Llama la atención la postura que asume Unamuno a lo largo de su obra Del
sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos frente a la posición de
Nietzsche. En este ensayo se aborda esta temática particular mediante una
confrontación de ambas posiciones y se sostiene la hipótesis de que aunque no son
idénticas, ciertamente tienen una cercanía de corte metodológico, y no tanto en
cuanto a las ideas que se defienden. Para esto se recurrirá a un análisis exegético,
tomando como punto de referencia las menciones explícitas que Unamuno hace de
Nietzsche en su Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos,
para posteriormente mostrar a partir de ellas la cercanía metodológica de los autores,
así como tratar de elaborar una evaluación de las críticas lanzadas por Unamuno
contra Nietzsche.
Palabras clave: Unamuno; Nietzsche; vitalismo; inmortalidad; sentimiento; razón.
RESUMEN
ABSTRACT
The position that Unamuno assumes throughout his work Del sentimiento trágico de
la vida en los hombres y en los pueblos is striking in comparison with Nietzsche's
position. In this essay, this particular theme is approached through a confrontation of
both positions and the hypothesis is held that although they are not identical, they
certainly have a methodological closeness, and not so much in terms of the ideas
that are defended. For this purpose, we will resort to an exegetical analysis, taking as
a point of reference the explicit mentions that Unamuno makes of Nietzsche in his
Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, in order to,
subsequently, demonstrate from them the methodological closeness of the authors,
as well as to try to elaborate an evaluation of the criticisms launched by Unamuno
against Nietzsche.
Keywords: Unamuno; Nietzsche; vitalism; immortality; feeling; reason.
Unamuno and Nietzsche:
A tragic encounter in the face of Schopenhauer
UNAMUNO Y NIETZSCHE:
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ISSN 1659-331
Revista Estudios, 2022
| Julio 2022
La Revista Estudios es editada por laUniversidad de Costa Ricayse distribuye bajo
unaLicencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Internacional.
Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
Ignacio J. Salas Hernández
Universidad de Costa Rica
San Pedro, San José, Costa Rica
ignacio.salashernandez@ucr.ac.cr
https://orcid.org/0000-0002-1406-9952
Recibido:
Aceptado:
15 de junio de 2022
17 de julio de 2022
I Sección: Historia y Pensamiento
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ISSN 1659-331
Unamuno y Nietzsche: Un encuentro trágico frente a Schopenhauer
| Salas Hernández, Ignacio J.
“Lo que no es eterno tampoco es real.” (De Unamuno, 1984, p.36)
«Por mi honor, amigo, respondió Zaratustra, que no hay nada de eso de lo
que hablas: no hay ni demonio ni infierno. Tu alma estará muerta antes
que tu cuerpo: ¡así que no temas ya nada!»
El hombre lo miró con desconfianza: «Si dices la verdad, dijo entonces, no
pierdo nada si pierdo la vida. No soy más que un animal al que han
enseñado a bailar por medio de golpes y poca comida». (OC IV 77)
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“Bei meiner Ehre, Freund, antwortete Zarathustra, das giebt es Alles
nicht, wovon du sprichst: es giebt keinen Teufel und keine Hölle. Deine
Seele wird noch schneller todt sein als dein Leib: fürchte nun Nichts
mehr!
Der Mann blickte misstrauisch auf. “Wenn du die Wahrheit sprichst,
sagte er dann, so verliere ich Nichst, wenn ich das Leben verliere. Ich bin
nicht viel mehr als ein Thier, das man tanzen gelehrt hat, durch Schläge
und schmale Bissen.” (KSA III 22)
El pensamiento de Unamuno es agónico, Unamuno se encuentra entre la espada y la
pared, no puede satisfacer los anhelos del sentimiento, que sin cesar reclama vivir para
siempre siendo él mismo, siempre más; por otro lado la razón siempre se interpone entre
el sentimiento y sus ansias. Del abrazo trágico de sentimiento y razón, como lo denomina
el pensador vasco, surgirá algo así como una esperanza fundamentada en la duda de que
quizá haya inmortalidad personal, aunque como lo deja claro en el capítulo V de su obra
de madurez Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, el
veredicto de la razón parece inamovible, lo racional es pensar que no hay inmortalidad
personal.
