William Pérez

Imagen-palabra. Lugar, sujeción y mirada en las artes visuales centroamericanas. Pablo Hernández Hernández. (Madrid, Frankfurt am Main: Iberoamericana, Vervuert y Arlekín, 2012, 336 páginas)

Es un tanto ambigua mi posición aquí. No tenía del todo claro si presentar Imagen-Palabra en calidad de amigo de Pablo, en calidad de estudiante o exasistente del profesor Hernández de la de la Universidad de Costa Rica, o bien, en calidad de alguien quien hace años (antes tan siquiera de ser amigo o estudiante del autor) había leído el libro del doctor Pablo Hernández de la Universidad de Potsdam, en donde fue realizada la investigación cuya forma de libro hoy nos convoca. Amigo, estudiante o lector. Cada una de esas posiciones me suponía un particular acercamiento a Imagen-Palabra y, a decir verdad, no sabía por cuál de ellos decantarme.

Ser el amigo me haría terminar hablando de Pablo. Ser el estudiante me haría hablar de mí mismo y, además, de cosas que pertenecen al pensamiento de Pablo y que no necesariamente está en el libro. Ser el lector de hace unos años me haría terminar contando cómo leía Imagen-Palabra en los ratos libres de mi Trabajo Comunal Universitario en el Liceo de Escazú. Qué persona tomaría posesión de mí durante esta presentación fue entonces algo que me tomó días solucionar, algo que me atrasó inclusive la relectura del texto. Ninguna de las opciones que había pensado me llevaba a hablar centralmente del libro.

La solución, aunque de forma indirecta e involuntaria, me vino gracias a Sergio Rojas, quien amablemente me invitó a formar parte de este evento. En la carta de invitación, Sergio se dirigía a mí como Señor Ing. (ingeniero) William Pérez Porras y fueron esas tres letras las que me dieron la clave de acceso a Imagen-Palabra. I, N, G y un punto. Tres letras y un signo de puntuación que resumen unos siete años de mi vida, un puñado de ecuaciones y una de las maneras que, parodiando una figura del catolicismo, he tomado para referirme a mí mismo: ingeniero no practicante.

Pues bien, decidí hacer el ensayo de dejar por unos días mi apostasía ante el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos, asumir el membrete de ingeniero con que se me anunció en el afiche del evento e irme a leer Imagen-Palabra como si se tratase de un tratado de ingeniería. Les adelanto que se me tornó un ejercicio mucho más entretenido de lo que suena y, más importante aún, me llevó a encontrarle un nuevo valor al libro, a sus temas y problemas. Adentrémonos entonces en esta lectura ingenieril de Imagen-Palabra.

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Al inicio se nos hace la siguiente advertencia en referencia a la imagen y a la palabra: “Suponemos la existencia de dos términos que se relacionan y que estos términos son unidades más o menos estables”. Trabajar con cosas cuya existencia está supuesta es precisamente lo que hace la ingeniería, así que centrémonos en eso de “dos términos que se relacionan”. El autor evade en esta apertura del libro la especificación de eso que llama genéricamente ´términos´, así que la pregunta que propondré hoy es ¿qué habremos de entender acá por ´términos´ y ´relación´? Y, más importante aún ¿qué son entonces exactamente imagen, palabra y la relación entre ambas?

Algo que puede ayudarnos a especificar esto último es la primera gran preocupación que se desarrolla en el libro, a saber, la cuestión de cómo se establece el campo en el que imagen y palabra lanzan una revisión de las convenciones que tienden a separarlos. La palabra clave es aquí ´campo´, pues en física entendemos por ´campo´ una distribución de magnitudes en el espacio y en el tiempo. Si palabra e imagen pertenecen a un campo, habremos de entenderlas entonces como magnitudes.

Ahora bien, esto no nos soluciona del todo la pregunta por qué son específicamente imagen y palabra, pues magnitudes las hay de masa, velocidad, fuerza, presión, volumen, temperatura y un número bastante grande de parámetros. Pero lo que sí nos sirve para responder a nuestra pregunta es saber que, de alguna forma u otra, las imágenes y las palabras participan del universo de lo físico. Permítaseme entonces lanzar acá una hipótesis basada en esto último. La hipótesis es: al pertenecer al dominio de lo físico, imágenes y palabras son cosas o, si se quiere mayor formalidad, son objetos.

