BATMAN EN CHILE DE ENRIQUE LIHN:
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ISSN 1659-331
La Revista Estudios es editada por laUniversidad de Costa Ricayse distribuye bajo
unaLicencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Internacional.
Daniel Rojas Pachas
Universidad de Guanajuato
Guanajuato, México
df.rojaspachas@ugto.mx
https://orcid.org/0000-0002-3819-2357
Recibido:
Aceptado:
10 de mayo del 2022
29 de junio del 2022
Revista Estudios, 2022
N. 45 | Diciembre 2022 - mayo 2023
IV Sección: Visiones literarias de México, Chile y Costa Rica
el locus horridus y el espectáculo
Las novelas de Enrique Lihn enmascaran tras una cultura del espectáculo, actos
represivos latentes. La narrativa del autor está cruzada por la presencia de situaciones
intolerables generadas por un régimen fascista, el cual se vale de la retórica
ideológica y el simulacro, para crear cultos a la personalidad y formas de vasallaje
cultural. Batman en Chile se construye como un artefacto que evidencia el locus
horridus nacional. El kitsch, como estrategia textual, permite al autor apropiarse del
lenguaje y los formatos que deja el detritus de los mass media, a la vez busca evadir
un ambiente de censura y control de los discursos. El mundo de la novela es un
simulacro de ideologías que se ajustan al modelo americano de vida. Una
representación de la realidad chilena del periodo de la guerra fría que expone el
espectáculo y los medios de masas como aparatos ideológicos al servicio de las
deformaciones del poder y su retórica.
Palabras clave: kitsch; hiperretórica; novela latinoamericana; simulacro; hiperrealidad.
RESUMEN
ABSTRACT
Enrique Lihn's novels mask behind a culture of show business, latent repressive acts.
The author's narrative is crossed by the presence of intolerable situations generated
by a fascist regime, which uses ideological rhetoric and simulation, to create cults for
personality and forms of cultural vassalage. Batman in Chile is built as an artifact that
shows the national locus horridus. Through kitsch, as a textual strategy, the author
appropriates the language and formats left by the detritus of the mass media, while
seeking to evade an environment of censorship and control over discourses. The
world of the novel is a simulacrum of ideologies that fit the American model of life. A
representation of the Chilean reality of the cold war period that exposes the
spectacle and the mass media as ideological apparatuses at the service of the
deformations of power and its rhetoric.
Keywords: kitsch;hyper-rhetoric; Latin American novel; simulation; hyperreality
Enrique Lihn's Batman in Chile:
the locus horridus and the show
Batman en Chile, Ediciones La Flor (Argentina, 1973) reeditada por Bordura (Chile, 2008), es
la primera novela de Enrique Lihn (1929-1988). El texto desarrolla una historia que parodia
al poder y la situación de Chile durante la Guerra Fría. Lihn realiza una representación de la
realidad que enmascara los componentes documentales y reúne materiales heteróclitos
en una yuxtaposición sin concierto.
B.C. se configura a partir de una suma caótica de ideologías en pugna. El autor señala al
respecto: “una realidad que parecía imaginada por la mente afiebrada de los operadores
internacionales de los medios masivos de comunicación” (Lastra, 1980).
Esta lectura de Batman en Chile expone como Enrique Lihn edifica una representación de
la realidad chilena del periodo de la guerra fría que expone el espectáculo y los medios de
masas como aparatos ideológicos capaces de servir de máscaras a políticos y empresarios,
lideres de opinión y fuerzas armadas. Gracias al kitsch y un ideario de primer mundo se
oculta el horror, la represión y un vasallaje cultural.
El mundo de la novela es un simulacro de ideologías que se ajustan al modelo americano
de vida. Lihn indaga en las tensiones políticas de su época, la participación de la Unidad
Popular en la política y la revolución comunista que condujo al poder, al gobierno de
Salvador Allende. El autor revisa con humor y de espaldas a una literatura panfletaria, el
colonialismo y la situación de países sometidos al proyecto económico de Estados Unidos.
En segunda instancia, Lihn se apropia de Batman, emblemático superhéroe de la
compañía norteamericana DC Comics, y reviste al personaje de un discurso pragmático y
una retórica caricaturesca que se sustenta en el american way of life. El protagonista de
B.C. es una representación idílica de los valores capitalistas de Norteamérica. Un agente de
la CIA enviado a confrontar un estado de derecho comunista.
