II. Dossier

CÁTEDRA DE ESTUDIOS SOBRE RELIGIONES

Editor invitado:

M.Ph. LUIS DIEGO CASCANTE

ESCUELA DE FILOSOFÍA DE LA UNIVERSIDAD DE COSTA RICA

Roberto Fragomeno

Neoliberalismo, neopentecostalismo y pandemia

Resumen: Con la instalación de la pandemia han surgido voces vinculadas a proyectos teóricos y políticos que anuncian el colapso del capitalismo global o por el contrario, la consolidación de una sociedad más impiadosa y cruel que va de camino a un control tecno-totalitario. En este artículo, defendemos la idea de que en la interacción con la pandemia, el neoliberalismo y el neopentecostalismo han radicalizado sus posiciones preparándose para la instalación de un “neoliberalismo soviético” que reniegue definitivamente de la democracia y de la soberanía.

Palabras clave: Neoliberalismo. Neopentecostalismo. Pandemia.

Abstract: With the installation of the pandemic, voices linked to theoretical projects and politicians who announce the collapse of global capitalism or, on the contrary, the consolidation of a more ruthless society and cruel that is on the way to a techno-totalitarian control. In this article, we defend the idea that in the interaction with the pandemic, neoliberalism and neo-Pentecotalism have radicalized their positions, preparing for the installation of a “Soviet neoliberalism” that definitively denies democracy and sovereignty.

Keywords: Neoliberalism. Neo-Pentecostalism. Pandemic.

Podemos tener democracia en este país,
o podemos tener una enorme concentración
de la riqueza en pocas manos, pero no podemos tener las dos cosas al mismo tiempo
Louis D. Brandeis

1. En el número anterior de esta revista me he referido, in extenso, a los núcleos teórico-políticos más relevantes de ese proyecto económico, social, cultural, político y civilizatorio que llamamos “neoliberalismo”.

El Estado como problema es, quizás, una de las tesis más influyentes del neoliberalismo. Para la burguesía neoliberal, si el Estado aumenta el volumen del empleo y de los salarios, ella pierde la conducción del proceso económico. De allí hay un paso para reducir el estado y la política: bajar a cero el déficit presupuestario es bajar a cero la intervención estatal. El objetivo de reducir el déficit fiscal es paralizar las herramientas para generar empleo y consumo.

También he señalado que el neoliberalismo es una ética que se manifiesta en el trato dado a los pobres (es decir, a los que solo pueden ofrecer su fuerza de trabajo) y a los que no pueden trabajar. Desde antiguo, la desigualdad social, los pobres han sido un asunto ético-político. En la tradición judeo-cristiana se ofrecen dos tipos de narrativas y en ambas los pobres son víctimas: en un caso los pobres deben aceptar resignadamente su pobreza (aunque no la merezcan) porque serán recompensados en otra vida y en el otro, los pobres son la existencia de una justicia escamoteada y sin más, las víctimas de un orden “que no es de Dios.1

El problema también aparece planteado por Aristóteles cuando elogia a Solón por haber condonado la deuda de los campesinos. Y en el siglo I d.C., Plutarco se refería a la desigualdad entre ricos y pobres como “enfermedad”. En la narrativa protestante la justificación de la pobreza recayó en los mismos pobres. El pastor T.R. Malthus culpó a los pobres de reproducirse sin control (por lujuriosos) afectando la cantidad de recursos disponibles. Y en otros discursos “teológicos” de la tradición protestante, la pobreza es el resultado de la predestinación.

Esta última justificación conserva su vigencia. Toda ayuda eclesial o gubernamental a los pobres destruiría la moral de éstos pues no los incentivaría a trabajar manteniéndolos en la pobreza y desalentando a los laboriosos. Según esta curiosa “explicación”, los pobres preferirían la ayuda estatal antes que tener un buen empleo. En síntesis, para los liberales y los neoliberales, la pobreza es un asunto de hecho, no de derecho; es un asunto inscrito en la naturaleza de las cosas o en los defectos de la personalidad (según Margaret Tatcher) y por tanto este problema es de naturaleza no política.

