Norman José Solórzano Alfaro
Provocaciones para una nueva epistemología. Conversaciones con Franz Hinkelammert
Resumen: En estas reflexiones se hace un sentido homenaje al maestro y amigo Franz Hinkelammert, a la vez que se propone la pertinencia de un proyecto por realizar: reconstituir la epistemología de las ciencias empíricas, en general, y de las ciencias sociales en particular. A estos efectos, a partir de la lectura de los materiales que Hinkelammert ha compartido por más de 50 años, se hacen breves y preliminares apuntes sobre el papel del sujeto y la reflexión trascendental en la constitución de las ciencias empíricas.
Palabras clave: sujeto, reflexión trascendental, epistemología, ciencias empíricas.
Abstract: In these reflections, a heartfelt tribute is paid to the teacher and friend Franz Hinkelammert, while proposing the relevance of a project to be carried out: reconstitute the epistemology of the empirical sciences, in general, and of the social sciences in particular. For these purposes, from the reading of the materials that Hinkelammert has shared for more than 50 years, brief and preliminary notes are made on the role of the subject and transcendental reflection in the constitution of the empirical sciences.
Keywords: subject, transcendental reflection, epistemology, empirical sciences.
Introducción
Agradezco al amigo Carlos Aguilar, responsable de este dossier en homenaje a Franz Hinkelammert, por haberme considerado para participar en tan noble iniciativa. Es mucha la deuda intelectual y vivencial que tengo con Franz como para dejar pasar esta oportunidad. Por eso, además de hacer un rendido homenaje al amigo y maestro, luego intentaré mostrar, apenas provocativamente, algunas pistas para un proyecto por realizar: reconstituir la epistemología de las ciencias empíricas, en general, y de las ciencias sociales, en especial, toda vez que todavía considero que la epistemología puede desempeñar un papel clarificador sobre las posibilidades y límites del conocimiento científico, así como una herramienta para los procesos de liberación, cuando no cede como mero artilugio de constricción del pensamiento y sacralización del estatus quo. En esa línea, propongo dos primeras reflexiones, entre muchas otras, sobre aspectos que me parecen centrales: sobre el sujeto y la reflexión trascendental. A estas cuestiones Hinkelammert les ha dado una nueva luz y considero que están en la base de cualquier intento de reconstitución de una epistemología que se pretenda emancipadora.
Homenaje
“Honrar honra”, imperativo martiano que nos lo recordaba Raúl Fornet-Betancourt en el inicio de un reciente ciclo de homenaje (febrero-junio, 2022) al amigo y maestro Franz Hinkelammert, organizado por el Programa de Maestría y Doctorado en Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).
Por eso, rindo mi sentido homenaje a una persona cálida, cercana, solidaria, de gran humanidad y sabiduría, que con su escucha atenta nos ha orientado y alimentado intelectualmente desde hace décadas. Muchas serían las anécdotas vividas junto con Franz Hinkelammert, que me han ido moldeando, pero ahora solo quiero resaltar ese carácter profundo, certero y lúcido con el cual él suele mostrarnos las grandes “claves” de lectura y comprensión de nuestro modo social y civilizacional, como también lo resaltara en aquella ocasión el amigo Fornet-Betancourt.
Una muestra de la grandeza de Franz es que él no ha pretendido construir un sistema de pensamiento completo, cerrado, que pretenda abarcarlo todo. Su pensamiento es una apuesta arriesgada y libre, que hurga en los lugares invisibilizados, ocultados por discursos, narrativas y ortodoxias de distinto tipo, incluso, en ciertos casos, de algunas que se reputan como “críticas”.
Así, con él hemos aprendido a ver lo “evidente transparentado”, es decir, aquello que con nuevos ojos aparece detrás de lo que la costumbre, los relatos, las epistemologías normalizadas y las prácticas hegemónicas estatuyen como realidad, o, como él mismo ha dicho, aparece “la visibilidad de lo invisible y la invisibilidad de lo visible” (Hinkelammert, 1977; Stein, 2012).
Su pensamiento está pleno de sugerencias, de rutas alternas, de intuiciones, de propuestas por desplegar. Franz Hinkelammert no se impone como “gurú” con una verdad única, sino que actúa y se propone como un interlocutor que acoge y despliega el gusto por la conversación, para ir siempre más allá, más profundo, más sólido y, a la vez, más liviano, por tanto, más real.
