distanciarse de Schopenhauer y
finalmente la disputa fundamental en la posición asumida frente al cristianismo
hacen de las filosofías de Unamuno y de Nietzsche dos posturas irreconciliables. Un
autor como Oya (2020), ve en la diferencia entre Nietzsche y Unamuno con respecto
al cristianismo una diferencia definitiva entre ambos autores, en este ensayo
coincidimos más con la posición de Oya que con la de Sobejano.
4.
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Unamuno y Nietzsche: Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
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Babich, B. (2012). On Nietzsche’s Judgment of style and Hume’s Quixotic Taste on the
science of aesthetics and “Playing” the Satyr. Journal of Nietzsche Studies. 43, 2,
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