Sergio Andrés Pérez

El concepto de cultura
en los primeros textos de Cioran

Resumen: Análisis del concepto de cultura en los primeros textos de Cioran, publicados por primera vez en 2019, escritos durante el fin de sus estudios universitarios y sus primeras experiencias vitales fuera de Rumanía. Crítica a la concepción Ilustrada de la cultura y su devenir posmoderno; el filósofo rumano propone la existencia, la vida concreta, individual, doliente y real como única salida frente a las consecuencias que la modernidad ha tenido sobre la conciencia del ser humano y su relación con el entorno. Cioran aboga por la aceptación de lo irracional, la cultura como conjunto de etapas creativas y una apuesta vitalista frente a esquemas ajenos, impuestos socialmente, confortables aunque limitantes e insuficientes para responder a las preguntas fundamentales del ser humano.

Palabras clave: Cioran / Cultura / Posmodernismo / Tradición / Decadencia / Barbarie.

Abstract: Analysis of the concept of culture in the first texts of Cioran, published in Spanish for the first time in 2019, written during the end of his university studies and his first life experiences outside of Romania. Criticism of the Enlightened conception of culture and his postmodern becoming; the Romanian philosopher proposes concrete existence, individual, suffering and real life as the only way out against the consequences that modernity has had on the consciousness of the human being and his relationship with the environment. Cioran advocates the acceptance of the irrational, culture as a set of creative stages and vitalism against other cultural schemes, socially imposed, comfortable but limiting and insufficient to answer the fundamental questions of the human being.

Keywords: Cioran / Culture / Postmodernism / Tradition / Decadence / Barbarism.

1. Consideraciones preliminares

El objetivo del presente trabajo pretende acercarse al concepto de cultura en la obra inicial del filósofo rumano Emil Michel Cioran. Gracias a una reciente edición, inédita hasta ahora en español, podemos acceder a artículos que publicó en distintos diarios de Bucarest desde 1931 hasta 1945. En el periplo vital de Cioran esto comprende textos desde su tercer curso en la facultad, dos años en Alemania y los primeros años en Francia. Todos están escritos en rumano y corresponderían a lo que podríamos llamar el primer Cioran.

En Soledad y Destino (2019) Cioran se refiere brevemente a temas diversos: la cultura, el destino de Rumanía, España, símbolos y mitos, el drama de la conciencia, el papel de la fe en la vida humana, entre otros. Se percibe en estos artículos una manera de pensar agresiva, descarnada, que ataca sin piedad a muchas convenciones establecidas, que presenta las primeras ideas que luego se desarrollarán en sus libros hasta la saciedad. Más adelante los aforismos darán paso a breves relámpagos de verdades intuidas, lejos de estos primeros artículos mucho más, en comparación, extensos y prolijos en aclaraciones, divagaciones y, por qué no decirlo, que siguen una forma de presentación más en línea con la presentación de la filosofía tradicional.

Cioran critica a una cultura, hija de la Ilustración, que rompe con los esquemas tradicionales clásicos, no sólo con la Escolástica o la Grecia clásica, sino con cualquier referencia a culturas no eurocéntricas, que establece la fe en la ciencia y la razón y concluye en un mundo posmoderno vacío de referencias. No en vano actualmente se reescribe la historia (en el caso de España por cauces legales con la ley de memoria histórica), se destruyen estatuas de Cristóbal Colón en América, arden catedrales góticas en Europa y la crisis de valores, denunciada por los autores existencialistas del siglo XX, ha dado paso a un relativismo democrático en el que el victimismo se ha convertido en la base de los cambios sociales1.

Aclarado pues el período que abarca el texto, y que se trata en algunos casos de artículos de un estudiante, tomamos suficiente distancia con la figura completa de Cioran que encontraríamos si analizáramos sus obras de madurez. Esto no quita que muchas de las ideas a las que el pensador se referirá a lo largo de sus aforismos encuentren su germen en estos artículos, sin dejar por esto de ser más actuales que nunca en pleno 2020.

Tomaremos dos artículos de Cioran referidos concretamente a la cultura. En primer lugar, El sentido de la cultura contemporánea2, artículo en el cual lleva a cabo un esbozo del problema, una cartografía de la situación de la cultura en los años treinta del siglo XX, y no por ello superada en los años veinte del siglo XXI. Posteriormente nos referiremos al artículo Cultura y vida3, en el cual Cioran plantea en mayor medida su posición respecto a la cultura. Entre ambos textos hay más de un año de distancia lo que nos permite entender el primero como un estado de la cuestión, mientras que el segundo puede ser entendido como una toma de posición respecto a la cultura. No podemos olvidar que estos textos se enmarcan entre las dos grandes guerras del siglo. Cioran se encuentra en el contexto de la Belle Époque de los años 20,
la Gran Depresión de 1929 y su contagio a Europa con la consecuente caída del orden establecido y la aparición, cada vez menos enmascarada, de los grandes totalitarismos del siglo XX.