Muchas veces lo hemos visto “agarrar” una idea y seguirla incesantemente, colocándola en distintos lugares, cada vez diciendo algo más, abriendo más aristas, conforme las va compartiendo. Por eso, en sus escritos algunos verán reiteraciones, pero sobre todo se trata de esta dinámica permanente de conversar con sus amigos y amigas y, de esta forma, alcanzar cada vez más lucidez. Mas no se trata de un juego erudito, mucho menos del juego por el juego, que cae en la banalidad del casino, sino que es su apuesta movida por la pasión, la indignación, el amor. Al punto que de él se podría decir, parafraseando lo que se decía de Sartre, que a veces Franz no sabe, o ni siquiera le interesa, que él es Hinkelammert, el autor y referente, pues a él solo lo mueve su amor a las ideas, su amor a compartirlas, su amor por la vida, su amor por las gentes.
Así, como señalan Pablo Richard y Raúl Vidales en el prólogo a Las armas ideológicas de la muerte:
Creemos que este libro tendrá un efecto a largo plazo. No es un escrito coyuntural o de actualidad limitada. Es un libro con el cual tendremos que trabajar durante muchos años no sólo para comentarlo, sino para desarrollarlo, discutirlo y, a lo mejor, superarlo. (Hinkelammert, 1977)
Por eso, parafraseándolos, podría decir que la obra de Franz Hinkelammert tendrá un efecto a largo plazo. Los suyos no son escritos coyunturales o de actualidad limitada. Con ellos tendremos que trabajar durante muchos años, no sólo para comentarlos, sino para desarrollarlos, discutirlos y, a lo mejor, ir más allá de ellos.
Por eso, si alguna fidelidad podemos mostrarle a su persona, a su pensamiento, es decir, si queremos honrarlo, lo cual nos honra, será mantenerlo más allá de ortodoxias y catecismos y simplemente seguir conversando con él...
Dos provocaciones para una nueva epistemología
Con ese espíritu conversacional he titulado estas reflexiones, porque a lo largo de su obra de más de cincuenta años, Franz Hinkelammert ha venido desgranando pistas, sugerencias, intuiciones sobre el conocimiento, sobre la forma en que conocemos y lo que conocemos, respecto de lo cual él lanza su mirada crítica y transformadora.
Estas pistas están en todos sus escritos (libros, artículos, conferencias), a título de ejemplo podemos mencionar las que encontramos en Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia (1970), donde presenta de manera inicial el discernimiento de los tipos de factibilidad, o Las Armas ideológicas de la muerte (1977), donde despliega su crítica de los procesos de fetichización, en particular, la fetichización de las relaciones económicas, pasando por Crítica de la Razón Utópica (1984; 2002), donde va armando fuerte la cuestión de la reflexión trascendental y la ilusión trascendental, y en El sujeto y la ley (2003), donde continua su reflexión sobre la irracionalidad de lo racionalizado y la recuperación del ser humano como sujeto, o Hacia una Economía para la Vida (2007), en conjunto con Henry Mora, donde trabajan intensamente la cuestión del metabolismo biosocial o circuito natural de la vida y el proceso productivo, hasta Hacia una crítica de la razón mítica (2007), donde “ubica” gnoseológicamente lo que ha venido construyendo a través de los años en torno a la racionalidad, la irracionalidad, la utopía, el mito, etc., y que en Cuando Dios se hace hombre el ser humano hace la modernidad: crítica de la razón mítica en la historia occidental (2020; 2021) recoge, reformula y vuelve intensamente sobre la cuestión de las constitución de las ciencias empíricas y su epistemología.
Reitero, muchos son los aspectos en los que Hinkelammert arroja una nueva luz, pero ahora me concentraré en reseñar, de forma breve, sin pretensión de exhaustividad ni carácter conclusivo, dos de ellos.
1. Frente a la epistemología sin sujeto, una epistemología que visibiliza a los sujetos, su forma de constitución y autoconstitución
Las epistemologías contemporáneas al uso en gran medida son deudoras de Weber, Popper, Wittgenstein y otros, en una perspectiva que potenció el carácter lineal y mecanicista del pensamiento cartesiano, baconiano, newtoniano y laplaciano, pero han eludido la cuestión de su fundamento, que está dado por las que Hinkelammert llama, siguiendo a Kant, “reflexiones trascendentales”, las cuales veremos en el siguiente apartado; al respecto, él señala:
Las ciencias empíricas se basan en reflexiones trascendentales. La metodología de las ciencias empíricas vigente hoy – Popper, Lakatos, Bunge, la filosofía analítica- no tiene lugar para este hecho. Por eso en los tratados de metodología no aparece. La filosofía trascendental, como se deriva de Kant, tampoco descubre este hecho. Ella quiere fundamentar las ciencias empíricas trascendentalmente, pero no se preocupa de ninguna manera de las reflexiones trascendentales en el interior de estas ciencias. Como filosofía trascendental es externa a las ciencias empíricas. (Hinkelammert, 2003, p. 224)
En su lugar, estas epistemologías suponen un observador omnisciente, externo, abstracto, a priori, por tanto, desencarnado y ahistórico. Este observador omnisciente o perfecto lo encuentra Hinkelammert en autores como Laplace (se trata de “…un demonio, por tanto inmortal. Este demonio con capacidades sobrehumanos, conocería todo lo que existe y lo que puede llegar a existir en cualquier momento futuro”), en Wittgenstein (“Supongan que uno de ustedes fuera una persona omnisciente y, por consiguiente, conociera los movimientos de todos los cuerpos animados o inanimados del mundo y conociera también los estados mentales de todos los seres que han vivido”) y Max Planck (“…un observador suficientemente lúcido, pero perfectamente pasivo, podría predecir la actitud de lo observado”; Hinkelammert, s.f.-a; y más ampliamente en Hinkelammert, 2020).
