La publicación de los prolegómenos de la investigación sobre la Guerra de 1921 entre Costa
Rica y Panamá tiene como uno de sus objetivos el invitar a quien lo lee a profundizar sobre
este hecho bélico, poco conocido por la población costarricense. La investigación realizada por
el historiador Quesada parte de la elaboración de un estado del conocimiento del tema, que
aquí se detalla. En estos prolegómenos, se introduce al lector, además, al descubrimiento de
una serie de fuentes primarias que dan nueva vida al conflicto; no es solo una lucha armada, es
una guerra olvidada, con personajes involucrados caídos en acción, a quienes el Estado había
olvidado. Por ejemplo, se menciona que una placa con los nombres de estos soldados fue
develada hasta 1961, con pequeño monumento en el Parque Morazán.
La Guerra de 1921 tuvo muchas aristas y en estas páginas se pueden entrever. Hay referencia a
la literatura que se produjo a raíz de este hecho, al papel de la frontera y a la zona sur. La
prensa ocupa un lugar de privilegio en esta investigación, sorprende su variedad. En
conclusión, este repaso general de los escritos de la breve guerra, revelan la infinidad de
documentos revisados para un trabajo de investigación mayor, que tiene como fin el
reconocer la importancia de estos hechos que no ha sido abordada con la atención y
profundidad que merece.
Palabras clave: José Marín Cañas; Guillermo Padilla Castro; Coto; Sixaola; Campaña del Pacífico;
cuestión limítrofe
RESUMEN
ABSTRACT
The publication of the prolegomena of the investigation of the 1921 war between Costa Rica
and Panama invites the reader to inquire about this scarcely known war. These prolegomena
introduce the reader to a series of primary sources that shine a different light on the conflict. It
defines it not only as a violent conflict, but as a forgotten war, with fallen soldiers, forgotten by
the government. For example, it mentions that it wasn’t until 1961, that a plaque and a
monument to commemorate their feat was unveiled at Morazan Park in San José.
These prolegomena analyzes the 1921 war from different perspectives including the literature
that developed in the area as a result of the event. It also examines the role of the border and
the southern area of the country. Press articles are abundant and take a privileged part in the
investigation. In conclusion, these brief reviews of the writings of the war reveal the infinity of
documents examined for a bigger investigation project, which goal is to recognize the
significance of these events which haven’t been addressed with the importance they deserve.
Keywords: José Marín Cañas; Guillermo Padilla Castro; Coto; Sixaola; Pacific Campaing; border
issue
Rediscovery of 1921
Coto-Almirante
REDESCUBRIMIENTO DE 1921
1
ISSN 1659-331
La Revista Estudios es editada por laUniversidad de Costa Ricayse distribuye bajo
unaLicencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Internacional.
Coto-Almirante
Recibido:
Aceptado:
17 de agosto del 2022
15 de octubre del 2022
Juan Rafael Quesada
Universidad de Costa Rica
San Pedro, San José, Costa Rica
juanquesada2014@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-4316-924X
Revista Estudios, 2022
N. 45 | Diciembre 2022 - mayo 2023
I Sección: Entre la historia colonial y la
historia contemporánea
I Seccn: Entre la historia colonial y la historia contemporánea
Como publicación del periódico La Hora, en 1934 apareció el folleto Coto, Rincón de olvido.
Narración de un testigo presencial de la acción de Coto en la Guerra de 1921 (1934). Se
recoge ahí el testimonio brindado por Guillermo Padilla Castro, quien siendo estudiante de
derecho (tenía veintiún años), participó en una de las expediciones enviadas a Coto, y que
fue víctima de una emboscada.
En la dedicatoria de ese texto, su autor, José Marín Cañas (1904-1980) expresa:
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JUSTIFICACIÓN
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A todos los que han oído hablar de Coto, y creen que se trata de un señor de
Cartago.
A los que aún no han aprendido a saber que el dolor, aunque no tenga amplitud
cuantitativa, tiene la misma reciedumbre y profundidad.
A los costarricenses que desean saber una página fresca aún en la memoria de
muchos, pero apolillada en la reverencia de todos.
A los que abonaron la tierra del Sur con la sangre de sus vidas y sobre cuyos
cuerpos existe un monumentito desconchado y pobre (1934, p. 3).
Marín Cañas se refiere al conflicto antes mencionado, que durante escasas dos semanas
(entre febrero y marzo de 1921) enfrentó a los dos países vecinos por problemas limítrofes.
Si bien desde ese momento hasta el presente se habla únicamente de Coto, el
enfrentamiento tuvo como escenario no solo el valle de Coto Colorado —que en ese
momento era parte del distrito Golfo Dulce y actualmente comprende también el
territorio del cantón de Golfito y de Corredores—, sino también en la parte Atlántica de
Costa Rica y Panamá.