En esta obra de Unamuno, asistimos a un formidable esfuerzo por mostrar las principales
fuentes de las cuales se ha nutrido su reflexión al respecto, así asistimos expectantes a sus
reflexiones sobre Descartes, sobre Spinoza, sobre William James, sobre Nietzsche, entre
muchos otros. Pero si algo tuviera que resaltarse de la posición de Unamuno como lo
fundamental es ese su agonismo, ese estar siempre entre el sentimiento y la razón, sin
embargo no es ese agonismo el único posible.
Llama la atención particularmente la postura que a lo largo de la obra Unamuno asume
frente a la posición de Nietzsche. En este ensayo se tratará de abordar esta temática
particular mediante una confrontación de ambas posiciones, y se sostendrá la hipótesis de
INTRODUCCIÓN
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que aunque no son idénticas ciertamente tienen una cercanía de corte metodológico,
aunque no sea así en lo relativo a las ideas que se defienden. Para esto se recurrirá a un
análisis exegético tomando como punto de referencia las menciones explícitas que
Unamuno hace de Nietzsche en su Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en
los pueblos, para posteriormente mostrar a partir de ellas la cercanía metodológica de los
autores, así como tratar de elaborar una evaluación de las críticas lanzadas por Unamuno
contra Nietzsche.
Retomemos por un momento, para entender mejor lo que nos quiere proponer Unamuno,
la corta y profunda frase que figura como epígrafe de este ensayo, a saber: “Lo que no es
eterno tampoco es real.” (Unamuno, 1984, p.36). Cuando esto nos dice el pensador Vasco,
en el tercer capítulo de su Del sentimiento trágico de la vida, acaba de exponernos
mediante un ejemplo tan claro como la suerte que sufrió el discurso de San Pablo en el
Areópago, como los intelectuales, a los que no sin cierta sorna Unamuno etiqueta como
“los sensatos”, se resisten a pensar sobre el problema de la mortalidad de personal, o lo
que es lo mismo, del inminente advenimiento de la nada como destino eterno, tal y como
antes de haber nacido. Esto, y no otra cosa, es lo que atormenta a Unamuno, esto y no otra
cosa es lo que el sentimiento desea con todas sus fuerzas poder solucionar y a lo cual la
razón siempre se opone.
Pues bien, es en este contexto en el cual sale a relucir la figura de Nietzsche, espero se me
disculpe la extensión de la cita, considero que es importante que sea Unamuno mismo el
que hable, ya que lo que queremos es proponer una evaluación de su posición frente a la
de Nietzsche:
Ahí tenéis a ese ladrón de energías, cómo él llamaba torpemente al Cristo, que
quiso cazar el nihilismo con la lucha por la existencia, y os habla de valor. Su
corazón le pedía el todo eterno, mientras su cabeza le enseñaba la nada, y
desesperado y loco para defenderse de mismo, maldijo de lo que más amaba.
Al no poder ser Cristo, blasfemó del Cristo. Su corazón le pedía el todo eterno y
soñó la vuelta eterna, mezquino remedio de inmortalidad, y lleno de lástima
hacia sí, abominó de toda lástima, ¡Y hay quien dice que es la suya filosofía de
hombres fuertes! No; no lo es. Mi salud y mi fortaleza me empujan a
perpetuarme. ¡Esa es doctrina de endebles que aspiran a ser fuertes; pero no de
fuertes que lo son! Sólo los débiles se resignan a la muerte final y sustituyen con
otro el anhelo de inmortalidad personal. En los fuertes el ansia de perpetuidad
sobrepuja a la duda de lograrla, y su rebose de vida se vierte al más allá de la
muerte. (De Unamuno, 1984, p. 36-37)
Este texto, lleno de una indisimulable hostilidad contra Nietzsche, es una muestra
clarísima de la decepción que representan para Unamuno aquellos que con poses
intelectuales pretenden, declarándose partidarios de alguna otra causa considerada
mayor, hacer como si no hubiera ningún problema con la propia mortalidad; aunque más
adelante, será el mismo Unamuno quien en el culmen de la disolución racional se vea
obligado a admitir que en términos estrictos ni siquiera nos encontramos con un
problema.
