Roberto Fragomeno

Enseres: esbozos para una teoría del disfraz.
Camilo Retana (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2020. 139 páginas)

El cuerpo de no sentirlo con el cuerpo se va olvidando

Bertolt Brecht

La subjetividad disfrazada

1. En este libro, el profesor Camilo Retana es consistente con su preocupación principal, a saber: la conformación de la subjetividad, sus alcances y límites; sus dichas y desdichas; sus logros y sus dramas. Y siguiendo una venerable tradición filosófica que enlaza a Spinoza y Hegel con Foucault, sujeto no es simplemente lo que somos como estructura sin génesis e inmodificable; sino que sujeto es subjetividad: lo que llegamos a ser; lo que los otros y otras dicen que somos y cómo nos percibimos e incrustamos en nuestro propio tiempo.

Así, Camilo Retana construye su saber fenomenológico: cuerpos en exhibición pornográfica; abiertos; vestidos o disfrazados. El autor sabe que la formación e identidad individual y social siempre es corporal; con y desde el cuerpo como constituyente de cualquier estatuto ontológico que quiera dársele a la subjetividad. La trama material de la filosofía de Camilo Retana está hecha de cuerpos y sus disfraces cubren y descubren cuerpos vivos con telas, pinturas y colores, y muestran nuestras glorias y fracasos como especie y como sociedad.

Aborda temas históricos y “eternos”. Vestirse, desnudarse, disfrazarse y pasa por algunos tropos clásicos: el ritual o la guerra, el carnaval y el delito, la sexualidad y el culto y otros no tanto, como el tatuaje. Todo en línea con una antropología optimista; empática; festiva y utópica.

Para Retana el cuerpo es un texto, un hipotexto, pero no es una esencia. Se corporaliza de muchas maneras y por eso hay cuerpos, cuerpas o cuerpes. Desnudo el cuerpo es desgarrado y reiterado, pero disfrazado el cuerpo es plural, hormonal, curioso y enigmático, campo de batalla y territorio del goce.

Retana utiliza el disfraz como excusa para ver algo en la cultura; algo de la época, algo de los cambios y algo para sostener la continuidad. Sobre estos detalles de lo vivido; de sus pequeñas acciones cotidianas; Retana eleva a filosofía asuntos domésticos; se da el gusto por las microformas y ya es casi un maestro cuando reúne profundidad y levedad.

Él cree que está tocando temas menores que están en los márgenes del canon dominante de la filosofía de nuestros días. Pero se equivoca. La subjetividad es un tema clásico en la historia de las humanidades, de las ciencias sociales y de las artes, solo que Retana da rodeos que embellecen y entonces hace algo que beneficia a la filosofía, pues todo lo que esta filosofía “toca” lo transforma en filosofía.

El modo de la verdad y el modo de la belleza vuelven más real todo lo que existe toda vez que el ser no queda establecido a un único modo de existencia. Por eso, como pocos, Retana sabe articular el estatuto veritativo con el estatuto estético. Si es bello ha de ser verdadero.

2. En cuanto a la ineludible tensión sociopolítica quisiera decir que no se trata de la lucha de clases, porque en el disfraz capitalista todas las clases terminan perdiendo; pero le faltan preguntas del tipo: ¿podría el disfraz permitirnos una disección de la burguesía latinoamericana; de sus vicios y miserias? ¿Podríamos, a partir del modo de disfrazarse, ver relaciones de poder y las grietas de la normalidad?

Cuando los disfrazados/as son plebeyos, no aspiran a una legitimidad inalcanzable sino que el disfraz es la negación a aceptar su lugar en la pirámide social. Solo así el disfraz estaría asociado a la emancipación.

Porque el vestido y el disfraz (¿hay diferencias?) no provienen del espacio inmediato sino del territorio interno de la subjetividad. Son condiciones de posibilidad de la comunicación, la empatía y la solidaridad pero también es lo oblicuo que disfraza pasiones secretas e inconfesables.

Entonces, los significados del disfraz se bifurcan; las miradas se cruzan; los espejos se invierten y la erótica que recorre este texto es especular porque todo se confundiría si nos preguntásemos que pasaría si nos pusiésemos el disfraz de otros o de otras y se superpusieran los deseos y los cuerpos para destabilizarse en la certeza de sí mismos.

No podía ser de otra manera. El disfraz es una resemantización; es polisémico; es un uso de un lenguaje y del arte; un producto siempre social que reopera sobre lo social. El disfraz no tiene entidad en sí mismo. Es la sorpresa; el rumor; el escándalo y hasta la prohibición la que lo habilita como disfraz. Entonces puede ser un dispositivo de liberación; de ocultamiento; de segregación o de insatisfacción.

El disfraz es una marca; una incógnita; llena un hueco en el saber filosófico para compensar el dolor infinito de Hegel y, al mismo tiempo, muestra la disponibilidad de lo contingente. Retana disfraza la subjetividad para que ésta pueda ser y así, su pensamiento filosófico crea un ser al hacer afuera lo que está adentro porque sabe que nuestro interior está afuera.

Retana hace una ingeniería de metáforas que rompe con el determinismo como opción política y hace del disfraz una promesa de felicidad o tal vez para creer que por un momento somos iguales y vivimos sin la afectación de un capitalismo tedioso. Retana sabe esta ambigüedad, sabe que el disfraz es la ilusión y es la verdad.

El cuerpo es portador de saberes y lo que se hace con él (vestirlo; desnudarlo, abrirlo o disfrazarlo) son los modos de expresión de esos saberes. Disfrazar un cuerpo lo vuelve más real que simplemente hacerlo estar. Esto es lo que hace el disfraz y que Retana descubre. Como Scarface, el disfraz siempre dice la verdad, aún cuando miente.

Roberto Fragomeno (roberto.fragomeno@ucr.ac.cr) es Profesor Catedrático de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica.


Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LX (157), Mayo-Agosto 2021 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589