Guillermo Ortega Monge

Propuesta de un concepto de metafilosofía

Resumen: Este trabajo hace un repaso de las nociones de metafilosofía propuestas recientemente y, a partir de la elección de una de ellas (la metafilosofía como reflexión acerca de la filosofía), intenta ofrecer un concepto de filosofía útil para concebirla como objeto de estudio, con lo cual persigue ordenar los contenidos metafilosóficos.

Palabras clave: metafilosofía, filosofía, problemas filosóficos, axiomas, antifilosofía.

Abstract: This article studies the recent notions of metaphilosophy and, after adopting one of them (metaphilosophy as thinking about philosophy), attempts to propose a conception of philosophy as an object of study itself and intends to organize the contents of metaphilosophy.

Keywords: metaphilosophy, philosophy, philosophical issues, axioms, antiphilosophy.

A Luiger, mi amadísima esposa

Introducción

Agenciarse la distancia suficiente permite que un árbol de cientos de ramas y miles de hojas muestre una forma claramente reconocible, un contorno que bajo su sombra no se detecta, pero que a la distancia le hace contrastar con el cielo.

Lo que perseguimos es repasar la historia del concepto de metafilosofía e intentar proponer y comenzar a sistematizar uno que cumpla con su elemento esencial: tener a la filosofía misma como objeto de estudio.

I. Historia del concepto de metafilosofía

1. Como filosofía del lenguaje

En un manuscrito de 1932 (publicado en 1969 como Gramática Filosófica), Ludwig Wittgenstein fue el primero en utilizar el vocablo metafilosofía. Teniendo presente que la tarea de la filosofía es aclarar el uso de lenguaje, advirtiendo que, cuando decimos que hay reglas que rigen el lenguaje, no sometemos esas reglas, a su vez, a otras reglas acerca del lenguaje en que están formuladas y concluyendo que no hay superreglas lingüísticas que rijan sobre las reglas lingüísticas, en la Parte I (Proposición. El sentido de la proposición), segmento VI y numeral 72 (p. 115), aparece este fragmento:

I´m allowed to use the word ´rule´ without first tabulating the rules of the word. Philosophy is concerned with calculi in the same sense as it is concerned with thoughts, sentences and languages. But if it was really concerned with the concept of calculus, and thus with the concept of calculus of all calculi, there would be such a thing as metaphilosophy. (But there is not).

Según Wittgenstein, así, del mismo modo que no hay un cálculo de cálculos (es decir, reglas de cálculo que rijan sobre el cálculo mismo) y todo en materia de cálculo pertenece a un mismo nivel, no existe un nivel de reglas lingüísticas que gobierne la formulación de reglas lingüísticas, no hay distintos niveles de reglas sino uno solo, no hay principios de principios, no hay una filosofía de la filosofía, no hay una metafilosofía. Paul Horwich (2013, p. vii) atribuye, sin embargo, una postura metafilosófica a Wittgenstein a partir de sus prescripciones acerca de la función del filosofar, cual es eliminar los problemas filosóficos desanudando los enredos lingüísticos que los han creado. Francisco Naishtat (2012, p. 216), asimilando la metafilosofía con filosofía del lenguaje, repasa los distintos giros filosóficos que han aparecido dentro del giro lingüístico.

2. Como estudio biográfico

En la obra de José Gaos llamada Filosofía de la filosofía (2008, p. 197), el autor (estableciendo una contraposición entre esencialismo y existencialismo) se refiere a la búsqueda de las circunstancias biográficas de los filósofos, la presencia de las motivaciones íntimas en sus planteamientos filosóficos particulares. Antonio Zirión Quijano en Un momento de la filosofía de la filosofía en Iberoamérica: en torno de José Gaos (2012, p. 140) hace un recuento del enfoque de Gaos y del de algunos de sus discípulos, centrado en esa búsqueda de los aspectos personales que determinan en los filósofos la adopción de una filosofía particular.

3. Como crítica de teorías filosóficas particulares

Interpretar y juzgar teorías filosóficas es un ejercicio esencial en la filosofía; sin embargo, existe la tendencia a llamar metafilosofía a esa labor crítica. Por ejemplo, Roberto J. Walton, en El alcance y los modos de la fenomenología. Un enfoque metafilosófico (2012, p. 110) entiende metafilosófico lo que llama “fenomenología de la fenomenología” en el pensamiento de Husserl. También Francisco José Martínez, en La metafilosofía en tanto que superación de la Filosofía en la obra de Marx, Heidegger y Ortega (2012, p. 423) presenta como asuntos metafilosóficos lo que Marx, Heidegger y Ortega y Gasset conciben como el propósito de la filosofía.

4. Como filosofía de la filosofía

Morris Lazerowitz publicó en 1964 una obra llamada Studies in metaphilosphy en que, tratando temas como método, estructura y psicoanálisis, a pesar de lo anunciado en el título de la obra, no se encuentra una definición de metafilosofía ni un planteamiento acerca de los contenidos de esta. Es en una revista de nombre Metaphilosophy (volumen 1) publicada en 1970 que aparece una breve nota de Lazerowitz quien, reclamando haber creado el concepto en 1940, lo entiende como una investigación acerca de la naturaleza de las teorías filosóficas (Gakis, ٢٠١٢, p. ١٢), pero no ofrece detalles acerca de su postura.