En B.C., el kitsch se presenta en dos de sus etapas de evolución como concepto, acorde a
lo planteado por Abraham Moles en su libro El Kitsch: el arte de la felicidad (1990). El kitsch
es parte de la caracterización de los espacios de encierro de la oligarquía chilena; una
aristocracia venida a menos que habita una realidad decorativa, la cual se sustenta en su
herencia cultural europea que se extiende desde la colonia hasta nuestros días. Abraham
Moles refiere estos diseños como propios del kitsch burgués. Enrique Lihn también utiliza
el kitsch para generar una parodia a los medios masivos y los discursos que, en el marco de
la Guerra Fría, produjeron una invasión ideológica, a través de la propaganda, la televisión y
una cultura del espectáculo repleta de mensajes que exaltan la memoria emocional. Lihn,
al usar el cómic como punto de partida, produce una sátira política con énfasis en la
colonización cultural, sin perder de vista su interés por crear paranovelas que se apartan de
los moldes prestigiados en la narrativa latinoamericana de esos años. Lihn denomina a sus
textos paranovelas, textos marginales escritos a la intemperie y alejados
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INTRODUCCIÓN
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de la perfección y unilateralidad homogénea de los moldes genéricos. Dice escribir sus
textos de espaldas a la torre de marfil de la poesía y la mansión de la novela en
Hispanoamérica. Lihn hace referencia al boom latinoamericano pues en un texto del año
1981 titulado “Entretelones técnicos de mis novelas” explícitamente indica:
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B.C. es un texto inusual que dialoga con el resto de la producción lihneana y su interés por
disfrazar de manera histriónica mitos de la cultura universal y personajes icónicos, sean
estos tomados de libros fundacionales o del detritus cultural generado por los mass
media.
Me defino por oposición, igualmente al realismo y al realismo mágico, y
considero por lo menos aventuradas-quizá completamente inútiles-las
interpretaciones de textos que no tomen en primerísima consideración aquello
de lo que los textos están hechos, es decir, de lenguaje literario (Lihn, 1996).
HIPERRETÓRICA COMO ENMASCARAMIENTO: THE AMERICAN WAY OF LIFE
Lihn busca con sus novelas indagar en los absolutismos, formas de entender y representar
el mundo con la correspondiente versión de la realidad que generan. El autor analiza la
precariedad de movimientos como el naturalismo, el decadentismo, los simbolistas y
desde luego el modernismo, por nombrar algunos.
Estas estéticas e ideologías postularon una cosmovisión con sus respectivos estereotipos,
debates, tipos humanos y tópicos, para terminar, convertidos en material de desecho. En
palabras de Lihn, el lenguaje reconoce "su carácter de cosa hechiza, artificial, prefabricada:
hablamos y escribimos siempre de una manera estereotipada" (Lastra, 1980).
En B.C., el narrador se estructura en base a una hiperretórica. Lihn señala “la destrucción
de las retóricas a través de una hiperretórica, el hacer funcionar elementos de otras
literaturas de una manera distinta, la crítica del lenguaje” (Lastra, 1980). El autor pone
énfasis en la paranoia de autoridades e intelectuales, en esa medida importa la
ambigüedad tanto en el proceder del comunismo revolucionario como en los grupos de
derecha oligárquica. “La población dividía sus sentimientos entre la admiración servil y un
odio al yanqui de la peor especie política, dominados, en ambos casos por los fabricantes
de ideologías que pululaban en esta mitad del hemisferio” (Lihn, 1973).
Al interior de la novela, Chile se presenta como una hiperrealidad, un país imaginario que
se impone a la ciudadanía a partir de discursos que el comunismo y el capitalismo han
diseñado y presentado como una utopía de reconstrucción social o una vía al primer
mundo. B.C. genera una repasada burlesca a la revolución comunista y su modelo de
nuevo hombre chileno guiado por consignas como avanzar sin tranzar o revolución a la
chilena con sabor a vino tinto y empanadas.
Lihn también erige parodias sobre la derecha conservadora y su vinculación con la política
económica de Norteamérica. Se expone la retórica de esos años, los eslóganes de
campaña, el rol de los movimientos populares y los programas de gobierno. Como diría
Baudrillard: “ya no es del orden de lo real, sino de lo hiperreal” (Baudrillard, 1993).
La novela refleja el bastardaje cultural de un continente abierto a aceptar tendencias y
aplicar a fuerza condiciones que importa de Europa o Estados Unidos, para dar orden a la
sociedad:
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La hiperretórica contribuye a explorar la situación del sujeto desfasado, un ser trasplantado
que sustenta toda su seguridad, lógica y relaciones en un movimiento de época.
Latinoamérica es como un Mercado de las Pulgas: un lugar de cosas viejas en
donde se copia lo que es ya detritus de la historia europea, en un revival
planteado con inocencia pero también con una gran dosis de cinismo (Gómez,
1981).
