Juan Granados Valdéz

La estética neotomista en la orden de predicadores

Resumen: Las estéticas del siglo XX han sido muchas y entre ellas hay una estética neotomista. El propósito de este trabajo es rastrear las ideas estéticas de algunos filósofos tomistas dominicos, probablemente los más conocidos del viejo mundo: Ceferino González y Díaz Tuñón O.P. (1831-1894); Heinrich Seuse Denifle O.P. (1844-1905); Norberto del Prado O.P. (1852-1918); Pedro Mandonnet O.P. (1858-1936); Ambrosio Gardeil O.P. (1859-1931); Antonin-Dalmace Sertillanges O.P. (1863- 1948); Gallus Manser O.P. (1866-1950); Édouard [Florentin-Louis] Hugon O.P. (1867-1929); Francisco Marín-Sola O.P. (1873-1932); Reginald Garrigou-Lagrange O.P. (1877-1964); Manuel Barbado O.P. (1884-1945); Santiago María Ramírez Ruíz de Dulanto O.P. (1891-1967); Abelardo Lobato O.P. (1925-2012); Sixto Castro (1970). Todos ellos han tenido amplio reconocimiento. No en todos los casos se ha conseguido hacer hallazgos en orden a la belleza y el arte.

Palabras clave: filosofía, teología, estética, belleza, arte, Tomás de Aquino.

Abstract: The aesthetics of the 20th century have been many and among them there is a neotomist aesthetic. The purpose of this work is to trace the aesthetic ideas of some Dominican Thomist philosophers: Ceferino González and Díaz Tuñón O.P. (1831-1894); Heinrich Seuse Denifle O.P. (1844-1905); Norberto del Prado O.P. (1852-1918); Pedro Mandonnet O.P. (1858-1936); Ambrosio Gardeil O.P. (1859-1931); Antonin-Dalmace Sertillanges O.P. (1863-1948); Gallus Manser O.P. (1866-1950); Édouard [Florentin-Louis] Hugon O.P. (1867-1929); Francisco Marín-Sola O.P. (1873-1932); Reginald Garrigou-Lagrange O.P. (1877-1964); Manuel Barbado O.P. (1884-1945); Santiago María Ramírez Ruíz de Dulanto O.P. (1891-1967); Abelardo Lobato O.P. (1925-2012); Sixto Castro (1970). All of them have been widely recognized. Not in all cases has it been possible to make discoveries about beauty and art.

Keywords: philosophy, theology, aesthetics, beauty, art, Thomas Aquinas.

Introducción

Las estéticas del siglo XX han sido muchas. Entre ellas hay una estética neotomista. De una manera muy sintética y ya con un sesgo tomista, Mauricio Beuchot, dice que la estética es

la parte de la filosofía que tiene que ver con la belleza y el arte. Con la belleza de las cosas naturales y también de las artificiales: las obras de arte. Igualmente, estudia la división, ordenación de las artes, e incluso la vida artística, al artista en su psicología, esto es, los avatares de su creación o su creatividad y en su sociología o sus relaciones con la sociedad. Pero, sobre todo, la estética ha acostumbrado a tratar la belleza desde sus condiciones y constitutivos, esto es, su ontología. La ontología de la belleza es la parte fundamental. También la gnoseología o epistemología de la belleza, esto es, cómo puede captarse [sensibilidad] la belleza, e juicio de gusto, el genio, los clásicos, etcétera. (Beuchot 2011, 173)

Esto es, estética es el saber de la (propia) sensibilidad, la belleza y el arte. La sensibilidad, auxiliada por la inteligencia, capta la belleza, especialmente, en las artes. A la filosofía del arte interesan las condiciones de creación y recepción de éste (Beuchot, 2012). Antes de expresar algo al respecto, ese necesario, aunque sea brevemente, dar cuenta de la doctrina estética del aquinate.

Ahora bien, con Tomismo se designa la sistematización, interpretación y desarrollo de la doctrina filosófico-teológica de Santo Tomás de Aquino que hicieron sus seguidores. Históricamente es tomismo hasta el siglo XVIII y a partir del siglo XIX, neotomismo (Forment, 2003). La estética tomista es la de los que, fieles a los principios tomistas, intentan construir una estética válida para la actualidad (Plazaola, 1999). Los tomistas más recordados, en esta línea, son Jacques Maritain, Etienne Gilson y Edgar de Bruyne. Pero hubo otros. En 1890 se fundó la Universidad Católica de Friburgo y quedó a cargo de la Orden dominicana. Fue foco del tomismo mundial con Pedro Mandonnet (1858- 1936) y M. T. Coconnier (1846-1908), que fundó la Revue Thomiste (1893). El Colegio de Santo Tomás, erigido por Gregorio XIII en 1577, con sus facultades de Filosofía y Derecho, se convirtió en el Pontificio Instituto Internacional Angelicum, en 1909, y, en 1942, Ateneo Angélico Pontificio. En este Instituto destacaron los dominicos Eduardo Hugon (1867-1929), G. Lottini (ca. 1900); Ambrosio Gardeil (1859-1931), Reginald Garrigou-Lagrange (1877-1964), Antonin-Gilbert Sertillanges (1863- 1948). De los dominicos alemanes hay que mencionar a Gallus Manser (1886-1950), Eberhard Welty (1902-1965) y Arthur Utz. En España el neotomismo se anticipó con Ceferino González y Díaz Tuñón (1831-1894) y se continuó con Norberto del Prado (1852-1918), Luis Alonso Getino (1877-1946), Santiago Ramírez Dulanto (1891-1967), Manuel Barbado (1844-1945), Francisco Marín-Sola (1873-1932), y Abelardo Lobato (1925), fundador de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino y reorganizador de la Pontificia Academia de Santo Tomás (Forment, 2003). En México ha destacado Mauricio Beuchot (1950), fundador de la hermenéutica analógica, de éste, sin embargo, se dejará pendiente su propuesta, ya que su desarrollo nos merecería un trabajo aparte.

Para este trabajo1, entonces, me he propuesto rastrear las ideas estéticas de algunos filósofos tomistas dominicos, del siglo XIX al siglo XX. En la exploración destacaré las ideas estéticas de los filósofos revisados en cotejo con las indicaciones y definiciones tomasiana.