Richard Raatzsch, en Filosofía de la filosofía (2000), aporta dos ideas muy valiosas para identificar y comprender la perspectiva metafilosófica: la filosofía de la filosofía como disciplina filosófica que estudia, a la vez, a la filosofía misma (p. 17), y la posibilidad de encontrar patrones comunes a todas las teorías filosóficas a pesar de su desemejanza (p. 21). Pero, al igual que Lazerowitz, Raatzsch no hace explícitos sus planteamientos y se limita a anunciar la metafilosofía como una especie de proyecto a realizarse.

La Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía (2012) cuenta con un volumen de nombre Filosofía de la filosofía continente de varios artículos; el de Óscar Nudler (Los problemas de la filosofía de la filosofía, p. 19) explora la utilidad de la filosofía, el valor del conocimiento que pretende, y atribuye a la metafilosofía un rasgo muy importante que habrá que profundizar: el de autorreferencia (la autorreferencialidad es importante porque, en el marco de esta primera concepción, la metafilosofía parece ser entendida como la filosofía volviendo los ojos hacia sí misma).

En el texto The Philosophy of Philosophy (2007, p. ix), Timothy Williamson rechaza el uso de la palabra metafilosofía por suponer esta ser dueña de una perspectiva que mira a la filosofía por encima de ella, y niega a la filosofía de la filosofía una naturaleza distinta de la que tiene la filosofía misma.

La obra de 2013 An Introduction to Metaphilosophy, de Soren Overgaard, Paul Gilbert y Stephen Burwood, define a la metafilosofía como la rama de la filosofía que cuestiona qué es esta, cómo debería hacerse filosofía y por qué se filosofa (p. 10).

II. Propuesta de un concepto de metafilosofía

Convengamos en lo más simple: la presencia del prefijo meta nos impone concebir una perspectiva ajena, por fuera, más allá, de la filosofía; con eso descartamos desde este momento las nociones de metafilosofía que no se posicionan fuera de la filosofía sino dentro de ella, como es el caso, entre las concepciones que hemos repasado, de la metafilosofía como filosofía del lenguaje (porque el lenguaje es un asunto filosófico por excelencia y la reflexión acerca de él no agota el contenido de la filosofía), de la metafilosofía como estudio acerca de las circunstancias biográficas de los filósofos (porque meditar acerca de la vida de los filósofos no es meditar sobre la filosofía en sí misma) y de la metafilosofía como crítica de teorías filosóficas particulares (pues contemplar filosóficamente una teoría filosófica desde fuera de esta no implica contemplar a la filosofía en su todo desde fuera). Afines a la visión de Lazerowitz, Raatzsch, Nudler, Overgaard, Gilbert, Burwood y Rescher concebimos a la metafilosofía como filosofía de la filosofía, como reflexión acerca de la filosofía. Nos hemos impuesto así, para que nuestra propuesta tenga validez, la carga de ofrecer un concepto de filosofía que, a pesar de ser esta tan compleja, tan grande y tan abstracta, nos la muestre como un objeto único y delimitado. Veamos.

1. Un concepto de filosofía

La noción de filosofía a que acudimos se funda en lo que, a la vez, representa lo más elemental y lo más general de la actividad filosófica: “philosophy isn´t anything except philosophical problems, the particular individual worries that we call ´philosophical problems´” (Wittgenstein, 2005, p. 193)

Wilhelm Windelband (1910, p. 2), desde la mirada de la historia de la filosofía, afirmó que los problemas de la filosofía se repiten a lo largo de las distintas épocas del pensamiento. Tengamos presentes, a manera de ejemplos, algunos de esos problemas: a) ¿existe el mundo exterior a la conciencia o es aquel una apariencia creada por esta?, b) ¿el mundo exterior a la conciencia es conocido por medio de la razón o por medio de los sentidos?, c) la mente está en el cerebro o es una entidad inmaterial?, d) ¿cómo distinguir el sueño de la vigilia?, e) ¿Dios, al crear el mundo, es libre o está sometido a condiciones?, f) ¿la personalidad de cada ser humano está biológicamente determinada o se construye socialmente?, g) ¿el lenguaje tiene un sustrato natural o es convencional en su todo?, h) ¿el ser humano es naturalmente bueno o naturalmente malo?, i) ¿las masas tienen acceso al poder político o es este propiedad exclusiva de la élite?, j) ¿el delincuente es el único responsable de su crimen o participa con él la sociedad?, k) ¿cómo convencer de que está en el error a un sujeto que no cree que la vida humana es inviolable?, l) ¿cuál es la mejor forma de gobierno?, m) ¿la causalidad natural es cognoscible o incognoscible?, n) ¿es cognitivamente imponible a todos el testimonio de los científicos que dicen haber visto las partículas subatómicas y las neuronas o estamos legitimados para dudar?, ñ) ¿hay libertad individual en las sociedades capitalistas?, o) ¿el fracaso práctico de las sociedades socialistas representa un fracaso de las ideas socialistas? El artículo de David Bourget y David J. Chalmers What do philosophers believe (2014) contiene una lista de treinta asuntos filosóficos sobre los que los autores encuestaron a un número de filósofos como manera de mensurar sus opiniones; el texto ejemplifica con claridad lo que entendemos como problemas filosóficos.

Los problemas filosóficos son todos los asuntos a los que los filósofos han intentado dar solución. La resolución de los problemas filosóficos es el propósito último del quehacer filosófico; la contemplación del problema no es filosóficamente un fin en sí misma; los filósofos piensan en los problemas para resolverlos. Asumir la existencia del problema negando, sin embargo, la asequibilidad de su resolución (respuesta escéptica) es una forma de resolución filosófica del problema.