Se trata de un observador que no se hace cargo de su posición (de poder) y disposición (siempre es parte de…) en el juego de conocimiento. Sin embargo, esta parcialidad siempre aparece revestida de imparcialidad, incluso de neutralidad.
En sentido contrario, Hinkelammert ha sido enfático en la posición de parcialidad que asume el sujeto real que conoce. Esa parcialidad, que se expresa en el hecho de que quien observa y conoce siempre lo hace desde un punto de mira específico, así como del hecho de que solo se puede conocer una parte del conjunto total de objetos y de experiencia, deriva de la condición limitada del sujeto; así:
si el sujeto cognoscente no estuviera limitado a la experiencia como una parcialidad, no recurriría a los conceptos universales. Estos son una muleta del sujeto cognoscente en cuanto aspira a la totalidad, si bien se encuentra limitado a un número finito parcial de casos observable. (Hinkelammert, 2002, p. 313)
Tal observador omnisciente, por tanto, se asume como aséptico, neutro, con lo cual deviene incapaz de asumir éticamente la responsabilidad por la acción desplegada, incluso la acción de conocimiento.
Excurso. Lo que quiero señalar es esa tendencia a considerar la cuestión ética como externalidad del proceso de conocimiento científico, el cual se reputa (se pretende) puro, exento de valores, aun cuando, muchas veces, de forma casi inmediata, se hace la advertencia de que no se trata de considerar que el sujeto concreto que hace ciencia no tenga valores, solo que estos le incumben en tanto ciudadano, miembro de una familia, de una iglesia o de un club social. Esto está muy presente tanto en las llamadas ciencias naturales como en las sociales; así, por ejemplo, Peter Berger señala (lo cito en extenso, porque resulta muy ilustrativo de lo que quiero indicar):
Esta concepción de la actividad sociológica se encuentra implícita en la afirmación clásica de Max Weber, una de las figuras más importantes en el desarrollo de este campo, en el sentido de que la sociología está “exenta de valores” (. …) Evidentemente la declaración de Weber no significa que el sociólogo no tenga o no deba tener valores. En todo caso, resulta casi imposible para un ser humano existir sin poseer valores algunos, aunque pueden haber enormes variaciones en los valores que podamos mantener. Normalmente, el sociólogo poseerá tantos valores como un ciudadano, un particular, el miembro de un grupo religioso o como un adepto de alguna otra asociación de personas. Pero dentro de los límites de sus actividades como sociólogo, existe únicamente un valor fundamental: el de la integridad científica. Por supuesto, incluso en este respecto, el sociólogo como ser humano tendrá que tener en cuenta sus convicciones, sus emociones y prejuicios. Pero forma parte de su disciplina intelectual el que trate de comprender y controlar estas tendencias como predisposiciones que deben ser eliminadas, hasta donde sea posible, de su trabajo. Se sobreentiende que esto no siempre es fácil, pero no es tampoco imposible. El sociólogo trata de ver lo que hay. Puede abrigar esperanzas o temores respecto a lo que pueda averiguar. Pero tratará de observarlo todo sin tomar en cuenta sus esperanzas o temores. Por tanto, este es un acto de percepción pura, tan pura como lo permiten los recursos humanamente limitados, que la sociología se esfuerza en llevar a cabo. (Berger, 2006, pp. 16-17)
En un sentido similar, Hans Kelsen sostiene la necesidad de un conocimiento puro, es decir, sin coloración valórica, del ordenamiento jurídico normativo, sin que por ello implique que el jurista, en tanto ciudadano, político, etc., es decir, en sus actividades extra científicas y políticas, pueda y deba adoptar una posición valórica determinada (Kelsen, 1992).
