Revista Estudios, 2023. ISSN 1659-3316
Febrero 2023 Maricela Cerdas Falla
Dorde Cuvardic García
Dossier: I Jornadas de Estudios Clásicos del Departamento de Filología Clásica (UCR)
Notas
(1) Se alude aquí al tópico de las armas y las letras, una reflexión sobre la superioridad
moral de la primera o de la segunda.
(2) Además, recordemos que en la heráldica los escudos de armas también cumplen tanto
con una función ideológica como estética.
(3) Se aprecia este antipictorialismo en la siguiente argumentación: “Enumerar al lector,
una tras otra, con el fin de presentar una imagen de conjunto, varios detalles o varios
objetos que en la naturaleza deben abarcarse de un solo golpe de vista, es una invasión
del poeta en los dominios del pintor, y en lo cual el poeta malgastará mucha imaginación
sin provecho alguno.” (Lessing, 2002, p. 166).
(4) A continuación se ofrece el pasaje completo que describe el escudo de Darío. Se
conserva la numeración de los versos: “El él se ve resplandecer el origen de los
antepasados del rey y la serie impía de la raza de los Gigantes, a cuyos hermanos,
nacidos de la tierra, podrías ver agruparse, a las órdenes de Nemrod, (500) en la llanura
de Senaar, en donde, con el fin de hacer frente a la amenaza de un nuevo diluvio, se alza
una obra de ladrillo cocido. El lenguaje, con anterioridad uno y el mismo para todos, se
escinde, ¡oh maravilla!, en lenguas diferentes. En otro lado del escudo, el rey caldeo, todo
resplandeciente, se dirige a la ciudad santa. (505) Brillan los famosos combates de sus
antepasados y los célebres triunfos conseguidos sobre el pueblo hebreo. Una tribu
cautiva, con los ojos dirigidos al suelo, va tras el carro del vencedor, y, después de haber
sido arrasados hasta sus cimientos las murallas y el templo, un rey, (510), privado de su
trono y de ambos ojos, penetra en las murallas de la ciudad enemiga. Ahora bien, con el
fin de que las manchas de algunos no oscurecieran las glorias de los reyes antiguos, la
diestra del orfebre había pasado por alto una larga serie de reyes que le había parecido
bien no poner de relieve: entre tantas hazañas de caudillos y triunfos de reyes dignos de
recuerdo (515) hubiera sido vergonzoso presentar al rey metamorfoseado en buey,
pastando en el campo y bebiendo en los ríos. Vuelto a su forma primitiva al recuperar la
sensibilidad, el escultor había pasado por alto el hecho de que había vivido el padre como
hijo, demente, y con el fin de reinar solo en la ciudad de sus mayores (520), por consejo,
¡oh infamia, de Joaquín se dice que había esparcido por lugares impracticables los
miembros de su padre, destrozado por un pájaro cruel. // En la última parte comienza el
famoso reino de los Persas: se podía ver a Baltasar bebiendo en las sagradas copas de
vino, así como la mano del escribiente anotando el cambio de los hados (525) cuyo
enigma, oculto, fue desvelado por el varón de deseos. Ahora bien, todo el círculo del
escudo está rodeado y todo su cerco ceñido por la celebérrima historia de Ciro: la Lidia se
alegra de haber sido vencido por rey tan grande, y lo mismo Creso, engañado por la
respuesta ambigua de Apolo. (530) He aquí que, habiendo osado Tamiris poner a prueba
los tumultos de la guerra, opuso la fuerza a la fuerza y a un rey hasta entonces invicto lo
abatió en el campo de batalla, y sumergió bajo una injusta estrella a un rey famoso por
tantos timbres de gloria.” (de Châtillon, pp. 155-8)
La Revista Estudios es editada por la Universidad de Costa Rica y se distribuye bajo una Licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Costa Rica. Para más información
envíe un mensaje a revistaestudios.eeg@ucr.ac.cr