Sigamos pues ese camino. Andamos tras la pista de una relación entre dos objetos dentro de un campo, ante lo cual habría que preguntarse de inmediato si solo objetos hay dentro de un campo. Avanzando en el texto nos topamos con una consideración que nos puede ayudar en este respecto: “En el espacio de la imagen-palabra, estos artistas [a saber, los artistas centroamericanos cuyas obras se abordan en el libro] nos muestran cómo la desarticulación de la palabra del poder no puede llevarse a cabo sin la desarticulación de las imágenes del poder, y la violencia de la imagen sin desarticular la violencia de la palabra.” Tenemos así que imágenes y palabras son los objetos de dos particulares, llamémoslas, funciones: violencia y poder.

Notemos de inmediato que, mientras las imágenes y las palabras nos hacen pensar en objetos, la violencia y el poder nos remiten a un dominio menos objetual y, si gustan, menos objetivo ¿Cómo comprender entonces a la violencia y al poder? Pues bien, esta es una pregunta que en filosofía me tardaría probablemente años de investigación para responder, pero que en esta lectura ingenieril me tomará solo segundos: la violencia y el poder son fuerzas. Aparece finalmente nuestro otro componente de eso que estamos vislumbrando como un campo. No solo habría presencia de objetos, sino que habría asimismo fuerzas.

Las fuerzas son vectores, es decir, cantidades físicas que poseen tanto magnitud como dirección, a diferencia de las cantidades escalares que poseen solo magnitud. Por eso la masa o la temperatura son escalares, mientras que la velocidad o la gravitación son vectores. Yo no poseo una masa de 75 kilogramos al este o al norte, como tampoco hoy estamos a 20 grados Celsius al sureste. Pero sí me puedo dirigir en un bus a 80 kilómetros por hora hacia el sur o sabemos que somos jalados por la gravitación siempre hacia el centro de la Tierra. Creo que esto no nos cuesta trabajo representárnoslo respecto del poder y la violencia, pues poder y violencia existen en tanto se direccionan hacia algo o alguien en particular. Pero no nos alejemos demasiado del propósito de hacer la lectura ingenieril. Bástenos entonces (aunque sea de manera provisional) la noción general de fuerza antes que las de poder y violencia.

Objetos y fuerzas, eso es lo que conforma el campo que esperamos nos ayude a comprender qué son imágenes, palabras y la relación entre ambas. Con cierta frecuencia, lo de objetos no representa mayor dificultad taxonómica para el ingeniero. Siempre es posible reducir los objetos a partículas, puntos o elementos finitos que nos hagan más o menos prescindible saber el tipo de cosas que son. Pero lo mismo no ocurre con las fuerzas, pues el tipo de fuerza puede cambiar drásticamente la cantidad y cualidad de parámetros necesarios para tener un mejor conocimiento de la misma. Fuerza eléctrica, gravitatoria, normal, magnética, entre otras ¿De qué clase es la fuerza presente en el campo de las imágenes y las palabras?

La respuesta a esta última interrogante nos la topamos cuando se nos presenta el estudio de la obra Auras de guerra del artista nicaragüense Ernesto Salmerón. Se nos habla en un punto de la segunda parte del libro de lo que podríamos entender como una de las manifestaciones de la distancia que se traza entre la imagen y la palabra: aquella existente entre el reportaje y la puesta en escena, entre la descripción y la creatividad. Pero, más importante que dichas manifestaciones es, para nuestros propósitos, lo que hay entre ambas y aparece en el texto como una “friccionalidad constante”.

La fricción es una fuerza que solo existe cuando dos cuerpos entran en contacto. No es una fuerza que salga de un agente hacia un paciente, sino que los dos cuerpos involucrados la experimentan en igual medida y les afecta a ambos por igual. La fricción es, además única para cualesquiera dos tipos de materiales. No será la misma fricción que un bloque de madera genere en contacto con una superficie de vidrio que la que generará un bloque de acero sobre esa misma superficie. Y, más sugerente aún, no tiene que haber necesariamente movimiento para que haya fricción. El solo relieve de las dos superficies involucradas genera una trabazón mutua que se debe vencer antes de que empiece el movimiento, a lo cual se le llama fricción estática. Una vez que el movimiento empiece, la fricción sigue presente oponiéndose al movimiento, a lo cual se le llama fricción cinética.

