Sin título
Pía Chavarría
(Acuarela y tinta china sobre papel, 21x30 cm., 2018)

Por Camilo Retana

Tal y como lo evidenció Detrás del portón rojo, la muestra del Museo de Artes costarricense curada por Roberto Guerrero y Sussy Vargas en el año 2017, el motivo del cuerpo recorre buena parte de la tradición pictórica nacional. Con los grabados de Amighetti como uno de sus puntos quizá más altos, esa tradición representacional poseía una lírica propia acerca de lo corpóreo que no siempre se interesaba por interrogar la naturaleza ontológica de lo somático. No obstante, en la plástica costarricense más reciente, el motivo varía y encuentra nuevas rutas y posibilidades de significación.

Una de las principales variaciones en este nuevo tratamiento pictórico del cuerpo (variaciones en sintonía, claro está, con diversas tendencias internacionales), descansa sobre una cierta apuesta por la desfiguración, la rearticulación y la superposición. Así, los trabajos de Joaquín Rodríguez del Paso (1961), Emanuel Rodríguez (1986) o Fabrizio Arrieta (1982) beben de una estética baconiana para quebrar con la gramática del rostro, parodiar el mimetismo y proponer nuevas posibilidades de articulación con las cosas y el entorno. A veces echando mano de un tono más político, y otras apelando a cierto histrionismo con carácter deconstructor, estos artistas constituyen ya un episodio en estas nuevas formas de aprehender plásticamente el cuerpo.

No obstante, una generación aún más reciente de jóvenes artistas, la mayoría mujeres, comienzan a trazar lo que quizá se convierta en una nueva ruta estética a la hora de abordar lo somático. Me refiero a un grupo dentro del cual se podría mencionar, entre otras, a artistas emergentes como Pía Chavarría (1995) –uno de cuyos trabajos lustra el presente número de la Revista de Filosofía–, Mariela Álvarez (1996) y Andrea Bravo (1998). Con trabajos como los Karla Solano (1971) y Sila Chanto (1969-2015) como antecedentes e interlocutores más probables a nivel temático, estas artistas se decantan asimismo por la fragmentación y la desfiguración, pero con una retórica decididamente distinta que pone el énfasis sobre el cuerpo de las mujeres. Quizá la pregunta central que anima las búsquedas de esta nueva generación de artistas sea cómo se puede entender la pregunta por el cuerpo, sus límites, sus posibilidades y sus violencias cuando se abordan precisamente desde el punto de vista de una mujer.

En el caso de Pía Chavarría, su trabajo se ocupa sobre todo del problema de la fragmentación y la comunión de los cuerpos. En sintonía con reflexiones filosóficas como las de Spinoza, el cuerpo que dibuja Chavarría urde solidaridades, trama espacios para la agregación e inventa zonas para el vínculo y el lazo que desmienten la individualidad como un dato duro de la vida corporal.

En el caso concreto del trabajo que acá utilizamos como motivo para la portada, la interrogante planteada por Chavarría quizá se encuentre empotrada en esa vieja pregunta con tanto abolengo dentro de la filosofía, a saber, ¿qué es lo común? Sirva entonces este número ilustrado por la joven artista para celebrar la vigencia de esa vetusta pregunta que, a fuerza de no haber sido contestada, sigue produciendo porvenir.


Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LIX (153) Enero-Abril 2020 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589