Este tipo de transhistoricismo tiene que ver con el idealismo filosófico, pero
proviene también en Hispanoamérica de una deficiencia compensada. Se trata
de una falsa consciencia de la realidad a la que el latinoamericano accede en el
mundo de la cultura y que es para una cuestión dramática y grotesca, y que
sigue siendo actual […] es el lenguaje prosopopéyico, falseador, parlanchín, del
que tenemos llenos los oídos y la boca en Latinoamérica(Coddou, 1978).
Para Lihn, el meteco o sujeto desfasado latinoamericano corporiza la precariedad de un
continente, cuya estructura cultural resulta efímera, por eso el meteco busca en otras
latitudes elementos que le permitan configurar una identidad. B.C. introduce a Willie
Morgan, un político criollo, graduado en Harvard. El personaje esgrime teorías económicas
sacadas directamente de manuales del capitalismo y denosta a su país de origen, al cual
considera un mero satélite de Estados Unidos. Su poder dentro de la sociedad chilena se
sostiene gracias a los postulados de progreso que dice representar como defensor de la
democracia y los ideales de libertad de la gran nación.
Al confrontar a Batman, le resulta inevitable sentirse disminuido, ante un sujeto que es
descrito como una estrella de Hollywood y apreciado en esos términos por Juana
Sommers, joven norteamericana a la cual el empresario chileno desea conquistar: “En un
estado de franca emotividad, la subsecretaría no sólo olvidó, en primer término, al
abrumado Willie Morgan, sino además a Paul Newman y a Alain Delon” (Lihn, 1973).
Morgan funciona como prototipo del político latinoamericano, mientras que la realidad
nacional es un campo de experimentación para el comunismo y el capitalismo ceñido a los
modelos del american way of life. La prensa, los políticos y la sociedad en general se
configuran a partir de su adhesión o repulsa a consignas y lemas estereotipados. Los
personajes de la novela encarnan una ideología. Los protagonistas de B.C. en lugar de
expresar sus ideas son reproductores de discursos y frases prefabricadas por el partido.
El disfraz viviente del hombre murciélago, aunque chocara con la operatividad de su
pensamiento educado para rechazar ese tipo de soluciones, la transportó a un cielo
parecido a la lógica simbólica. Allí lucían, junto a las cincuenta estrellas, los oscuros y
radiantes mitos que estaban en la base de la Gran Sociedad y de su crecimiento
insostenible: el Mayflower cargado de profetas y de santos que se arrojaban, con heroica
voracidad, a la conquista de la Tierra Prometida, contra los rojos emplumados de su
tiempo; el Lejano Oeste atravesado por los disparos de los pioneros contra los enemigos de
la libertad y la abundancia para todos; la justa derrota de los estados sureños con que el
Señor premiaba al norte industrial, convirtiéndolo en el cuerpo y en el alma del país, y los
negocios son los negocios, baby, algo realmente sagrado; esos veinte, esos veinte millones
de caballos de fuerza (Lihn, 1973).
B.C. presenta una revisión del colonialismo cultural, a través de la elección del cómic como
materia prima. En la cita se apreciacomo la descripción física del protagonista alude a tres
momentos de la historia colonial de Estados Unidos: la llegada de los peregrinos en el
Mayflower, la conquista del oeste, con la imagen del cowboy, y por último los caballos de
fuerza del Fordismo y la producción en serie.
Las referencias a Estados Unidos son vistas por Juana Sommers en los pectorales de
Batman. En el pecho del personaje descansa su emblema de superhéroe, en esa medida la
novela propone al protagonista como una alegoría de los valores patrios y los ideales de
justicia y libertad que pueden ser rastreados en un himno, un discurso político o en un
cómic, destinado al gusto de las masas.
B.C. refleja la tensión de esos años en torno a las influencias culturales de Estados Unidos y
la satanización que el comunismo en Chile hizo, con respecto a los productos de masas,
mientras que en los políticos de derecha se refleja el aprovechamiento de las nuevas
tecnologías, a fin de introducir discursos de progreso y formas de entretención y evasión
para la ciudadanía.
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En Chile, la derecha defendió ferozmente la cultura de masas, lo que facilitó a la
izquierda el asumir una actitud severa y dogmática hacia las referencias
extranjeras, especialmente la estadounidense. El ejemplo más obvio es el ensayo
de Ariel Dorfman y Armand Mattelart Para leer al Pato Donald, reconocido por la
teoría contemporánea postcolonial como uno de los primeros estudios de caso
sistemáticos sobre colonialismo cultural (Berríos, 2009).
