V.

RECENSIONES

Steve Knight*

Karl Marx’s Ecosocialism: Capital, Nature,
and the Unfinished Critique of Political Economy
. Kohei Saito. (Nueva York, Monthly Review Press, 2017. 308 páginas)

En los 137 años desde su muerte, muchos comentaristas han sostenido que la visión de Marx sobre la relación entre la humanidad y la Tierra es “prometeica”, o sea, que el dominio sobre la naturaleza es un paso clave para llegar a la sociedad comunista. Sin embargo, una contratendencia en el análisis marxiano, primeramente liderada en las décadas de 1960 y 1970 por estudiosos como Raymond Williams e Istvan Mezsaros, y posteriormente en los últimos veinte años por una nueva generación que incluye a John Bellamy Foster y Paul Burkett, han sostenido que el conflicto de la ecología con las relaciones capitalistas es central para comprender la economía política de Marx.

Kohei Saito, autor de Karl Marx’s Ecosocialism, pertenece firmemente al segundo bando. Para Saito, profesor asociado en la Universidad de la Ciudad de Osaka, Marx no es simplemente un economista que a veces se refiere a la naturaleza; insiste en que “no es posible comprender el alcance completo de su crítica de la economía política si se pasa por alto su dimensión ecológica... Marx en realidad trata sobre la naturaleza entera, el mundo ‘material, como un lugar de resistencia contra el capital, donde las contradicciones del capitalismo se manifiestan más claramente” (14). Basándose extensamente en los “cuadernos de extractos” de Marx, que han sido publicados como parte del proyecto en curso de la Marx-Engels-Gesamtausgabe (conocida como MEGA2), el autor pinta un convincente retrato de Marx, primero como un joven con una convicción filosófica de cómo las relaciones capitalistas nos enajenan de la naturaleza, y luego como un decidido estudioso de las ciencias naturales, ansioso por encontrar verificación científica de las contradicciones ecológicas del capital.

En la Primera Parte, “Ecología y Economía”, Saito rastrea el desarrollo sistemático de la crítica ecológica de los Cuadernos de París de la década de 1840 a lo largo de El capital como trabajo de madurez. El trabajo de Marx en París (una porción del cual fue publicada en el siglo XX con el título de Manuscritos económico-filosóficos) muestra a un joven académico aún bajo la influencia filosófica de Feuerbach y la escuela joven-hegeliana. Desarrolla su cuádruple definición de la alienación bajo las relaciones sociales capitalistas: en el capitalismo, afirma Marx, uno se aliena del producto de su trabajo, del proceso de trabajo mismo, de su “ser genérico” libre y creativo, y de las personas con las que trabaja. Marx propone superar estas formas de alienación mediante la abolición de la propiedad privada (el producto del trabajo alienado), para que los humanos se puedan relacionar con la naturaleza de un modo libre y colaborativo. Aunque en este periodo llegó a valiosas perspectivas que sentaron las bases para su posterior pensamiento ecológico, para entonces Marx todavía era adepto de un idealismo feuerbachiano ahistórico que debía trascender para abrirle paso al “socialismo científico” que le daría forma a su posterior trabajo.

El punto de giro en la crítica materialista de Marx llegó con La ideología alemana (1846), manuscritos escritos con Friedrich Engels. Allí Marx pasa de un abordaje puramente filosófico de la ecología hacia uno “científico natural”, basado en una comprensión histórica de las cambiantes relaciones entre humanos y naturaleza. Empieza utilizando el término “metabolismo” –un concepto originalmente usado en el siglo XIX por fisiólogos, y luego por filósofos– para describir este intercambio dinámico, en el que la naturaleza se convierte en el “cuerpo inorgánico” del cual depende para sobrevivir. A lo largo de la siguiente década, culminando en su escritura de los Grundrisse a mediados de los 1850s, Marx afinó su comprensión del concepto para proponer una tendencia general metabólica del capital: al buscar la expansión continua, el capitalismo explota las fuerzas naturales –incluyendo la fuerza de trabajo humana– en busca de insumos más baratos; pero este proceso profundiza las propias contradicciones del capitalismo (deforestación, emisiones de carbono, pérdida de biodiversidad, etc.), todas las cuales se han intensificado desde la época en que escribió Marx. Debido a la degradación ecológica, la civilización humana se volverá imposible mucho antes de que cese la acumulación de capital; por tanto, las relaciones metabólicas del capitalismo son incompatibles con el desarrollo humano sostenible.