Algunos filósofos tomistas dominicos, del siglo XIX a mediado del siglo XX

Ceferino González y Díaz Tuñón O.P. (1831-1894)2, en relación con la estética dice, en el tomo I de sus Estudios sobre la Filosofía de Santo Tomás, que “para pretender plausiblemente crear un objeto cualquiera, es preciso que tal objeto no exista en el mundo, ó [sic] que pertenezca á [sic] la clase de aquellos que se pueden multiplicar. Miguel Ángel puede ejercer la escultura después de Fidias; porque puede muy bien haber muchas estatuas y los aspectos imitables de lo bello son diversos, por mas [sic] que lo bello sea único” (González 1864, 112). La creación, dice, es de cosas que no existen o de cosas que pueden multiplicarse. De esta segunda clase son las artes, especialmente la escultura. Aunque lo bello sea único, los aspectos imitables de lo bello son diversos. Por estas dos razones es que puede haber escultura después de Fidias y puede haber estatuas muchas.

Norberto del Prado O.P. (1852-1918)3, en su Panegírico de Santo Tomás de Aquino (1889) dice que las ciencias y las artes se agrupan alrededor del Verbo Humanado, porque en él se esconden los tesoros de lo verdadero, lo bello y lo bueno. Refiriéndose a la Suma del aquinate habla del fulgor de la belleza intelectual del que la lee y medita. En ella se encuentran, dice, plácido fulgor y serena armonía de la verdad. Por las palabras, dice, Tomás de Aquino, logra hacer entrever el bello aspecto de la pura verdad. Además de hacer honor a Tomás de Aquino y su obra, Norberto del Prado alcanza a darnos algunas pistas sobre la belleza, a saber, que la hay intelectual, que la inteligencia la descubre por su fulgor y armonía, que la verdad tiene un aspecto bello.

De Pedro Mandonnet O.P. (1858-1936)4 sobre temas de estética no se encontraron alusiones decisivas en las obras de Mandonnet.

Ambrosio Gardeil O.P. (1859-1931)5, en relación con los temas de la estética, en su obra Iniciación a la filosofía de Santo Tomás de Aquino, en el tomo dedicado a la Metafísica, dice que lo bello o pulchrum es un trascendental derivado porque no marca la conveniencia de este con el alma sino por intermedio de las potencias conjugadas de conocimiento y de apetencia (Gardeil 1974).

De Antonin-Dalmace Sertillanges O.P. (1863- 1948)6 hay cuatro obras de interés estético: L’Art et la morale (1908), Art et apologetique (1909), La Cathedrale (1922) y El orador cristiano (1954). En L’Art et la moral señala que se dice, con frecuencia, que el arte y la moral tienen, cada una, su dominio, lo que significa que el moralista no se ocupa de lo bello y el arte no lo hace respecto al bien, porque para el arte lo bello es su bien y su fin es el arte. La misión del arte, en consecuencia, es un sin sentido, cosa que es inadmisible. La moralidad de un acto es la cualidad que establece una relación de conformidad entre el acto y el fin de la vida humana. El fin del hombre es su perfeccionamiento. El arte procede de un hombre y se dirige a los hombres. El arte, por eso, ha de someterse a la moral. No es independiente de esta. Lo bello es amigo del bien, reflejo de Dios. Todo lo que es obra del ser humano debe seguir la regla de no apartar al hombre de su fin (bien) personal y social. El arte sería inmoral, entonces, porque excita al mal o porque su libre representación-expresión de la sensualidad. La misión del artista es revelarnos lo bello en y de las cosas (Sertillanges 1908). La visión tomista del mundo de Sertillanges es exigente. Para obrar de manera moralmente recta se debe tener como horizonte de conciencia la idea de orden universal, insertando las acciones en él. Por su naturaleza el hombre en cuanto hombre es lo opuesto al especialista. El obrar moral es la recta ratio agibilium. El obrar recto de un artesano, artista o técnico, que no dejan de ser hombres, es la recta ratio foctibilium. Dada la explosión de conocimientos en todos los campos especializados, el hombre se ve inducido a hacer en miles de casos particulares lo recto; sin embargo, está amenazado de perder el orden universal. Ya no se tiene tiempo para ser hombre, para la reflexión sobre la recta ratio agibilium. (Schmolz 1994). Art et apologetique se divide en dos partes. En la primera parte se ocupa del valor de las formas del arte en el trabajo del apologista; del rol del arte en tanto que evocador del sentimiento religioso; del rol de arte en la expresión de los dogmas religiosos; y del rol del arte en la expresión de los hechos religiosos. En la segunda parte trata del valor artístico del sentimiento religioso; de la trascendencia del cristianismo católico en tanto que valor artístico; de las objeciones hechas contra el cristianismo a nombre del arte integral y de la vida; la prueba de los hechos; y el arte religioso moderno. La belleza es definida por Santo Tomás de Aquino resplendentia formae saper partes materiae debited proporionatas. Resplendentia formae es resplandor de la idea vital. Forma, en la filosofía tomista, es la idea que da origen a un ser, que se encarna en la materia, un principio de vida que busca manifestarse y al hacerlo, se reviste de órganos. Para que este principio se revele auténticamente, debe adquirir un cuerpo bello, es decir, que la carne que asume dé reconocimiento a sus potencialidades, haga ver lo que es el hombre, y más precisamente este hombre. Belleza del tipo, belleza del carácter, esto es lo que busca el artista. Si lo encuentra, ha revelado el alma a través de la carne. Así, el artista, en apologética, debe buscar revelar la idea en la forma (Sertillanges 1909). En La Cathedrale revisa, como destaca el subtítulo de la obra, la vida de las catedrales, esto es, su misión, su estética y su decoración. Diversificados en los capítulos de la obra expone lo que llama, en primer lugar, el alma y los caracteres de la catedral. Sigue con el trabajo, las ciencias, las artes, las virtudes y los vicios en la catedral. Revisa la presencia de Cristo, los ángeles y los santos en ella (Sertillanges 1922). La catedral es una apología del cristianismo. El libro El orador cristiano es un tratado de retórica cristiana. Como otros tratados sobre el tema trata sobre los recursos del orador, pero con el fin hablar de la palabra de Dios (Sertillanges 1954).

Gallus Manser O.P. (1866-1950)7, en relación con la estética, en su libro La esencia del tomismo, en el apartado sobre el conocimiento de Dios y de la analogía de la proporción propia, dice, retomando un ejemplo del aquinate, que la belleza, en cuanto que “proporción armoniosa de las partes de un todo”, se atribuye intrínsecamente tanto a la belleza física como a la espiritual y moral (Manser 1947).

Édouard [Florentin-Louis] Hugon O.P. (١٨٦٧-١٩٢٩)8, en La causalidad instrumental en el orden sobrenatural, en relación con los accidentes que, con la sustancia, componen al organismo sobrenatural, dice Hugon, estos explican el orden natural, la armonía y belleza del universo, permitiendo a la substancia desplegar su actividad. Por la belleza, dice, también, sabios e ignorantes, pueden elevarse hasta Dios, que es fuente de toda belleza, como se infiere de la cuarta vía (Hugon 1940).