Todo producto masivo de importación norteamericana se creía, en ese momento, contaba
con una carga ideológica, incluidas las películas, cómics y libros, pues estas podían traficar
discursos destinados a intervenir el pensamiento, sobre todo de las mentes más jóvenes.
La elección de Batman como protagonista produce un cruce de elementos pop y de los
mass media con todo el substrato culto que encierra la figura del héroe, los mitos griegos,
el viaje de crecimiento de Joseph Campbell y las historias fundacionales. Esta mixtura le
permite a Lihn deformar el mito heroico, algo que el autor realiza a lo largo de su obra con
otros personajes tomados de medios más tradicionales, personajes bíblicos como Caín y
Abel y otros de la mitología griega como Ulises y Narciso.
Respecto a los contenidos de la novela, la hiperrétorica sirve de instrumento para
enmascarar una lectura del intervencionismo cultural. Willie H. Morgan no sólo representa
los intereses de Estados Unidos en Chile, sino que también está encargado de recibir a
Batman y ser su guía. Morgan celebra en su mansión, escondida en las faldas de la
cordillera de los Andes, una fiesta de recibimiento, la cual termina en un escándalo al ser
intervenida por la prensa que busca entrevistar al “hombre murciélago” y conocer la razón
de su visita al país del sur.
La mansión de Morgan es un espacio de intriga vinculado a la CIA, pues sirve de fachada
para grupos de extrema derecha que se reúnen en su sótano, para conspirar en contra del
gobierno constitucionalmente electo y planear el asesinato de un político al que
denominan el “ilustre visitante” (Lihn, 1973).
Este episodio del libro funciona como un espejo deforme de oscuros eventos que propició
la dictadura en Chile. En los años setenta, Michael Townley, agente encubierto de la CIA,
torturó en el sótano de su casa a militantes comunistas y a supuestos enemigos del
régimen, mientras su esposa Mariana Callejas, escritora chilena, daba fiestas con
connotadas figuras de la cultura nacional, incluidos intelectuales y personalidades de la
iglesia.
Morgan juega un papel similar al de Mariana Callejas, pues mientras realiza fiestas en la
sala principal de su casa, en el sótano se planifican acciones destinadas a desestabilizar al
gobierno de turno. Morgan por medio de digresiones, intervenidas por el narrador, sopesa
el poder de los conspiradores reunidos en su hogar y el rol que Batman puede jugar en las
acciones venideras.
Una de estas era permitir que su acompañante desencadenara con algunas acciones
aisladas, por exitosas que fueran, un nuevo proceso por infracción a la Ley de Seguridad
Interior del Estado, en que el mismo se vería envuelto; la otra lo esperaba allí en el sótano,
donde unos cuantos fracasados (habían ido demasiado lejos y sobre todo sin éxito, en el
uso del derecho de critica al Gobierno) le exigirían que asumiera, en complicidad con ellos,
la tarea patriótica de defender la libertad por sobre toda otra consideración
subalterna(Lihn, 1973).
El personaje también es una parodia a los Chicago Boys, jóvenes economistas chilenos que
fueron enviados a los Estados Unidos para ser educados por Milton Friedman y traer
nuevas perspectivas de proyección económica. Estos economistas cumplieron un papel
fundamental en la dictadura de Augusto Pinochet: “Era un hombre tímido como la
mayoría de los chilenos, a pesar de su rigurosa formación anglosajona: Harvard, 1945-1950;
estudios de economía y sociología; licenciado como Master of Arts, en la Universidad de
Boston, buen deportista” (Lihn, 1973).
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El narrador expone, a través del pensamiento de Morgan la labor redentora de la derecha
chilena durante esos años, al pretender frenar el avance del socialismo. La democracia
aparece como un modelo entroncado con el derecho de propiedad y el neoliberalismo.
La posibilidad de armonizar la opulencia y la escasez, sin tocar el derecho de propiedad,
era el privilegio de una sociedad altamente desarrollada. Esa armonía constituía así un
verdadero mito americano, un lujo del espíritu a la vez que una práctica de la fantasía y de
la realidad que no perturbaba los negocios de la gran Nación, obviamente manejados por
los ciudadanos estables y dignos de confianza(Lihn, 1973).
Como se advierte en la cita, el empresario chileno expresa una adhesión a la cultura
norteamericana, a la cual considera una nación mítica. Batman, al igual que Morgan, actúa
al amparo de la bandera estadounidense, sin embargo, es un héroe maniqueísta llamado a
pulverizar a la amenaza comunista con sus puños y equipo tecnológico: "he ordenado a su
piloto que se haga perseguir por los pillos, hasta cansarlos. A bordo viaja uno de mis
dobles" (Lihn, 1973). El encapuchado además se define con un proceder pragmático, para
el cual los juegos teóricos sobran: “Recordó, por ello, una vieja máxima americana: Los
conflictos teóricos son un despilfarro de energías mentales”(Lihn, 1973).