El análisis de Saito es valioso también por el énfasis que le da al concepto de “cosificación” como piedra angular del ecosocialismo de Marx. Aunque la cosificación recibe su expresión más completa en los capítulos del tomo 1 de El capital sobre “La jornada laboral” y “Maquinaria y gran industria”, Marx la desarrolló gradualmente como parte de su crítica ecológica. En síntesis, la cosificación se refiere al proceso por el cual los productores privados intercambian mercancías cuyo valor se determina como el total de la suma del trabajo abstracto usado en su producción. Los materiales de la naturaleza son transformados en formas económicas, y estas formas se osifican en “cosas”, pero estas cosas materiales no pueden nunca volver a ser completamente subsumidas por el capital. Así, el capital amenaza la continuidad del metabolismo humano con la naturaleza, al organizarla para extraer la máxima cantidad de trabajo abstracto; la cosificación garantiza que la sociedad pueda ser producida –y reproducida– solo por la mediación del valor. Saito aclara adecuadamente este tema:

Marx no solo afirma que la humanidad destruye el medio ambiente. Su ‘método materialista’ más bien investiga cómo el movimiento cosificado del capital reorganiza el metabolismo transhistórico entre humanos y naturaleza, y niega la condición material fundamental para el desarrollo humano sostenible. En consecuencia, el proyecto socialista de Marx exige la rehabilitación de la relación humanos-naturaleza mediante la limitación y finalmente la superación de la fuerza alienante de la cosificación. (133)

En la Parte II, “La ecología de Marx y la Marx-Engels-Gesamtausgabe”, Saito examina material accesible recientemente de los cuadernos de ciencias naturales de Marx, mostrando los muchos autores que Marx estudió por años cuidadosamente para afinar su crítica ecológica del capital. Saito admite que hay evidencia de que el pensamiento temprano de Marx sobre la naturaleza era “productivista”, o sea, que era optimista acerca de que los avances científicos y tecnológicos podrían superar los límites de la naturaleza. Sus fragmentos sobre las primeras ediciones de Química agrícola de Justus von Liebig y de Notas sobre Norteamérica de James F.W. Johnston, ambas publicadas en la década de 1850, expresan esperanza en que la ley de rendimientos agrícolas decrecientes de David Ricardo pudiera ser superada mediante mejoras en las ciencias del suelo y la administración de la tierra. El trabajo temprano de Liebig asumía que la productividad podía mejorar con el uso de fertilizantes sintéticos (¡una posición conveniente para un agrónomo con un negocio capitalista suplementario como fabricante de fertilizantes químicos!).

El punto de giro tanto para Liebig como para Marx fue, sin embargo, la publicación de la sétima edición de Química agrícola en 1862, donde Liebig adoptó una más sombría teoría de “agricultura del robo” bajo relaciones capitalistas. Liebig ahora planteaba una “ley de reabastecimiento”, en la cual el suelo necesita una mezcla de elementos orgánicos e inorgánicos para mantener su productividad. Mientras que los elementos orgánicos pueden reabastecerse continuamente mediante la atmósfera y la lluvia, la pérdida de elementos inorgánicos (“minerales”) debe minimizarse porque son mucho más difíciles de reponer bajo la presión de la producción capitalista. Leer la sétima edición de Liebig “profundizó su perspectiva [de Marx] de que la naturaleza no puede ser arbitrariamente subordinada y manipulada mediante el desarrollo tecnológico. Hay límites naturales insuperables” (160). La exigencia de Marx de una regulación racional del metabolismo humano-naturaleza surgió del reconocimiento de los límites naturales, así como de que la producción social debe ser radicalmente reorganizada para lograr un desarrollo humano sostenible. Marx comprendió que el capitalismo es inherentemente enemigo de este metabolismo más racional porque mediatiza todas las relaciones a través de valores cosificados.