2. Acerca del sentido
de la cultura contemporánea

Cioran escribe sobre cultura en el siglo XX, este artículo pertenece a los años 30, lo que implica que la cultura clásica, la cultura ilustrada y la cultura romántica, como estadios en la evolución de la misma, ya se han desarrollado. En paralelo, el autor escribe después de la I Guerra Mundial y en unos momentos en los que la II Guerra Mundial podía asomar en el horizonte de los más observadores. La Unión Soviética se consolida, Alemania humillada tenderá a un totalitarismo nacionalsocialista y, no en vano, España se encuentra en esos momentos en una inestabilidad creciente que llevará a la guerra civil, antesala de lo que sucederá después a nivel mundial. Señalamos esto porque permite entender que haya en el autor cierta decepción en relación con los objetivos de la cultura y con la filosofía de la historia. Decepción que cristalizará de algún modo más adelante en el existencialismo posterior a la II Guerra Mundial, dentro del cual se le puede encuadrar, pese a su esencial marginalidad ante todo tipo de etiquetas.

Las expresiones históricas de una cultura no han de juzgarse según su carácter exterior y superficial, sino según su configuración interior (…) No debemos concluir su identidad en razón de su carácter simbólico, ni su divergencia en su multiplicidad (Cioran, 2019, 77).

A la hora de plantear la situación de la cultura, lo primero que encontramos es el reconocimiento de una cultura como una evolución4. Es importante señalar que se refiere a una, y no a la, lo que implica que puede haber unidad dentro de una cultura, pero no que haya una cultura universal como tal. Dicho esto, inicia su diatriba contra los historicistas que, para llegar a un todo, estudian diferentes partes. Cioran no concibe la división de la cultura como método de estudio. Por ejemplo, podemos estudiar por separado el Renacimiento, el Barroco o el Romanticismo, pero si no encontramos el nexo común, el fondo originario, no podremos hablar stricto sensu de cultura. Cioran se opone al historicismo ya que al tomar la cultura por partes corremos el riesgo de fragmentar la historia, mientras que para comprenderla es inevitable entender lo que une interiormente todo el desarrollo de evolución de la cultura. Por otro lado, contra la filosofía de la historia se puede afirmar que la totalidad de una cultura se encuentra en un fondo original, en unos valores primarios que se desarrollan en el tiempo, en tanto que creaciones, y no como productos consecuentes, que responden mecánicamente a una casualidad previsible.

“Las realizaciones históricas, siguiendo una lógica interna inexorable, traen sucesivamente a un plano actual los valores del sustrato originario” (Cioran, 2019, 77). No pretende Cioran afirmar que la cultura no se desarrolle, esto es, siga un proceso. Pero advierte que dicho desarrollo es esencialmente incomprensible sin atender a su fondo vital. Introduce el concepto de destino de una cultura, que para él constituye el origen de toda cultura. Ese destino, que se encontraría en los valores sobre los que se funda, se desarrollaría a través de creaciones particulares, inseparables en su sentido de los valores primigenios. Pero, importante resaltar, la cultura no estaría determinada por esos valores para seguir un único camino concreto, sino que puede evolucionar5 de maneras diversas.

“El sentido de la cultura contemporánea no puede determinarse sino refiriéndola a la totalidad de la cultura moderna y precisando la significación que comporta en la evolución de esta última” (Cioran, 2019, 79). Y aquí Cioran arremete contra la idea de progreso ilustrado. La cultura moderna6 aparece representada como una suma de valores desarrollados a partir del fin del progreso. Una época de grandes síntesis. Todas ellas se ofrecen al ser humano, diferentes perspectivas culturales y espirituales, que le impiden, paradójicamente, insertarse espontáneamente en la existencia. De alguna manera lo que afirma Cioran es que el concepto de progreso limita al hombre en tanto en cuanto le hace partícipe de un camino, le obliga a poner su grano de arena, alejándole así de la existencia concreta en la que actuaría, según Cioran, sin necesidad de esa síntesis, en relación con los valores profundos de la cultura a la que pertenece. En cierto modo lo que está planteando es el conflicto entre una cultura concreta, a elegir entre otras, que obliga o invita a actuar de un modo, frente a una cultura natural, de la que el ser humano forma parte sin elegirla, por el mero existir, pero que se desarrollaría a través de la creación y actuación humanas sin necesidad de un camino marcado. O de otro modo, la cultura tiene un destino pero no es el hombre el que lo decide, el hombre actúa, crea, y a partir de ahí se va dibujando el destino de esa cultura, no como plan intelectual, como proyecto enfocado a un fin, sino como una suma de elaboraciones individuales.

“La perspectiva histórica aplicada a la vida de una cultura, la comprensión llevada al exceso manifiestan de modo evidente un desplazamiento del eje espiritual fuera del ámbito de la vivencia en cuanto tal” (Cioran, 2019, 80). Para Cioran el historicismo ha separado al hombre de los valores que supone cualquier cultura. Y de este modo, a pesar de poder elegir entre una amplia multitud de opciones, lo que se sigue de ello es la imposibilidad de optar por una y, así, el agotamiento de la cultura. Lo que el hombre del siglo XX encuentra frente a sí es una síntesis histórica basada en el eclecticismo. Pero éste lo que hace es definitivamente separar a las culturas de sus valores originarios, convirtiéndolas así en especies disecadas, en algo que es posible aprender, pero que no se puede vivir.