Los problemas filosóficos no son enfrentados por los filósofos en una meditación íntima y silenciosa; es idiosincrásico de la filosofía argumentar para intentar demostrar y convencer. La existencia de un problema filosófico, la falta de resolución por parte de los filósofos anteriores y la pertinencia de la resolución propuesta deben ser filosóficamente argumentadas y demostradas. Demostrar es hacer evidente para los demás la existencia del problema y su resolución, hacerlas oponibles.

Con estos elementos a la mano, propongamos, pues, un concepto de filosofía: la filosofía es la actividad de creación, identificación y propuesta de resolución de problemas filosóficos con el propósito de demostrar, a través de una argumentación, que la propuesta particular resuelve el problema de manera que este no aparezca más como pendiente en la historia. De forma más simple: la filosofía es la labor de crear problemas para luego intentar resolverlos (desaparecerlos), ambas cosas, por medio de un discurso.

2. Entonces, un concepto de metafilosofía

La metafilosofía es la actividad de reflexión acerca de la filosofía; necesariamente es contemplación externa a la filosofía y la viabilidad de su planteamiento depende de que sea posible señalar a la filosofía misma como un objeto de estudio. La constatación histórica de la aparición y reaparición de los problemas filosóficos y de los reiterados intentos de solución nos ofrece una certeza externa a la filosofía acerca del contenido de esta, un punto desde el que sostener con seguridad que la filosofía, por escurridizo y complejo que sea su funcionamiento interno, es, vista desde fuera, como hecho histórico, como actividad humana, un objeto de estudio pleno (es decir, objetivo y susceptible de ser señalado).

Hemos rechazado, así, las concepciones de metafilosofía que la convierten en un problema filosófico, pues eso anula su contenido, y, al concebir metafilosóficamente la filosofía como actividad de resolución de los problemas filosóficos, hemos respetado la necesaria ajenidad de la metafilosofía respecto de la filosofía.

En este punto es necesario aclarar que hemos identificado el concepto de metafilosofía con el de filosofía de la filosofía de Lazerowitz, Raatzsch, Nudler, Overgaard, Gilbert, Burwood y Rescher solamente porque, en tanto que pretende contemplar a la filosofía misma como objeto de estudio, nos ha parecido más acertado que las restantes nociones de metafilosofía que hemos repasado, y que, no obstante esa sola semejanza, no es válido continuar haciendo sinónimas a la metafilosofía y a la filosofía de la filosofía pues, estrictamente, la metafilosofía no es filosófica de ninguna manera ni contiene nada de los asuntos y de los modos filosóficos. Sustancialmente, la metafilosofía no es filosofía (ni siquiera filosofía de la filosofía) porque sus materias son distintas: la primera se ocupa de la filosofía y de todo lo que le concierne, y la segunda se ocupa de los problemas filosóficos.

Vista a distancia, la filosofía exhibe un contenido que, por sí mismo, le dibuja un contorno objetivamente identificable, al tiempo que muestra lo que queda por fuera de ese contorno. El contenido propiamente filosófico son los problemas filosóficos y sus proyectos de resolución, pero la mirada metafilosófica permite contemplar que, por fuera de sus límites, hay axiomas que constituyen las condiciones de posibilidad de los problemas filosóficos (lo prefilosófico), hay negaciones de las condiciones de posibilidad de los problemas filosóficos (lo no filosófico), hay conclusiones derivadas de los problemas filosóficos (lo postfilosófico), hay actitudes idealistas en la filosofía (lo profilosófico) y hay actitudes antiidealistas en la filosofía (lo antifilosófico). Entonces, la metafilosofía es la actividad de contemplación de estos aspectos: a) la filosofía en sí misma: los problemas filosóficos y sus proyectos de resolución, b) lo prefilosófico: los axiomas que dan significado a la filosofía, c) lo profilosófico: la actitud idealista de los filósofos, d) lo no filosófico: la negación de los axiomas filosóficos, e) lo postfilosófico: las conclusiones filosóficas, y f) lo antifilosófico: la actitud opuesta al idealismo de los filósofos.

2.1. Lo prefilosófico

Los axiomas posibilitan la existencia de los problemas filosóficos y de las resoluciones filosóficas, dan significado a los problemas y a las resoluciones. Se trata de suposiciones conceptuales, de supuestos colocados en la raíz de todos los problemas filosóficos a los que irrigan sentido. Los axiomas funcionan como una base común para todos los problemas y para todas las propuestas de resolución, como un acuerdo previo al que acudir como fuente de significado y como eximente de iniciar de cero con cada problema y con cada proyecto de resolución. En la actividad filosófica, declaradamente radical y declaradamente crítica de la totalidad del conocimiento, no cabe poner todo en duda: suprimir los axiomas vaciaría de significado todos los problemas y todas las propuestas de resolución.

La filosofía no es consciente de sus axiomas porque lo que le compete (el trabajo filosófico, la reflexión sobre los problemas filosóficos) empieza después de ellos, después de asumirlos; la filosofía no es capaz de percibir los axiomas porque se encuentran detrás de ella. Solo metafilosóficamente es posible notar la existencia de esos axiomas y su función.

La tradición filosófica se jacta de abarcar y asumir toda duda y todo cuestionamiento, pero eso es falso cuando existen axiomas cuya negación es filosóficamente imposible. Las dudas son admitidas mientras asuman los principios filosóficos. El escepticismo es filosóficamente viable en tanto no sea absoluto (es decir, en tanto asuma cuando menos un axioma).

