Tomás Mora

El cuerpo abierto: un ensayo sobre la construcción y
reconstrucción de los límites somáticos.
Camilo Retana
(Editorial de la Universidad Nacional, Heredia, 2018, 173 páginas)

Este libro, sin duda alguna, representa un parteaguas en la historia del pensamiento filosófico costarricense, centroamericano y caribeño, en la medida en que abre, de modo radical, las posibilidades de pensar lo corporal. Repensando el cuerpo y sus límites, es posible adentrarnos en las profundidades y complejidades del fenómeno humano e, incluso, ir más allá de este. El cuerpo abierto (2018) realiza una historiografía de los modos en que ha aparecido el cuerpo, en especial, el libro se interesa por la historia de los cierres y de las aperturas en los mismos. Retana muestra cómo esta es una historia de trifulcas y polémicas en torno a aquello que limita o fija las fronteras de los cuerpos, es decir, que estas fronteras nunca han sido las mismas. El libro piensa el cuerpo como un lugar de disputa, antes que como un lugar de verdades certeras, tajantes y eternas. Lo certero, tajante y eterno es que este ha sido un ámbito de incertidumbre y de disputa con respecto a sus límites y a los modos cómo se singulariza. La investigación de este filósofo costarricense dirige la mirada al cuerpo siempre en función de sus esquivas fronteras. Nunca tendremos, pues, una certeza sobre sus límites ni una forma única de fijarlos, más bien, hemos de aprehender la corporalidad como una sustancia escurridiza, plástica y esquiva.

Al asumir el cuerpo como un campo problemático y plástico, presente y en disputa a lo largo de la historia, resulta fundamental estudiar los momentos y modos en que se recorta y delinea el cuerpo. El “corte” sería pues una suerte de origen ontológico del ser de todo cuerpo, en la medida en que este siempre se muestra desde un determinado sistema de “cortes” desde donde brota el sentido, históricamente concreto, de su ser. La investigación del profesor Retana piensa “el cuerpo como una superficie lábil que solo se independiza del mundo y de otros cuerpos en función de unos recortes que no le son inherentes, sino que dependen de una serie de instancias y prácticas culturales que se encargan de trazarlos” (Retana, 2018, 13). Los recortes que dan forma a los modos históricos de ser del cuerpo están mediados por prácticas culturales, ya sean prácticas artísticas, sexuales, filosóficas, políticas, festivas, urbanísticas, de entretenimiento, etc., en fin, en cualquier espacio donde el cuerpo aparezca será posible investigar sus cierres y aperturas. El Cuerpo abierto (2018), de hecho, no se limita a estudiar y debatir con filósofos, también se enfrasca en análisis de fenómenos de la cultura de masas, del arte, la literatura y hasta de la vida urbana.

El estudio histórico del cuerpo, tal y como Camilo Retana demuestra en su libro, mantiene siempre una relación de ser con el individuo y el sujeto. De hecho, el sujeto resulta ser uno de los “cortes” más fundamentales en la delimitación de lo que un cuerpo sea. La tradición de pensamiento se ha fundado en la idea de que a todo sujeto corresponde un cuerpo, asumiendo, de este modo, que la singularidad del cuerpo se corresponde y mantiene una relación ontológica con la singularidad del sujeto. En esta misma línea, “toda filosofía del sujeto se articula con una cierta filosofía del cuerpo, aunque esas correspondencias no siempre se den de forma idéntica ni sean sencillas de desentrañar” (Retana, 2018, 13). Podría parecer, a criterio del autor, que “los sujetos aparecen allí donde se le han fijado unos límites a la materia que los constituye” (Retana, 2018, 14).

Rastrear los mecanismos a través de los cuales se “recortan” los cuerpos, es decir, se les asignan sus cierres y aperturas, implica cuestionar la soberanía del sujeto y de los saberes en que este se sostiene. El Ego Cogito cartesiano, en el cual se funda la Modernidad, es una suerte de herencia del alma cristiana. La corporalidad cristiana, por su parte, hace presencia, en cierto sentido, en la Res Extensa, constituida de orden y medida. La Modernidad cerrará el cuerpo como no lo logró el Medioevo, pero solo para que este vuelva a abrirse, estrepitosamente, con la entrada en la época contemporánea. Mientras que, “la visión del cuerpo abierto, hasta cierto punto dominante en la cultura popular medieval, empieza a menguar, lentamente la concepción burguesa del cuerpo –coincidente, ciertamente, con el proyecto liberal de invención del individuo– empezará a convertirse en la concepción dominante. A saber: el declive del cuerpo abierto coincide con la constitución de la res extensa cada vez más hermética al contacto y la articulación” (Retana, 2018, 16).