“El eclecticismo intenta combinar los diversos sistemas de valores. Una combinación bastante artificial (…) son (los valores) el resultado de experiencias específicas que no pueden volver a vivirse simultáneamente” (Cioran, 2019, 80). El eclecticismo cultural supone para Cioran la pérdida de energía, la incapacidad creadora en la contemplación de una unión de elementos que resulta artificial. Frente a las antinomias que hay en toda cultura, existencia, y que llevan a la acción, nos encontramos con una multiplicidad de tendencias que no representa nada más que la agonía de la idea original de cultura. Cioran niega la síntesis porque, y aquí es muy existencialista, el hombre vive inmerso en el presente. El pasado y el futuro le incapacitan para la acción. Ponen sobre los hombros del ser humano un proyecto, diez, cien opciones, con diferentes orígenes y distintos objetivos y la consecuencia de esta situación es, finalmente, el relativismo. Al no hacer ninguna referencia al fondo vivo de la cultura, ésta se convierte en una elección indiferente ante la cual tan válido es optar por una, por otra, por la inacción o por la desesperación.

El historicismo y el relativismo son el resultado del predominio de lo temporal y del devenir en la apreciación cultural del hombre como realidad histórica. El sentido de orientación perspectivista en el mundo histórico deriva asimismo de la intensificación de la conciencia en su proceso de dualización respecto a la vida (Cioran, 2019, 82).

En Cioran la conciencia es tragedia, enfermedad, la confirmación de la soledad del Yo frente a la realidad. Arremete aquí contra la cultura romántica, que en su exaltación del sujeto ha llevado su conciencia al paroxismo. Encontramos por tanto al ser humano separado de la cultura, frente a un eclecticismo relativista, y del mundo, por un exceso de conciencia de sí mismo. La consecuencia, quizá el origen primigenio de la posmodernidad pueda buscarse aquí, es la suma de oposiciones que se da en los individuos por “la incapacidad de determinarse por una categoría o sistema, la imposibilidad de jerarquizar los contenidos espirituales e históricos, la eliminación de una participación fecunda y productiva en toda forma de espíritu” (Cioran, 2019, 82). Múltiples tendencias y falta de convergencia que concluyen en un ser humano solo, abrumado y perdido. Cioran sostendrá que en esta época, en el siglo XX, el escepticismo, el desencanto o la contemplación son las últimas posibilidades de una vida espiritual (2019, 82).

Como consecuencia de lo dicho hasta ahora el hombre ya no puede creer en el ideal o el progreso como rasgos definitorios de una cultura cuando las culturas se han convertido en esquemas. El ser humano se ha alejado del eje espiritual de su cultura, lo cual le aleja del eje de la experiencia, de la vida concreta como oportunidad de creación. Y a cambio ha trasladado ese eje a los problemas. Fruto de ello Cioran hará referencias a la problemática de un exceso de conciencia que supondrá la pérdida del encanto por la vida. Todo pretende ser inteligible, comunicable, cuantificable, pero ello se consigue mediante la desnaturalización7. La religión se torna prácticamente imposible y este aspecto resulta particularmente interesante para el tema que nos ocupa.

“El hombre de hoy no ha tenido ni tiene sino la voluntad de creer” (Cioran, 2019, 86). ¿Cómo explicar esta paradoja? El hombre desea creer porque su conciencia le atormenta y sólo ve ante sí una suma prácticamente infinita de opciones, todas igual de relativas. Él mismo, al convertir a la cultura en un esquema, en un objeto de estudio, la ha asesinado. Por tanto, siguiendo esa lógica, lo que salvaría al hombre según Cioran sería la posibilidad de aferrarse a un valor profundo, retornar a su sentido original como ser cultural, pero esto es imposible porque ya no tiene una cultura, sino una aparente multiplicidad vacua sobre la que asirse. El problema que plantea Cioran es la religión como salvación, entendiendo que, dentro de todo el eclecticismo que ha absorbido a las culturas modernas, la opción de Dios resultaría la que aparentemente más seguridad podría aportar. Sin embargo, no sólo ya el Romanticismo y Nietzsche mataron a Dios, al Dios cristiano en concreto, sino que además el ser humano se ve incapacitado, como hijo de su tiempo, para tomar una decisión con seguridad. La conciencia ha llegado a tal extremo que la toma de decisión se convierte no en afirmación, sino en duda. Y esto conlleva el fin de una cultura, sino de muchas, así como explica el éxito del psicoanálisis. Como ejemplo, advertirá Cioran, que aquellos que opten por la religión, lejos de reflejar paz, aparentan tormentos y desesperación. Ello devendría de la incapacidad de decidir existencialmente, de tomar un valor y vivirlo, llevarlo a sus consecuencias.

Si la historización de la conciencia y de la cultura ha constituido una relativización de los valores, la democratización de la cultura es una expresión de pobreza cualitativa (…) El criterio cuantitativo no sirve para valorar los fenómenos culturales (Cioran, 2019, 87).