2.2. Lo profilosófico

Hay una actitud de moralización de los axiomas de la filosofía, una actitud profilosófica, la presencia de un estado de ánimo favorable a las aceptación dogmática de los axiomas filosóficos.

Todas las profesiones tienen un código de ética cuyas reglas funcionan como ideales de conducta a que debe ajustarse el ejercicio profesional. ¿Hay en la filosofía como quehacer, como profesión, algo semejante? Todas las deontologías profesionales están compuestas por reglas que tienen sentido dentro de los límites de los actos propios de la profesión; pero, dado que en la filosofía el quehacer es entendido por los filósofos como una reflexión radical y total, puede parecernos erróneamente que nada preconstituye esa reflexión, que nada la rige y que los asuntos de la ética misma figuran dentro de su ámbito. No obstante, del mismo modo en que metafilosóficamente nos parece clara la presencia de axiomas que nutren de significado a los problemas filosóficos, ha de presentársenos evidente que los filósofos acometen sus labores de comprender los problemas e intentar dirimirlos con una actitud particular, que no los motiva únicamente un desapasionado afán cognitivo, que los filósofos aprendices son instruidos (de forma tácita, claro) en poses, gestos, tonos de voz y, por encima de todo, en actitudes, en intenciones, en posturas morales, en maneras de disponer el ánimo delante de los problemas filosóficos.

No se trata de saber de filosofía más que los demás filósofos ni se trata de ser más apto, más profundo ni más inteligente. No se trata de entender mejor los problemas ni de dar mejores propuestas de resolución a los problemas; el tema profilosófico nada tiene que ver con lo cognitivo. Se trata de observar que la actividad filosófica de obtención del conocimiento (actividad declaradamente racional, lógica, discursiva, inteligible, desapasionada) es y debe ser ejercitada, por un mandato establecido a lo largo de la historia, con una intención (intención no racional, no lógica, no discursiva, ininteligible y fuertemente apasionada) de creer. En general, la postura profilosófica comporta las actitudes de creer que los problemas filosóficos son verdaderos problemas (es decir, que no son invenciones de los filósofos, que no son creaciones del mismo juego filosófico sino que preceden a la filosofía y que esta nació como única actividad capaz de darles solución) y de creer que las resoluciones de los problemas filosóficos son posibles (es decir, que los problemas filosóficos son susceptibles de resolución, que los asuntos filosóficos no han nacido condenados a la irresolución).

Por causa de la actitud idealista que subyace al declarado discurso de fría crítica radical y total, la asociación conocimiento-virtud gobierna la filosofía. Desde ahí, filosofar es un acto híbrido entre conocimiento y actitud, entre saber y activismo. Desde ahí, el discurso de búsqueda de la luz, de la victoria sobre las sombras de la ignorancia, de hallar la libertad en el saber, del advenimiento de un nuevo mundo, de una nueva era, de un nuevo régimen, de una nueva ley, del acoso del mundo, de que el enemigo es el mundo, de la victoria moral, del filósofo héroe, del filósofo mártir. Muchas veces, la opinión favorable respecto de un filósofo, de teorías filosóficas, de una propuesta de resolución a un problema, no se debe a su mayor profundidad filosófica, a sus mejores argumentación y demostración ni a su capacidad de resolver problemas filosóficos, sino al apoyo que presta a ciertos ideales. Propendemos a relevar de exigencias a quien nos da razones en favor de aquellas ideas de las que, de todos modos, ya estamos convencidos, y a llenar de exigencias y de obstáculos el camino de las ideas a las que estamos opuestos.

¿Un filósofo es quien comprende el mundo y sabe explicarlo o es quien pregona ideales? Hoy día no se sabe si la filosofía trata de conocer el mundo, de suponer transformar el mundo, de decir suponer transformar el mundo o, peor aún, de renunciar al conocimiento sobre el mundo y huir y refugiarse en un ideal. Creer que la declarada actividad de conocer la realidad y la actividad de negar la realidad y afirmar el ideal son conciliables y no contradictorias es actitud típicamente profilosófica.

2.3. Lo no filosófico

Es la negación de las condiciones de posibilidad de la filosofía.

Francois Laruelle dio a conocer un planteamiento al que denominó no filosofía, pero esta no consiste en una postura metafilosófica sino en una filosófica: no contempla los problemas filosóficos desde fuera, sino que, inmersa en ellos, procura resolverlos mediante la superación de la estructura dual a que, según Laruelle, la tradición los ha sometido desde el inicio de la filosofía (A Summary of Non-Philosophy, p. 139).

La no filosofía no debe ser conceptuada como una manera distinta de hacer filosofía ni como una ruptura con las maneras tradicionales de hacer filosofía. La no filosofía es una negación total, la negación de la filosofía como un todo, y no la negación de aspectos particulares de la filosofía (es decir, no representa la negación de alguno o algunos problemas filosóficos ni de alguno o algunos proyectos de resolución). La negación de la filosofía como un todo es la negación de su viabilidad, de su posibilidad, y, puesto que las condiciones de posibilidad de la filosofía son los axiomas, la no filosofía es, entonces, la negación de los axiomas filosóficos.

2.4. Lo postfilosófico

Es la reflexión acerca de las conclusiones filosóficas. La postfilosofía es la meditación metafilosófica acerca de lo resultante de los problemas filosóficos y de las resoluciones a esos problemas. Por eso, la reflexión de esta naturaleza se posiciona tras la realización del quehacer filosófico de identificar e intentar resolver problemas. Ese posicionamiento tras lo filosófico tiene significado de temporalidad y de causalidad: así como los problemas filosóficos y las resoluciones filosóficas vienen con posterioridad a los axiomas y toman como fundamento los axiomas, las reflexiones postfilosóficas ocurren luego de la aparición de los problemas filosóficos y las resoluciones filosóficas, y tienen por objeto de estudio esos problemas filosóficos y esas propuestas de resolución.