2. El neopentecostalismo es un descendiente del campo de las Iglesias protestantes también conocidas como “evangélicas” por guiarse más por los Evangelios que por los Hechos de los Apóstoles o las “cartas”.

Asimismo, es un modo de interpretar y vivir la forma cristiana de la vida religiosa descendiente del puritanismo inglés del siglo XVII y acompañada de un proyecto de poder que es global. El neopentecostalismo pasó de ser una práctica religiosa extravagante en América Latina a ser un actor político con agenda propia y ha conseguido subsumir a todas las otras formas de inspiración cristiana en su proyecto. En Costa Rica este modo está conducido por sectores de la alta burguesía (como en EE UU y su desayuno de oración nacional) del país pero su base social es netamente popular. Y este modo ha hegemonizado al viejo pentecostalismo de las Iglesias históricas del protestantismo como al mundo católico construyendo una sólida alianza pentecostal, católica, neopentecostal.

Sus pastores llegan a serlo por simple iluminación, son literales en su lectura de la Biblia y son un desprendimiento carismático de lo que ya era carismático. El neopentecostalismo se expresa en la así llamada “Teología de la prosperidad”. Su convicción básica es que Dios quiere que tengamos riqueza económica, salud física y felicidad emocional. Individualmente. En esta teología solo estamos Dios y yo (yo empírico). En cambio, mis dolores y mis carencias son mis demonios. Aquí solo estamos el demonio y yo. En ambos casos el “yo” empírico está desconectado de las relaciones sociales, olvidado de los vínculos comunitarios que lo constituyen. La despolitización está implícita: los beneficios sociales no son políticos sino obra de Dios como el caso de los niños “pegados” por la cabeza y que fueron exitosamente separados por los médicos de la Caja Costarricense del Seguro Social.

La teóloga eco-feminista Nancy Cardoso los llama “cristo-fascismos”: misóginos, racistas, homofóbicos. Para esta teóloga, el neopentecostalismo no es una teología porque tiene un rechazo visceral por la argumentación. El neopentecostalismo es una forma de la vida religiosa y una conducta que no razona sino que seduce al nivel de las emociones simplificadas y obtura la construcción subjetiva autónoma. En Chile, Brasil, EE UU, los neopentecostales se han opuesto a las medidas de confinamiento y distanciamiento social. No faltó quien dijera que el virus es del diablo y quien propusiera que la actividad pastoral era un servicio esencial pues allí se hablaba con dios. En Corea del Sur, la “Iglesia de Jesús” se convirtió en el epicentro de los contagios. El 60% de los infectados surcoreanos eran evangélicos y en Argentina apareció un movimiento católico que se llama “Devuélvannos la misa”.

En Brasil, los pastores la llamaron “coronaduda” y su remedio sería la “coronafe”. No solo se trata de seguir recaudando el diezmo, sino también un efecto de su posición anticientífica y de mantener el control confesional sobre la salud de la población con su “medicina conjetural”, más comúnmente llamada “milagro”. El neopentecostalismo instaló un imaginario propio respecto del vínculo del cielo con la tierra que es la manera “teológica” de hablar de las relaciones entre religión, poder político y control social. Y como si esto fuera poco, el neopentecostalismo confundió la fe de los creyentes con las normas de las instituciones del Estado reviviendo el agustinismo político. Su “éxito” con los sectores populares tiene las dos vertientes clásicas de la teología política: la material, que dispone de recursos económicos para funcionar haciendo asistencia social focalizada y la narrativa basada en promesas y discursos teológicos de procedencia agustiniana basados en la predestinación. Y “trabajan” para el neoliberalismo. Con su gigantesca red de asistencia social y contención política, emocional y de organización de los pobres y excluidos, evitan una suerte de estallido social y mantienen la puja distributiva diferida o directamente reprimida.