Con ese observador omnisciente no hay responsividad ninguna, por tanto, no hay posibilidad de diálogo, de conversación, sino que se presenta como instancia absoluta e irrebatible. Aún más, este observador omnisciente se asume como ideal de racionalidad, con lo cual la racionalidad tiene poco que decir sobre la vida de las gentes, sobre sus prácticas concretas, siempre contingentes, paradójicas e inciertas e, incluso, desplaza lo que concierne, de forma realista y vital o vivencial, a estas.
La racionalidad, desde esa perspectiva, termina siendo un artilugio formal, solo susceptible de captar relaciones (lineales y mecánicas) medio-fin. Se trata, fundamentalmente, de una racionalidad instrumental, hoy por hoy, coagulada tecnológicamente.
En la perspectiva del observador omnisciente o perfecto, este se coloca sobre la realidad, desde una ajenidad a ella, sobre la cual tiende a legislar, es decir, a determinar qué la conforma y qué queda excluido de ella (realidad empírica). En tanto se trata de un observador racional, en ello me parece ver alguna resonancia del hegeliano “todo lo racional es real y todo lo real es racional”. Sin embargo, cualquier observador, incluso la imaginación del observador omnisciente o perfecto, forma parte de la realidad y está inserto en ella. Esto nos advierte Hinkelammert, en su crítica a Popper, cuando señala:
La realidad trasciende a la experiencia y a la empiria del observador, pero como éste aspira a la totalidad de la realidad, no lo puede hacer sino recurriendo a conceptos universales (. …) Luego, la realidad trasciende a la experiencia y los conceptos universales son instrumentos de búsqueda de esta realidad trascendente. // Esta realidad trascendente es siempre la totalidad de los casos, y de la cual solamente un número limitado de ellos forma la experiencia. (Hinkelammert, 2002, p. 312)
Por otra parte, este observador omnisciente tampoco es un agente que conoce, que aprende, él es invariante, siempre idéntico a sí mismo. Aun cuando todo lo sabe (omnisciencia), no sabe que sabe, por tanto, no puede aprender.
De ahí que la racionalidad de ese observador no sea capaz de comprender fenómenos complejos, como la vida; él, como la burocracia, solo puede hablar y administrar la muerte, que es la absoluta pérdida de complejidad, el “equilibrio absoluto”. Y ¿acaso ese no ha sido el ideal de las ciencias modernas, la eliminación de la complejidad, y con ello, el desperdicio de la experiencia, como diría Boaventura de Sousa Santos (2003)?
Ante esta actitud, que podemos llamar “burocrática”, sobre el acto de conocer, que impregna de burocratismo al conocimiento obtenido, de eliminación de la complejidad, Hinkelammert reacciona y denuncia de forma lapidaria: “Es evidente, que el interés (…) es, eliminar cualquier posibilidad de imponer algún tipo de ética al ejercicio de las ciencias empíricas” (Hinkelammert, s.f.-a). Por eso, cambia la perspectiva y nos advierte: “Este observador omnisciente es solamente observador, no ser viviente que actúa” (Hinkelammert, s.f.-a).
En fin, el observador omnisciente no es un ser vivo, por tanto, se trata de una epistemología sin sujeto, al menos, sin sujeto vivo. Y solo el sujeto vivo es capaz de asumir o expresar la eticidad del acto de conocimiento.
Esto conlleva que las epistemologías que suponen este observador omnisciente o perfecto mantienen una ajenidad respecto de las cuestiones vitales, que atañen al ser humano, por lo cual resultan, como señala Hinkelammert, “incompatibles con la dignidad humana” y renuncian a su (auto) discernimiento crítico. Esto lo evidencia Hinkelammert, entre otros lugares, cuando analiza la cuestión de la idolatría desde la perspectiva de la crítica de la religión y la praxis humanista; así, señala:
Weber percibe muy realistamente estos dioses terrestres parecido y siguiendo a Marx. Pero se rinde frente a ellos. Renuncia sin cuestionamientos a un discernimiento de los dioses y se escapa por su ya conocido fatalismo de más preguntas. Deja de lado el ser humano, cuyo ser supremo es el ser humano. Lo borra en nombre de una cientificidad falsa. Defiende una cientificidad incompatible con la dignidad humana. Se compromete con una cientificidad que es incompatible con la dignidad humana. Todo lo reduce a lo privado: lo que para uno es el Dios, para otro es el diablo. Pero no se trata de valores privados, sino de un juicio sobre la propia sociedad: lo que para el capitalismo es el Dios, es el diablo en sentido de dios falso para los críticos del capitalismo. Y lo que aquí es el diablo para el capitalismo, para sus críticos es el ser supremo para el ser humano, que es el ser humano mismo. (Hinkelammert, s.f.-c)
Por el contrario, el sujeto que (realmente) conoce lo hace porque sabe que conoce, es decir, es un sujeto vivo que está consciente de sus límites y, por tanto, es capaz de avizorar la infinitud de posibilidades que se le abren. Aquél (el observador omnisciente o perfecto) derivaba hacia una única “verdad”, constrictiva, este (el sujeto vivo cognoscente-actuante) se ensucia en las condiciones concretas de vida y a partir de esto conoce, valora, emite su juicio.