Reginald Garrigou-Lagrange O.P. (1877-1964)9, en el libro La síntesis tomista, dice que las virtudes intelectuales que perfeccionan a la inteligencia son el entendimiento de los primeros principios; la ciencia que deduce las conclusiones de estos principios; la sabiduría que por medio de ellos se eleva hasta Dios causa primera y fin último; la prudencia (recta ratio agibilium) que dirige el obrar humano, y el arte (recta ratio factibilium), cuyo objeto es la obra que se debe hacer (ST. I-II, q. 57). Las habilidades se subordinan a estas virtudes, como la agilidad de los dedos en un músico, se subordina al arte, que está en la inteligencia, de la música. La noción de verdad a la par que las de ser, unidad, bien y bello no es univoca sino analógica, o capaz de sentidos diversos y, proporcionalmente semejantes (Garrigou-Lagrange 1946). En relación con la estética, esto es, con el arte y la belleza dice, pues, el arte es una virtud intelectual y que la noción de bello es analógica.

De Santiago María Ramírez Ruíz de Dulanto O.P. (1891-1967)10, aunque no se encontraron referencias al arte o la belleza, en general, en la obra de Santiago Ramírez, sí se dio con un dato biográfico del aquinate. En la Universidad de Nápoles, fundada en 1224 por el emperador Federico II, que contaba con las facultades de artes, de derecho civil y canónico, de medicina y de teología, Tomas de Aquino, en la primera, se perfeccionó en letras, según el método del cursus. Este consistía en una prosa rimada con palabras dispuestas y ordenadas con base en su acento y no en el valor cuantitativo de sus silabas. Este arte se le hizo, dice Santiago Ramírez, connatural, como se ve en sus escritos, en donde la armonía típica del cursus está profusamente diseminada (Ramírez 1975).

Heinrich Seuse Denifle O.P. (1844-1905)11, en su obra sobre La vida espiritual… con mucha frecuencia se encuentran los calificativos bello y hermoso, y derivados, aplicados a María, Cristo, Dios, el alma (Denifle 1929). De Francisco Marín-Sola O.P. (1873-1932)12 no se encontraron temas estéticos. De Manuel Barbado O.P. (1884-1945)13 tampoco se encontraron alusiones de estética.

Excursus sobre José María Sánchez de Maniáin (1909), maestro de Abelardo Lobato

Para Sánchez Muniáin14 la contemplación estética es un conocimiento inmediato, connatural y fruitivo. Con ella se intelige lo admirable. El sentimiento estético es la experiencia directa del yo, a través del intelecto y la voluntad; es un comportamiento de estas facultades al experimentarse en el conocer y querer. La ciencia estética tiene tres dimensiones: la antropológica, la cultural y la metafísica. La primera se ocupa de la vida estética; la segunda, del arte; y la tercera, de la belleza como connotación de lo real. La vida estética es el mundo de la libertad anímico, de la felicidad, del humanismo, como unificación de la estructura psíquica. Es mundo de la libertad porque el que contempla lo hace libre de los apremios internos de la pasión y de los externos de la necesidad. Es mundo del humanismo porque conforma el gusto, arrastrando a la voluntad al amor no electivo. La experiencia estética es una total y unificadora. Sobre el arte Sánchez de Muniáin aclara su naturaleza por la causa ejemplar. Distingue el componente técnico, el poético y el proceso productivo. Distingue, también, los componentes objetivo y autoexpresivo del arte. Dice que el arte es una triple epifanía: de lo contenido por la mente, de la mente concipiente y del proceso gestador de la forma sensible. Sobre la belleza, señala, es la admirabilidad del ser. La verdad es la inteligibilidad del ser y la bondad, su apetibilidad. La noción de belleza va unida a la de participación o causación intelectual (López Quintás 1970; Plazaola 1999; Sánchez Garrido 2018).

Dos tomistas dominicos españoles actuales

Para Abelardo Lobato O.P. (1925-2012)15, en su libro Ser y belleza, estudia al ser, la belleza y las propiedades de uno y otra. Como se trata de dilucidar de ésta dónde está y qué es, cuáles son sus notas constitutivas y distintivas, y cuáles son sus causas, recurre al ser para las respuestas sean firmes y seguras (Lobato 1965). Está dividido en seis capítulos: el tema y el problema de la belleza, parábola histórica de la belleza y el ser, a la búsqueda de la belleza, los tres elementos de la belleza categorial, la belleza en el despliegue nocional del ser y ser y belleza. Con una prosa elegante y clara trata muchos asuntos, de los cuales se destacan algunos. Para los griegos la belleza se fundamentaba en el bien. Con el pensamiento cristiano la belleza se inscribe en el ser, al punto de considerársela una propiedad trascendental del ser. A la belleza se la detecta por la aprehensión y el placer. Los elementos de lo bello son la integridad, la proporción y la claridad. En el análisis de las propiedades del ser se llega a la belleza y la conversión de lo bello y el ente. Hay una belleza subsistente. Lo bello es analógico. Para Abelardo Lobato, aunque con el arte el artista objetiva su mundo y da origen a la belleza, como un añadido de ella, ésta no se reduce al arte, ya que el esteta la descubre en sí mismo y más allá de la obra: “Hay que defender con el filósofo del arte que el hombre tiene el don de objetivar su mundo interior y aún algo de su misma persona, dando origen a la belleza. Pero el campo del arte no agota lo bello, por cuanto muchas veces se reduce a ser traducción y expresión de la belleza encontrada y descubierta. También es cierto, como afirma el estético, que la belleza dice una relación al sujeto, ya que en su interior aparece de pronto con brillo y fulgor de meteoro. Pero no ha sido pura manifestación, contemplación vacía, sino manifestación de algo que trasciende el sujeto. Tiene razón el metafísico al atribuir la belleza al ser, pero la pierde cuando olvida que el ser se dice de muchas maneras” (Lobato 1965, 20–21). En su artículo “El horizonte estético del hombre medieval. La perspectiva tomista” dice que la huella del ser humano en el mundo es estética. La belleza de la creación es imagen de la divina. El hombre la contempla y por ella se orienta hacia Dios. En Cristo se condensa la belleza de Dios y la del ser humano, perdida por el pecado. El hombre es una maravilla de la creación cuando se contempla en los dos ejemplares salidos de las manos de Dios, a saber, Jesús, el más hermoso de loas hombre, y Adán y Eva. El hombre es bello por semejanza con Dios; es llamado a la belleza como plenitud personal. También es creador de belleza, porque con su inteligencia y sus manos descubre la belleza escondida de los entes (Lobato 1999).