Es que en una sociedad que produce pobreza y desigualdad es importante no adjudicar estos efectos a la injusticia social. Los pobres son culpables o víctimas, pero su condición no fue creada por nadie. Pondré un ejemplo: los cursos de “emprendurismo”. Mi tesis es que allí se mezclan y se refuerzan mutuamente las narrativas neopentecostales y las neoliberales. La ideología que anima los cursos de “emprendedurismo” coincide con la ideología del coaching. Este anglicismo (cuya mejor traducción sería entrenamiento) expresa el traslado de las motivaciones teológicas y deportivas a todas las esferas de la vida. Se ha constituido en un ideal normativo hiperindividualista donde se “enseña” a los jóvenes a ser competitivos, eficientes, productivos, adaptables y a gozar con los “sacrificios” del capitalismo actual. Y así como en la teología neopentecostal se utiliza la metáfora de Dios como diseñador, en el coaching emprendedurista, el individuo sin sociedad sería el diseñador de su propia trayectoria vital. El emprendedurismo le enseñaría la virtud del autoexamen permanente para el rediseño permanente. La forma simple de la competencia y la premiación proyectada a todas las esferas de la vida, producidas por una narrativa teológica (sacrificio, resignación, culpa) mezclada con la narrativa de los deportes (competitividad, mérito, ganadores, perdedores).

La meritocracia inculcada en los cursos de emprendedurismo, suponen dialécticamente, que para que un individuo sea exitoso debe producirse una multitud obediente, perdedora y culpable. Entonces, ya no se trata de la ética democrática de individuos autónomos, sino de un individualismo depredador convertido en ética social. No se les enseña que no son los individuos los que producen conocimiento, ni son los individuos los que aprenden. Son las sociedades las que lo hacen y las sociedades necesitan instituciones que se articulen con empresas (no al revés). Por el contrario, en estas “capacitaciones” prevalece un tipo antropológico meritocrático en su disciplina científica habitado por un modelo estoico de voluntad. Este es el perfil de personalidad para el desempeño tanto del académico como del estudiante2.

¿Hacia dónde se dirige el malestar neoliberal y neopentecostal? Hacia los pobres porque tanto los neoliberales como los neopentecostales están convencidos que los pobres no devolverán el golpe mientras mantengan esos gestos tristes y resignados que denotan dispersión espiritual y desafección política. Y hasta ahora tanto el neoliberalismo como el neopentecostalismo han demostrado ser agresivamente eficaces en el mantenimiento de esta desesperación cultural que impide a los pobres convertirse en pueblo.

El neopentecostalismo es el aporte emocional que el neoliberalismo no tiene. Como dije, tiene una red de contención social pero también una narrativa basada en promesas y relatos inclusivos. Esta disposición espiritual es más eficiente que la industria cultural posmoderna a la hora de administrar la insatisfacción y la inseguridad del capitalismo neoliberal por la fuerza de su “teología” política para enfrentar la entropía capitalista:

a) Dios no ha muerto. Hay autoridad, verdad indiscutible, teología moral, providencia divina y causa política.

b) El éxito en el entramado del capital es señal de la aceptación en el plan de Dios. Dicho de otro modo: Dios actúa en la historia a través del capital y es el que le da consistencia ontológica al Capital. El ejemplo más nítido es la deuda en la que coinciden la deuda con Dios y las deudas con el sistema financiero.

c) La política es la gestión del plan providencial de Dios. No algo para acrecentar derechos o promover la igualdad.

d) El hiperindividualismo neoliberal coincide con el conservadurismo religioso y su consigna “a mis hijos los educo yo” en quitarle al sistema educativo (escuelas, colegios y universidades) la potestad de ser los ordenadores subjetivos y garantes de una distribución democrática del saber. Así convierten a los niños y jóvenes en objetos propiedad de sus padres.

e) Las luchas no son políticas, son guerras santas y hacen sintagma con la forma del capital como competencia y premiación (o triunfo).

3. Por último quisiera vincular mis dos temas con la pandemia. El COVID 19 se ha convertido en el único lugar de enunciación. Todo lo que ocurre y todo lo que se dice es COVID. No hay adentro, ni afuera. Todo tiene la misma cara como la cinta de Moebius.