Al mencionar «un monumentito desconchado y pobre», Marín Cañas supuestamente
alude a un pequeño monolito colocado en Pueblo Nuevo de Coto, sobre los restos de los
caídos en las emboscadas del 27 de febrero y del 1. ° de marzo de 1921. Ese modesto
recordatorio contrasta con lo manifestado pocos meses después del cese de hostilidades
(el 6 de marzo de 1921), “de que se debía alimentar en nuestra juventud el recuerdo vivo de
nuestra tierra” y que “como celebración del centenario de la independencia se debía
proceder a la colocación de la primera piedra de un monumento a la memoria de los
héroes que cayeron en Coto luchando por su país” (1921, 9 de setiembre, La Mañana, p.1).
En los primeros días de marzo de 1922 se enfatizaba en que el año anterior se había vivido
una “jornada inolvidable de civismo” (1922, 2 de marzo. Editorial Al cumplir un año. La
Tribuna, p. 4), que había involucrado diversos sectores de la población: la sociedad o
primera sociedad, y los «patillos» (como se decía en esa época).
Por tanto, se manifestaba: «Todo eso lo recogerá la historia para orgullo de las que vivieron
esos momentos de lucha y de gloria, para enseñanza de las generaciones a las cuales
estará confiado el porvenir de la República» (1922, 2 de marzo. Editorial Al cumplir un año.
La Tribuna, p. 4). ¿Se saldó la deuda con los héroes?
I Seccn: Entre la historia colonial y la historia contemporánea
Según información periodística, por iniciativa del Movimiento Nacionalista de Costa Rica
(antecesor del Movimiento Costa Rica Libre) y con el apoyo del Gobierno central, entre el
27 de febrero y el 1.° de marzo de 1961 se realizaron en San José algunas actividades en
«recuerdo de los sucesos de Coto». Los pocos restos existentes de los emboscados en
Pueblo Nuevo de Coto fueron llevados en avión a San José. Después de ser velados en
capilla ardiente, esos restos fueron trasladados en solemne cortejo fúnebre desde la
Funeraria Polini hasta el parque Morazán. Según La Nación, en ese parque el 1. ° de marzo
hubo «guardia de honor, música marcial y luego se dio la inhumación del féretro al pie del
Monumento a los Héroes» (1961, 1 de marzo. Caídos en Coto, La Nación, pp. 1 y 4). Este era
un modesto monumento que había sido inaugurado en la mañana de ese mismo día.
Justamente, el 28 de febrero de ese año, en un artículo titulado «Coto y la soledad»,
publicado en las páginas 12 y 13 del periódico La Nación, Guillermo Padilla narró su vivencia
personal de la expedición enviada a Coto el 25 de febrero de 1921.
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Fuente: La Nación, 28 de febrero de 1961.
Imagen 1. Placa conmemorativa dedicada a
los caídos en Coto, Parque Morazán, San José
Como parte del homenaje a los llamados
“Excombatientes de Coto”, Guillermo
Padilla Castro, reconocido entonces
como un destacado profesional en
derecho penal, expresó entre otras
cosas:
[…] “Durante este tiempo sus
restos habían permanecido casi
olvidados en la misma tierra
que tiñeron con su sangre […]
Ya podrán sus familiares de esos
roes traer flores a este lugar
donde reposan sus restos
sagrados. Ya no estarán
rodeados de la soledad y el
silencio. Los sentiremos s
cerca de nosotros (1961, 28 de
febrero) Coto y la soledad, La
Nacn, pp. 12 y 13). (Énfasis
agregado).
El conflicto bélico de 1921 también tuvo
un pequeño recordatorio público (¿el
último?) el 28 de febrero de 1971. En esa
actividad, organizada por la
Municipalidad de San José, los
«excombatientes de Coto» recibieron
una medalla de oro y un pergamino. Se
colocó una ofrenda floral al pie del
llamado Monumento a los Caídos, se
I Seccn: Entre la historia colonial y la historia contemporánea
celebró una misa, la banda militar de San José ejecutó una marcha y, según reportó La
Naciónel 1. ° de marzo, «en nombre de los excombatientes habló el doctor Guillermo
Padilla Castro» (1971, 1 de mayo) Homenaje a excombatientes de Coto, La Nación, p. 1)
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Fuente: La Nación, 1 de marzo de 1971, p. 2. .
Imagen 2. Excombatientes de Coto
Imagen 3. Excombatiente Manuel Sibaja
Fuente: La Nación, 1 de marzo de 1971, p. 2. .
El autor de estas páginas oyó hablar por primera vez de la guerra ocurrida en 1921
justamente al cumplirse el 50 aniversario de ese acontecimiento, o sea, en 1971. Y, si bien
no pensó que Coto era un señor de Cartago (como señalaba Marín Cañas en 1934), lo cierto
es que el nombre Coto le sonaba como algo muy lejano, como si se tratara de otro país. Ni
en secundaria ni en la universidad había oído hablar de ese acontecimiento.