El objetivo del libro, lejos de pretender abarcar la totalidad de los “cortes”, aperturas y cierres, que constituyen el cuerpo a lo largo de la historia, es decir, en vez de hacer una Historia Universal del cuerpo, procura “identificar y localizar algunos de los dispositivos que se han puesto en marcha para la instauración de una ontología del cuerpo cerrado. Pero en vista de que los intentos de clausurar el cuerpo no alcanzan a absolutizarse, este texto también se ocupa de analizar algunas expresiones contemporáneas de lo que anteriormente he llamado ontología del cuerpo abierto.” (Retana, 2018, 17) Este libro trata sobre “los cierres del cuerpo, pero también sobre las aperturas que no cesan de acosar su pretendida constitución unitaria” (Retana, 2018, 17). La investigación evidencia que ningún cuerpo, por más que así se lo pretenda, es del todo cerrado y discute las formas sociales en que se pueden pensar los modos de la apertura.

El desarrollo del libro consta de tres partes. En la primera se da cuenta de dispositivos que ejercen una presión para cerrar el cuerpo, es decir para postularlo como un ente cerrado (aunque no necesariamente logren cerrarlo por completo). Este primer capítulo analiza los cierras que operan sobre el cuerpo sexuado (Freud), los cierres que operan sobre el cuerpo en su dicotomía vivo/muerto y el cuerpo en el espacio urbano moderno. ‘Cerrar el cuerpo’ se dará de modos distintos, en función de técnicas propias a cada uno de estos ámbitos de lo corpóreo. Ahora bien, a estos tres modos de cierre corporal les es propio un mismo sentido ontológico, aquel según el cual a cada individuo corresponde un cuerpo. Aunque estos tres mecanismos varíen en su modo y en su tema, comparten un mismo efecto: “la individuación somática” (Retana, 2018, 25). En esta medida, todos estos mecanismos coinciden en la tendencia a escindir unos cuerpos de otros, dentro de la vida comunitaria.

El primer apartado de este capítulo da cuenta del modo en que se concibe el cuerpo, y sus respectivos y constitutivos cierres, dentro del corpus teórico freudiano. La lectura que Retana realiza de esta obra es una interpretación válida y recurrente, que recuerda a Foucault y, en cierta medida, aunque mantienen distancias fundamentales, a la del freudismo. Claro que este autor no desconoce la posibilidad de realizar otras interpretaciones de la obra freudiana, es más, él mismo nos refiere a la interpretación realizada por Leo Bersani (2011) en el Cuerpo Freudiano, donde se elabora una interpretación de la obra del vienés diametralmente opuesta a la que realiza nuestro filósofo costarricense. Hemos de decir aquí, que, si se trata de rescatar a un Freud y utilizarlo válidamente para pensar hoy, la lectura que realiza Bersani (2011) es más pertinente. Pero, si queremos elaborar una crítica a la obra freudiana, por vicios en los que esta cae y en la que bien podemos caer si no somos lectores críticos (tal y como ocurrió con su hija Ana Freud y con la Ego Psychology en E. U.), la crítica de Retana es necesaria. Es decir, si queremos criticar el texto freudiano por normalizador de la psique y la conducta, por ser un elogioso de la cultura –y no como alguien que ve en la cultura y en lo normal el germen del malestar humano–, entonces la crítica que Retana realiza resulta sumamente pertinente. Su crítica y su voluntad para rechazar aquello que, de la obra del vienés, pueda derivar en tendencias médico-normativizantes, recuerda también a las criticas argüidas por Foucault contra el experto del inconsciente. Recuerda también a Lacan, en la medida en que expurgó de este tipo de vicios al psicoanálisis. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que, tanto Foucault como Retana, no quieren reasumir la obra freudiana, sino que, más bien, tienden a descartarla, cosa radicalmente contraria a lo realizado por Lacan. En fin, en la medida en que veamos en Freud a un normalizador y a un elogioso de los ideales modernos, la crítica de Retana (y de Foucault) es necesaria. Pero si, más bien, preferimos asumir un Freud como el que asumen Bersani o Lacan, es decir, como alguien que vacila e incluso se distancia de sostener una clínica normalizadora y apologética de los ideales modernos, la crítica de Retana (y de Foucault) perdería validez.