Con lo que hemos dilucidado hasta acá, pareciera entonces que la hipótesis arrojada hace poco se confirma. Las imágenes y las palabras son cosas, pero ganamos también el conocimiento de esa relación que el libro se propone hallar. Sabemos así que imágenes y palabras son cosas que, al entrar en contacto, generan fuerzas cuyas magnitudes estarán siempre en función de qué imágenes y qué palabras en específico sean las que entren a interactuar en el campo. Tendríamos entonces ya conocidos los términos: cosas y, entre ellas, fuerzas. Pero no nos abalancemos a concluir esto de inmediato. A fin de cuentas, la fuerza de fricción es algo que se cuantifica para estudiar otro fenómeno físico o, casi podría decirse, el fenómeno físico por excelencia: el movimiento. Y esto es precisamente algo de lo que encontramos mayormente trabajado en Imagen-Palabra. Así que vayámonos a las consideraciones en torno al movimiento y verificar si nuestra hipótesis aún se sostiene.

En los años 2000 y 2002 el artista guatemalteco Aníbal López realiza dos bellos experimentos de espacio y movimiento. Por un lado, publica un campo pagado en un periódico, en donde aparece un punto en el centro del recuadro y una leyenda con el título de su obra “Mancha de 55000 puntos”. El destino que cada uno de los 55000 ejemplares de ese periódico alcanzó y sigue alcanzando a la fecha define y redefine así una enorme mancha en Ciudad de Guatemala. Por otro lado, en La distancia entre dos puntos, López puso a circular dos vehículos por esta misma ciudad, cada uno de ellos cubierto con una manta blanca, con un punto negro pintado y el título de la obra escrito.

Acudiendo a la obra del guatemalteco, se llega en Imagen-Palabra a la siguiente conclusión: “…siempre hay líneas y nunca hay puntos cuando el arte demuestra que siempre se trata de un espacio plagado de movimientos, de posiciones y distancias, la línea nunca es la suma de puntos consecutivos o sucesivos, la línea es el movimiento, es el vector.” Y es justo con esta sentencia que nuestra hipótesis inicial se tambalea. Si las imágenes y las palabras fuesen objetos, definirían entre sí la línea sumativa, la consecución y sucesión de puntos. Pero en el campo donde acontecen imagen y palabra, lo que hay son vectores. Si, como iniciamos suponiendo, las imágenes y las palabras fueran cosas, de ellas resultaría la línea, sin embargo, este no es el caso. Lo que el experimento de López nos enseña es que el movimiento no es una propiedad de las imágenes y las palabras, sino que ellas mismas son el movimiento. Dicho de otro modo, en el campo que nos interesa, no hay una causa externa que provoque el movimiento de imagen y palabra, pues ellas están ya de por sí en movimiento. Por lo tanto, las imágenes y las palabras no son cosas, sino vectores. Son, finalmente, fuerzas.

La conclusión a la que hemos llegado nos obliga así a invertir los términos de nuestra hipótesis. No ocurre que las imágenes y las palabras sean objetos con fuerzas en medio; más bien, las imágenes y las palabras son fuerzas con objetos en medio. Quizá sea por esto que se nos habla en el libro de una friccionalidad antes que de una fricción. Debemos advertir, pues, que no son lo mismo. La friccionalidad es el surgimiento de cosas cuando dos fuerzas entran en contacto. Es la obra de arte como cosa que se produce entre la fuerza visible y la fuerza legible. Es el cuerpo de Regina Galindo, su pierna derecha y el cuchillo que la raja todo produciéndose entre el vector-imagen y el vector-palabra. Tal es también el caso de la memoria, una fuerza que “…debe moverse, debe desplazarse justamente por las ruinas, por los escombros…”. O también es el caso de las Centroaméricas que aparecen en el libro: tierras en medio de las fuerzas naturales, políticas, migratorias, económicas y de muchos otros tipos. Fuerzas en los extremos y cosas en el medio.