Su acercamiento a la zona sur (ocurrido hace varias décadas gracias a una labor de
investigación realizada con la Vicerrectoría del mismo nombre de la Universidad de Costa
Rica), despertó su interés por descubrir qué había más allá de lo que presentaban las
publicaciones acerca de ese conflicto conocidas hasta entonces, por tratar de trascender
los abordajes marginales o de carácter muy general existentes sobre ese breve episodio de
la historia nacional. Al mismo tiempo, aspiraba a que su investigación fuera un aporte a la
celebración del bicentenario de la Independencia de Costa Rica y del centenario de la
guerra de 1921.
¿GUERRA EN 1921?
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Fuente: Foto tomada por el autor, s.f.
Imagen 4. Río Coto
Su acercamiento a la zona sur (ocurrido hace varias décadas gracias a una labor de
investigación realizada con la Vicerrectoría del mismo nombre de la Universidad de Costa
Rica), despertó su interés por descubrir qué había más allá de lo que presentaban las
publicaciones acerca de ese conflicto conocidas hasta entonces, por tratar de trascender
los abordajes marginales o de carácter muy general existentes sobre ese breve episodio de
la historia nacional. Al mismo tiempo, aspiraba a que su investigación fuera un aporte a la
celebración del bicentenario de la Independencia de Costa Rica y del centenario de la
guerra de 1921.
Sin pretender hacer un análisis exhaustivo del estado de la cuestión, es necesario, sin
embargo, realizar un esbozo general de lo que se ha escrito y de cómo se ha abordado ese
episodio, " rincón olvidado " de la historia patria. Si bien la guerra o breve guerra de 1921
propiamente dicha terminó el 5 de septiembre de 1921 —cuando autoridades
costarricenses tomaron posesión de Pueblo Nuevo de Coto—, el amojonamiento de la
frontera quedó pendiente. Esto dio como resultado que, desde 1924 hasta 1940, se
produjeran conversaciones sobre la cuestión limítrofe, lo que a su vez generó importantes
manifestaciones populares en contra de lo que se creía perjudicial para los intereses
costarricenses . Por tanto, salieron a la luz varias publicaciones sobre «la cuestión de
límites» o sobre «las fronteras entre Costa Rica y Panamá» . Al mismo tiempo, esa
«cuestión» recibió un lugar especial en la plataforma programática del Partido Reformista,
creado por Jorge Volio, personaje que tuvo un desempeño notable cuando se dieron esas
negociaciones en las décadas de 1920 y 1930. Contrasta su actitud con la no mención de la
«cuestión de límites» en el programa del Partido Comunista, fundado en 1931.
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Asimismo, pocos años después del episodio de 1921, textos escolares sobre la historia
nacional incorporan esa temática. Es el caso de la Cartilla histórica de Costa Rica, de
Ricardo Fernández Guardia (llamado «príncipe de los historiadores costarricenses»), quien
dedicó un pequeño espacio a «los acontecimientos de 1921» Fernández, 1976). También su
hermano, León Fernández Guardia, en Historia de Costa Rica. Adaptada al programa
oficial (1939, pp141-145), dedicó unas cuentas páginas a lo que llamó “Guerra con Panamá ".
La guerra de 1921 fue incorporada a partir de la década de 1940 en varios libros de texto
dirigidos a estudiantes primaria y secundaria. Tal es el caso de Nueva historia de Costa Rica
de Adela Ferreto de Saénz y Carlos Meléndez (1972). En el libro aparece la lectura “La
guerra de 1921” (1972, pp 229-231), escrita por Meléndez.
La guerra de 1921 ocupó un espacio mayor cuando la Universidad de Costa Rica daba sus
primeros pasos. En la tesis titulada Historia de los límites entre Costa Rica y Panamá, (Tesis
de graduación Escuela de Pedagogía, Universidad de Costa Rica, 1946), su autora, Luz
Marina Quesada Ulate, consagró diez páginas (de la 15 a la 24), a lo que denominó «Guerra
del año 21». Ahí se afirma —según lo que la autora llama «la versión oficial»—, que «zonas
del territorio costarricense y fecundas pero despobladas se estaban ocupando
paulatinamente por ciudadanos de un país vecino». Entonces el Gobierno costarricense
decidió ejercer su soberanía y envió a Coto dos expediciones, las cuales fueron atacadas
por sorpresa, lo que causó numerosas pérdidas de vidas, según agrega la autora.
Para Costa Rica, recalca ella, se trataba de «defender el territorio, para Panamá, de una
conquista». Por eso, para el gobierno de Julio Acosta, «unánime fue el respaldo y
vehemente la adhesión popular». Después de «gloriosas jornadas en Sixaola, Guabito,
Changuinola y Almirante», y a consecuencia de esos sucesos y de la acción diplomática, se
puso fin al conflicto con el retiro de las tropas en el Atlántico y en el Pacífico.