Cioran está criticando, ya en los años 30, el capitalismo cultural8 que, después de la II Guerra Mundial se tornará imparable con la aparición del estado del bienestar y la globalización. Culturalmente más no significa mejor. Y es por ello que la democratización de la cultura, el acceso masivo a la cultura, entendida como una unión de diferentes tendencias a modo de puzzle inconexo en última instancia, es un golpe definitivo a la condición de posibilidad de la cultura.

Todo esto deriva del agotamiento y extinción de los valores que ha producido la cultura moderna. Una cultura que no puede ir más allá de sí misma (…) Con el agotamiento del individualismo y del liberalismo, frutos de la modernidad, se consume también implícitamente la sustancia de la cultura moderna. (Cioran, 2019, 88 – 89).

Cioran plantea, posiblemente sin haberle puesto nombre, la llegada de la posmodernidad. El fin de una etapa cultural y las serias dudas de que sea posible una continuación. Da por hecho que la cultura moderna, entendiendo que incluye al romanticismo, ha dado todo lo que podía9 y que el hombre debe acomodarse a la situación en la que vive, atomizado socialmente por el liberalismo, sin lazos orgánicos con la sociedad, aislado individualmente (Cioran, 2019, 90). Por otro lado el racionalismo deja de gozar de simpatía por el rechazo que causan sus promesas incumplidas, porque a través de la clasificación separa lo que estaba unido y une artificialmente, con esquemas lógicos determinados a priori, lo que está dividido. Lo que define, para Cioran, a la cultura de su momento, es la imposibilidad de ofrecer una opción al ser humano que dote de sentido su existencia más allá de la supervivencia física10.

La excesiva discusión de nuestro tiempo en torno a los fundamentos éticos se ha transformado en una crítica de los mismos. Con total razón, frente a la ética tradicional, el hombre se pregunta con asombro: ¿quién sabe si el bien no es mal y el mal no es bien? (Cioran, 2019, 91).

Concluye Cioran dibujando un futuro cercano estoico11 y una concepción de la existencia como tragedia. Conclusión lógica al encontrar que los valores han perdido su consistencia12 y los ideales han demostrado ser demasiado ilusos13. En cierto modo el hombre así se encuentra en el fin del camino, en el lógico estado que llamaremos posmodernidad. Cioran da a la cultura moderna por muerta y, lo trágico, es que en realidad somos conscientes de ello: “Para el hombre de hoy ya no existe sino la conciencia de su destino y de la cultura de la que forma parte” (Cioran, 2019, 94).

3. Acerca de la cultura y vida

Una vez hemos visto la crítica a la cultura contemporánea, resulta práctico acudir a otro artículo de Cioran en el que habla de la cultura en general y de su relación con la existencia. De algún modo este artículo pretende buscar la relación entre ambas y la posibilidad de salir del callejón en el que nos hemos encontrado encerrados en el artículo anterior.

“Debemos tener el coraje de las últimas consecuencias, aun cuando este coraje nos llevara más allá de la cultura” (Cioran, 2019, 82). Cioran defiende la vida frente a la cultura entendida como algo anquilosado, como un esquema fijo, como un edificio estable pero que está destinado a las ruinas14. En este pequeño artículo el autor se enfrenta contra los seres humanos que evitan los problemas y rehúyen las últimas consecuencias. La cultura entendida, en este caso, como zona de confort. Frente a las síntesis eclécticas que hemos visto, que paralizan al hombre ante una serie de opciones vacías pero prácticamente ilimitadas, Cioran apuesta por la existencia como última opción. A fin de cuentas él mismo ha reconocido en el texto anterior que la cultura, además de necesitar unos valores sobre los que afianzarse, sólo se desarrolla a través de la creación, es decir, de la actividad individual del ser humano.

“Si por cultura entendemos un estilo, una forma, un equilibrio armonioso y un sistema de valores cristalizado y consistente, ¿qué podemos esperar de la cultura?”15 (Cioran, 2019, 269). Entendemos esta afirmación gracias al artículo anterior. Si la cultura nos aparece como sistema, si ese sistema es consistente y ya está cristalizado, ¿qué sentido tiene? Ya no tendría más recorrido, sería una cultura completa, finalizada y, desde el punto de vista de Cioran, condenada a su destino final que es desaparecer. Sin embargo, ese concepto de cultura sí permite al ser humano tal y como lo hemos descrito, aislado y atomizado socialmente, encontrar un ansiolítico con el que anestesiar su estado trágico. Es esencial comprender que Cioran entiende la cultura como etapa, no como fin. Si la cultura es un fin, el ser humano está fatalmente determinado. Sólo puede haber destino cuando el hombre da un paso más allá de la cultura en la que vive y se arriesga a fracasar. Paradójicamente, ese paso adelante es lo que en realidad permite a la cultura estar viva y no reducirse a una cómoda forma de existencia sin desarrollo alguno.