De Sixto Castro (1970)16, en 2012, se reunieron varios trabajos suyos en el libro titulado Hermenéutica analógica y arte actual. El libro lo conforman Eros Y Analogía; Hermenéutica analógica, metaxología y la dialéctica de lo nuevo en el arte; el concepto de original y de copia desde el punto de vista de la hermenéutica analógica; estética y hermenéutica analógica; prudencia hermenéutica en el arte; el panal hermenéutico; la HA como hermenéutica relativista; interpretación analógica y gracia; Lo exótico y lo exódico; el proceso Del Conocimiento (Castro 2012).

Una vez que se han expuesto los hallazgos de algunos de los filósofos dominicos tomistas referidos, antes del balance, se hace necesario recordar las indicaciones y definiciones sobre la belleza, el arte y la sensibilidad de Tomás de Aquino.

La estética de Tomás de Aquino

Tomás de Aquino (1224-1274) dejó, en su Suma de teología y otras obras, indicaciones y definiciones sobre la belleza, el arte y la sensibilidad. Sobre la belleza dijo que “La belleza del cuerpo consiste en que el hombre tenga los miembros del cuerpo bien proporcionados, junto con cierta claridad del color” (Summa Th. II-a II-ae 115 a 2c); “Para la belleza se requieren tres cosas: en primer lugar, integridad o perfección (pues lo que está incompleto, es feo por ello mismo). Y también la proporción debida, o consonancia. Y además la claridad, por lo cual lo que tiene color nítido se dice que es bello” (Summa Th. I q. 39 a 8). Señala que lo bueno se refiere al apetito y lo bello al conocimiento:

El bien se refiere propiamente al apetito… Lo bello, en cambio, se refiere a la potencia cognoscitiva: pues se llama bello lo que place al ser visto (“lo que plugue a la vista”); por lo que lo bello consiste en la proporción debida, ya que los sentidos se deleitan en las cosas debidamente proporcionadas, como en algo semejante a sí, pues el sentido es una cierta razón y toda virtud cognoscitiva. Y puesto que el conocimiento se hace por asimilación, y la semejanza a su vez ser refiera a la forma, lo bello pertenece propiamente a la razón de causa formal. (Summa Th. I q. 5 a 4 ad 1)

Definió arte como la recta razón de las producciones: “cum ars sit recta ratio factibilium” (Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Ia-IIae q. 57 a. 5 ad 1 Apud Jaques 2003, 156). Sobre el arte dice:

El arte imita a la Naturaleza, y la razón de esto es que el principio de operación del arte es el conocimiento; por lo cual las cosas naturales son imitables por el arte, ya que la Naturaleza entera está ordenada a su fin por algún principio intelectivo, de modo que la obra de la Naturaleza parezca ser obra de la inteligencia, en cuanto que procede por medios determinados hacia fines seguros: lo cual imita el arte en su operación. (In Phys II 4 [Summa Th. I q. 117 a 1c])

Agrega:

El bien del arte no se considera en el mismo artífice, sino en lo mismo artificiado, ya que el arte es recta razón de lo que se puede hacer; pues la actividad que pasa a la materia exterior no es perfección del que hace, sino de lo hecho… Para el arte no se requiere que el artífice obre bien, sino que haga bien la obra. (Summa Th. I a II-ae q. 57 a 5 ad 1)

Además: “En lo artificial, la razón se ordena a un fin particular… en cambio en lo moral se ordena al fin común de la entera vida humana” (Summa Th. I-a II-ae q. 21 a 2 ad 2).

Sobre la sensibilidad, destacó lo siguiente. La vista la entendió como aprehensión, es decir, como conocimiento intelectual:

A la razón de lo bello pertenece que el apetito se satisfaga en su presencia o conocimiento. Por lo cual se refieren principalmente a lo bello aquellos sentidos que son más cognoscitivos (esto es, la vista y el oído que sirven a la razón), pues decimos cosas bellas visibles y sonidos bellos. En cambio, en las sensaciones de otros sentidos no usamos del nombre de belleza, pues no decimos sabores y olores bellos. Y así se hace evidente que la belleza añade por encima del bien alguna ordenación a la potencia cognoscitiva, de modo que se llama bueno lo que complace simplemente al apetito, mientras que se llama bello aquello cuya misma aprehensión place. (Summa Th. I-a II-ae q. 27 a 1 ad 3)

Sobre esto último insistió:

Aunque lo bello y lo bueno sean lo mismo en el sujeto (ya que tanto la claridad cuanto la consonancia se contiene bajo la razón del bien), sin embargo, difieren en la razón, pues lo bello añade sobre lo bueno una ordenación a la potencia cognoscitiva. (In De Div. Nom. C. IV lect. 5).

Así la visión estética es un acto del juicio, no es intuición simultánea, sino diálogo con la cosa. Las cosas bellas agradan no porque son intuidas sin mediación, sino porque son intuidas por una compleja operación y gozadas en el conocimiento de ese esfuerzo.

Comparación y balance

No se pudo dar, en todos los casos, con estudios específicos o derivados sobre temas estéticos, pero sí se encontró en otros claves de la estética neotomista, en consonancia con la indicaciones y definiciones de belleza, arte y sensibilidad que dejó Tomás de Aquino en su Suma de teología.

Según se vio, para González lo bello es único, aunque los aspectos imitables de lo bello son muchos. Las artes crean cosas que pueden multiplicarse. La escultura, por ejemplo, puede existir aún ahora, porque crea cosas multiplicables. Se nota cierto platonismo en el planteamiento que, como ha mostrado en algunos aspectos Joseph Pieper, Tomás de Aquino admite, esto es, la unidad de la belleza y la participación de ésta a las cosas bellas, que se identifican, como destaca el aquinate, por la perfección, la proporción y la claridad. Lo mismo podría decirse del arte. Las artes lo son porque participan del arte y las piezas artísticas, porque se pueden multiplicar, son multiplicables, porque las precede la recta razón productiva y la posibilidad de hacer, conforme a la naturaleza, cosas que, en línea aristotélica, por naturaleza no habría.

Del Prado propuso que la belleza intelectual se descubre por su fulgor y armonía y que la verdad tiene un aspecto bello. Esto coincide con las indicaciones y definiciones de Tomás de Aquino. Éste decía que la belleza se descubría en las cosas cuando en ellas había perfección, proporción o armonía y claridad o proporción. Lo bello, decía también el aquinate, se refiere a la potencia cognoscitiva, como la verdad y a diferencia de lo bueno. La verdad, se entiende, tiene un aspecto bello, entonces.

