Precisamente, el aumento de las amenazas, aunado al significativo incremento de las
vulnerabilidades, evidencian la insostenible relación que se ha forjado entre el ser humano
y el entorno. Esta infructuosa relación ha provocado que los fenómenos naturales, que
siempre han estado presentes, pasen a ser considerados como amenazas que generan
considerables pérdidas económicas, así como de vidas humanas, retrasando el desarrollo
de los países afectados (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2012).
El desastre puede alterar el funcionamiento de cualquier sistema y afectar su dinámica, lo
que puede suponer un obstáculo para alcanzar la sostenibilidad. Por ello, no es difícil
imaginar que las afectaciones manifiestas de un desastre en el sistema educativo puedan
ser considerables, puesto que conlleva a la suspensión de los procesos de enseñanza y de
aprendizaje, lo que genera un problema que afecta principalmente a la población
estudiantil más vulnerable.
De acuerdo con la UNICEF (2010), la educación es vital en situaciones de emergencia y
desastre debido a la capacidad de emancipación que esta ofrece a la población estudiantil,
por lo cual es esencialmente requerida en estos escenarios. Sin embargo, durante la
ocurrencia de un evento adverso, el sistema educativo es quien más sufre las
consecuencias de estas manifestaciones y le es imposible cumplir con esta misión
emancipadora, ya que no puede asegurar la continuidad de sus procesos.
Las amenazas que pueden afectar esta continuidad son muchas, ya que se pueden
contemplar desde deslizamientos, inundaciones, huracanes, terremotos, erupciones
volcánicas y tsunamis hasta incendios, conflictos armados, epidemias, pandemias, entre
otras muchas. La afectación que pueda sufrir el sistema educativo debido a una amenaza
dependerá del impacto de esta, así como de la vulnerabilidad del sistema ante esta
amenaza, esto definirá el riesgo y la probabilidad de que ocurra o no el desastre. Asimismo,
estos desastres pueden manifestarse a diferentes escalas: local, regional o mundial.
Por ejemplo, un escenario de emergencia a escala local que afectó la educación
costarricense fue el periodo eruptivo del volcán Turrialba entre el 2010 y el 2016. Este
evento, a su vez, tuvo implicaciones en la salud humana, en la agricultura, en la ganadería,
en el tráfico aéreo y en otros sectores importantes. Las erupciones volcánicas del Turrialba
afectaron el sector educación de forma localizada, especialmente entre el 2014 y el 2015. En
este periodo, varias escuelas y estudiantes fueron afectados por la caída de cenizas y gases
volcánicos, lo que provocó el cierre temporal, y reiterado, de 19 escuelas afectando a 700
estudiantes aproximadamente (Alvarado et al, 2016). El proceso educativo fue
interrumpido para el territorio cercano al volcán, pero con una recuperación pronta que
permitió reanudar los diferentes procesos del sistema.
Por otra parte, en 1998 la región Centroamericana estuvo bajo la influencia del huracán
Mitch, cuyas afectaciones fueron considerables y ocasionó pérdidas millonarias en toda la
región. En cuanto al sector educación, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL) (1999) señaló en su informe que este sector
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ISSN 1659-331
Revista Estudios, 2022
N. 45 | Diciembre 2022 - mayo 2023
LA GESTIÓN DEL RIESGO DE DESASTRES...
| Vargas Hernández, Annie
Dossier: Abordajes interdisciplinarios para el desarrollo sustentable de la sociedad costarricense