I. ARTÍCULOS
Elías Chavarría-Mora
Una revisión histórica y planteamiento de una definición sintética del concepto «Ideología»
Resumen: ¿Cuál es la evolución del concepto de «ideología» en el pensamiento social, y es posible desarrollar una definición que sintetice sus diferentes aspectos? En este ensayo hago una revisión de las principales conceptualizaciones de ideología, primeramente desde un enfoque de teoría social y marxismo occidental, seguido por conceptualizaciones desde sociología y ciencia política, con el objetivo de lograr construir una definición sintética aplicable al trabajo empírico, así como de cuáles son las dimensiones donde se sitúan utilizando los conceptos de valores y actitudes políticas tomados de literatura sobre cultura y psicología política para identificar una dimensión económica y otra social.
Palabras clave: Teoría política, ideología, valores
Abstract: What is the evolution of the concept «ideology» in social theory, and is it possible to develop a definition that synthetizes its different aspects? In this essay I review the main conceptualizations of ideology, first from a social theory and western Marxism angle, followed by definitions from sociology and political science, with the objective of building a synthetic definition applicable to empirical work, as well as which are the dimension in which ideologies are situated using the concepts of political values and attitudes taken from the political culture and psychology literature to identify an economic and a social dimension.
Keywords: Political theory, ideology, values.
Evolución del concepto ideología
El concepto de ideología fue originalmente desarrollado en Francia por Antoine Destutt de Tracy como una forma de «ciencia de las ideas» o una filosofía moral anti-Napoleónica, que precisamente por esta oposición pasó a ser un concepto atacado despectivamente por Bonaparte. El concepto llega más adelante a Alemania a través de pensadores tales como Fichte, Hegel y Feuerbach, este último siendo particularmente importante para el desarrollo que hará Marx del concepto (Ricoeur 2001).
Dentro del pensamiento social, uno de los principales y fundamentales avances en el uso de este concepto proviene de Marx y Engels, particularmente en La Ideología Alemana (1977) del joven Marx. En general, para el pensamiento Marxiano, las ideologías son un conjunto de ideas acerca del mundo y la sociedad que responden a intereses, aspiraciones o ideales de una clase social en un contexto social dado; guían y justifican un comportamiento práctico de los individuos acorde con esos intereses. En este sentido, son «falsa conciencia», y como tales pertenecen al plano de la superestructura y son determinadas por la base económica (Marx 1976).
La idea de falsa conciencia recibe su primera critica dentro del pensamiento Marxista occidental desde Georg Lukács, para quien la conciencia por definición no puede ser falsa, por tanto, especifica la ideología como un «discurso verdadero sobre [las cosas] en un sentido limitado, superficial, que ignora sus tendencias y conexiones más profundas» (Eagleton 2003, 205). Para él toda conciencia de clase es ideológica, pero algunas conciencias de clase tendrían un conocimiento más cercano a la totalidad de la realidad (Eagleton 2003).
Sumándose a la crítica a la concepción clásica Marxiana de la ideología, Antonio Gramsci en primera instancia, observa una relación de mutua influencia entre la estructura (fuerzas y relaciones de producción) y la superestructura, y segundo que las clases subalternas no son agentes pasivos sino seres pensantes que también generan ideología. Basado en esto, Gramsci se enfoca en un concepto alterno de hegemonía, como el compromiso que se alcanza entre las diferentes clases bajo el liderazgo de una, creando una nueva identidad que supera a la clase económica. Este es un concepto más amplio que el de ideología, pues la incluye, pero también al sistema político y a la política pública, y, precisamente por ser un compromiso, es dinámico y relacional. Esta se instala en las clases subalternas principalmente mediante tres instituciones sociales: la Iglesia, la escuela y la prensa (Gramsci 1970, 1975).
La Escuela de Fráncfort profundiza en las nociones de Gramsci, primero con su crítica a la industria de la cultura que instala la ideología de la clase dominante sobre las clases subalternas, mediante la televisión, la música popular, el cine y en otras organizaciones sociales tales como las fábricas, el ejército y la burocracia (Benhabib 2003; Eagleton 2003). También es de notar que por primera vez se muestra un origen psicológico (es decir, de valores y actitudes) de la ideología (Benhabib 2003).