Con Manser se encontró que se define la belleza como proportio, esto es, como analogía. La belleza es, pues, analógica, ya que se atribuye, según corresponda, a lo bello físico, espiritual y moral en la medida en la que hay armonía en las partes de ese todo que son, cada uno, lo físico, lo espiritual y lo moral. Tomás de Aquino destacó que “lo bello consiste en la proporción debida”. Lo que propone Manser coincide con la indicación tomasiana y enfatiza que esta proporción no sólo es relativa a las obras de arte, sino que puede descubrirse la belleza en el aspecto físico como en la acción moral. De esto se puede seguir que, aunque sea común asociar a una y otra, la estética, como disciplina filosófica, es más amplia o de mayor alcance que la teoría o filosofía del arte.

De acuerdo con Sertillanges las artes han de subordinarse a la moral; y en apologética las artes han de ser ocasión del resplandor de la forma y en ello estará su belleza. Jacques Maritain ya había notado, en su libro La responsabilidad del artista, que el arte y la moral son dimensiones ajenas y contrapuestas si no se las ve en el marco de la existencia humana. Y cuando se las integra en ésta, queda claro que el arte o las artes deban subordinarse a la moral que mueve a buscar y alcanzar el bien, cosa que no ocurre si se las ve como esferas contrapuestas. Tomás de Aquino sí destaca que en el arte importa más lo bien hecho que el bien hecho a la hora de valorarlo, pero, pienso, no desaprobaría esta subordinación dicha. Sertillanges, además, recupera y repite la idea del aquinate de que la belleza de las artes consiste, diría Mauricio Beuchot, de manera suficiente pero no necesaria, en el resplandor de la forma.

Para Garrigou-Lagrange el arte es una virtud intelectual, cuyo objeto es la obra, y que, con Tomás de Aquino, define como la recta razón del hacer. También Jacques Maritain enfatizará, en su libro Arte y escolástica, el que el arte sea una virtud intelectual, un hábito bueno. Y esto se entiende, porque si el arte participa de lo bello, su origen intelectual coincide con su recepción intelectual. Sobre lo bello dice, como Manser, que, como la verdad, es una noción analógica, esto es, tiene sentidos diversos y proporcionalmente semejantes. Garrigou-Lagrange, pues, replica la doctrina de Tomás de Aquino sobre el arte y la belleza.

Para Gardeil lo bello es un trascendental derivado, porque la conveniencia de este con el alma es por intermedio de las potencias conjugadas de conocimiento y de apetencia. Sigue en esto, de cerca, a Tomás de Aquino y se inscribe en la discusión, destacada por Josef-Ignasi Saranyana en su libro de Historia de la filosofía medieval, acerca de si lo bello es un trascendental y en caso de que lo sea, de qué manera. Para Gardeil lo es, pero de forma derivada. El mismo Tomás de Aquino indica que lo bello deriva de lo bueno, aunque, precisa, cosa que también indica este filósofo tomista, se circunscribe a la razón cognitiva primeramente.

Según Hugon en el organismo sobrenatural la sustancia se despliega en y con los accidentes que explican el orden, la armonía y la belleza del universo. Por medio de ésta es posible elevarse a Dios, fuente de la belleza del mundo. Hugon recuerda el itinerario bonaventuriano. Más recientemente Mauricio Beuchot, a partir de las vías tomistas, destacó que en el aquinate había, también, un itinerario de la mente a Dios, como en el filósofo y teólogo franciscano medieval. La indicación de Hugo coincide con el apunte del filósofo mexicano, ya que en las vías se destacan el orden, la proporción y la claridad, la belleza, pues, del universo para elevarse, desde las creaturas o lo sensible, hasta lo inteligible y de ello a Dios.

Queda decir algo sobre tres filósofos españoles. De Ramírez se obtuvo un dato biográfico de Tomás de Aquino sobre su formación literaria. Ya más recientemente, Abelardo Lobato, en clave tomista, hace una obra de metafísica sobre la belleza y el ser. Desarrollar más el tratamiento de la belleza que hace Abelardo Lobato amerita un trabo aparte, ya que, en diálogo con diversas tradiciones, hace un tratado tomista de la belleza desde la metafísica, pero con implicaciones artísticas y sensibles o antropológicas. Sixto Castro, heredero también del tomismo, ha dialogado con las filosofías del arte más recientes y aplicado, en algunos trabajos suyos, la hermenéutica analógica a casos relacionados con las artes y la belleza. La hermenéutica analógica es la propuesta filosófica de Mauricio Beuchot. Sixto Castro y éste han colaborado desde hace tiempo. Los resultados de dicha colaboración, aunque concretados en una obra de hace algunos años, muestran el diálogo de la filosofía tomista con, especialmente, la filosofía analítica y las filosofías posmodernas.

Notas

1. Se llevó a cabo, pues, una investigación documental de alcance exploratorio. Se consultaron las referencias bibliográficas pertinentes de cada autor y se entresacaron, para su respectiva exposición, las indicaciones relativas a la estética.

2. Nació en El Campal. Fue hijo de labradores. Ingresó a la Orden de Predicadores en 1844. Estudió filosofía en el convento de Ocaña. Fue misionero en Filipinas de 1949. En 1854 fue ordenado sacerdote. Enseñó filosofía y teología en la Universidad de Manila. En 1859 es nombrado catedrático de teología en la Universidad de Santo Tomás. En 1866 regresó a España. Publicó artículos sobre filosofía, historia y economía política en periódicos. En 1875 es promovido para el cargo de obispo de Córdoba por Pío IX. En 1883 es nombrado arzobispo de Sevilla. En 1887 es hecho cardenal. Escribió y publicó Los temblores de tierra (1857); La electricidad atmosférica y sus principales manifestaciones; Estudios sobre la Filosofía de Santo Tomás (1864), que fue bien acogida por Marcelino Menéndez Pelayo y por el Papa León XIII; Estudios religiosos, filosóficos, científicos y sociales; Philosophia elementaria ad usum academicae ac praesertim ecclesiasticae iuventutis (1868); Historia de la Filosofía (1878-1879); La Biblia y la Ciencia (1891). En sus Estudios dialoga, desde Tomás de Aquino, con los filósofos modernos, a saber, Descartes, Leibniz, Malebranche, etc. Muestra sus aciertos y sus errores a la luz de la filosofía tomasiana.

3. Nació en Lorío, Laviana. Fue hijo de labradores. Estudió con los dominicos de Ocaña. Tomó el hábito en 1868. Enseñó filosofía y teología en el convento de Santo Domingo de Manila. Se lo destinó a Cádiz por salud y luego a Friburgo, donde enseñó teología dogmática y teología moral. Entre sus obras se reconocen De gratia et libero arbitrio; De veritate fundamentali philosophiae christianae (1911).