Además de la obra Freudiana, en el primer capítulo del libro, en su segundo apartado, el autor se ocupa de la dicotomía cuerpo/cadáver y de cómo esta resultó vital en los debates médicos de la Modernidad para postular los cierres y aperturas del cuerpo. El auscultamiento del cadáver permite abrir el cuerpo, justamente, porque allí ya no habita ningún alma o sujeto, mientras que se rechaza el auscultamiento o apertura del cuerpo vivo, pues este ha de permanecer cerrado sobre el sujeto que lo habita, manteniendo su intimidad. Resguardar el cuerpo, cerrándolo sobre sí, implica hacerlo vivir, al mismo tiempo que vivir significa resguardar y cerrar el cuerpo. De este modo, el corte corporal queda signado “por las fronteras biológicas entre lo vivo y lo muerto. Si la medicina puede, en fin, abrir el cadáver, es por efecto de su constitución ontológica, es decir, debido al hecho de que en su interior no hay sino materia” (Retana, 2018, 52).

En el tercer apartado del primer capítulo, se analiza la relación entre espacio, velocidad e individuación dentro de la ciudad, en los debates propios de la Modernidad y donde se establecen relaciones entre cuerpo y espacialidad, signadas por la idea de que los individuos son, en tanto que, separados de los demás, atomizados. Esta idea de atomizar al individuo y su vida práctica se refleja en los automóviles, por ejemplo, el carro atomiza al individuo y lo segrega de los demás, lo cierra sobre sí mismo, a la vez que (y esto se observa en muchas estrategias de marketing) pretende simular la personalidad de su conductor, generalmente apelando a ideales del patriarcado y del capitalismo: el auto ha de ser varonil, potente y veloz. El tipo de cierre corporal analizado en esta tercera sección del primer capítulo, “converge de nuevo con la consolidación cultural del individualismo.” (Retana, 2018, 66) Tal y como ya había señalado el filósofo e historiador costarricense George García (en Crash! El deseo del objeto, 1999), que es ampliamente revisado por Retana, las “derivas que estas formas de socialización corpórea adquieren en las postrimerías de la Modernidad: el choque y la colisión sustituyen al encuentro, acaso como formas desesperadas de contacto” (Retana, 2018, 67).

Seguidamente, en el segundo capítulo se analizan teorías y propuestas propiamente filosóficas. El capítulo se llama “Las aperturas de la teoría”, el lector podrá prever, desde que lee el subtítulo, que este capítulo abordará propuestas filosóficas que abren los cuerpos o que los piensan enfatizando lo abierto o, por lo menos, criticando sus cierres. En todos los casos, el investigador, también analiza las derivaciones o implicaciones políticas de cada una de las propuestas filosóficas. Por otro lado, las propuestas filosóficas investigadas en este capítulo también coinciden en el descentramiento del sujeto, así, “las críticas al cuerpo cerrado aparecen en el horizonte de la teoría contemporánea a partir de la fractura epistémica con el sujeto moderno (…)” (Retana, 2018, 72).

En el primer apartado, Retana analiza la crítica de Julia Kristeva contra las tendencias que cierran el cuerpo. Kristeva señala como el cierre del cuerpo tiene que ver con la distinción ontológica de un afuera y un adentro, y plantea la noción de lo abyecto. Asimismo, Kristeva habla de un ‘sujeto desestabilizado’, donde lo abyecto muestra los límites inestables, tanto del cuerpo como de su correspondiente sujeto. Pero lo abyecto, también es condición de posibilidad del surgimiento de ese cuerpo y ese sujeto, es decir que se constituyen siempre en el rechazo, expulsión o abyección de partes que en principio son propias, se constituye, pues, en el rechazo de sí mismo. Kristeva deriva una reivindicación política de todo esto, según la cual hemos de mantener siempre abierta la herida o corte. Tendríamos pues, que el cuerpo es un “locus abierto: el espacio por el que pueden transitar muchísimos flujos y en el que pueden aparecer también múltiples cortes. Por eso Kristeva va a proponer no dar la espalda a lo abyecto” (Retana, 2018, 81). Frente a la noción de cuerpo hermético y de sujeto dueño de sí mismo, Retana rescata el modo en que Kristeva propone asumir nuestra vida como “habitada por la herida” (Retana, 2018, 82).