Se añade: en razón de que el "amojonamiento de las fronteras seguía pendiente, se entró
en un nuevo periodo de negociaciones bajo la premisa de reciprocas compensaciones de
territorios, lo que condujo a un convenio de limites definitivo el 1º de mayo de 1941" . Cabe
destacar que ese tratado, conocido como Echandi Montero - Fernández Jaén, significó un
reconocimiento de las tesis que había mantenido Costa Rica durante mucho tiempo.
La guerra de 1921 encontró también eco en obras de carácter literario. Un caso es el del
cuento «Tartarín va a la guerra», que participó en 1941 en un concurso literario organizado
por la revista Vanguardia y cuyo autor fue Carlos Mora Barrantes.Trata de la incorporación
de un agricultor o campesino al batallón organizado por el general mexicano Manuel
Chao, llamado «Batallón Irazú», compuesto esencialmente por cartagineses. «Tartarín»
presumiblemente representa al campesino costarricense convertido en soldado
improvisado, a los «patillos», como se decía entonces. Al mismo tiempo, de manera jocosa,
pone en evidencia las debilidades o falencias del ejército costarricense.6
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Ese cuento también da luz sobre la procedencia o composición social de los enlistados, lo
mismo que de la identificación que en 1921 se hacía en la prensa y entre los intelectuales
de la lucha librada en ese momento y la Campaña Nacional: «Los cachorros del 56 solo
pensaban en servir a la patria»
Carlos Luis Fallas, por su parte, en la novela autobiográfica Marcos Ramírez, publicada en
1952, da cuenta de su incorporación a la edad de doce años a una de las expediciones de
voluntarios que partieron a la región sur del país.
Se sostiene que esas movilizaciones se produjeron en medio de un ambiente de gran
agitación popular, producido en el país una vez que se conoció de las emboscadas de que
fueron víctimas los costarricenses, «sin saber que la United Fruit Company movía los
tentáculos detrás del Gobierno de Panamá» (Fallas, 2017, p. 114).
La suposición de que el conflicto bélico del 21 fue producto de los intereses de las
compañías bananeras y petroleras que disputaban las tierras fronterizas entre Costa Rica y
Panamá se popularizó a partir de 1971. En un libro publicado en ese año se afirmaba:
En 1921 los agentes de la Yunai presionaron al gobierno panameño para que
planteara el conflicto de Coto. […] A la empresa le interesaba que aquel suelo
fuera panameño porque en ese país ya tenía ferrocarriles. Por otra parte, era más
fácil tratar con el gobierno panameño que no hacia tanta resistencia como el
nuestro, cuando se trataba de contratos […] Y de manera rotunda se concluye:
“No había tal honor nacional. (Gamboa, 1971, p 87, 88).
A partir de 1980, a las teorías de las compañías bananeras y petroleras se agregó la opinión
de que ellas lograron que la prensa incitara, con éxito, a la población costarricense, para
que se movilizara en defensa del «territorio nacional y la soberanía» (De la Cruz, 1980).
Además, se sostiene que las organizaciones de trabajadoras depusieron el movimiento
huelguístico que se realizaba en Limón. Y también se afirma que las «únicas voces
disonantes fueron las de Aniceto Montero y su Partido Socialista y de don Vicente Sáenz»
(De la Cruz, 1980, pp. 114,118).
Esos postulados son retomados en obras posteriores. Así, se sostiene que al viejo diferendo
fronterizo «entre Costa Rica y Panamá se agrega un enorme interés geoestratégico-
económico, esto es, el proyecto canalero en Nicaragua y el petrolero en la frontera entre
Costa Rica y Panamá, esencialmente del lado Atlántico». A esto se suma el sostener que
para el ejercito costarricense fue un fracaso, y que el conflicto acabó debido a la
intervención de Estados Unidos, pues para el Departamento de Estado era fundamental
proteger las «inversiones del capital norteamerican(Muñoz, 1990, pp 121,123).