Louis Althusser continua con esta veta de origen psicológico al aplicar el pensamiento del psicoanalista Jacques Lacan a considerar la ideología, y la conceptualiza como un mecanismo psicológico y como tal ha existido siempre, su función es asegurar la reproducción de las relaciones de producción y la describe mediante dos tesis: i) La ideología representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia. De esta se desprende que la ideología siempre se centra en el individuo y por tanto tiene un elemento psicológico importante. ii) La ideología tiene una existencia material. Con esto se refiere a que tiene un efecto en la realidad material, existen instituciones que reproducen la ideología en toda la población y que implican prácticas y rituales materiales. A estas instituciones, Althusser las denomina Aparatos Ideológicos del Estado y sus tipos son: el religioso, el escolar, de información, familiar, jurídico, político, sindical y cultural (Althusser 2003). Nótese que los primeros tres son descritos por Gramsci, mientras que el ultimo corresponde a la industria de la cultura de la Escuela de Fráncfort.
Nicos Poulantzas por su parte critica la visión hasta ese punto dominante de las ideologías como homogéneas, pues él las entiende, más bien, como heterogéneas y compuestas por elementos, los cuales tienen una pertenencia clasista y pueden contaminar la ideología de otra clase. Es decir, no existen ideologías puras de clase (Laclau 1986).
La línea de ideologías heterogéneas continuada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes consideran que, entre los elementos que conforman la ideología, están símbolos y valores (Eagleton 2003, 119), pero, ni aún estos elementos son específicos de una clase. Las ideologías para ellos se forman mediante redes de significancia entre los diferentes elementos ideológicos, y es la lucha política quien constituye tanto a la ideología como a los grupos sociales (Laclau 1986; Laclau y Mouffe 1987).
A una conclusión similar llega Terry Eagleton al señalar que al hablar de «ideología burguesa» en realidad se está hablando de no una sino de una pluralidad de ideologías, inclusive contrastantes entre sí. Su sugerencia es utilizar el concepto de Ludwig Wittgenstein acerca de parecidos de familia: «red de rasgos que se solapan en vez de una ‘esencia’ constante» (Eagleton 1997, 243).
Slavoj Žižek por su parte considera que la ideología es la forma en que se estructura el mundo para la comprensión del sujeto, no solo como funciona sino también que es lo que debe hacer el sujeto en él, y es entendida no como falsa sino deshonesta en sus intenciones. Basándose en los tres momentos de la religión de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Žižek propone tres momentos o niveles de ideología: la ideología en sí (la doctrina, teorías e ideas; o ideología como subjetividad), la ideología para sí (la materialización en prácticas, es decir los aparatos ideológicos de Estado o ideología como objetividad) y la ideología en y para sí (actitudes implícitas que afectan la práctica supuestamente extra-ideológica, o ideología como praxis). Retomando la idea de falsedad en intenciones, es original en Žižek su regreso al trabajo de Lacan para conceptualizar ideología no ya como una falsedad que oculta la realidad (una realidad que resulta imposible de aprehender para el sujeto), sino más bien como espectro que oculta aquello reprimido en la realidad. (Eagleton 1997; Žižek 1994, 2003, 2005).
Desde una perspectiva teórica diferente al marxismo, Karl Mannheim (1993) desarrolla su sociología del conocimiento, en la cual el concepto de ideología se refiere a cualquier conjunto de creencias sobre la realidad, sean falsas o verdaderas con el objetivo de rechazar cualquier verdad trascendental. Se busca descubrir los determinantes sociales del conocimiento, el cual es creado por grupos que responden a sus propios intereses. Propone no un relativismo sino un relacionismo, es decir, situar las ideologías dentro del sistema social que las origina y compararlas, creando síntesis para alcanzar cierto grado de objetividad. Es importante, además, mencionar que para Mannheim el elemento principal que constituye las clases sociales no es la economía sino la política, y son grupos humanos comprometidos con una lucha. En esto se diferencia de la concepción marxista, pues, incluso cuando estos reconocen una autonomía relativa de la superestructura, consideran que finalmente está determinada por la base (Guitérrez 1996; Abercrombie, Hill y Turner 2003; Eagleton 2003).
El caso particular de la sociología estadounidense tiende a una definición más simple que enfatiza la inflexibilidad de las ideologías como su característica principal, es el caso por ejemplo, de la definición de Edward Shils, «formaciones explicitas, cerradas, resistentes a innovación» (Eagleton 1997, 22). Definiciones similares se pueden encontrar en los trabajos de otros sociólogos de esa tradición, como Daniel Bell y Raymond Aron, así como el politólogo Robert E. Lane (Eagleton 1997).