Hay que considerar las referencias al Batman interpretado por Adam West. En la novela se
alude a los efectos onomatopéyicos, con que la serie televisiva representaba los golpes
destinados a impartir justicia: "lamentablemente, no podemos violar así la libertad de
prensa, con un schbmp y un zung en la condenada mandíbula de esos tipos" (Lihn, 1973).
Físicamente Batman es descrito como una máquina industrial y una imagen con derechos
de autor, elementos propios del kitsch de consumo:
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Y ahí estaba Batman, en la pequeña oficina —el salón rosa, última sede del
Imperio— a unos pasos del aeropuerto. La imagen se repetía desde distintos
ángulos, en varias pantallas, como en la revista semanal editada en México, por
convenio con National Periodical Publication, Inc., Derechos Mundiales
Reservados (Lihn, 1973).
Finalmente, un elemento importante de la hiperretórica ocurre en dos momentos de la
novela en que el narrador desaparece y los diálogos se presentan como guión. Se señala el
nombre del interlocutor y el respectivo mensaje en voz del personaje. Esto ocurre al
comienzo de la historia, cuando Batman y Juana se conocen y conversan en torno a las
razones que motivan el viaje del héroe a Chile.
Batman: -Créame, señorita Juana, no acostumbro a huir cuando me persiguen
unos pillos, ni menos aún en un helicóptero. Dispongo de alas propias y no he
olvidado traer mi cinturón de antigravedad.
Juana: -Cielos, sería fascinante verlo probar en los hechos que toda duda acerca
de su autenticidad es sólo el índice de una falta de fe en los recursos inagotables
de la Democracia (Lihn, 1973).
Se trata de la presentación del Batman de Lihn al lector y es el único momento del texto,
en que el protagonista habla por mismo, sin intervenciones y sin control del narrador
omnisciente. Esto expone sin filtros la actitud vital del protagonista y la forma que tiene de
entender la realidad, visión que se irá derrumbando hasta quedar en calidad de sujeto
desfasado, entregado a los designios de la diégesis y desde luego, a merced de una
hiperrealidad chilena.
El segundo momento en que se presenta este tipo de diálogo, ocurre cuando reporteros
de medios de prensa discuten en torno a la visita de Batman. En este caso se presenta a
los hablantes por su filiación laboral: El Mercurio, El Clarín, La prensa y Puro Chile. El texto
prioriza la línea editorial de las corporaciones, en lugar de remitir a sujetos. La novela
expone cómo hasta el mínimo detalle de su hiperrealidad, se edifica a partir de múltiples
formas de habla estereotipada, presentes no sólo en los espacios políticos, sino también en
los medios de comunicación y en la esfera civil. Como señala Merino en el prólogo a la
reedición de B.C.“El mundo circundante, en la época de la Unidad Popular, parecía en su
momento saturado de acciones, pero en mayor medida de palabras” (Lihn, 2008).
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KITSCH: COLONIALISMO CULTURAL Y REALIDADES DE MUSEO
La novela muestra a Batman situado fuera del mundo idílico del sueño americano y lo
aparta de una realidad sin matices, propia de la construcción que el Golden Age de los
cómics y Batmania le dieron al personaje durante los años sesenta. Lihn se enfoca en
Batman tomando como base al personaje producido por la televisión, luego de la fiebre
generada por la cadena ABC al dotar al hombre murciélago, interpretado por Adam West,
de un estilo camp que toma como elementos el pop art de Andy Warhol y la música A Go-
Gó. Es importante agregar que el cómic, en esos años de pugna ideológica producto de la
Guerra Fría, es visto por un sector de la intelectualidad chilena como subliteratura: un
medio de masas que corrompe la mente de adolescentes.
En su proceso de consolidación como soporte y medio artístico, el cómic está vinculado
durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial al adoctrinamiento y propaganda
yanqui contra la amenaza Nazi. “La coyuntura bélica sirvió para alumbrar el nacimiento de
nuevos héroes, surgidos al amparo de aquellas circunstancias. El más famoso iba a ser
Captain America” (Coma, 1984).
El que jóvenes comprasen historietas de Capitán América, durante la Segunda Guerra
Mundial, con el convencimiento de que así ayudaban a la causa militar, tiene un anverso
en B.C., pues la descripción de los atributos físicos del protagonista se cruza con elementos
del vestuario nazi y la teología política del Tercer Reich referida al superhombre.