Ya con la Escuela de Frankfurt habíamos empezado a ver que, en palabras de T. Adorno, “El observador imparcial está tan implicado como el participante activo” (cit. en MacKinnon, 1995, p. 187). Pero con Hinkelammert, desde su Crítica de la Razón Utópica (1984; 2002), esto se lleva a sus consecuencias más profundas, pues el sujeto que conoce, es un sujeto activo, un sujeto vivo. Como él dice:
No se trata del [ser humano] como observador, sino del [ser humano] como realizador que impregna toda ciencia empírica (. …) Así pues, en la raíz de las ciencias empíricas se encuentra el sujeto humano que se acerca a la realidad con determinados fines y la trabaja en función de estos fines (. …) [y concluye] Por tanto si se quita al [ser humano] de la ciencia empírica no hay ya más ciencia empírica. (Hinkelammert, 2002, pp. 309-310)
Ahora bien, este sujeto humano vivo, que conoce y aprende, es un sujeto necesitado, que vive la contingencia como su condición básica, a la vez que es un sujeto que reconoce, en su experiencia, sus límites: “Es la condición humana, más allá de la cual ningún proyecto humano puede aspirar de manera realista. El ser humano resulta ser un ser infinito, pero atravesado por la finitud, por tanto de la muerte” (Hinkelammert, 2007, p. 34).
Pero esos límites, que descubre y vivencia en su propio cuerpo, le hace reconocer su infinitud, pues “el lugar de la infinitud es el cuerpo, no el espíritu separado del cuerpo” (Hinkelammert, 2003, p. 427). Pero es un cuerpo subyugado, es decir, se trata del “cuerpo infinito bajo el yugo de la finitud, que es la mortalidad. El yugo no es el cuerpo, sino la mortalidad” (p. 427).
Al hacerse consciente de esta conditio humana logra trascender sus límites y humanizarse, a la vez que le abre la posibilidad de conocer, aprender y actuar de forma consciente, por tanto, libre, pues: “El criterio de la libertad no es la ley, sino está en la relación de la acción con la afirmación de la vida humana. Se adquiere la libertad al discernir la acción por este criterio” (Hinkelammert, 2003, p. 428).
Parte de la genialidad de Hinkelammert es reconocer esta conditio humana, superando cualquier esencialismo metafísico o naturalista y sin caer en los fatalismos existencialistas de considerar al ser humano como un “ser para la muerte” (Heidegger), pues en él la muerte no es finalidad (sentido de la preposición “para”), tampoco es lo propio de los seres humanos y su trama de relaciones en la que vive. La muerte (finitud, límite) atraviesa al ser humano (infinitud), y al padecerla el ser humano se ubica, da sentido de realidad a sus obras así:
Es la condición humana, más allá de la cual ningún proyecto humano puede aspirar de manera realista. El ser humano resulta ser un ser infinito, pero atravesado por la finitud, por tanto de la muerte. La perfección deja de ser la realización perfecta de una meta total, sino se transforma en una realización de relaciones humanas humanizadas en el interior de los límites de posibilidad dadas por la condición humana. (Hinkelammert, 2007, p. 34)
Esta idea de la infinitud atravesada por la finitud para indicar la conditio humana aparece en diversos lugares de la producción de Hinkelammert, y lo más relevante para nuestro análisis actual es que la pone en vinculación estrecha con la posibilidad de constituir el campo de conocimiento científico, así, por ejemplo, dice:
No conocemos a priori nuestros límites. El ser humano es un ser infinito, atravesado por la finitud. Experimentamos nuestra finitud, pero trascendemos todas nuestras finitudes hacia la infinitud (como cuerpo y como conciencia). (…) [Nos experimentamos como seres finitos frente a un mundo sin fin. Nuestra conciencia no reconoce límites, pero sabemos que chocamos constantemente con límites.] (…) Conocemos nuestros límites a posteriori, aunque a posteriori llegamos a saber, que se trata de límites a priori, es decir, objetivamente dados con anterioridad a nuestra experiencia. Se descubren, y ninguna ciencia empírica los puede deducir (Hinkelammert, s.f.-d).