Los axiomas o principios filosóficos se ubican fuera de la filosofía; las conclusiones filosóficas también. Lo que sucede es que es necesario expresarlo de esta manera porque decir conclusiones postfilosóficas sería redundante como lo sería decir axiomas prefilosóficos. Las conclusiones filosóficas son todo lo que se puede observar, no de los problemas filosóficos ni de las resoluciones filosóficas específicos en sí mismos y en sus propios términos, sino de la generalidad de la realización de las actividades filosóficas de identificar y resolver problemas filosóficos. Por hallarse por fuera de la filosofía, tanto los contenidos de la perspectiva prefilosófica (los axiomas) y los contenidos de la perspectiva postfilosófica (las conclusiones), no deben ser concebidos como problemas filosóficos ni pueden ser pronunciados haciendo uso del lenguaje propio de los contenidos de la actividad filosófica (los problemas y las resoluciones). Tanto en el caso prefilosófico como en el caso postfilosófico, la manera de expresión apropiada consiste en señalar, y en ese señalar puro y simple se agota.

La afirmación de Windelband (1910, p.2) sobre la tendencia a la reiteración de los problemas filosóficos a lo largo de la historia, nos da pie para pronunciar una conclusión filosófica auténtica: que los problemas filosóficos son siempre los mismos y se reiteran a lo largo de la historia. Es un propósito primordial de este trabajo proponer algunas conclusiones filosóficas más.

Los filósofos abordan los problemas filosóficos, no como un mero entretenimiento, no como una obra de arte, sino con la pretensión (sea eso posible o no) de resolverlos definitivamente, de demostrar argumentativamente, racionalmente, discursivamente, lógicamente, etcétera (es decir, filosóficamente), la resolución que proponen y de imponer su resolución de manera que el problema sea superado y no vuelva a aparecer como pendiente. Delante de la constatación de la presencia y reiteración históricas de los problemas filosóficos afirmada por Windelband y teniendo presente las exigencias y pretensiones filosóficas de demostración y de certeza, podemos pronunciar conclusiones como las siguientes:

a. Los problemas filosóficos y las resoluciones de los problemas filosóficos solamente tienen sentido dentro de la filosofía. Los problemas filosóficos y los proyectos de resolución filosóficos están encapsulados en el juego filosófico y no tienen sentido fuera de él. Los filósofos creen que los problemas filosóficos preexisten a la actividad intelectual de comprenderlos y resolverlos, que la filosofía no ha creado los problemas sino que se ha encontrado con ellos, que nada queda por fuera de los alcances de la mirada filosófica, que le compete la totalidad. Pero la comprensión metafilosófica nos lleva a concluir que los problemas filosóficos son creaciones de los filósofos, que la resolución de los problemas filosóficos es una quimera también, que hasta las más elementales ideas filosóficas están precedidas por la asunción irreflexiva de axiomas y por la aceptación de posiciones de naturaleza moral, y que la perspectiva filosófica no es total y tiene límites.

b. Que ningún problema filosófico ha sido resuelto en firme. Esto traslada la carga de probar a quien opine lo contrario: que se demuestre que uno solo de los problemas filosóficos ha sido resuelto en firme será suficiente para invalidar esta conclusión; mientras tanto, que el abundante y creciente número de proyectos de resolución sirva para asentar la irresolución de los asuntos filosóficos. Incluso delante de los proyectos de resolución que han gozado en el pasado y que gocen hoy de mayor consenso, nunca ha habido unanimidad y siempre habrá disensión por mínima que sea.

c. Una conclusión metafilosófica más (tal vez, la más importante): los problemas filosóficos existen por una causa. Por más que los asumamos creados (no dados) y por más que los sentenciemos irresolubles, son y son tenidos por dados y solventables, porque hubo y hay causas para que sean y para que sean tenidos por dados y resolubles. La estrategia de Wittgenstein en el Tractatus y adoptada luego por el positivismo lógico consistente en reducir los problemas metafísicos a enredos lingüísticos (proposición 6.53), puede parecer suficiente, pero, como el propio Wittgenstein reconoce, resulta insatisfactoria, y es así porque, aunque pueda concebirse capaz de resolver todos los problemas filosóficos, no resuelve el más importante problema metafilosófico: la causa por la que han nacido los problemas filosóficos y por la que se ha buscado y se sigue buscando su solución. El problema metafilosófico del origen de esos problemas y del ansia simultáneamente íntimo y colectivo de resolución continúa inexplorado, pleno de sentido e insatisfecho. La reflexión acerca del significado de la invención de problemas filosóficos y de la creencia en la posibilidad de su resolución es el más grande asunto metafilosófico; el por qué de la aparición de la filosofía no se contesta filosóficamente.

2.5. Lo antifilosófico

Es antifilosófica la actitud de oposición a la actitud profilosófica.