4. Inspirado en el llamado de la Aeterni Patris, se centró en volver a la obra original del aquinate. Nació en Beaumont (Cantal). En 1882 entró en el noviciado dominico de Belmonte (España). Le interesó la historia de su orden. Fue enviado por dos años a Corbara (Córcega). Enseñó historia de la Iglesia en la facultad de teología de Friburgo de la Universidad de esa ciudad. Con M. T. Coconnier (1846-1908) fundó la Revue Thomiste (1893). En 1909, con una salud empeorada, fue trasladado al convento de Bellevue. En 1923 se constituyó la Société thomiste para fomentar las publicaciones tomistas. A esta Société pertenecieron P. Mandonnet, M. D. Roland-Gosselin, J. Destrez, J. Maritain y Beaussart. Estaban de acuerdo con las directrices de la Santa Sede y con promulgar la doctrina tomasiana (Gilbert, 1994). Mandonnet muere en París. Su obra es la de un historiador. El primer libro que sobresale es Siger de Brabante et l’averroisme latin au XIII siecle (Friburgo 1899; Lovaina 1911). En él expone la vida y la obra del averroísta latino basándose en fuentes. Renueva el estudio de Santo Tomás con el catálogo de sus obras auténticas: Des écrits authentitques de St. Thomas d’Aquin de 1909-1910. En 1921 publicó Bibliographie thomiste con J. Destrez (Forment 2003).

5. Nació en Nancy y murió en París. Fue profesor en Corbara (Córcega). Enseñó los loci theologici. A partir de 1889, comentó la Summa theologiae. En 1892 colaboró en la fundación de la Revista Tomista. Este año fue rector de Corbara, cargo que conservó durante el tiempo en que la O.P. reorganizó la Ratio Studiorum. En 1911 dejó la enseñanza y se instaló en París. De sus obras llaman la atención Les dons de l’Esprit saint et les saints dominicains (1903), La crédibilité et l’apologétique (1908), Le donné révelé et la théologie (1910), La structure de l’ame et l’expérience mystique (1927). Gardeil se preocupó por la definición de la relación entre la naturaleza y la gracia sobrenatural. La fuente de inspiración en esta cuestión fue la obra De locis theologicis de Melchor Cano (1509-1560). Un método teológico racional explica sus pasos por su causa próxima. Este método divide luego lo que se piensa. Por esto Gardeil distinguió en el acto de fe doce momentos. Al parecer tuvo en cuenta más la necesidad de un método que la verdad de la fe. Ejemplos de la aplicación de su método están en sus artículos Acte, Appétit. Béatitude, Bien, Crédibilité, Don du Saint-Esprit y Fruits de l’Esprit Saint. León XIII animó a Gardeil, con su encíclica Divinum illud munus (1897), a proseguir estas investigaciones especulativas sobre la espiritualidad. Para Gardeil, el amor es la forma predestinada de la acción, con la que nos apropiamos de nuestro fin último (Dios), pero esto no debe entenderse en sentido neoescotista, esto es, que la misma exigencia apetitiva pura es amor, sino en sentido tomista, a saber, que el amor es la consumación suprema del intellectus. Se distanció, pues, del voluntarismo de la filosofía de la acción (Blondel). Consideró lo sobrenatural en el horizonte de lo natural: “el acto de fe lo analizó apoyándose en una psicología de la acción humana natural; los dogmas los relacionó con el lenguaje y sus condiciones; y la experiencia mística la interpretó basándose en una posibilidad inmanente al espíritu”. Llegó a san Agustín y a su doctrina de la experiencia de lo sobrenatural en la reflexión del espíritu sobre sí mismo, pero rectificada en el aquinate, ya que éste concilió el espiritualismo etéreo de aquél con el punto de vista terrenal. Para Gardeil la acción humana concreta hay que clasificarla dentro del concepto de actus secundus, que frente al actus primus de una substancia no aporta nada esencial. Su posición contra la filosofía de la acción fue criticada por Blondel y Laberthonniere. R. Garrigou-Lagrange seguirá el camino de Gardeil (Gilbert 1994).

6. Nació en Clermont-Ferrand y murió en Sallanches (Alta Saboya). Inspirado por Tomás de Aquino fue conferencista conferenciante, predicador y escritor. Estudió en Belmonte (Cuenca) y en Córcega. Fue titular, en 1900, de la cátedra de Moral en el Instituto Católico de París. En 1918 fue nombrado miembro del Instituto de Francia. Mantuvo contacto con Bergson. Entre sus libros destacan Las fuentes de la creencia en Dios (1905); Santo Tomás de Aquino (1910); La filosofía moral de Santo Tomás de Aquino (1914); Las grandes tesis de la filosofía tomista (1918); El problema del mal. La historia. La solución (1949-1951); Catecismo para incrédulos (Barcelona 1943); La Iglesia (Buenos Aires 1946); La Philosophie de S. Thomas d’Aquin (París 1941); El cristianismo y las filosofías (Madrid 1966); y La vida intelectual (Barcelona 1969). Este es su obra más difundida. En ella traza el programa de vida intelectual consagrado al servicio de la verdad. Es retrato de su propia existencia. Sus libros son profundos y agradables. Se nota su honradez intelectual, su metodología rigurosa y la fluidez de pensamiento y lenguaje. En ellos puede encontrarse un tono apologético muy propio del momento (Gilbert 1994). Se ocupó de temas estéticos.

7. Nació en Brülisau, en el distrito de Rüte, como Joseph Anton Manser. Murió en Friburgo. Fue hijo del juez de distrito. En 1897 ingresó en la orden dominicana. De 1899 a 1942, enseñó lógica, ontología e historia de la filosofía medieval en la Universidad de Friburgo. Fue rector de esta universidad entre 1914 y 1918. Entre sus obras destacan Das Wewsen des Thomismus (La esencia del tomismo) (1932); La crisis mental del siglo XIV (discurso pronunciado el 16 de noviembre de 1914 en Friburgo). Para Manser la tesis aristotélica del acto y la potencia, reinterpretada y modificada por Tomás de Aquino, constituye la esencia del tomismo. Defendió de la tesis histórico-filosófica de que la escolástica entró en crisis en el siglo XIV (Gilbert 1994; Braun 1994).