Batman, con su capa viva y flotante, su máscara de orejas movibles como las de un gato,
sus botas de oficial nazi, sus guantes con aletas agresivas, el ideograma ovalado negro y
amarillo, extendido sobre un tórax ancho como una mesa, la mandíbula prominente y
simétrica, rayada tres veces por la boca y las comisuras; los bíceps y demás músculos del
cuerpo exhibiéndose con una claridad meridiana y acromegálica como en una lección de
anatomía dictada por el cuerpo mismo de un representante de la raza superior en un
campo de concentración; Batman, en suma, o era él en persona o no era absolutamente
nadie (Lihn, 1973).
La apropiación que Lihn hace de la figura heroica desenmascara los fines propagandísticos
de la historieta y plantea la supremacía de un régimen: el american way of life. Terminada
la función de los cómics durante la Segunda Guerra Mundial, comienza otro campo de
batalla que el sueño americano debe conquistar y Batman es parte de esa cruzada.
La novela trabaja con esta dimensión de los cómics, considerándolos parte del detritus que
deja el consumismo. La iconicidad del héroe sirve de cimiento para diseñar una sátira que
el autor denomina “ficción política” (Diez, 1980). El cómic se presenta en su faceta más
convencional, ligado a la memoria afectiva del lector. Tomás Kulka agrega que detrás del
kitsch existe una exageración de los recursos emotivos.
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El kitsch también puede ser muy poco natural y muy poco realista. Los ojos del
niño de la imagen kitsch podrán ser desproporcionadamente grandes y sus
lágrimas cinco veces más grandes que las reales. Pero lo que sí cabe decir es que
el kitsch recurre invariablemente a los cánones de la representación más
convencionales, más reiterados y trillados (Kulka, 2011).
En la novela se puede apreciar el kitsch en dos dimensiones, primero como recurso de
enmascaramiento y ornamentación, propio del periodoburgués, y en segunda instancia
como exaltación de una sociedad capitalista. El primer caso se aprecia en la edificación de
los espacios que los personajes recorren. Uno de los escenarios predominantes en la
narración es la mansión de Mincho y Olivia. Residencia de dos supuestos hermanos que se
presentan como los anfitriones de Bruno Díaz, tras su breve estadía en la cárcel. A Batman
se le encierra por atentar contra la libertad de prensa y por promover actividades en contra
del gobierno.
Una muestra de cocaína es encontrada en su cinturón, lo cual lleva al decomiso de sus
artilugios y traje por parte de la justicia chilena. Desprovisto de su identidad heroica,
Batman es apoyado a petición de las fuerzas de derecha por Gorila Burke (exconvicto que
Batman encerró en Ciudad Gótica). El héroe, caído en desgracia, es trasladado para su
protección a la mansión de la extraña pareja de hermanos, la cual parece sostener una
relación rayana en el incesto.
Mincho y Olivia son representantes de las clases altas de Chile. La endogamia de estos
hermanos se muestra como un mecanismo que busca perpetuar su linaje y apellidos
europeos, sin embargo, la trama nos termina por revelar que Mincho y Olivia son la misma
persona.
Pero esta caverna de lujo, proyectada por una musa refinada y decadente, admiradora de
Gaudí (donde solo habría podido oficiarse una misa tan negra como los mármoles que
alternaban con cuadros o losanges de distintos colores, en su pavimento artificioso) era,
por sobre todo, una inmensa discotheque, seguramente convertible en un antro de
perdición […] como un barco encallado al fondo del océano, que no hubiera dejado de ser
el juguete de una corriente submarina (Lihn, 1973).
La saturación del elemento kitsch contribuye a la construcción de escenas oníricas que
exponen el subconsciente del protagonista. Bruno Díaz sueña con su joven compañero
tocando piano. Hay que destacar el colorido atuendo de Robín (parecido al de Peter Pan),
lo cual nos posiciona en una mirada camp complementaria al kitsch.
En el gusto por lo camp se despierta un sentimiento de simpatía por lo ajeno y por el
pasado, siempre y cuando ese vínculo se realice de manera sensiblera y poco
intelectualizada. “Lo camp coincide con el dandismo en su búsqueda por nuevas
experiencias aun si éstas se encuentran en circunstancias culturales ajenas” (Alavez, 2014).