La idea de Liebig de una agricultura del robo se convirtió en una fuente de inspiración para la teoría de Marx de una “ruptura metabólica” entre campo y ciudad en el primer tomo de El capital, (discutido con cierta amplitud por John Bellamy Foster en su libro La ecología de Marx). Pero el acceso de Saito a los cuadernos de la MEGA revela que después de la publicación de El capital en 1867 Marx empezó a leer a otro agrónomo, Carl Fraas, cuyo trabajo –especialmente en su libro de 1866, Las crisis agrarias y sus soluciones– a la vez modificó su poco informado elogio previo de Liebig y abrió una nueva ventana científica para entender las contradicciones ecológicas del capitalismo. Fraas planteaba una “física agrícola” en oposición de la “química agrícola” de Liebig; aunque no menospreciaba la importancia de buena parte del trabajo de Liebig, creía que los factores climáticos tenían más importancia que los químicos para la productividad de los suelos. En algún momento Fraas escribe que en un clima favorable el cultivo puede darse sin que se agoten sus recursos, incluso si los humanos no devuelven a la tierra los nutrientes en un ciclo metabólico.

Fraas también sostuvo –especialmente en otro de sus estudios, El clima y el mundo vegetal a lo largo del tiempo– que la deforestación era el principal causante del cambio climático, pues inevitablemente llevaba a temperaturas crecientes y menor humedad (o sea, desertificación), rastreándola como una tendencia histórica en las civilizaciones de Mesopotamia, Egipto y Grecia. El problema, de acuerdo con Fraas, es que la civilización consume una cantidad enorme de madera en actividades como la construcción de barcos y casas, así como para producir hierro y azúcar; por ello a menudo no es factible volver a sembrar tierras deforestadas. Saito anota que “al leer el trabajo de Fraas, Marx considera, correctamente, que es necesario estudiar mucho más meticulosamente el aspecto negativo del desarrollo de las fuerzas productivas y la tecnología, y su disrupción del metabolismo natural respecto a otros factores de la producción” (250).

A los estudiosos futuros les queda mucho trabajo en investigar el desarrollo del ecosocialismo de Marx. Como indica Saito, hasta la fecha el proyecto MEGA ha publicado los cuadernos de extractos de Marx solamente hasta 1868; falta la publicación entera de cuadernos que muestran el desarrollo de su conciencia ecológica en sus últimos quince años en la cuarta sección de la MEGA. No obstante, Karl Marx’s Ecosocialism es una incorporación indispensable a la pujante literatura sobre el ecosocialismo marxiano. Kohei Saito provee a los lectores una guía rigurosa pero accesible no solo sobre por qué sanar la fractura metabólica era esencial para el proyecto socialista de Marx, sino sobre cómo el proyecto de décadas de Marx de leer sobre ciencias naturales dio forma a sus análisis a partir de La ideología alemana. “Marx no respondió todas las preguntas y no predijo el mundo de hoy”, escribe Saito en su conclusión, “pero esto no significa que hoy su ecología sea inútil. Es innegable que su crítica del capitalismo provee un fundamento teórico extremadamente útil para la ulterior investigación crítica de la crisis ecológica actual, y que los cuadernos de Marx pueden probar su gran importancia respecto a la ecología” (Saito, 265). Los ecosocialistas de todo el mundo deben apreciar la meticulosa elucidación de Saito acerca del desarrollo de la comprensión de Marx sobre la incompatibilidad del capital con la Tierra.

* Esta reseña apareció originalmente en inglés en Marx & Philosophy Review of Books, URL: https://marxandphilosophy.org.uk/reviews/14675_karl-marxs-ecosocialism-capital-nature-and-the-unfinished-critique-of-political-economy-reviewed-by-steve-knight/

Traducción de George García Quesada.

Steve Knight (steventrox@yahoo.com), investigador independiente, es miembro del grupo de trabajo ecosocialista del Proyecto Marxista de Educación en la ciudad de Nueva York, y activista ambiental con grupos tanto seculares como religiosos. Escribe habitualmente en la revista Marx & Philosophy Review of Books.


Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LIX (155), 221-224, Setiembre-Diciembre 2020 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589