Del mismo modo se ha repetido que, al producirse la guerra entre Costa Rica y Panamá,
«las organizaciones obreras pidieron a los huelguistas de las plantaciones y de los ferro-
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carriles de la United Fruit Company en el litoral Atlántico, detener el movimiento y
consagrarse a defender la patria y la soberanía». En contraste, se afirma tajantemente que
solo «se escucharon las voces disidentes de Aniceto Montero, un destacado intelectual
socialista, y de Vicente Sáenz, connotado antiimperialista, quienes denunciaron la disputa
como una guerra de rapiña ente empresas monopólicas extranjeras» (Ortega, 1994, p.154)
En lo fundamental, estas versiones (supuestos verdaderos móviles de la guerra) han sido
incorporadas en trabajos acerca de los acontecimientos de 1921 realizados en los últimos
años. Así en un trabajo de un novel investigador, se insiste en presentar una imagen
negativa del desempeño de Costa Rica en ese conflicto. Se dice que Costa Rica invadió
Panamá, y se acusa de «parcialidad analítica» a los investigadores que han estudiado la
cuestión limítrofe entre Costa Rica y Panamá desde una perspectiva «nacionalista», de
asumir un «sesgo oficialista». Se afirma de manera radical que el «discurso nacionalista o la
campaña de propaganda» de la prensa fue el movilizador de la guerra, y que ha habido
una «especie de olvido de ese episodio por parte de la historia oficial del país, la cual no ha
incorporado la guerra de 1921 en sus anales más proclamados» (Arguedas, 2019).
Con lo expuesto hasta aquí se ha querido demostrar que, durante décadas, la guerra de
1921 no ha sido abordada con la atención y la profundidad que merece. Solo ha sido
incluida de manera marginal en estudios sobre límites y movimientos sociales o en obras
de carácter general de historia de Costa Rica, en las que se han privilegiado los aspectos
políticos, militares y diplomáticos como los trabajos de Rafael Obregón (1981, pp. 294-297.)
y de Eduardo Oconitrillo (1991, 231-292).
También ha sido tratada como parte de proyectos ideológicos y políticos, ayunos, en
algunos casos, de apoyo documental, o bien, ajustando la información a rígidos marcos
teóricos elaborados para otras latitudes.
Asimismo, ese «breve pero intenso episodio» de la historia costarricense —como lo llamaba
José Marín Cañas— no forma parte de los planes de estudio del sistema educativo
costarricense, salvo la experiencia aislada de la Región Educativa de Coto (Rojas y Ovares,
2022). Incluso en pleno siglo XXI ese episodio de la historia costarricense no ha figurado en
los cursos de Historia de Costa Rica de las universidades públicas, en donde,
contradictoriamente, se ha realizado durante décadas la investigación histórica de alto
nivel . Cabe señalar que, casi a manera de excepción, se menciona «La guerra contra
Panamá» (Molina y González, 2015, p. 174), en una obra de carácter didáctico usada desde
el 2015 en la UNED como libro de texto y en el artículo“Conflicto de Costa Rica- Panamá:
una mirada teórico-metodológica transfronteriza”,de Alonso Rodríguez, se revisa el tema
rápidamente (2020, pp 241-267).
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Después de varios años de tarea investigativa y de haber acumulado una gran cantidad de
información obtenida en fuentes primarias (especialmente en periódicos), se tomó
conciencia de la seria dificultad que constituía el manejo de tanta información. Se decidió,
entonces, publicar en orden cronológico todo aquello que permitiera al lector captar las
estructuras o contextos más amplios que un hecho puntual, que transcendiera el episodio
en sí mismo, es decir, ser un retrato de la época.
El producto de esa investigación se recoge en el documento intitulado Datos cronológicos
de 1921. Coto-Almirante. Empieza en 1897, cuando Costa Rica y Colombia deciden someter
la vieja «cuestión límites» al arbitraje del presidente francés Emile Loubet, litigio que
heredó Panamá al alcanzar su mediatizada independencia. Y termina en septiembre de
1921, cuando Costa Rica asume el control de Coto, área de 3000 kilómetros cuadrados en
donde los panameños habían establecido autoridades civiles y militares, cobraban
impuestos y otorgaban concesiones para la explotación de cocales.
Se aporta información sobre la campaña del Pacífico, o sea, lo que tradicionalmente ha
sido llamado «Guerra de Coto»: antecedentes del hecho bélico en mismo y acciones de
armas que más que batallas fueron verdaderas emboscadas en las que murieron treinta y
dos costarricenses. Esta faceta ha sido la más conocida del acontecimiento, tal vez por el
eco que pudo haber tenido el documento «Coto, rincón de olvido», de José Marín Cañas,
destacado hombre de letras y periodista, lo mismo que la obra Coto y la soledad, de
Guillermo Padilla Castro.
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SUPERANDO EL OLVIDO Y LA SOLEDAD
Esa pequeña guerra de 1921 tuvo
también como escenario la región
fronteriza del Atlántico entre Costa Rica
y Panamá, territorio cultivado de banano
en ambos países, que disponía de
ferrocarril. En la «Campaña del
Atlántico», llamada así por
corresponsales de guerra, participaron
más de un millar de efectivos, algunos
de los cuales eran militares preparados
en academias de otros países, como
Chile.
Ese contingente estaba equipado con
artillería pesada, incluso con cañones de
último modelo. Logró atravesar el
puente internacional del río Sixaola,
continuó hasta Almirante y se disponía a
bombardear Bocas del Toro cuando
recibió la orden de cese de hostilidades. Fuente: El libro Azul (1916).