Con lo cual remarca la tesis presente en Hacia una crítica de la razón mítica (2007):
La ausencia presente de la totalidad es la limitación del ser humano, su finitud. Es la conditio humana. Pero por ausencia la totalidad está presente, lo que es la infinitud del ser humano. Decir solamente que el ser humano es finito, es falso. Es infinito atravesado por la finitud [la muerte]. La finitud significa, que la infinitud como totalidad está presente por su ausencia. // Podemos decir que somos finitos por el hecho de que concluimos esta finitud de nuestra experiencia. Pero si fuéramos solamente finitos y nada más, no podríamos saber que somos finitos. Al poder saberlo, somos infinitos atravesados por la finitud: por la ausencia presente de la infinitud. (Hinkelammert, 2007, pp. 121-122)
En fin, el sujeto que conoce y aprende es un sujeto vivo, que trasciende sus límites en su conciencia, por lo que se descubre limitado:
El ser humano trasciende el límite de la muerte al hacerse conciente [sic] de sí mismo y dejar el estado animal. (…) Frente a la muerte el ser humano no puede sino trascenderla en su conciencia. Por trascenderla, la muerte aparece no solamente como límite, sino como limitación, frente a la cual hay que comportarse. No se puede comportar frente a la muerte sino por trascenderla en la conciencia. (Teniendo conciencia como ser conciente [sic], no como acto meramente intelectual). Se trata del descubrimiento de la mortalidad. (Hinkelammert, s.f.-d)
Y en tanto limitado también es un sujeto necesitado, siempre en construcción-producción y autoproducción de sí mismo y de las condiciones que le permiten vivir, conocer, aprender.
El ser humano mismo es un ser necesitado, no un ser con necesidades [Las necesidades específicas son un resultado de la propia historia humana]. Como ser necesitado tiene que integrarse en el circuito natural de la vida y [debe] hacerlo desde su vida humana (. …) La historia humana es un proceso de especificación de las necesidades, que va unido al proceso de producción, porque se tiene que orientar por las posibilidades de producir (fuerzas productivas). (Hinkelammert, s.f.-d)
En conclusión, se trata de un sujeto actuante, práctico, consciente (es decir, que se hace consciente), y está completamente implicado en el acto-proceso de conocimiento, el cual es parte del proceso de producción (producción que se realiza en el marco de unas determinadas fuerzas productivas). Es un sujeto que sabe que conoce, que enfrenta sus finitudes (límites) y los trasciende, con lo cual se abre a la infinitud de mundos, pues: ”Solamente un ser infinito, atravesado por la finitud, puede experimentar su finitud y tener conciencia de ella” (Hinkelammert, s.f.-d).
Pasemos ahora a nuestro siguiente tema: la reflexión trascendental.
2. Reflexión trascendental como fuente de los conceptos trascendentales que fundan las ciencias empíricas
La epistemología “normal” (en términos de T. Kuhn) abstrae el proceso de conocimiento tanto de las condiciones de posibilidad (condiciones de producción material e intelectual) cuanto de la condición humana del sujeto que conoce, como lo hemos señalado atrás.
Esta epistemología de las ciencias empíricas “normales” abstraen también del origen de sus conceptos y teorías. Lo asumen como supuesto incuestionado y derivan la (pretendida) objetividad de tales conceptos y teorías de un (pretendido) carácter a posteriori; de esta forma se dice que ellos son resultado de la experiencia y han quedado validados por esta, o bien, resultan falsificados por ella, así en términos popperianos.
Es decir, desde esa perspectiva, el conocimiento científico surge a partir de la experiencia y la ciencia empírica es tal en tanto ejercicio de falsación de sus conceptos y teorías por parte de la experiencia.
Mas esto ya había sido descartado por A. Einstein, lo cual Hinkelammert nos recuerda. Así, Einstein señalaba: “A esta conclusión se ha llegado imaginando un experimento ideal que jamás podrá verificarse, ya que es imposible eliminar toda influencia externa. La experiencia idealizada dio la clave que constituyó la verdadera fundamentación de la mecánica del movimiento” (como se cita en Hinkelammert, 2020, pp. 77-78).
Pero las palabras de Einstein cayeron en el vacío, o al menos no pareciera que hayan generado una reacción en consecuencia. De ahí que la epistemología al uso lo que produce es: “La sustitución de la realidad objetiva vivida por la realidad empírica construida por medio de [ese] observador perfecto que abstrae de la ética efectivamente existente para eliminarla” (Hinkelammert, 2020, p. 67)
Este es el resultado de esa epistemología sin sujeto, la epistemología del observador omnisciente o perfecto, que es parte del bagaje epistemológico común.