“Quien ha sentido lo que significan la barbarie y el apocalipsis comprende de inmediato lo que significa trascender la cultura y el aburrimiento que ésta inspira” (Cioran, 2019, 269). Dentro del lenguaje de Cioran la barbarie o el apocalipsis no tienen significados negativos. Son, por el contrario, motor de la existencia. La barbarie, en tanto que estado natural original del hombre, instintivo, animal, y el apocalipsis, la reacción frente al sufrimiento, la conciencia que descubre en la existencia la realidad de una vida que la cultura16 diseca en formas estables. Pongamos por caso la decadencia de Roma y la conquista de los bárbaros. En ese momento histórico, siempre según los esquemas que planteamos en este estudio, la cultura romana habría entrado en decadencia y sería incapaz de dar más de sí, mientras que los bárbaros se encontrarían en una etapa temprana de desarrollo, en un momento creativo en tanto que partícipes activos de la existencia. Frente a la indiferencia y parálisis de los romanos, los bárbaros ejemplifican la fuerza de la vida real, de la lucha, el enfrentamiento y el inconformismo. Trascender la cultura sería, por tanto, para el antihéroe de nuestro tiempo, la rebelión contra el tedio, contra el camino diseñado y la apuesta, un salto sin red kierkegaardiano, por la existencia como único lugar de desarrollo posible17.

…hombres de cultura que condenan la filosofía de la vida es que rehúyen los datos biológicos primarios, las fatalidades de la vida, el núcleo metafísico de la vida, en relación al cual todos los valores del espíritu y de la cultura son sólo elementos derivados y de una historicidad desconcertante (Cioran, 2019, 82).

En Cioran el burgués que se sirve de la cultura como de un pasatiempo es un ser muerto. El hombre es, antes que nada, animal. Los instintos le empujan a la vida. En ella va a encontrar problemas, muchos de los cuales serán derivados de su condición especial respecto al resto de seres y de su conciencia. El enfrentamiento con la vida, el vivir a fin de cuentas, el ser en la existencia, es una etapa cultural más en la historia de la humanidad18. Cioran salva a la cultura con base en ataques a la traición que el hombre moderno ha llevado a cabo. Al establecer una cultura ordenada como norma, si bien hemos visto que es ecléctica y relativa al gusto del “cliente”, el ser humano queda encadenado. Cioran propone volver al camino original, esto es existir, vivir, lo cual como consecuencia supondrá una etapa cultural19. No se trataría de vivir con base en unas normas y costumbres inertes, sino de vivir y desarrollarlas en la existencia. En el fondo lo que sostiene Cioran es que la cultura y las costumbres son consecuencia de la existencia y, a su vez, fruto de ella. Y además lo son en un contexto histórico que no es eterno y, por tanto, carece de utilidad tomar como constante algo que tiene sentido en unas coordenadas espacio-temporales concretas. El concepto de símbolo tiene gran importancia en este apartado ya que para Cioran, la cultura es simbólica, esto significa que utiliza unos signos para poder dar cuenta de algo que no es definible por completo, comprensible y fijo. La cultura no es ni puede ser impermeable y rígida, porque la vida no es estéril sino que implica cambio, novedad, movimiento, flexibilidad.

“Todo intento de comprensión intuitiva de lo irracional20, una desviación reprobable fuera del seno de la cultura. Enquistados en la cultura, se niegan a comprender la vida” (Cioran, 2019, 82). Los problemas reales del hombre, según Cioran, el sentido del mundo o la situación trágica del hombre no tienen cabida en la cultura moderna, convertida en un muro defensivo contra el miedo que inspira la existencia real. La cultura, al olvidar que los símbolos son representativos y tomarlos como conclusiones, se racionaliza abandonando la parte instintiva que mueve al ser humano. De este modo, la modernidad, pretendiendo el conocimiento, la kantiana madurez del ser humano, lo que ha hecho es encerrarse en un muro con paredes que garantice la comodidad y aleje los problemas auténticos, los últimos, del hombre. “Para ellos la cultura constituye una defensa, un límite para los problemas, un arte de la discreción, una estilización y formalización de la vida de la que es absurdo salir” (Cioran, 2019, 82).

A continuación Cioran remata el ataque, virulento ahora, que había desarrollado en todo el texto anterior. La modernidad ha enloquecido al ser humano21. Por un lado, ofreciéndole verdades inmutables que han resultado ser de barro. Por otro, llevando al extremo la conciencia del individuo a la par que los valores sobre los que sostenerse eran demolidos desde una razón acomodaticia al progreso y distante de la realidad. Frente al aburguesamiento cultural, cuya conclusión es la mediocridad, Cioran apuesta por la locura metafísica.

Apasionarte por la filosofía de la vida significa tener en todo momento la conciencia del principio y del fin (…). La cómoda posición en el simbolismo de la cultura, la satisfacción ante los valores dados, la eliminación del misterio de los problemas, la complacencia en la finitud y la aceptación de la forma como un absoluto no pueden conducir sino a una existencia confortable, insignificante, equilibrada y estéril (Cioran, 2019, 82).