Imagen 5. Puente sobre el Río Sixaola,
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En Datos… también se ofrecen elementos que
permiten conocer el entorno internacional
geopolítico de esa época, esto es, la
hegemonía indiscutible de Estados Unidos,
inaugurada con los «años de intervención»
(1904-1933) Rodríguez, 2020, pp 241,267). Esto
explica el que se buscara a ese país como
árbitro en el litigio fronterizo que enfrentaba a
Costa Rica y Panamá. También el que entre la
prensa y destacadas figuras políticas e
intelectuales se aceptara como una realidad
que el «Tío Sam» fuera la «Roma del
continente americano», realidad que algunos
lamentaban y hasta combatían, mientras
otros aplaudían, llegando incluso a afirmar
que la Doctrina Monroe seguía vigente.
El papel de Estados Unidos como “policía del
mundo” explica la actuación tan insignificante
que jugó la Sociedad de las Naciones en ese
conflicto (Rhenan, 1993, p. 55 y 88). Fuente: Composición fotográfica realizada por
Mariana Jiménez Quesada.
Imagen 7. Puente sobre el Río Sixaola y
las lanchas nacionales, Sultana (en la que
iba Padilla), Estrella y Esperanza.
Fuente: Revista Lotería (1962). Historia de la
controversia de límites entre Panamá y Costa Rica, p. 7.
Imagen 6. Lanchas La Sultana, la Esperanza y
la Estrella tomadas por los panameños
De la significativa acción diplomática
generada por la cuestión de límites se
destacan los antecedentes más
inmediatos de los hechos de febrero y
marzo de 1921. De particular importancia
es el tratado Anderson-Porras, suscrito
entre el diplomático y abogado
costarricense Luis Anderson Morúa y el
panameño Belisario Porras Barahona.
Ese tratado, firmado el 17 de marzo de
1910, contenía un artículo esencial que
determinaba que del lado Pacífico «la
frontera era clara e indubitable», según
lo trazaba el Laudo Loubet, de 1900. Esto
significa que el territorio que los
panameños ocupaban en Coto en 1921
era costarricense. Por tanto, como se
decía en aquel entonces, la «justicia y el
derecho asistían a Costa Rica».
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I Seccn: Entre la historia colonial y la historia contemporánea
También se aportan elementos que demuestran la activa participación de la población en
el conflicto, una vez que se supo que en Panamá se producían acciones hostiles contra los
símbolos nacionales e incluso contra costarricenses residentes en ese país vecino.
Como en 1856, diversos sectores ofrecieron contribuciones económicas, tanto en dinero
(desde miles de colones hasta diez céntimos), como en especie. Organizaciones obreras,
sociedades de socorro, comerciantes, banqueros, el Magisterio Nacional, colegios
profesionales, estudiantes de la Escuela de Derecho, estudiantes de secundaria y hasta un
club deportivo y otro automovilístico se manifestaron en ese sentido. También las colonias
extranjeras tuvieron un papel muy destacado.
En diversas comunidades dentro y fuera del Valle Central, las mujeres participan en la
recolección de víveres para el ejército, organizan veladas y suscripciones para la Cruz Roja.
Incluso, una llega hasta Sixaola y otras cuatro, vestidas como hombres, se alistan para la
“Campaña del Pacífico”, pero no logran pasar de Uvita. Como un reflejo de la mentalidad
patriarcal de la época, de esas mujeres se resalta que sus «impulsos varoniles ponen una
nota de heroísmo que conmueve»” (1921, 4 de marzo) Diario del Comercio, La mujer ante la
guerra, p.2).
Asimismo, tanto en San José como en otros lugares, gran cantidad de particulares se
ofrecen voluntariamente para ser incorporados en los grupos expedicionarios. O bien
integran batallones que, como decía Carlos Luis Fallas en Marcos Ramírez, son bautizados
con nombres sonoros gloriosos y terribles: «Batallón de la Muerte», «Batallón Santamaría»,
«Batallón 11 de abril» y otros muchos parecidos (Fallas, 2017,114).
También se muestran indicadores de la situación del ejército en ese momento. Un
periódico afirma que «Costa Rica tiene en la actualidad el mayor armamento de
Centroamérica: novedades en el campo balístico, muchos cañones, muchos rifles,
ametralladoras modernizadas». Se afirma que en el Atlántico «el ejército constaba de 1200
hombres; llevaba 4 cañones SKoda, 4 ametralladores maxim, 11.000 rifles máuser, 500
granadas y cerca de 400.000 cartuchos de rifle» (1921, 27 de febrero), La Prensa, p.2).