8. Nació en Lafarre. Fue alumno destacado, desde 1882, de la escuela dominicana de Poitiers. Ingresó a la Orden, a los dieciocho años, en Rijckholt, Holanda. Recibió el hábito con el nombre de Fr. Édouard; hizo profesión en 1890 y fue ordenado sacerdote en 1892. Fue profesor sucesivamente en Rijckholt, en Rosary Hill (Nueva York), en Poitiers (Francia), en Angers (Francia), nuevamente en Rijckholt, y finalmente, de 1909 a 1929, en el Pontificium Collegium Internationale Angelicum, después Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino. Fue miembro de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino. En 1918 el Papa Benedicto XV lo nombró Consultor de la Sagrada Congregación para la Iglesia Oriental. En 1925, el Papa Pío XI le pidió a Hugon que trabajara en la encíclica Quas primas, sobre la realeza de Cristo. Se involucró en la proclamación como Doctores de la Iglesia de Efrén de Siria y Pedro Canisio, así como en la canonización de Juana de Arco. Murió en Roma. Entre sus obras están Les XXIV theses thomistes; Cursus philosophiae thomisticae, 4 vols. (basado en el pensamiento de Tomás de Aquino, pero interpretado por Juan de Santo Tomás); Tractatus dogmatici, 3 vols. (curso de teología organizado como comentario a la Summa Theologiae); Hors de l’Église, point de salut (solución tomista al problema teológico de la salvación y la pertenencia a la Iglesia católica); La causalite instrumentale dans l’ordre surnaturel. Quizás la obra más importante e influyente de Hugon fue Las 24 Tesis Tomistas, publicado por la Sagrada Congregación de Estudios bajo la autoridad del Papa Pío X, en 1914 (Gilbert 1994).

9. Nació en Auch. Ingresó en el noviciado dominico de Amiens en 1897. Recibió influencia de E. Helio (L’homme) y fue discípulo de A. Gardeil. Asistió, en 1904, a las clases de H. Bergson y V. Bochard en la Sorbona. En 1905 enseñó filosofía en Kain. Desde 1909 enseñó en el Angelicum de Roma. Comentó el De revelation, la Suma, trató la teología mística y explicó el comentario a la metafísica del aquinate. Los últimos años de su vida los pasó retirado, lejos de la academia. Sus cursos de espiritualidad comenzaron en 1917 con un estudio sobre San Juan de la Cruz. Colaboró con la Revista Vie spirituelle. Sus obras son El sentido común, la filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas (1909); Dios, su existencia y su naturaleza (1915); Perfection chrétienne et contemplation (1923); L’amour de Dieu et la croix de Jesus (1929), La Proudence et la confiance en Dieu: fidelité et abandon (1932); El realismo del principio de finalidad (1932); La prédestination des saints et la grace. Doctrine de St. Thomas (1935); Trois áges de la vie intérieure (1938); La síntesis tomista (1946). En sus libros espirituales afirmó que la entrega del alma a Dios purifica y lleva a la visio beatifica, así como que la realización perfecta de la vida cristiana supone iluminaciones recibidas pasivamente y que son del orden de la mística. Buscó precisar las relaciones de la ascética y la mística en sus primeros libros. Siguió a S. Juan de la Cruz, interpretado a la luz de Santo Tomás. Con su obra Le sens commun, de 1909, debate con E.J. Le Roy y H. Bergson, ya que sospecha que el primero reduce el conocimiento a la sensibilidad, lo que negaría el fundamento ontológico de los dogmas. El dogma es un valor en sí mismo y no se agota en el bien de los seres humanos. La posición que toma es que Dios es Dios y nosotros, nada (Garrigou-Lagrange, 1944). En su libro Dieu, son exientence, sa nature buscó refutar las antinomias agnósticas. Parte de que el principio de no contradicción es fundamento remoto de la demostración de Dios, el principio de razón suficiente es el más próximo y el principio de causalidad es el más evidente. La realidad fundamental es el ipsum esse subsistens, distinto del mundo (Garrigou-Lagrange, 1976). En La prédestination des saints et la grace. Doctrine de St. Thomas de 1935 planteó que el problema de la predestinación, que es parte de la gracia, se resuelve conciliando el principio de la elección por amor y el de la salvación posible para todos. Nada puede ser mejor que ser amado y estar protegido por Dios, pero Dios no exige nunca lo imposible. He aquí el misterio. Su libro Synthese thomisthe pretende ser un compendio de la doctrina tomasiana y tomista, esto es, la de sus comentadores más importantes. Lo divide en Fuentes de la síntesis tomista; La síntesis metafísica; La naturaleza de la teología y la estructura del De Deo uno; La Santísima Trinidad; Los tratados de los ángeles y del hombre; La encarnación redentora en la síntesis tomista; Los sacramentos de la Iglesia; Teología moral y espiritualidad. En dicha obra sostiene que la filosofía tiene como función servir a la teología, porque acerca y hace presente racionalmente lo sobrenatural al ser humano (Gilbert 1994).

10. Nació en Samiano, Burgos, y murió en Salamanca. Fue profesor de filosofía y teología. Participó en el Concilio Vaticano II. Fue hijo de labradores. Ingresó en 1911 a la Orden de Predicadores. Completó sus estudios en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, Angelicum de Roma. En 1916 fue ordenado presbítero. Enseñó teología y filosofía en el convento de San Esteban de Salamanca, en la Universidad de Friburgo y en el Instituto «Luis Vives» de Filosofía. Se lo recuerda por su discusión sobre José Ortega y Gasset con Pedro Laín Entralgo, Julián Marías y José Luis López Aranguren. También polemizó con Jacques Maritain sobre la filosofía social, la ética y la noción de bien común. Son obra es numerosa: La Ciencia Tomista (1921-1923); De hominis beatitudine (1942-1947); Introducción general a la Suma Teológica (1947); De auctoritate doctrinali S. Thomae Aquinatis (1952); El concepto de filosofía (1953); Doctrina política de Santo Tomás de Aquino (1953); De analogia secundum doctrinam aristotelico-thomisticam (1921-1922); De spei christianae fideique divinae mutua dependentia, Typis Consociationis Sancti Pauli (1940); De hominis beatitudine I (1942); De hominis beatitudine II (1943); De hominis beatitudine III (1947); De auctoritate doctrinali S. Thomae Aquinatis (1952); La filosofía de Ortega y Gasset (1958); La esencia de la esperanza cristiana (1960); De episcopatu ut sacramento deque episcoporum colegio (1963); De ipsa philosophia in Universum (1970).

11. Fue teólogo, historiador, paleógrafo y erudito. De origen belga, nació en las montañas del Tirol. Murió en Munich. Fue miembro de las academias de ciencias de Viena, Berlín, Goettingen y Praga, así como de la Académie des Inscriptions et Belles-Lettres de París. Fue subdirector del Archivo Vaticano desde 1883 hasta su muerte. Doctor honoris causa de las Universidades de Innsbruck, Münster y Cambridge. Conoció la Edad Media en su aspecto religioso e ideológico. Estudió la historia de la escolástica y de las universidades medievales, especialmente de la parisiense. Fue especialista en la mística de Enrique Susón, Juan Taulero y el Maestro Eckhart (La vida espiritual según la doctrina de los místicos alemanes del siglo XIV, 1929). En 1904 publicó su libro Luther und Luthertum in der ersten Entwicklung (Lutero y el luteranismo, 1920). En él desmonta muchos mitos y leyendas que había en torno a la figura de Lutero. Para Denifle, el movimiento protestante fue el desenlace del período decadente de la Edad Media (S. XIV - XV) (Gilbert 1994).