Si bien Cioran destaca los instintos primitivos como el origen a partir del cual el ser humano se ve forzado a actuar, habiéndose convertido la cultura en un adormecedor consuelo para la apatía, da un salto para justificar la especificidad humana. Y es que definirá la biología humana como aquella que es transfigurada por los misterios, los tormentos, los sueños y los momentos de éxtasis. El ser humano es un animal biológico con una conciencia sensible. Y sólo puede encontrarse a sí mismo, salir de la prisión de la racionalización de sus miedos, en la existencia, esto es, en el sufrimiento, en el placer, en la lucha, en la decepción. Si bien la cultura tenía, como hemos visto, un destino que era terminar, el ser humano también debe ser consciente de su principio y final. Y si la cultura necesitaba unos valores sobre los que crear, el ser humano también necesita un motivo que le empuje a enfrentarse a la vida.

4. Conclusión

“Nuestro destino brota de esta confusión primordial, de este caos inicial” (Cioran 209, 271). Una biología animal que no ha impedido a un ser llegar a un nivel que no corresponde a ningún otro. Un ser, el humano, voluptuoso, sensible a la música22 capaz de la tristeza más profunda y de alegrías sublimes. El mismo hombre que crea los campos de concentración y el arte. Cioran da aquí respuesta a su primer texto. Si bien el hombre posmoderno se encuentra a medio camino entre la resignación y el escepticismo, ello no impide que haya en él un impulso, mezcla de biología y conciencia, que le empuja a la vida. Y sobre esas bases, sobre el caos inicial, la cultura, en tanto que viva, redescubre su sentido: ofrecer respuestas, o cuanto menos posiciones, a las preguntas que realmente son relevantes, esenciales, para el ser humano.

Por otro lado, todo lo visto hasta ahora nos permite comprobar que Cioran lleva a cabo una crítica de la modernidad y de la cultura ilustrada anterior a muchas de las obras que acostumbran a tenerse como origen de la posmodernidad. Sin ponerle etiqueta alguna, cosa que estaría en las antípodas del asistematismo de Cioran, dibuja en pequeños fogonazos, como brochazos de arte impresionista que necesitan distancia para mostrar su sentido, la decadencia de un modo de pensar y de vivir. Su respuesta no está sólo en una apuesta existencialista, sino en un abandono de los apriorismos modernos para volver a unir al hombre y a la naturaleza en su original disputa que se resuelve, lo que no significa encontrar solución o respuesta concreta, en la vida. Es ahí, fruto de ese ser en el mundo, ser uno mismo, ser contra el mundo, ser contra sí mismo, es ahí donde podemos encontrar un nuevo sentido de cultura. No es lo importante para Cioran ver si este sentido es la continuación de una tradición occidental, una ruptura o un retorno; una mezcla ecléctica, una síntesis de herencias o una revolución desde el irracionalismo.

En el fondo, si Cioran es reaccionario23, lo es por su implacable defensa del pecado original, de una cicatriz esencial humana; es ahí adonde regresará una y otra vez en sus obras posteriores, pues entiende que en la escisión que el hombre siente en su conciencia y en su relación con la realidad está el misterio que la biología no puede ni tan siquiera vislumbrar. Y ese misterio es el que, en última instancia, permite a la cultura tener algún significado y, por tanto, alguna esperanza, alguna razón de ser. En caso de negar esta premisa, la del misterio del ser humano, que impregna sus contradicciones, sólo quedaría la esclavitud de una supuesta perfección futura. Frente a ella se alza una libertad angustiada, una libertad que se mueve en un mundo oscuro buscando respuestas a preguntas que no consigue prácticamente describir.

Un mundo como el actual, repleto de soluciones y promesas tecnológicas, entregado al bienestar y a la salud, con una absoluta fe en todo lo que se disfrace de ciencia, resentido ante el pasado, tentado a renegar de él sin ofrecer a cambio nada más que promesas cargadas de buenas voluntades. En definitiva, el mundo del siglo XXI, el mundo de la globalización, de internet, de la información instantánea, el universo humano en el que la transmisión de cultura y de información parecen no tener límites, no consigue sino hundirnos más en un abismo oscuro de dudas, escepticismo y vacilaciones. Cioran nos recuerda el papel de la cultura, como tradición heredada por experiencia, fruto de errores y aciertos. Rechazar las tradiciones en nombre de un progreso que se nos presenta tan ostentoso como vacío, conlleva en último término un nuevo tipo de barbarie, de rechazo, como última fuente de libertad. Si ser culto significa dejar de lado estas cuestiones24, entonces, ¡al diablo con la cultura y con todos los que se enervan en ella! (Cioran, 2019, 271).

Notas

1. Se recomienda la lectura de Giglioli, D., (2018), Crítica de la víctima. Barcelona: Herder.

2. Publicado originalmente como El sentido de la cultura contemporánea, Azi, 2 de abril de 1932.

3. Publicado originalmente como Cultura y Vida, Rampa, 16 de octubre de 1933.

4. Entender que una cultura tiene un destino implica que tiene un fin. La modernidad no fracasa, sino que llega a su último momento: “Lejos de haber muerto la modernidad, asistimos a su culminación, que se concreta en el liberalismo universal, en la comercialización casi general de los modos de vida, en la explotación hasta la muerte de la razón instrumental (Lipovetsky, 2019, 56-57).