Es común que se atribuya al término antifilosofía un contenido filosófico en lugar de uno metafilosófico por el que se tiende a llamar antifilosófica a toda postura filosófica que plantee oposición a otra de igual naturaleza. En Radical antiphilosophy (2008, p. 159), Bruno Bosteels presenta una noción muy amplia que podría ser resumida como la oposición a la filosofía vigente en un momento determinado; por ir, a su modo, contra corriente, según Bosteels, antifilósofos son Nietzsche, Wittgenstein, Lacan, Rorty y Badiou. De forma muy parecida a la de Bosteels, Boris Groys (2012) dice que son antifilósofos quienes, como Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger y Derrida, rompen con el modelo tradicional de hacer filosofía (p. xiii). Estaremos de acuerdo en que toda nueva teoría filosófica exige una pose crítica respecto de teorías anteriores, pero, si para definir antifilosofía seguimos concepciones como las de Bosteels y Groys, terminaremos llamando antifilósofos a todos los filósofos.

Alain Badiou entiende antifilósofos a Nietzsche y a Wittgenstein por contradecir la racionalidad tradicional uno (p. 26) y el uso argumentativo del lenguaje otro (p. 143). Esto hay que tomarlo en serio porque resulta sumamente valioso para sustentar que el real contenido de la postura antifilosófica es la oposición a la moral filosófica.

Charles M. Djordjevic, en el artículo What is antiphilosophy de 2019, sustenta que la antifilosofía es la negación de que las ideas filosóficas posean contenido cognitivo alimentada por una intención opuesta a la que inspira la búsqueda del conocimiento (p. 17). En esa intención de que habla Djordjevic se lee la presencia de un sustrato moral que en el antifilósofo es radicalmente contrario a la vocación moral del filósofo (p. 27). Entre todas las nociones de antifilosofía, elegimos la de Djordjevic (a pesar de no encontrarse plenamente desarrollada en su planteamiento, sino apenas insinuada) porque es la única verdaderamente metafilosófica por cuanto se posiciona fuera del juego filosófico y encierra el rechazo del mandato actitudinal que aquel impone.

Así, entendemos la antifilosofía como la actitud de rechazo de los ideales filosóficos. La oposición ejercida no es un acto cognitivo, argumentativo, racional, lógico, demostrativo, lingüístico, etcétera, sino una intención, un estado de ánimo. En general, porque hacerlo entraña una actitud opuesta a los ideales filosóficos, es antifilosófico afirmar que los problemas filosóficos no son verdaderos problemas (es decir, problemas cuya resolución esté pendiente) y que estos nacieron como parte de un juego que consiste en la creación de problemas aparentes y no en su resolución efectiva. Se trata de la tenencia de un ánimo que rechaza creer en el proyecto filosófico de obtención del conocimiento mediante la resolución de problemas. A esta actitud, como a toda actitud, no vale exigir una argumentación típicamente filosófica ni vale objetar a ella con un interminable discurso; la única respuesta coherente de parte de los filósofos a la postura antifilosófica es la indignación, la censura, y estas confirman, a su vez, la naturaleza moral, actitudinal, del asunto.

III. Conclusiones

1. La filosofía se parece a un árbol de cientos de ramas y miles de hojas que, visto de cerca, se muestra de una complejidad inabarcable, pero que, visto de lejos, exhibe tener una figura única y clara. ¿Que cuánta lejanía es suficiente? La necesaria; aquella que permita ver el contorno. Quien pregunte por metros más y metros menos, quien exija contabilizar las ramas y quien objete que es necesario estudiar antes la forma de cada hoja, no por no recibir respuesta dejará de ver la silueta del árbol. Y, si alguien sentado en una rama del árbol nos dice “no veo el contorno”, no tenemos manera lícita de hacer que lo vea, pero tampoco por eso dejaremos nosotros de verlo con toda claridad.

A quien niegue la existencia de un nivel metafilosófíco de pensamiento no podremos objetar filosóficamente si no es contradiciéndonos. Tal vez solo preguntar: ¿no tiene axiomas la filosofía que dan sentido a los problemas filosóficos?, ¿no podemos extraer conclusiones a partir de los intentos de resolución?, ¿no hay actitudes tras el abordaje declaradamente frío de los problemas filosóficos?

Apoyamos la legitimidad del enfoque metafilosófico en la historia de la filosofía: en su empeño por observar problemas filosóficos y proyectos de resolución desde fuera de ellos, la historia de la filosofía representa el primer intento de contemplar a la filosofía como objeto de estudio. Sin embargo, la metafilosofía se distingue de la historia de la filosofía en dos aspectos: a) no se limita a hacer recuento de los problemas filosóficos y de las propuestas de resolución, sino que medita sobre ellos para encontrar axiomas, actitudes y conclusiones, y b) no se detiene en lo particular de alguno o algunos problemas filosóficos, sino que observa a la filosofía como unidad.

2. Todo depende, entonces, del concepto de filosofía que se adopte, sí, pero esa sola necesidad confirma por sí misma la existencia del nivel metafilosófico de pensamiento, porque la necesidad de definir a la filosofía no puede ser un problema filosófico. Definir a la filosofía es tarea exclusivamente metafilosófica.

Aquí, siguiendo a Wittgenstein, se ha definido la filosofía de manera redundante (la filosofía como resolución de problemas filosóficos) porque ella no habla sobre un mundo oponible universalmente, objetivo para todo sujeto, sino solo sobre sí misma. Los estados de cosas que ella dice contemplar en sus problemas solo tienen sentido filosóficamente. Lancemos un reto: que alguien muestre un solo problema filosófico que tenga sentido fuera de ella, que haga depender todo lo humano de sí y que mantenga paralizado el mundo en espera de su definitiva resolución; si lo hay, confesaremos sin más que todo lo que adjudicamos a la metafilosofía es filosófico a fin de cuentas.