En la segunda sección del segundo capítulo, se analiza la explicación de Judith Butler acerca del modo cómo se consolidan los límites de lo que ella llama ‘materia sexual’. Los límites que Butler propone para entender el cuerpo se refieren, a su vez, a los límites de la materia. “Butler se dedica, en consecuencia, a estudiar, a través de la pregunta por las coordenadas ontológicas que definen lo material, las condiciones de ‘aparecibilidad’ de los cuerpos (…)” (Retana, 2018, 83). Similarmente, para determinar lo que un cuerpo es, resulta fundamental, pensar lo sexual, pues la regulación sexual de los limites corpóreos “se basa en la necesidad de atribuir una unidad ontológica al sujeto corpóreo (…)” (Retana, 2018, 83). Butler considera que la materia no es algo ya dado, sino que siempre está sujeta al proceso de ‘materialización’, que es histórico y políticamente determinado; es un proceso que produce un efecto de frontera, de permanencia y de superficie que da como resultado la materia. Si el cuerpo está “condenado a materializarse en tensión con significaciones y con matrices ontológicas, Butler propone no regir la vida corporal con base en idearios del cuerpo que cierren su posibilidad de ensanchamiento y transformación. (…) Pero no solo se trata de que los cuerpos se abran a nuevas configuraciones ontológicas; se trata, también, de que las ontologías que cierran las posibilidades corpóreas se abran, también ellas, a los cuerpos que encarnan formas jamás previstas por esas ontologías” (Retana., 2018, 89).

En la tercera sección, de este segundo capítulo, se analizan los trabajos de Deleuze y Guattari, y su propuesta de un cuerpo marcado por su propensión a la diferencia y la pluralidad de las formas. Retana investiga la noción de organismo y la invitación epistémico-política a ‘hacerse un cuerpo sin órganos’. En suma, a reinventar políticamente el cuerpo a la manera de una instancia que posibilite la apertura. Aquí el centro está puesto en la organización y articulación de la vida corporal, donde el Cuerpo sin Órganos indica la subversión de las jerarquías, estructuras y organizaciones que delinean y consolidan el organismo. Es decir que un Cuerpo sin Órganos, no necesariamente carece de órganos, sino que subvierte la organización del organismo, el “CsO constituye una descodificación deseante” (Retana, 2018, 92). En otras palabras, “el CsO desestructura una ontología del ordenamiento orgánico para proceder al despliegue de códigos fluctuantes y rizomáticos” (Retana, 2018, 93). El CsO se postula en las antípodas del cuerpo freudiano, en tanto que este último comporta una estructura organizativa edípica inalterable que rige su funcionamiento y organización. El CsO es, sin duda, un cuerpo siempre singular, pero nunca individual ni portador de un sujeto racional que lo ordene.

En el cuarto apartado, de este segundo capítulo, Camilo Retana rescata y discute la propuesta ‘proto-queer’ de Guy Hocquenghem, acerca del ano y de su llamado a acometer la apertura libidinal de este. Esto se plantea como una reacción al cierre edípico, pensado por Freud, donde la entrada en cultura y el devenir sujeto adulto y sexuado, implica el cierre del ano. Lo que impone un cambio fundamental en la organización del sujeto y, en especial, del organismo masculino-heterosexual, el cual se configura ‘cerrando su propio ano’. A Retana le interesa contraponer el ano, en tanto penetrable y abrirle, en oposición al falo que penetra y abre, lo que, de cierto modo, lleva a la equivalencia del primero con la vagina. Es así, como la penetrabilidad del ano del homosexual es leída, desde los imaginarios hegemónicos, como la feminización, perversión y degradación de lo masculino, esto debido a que, desde el punto de vista de atrás, de espaldas,
el ano ignora la diferencia de los sexos y nos muestra a todos como mujer.