5. Nótese la preferencia en Cioran del término “evolución” frente al de “progreso”. Teniendo en cuenta que para Cioran el destino final de todo lo humano es la muerte, el sentido del progreso se convertiría en algo indiferente, un engaño ilusorio sobre un pretendido sentido concreto diferente al inevitable; la desaparición final.

6. Como señalan Lipovetsky y Serroy: “Es verdad que el malestar de la cultura es cualquier cosa menos un fenómeno nuevo y los peligros potenciales inherentes al progreso han sido denunciados por una larga serie de pensadores que, de Rousseau a Nietzsche, de Tocqueville a Heidegger, no han dejado de insistir en la corrupción que puede acarrear. Sin embargo, los signos amenazadores que han ido de la mano de la modernidad en el camino del mayor bienestar estaban compensados por una esperanza, una fe, una promesa: precisamente la del progreso” (2010, 25).

7. Referencia al protagonista de Memorias del subsuelo de Dostoievski: “Tener exceso de conciencia es una enfermedad” (2012, 72). O, desde un punto de vista más cercano desde el pensamiento español, la reflexión de Unamuno “el hombre, por ser hombre, por tener conciencia, es ya, respecto al burro o a un cangrejo, un animal enfermo” (2003, 37).

8. Cioran se adelanta aquí a Lipovetsky que, años después, señalará los aspectos clave que definirán lo posmoderno: “Auge del consumo y de la comunicación de masas, debilitación de las normas autoritarias y disciplinarias, pujanza de la individualización, consagración del hedonismo y del psicologismo, pérdida de la fe en el porvenir revolucionario, desinterés por las pasiones políticas y las militancias” (2019, 54).

9. O, como diría Lyotard en La Condición Posmoderna (2016, 10) ha terminado la legitimación del saber por medio de los metarrelatos y hemos pasado a la época de la optimización de la eficacia, siguiendo lógicamente, por otra parte, la idea de progreso hasta el final.

10. Lo que Philippe Muray definirá como sumisión idílica, control voluntario, reeducación desoxidante definiendo el estado de la cultura en el siglo XXI en Queridos yihadistas... (2010, 21). Un abandono hedonista y pragmático de la existencia por parte de un sujeto que renuncia a cualquier decisión a condición de mantener su “bienestar”.

11. En este sentido podemos acudir al diccionario filosófico de Gabriel Ferrater Mora que explica el sentido de la vida estoica: “La lucha contra la cultura como la lucha contra lo artificioso y antinatural era más bien la lucha contra aquel mundo cultural que rebasaba las posibilidades del hombre, que, en vez de cumplir la misión de salvarle, lo ahogaba y lo atenazaba” (1996, 390).

12. Como señala Hannah Arendt: “Los valores son productos sociales que no tienen significado propio sino que, como otros productos, sólo existen en la relatividad cambiante de los nexos y el comercio sociales. A causa de esta relativización, tanto las cosas que el hombre produce para su uso como las normas según las cuales vive experimentan una transformación decisiva: se convierten en objetos de cambio y la que posee su «valor» es la sociedad y no el hombre, que los produce, usa y juzga.
El «bien» pierde su carácter de idea, el patrón con el que se puede medir y reconocer el bien y el mal; se ha transformado en un valor que se puede intercambiar por otros valores, como los de conveniencia o de poder” (2016, 55).

13. “Hubo diversas tentativas para prometerle al individuo un mínimo de ser; para conciliar el sueño de ser que llevaba en su interior con la omnipresencia obsesiva del devenir. Todas estas tentativas han fracasado hasta el momento, y la desdicha ha seguido extendiéndose” sostiene Michel Houellebecq en el capítulo El mundo como supermercado perteneciente a su ensayo Aproximaciones al desarraigo publicado en Intervenciones (2011, 39).

14. No en vano el individuo posmoderno también se rebela contra la cultura anquilosada en busca de experiencias vivas: “Lo que se busca ante todo en el consumo actual es una sensación fuerte, un goce emotivo” (Lipovetsky, 2019, 128).

15. Añadimos, si la cultura es un medio para el fin del progreso, entonces el hombre que vive en una cultura se convierte en un preso de ésta.

16. No pretendemos afirmar con esto que Cioran esté contra la cultura, pero sí que en su acepción moderna, en tanto que esquema sintético alejado de vida, la cultura como intelectualización de lo real termina por convertir al ser humano en indiferente o resignado a la profunda falta de sentido vital de todo lo que le acontece.

17. Paradójicamente esta crítica a la cultura establecida y su oposición “bárbara” es la condición de posibilidad para que la cultura humana se desarrolle, esto es, viva nuevas etapas.

18. Historia que al individuo le resultaría indiferente en tanto en cuanto ser obligado a existir temporalmente.

19. La lucha constante entre la tendencia humana a anteponer el cosmos al caos pero, al mismo tiempo, su tendencia a la hybris. La referencia audiovisual de Castoriadis, comentando un texto de Anaximandro, revela el presagio griego de la tradición cristiana del pecado original (ver webgrafía).