En sentido contrario, Hinkelammert retoma la senda crítica que anunciara Einstein, cuando afirmaba: “Por principio es totalmente erróneo tratar de fundamentar una teoría sólo en magnitudes observables. En realidad, lo que ocurre es justo lo contrario. Es la teoría lo que decide qué podemos observar” (como se cita en Hinkelammert, 2020)
Desde esa perspectiva, Hinkelammert, en Cuando Dios se hace hombre el ser humano hace la modernidad (2020; 2021) hace sus propuestas a partir del discernimiento de que el experimento perfecto no es susceptible de realizarse. En esto vuelve a recordar a Einstein, quien afirmó: “El experimento ideal no podrá jamás realizarse, a pesar de que nos conduce a un entendimiento profundo de las experiencias reales” (como se cita en Hinkelammert, 2020, p. 78).
La claridad de que el experimento perfecto o “ideal no podrá jamás realizarse” está presente ya desde Crítica de la razón utópica (Hinkelammert 1984; 2002), y con ello la denuncia de cualquier intento de acercamiento asintótico a tal experimento perfecto como un “utopismo”, pero en sentido contrario a lo que postula Popper.
Todavía más, el mismo Marx, según lo señala Hinkelammert, incurre en una apreciación “empirista”, que presupone la derivación del conocimiento científico u “objetivo” de la experiencia, cuando en el Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política (1859) dice:
Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. (Hinkelammert, s.f.-d)
A lo que Hinkelammert contesta: “Creo, que es exactamente al revés. La humanidad se propone objetivos, que no puede alcanzar y a partir de estos descubre aquello que se puede alcanzar, a la luz de los objetivos que no puede alcanzar” (Hinkelammert, s.f.-d).
Estos “objetivos que no se pueden alcanzar” son equivalentes al “experimento ideal” de Einstein, y tanto uno como el otro no son verificables empíricamente, sino que son “imaginados”. Por eso, cuando Hinkelammert habla de este “descubrir” apunta que ello solo es viable mediante lo que llama “reflexión trascendental”, que es la capacidad-condición de “imaginar”, en sentido fuerte, “mundos imposibles”, es decir, mundos “no factibles, pero coherentes consigo mismos”, mundos que no son alcanzables desde nuestra condición limitada, pero que alumbran posibilidades de transformación de lo que sí podemos hacer y permiten establecer un juicio crítico respecto de lo que sí hacemos.
La imaginación de esos “mundos imposibles” es lo que constituye la potencia para transformar la (nuestra) realidad, a la vez que permite vislumbrar la infinitud de posibilidades en las que esta se despliega o se puede desplegar. Por eso dice Hinkelammert: “Solamente por eso la concepción de otros mundos imposibles abre posibilidades en este mundo [el cual] Se transforma en mundo cambiable” (s.f.-d).
Esta capacidad transformadora, que es potencia productiva, es factor central en el proceso de humanización. Por eso, insiste Hinkelammert:
Eso es el ser humano: un animal capaz de hacer la reflexión trascendental. Vive en ella, no podría ni vivir sin ella. Es la forma, dentro de la cual pueden aparecer los contenidos y no hay contenidos sino en el interior de esta forma (s.f.-d).
De este modo, epistemología se vincula con vida, no es mero abstraer abstractizante, sino un servicio a la vida.
Ahora bien, el pensamiento de Hinkelammert no es ingenuo, ni crea “ilusiones”, por eso advierte que los productos de esta reflexión trascendental pueden ser tanto fuerza o principio de transformación (se trata de las “experiencias idealizadas”, según Einstein, que permiten vislumbrar la infinitud de posibilidades; Hinkelammert, 2020), pero también pueden operar como factor de estabilización y control al servicio del estatus quo, cuando se “confunde lo que no se puede alcanzar con objetivos alcanzables, [con lo cual] la praxis se vuelve a alejar de los objetivos [concretos], de los cuales se trata” y, por tanto, se pretende su absolutización hasta la sacralización. Esta es la deriva del “utopismo”, que es una deriva fetichizante, por donde aparece la “ilusión trascendental” (Hinkelammert, s.f.-b), concepto del arsenal kantiano, que Hinkelammert retoma “refiriéndolo a las relaciones sociales entre los individuos en las sociedades modernas (. …) La ilusión transcendental nace cuando se cree que es posible acercarse con pasos finitos a una meta que está infinitamente lejos” (Hinkelammert, 2020, p. 34).