3. A la hora de juzgar una concepción de metafilosofía y de juzgar la validez de su planteamiento es necesario tener el cuidado de evitar concebirla como si fuera un problema filosófico. La filosofía está compuesta por problemas; la metafilosofía tiene sus propios asuntos y la filosofía es uno de ellos. Ni los axiomas, ni las conclusiones, ni las actitudes profilosóficas y antifilosóficas son problemas filosóficos; sería inválido, por lo tanto, fundar una oposición a admitir el valor del enfoque metafilosófico en las exigencias declaradamente filosóficas de racionalidad, discurso y demostración. Al final, muy probablemente la resistencia de los filósofos a que la filosofía sea concebida como un objeto de estudio metafilosófico se deberá solo al afán de conservación, a un deseo de continuidad, y eso ratifica la presencia de la actitud profilosófica (y, por lo tanto, de la perspectiva metafilosófica).

4. Las propuestas de un método filosófico no son planteamientos metafilosóficos, sino problemas filosóficos relacionados con asuntos epistemológicos como percepción, conciencia, razón, certeza y error. Por depender necesariamente del tratamiento de problemas filosóficos, todo lo que tenga que ver con método es filosófico (la persistencia de desacuerdos entre los filósofos sobre cuál sea el método adecuado en filosofía lo confirma); la metafilosofía no tiene ni puede tener un método al estilo filosófico.

5. Porque así se lo han impuesto los filósofos a sí mismos, el discurso racional, lógico, argumentativo, demostrativo, etcétera, es la manera filosófica de comunicación; incluso los planteamientos opuestos a la racionalidad y a la lógica y que suponen filosofar al margen del discurso filosófico tradicional se encuentran en necesidad de articularse en el modo filosófico para ser divulgados y comprendidos. La manera metafilosófica de referirse a axiomas, conclusiones y actitudes consiste (es decir, nace y se agota) en el simple acto de señalar hacia ellos para hacerlos visibles. Aquí hemos acudido a hacer argumentos semejantes a los filosóficos porque pretendemos conversar con filósofos, pero no existe argumentación que pueda hacer demostrable y oponible el contenido de la metafilosofía; la creencia en argumentaciones, demostraciones y oponibilidades es filosófica. Para la perspectiva metafilosófica, cada uno de los problemas filosóficos y cada uno de los proyectos de resolución que propongan los filósofos carecen de interés en sus propios términos, pero la vista de su generalidad le es fundamental al punto que la primera afirmación metafilosófica pronunciada es la presencia y reiteración histórica de los problemas filosóficos (Windelband).

6. Los axiomas prefilosóficos establecen los límites entre lo que es posible en filosofía y lo que no, entre lo que tiene sentido filosófico y lo que no; los ideales filosóficos determinan lo que está permitido en filosofía y lo que no. La única herramienta que queda para quienes no creen y no aceptan esos axiomas y esos ideales es la reducción al absurdo, el abandono de la discursividad, de la lógica, de la racionalidad, porque el discurso reputado lógico, racional, demostrativo, etcétera, es creación filosófica, es patrimonio exclusivo de la filosofía.

Las voces disidentes que, dentro de la filosofía, critican el discurso de racionalidad y logicidad entrañan el deseo antifilosófico en cierne, pero tienen que tomar partido de una vez por todas: permanecer en la filosofía y aceptar sus maneras o salir de ella y ejercer un ánimo de rechazo absoluto de sus axiomas y de sus ideales. Repudiar las formas argumentativas filosóficas y, al mismo tiempo, asumir algunos de sus axiomas (como creer en el ser objetivo del mundo, como creer en la asequibilidad del conocimiento) es quedarse a medio camino y es inconsistente.

Sucede parecido con el escepticismo: mientras no sea absoluto, es arbitrario. El escepticismo es una manera de enfrentar los problemas filosóficos que niega el axioma de la asequibilidad del conocimiento, pero asume el axioma de que hay el ser. Al asumir alguno o algunos axiomas, el escéptico se sujeta a las reglas del juego filosófico y queda obligado por eso a argumentar filosóficamente las razones por las que ha aceptado un axioma y negado otro. Más grave es la arbitrariedad cuando, semejante a afirmar “esta parte de la realidad sí puede ser conocida, pero esta no” o “no es práctico ni sensato dudar de todo” se acepta y se rechaza partes de los axiomas, pues (insisto: en los términos propios del quehacer filosófico), si no hay razón para asumir un axioma y rechazar otro, menos la hay para asumir partes de un axioma y rechazar otras. Solo aprobar o repudiar la totalidad de los axiomas evita la inconsistencia.

7. Señalar los axiomas y los ideales filosóficos es postfilosófico y antifilosófico en sí mismo. Todo axioma es concebido para operar de manera imperceptible y desde el momento en que el sujeto receptor puede notarlo, su asunción se convierte en una decisión y el axioma puede ser rechazado. Hacer visible un axioma o un ideal y mostrar su función en la filosofía son actos que surgen con posterioridad y con un ánimo decididamente opuesto al de sus creadores. El asunto es semejante a cuando se dice “Dios es una creación humana”: no está explícitamente dicho en la proposición, pero tras ella se muestra la opinión de que Dios no es un ente ni es fuente de reglas morales por sí mismo.

8. La ignorancia y la indiferencia no son posturas no filosóficas ni actitudes antifilosóficas. Al sujeto que ignora los problemas filosóficos y al sujeto para el que los problemas filosóficos no representan problema alguno da igual que el conocimiento filosófico sea posible o no y da igual que se le imponga o no un ideal filosófico. La ignorancia y la indiferencia filosóficas confirman que la filosofía no colma todo lo humano y que es ella solamente un juego entre muchos, un estilo de vida entre tantos. Creer que el estilo de vida de los filósofos es mejor o más deseable es actitud profilosófica que solo tienen los filósofos.