12. Nació en Cárcar y murió en Manila. Se lo llamó el Sabio de Marín. Recibió el hábito dominico en 1897. Cursados los estudios en Ávila se lo destinó a las islas Filipinas, donde fue ordenado sacerdote en 1897. Estudió y enseñó filosofía y teología en Manila, Ávila, Rosaryville (U.S.A.) y Friburgo (Suiza). Publica artículos en las revistas Ciencia tomista y Revue Thomiste. Destaca La homogeneidad de la doctrina católica; El sistema tomista sobre la moción divina (1925-1926); Concordia divina entre la moción divina y la libertad creada. Estudió cómo el dogma conserva el mismo sentido a pesar de su evolución temporal. Propuso que la solución está en la misma naturaleza de la verdadera conclusión teológica.

13. Nació en La Cortina, Asturias, y murió en Madrid. Ingresó al noviciado con quince años. Profesó en 1900. Fue ordenado sacerdote en 1908. Se inició en las ciencias naturales en las universidades de Sevilla y Madrid. Enseñó filosofía y teología, entre 1912 y 1915, en el Estudio General de Almagro, y ciencias naturales en el colegio de Cuevas de Almanzora (Almería). Fue profesor de Psicología experimental del Angelicum de Roma desde 1918 hasta 1940. Fue socio numerario de la Academia de Filosofía de Roma; vicepresidente de la Unión Tomista; nombrado, en 1939, consultor de la Sagrada Congregación de Sacramentos; y galardonado con el título de maestro en Sagrada Teología. Requerido por el gobierno español regresó a Madrid para reorganizar la universidad española. Se encargó de la cátedra de Psicología de la Universidad Central. Organizó el Instituto de Filosofía Luis Vives del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En 1942 entró a formar parte del Consejo Nacional de Educación y fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Además de Introducción a la Psicología experimental (1929) se cuentan entre sus obras sus publicaciones en la revista Ciencia tomista, a saber, Las ciencias auxiliares de la Psicología (1920); Localización de las facultades sensitivas según los antiguos (1920); Ideas viejas a palabras nuevas (1923); Doctrina aristotelico-thomistica de sensu tactos cum modernis doctrinis comparata (1924); La conciencia sensitiva según Santo Tomás (1924); La psicología reaccionística (1924); De habitudine psicologiae rationalis ad experimentalem (1925); Correlaciones del entendimiento con el organismo. Comparación de las doctrinas modernas con las de Santo Tomás (1926).

14. Fue docente e investigador de estética en la Universidad de Madrid. Defendió el carácter filosófico y sistemático de la estética, a pesar de que reconoció que su mayor problema de epistemológico, pues no hay acuerdo en su objeto ni en su método. Publicó varios libros y artículos: Estudios estéticos y otros ensayos filosóficos (1957-58); Estética del paisaje natural (1945); Libertad, felicidad, humanismo (1950); Lecciones de estética (1970); Antología general de Menéndez Pelayo (1956); Estudio de los valores estéticos de la pintura de Sert (1944); El goce estético de realidades no bellas (1944); Introducción al estudio de la forma estética (1946); El lenguaje como arte bella. Fundamento estético y caracteres del estilo literario (1946); Concepto y teoría de la propaganda. Principios éticos y estéticos (1946); Vida estética y vida mística (1951); Fundamentación filosófica de lo generativo en el arte (1959); Forma y contenido en la obra de arte (1960); Prolegómenos a una filosofía actual del arte (1960); El comportamiento poético de la inteligencia humana (1960); El pensamiento estético inglés y el alma inglesa (1962).

15. Abelardo Lobato nació en San Pedro de la Viña, Zamora. Fue doctor en Filosofía por el Angelicun de Roma y maestro en Sagrada Teología. Fue docente en varias Universidades. Dirigió cursos e impartió conferencias por todo el mundo. Fundó el Instituto Fray Bartolomé de las Casas de Sevilla. Fue delegado del Vaticano en el Consejo de Europa para los Derechos Humanos y miembro del Comité Directeur des Droits de L´homme (CDDH) de Estrasburgo. Fue miembro de la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás. Fue rector de Teología en Lugano. Fue, nombrado por Juan Pablo II, presidente de la Academia romana de Santo Tomás y promotor y director, desde su fundación en 1976, de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA). Coordinó y publicó obras como Vida y obra de Francisco Alvarado O.P. (1954), Avicena y Santo Tomás, teoría del conocimiento (1956), La existencia de Dios en Santo Tomás de Aquino (1957), Ser y belleza (1964), La pregunta por la mujer (1976), Yo, fray Juan Macías, hermano de los pobres (1986), El pensamiento de Santo Tomás de Aquino para el hombre de hoy (1995), Dignidad y aventura humana (1997), y Abelardo, haz memoria (2012). A estas se suman más de cien artículos de estudios tomistas, historia del pensamiento, Metafísica, Antropología y Filosofía política.

16. Nació en Oviedo. Profesó en 1989. Fue asignado al convento de San Pablo en Valladolid. Estudió filosofía en la Universidad de Valladolid, teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y órgano en el Conservatorio Profesional de Salamanca, desde 1977 a 2001. Es profesor titular de la Universidad de Valladolid. Imparte Estética y Teoría de las Artes. Se ha involucrado con la Hermenéutica analógica. Bajo la dirección de Mauricio Beuchot, de 2010 a 2012, tuvo a su cargo el proyecto “Hermenéutica, analogía y religión”. Ha publicado varios libros y artículos. Entre los relacionados con la estética se encuentran Sobre la belleza y la risa. Ensayo de ontología estética (2015); “Literatura y existencia” (2012); “Ética y estética. Una relación ineludible” (2012); “George Dickie, la teoría institucional y las instituciones artísticas?” (2013); “La falsificación de la obra de arte como problema ontológico” (2013); “El papel del arte en el mundo religioso” (2013); “Arthur C. Danto (1924-2013): una filosofía del arte. In memoriam” (2014); “El papel del ídolo y el icono en una ontología estética” (2014); “¿Qué significa apreciar la “naturaleza” como naturaleza?” (2015).

Referencia

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Juan Granados Valdéz (juan.granados@uaq.mx) Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), México.

Recibido: 17 de mayo, 2021.

Aprobado: 8 de agosto, 2022.


Revista Filosofía Universidad de Costa Rica
LXII (163), Mayo - Agosto 2023 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589