El desempeño del ejército —especialmente en el sur del país— dio pie a fuertes
cuestionamientos, pero al mismo tiempo a su apología, lo cual no es de extrañar, pues la
institución militar era parte de los contenidos educativos desde finales del siglo XIX, al
punto que una cartilla cívica presentaba el servicio militar como «contribución de sangre»
y un coronel lo llegó a llamar «Padre del Pueblo».
La pérdida de importancia del ejército se acentúa a partir de 1921, a la vez que aumenta la
presencia de misiones militares de Estados Unidos en Costa Rica, como lo demuestra el
libro de Mercedes Muñoz Guillen en su libro El Estado y la abolición del ejército (1990).
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Las citas anteriores son algunas de las muchas referencias que demuestran que en 1921 la
Campaña Nacional fue un referente identitario notable.
Igualmente, el edificio Juan Rafael Mora es utilizado como centro de operaciones de la
Cruz Roja. Julio Acosta lanza manifestaciones al país al estilo de Juan Rafael Mora, se
integra un batallón de exploradores compuesto por scouts, con el nombre de Mora Porras,
y en Alajuela se organiza un batallón que lleva el nombre de Juan Santamaría.
Adiós, compatriotas […]. El momento es solemne. Nosotros tenemos ahora el
privilegio de suceder a nuestros abuelos del 56 y del 57 en sus hechos heroicos».
Así se expresaba Julio Acosta el 27 de febrero de 1921, al despedir «a las tropas
que se disponían a salir para Golfo Dulce.
La Prensa, periódico cuyo propietario y director era Vicente Sáenz, tituló un
reportaje de la siguiente manera: «La sangre de los costarricenses es la misma
que la de Juan Santamaría», y el Diario del Comercio, el 4 de marzo afirmaba: «El
ejemplo de estas activas mujeres (cuatro mujeres que se pusieron al servicio de
la Cruz Roja para salir hacia Coto) será seguido sin duda por todos, porque ellas
descienden de los bravos abuelos del 56 y 57 que, en iguales circunstancias,
supieron darnos libertad y honor (1921, 4 de marzo, Diario del Comercio, La mujer
ante la guerra, p. 2).
¡Hermanos sí, extranjeros no!” “Hermaniticos”. “El conflicto ha sido la mejor
oportunidad de conocernos y apreciarnos nacionales y extranjeros… “El ala del
peligro nos unió. “Los hemos visto a todos, a los colombianos, a los cubanos, a los
franceses, a los sirios, a todos en general alistarse en las filas de los
expedicionarios, con la alegre expresión que satisface un alto sentimiento de
humanidad (1921, 9 de marzo), Diario del Comercio, p. 1)
Títulos de editoriales de periódicos y comentarios como los arriba citados dan cuenta del
efecto amalgamador que tuvo sobre la sociedad costarricense la guerra de 1921, pues las
llamadas colonias extranjeras no solo ofrecieron voluntariamente contribuciones en dinero
y en especie, sino que incluso se incorporaron a los cuerpos expedicionarios. Un caso
particular fue el del aviador italiano Luis Venditti, quien vino a Cota Rica a hacer unas
expediciones y luego se incorporó a la Campaña del Pacífico.
Del viejo y arraigado mito de la «blancura» del costarricense se presentan numerosos
ejemplos, incluso de racismo. Eso sería otro estudio. En algunos se dice “que en la línea del
Atlántico el entusiasmo es tal, que hasta los negros piden ser enganchados para ir a
combatir, que Panamá es un aborto de un infeliz engendro, aborto de los amores ilícitos e
inmundos que sostuvo Theodore Roosevelt con la más inicua y negra de las traiciones”
(1921, 27 de febrero), La Prensa, p.2). También, que: “los Estados Unidos nos trata como
blancos que somos, y, que haría volver a su chiquero a los chombos (mulatos) panameños”
(1921, 23 de marzo), El Renacimiento, p.2). Ya existía en el país legislación que impedía el
ingreso de «razas indeseadas» en ella se afirmaba que «la inmigración, europea (desde
luego) era un ideal tanto tiempo acariciado en Costa Rica (1921, 15 de abril), Diario del
Comercio, p. 3)
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Genarino Saldaña y Cristóbal Valencia, dos agentes del cuerpo de policía de
Panamá, en el folleto “Breves experiencias sobre la guerra de Coto en febrero
1921”, llaman emboscadas a los ataques de que fueron objeto las embarcaciones
costarricenses atacadas a Coto el 27 de febrero y el 1 de marzo de 1921.
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NOTAS
1.
Alocución efectuada el 28 de febrero de 1961, frente al monumento que se
erigió, según sus palabras, “para perpetuar la memoria de los héroes de Coto”.
Guillermo Padilla Castro, COTO Y LA SOLEDAD, 1921, San José, Imprenta
Nacional, 1971. Ese pequeño libro de Padilla fue incluido en una compilación
realizada por Ana María Padilla de Pernud llamada “LA BATALLA DE RÍO COTO:
febrero de 1921”, San José, Inversiones OGCA, 1994
2.