Un ejemplo de esta ilusión trascendental lo expone Hinkelammert cuando señala:
Como ejemplo, me gustaría citar la afirmación teóricamente incorrecta que hoy sigue dominando nuestra política según la cual el mercado de hecho tiene una tendencia automática al equilibrio, denominada por Adam Smith “mano invisible”. En nombre de esta afirmación, se reclama la no intervención en el mercado y, por tanto, el tratamiento del mercado como un automatismo. De hecho solamente a través de esta tesis puede legitimarse el capitalismo. Esta tesis es tomado hoy muchas veces tan evidente como lo fue en el tiempo de Adam Smith (. …) Pero esta tesis (…) es una afirmación puramente ideológica. Aquí se defiende una ilusión que debe llamarse ilusión trascendental. Hoy en día, experimentamos esta ilusión continuamente cuando se trata de la necesidad de intervenir en el mercado y los representantes del mercado insisten en confiar en el automatismo del mercado. Al hacerlo, están incluso, en términos extremos, poniendo en peligro la existencia de la humanidad ante la crisis climática y otras crisis ecológicas. (s.f.-b)
De este modo, Hinkelammert ubica gnoseológicamente esta reflexión trascendental. Si antes vimos rápidamente que el proceso de conocimiento está vinculado o ubicado en el marco del proceso productivo, que es parte del metabolismo socionatural o circuito natural de la vida, ahora vemos su ubicación gnoseológica en el campo mítico. Así Hinkelammert dice:
Nuestros marcos categoriales son míticos y los marcos categoriales del pensamientos del logos [de las ciencias empíricas también] aparecen en su interior. Igualmente en su interior aparecen las construcciones utópicas que ahora construyen mundos imposibles en el sentido de no disponibles (s.f.-d).
En fin, esta reflexión trascendental es la fuente de los conceptos trascendentales, lo que Einstein llama experimentos ideales o Weber tipos ideales, como lo ha señalado el mismo Hinkelammert, pero a diferencia de Weber, Hinkelammert lleva el análisis hasta sus últimas consecuencias y no se deja engañar por la “realidad empírica construida”, ni acepta que esta sustituya o desplace la “realidad objetiva”, que es la realidad de vida de los sujetos humanos vivos. Por tanto, tampoco cede a la pretensión de neutralidad, a lo Wittgenstein, para el cual, desde la perspectiva del observador omnisciente o perfecto, lo mismo vale la caída de una piedra y el asesinato del hermano/a. Para Hinkelammert:
Estos conceptos trascendentales son conceptos de lo imposible para la acción humana, en los cuales lo perfecto expresa siempre la completa perfección imaginable en toda se extremidad. (…) Estos conceptos son parte de las ciencias empíricas, pero valen por deducción y no por razones de su carácter empírico. Por tanto se encuentran fuera de cualquier proceso de falsificación (s.f.-a).
Pausa
De la misma manera que lo hemos venido haciendo, podríamos continuar armando este puzle, siguiendo cada fragmento, revisándolo, reevaluándolo, ubicándolo en nuevos lugares y con nuevas luces, tal como sugerían e invitaban a hacer Pablo Richard y Raúl Vidales.
Sin embargo, lo hecho ahora es solo un brevísimo ejercicio, una provocación, para mí mismo y para quienes estos asuntos interesen, que de seguro lo podrán hacer con mucha mayor solvencia.
En todo caso, considero que esto es parte de la invitación abierta a conversar que nos hace Franz Hinkelammert, esta es su apuesta.
Referencias
Berger, P. L. (2006). Introducción a la sociología. Limusa.
Hinkelammert, F. (1970). Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia. https://www.pensamientocritico.info/libros/libros-de-franz-hinkelammert/espanol.html?start=0
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Hinkelammert, F. (1984). Crítica de la Razón Utópica. DEI; también la versión española del (2002), Desclée de Brouwer
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Hinkelammert, F. (s.f.-b). La metafísica de las ciencias empíricas. https://www.pensamientocritico.info/articulos/articulos-de-franz-hinkelammert/espanol/486-la-metafisica-de-las-ciencias-empiricas.html
Hinkelammert, F. (s.f.-c). La primacía del ser humano en el conflicto con la idolatría: crítica de la religión, la teología profana y la praxis humanista. https://www.pensamientocritico.info/articulos/articulos-de-franz-hinkelammert/espanol/336-la-primacia-del-ser-humano-en-el-conflicto-con-la-idolatria-critica-de-la-religion-la-teologia-profana-y-la-praxis-humanista.html
Hinkelammert, F. (s.f.-d). La reflexión trascendental: el límite y como trascenderlo. Preludio para una antropología. https://www.pensamientocritico.info/articulos-1/franz-hinkelammert1/la-reflexion-trascendental-el-limite-y-como-trascenderlo-preludio-para-una-antropologia5.html
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Stein, A. (2012). La visibilidad de lo invisible. En Nueva Sociedad, 238, www.nuso.org. También en https://www.pensamientocritico.info/articulos-1/otros-autores2/la-visibilidad-de-lo-invisible.html.
Norman José Solórzano Alfaro (norman.solorzano.alfaro@una.ac.cr) Jurista e investigador social. Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la Universidad Nacional y Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7294-1182.
Revista Filosofía Universidad de Costa Rica, LXII (162), Enero - Abril 2023 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589