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A pesar de la libertad estilística de la que se sirve Unamuno, esto no nos debe inducir a
error, de tal manera que pensemos que la mención de los pensadores es arbitraria y
antojadiza. Dejado en claro lo anterior se impone la necesidad de distinguir la mención de
Nietzsche en este contexto. Nietzsche aparece como la versión mejor lograda del que se
cierra a comprender la veracidad filosófico-existencial del problema de la muerte, de ahí la
necesidad de Unamuno de siempre recalcar el estado vital en el que se encontraba
Nietzsche para proponer semejante filosofía.
Expresiones como: “Su corazón le pedía el todo eterno”, “desesperado y loco para
defenderse de mismo”, “Al no poder ser Cristo blasfemó del Cristo”, “Su corazón le pedía
el todo eterno” y “lleno de lástima hacia sí”, son en el fondo un reclamo trágico de
Unamuno, como si le dijera a Nietzsche que es peor que Kant y que Spinoza, estos dos por
lo menos han creído en el consuelo que se han inventado para resolver su propio
problema existencial. Es posible interpretar estas expresiones de Unamuno como los gritos
trágicos del que reconoce en un mismo individuo a una alma gemela y a un desertor. Y no
se trata de cualquier individuo, se trata del individuo trágico por excelencia que fue
Friedrich Nietzsche.
De hecho, la ambivalencia del posicionamiento de Unamuno delante de Nietzsche ya ha
sido puesta de relieve por otros autores, mencionamos tres: los casos Ribas (1987), así como
los trabajos de autores como Oya (2020) y Gilis (2008). Ribas considera que la ambivalencia
está presente en el intento unamuniano de presentar a Nietzsche como un cristiano
anticristiano, por su parte, Oya profundiza en la diferenciación que se puede encontrar
entre Nietzsche y Unamuno en su posicionamiento respecto del cristianismo, sobre esta
misma línea había trabajado ya Gilis, para quien la afirmación de la inmanencia por parte
de Nietzsche es irreconciliable con el así denominado utopismo cristiano de Unamuno.
En un sentido unamuniano, hemos de reconocer que como toda vida de un hombre de
carne y hueso la vida del hombre Nietzsche es ya de por trágica, porque es imposible
que no se ese abrazo agónico entre la razón y el sentimiento. Sin embargo, no es inútil
para comprender la posición de Unamuno frente a la de Nietzsche añadir que la vida del
hombre Nietzsche es particularmente representativa de esta tragicidad de la vida
humana.
Sabido es que Nietzsche procedía de un linaje de pastores protestantes entre los cuales se
encontraba incluso el equivalente de lo que en terminología católica sería un obispo.
Sabido es también que fue un niño que albergó sentimientos religiosos y sabido es
además que tras el abandono de su fe cayó en sus manos la obra de A. Schopenhauer,
LA TRAGEDIA DE NIETZSCHE
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particularmente Die Welt als Wille und Vorstellung, obra que el joven Nietzsche devoró
con gran avidez. Es muy significativo lo que señala Curt Paul Janz en el tomo I de su
monumental biografía respecto de un Nietzsche veinteañero que se acaba de encontrar,
llegando a Leipzig, con la filosofía de Schopenhauer:
La filología sólo le ofrecía imágenes de un mundo grandioso, pero
indefectiblemente muerto; era un campo adecuado para su orgullo intelectual, y
como ninguna otra ciencia, le daba la oportunidad de desarrollar su impulso
educativo, su indomeñable voluntad pedagógica. Pero sin el apoyo que encontró
en la filosofía de Schopenhauer, difícilmente hubiera podido soportarla durante
tanto tiempo como contenido de su vida, de modo similar a como esta filosofía
tuvo, a su vez, que caer para él el día en que su propia fuerza productiva
desbordó el marco schopenhaueriano. (Paul, 1981, p.152)
Hay que dejar en claro que para Unamuno, el problema vital y existencial de la
inmortalidad personal es en realidad nuestro único y más íntimo problema, entendido
esto, también es posible aseverar que hay hombres y mujeres que sienten este problema
de una manera particular, Nietzsche es uno de esos.