Se puede ampliar este tema en: Luis Fernando Sibaja, “El Límite Sureste de
Costa Rica. Reseña histórica desde el Laudo Loubet hasta su fijación definitiva”.
Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Costa Rica, 1968. Se trata de un
excelente trabajo de investigación donde el autor dedica un apartado a “los
sucesos de 1921”. Además del mismo autor está “El conflicto bélico de 1921 entre
Costa Rica y Panamá”, Seminario de Investigación Centroamericana,
Departamento de Geografía e Historia, 1969.
3.
Es el caso del texto de Elías Leiva Quirós, “Por Nuestras Fronteras Naturales.
Ecos de una campaña patriótica para impedir que Costa Rica ceda a Panamá
territorios en la Costa Atlántica”, San José, Imprenta Gutemberg 1935; Ricardo
Jinesta, “Límites con Panamá”, San José, Imprenta Torno, 1937. Alberto Quijano,
“Costa Rica ayer y hoy”, San José, Editorial Borrasé Hnos, 1939.
4.
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Por último, y no por eso menos importante, la obra pone al desnudo el carácter marginal
de las zonas fronterizas, en este caso la del sur del país. Esto, en realidad, era una herencia
colonial, pues durante el coloniaje, tanto el poder político como gran parte de la población
y de los medios de transporte se concentraban en el Valle Central, situación que se
profundizó con el advenimiento de la Independencia (Ramírez y Quesada, 1990, p. 18). Por
eso, en 1921, diversas voces denuncian el abandono en que se encontraba el sur del país,
habitado fundamentalmente por costarricenses y por chiricanos expulsados de su
provincia por factores económicos y políticos antes y después de 1903.
Como lo decía con severidad Carlos Gagini: «No hay caminos ni telégrafo» (1921, 2 de
marzo), Diario del Comercio, p. 2). De ahí que, una vez terminado el conflicto bélico, se
clame por «nacionalizar Coto», por «colonizar Golfo Dulce» (1921, 23 de mayo), La Prensa p.
3).
En suma, Datos… aspira, sinceramente, a contribuir a romper el olvido y la soledad de ese
«breve pero intenso episodio» que vivió Costa Rica en 1921.
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PERIÓDICOS CITADOS
(1921, 4 de marzo) Diario del Comercio, La mujer ante la guerra, p. 2
(1921, 27 de febrero), La Prensa, p.2
(1921, 9 de marzo), Diario del Comercio, p. 1.
(1921, 23 de marzo), El Renacimiento, p.2
(1921, 15 de abril), Diario del Comercio, p. 3.
(1921, 2 de marzo), Diario del Comercio, p. 2
(1921, 23 de mayo, La Prensa p. 3
(1922, 2 de marzo). Editorial Al cumplir un año. La Tribuna, p. 4.
(1961, 1 de marzo)Caídos en Coto, La Nación, pp. 1 y 4
(1961, 28 de febrero) Coto y la Soledad, La Nación, pp. 12 y 13
(1971, 1 de mayo) Homenaje a excombatientes de Coto, La Nación, p. 1
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Por la importancia estratégica de Costa Rica, esto es, estar situada entre dos
protectorados como Nicaragua y Panamá, y por los intereses en el canal de
Panamá, el mismo Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos, intervino
directamente en el asunto del no reconocimiento del gobierno de facto de
Federico Tinoco, según como lo demuestra Hugo Murillo Jiménez en la obra
“Tinoco y los Estados Unidos.Génesis y caída de un Régimen”, San José, EUNED,
1981, pp. 71-88.
El papel determinante de Estados Unidos en el continente americano desde
principios del siglo XX, y en el conflicto de 1921, es puesto en evidencia por José
Francisco Sáenz Carbonell en “Historia diplomática de Costa Rica (1910-1948)”,
San José, Editorial Juricentro, 2000, pp. 67-224.
8.
Como nota interesante, Luz Marina Quesada incluye en la bibliografía como
personas consultadas a Ricardo Fernández Guardia, quien había tenido una
destacada participación en la llamada “cuestión de límites” en el siglo XIX, junto
a su padre León Fernández Bonilla y a Pedro Pérez Zeledón y luego como
diplomático en el litigio fronterizo con Panamá.
5.
El cuento “Tartarin va a la guerra” es incluido en el libro de Laura Casasa Núñez,
El disecador de abuelitas. Cuentos costarricenses de la década de 1940,
publicado por la editorial de la Universidad Estatal a Distancia en 2010.
6.
En consulta realizada a las Escuelas de Historia de la Universidad de Costa Rica
y de la Universidad Nacional, se ha comprobado que la guerra de 1921 no está
comprendido formalmente en los cursos de Historia de Costa Rica, o queda a
criterio de los docentes tratar ese tema o no.
7.
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