El miedo que Batman experimenta, no está exento de histrionismo y evidencia una
dramatización de conceptos y modas. La novela narra una concertina de Chopin iluminada
con el verde fluorescente de la kriptonita:
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De pronto, recordó intensamente al niño maravilla y lo vio, al mismo tiempo,
sentado al piano en un rincón de la Baticueva, en el momento mismo en que
Robín -otro detalle onírico pero todavía coherente- se aprontaba, con las manos
crispadas sobre el teclado, a iniciar un concierto" Una de las polonesas de Chopin
hizo su irrupción en la atmósfera antiséptica bañándola de aletargantes
irradiaciones lumínicas. Como si hubiera descarrilado, allá en el cielo, un vagón
cargado de Kriptonita Verde (Lihn, 1973).
Las pesadillas de Batman son motivadas por la ausencia de su compañero. Robin enfrenta
al comunismo lejos de su mentor, en el turbulento contexto de la guerra de Vietnam. Esta
situación persigue al protagonista durante toda la historia y contribuye a derrumbar su
fortaleza, sin embargo, el elemento decisivo, para el desenmascaramiento del personaje es
tener que trabajar ayudado por exconvictos y fuerzas políticas que buscan sabotear a un
gobierno constitucional.
El clímax de esta condición se presenta durante una fiesta, casi un happening, en que se
dan cita en la mansión de Mincho y Olivia, personajes de diversos estratos: fuerzas
policiales, pederastas, agentes secretos, políticos y autoridades eclesiásticas, en un
ambiente cargado de travestismo y simulación.
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Batman en Chile de Enrique Lihn: el locus horridus y el espectáculo
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8.55 Pasado Meridiano. Llegada del Ilustre Visitante sin pena ni gloria, en medio
de una vaga penumbra. Viene acompañado en su coche, como en una lata de
sardinas, por media docena de guardaespaldas que se desesperan y bostezan
frente a la retreta sin ningún miramiento por la ceremonia. Brota de allí el himno
con dificultad entre uno y otro de los intermitentes campanazos que han
perdido también su entusiasmo original. El alcalde, antiguo peluquero de los
Albarruagada, hace su primera y última aparición en escena, pero su
inoportunidad lo deja con la mano tendida. La niñita, agotada por su papel
interminable, le tiende el ramo de rosas a uno de los guardaespaldas, quien se lo
deja arrebatar por la furiosa arpista, no sin darle un golpe en el trasero cuando
ésta le da la espalda (Lihn, 1973).
Enrique Lihn relata el clímax de la novela en los límites de la indeterminación, pues el fin
de la fiesta se puede calificar como un escándalo, un atentado político e incluso un
momento bufonesco. Todas las versiones son válidas y responden a explicar la misma
situación. No sólo se trata del punto de vista y encuadre de cada personaje. La percepción
guarda también un germen ideológico, pues una misma situación justifica los distintos
discursos contrapuestos: la victimización de la izquierda, el sabotaje de la derecha, el
actuar de los militares, y también sirve, para encubrir que la aristocracia chilena y la iglesia
están involucrados en el tráfico de menores.
Esta escena, acorde a las nociones de simulacro de Jean Baudrillard, grafica a la perfección
cómo se constituye la hiperrealidad. Baudrillard nos presenta en Cultura y simulacro (1993)
la paradoja del mundo contemporáneo, implicando que la simulación no es sólo la
suplantación de lo verídico, sino que la ausencia de lo real conlleva una hiperbolización
que se traduce en el advenimiento de múltiples modelos artificiales. El imperio de lo
hiperreal presenta muchas verdades posibles creadas a escala y puestas al servicio del
poder y su discurso. Todas las versiones son igual de válidas y complementarias, para la
sustentación de la ideología, pues de ser necesario pueden acomodarse y oponerse entre
sí para restituir un valor. Jean Baudrillard dice:
La simulación se caracteriza por la precesión del modelo, de todos los modelos,
sobre el más mínimo de los hechos —la presencia del modelo es anterior y su
circulación orbital, como la de la bomba, constituye el verdadero campo
magnético del suceso. Los hechos no tienen ya su propia trayectoria, sino que
nacen en la intersección de los modelos y un solo hecho puede ser engendrado
por todos los modelos a la vez (Baudrillard, 1993).
Todos son efectos de realidad válidos que permiten a los personajes proteger su máscara
en la sociedad. Sólo Batman no logra entender esta hiperrealidad chilena, en que no hay
mentiras ni verdades, sino meros simulacros. El protagonista queda desfasado, pues
comienza a vislumbrar que su propia identidad es también una simulación del modelo
norteamericano.