20. A propósito de la relación entre lo irracional y la ilustración nos remitimos a Adorno y Horkheimer: “El espíritu ilustrado sustituyó el fuego y la tortura por el estigma con que marcó toda irracionalidad por conducir a la ruina” en Dialéctica de la Ilustración (2018, 83). Son recurrentes en el capítulo Concepto de la Ilustración la crítica a la obsesión ilustrada por reducir lo real a un sistema, la naturaleza a objetividad o su uso de la lógica formal como esquema unificador de la calculabilidad del mundo (2018, 59-95).

21. A propósito de la filosofía moderna, vale la pena recuperar a uno de los pensadores de referencia para Cioran. “Desde que Kant logró convencer a los filósofos de que el mundo de los fenómenos es algo muy distinto a la verdadera realidad, y que incluso nuestra propia existencia no es la verdadera existencia, sino sólo la manifestación visible de una sustancia misteriosa y desconocida, la filosofía se ha atascado” escribe Shestov en Apoteosis de lo infundado (2015, 145).

22. “Con el término saber no se comprende, solamente, ni mucho menos, un conjunto de enunciados denotativos, se mezclan en él las ideas de saber-hacer, de saber-vivir, de saber-oír, etc. Se trata entonces de unas competencias que exceden la determinación y la aplicación del único criterio de verdad, y que comprenden a los criterios de eficiencia, de justicia y/o de dicha, de belleza sonora, cromática, etc…” afirma Lyotard (2016, 44) a propósito de la pragmática del saber narrativo. Las reglas pragmáticas, frente a la cuestión occidental esencialmente moderna de legitimidad de verdad de la ciencia especulativa, son esenciales para afrontar el estudio cultural. Cioran nos remite a ese “saber-vivir” frente al laberinto que el saber científico moderno exige al separar el lenguaje denotativo de los enunciados connotativos. Del mismo modo hemos de señalar que Cioran no sólo rechaza el metarrelato especulativo, sino también el metarrelato emancipatorio, en tanto que éste tiende a inferir al sujeto individual en un sujeto global, la humanidad o el pueblo. Cioran entendería los avances culturales como hechos individuales de paralogía existencial frente a la visión moderna (tomando el sentido pragmático del término según Lyotard).

23. En el sentido que da al término Nicolás Gómez Dávila en aforismos como El reaccionario no aspira a que se retroceda, sino a que se cambie de rumbo (2018, 231).

24. A esto se referirá Albert Camus al principio de El Mito de Sísifo: “No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía”.

Referencias bibliográficas

Adorno, Th. & Horkhimer, M. (2018). Dialéctica de la Ilustración (Trad. Sánchez J.J). Madrid: Trotta.

Arendt, H. (2016). Entre el pasado y el futuro (Trad. Poliack, A.). Barcelona: Península.

Burke, E. (2016). Reflexiones sobre la Revolución en Francia (Trad. Mellizo, C.). Madrid: Alianza.

Camus, A. (2000). El mito de Sísifo (Trad. Benítez, E.). Madrid: Alianza.

Cioran, E. (2019). Soledad y Destino (1931-1944) (Trad. Santacroce). Madrid: Hermida Editores.

Dostoievski, F. (2012). Memorias del subsuelo (Trad. Martinova, B.). Madrid: Cátedra.

Ferrater, M. (1996). Diccionario de Filosofía (Volumen II). Madrid: Alianza.

Giglioli, D. (2018). Crítica de la víctima (Trad. Moreno Carrillo, B.). Barcelona: Herder.

Gómez Dávila, N. (2018). Breviario de escolios. Barcelona: Atalanta.

Houellebecq, M. (2011). Intervenciones (Trad. Castejón E.). Barcelona: Anagrama.

Lipovetsky, G. (2019). Los tiempos hipermodernos (Trad. Prometeo-Goya). Barcelona: Anagrama.

Lipovetsky, G. & Serroy, J. (2010). La cultura-mundo (Trad. Prometeo-Goya). Barcelona: Anagrama.

Lyotard, J. (2016). La condición posmoderna (Trad. Antolín R.). Barcelona: Cátedra.

Muray, P. (2010). Queridos yihadistas… (Trad. Blancas E.M.). Granada: Nuevo Inicio.

Shestov, L. (2015). Apoteosis de lo infundado (Trad. González A.). Madrid: Hermida Editores.

Subirat, E. (1984). El concepto de cultura en Sobre el concepto de cultura. Barcelona: Mitre.

Unamuno, M. (2000). Del sentimiento trágico de la vida. Madrid: Alianza.

Webgrafía

Marker, C. Entrevista a Castoriadis C., Fragmentos sobre el caos).

https://www.youtube.com/watch?v=6E93ie9AbL4

Sergio Andrés Pérez (anpe.sergio@gmail.com) es Licenciado en Humanidades por la Universidad Internacional de Cataluña, y trabaja actualmente como Profesor de secundaria en el Ministerio de Educación de España. Entre sus publicaciones recientes están:

Recibido: 14 de octubre, 2019
Aprobado: 20 de agosto, 2020


Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LX (157), Mayo-Agosto 2021 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589