Y si bien, yo estoy en desacuerdo con este monismo discursivo, admito que las construcciones teóricas y las reflexiones que podemos hacer desde ciertas tradiciones, tienen que ajustarse a nuevas situaciones porque están constituidas y mediadas por la historia. Cuando la tecno-ciencia hacía gala de su capacidad para organizar la producción, la distribución y el consumo; cuando organizaba simples acciones cotidianas (como waze); cuando al controlar la información se creía lograr el control sobre las cosas; apareció el virus y el transhumanismo del Silicon Valley y la ambigüedad moral de los posmodernos rodó por el suelo. En estos déficits de la tecnociencia y de la cultura es donde la pandemia le ofrece una oportunidad a distintas formas (casi todas irracionales) de la vida religiosa y ha potenciado la ofensiva del neoliberalismo en Costa Rica.

La pandemia puso en evidencia que tanto el neoliberalismo como el neopentecostalismo, están contra la vida y hemos visto crecer el machismo, la xenofobia y la indiferencia hacia los pobres. Sus discursos y prácticas políticas son una tanato-política como lo han señalado Judith Butler en EE UU y Carmen Caamaño en Costa Rica. Hay experiencias filosóficas o literarias que vienen del pasado a decirnos algo. Por ejemplo, Hölderlin cuando dice que en los no menos del peligro crece también la salvación; no sabemos, como sabe Heidegger, si solo un dios podrá salvarnos ni si vale la pena pedir, como Rilke, que los dioses o el destino “concedan a cada cual su propia muerte” porque, como decía Spinoza, la muerte siempre viene de afuera. Podríamos parafrasear a Primo Levi y decir: “Existe el virus. No existe Dios”. Podríamos citar a Schiller y esperar que allá en lo alto haya un Dios bondadoso.

4. No creo que haya discursos o ideologías de la pandemia. Creo que la pandemia se ha convertido en el lugar privilegiado de la enunciación y que las ideologías preexistentes han interactuado con la pandemia. El virus detuvo al mundo. Excepto a los neoliberales que se han radicalizado. El viejo Heráclito decía que no nos bañamos dos veces en el mismo río. Los neoliberales dicen que el río es de ellos. Y así, en estos momentos donde el Estado muestra su músculo como el único lugar político donde protegernos de la pandemia, los neoliberales redoblaron su ofensiva contra las instituciones y sus sujetos, a saber, los/as trabajadores/as públicos.

En Costa Rica eso que llamamos proyecto neoliberal se apoya en una “pata” política en la que participan casi todos los partidos representados en la Asamblea Legislativa. Allí la confrontación es para decidir quien ejerce la conducción política del proceso neoliberal. La conducción económica está en manos de UCCAEP y la conducción mediática en manos de La Nación y Teletica. Como dije arriba, no es este el lugar para dar una explicación del proyecto político que sintetizamos en la palabra “neoliberalismo” pero voy a aprovechar con ejemplos para exponer mi punto que no es otro que este: la derecha costarricense se ha radicalizado y avanza rápidamente hacia la conformación de un régimen neoliberal en lo económico y soviético en lo político.

a) La agresión a través del lenguaje: empezó con la metáfora de las “patadas” para referirse a como habría de administrarse la situación actual. Y siguió comparando a maestro/as y profesores/as con bueyes. En el proyecto de Ley de Empleo Público, ya no se habla de trabajadores y trabajadoras sino de “servidores públicos”. Este cambio en el lenguaje es un cambio sobre las cosas, a saber, las mismas relaciones laborales; y el divorcio entre política y trabajo y entre relaciones sociales “democráticas” a relaciones laborales autoritarias.

b) La ley que modifica la jornada laboral autorizando a “pactar” jornadas de 12 horas que destruirá física y emocionalmente a los trabajadores, especialmente a las trabajadoras pero que el gobierno presentó para “resguardar los derechos de las personas trabajadoras”.

c) La propuesta de reducir la jornada de 48 mil trabajadores/as públicos es un acto de pura agresión. Es antieconómico pues reducirá los aportes a la CCSS y a FODESAF, disminuirá la calidad del trabajo y reducirá el consumo y la recaudación agravando aún más la recesión económica. Pero nada de eso importa, por eso la propuesta es puro odio de clase. Y si prospera, avanzará sobre el resto de los/as trabajadores/as públicos que devenguen menos de 1.5 millones de colones.