En la quinta parte, el autor analiza las propuestas de Donna Haraway, en particular, le interesa su concepto de cyborg, como una propuesta política donde se articulan artefactualmente el cuerpo y la técnica. Haraway pone en cuestión las dicotomías cuerpo/naturaleza y cuerpo/artefacto, donde el cuerpo parecería cerrado y opuesto al modo de ser del artefacto o de la naturaleza, siendo que, en realidad, estos están mucho más imbricados. Haraway emprende una crítica mordaz contra todo sistema de producción de cuerpos que se pretenden ‘puros’, como son el caso de la farmacéutica, del colonialismo, la zoología, la ingeniería y múltiples saberes que se inscriben dentro de la episteme moderna. “Haraway descree de los discursos que cierran el cuerpo humano a la intersección con otros cuerpos y especies (…), los sujetos corpóreos son, antes bien, el producto o efecto de su articulación” (Retana, 2018, 109). La pensadora feminista propone, en función de su reflexión ontológica, una reivindicación política fundada en la articulación y defiende una visión de la naturaleza, del cuerpo, de los sujetos y de la tecnología “asentadas en una filosofía de las conexiones y las mixturas” (Retana, 2018, 110). Es así como Haraway propone la figura del cyborg, como el cuerpo compuestos de mixturas y conexiones transhumanas, entre registros que la tradición de pensamiento pretendía separados. El ethos “del cyborg es, pues, un ethos de lo abierto” (Retana, 2018, 113).

En sexto y último lugar, en el segundo capítulo, el libro aborda la concepción del cuerpo del filósofo francés Jean Luc Nancy, donde el privilegio está radicalmente puesto en lo abierto del cuerpo. Retana se enfoca en la tesis nancyana según la cual “el cuerpo no solo es abierto, sino que es lo abierto” (Retana, 2018, 19). De este modo, esta reflexión se presenta como la culminación de la línea teórica que tendía a abrir los cuerpos, aquí ya no solamente se critican los cierres del cuerpo, ni se apuntan sus modos de apertura e interconexión, sino que se va más allá, aseverando que el cuerpo es lo abierto. No se
trata de algo menor ni de un simple juego de palabras, sino de “reformular la ontología occidental tomando como eje crítico la corporalidad” (Retana, 2018, 115) Nancy enfatiza, siguiendo a Nietzsche, lo contingente y azaroso, la inestabilidad del devenir y el carácter relacional para criticar a la tradición de pensamiento, a saber: “el cuerpo establece, para este autor, una base metafísica para considerar lo abierto (es decir, la inestabilidad, el movimiento y las fugas) como rasgos elementales de lo existente” (Retana, 2018, 115). Esto resulta fiel con el hecho de que el cuerpo, para este pensador francés, no implica certidumbres definidas ni tajantes, sino que su certidumbre es trastocada por una topología de la dislocación, la fragmentación, el recorte, el ensamblaje y por la ausencia de un ‘ahí’ definido, pues continuamente se disloca y, hasta, se contradice consigo mismo. En esta medida el cuerpo no es algo, en la forma de un ente cuyo único modo de ser es en la forma del ‘estar-ahí’ y del ‘ser siempre el mismo’, “su ser se despliega en su expandirse y bifurcarse” (Retana, 2018, 116), su ser proviene “de su mismo hacer” (Retana, 2018, 116), un hacer fundado en lo
abierto. El cuerpo carece de un centro simbólico (como podría ser el falo) desde el cual se organice y tome sentido su ser, sino que, más bien, en tanto que abierto, “es capaz de hacerse y de rehacerse de uno o muchos centros” (Retana, 2018, 116). Si la tradición ha querido poner al ego cogito cartesiano como centro, Nancy reivindica el ego corpus: “el filósofo enfatiza el carácter articulatorio y abierto que posee el ego en tanto que corpóreo” (Retana, 2018, 117). Con esta perspectiva, Retana finaliza el capítulo segundo, habiendo dejado a los lectores pasmados por el contraste entre estas ‘filosofías del cuerpo abierto’ que contrastan violentamente con los ‘cierres corporales’ trabajados en el capítulo primero.