9. Los problemas filosóficos aparecen en la forma de preguntas. Las propuestas de resolución a esos problemas aparecen en la historia como afirmaciones y negaciones. Las afirmaciones son como los sonidos y las negaciones como los silencios que, siendo contradictorios, forman una pieza musical. Vistas filosóficamente, las afirmaciones y las negaciones son incompatibles, son contradictorias, pero metafilosóficamente pueden ser observadas conjuntamente como elementos constituyentes de una composición. Las afirmaciones son como pinceladas y las negaciones como espacios en blanco, y juntas ofrecen una imagen detallada de la totalidad que el filósofo dice estar viendo.

Los sistemas filosóficos están constituidos por una combinación de afirmaciones y negaciones. Hay filósofos cuyos sistemas contienen más afirmaciones que negaciones y otros que responden a los problemas filosóficos con más negaciones que afirmaciones; pensemos en Leibniz y en Hume como ejemplos de una cosa y de la otra, respectivamente.

Entre los extremos opuestos de afirmar todo y de negar todo hay muchos puntos intermedios en que se contesta a los problemas filosóficos con más o menos afirmaciones y con más o menos negaciones. Kant, por ejemplo, negó muchas cosas (ante todo de orden epistemológico), pero afirmó muchas otras (especialmente respecto de problemas filosóficos de naturaleza ética); una manera metafilosófica de entender el eclecticismo atribuido a Kant es notar su equilibrio entre afirmaciones y negaciones.

El solipsismo es una teoría ontológica hecha de una afirmación y de negaciones todo lo restante. El escepticismo es una posición epistemológica conformada por una mayor cantidad de respuestas negativas que de respuestas afirmativas, al igual que el relativismo epistemológico y el relativismo ético niegan mucho y afirman poco.

10. La historia de la filosofía muestra que la privación de oponibilidad universal que sufren los proyectos de resolución ha sido invencible. Ningún filósofo ha conseguido convencer a todos los demás de que el mundo es como él dice que es de manera que uno solo de los problemas filosóficos sea hoy tenido universalmente como resuelto. No somos ingenuos al esperar resoluciones en firme de los problemas filosóficos y, al hacerlo, solo esperamos recibir de la filosofía lo que ella ha prometido dar; si durante milenios se ha filosofado solamente como pasatiempo, de eso sí no estábamos enterados. La enormidad de los problemas filosóficos como obstáculo para su resolución definitiva no puede ser excusa cuando es una carga que los filósofos se han impuesto a sí mismos.

Toda afirmación filosófica es posible enfrentar con una negación tan desprovista de oponibilidad universal como ella; toda negación filosófica es posible enfrentar con una afirmación tan susceptible de ser contradicha como cualquier otra.

11. Esa inoponibilidad universal es lo que funda y alimenta el escepticismo, el relativismo y el antidogmatismo, y es lo que parece concederles razón. Los tres parecen acertados porque, ya que ninguna propuesta de resolución ha logrado constituirse oponible en modo absoluto, cualquiera puede alegar su inoponibilidad, pero la causa por la que todo lo que el escepticismo, el relativismo y el antidogmatismo niegan semeja ser correctamente negable no es la oponibilidad de las negaciones escépticas, relativistas y antidogmáticas, sino la inoponibilidad de todas las afirmaciones filosóficas. Las tres posturas son contradictorias por negar y afirmar simultáneamente, y son maliciosas por esperar recibir de las afirmaciones de los demás lo que ellas no dan en sus negaciones: oponibilidad.

Por estar construida sobre la asunción de axiomas e ideales, la filosofía es dogmática o no es.

12. Puede suceder que se nos objete de esta manera: “ya que, según usted, no es metafilosófico argumentar y demostrar como argumentan y demuestran los filósofos, ¿debemos aceptar su concepto de metafilosofía y todo lo que contiene solo porque usted lo dice? Responderíamos con una afirmación postfilosófica y antifilosófica más: todo en filosofía se acepta o se rechaza solamente según quién lo dice. Si la pretensión es resolver problemas filosóficos y alcanzar el conocimiento, si el propósito del juego es la certeza, lo mismo da un complejo y monumental tratado de metafísica que el más breve y obtuso ladrido cínico, porque nadie ha conseguido hacer oponibles los proyectos de resolución y nadie ha conseguido clausurar por resuelto uno solo de los problemas filosóficos. Los filósofos trabajan (algunos dedican la vida entera y consiguen levantar edificios conceptuales que nos maravillan por su coherencia), pero no para concebir teorías que se coronen poseedoras de la verdad, sino para obtener una credibilidad suficiente para que sus planteamientos sean tomados en serio por la comunidad, aunque no resuelvan asunto alguno. A la hora de juzgar el valor de las afirmaciones filosóficas, importa más que su aptitud para resolver el problema el modo en que están tejidos sus argumentos, y eso corrobora que la filosofía es una actividad que cree ver el mundo en su todo, pero permanece encerrada en sí misma y solo encerrada en sí misma tiene sentido.

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Guillermo Ortega Monge (guillermo.ortega@ucr.ac.cr) es estudiante de filosofía en la Universidad de Costa Rica.

Recibido: 23 de agosto, 2022.
Aprobado: 28 de septiembre, 2022.


Revista Filosofía Universidad de Costa Rica, LXII (162), Enero - Abril 2023 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589