IV Sección: Visiones literarias de México, Chile y Costa Rica
12
ISSN 1659-331
Revista Estudios, 2022
N. 45 | Diciembre 2022 - mayo 2023
Batman en Chile de Enrique Lihn: el locus horridus y el espectáculo
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Batman en esta escena apenas si presta ayuda, pues no logra discernir a que bando
apoyar. El personaje sin su disfraz es tan solo un extranjero que apenas puede hablar
español. El “hombre murciélago” termina sus días como un meteco perdido en una
realidad que jamás pudo asimilar. El desenmascaramiento que sufre Bruno Díaz, a causa
de la sociedad chilena, lo lleva a una involución de su subjetividad que culmina con su
muerte.
El otrora encapuchado termina sus días refugiado en la mansión de Mincho y Olivia.
Espacio de encierro sacado de otro siglo y que se ajusta a la que Abraham Moles
denomina el kitsch burgués (Moles, 1990).
El recuerdo de tales excesos y de su condición de auxiliar relativamente pasivo en esas
boberías, torturaba la memoria de Batman por partida doble, haciéndole ver en el espejo
de su pasado el principio de su degradación heroica sin que le fuera dado lamentar su
ingreso a una tierra incógnita para él, pero donde empezaba a pagar el precio de la
verosimilitud con una repugnancia creciente hacia todo lo que fuera sencillamente
imposible (Lihn, 1973).
En esta etapa del kitsch, previa al periodo capitalista y de consumo, predomina lo
decorativo frente al poder adquisitivo. El personaje sufre una involución y pasa de la
supremacía que le otorga su identidad heroica a quedar totalmente desprovisto de su
andamiaje ideológico. Esta involución implica también un cambio de siglo. Batman pasa
de ser la encarnación del consumismo y del sueño americano de los sesenta, a habitar una
realidad de museo, propia del siglo XVIII.
El héroe pasa a ocupar un rol ornamental en una mansión que representa el detritus
marginal de las clases altas, herederas del colonialismo europeo del virreinato. La muerte
anónima de Batman confirma la degradación de su subjetividad producto del
enfrentamiento con un país sometido al bastardaje cultural.
La escritura de Lihn no es partidista ni panfletaria, sino que se encuentra enfocada en
cómo la realidad que se habita es un simulacro, creado a partir de la palabra y
condicionado por las ideologías y discursos que se imponen como dogmas. El lector puede
observar a lo largo de toda la producción lihneana, como el lenguaje enfrentado al control
policial ejerce sobre el individuo condiciones aplastantes.
En las novelas del chileno, los sujetos se ven interpelados por sistemas de creencias que
determinan la configuración de lo real. El pensamiento y las vías de expresión son
dominados por la censura. La noción de verdad es regida por determinado momento
histórico y sus agentes. Al imponerse una visión utópica del mundo, la lógica imperante
otorga estructura a las instituciones e instrumentos culturales. La escritura y la novela no
quedan exentos de dicho control.
CONCLUSIÓN
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En Batman en Chile, el pensamiento del personaje, propio de un universo maniqueísta de
héroes y villanos se fragmenta, y tanto su identidad, como el modelo de vida que encarna,
son puestos en tela de juicio. El desenmascaramiento del american way of life como
matriz de su lógica, da cuenta del vacío en su identidad, la cual está compuesta no sólo por
el traje de hombre murciélago, sino también por una máscara ideológica que sólo recubre
un cascarón vacío. Detrás del mito heroico sólo resta palabrería y una oquedad que se
revela a causa de las versiones piratas y tercermundistas del colonialismo cultural.
Una narrativa, como la lihneana no sólo se enfoca en el diseño de una trama y la
presentación de una anécdota particular, sino que ahonda en los procedimientos textuales
que la especie utiliza para construir lo que se entiende por realidad y más aún, expone
cómo se reciclan los contenidos, siglo a siglo, para lograr este propósito. Pueden cambiar
los nombres de las ideologías, adaptarse sus contenidos y postulados a nuestra
conveniencia y actualizarse los discursos, maquillar los hechos y acomodar ciertas piezas
de los relatos históricos, distorsionando la memoria, sin embargo, la narrativa de Lihn nos
revela cómo las sociedades están condenadas a repetir las mismas atrocidades y escenas
de violencia, pues el lenguaje y el prestigio de determinada retórica, a la hora de edificar
una noción de mundo, conlleva el germen de la colonización, el vasallaje y la tortura.
Mirada crítica que también pesa sobre su propio creador y comentaristas, pues todo
hablante queda sujeto a convertirse en agente de determinado discurso y ficción
impuesta por el modelo. El tiempo en el imaginario lihneano, así como la realidad
continental es transhistórica, una espiral en constante repetición y en proceso de pastiche
perpetuo.
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