II.

Dossier

Un pensamiento frente
a la crisis:

José Carlos Mariátegui y nuestro tiempo

Editor invitado:

MSc. Víctor Hugo Pacheco, Universidad Nacional
Autónoma de México

Victor Hugo Pacheco Chávez

Dossier: Un pensamiento frente a la crisis:
José Carlos Mariátegui y nuestro tiempo

José Carlos Mariátegui es por definición un pensador de la crisis. Su obra, su intelecto, incluso su actitud ante la vida en sus dimensiones existenciales, produjeron un pensamiento ante la crisis que él definió como una actitud agónica. Sin embargo, es preciso destacar un plano menos existencial, cultural, y más materialista, para sugerir que en su obra podemos considerar los elementos de quiebre, de pérdida de legitimidad, de las instituciones occidentales que se presentaron como un momento de transformación política, económica e ideológica.

Sin duda, los álgidos años de ascenso del fascismo que le tocó vivir en su periplo europeo le brindaron un mirador privilegiado para comprender el momento de transformación al que se abría el mundo. Es la comprensión de la crisis de entre guerras como una crisis mundial, más allá de Europa, que lo destaca de sus contemporáneos. Hay que recordar que, a su vuelta a Perú, se integró a la Universidad Popular Manuel González Prada que impulsó Víctor Raúl Haya de la Torre y justo el tema que desarrolló en su faceta de educador popular fue sobre la crisis mundial y el papel del proletariado peruano. Ligando de esta manera el destino de las masas populares peruanas con el desenlace mundial:

En la crisis europea se están jugando los destinos de todos los trabajadores del mundo. El desarrollo de la crisis debe interesar pues, por igual, a los trabajadores del Perú que a los trabajadores del Extremo Oriente. La crisis tiene como teatro principal Europa; per la crisis de las instituciones europeas es la crisis de las instituciones de la civilización occidental. Y Perú, como los demás pueblos de América, gira dentro de la órbita de esta civilización, no solo porque trata de países políticamente independientes pero económicamente coloniales, ligados al carro del capitalismo británico, del capitalismo americano o del capitalismo francés, sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son, precisamente, esas instituciones, democráticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos de Europa también, las que en Europa ahora están en un periodo de crisis definitiva, de crisis total. (Mariátegui, 1994: 845)

José Carlos Mariátegui reflexionó a profundidad sobre los problemas que moldeaban la conflictividad de su “tiempo histórico”. La pluralidad de temas que abarca su extensa obra estuvo enfocada a entender la forma que asumió la crisis civilizatoria de principios del siglo XX. Esto le llevó a pensar las causas de dicha situación, los efectos que ello tenía para la región latinoamericana. Pensar la crisis no significaba entregarse al derrotismo y al nihilismo imperante de la época. Es cuestionar un modo de vida que oprimía a los proletarios y a las clases subalternas, pero también es la oportunidad de impulsar un proyecto de reconstrucción civilizatoria que se comprometa con el sector más explotado, dominado y excluido del sistema inter estatal, que en el caso de América Latina consolidó el desarrollo de Estados sin nación y sociedades coloniales.

Se puede observar cierta línea de continuidad de un marxismo que tiene como punto medular la comprensión del fenómeno de la crisis como oportunidad para el cambio. Un marxismo que comienza por la dedicada atención que Karl Marx puso en la crisis económica de su tiempo, principalmente en 1857, y que continúa en la sentencia que arrojó Rosa Luxemburgo en los albores de la primera guerra mundial: Socialismo o barbarie. Una senda de un marxismo que recoge el horizonte de época que Lenin previó al suspender la escritura de El Estado y la revolución, consignando lo siguiente:

Escribí este folleto en los meses de agosto y septiembre de 1917. Tenía ya trazado el plan del capítulo siguiente, del VII: La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917. Pero, fuera del título, no me fue posible escribir ni una solo línea de dicho capítulo: vino a estorbarme la crisis política, la víspera de la Revolución de Octubre de 1917. Estorbos como éste no pueden producir más que alegría. Pero la redacción de a segunda parte del folleto (dedicada a La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917) habrá que aplazarla seguramente por mucho tiempo; es más agradable y provechoso vivir la experiencia de la revolución que escribir acerca de ella. (Lenin, 2009: 145)

Y es que precisamente el interés de estudiar las crisis dentro del marxismo es entender el modo en que se puede hacer crisis de la crisis.1 O, dicho de otro modo, es entender cómo en medio del quiebre de las instituciones sociales y de la reproducción del capital, se puede avizorar el momento de oportunidad política para que las clases dominadas y oprimidas tomen por sus propios fueros la manera en la cual puedan organizar nuevas relaciones de producción y reproducción que reoriente sus destinos.