En la ciencia política, el tema de análisis es introducido por Campbell, McClosky, Converse y otros (Campbell et al 1960; McClosky, Hoffman y O’Hara 1960; Converse 1964; McClosky 1964). En este campo se habla de sistemas de creencias políticas, «estructuras mentales integradas en las cuales los elementos que las componen encajan juntos de una forma lógica (…). La ideología política sirve como la goma que restringe e integra los sistemas de creencias políticas» (Converse 1960 en Kuklinski y Peyton 2007, 46), o de un «conjunto internamente consistente de proposiciones que generan demandas proscriptivas y prescriptivas sobre el comportamiento humano, y que tienen implicaciones con respecto a (…) de qué forma deben distribuirse los recursos de la sociedad y en qué lugar reside apropiadamente el poder» (Alcántara 2004, 127). También se rescata la idea de que las ideologías interpelan al individuo a unirse a estas, las preguntas sobre ideología miden «la predisposición a aceptar o resistir comunicaciones políticas» (Zaller 1992 en Kuklinski y Peyton 2007, 59).
Las definiciones desde la ciencia política norteamericana resultan estrechas. En los trabajos de Converse, por ejemplo, la medición es únicamente la auto-identificación en un continuo entre derecha e izquierda. Dado esta definición restringida del término, no es sorprendente que, el estudio clásico The Nature of Belief Systems in Mass Publics (Converse 1964) concluye que solo un 12 % de la población estadounidense pensaba en términos ideológicos. Converse jamás rechaza la existencia de valores y actitudes políticos, pero si afirma que «tienden a tener un alcance estrecho y una construcción idiosincrática» (Converse 2007, 149, traducción libre), lo que basta para que él asuma que en ese caso no existe ideologización.
Los cambios en las actitudes sobre políticas particulares de la opinión pública parecen al azar y sin ninguna lógica (Semetko 2007), y al igual que en Political Ideology: Why the Common Man Believes What he Does (Lane 1962) se encuentra que en general las actitudes políticas aparecen desordenadas y sin coherencia entre sí. Ahora bien, Converse mismo admite que utilizar preguntas cerradas es un limitante que explica porque se encuentran más valores y actitudes en el trabajo de Lane, que en el suyo.
Si bien la mayoría de estos textos son antiguos, la situación no ha cambiado mucho en la disciplina, y el grueso de los trabajos que se interesan por el concepto «ideología», se limita a estudiar una única dimensión que se mueve entre dos polos, izquierda y derecha, usualmente operacionalizando en el caso de estudios de opinión pública mediante una pregunta de auto-identificación. Una innovación relevante son las propuestas de Noel (2019), quien habla de tres dimensiones de la ideología: operacional (relativa a que políticas públicas perseguir una vez en el poder), de principios (relativa a los valores y doctrinas) y simbólica (relevante a identidad).
Otro caso de una definición más fina es presentado por Giovanni Sartori, diferenciando entre la ideología como doctrina (la idea Marxiana de falsa conciencia) y una mentalidad ideológica o «ideologismo». En la primera acepción, ideología es la parte política de un sistema de creencias, al que define más claramente que Converse como «un sistema de orientaciones simbólicas a encontrarse en cada individuo» (Sartori 1969, 400, traducción libre), cuyas creencias son un agrupamiento de ideas que son percibidas como dadas, y que funcionan como atajos cognitivos. El que sea un sistema implica que las creencias están conectadas, pero Sartori recalca que esto no significa que lo estén de una forma coherente (Sartori 1969).
Sobre la segunda acepción, es decir, la forma en que se toman esos sistemas de creencias, estos pueden ser, cerrados o abiertos a aceptar nueva información que contradice lo ya aceptado de acuerdo con la estructura cognitiva; o, fuertes o débiles en empujar a la acción, dependiendo de una dimensión emotiva. Sartori, también, ofrece tipologías de los sistemas de creencias a partir de las siguientes características: la articulación (que tan explícito y cuantos elementos tiene un sistema), el constreñimiento (la coherencia entre los elementos) y el público al que están dirigidos (Sartori 1969).
El tipo ideal de sistema de creencias ideologista es el que es cerrado y fuerte, y Sartori lo identifica con un patrón cultural racionalista. Por contraparte, el sistema de creencias pragmático sería el abierto y débil, y se identifica con un patrón cultural empirista. Sobre las características de la relación entre los elementos, el sistema de creencias del público de masas tendría menos articulación y constreñimiento, es decir sería menos sofisticado y más permeable a la influencia del sistema de creencias de la élite (más articulado y con más constreñimiento), lo cual se potenciaría si fuese ideológico y por tanto aún más abstracto (Sartori 1969).