El pasar de tener fe a no tenerla es la peor combinación posible, porque el que tuvo la
certeza y más tarde la perdió sabe mejor lo que ha perdido, y con ello puede sufrirlo más
hondamente. Pues bien, Nietzsche ha pasado del cristianismo al pesimismo de
Schopenhauer, de ahí la fuerza arrolladora de la voluntad de vivir que se expresa en el
pensamiento nietzscheano, incluso en su estilo1 .A propósito, es interesante lo que señala
Panea (2004):
Es bien sabido que Nietzsche bebió de las fuentes schopenhauerianas, al objeto
de saciar su sed de conocimiento, si bien sabemos igualmente que aquella agua
no colmaría su afán, sino que, más bien produjo en él la necesidad de superar, o
para decirlo de otro modo, provocó en él la urgencia vital de salir, de abandonar
la filosofía schopenhaueriana (p.8)
Siendo consciente de todo esto, como lo era Unamuno, le parece admirable que sea
Nietzsche un desertor en lo que respecta a nuestro único e íntimo problema vital.
Lo que hace a Unamuno dudar de la pertinencia de la posición de Nietzsche una vez
enfrentados al problema único, íntimo y vital de la inminencia de la propia muerte, es que
la opción filosófica nietzscheana termina afirmando no solamente que no es un problema
buscar el propio ocaso, sino incluso que es algo deseable; esto se ve particularmente
reflejado en la doctrina del eterno retorno de lo mismo. Si Unamuno comprendió
adecuadamente la idea filosófica nietzscheana no es de incumbencia directa de este
texto__, lo es el aclarar, eso sí, como comprendió y se posicionó frente a esta toma de
posición de Nietzsche.
¿ES NIETZSCHE UN DESERTOR DEL PROBLEMA ÚNICO, ÍNTIMO Y VITAL DE LA EXISTENCIA?
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En el capítulo IV de su Del sentimiento trágico de la vida, Unamuno afirma tajantemente
que: La noción nietzscheniana de la vuelta eterna es una idea órfica (Unamuno, pág.43).
Que la doctrina nietzscheana es un retomar sin más a los griegos es una idea que ha sido
ya ampliamente discutida en la literatura secundaria y que el mismo Nietzsche en algunos
Fragmentos Póstumos ha combatido ampliamente:
Nietzsche pretende precisamente dar a la religión griega una interpretación más
profunda, que no sólo contemple la superficie del “festivo mundo de los dioses”,
sino que también tome en cuenta su mundo lleno de colores y cuadros oscuros,
plagado por las penas más profundas e incurables. (Frey, 2005, p. 521)
Más recientemente también lo ha señalado Julian Young:
Though Nietzsche rejects utterly the content of Christianity, his concept of the
new religious festival actually modifies Greek tragedy by synthesising it with
Christian concept of the saint. Sometimes, indeed, he acknowledges quite
explicitly his debt to Christianity. (Young, 2018, p. 218)
Sin embargo, lo que nos interesa no es tanto la precisión del señalamiento unamuniano
respecto de Nietzsche como la idea central que del mismo va entretejiendo a lo largo de la
obra. Cuando Unamuno afirma esto, está haciendo un recuento de la evolución del
cristianismo primitivo, está contándonos pues, como es que la humana necesidad de vivir
siempre, siempre más, fue entretejiendo lo que es el cristianismo.
Nietzsche se pretende a mismo como un anticristiano, pues bien, Unamuno nos está
diciendo que cuando Nietzsche propone la doctrina del eterno retorno de lo mismo, en el
fondo lo que está haciendo es tratando de llenar ese vacío que ha dejado la desaparición
del Dios cristiano, y que contrario a lo que él mismo pensó que estaba haciendo, en
realidad seguía respondiendo, como no podría ser de otra manera, a su íntimo anhelo de
inmortalidad.
Hasta aquí no hay ningún problema, el problema reside en dos elementos de la filosofía de
Nietzsche: el primero, que pretenda ser una filosofía de fuertes que lo son, cuando en
realidad según la interpretación unamuniana sigue siendo un intento desesperado de
solucionar un problema a la vez que se quiere dar la apariencia de que el tal problema no
es problema para él y sus “espíritus libres”, negando así lo innegable; y en segundo lugar (y
esto es lo que más irrita a Unamuno), que a entender que todos aquellos que sientan
verdadera y agónicamente el problema único, íntimo y vital de la muerte son débiles.