d) El carácter autoritario del neoliberalismo costarricense también se vio en ese desprecio por el debate informado. El diputado Benavides, en ocasión del Informe sobre las Universidades Públicas, declaró que no había tenido tiempo de revisar los datos (que eran falsos) pero que igual votaría a favor. Lo mismo hizo la Ministra de Planificación: no sabía ni quería saber acerca de los efectos de la propuesta del gobierno de reducir la jornada laboral de 48 mil trabajadores públicos.

e) En el momento que se desmantelan las instituciones del Estado Benefactor, el poder Ejecutivo propone una ley para crear el “dia nacional de las garantías sociales”.

f) El Presidente quiere presentarse como el primer héroe de la pandemia pidiendo que le rebajen el salario. Dice sentir la importancia moral de hacer algo por los demás como respuesta individual. Y así, marca el camino del desprecio por las respuestas colectivas.

Entonces no es el virus el que nos precariza sino el neoliberalismo que actúa como gran inhibidor para producir una existencia social autónoma. El mérito de los neoliberales fue rápida politización o, dicho de otro modo, al apropiarse del significante pandemia encontraron la excusa invencible. Los sectores progresistas reaccionaron tarde porque le dieron un énfasis eticista al significante “salud” u otro como “unidad nacional frente a la pandemia”. Los sectores progresistas empezaron hablando desde la virtud, desde las zonas no mercantiles de lo humano pero los neoliberales contestaron desde la contabilidad, desconociendo el vínculo entre cuerpo sano y economía.

Pero sabemos dos cosas: si hay una forma de espiritualidad(3) que se comprometa con la emancipación de los pobres y con el ambiente en una revolución eco-social; una espiritualidad que recupere la inmanencia entre naturaleza y mundo porque nada existe fuera de la naturaleza pero ésta no agota el mundo; una espiritualidad no politeísta ni panteísta, porque en el politeísmo reina el destino y en el panteísmo el determinismo, esa espiritualidad sería un franciscanismo inmanente y materialista, una interacción social que divorcie el deseo del consumo y nos prepare para una distribución de bienes igualitaria y frugal. Pero también sabemos lo que sabía Monterroso, y es que cuando despertemos de este sueño pandémico, el monstruo del neoliberalismo todavía seguirá allí.

Notas

1. Esta última consideración es la que se ha tomado en cuenta en América Latina para estimular un acuerdo político entre cristianismo y marxismo en la Teología de la Liberación y se basa en la interpretación del texto del Génesis donde se pregunta: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Es decir, ¿me hago cargo de él o lo dejo solo?

2. Esta “pedagogía” está haciendo estragos en las Universidades Públicas de Costa Rica. Está provocando la desestructuración psíquica de los jóvenes. En el ITCR hay políticas institucionales de prevención del suicidio y la depresión cuando, al mismo tiempo, esa institución se jacta de que casi todos sus egresados (un 98%) tienen empleos bien remunerados, y en la UCR son las mismas agrupaciones estudiantiles las que están solicitando a las autoridades un aumento de la atención psicológica y la creación de espacios para “poder llorar”. Lamentablemente, las agrupaciones estudiantiles de ambas instituciones han despolitizado el problema y solo lo tratan con un enfoque sanitarista porque, al igual que la mayoría de profesores y funcionarios, están adscritos al partido de gobierno y habitados por las ideas y la sensibilidad neoliberal.

3. Por “espiritualidad” entiendo, hegelianamente, el reconocimiento de individuos con individualidad al interior de la totalidad social.

Referencias

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Roberto Fragomeno Castro (roberto.fragomeno@ucr.ac.cr): Licenciado en Filosofía y Máster en Sociología. Profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Sus últimos dos libros son “Las palabras intermitentes. Progreso, nación y utopía” y “Todas las palabras y los silencios juntos. Filosofía y tragedia en Hegel”.

Recibido: 23 de octubre, 2020

Aprobado: 30 de octubre, 2020


Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LX (158), Setiembre-Diciembre 2021 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589