Tenemos en Imagen-Palabra, es cierto, un estudio filosófico, pero también tenemos un tratado de dinámica. La dinámica es esa rama de la mecánica que estudia los cambios de los sistemas físicos provocados por fuerzas. Es en la dinámica donde encontramos las tres leyes de Newton, esos tres enunciados que tardaron unos trescientos años en ser puestos en cuestión, pero que, a pesar de ello, siguen siendo las ecuaciones de las cuales se derivan cualquier otra que usamos los ingenieros (nosotros los civiles, por lo menos).

El universo conceptual de la dinámica es muy vasto como para cubrirlo todo acá, pero quisiera finalizar con una noción fundamental de este campo de estudio: la de grados de libertad. Se trata de un parámetro básico para describir cualquier sistema dinámico y se define como el número de coordenadas independientes que se requiere para determinar las posiciones de los objetos que componen el sistema. Pero la definición no me interesa tanto, sino que más bien quisiera comentar algo que siempre me pareció curioso sobre este parámetro. Resulta que, entre más objetos participen de un sistema, más grados de libertad habrá. Al leer Imagen-Palabra, esta fue justamente una de las más fuertes impresiones que tuve (hace unos años e igualmente hace unos días). Esos ejercicios artísticos de buscar combinaciones de la fuerza-imagen y la fuerza-palabra no es sino una alimentación de los sistemas con cada vez más objetos, más obras de arte, como quien busca acrecentar cada vez más los grados de libertad.

La ingeniería no es igual a la física, sino que se trata de un tomar las leyes de la física a favor nuestro. En este sentido, quisiera terminar mi lectura ingenieril de la siguiente manera. Imagen-palabra no es una descripción de un estado de cosas, ni tampoco es un proyecto que busque fijar de manera legaliforme la interacción entre la imagen y la palabra. Pero tampoco es, a pesar de mi lectura, un libro de ingeniería, pues no busca tampoco fijar procedimientos artísticos para, como recién dije, alcanzar esos mayores grados de libertad ¿Qué es entonces? Sostengo que se trata de un tratado de dinámica, pero (y aquí voy regresando plácidamente a mi apostasía) no de la dinámica física, sino de la dinámica de la Metafísica. Aclaro que no digo “dinámica metafísica”, sino, repito, “dinámica de LA Metafísica”, esto es, de ese libro que lleva por título ´Metafísica´. El de Aristóteles, pues.

En el Libro IX de la Metafísica, Aristóteles se dedica a definir la δύναμις, esto es, la potencia. Las hay de dos tipos: la irracional y la racional. La primera es aquella potencia que, por ejemplo, tiene el fuego de calentar el agua. La segunda sería, por ejemplo, la potencia que tiene el médico de sanar o de enfermar al paciente. Nos dice Aristóteles que la potencia irracional solo puede producir una cosa (el calor en nuestro primer ejemplo), mientras que la potencia racional puede producir una cosa y su contrario (la sanación o la enfermedad en el otro ejemplo). Las τέχναι, donde habríamos de incluir a las artes, pertenecen a este segundo grupo. Así pues, en Imagen-Palabra nos topamos un tratado de dinámica en tanto se explota la potencia, la δύναμις que guardan las artes en su trabajo con las fuerzas de la imagen y la palabra. Una potencia siempre a la espera de un acto.

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Recibí Imagen-Palabra el 18 de diciembre del año 2014, el día de mi cumpleaños. El libro venía con una colonia y una camiseta. Un regalo generoso.

Reproduzco un intercambio que hubo ese día en mi muro de Facebook:

Pablo Hernández: Felicidades.

Willy Pérez: Gracias Pablo. Vieras que me regalaron su libro de cumpleaños.

Pablo Hernández: Wow, qué honor, pero más honor recibir tus comentarios de lectura.

Pablo, lamento haber tardado cinco años, pero espero con esto haber saldado la deuda.

William Pérez (WILLIAM.PEREZMIRANDA@ucr.ac.cr). Estudiante del Programa de Posgrado en Filosofía de la Universidad de Costa Rica.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LIX (154) Mayo-Agosto 2020 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589