Hernán Arévalo
(Grabado, 37 x 40 cms., 2018)
Por Pablo Hernández Hernández
Imagen/Escritura/Número
Uno de los posibles vínculos entre las formas artísticas y las preguntas epistemológicas acerca del origen, las condiciones y la validez de lo que consideramos conocimiento se encuentra en el indiscriminado mundo de las técnicas culturales. De modo general y universal, las situaciones vitales de la especie humana, concebidas como problemas, se enfrentan a partir de diversas técnicas. Desde el punto de vista de la filosofía de la cultura, tal y como se propuso en Alemania desde el siglo XIX, estas técnicas, o más bien este concepto de técnica, no se debe reducir al uso y utilidad de objetos construidos o convertidos en instrumentos, herramientas, aparatos y artefactos, sino que se debe extender a las más diversas estrategias a través de las cuales se despliega cotidianamente, como actividad, ejecución y ejercicio, la cultura. La necesidad de dar cierre y forma coherentes a las circunstancias; la aplicación, la prueba y la fijación del saber; la investigación del futuro a partir de las formas del prever, el predecir y el concebir; así como la visualización, la codificación y la cuantificación de lo real; son, todos ellos, buenos ejemplos de estas estrategias culturales humanas para enfrentarse los retos de la vida. De este modo, la imagen, la escritura y el número acompañan al dominio del fuego, la agricultura, el calendario y la organización social como parte fundamental de las técnicas culturales. De forma más precisa, la imagen, la escritura y el número se encuentran a la base del representar, el leer y el contar, actividades sin las cuales habría sido imposible para el ser humano desarrollar aplicadamente sus facultades analíticas, organizar el saber histórico o interrelacionar diversos métodos de resolución de problemas y enigmas. Estos esfuerzos deben ser concebidos como colectivos y no como individuales, teniendo en el centro de su despliegue la interacción social y la participación colectiva, por lo que tienen un carácter cultural. Una técnica cultural no es, por lo tanto, un acceso al estudio de lo humano en su sentido de fijación y conservación, esto es, en el sentido de una cultura, que genera una identidad única y estática o que manifiesta una esencia trascendente. El concepto de técnica cultural nos coloca frente a una concepción de la cultura como performatividad orgánica que se debería comprender en la determinación de sus elementos centrales desde el punto de vista de su origen práctico y su cambio constante, esto es, según la determinación precisa del diseño, la negociación, la ingeniería y la transferencia de ideas, prácticas, hábitos, destrezas, objetos y artefactos en la resolución de problemas, en su intervención en situaciones vitales que van de la cotidianidad hasta los procesos internos de la ciencia contemporánea. Hay en esta perspectiva un punto de encuentro entre lo estético, lo técnico, lo cognitivo y lo práctico.
El grabado de Hernán Arévalo, que ilustra el número 150-151 de la Revista de Filosofía, tiene por titulo Paisaje II. Esta obra del 2018 utiliza un lenguaje gráfico, visual y cromático en el que formas orgánicas y formas geométricas abstractas se entrelazan con representaciones simbólicas y figuras técnicas, letras y signos. Su contenido reconocible y su sentido interpretable combina todo un repertorio de imagen, escritura y número propio de las estéticas contemporáneas intermediales. El grabado se presenta así como un espacio de relación de diversas técnicas culturales a través de las referencias a lo visual,
lo matemático, lo alfabético, lo místico y lo útil. Este paisaje no es un paisaje que excluye de lo que se consideraría natural lo humano, ni lo humano cultural, ni las técnicas culturales. Por el contrario, es un paisaje que integra en lo natural lo cultural, en una especie de traslape o nudo entre ambos que no podemos desamarrar sin entorpecer su comprensión como paisaje. Así mismo, el contenido de los números 150 y 151 de la Revista de Filosofía contiene, además de siete heterogéneos artículos, dos reseñas y una crónica, dos dossiers dedicados el primero a temas de epistemología y el segundo al problema del método en filosofía, generando así otro paisaje complejo de lo que consideraríamos el problema del conocer y del hacer desde el punto de vista de esta antigua disciplina. El lector y la lectora atentas, echando un vistazo al índice, puede ver reflejado en él el problema que planteamos a partir de la portada con el grabado de Hernán Arévalo: el espacio de intersección de lo estético, lo técnico, lo cognitivo y lo práctico en el intento filosófico.
Quien considere las artes como meros ímpetus individuales por representar o expresar, o la mera expresión de una identidad de orden personal, cultural o social se pierde de la riqueza que hay detrás del arte como un espacio articulador de técnicas culturales, es decir, como una forma de saber y de conocimiento, de exploración y de investigación de lo real, en la que también se plantean estrategias y métodos de resolución de problemas y de los retos universales de la situación vital del ser humano. No es que el arte pueda sola, como tampoco se trata de que las ciencias o las tecnologías, ni mucho menos la filosofía, lo puedan todo ellas también solas y por su cuenta. La intermedialidad expresada en cada despliegue de las técnicas culturales, esa mezcla de diversos medios en el espacio de la obra de arte, del pensamiento filosófico, del laboratorio científico y del taller no es solo la muestra de una relación entre imagen, escritura y número, es también un signo del reto de comprender que nuestro futuro como especie se encuentra atado a nuestra capacidad de relacionar reflexiva, crítica y constructivamente el arte, la filosofía, la ciencia y la tecnología.