Por último, en el tercer capítulo del libro, se trabajan manifestaciones del cuerpo en el registro de lo estético-cultural. Si los dos capítulos anteriores ya resultaban fundamentales para pensar el cuerpo, las interpretaciones y reflexiones que el autor realiza en este tercer capítulo, con base en fenómenos artísticos y de la cultura de masas, son igualmente sorprendentes y decisivas para investigar el cuerpo.

En el primer apartado se analiza la figura del zombi, elemento recurrente dentro de la cultura de masas contemporánea. La figura del zombi “pone en paréntesis el carácter necesariamente individualista de lo corporal” (Retana, 2018, 127), pues todo zombi se comporta y actúa igual que los demás zombis, lo que representa un quiebre con la noción tradicional de sujeto. La figura del zombi implica una uniformidad entre todos los zombis, lo que lleva a este filósofo centroamericano a pensar la turba zombi de modo tal que la masa se comporta bajo los mismos lineamientos y se vuelven uniformes aquellos elementos que, previo al convertirse en zombi, distinguían a unos sujetos de otros. La figura del zombi implica la ausencia de identidades en función de la comunión del cuerpo: “si el individualismo moderno reclama un cuerpo individuado, la cultura zombi devuelve el reflejo distorsionado de ese ideal: un mundo donde el cuerpo es lo común” (Retana, 2018, 137).

En el segundo apartado, Retana analiza la novela Historia del pelo, de Alan Pauls, donde se propone una relación entre cuerpo abierto e historia, mostrando el modo en que lo corpóreo se inscribe en tejidos políticos que lo gestionan, a la vez que el “pelo es un límite contingente, inestable y huidizo que no cesa de crecer, de cambiar y de caerse, y en esa medida, de hacer vacilar lo que se supone que delimita al individuo” (Retana, 2018, 139). En esta novela, el pelo es un elemento productor de identidad, lo que, consecuentemente, implica su inestabilidad. Tal y como nos muestra Retana, en la novela “el pelo condensa no solo un mundo individual, sino también colectivo: el pelo se revela, así, como un elemento a partir del cual es dable leer la historia y entender la historia de los cuerpos de toda una nación” (Retana, 2018, 140). El pelo, comporta en la novela de Pauls, el signo de la “aperturabilidad corporal y del carácter inevitablemente social e interdependiente de la vida corpórea” (Retana, 2018, 142). El pelo sería el “locus de los intentos fallidos de consolidar una identidad individual” (Retana, 2018, 149) y muestra que el cuerpo se mantiene en una incompletud perenne, que no cesa de hacerse y rehacerse con su variado entorno.

Por último, en el tercer y último apartado, se analiza la obra pictórica del artista costarricense Emanuel Rodríguez, donde el cuerpo aparece inscrito en “redes materiales y de sentido que lo exceden y que hacen vacilar sus lindes” (Retana, 2018, 19). El artista costarricense, no solamente desborda el cuerpo en sus obras, sino que indaga “acerca de las posibilidades del cuerpo una vez que acaece tal desborde” (Retana, 2018, 152). Su producción propone una corporalidad ‘intersecada’, donde los “fragmentos orgánicos se presentan como lugares de tránsito y como elementos que se ramifican y enquistan en –y con– otros elementos. (…) Los cuerpos de Rodríguez ejercitan variadas modalidades de conjunción con las cosas, los símbolos, las instituciones y los actos” (Retana, 2018, 152). Es, en suma, una obra plástica que permite adentrarnos en las complejidades del debate acerca del cuerpo.

Dicho todo lo anterior, y a pesar de que hemos podido revisar la totalidad de capítulos y secciones del libro, he de decir que el lector de esta reseña apenas podrá darse una pequeña impresión de la investigación realizada por el filósofo Camilo Retana, pues su trabajo excede, en gran medida y riqueza, todo lo que aquí apenas se ha logrado mostrar. Será labor del lector adentrarse en el libro y constatar la complejidad, profundidad y originalidad de lo que ahí se plantea, que, en la presente reseña, apenas ha podido atisbarse.

Tomás Mora (tmp1995@hotmail.com) es estudiante del grado en Filosofía en la Universidad de Costa Rica.