No sólo en sus charlas sobre la crisis europea, que fueron recopiladas en el libro póstumo de La crisis mundial, atiende el asunto. Lo hace prácticamente en la mitad de los libros que se publicaron en vida o póstumamente: La escena contemporánea, El alma matinal, Cartas de Italia, Figuras y aspectos de la vida mundial. Y la misma dimensión se le puede dar a Ideología y política y Temas de nuestra América, donde analiza la crisis política de la región. Incluso sus valoraciones artísticas, o más estéticas no se comprenden si no es desde esa relación intrínseca entre arte y política. Todas sus apreciación sobre la decadencia del arte, sobre los artistas de la noche o noctámbulos, que representan la crisis civilizatoria, tienen su correlato con el alma matinal, el arte del alba, los artistas del nuevo espíritu, en síntesis, los artistas revolucionarios. De la misma manera los estilos artísticos los observa en esta misma lógica, como representantes de cierto espíritu de época, recordemos estas palabras que enuncia, justo en su artículo Arte, revolución y decadencia:

Si la política es para Huidobro, exclusivamente, la del Palais Bourbon, claro está que podemos reconocerle a su arte toda la autonomía que quiera. Pero el caso es que la política, para los que la sentimos elevada a la categoría de una religión, como dice Unamuno, es la trama misma de la Historia. En las épocas clásicas, o de plenitud de un orden, la política puede ser solo administración y parlamento; en las épocas románticas o de crisis de un orden, la política ocupa el primer plano de la vida. (Mariátegui, 1999: 554)

Hoy acudimos a una crisis civilizatoria de iguales, o quizá mayores magnitudes, de la que vivió José Carlos Mariátegui en su tiempo, pero falta ese impulso de la creación de un nuevo horizonte de sentido que guié a nuestra sociedad hacia la apertura de un nuevo tiempo histórico. En medio de esta crisis civilizatoria la actualidad de la obra mariateguiana es un elemento fundamental de la crítica latinoamericana. Los nuevos debates sobre la nación, los estudios de/descoloniales, la crisis del marxismo, la política, el arte, solo por mencionar algunos, son elementos de reflexión que permitirán avanzar en el la consolidación de un movimiento teórico, político e intelectual que pueda de nueva cuenta pensar las posibilidades de hacer crisis de la crisis.

Sin duda, la crisis sanitaria que vivimos ha profundizado la crisis civilizatoria en la que ya nos encontrábamos. Ante la aparente detención o paralización de las dinámicas sociales, hemos asistido a la obligada necesidad de la no interrupción de los circuitos económicos del capital, lo que significa que no importa el signo de los gobiernos y el modo, más autoritario o democrático, con el que se gestione la emergencia sanitaria, el asunto parece ser siempre, incluso en esta crisis económica, hacer que el capital rebase sus propios límites para reactivar su dinámica de acumulación. Esta situación de crisis es en sí misma interesante por la propia apertura que conlleva: no hay garantías de ni de pronta recuperación del ciclo económico del capital, como tampoco de la creación de un panorama más alentador bajo el cual pueda desarrollarse un movimiento emancipador.

Más que pensar que asistimos al parto de la historia donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, o que estamos en una mala película de ciencia ficción donde la técnica (la vacuna) resolverá la crisis, nuestra situación se asemeja más a lo que Bolívar Echeverría (2001: 151) apuntaría como ese memento de trance en el cual la modernidad ante el riesgo de la eliminación del contingente humano, pareciera moverse en medio de una obra teatral en la cual los personajes, sin poder detenerse, tienen que rehacer su texto en plena función para liberar las posibilidades de la tensión dramática. Mariátegui, que bastante sabía de obras teatrales y de crisis mundiales, puede aún ayudarnos a pensar nuestro tiempo, un tiempo de crisis civilizatoria que requiere de fuertes propuestas teórico-políticas para tramontar hacia otros horizontes donde la emoción de nuestro tiempo milite por pasiones alegres.

Los textos que se presentan en este dossier transitan por varias de las problemáticas que se presentan en la obra de Mariátegui y que nos pueden ayudar a comprender los temas de nuestro tiempo. Los textos de José Gandarilla Salgado y Segundo Montoya problematizan la obra de Mariátegui dentro de la tradición marxista y las posibilidades que tiene la obra misma del amauta para pensar las relaciones de la política, la colonialidad y la epistemología. A continuación los trabajos de Claudio Berrios y Gonzalo García analizan la manera en la cual las tradiciones políticas e intelectuales influyeron en los temas de la nación y la educación sentando las bases de una crítica certera al civilismo. Danilla Aguiar y Leandro Galatri, al igual que el trabajo de Renata Bastos da Silva y Ricardo José de Azevedo Marinho señalan la manera en que Mariátegui analizó y utilizó sus apreciaciones sobre el fascismo y la revolución bolchevique para su práctica y su análisis político.

Nota

1. Esta idea del marxismo como teoría de la crisis la recupero de los cursos y charlas que he tenido la oportunidad de presenciar con José Gandarilla, aunque adaptándola a mi propia consideración.

Bibliografía

Echeverría, Bolívar (2001), Las ilusiones de la modernidad, Quito, Ecuador, Editorial Tramasocial.

Lenin, V. I. (2009), El Estado y la revolución, 2ª. Reimp., Madrid, España, Fundación Federico Engels.

Mariátegui, José Carlos (1994), Mariátegui Total, T. I., Lima, Perú, Amauta.


Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LX (156), Enero-Abril 2021 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589