Tanto en la definición expuesta por Sartori, como en la marxista occidental se habla de ideología como aquello que unifica «elementos» o «creencias» sobre la realidad social en una red de significancia o sistema de creencias, por lo que en la siguiente sección se expondrá sobre los elementos que conforman la ideología: los valores y actitudes políticas.
Valores y actitudes políticas como elementos de la ideología
El estudio de los valores políticos de forma empírica se comenzó a desarrollar a partir del estudio de Gabriel Almond y Sidney Verba de 1963, The Civic Culture. Si bien es cierto que ese estudio es un punto de partida para la tradición culturalista, ya se había tomado en cuenta la importancia de la cultura como un factor explicativo en las ciencias sociales desde conocidas obras como Democracia en América de Alexis de Tocqueville y La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo de Max Weber.
En este punto es necesario definir la cultura política dada su relación tanto con el concepto de ideología, así como con valores y actitudes políticas. Almond y Verba, creadores del concepto, lo definen como «orientaciones psicológicas específicamente políticas hacía objetos sociales» (Almond y Verba 1963, 12-13, traducción libre). La cultura se entiende como un atributo que pertenece a la colectividad y no a los individuos como tales.
Es importante también dejar clara la diferencia y relación entre actitudes y valores. Las actitudes son conjuntos organizados de creencias sociales compartidas por un grupo; representaciones sociales que incluyen un elemento normativo y que, al igual que las ideologías, cumplen una función de cohesión social. Las ideologías buscan interpelar a los individuos a que las acepten basados en esas actitudes, y a su vez, los valores y actitudes cumplen una función de guiar las acciones humanas, al orientar a las personas en sus juicios con respecto a objetos políticos (Almond y Verba 1963; Inglehart y Klingemann 1979; Van Dijk 1998; Halman 2007).
Por su parte, los valores tienen una base cultural más amplia y de cierta forma construyen las ideologías. Van Dijk sostiene que tienden a ser homogéneos a nivel cultural (lo cual queda en duda al revisar los diversos trabajos de Inglehart y asociados), y son la base moral de los juicios normativos que se aplican a ideologías y actitudes. Es, en esa aplicación, que los intereses grupales detrás de la ideología pueden notarse, pues cuales valores y cómo interpretarlos dependerán de esos intereses que defiende la ideología.
Los valores pueden considerarse como más abstractos, existenciales, y de alguna manera son aquello que está debajo de, y dan sentido a las actitudes (Almond y Verba 1963; Inglehart y Klingemann 1979; Van Dijk 1998; Halman 2007). Se habla de actitudes y valores políticos puesto que estos son clasificables de acuerdo con el campo o esfera que influyen, es decir, que las actitudes y valores políticos son aquellos que están relacionados con la esfera política (Rokeach 1973; Halman 2007).
En resumen, para dejar clara la relación entre valores, actitudes, y la ideología, retomando la discusión sobre una definición sintética de ideología, se recordará se ha indicado que las ideologías pertenecen al espacio psíquico (igual que valores y actitudes), y que funcionan interpelando al individuo. La eficacia de esa interpelación dependerá de los valores y actitudes del individuo, que harán que se acepte o rechace una ideología particular. A su vez las ideologías están compuestas por elementos en redes de significancia, elementos tales como las actitudes políticas.
Si bien la ideología, los valores y actitudes políticos no son sinónimo, sí son conceptos íntimamente relacionados, pues valores y actitudes determinan que ideología interpela al sujeto, y a su vez la ideología organiza la relación entre actitudes, funcionando como un atajo cognitivo que ayuda a actuar de acuerdo con valores y actitudes (Van Dijk 1998), se trata «menos de un sistema de doctrinas articuladas que de un conjunto de imágenes, símbolos y ocasionalmente conceptos que vivimos en un plano inconsciente» (Eagleton 2003, 224).
De la definición sintética de ideología, también es importante recuperar que la ideología en realidad se puede apreciar únicamente en el comportamiento de los individuos. De esta forma, en un solo individuo pueden convivir diferentes discursos sobre la realidad (ideología en sí), pero aquel que realmente estructure su comportamiento (ideología para sí e ideología en y para sí) será su verdadera ideología, y no necesariamente corresponderá con aquella en la que dice creer.
Este es uno de los principales problemas en el enfoque tradicional de ciencias políticas, medir la ideología utilizando la auto-identificación, no solo existe el problema de que un alto porcentaje de la población no tiene el conocimiento en teoría política para poder ubicarse apropiadamente en una corriente ideológica, sino que nada asegura que, de identificarse con una ideología, no lo sea de forma superflua, y que, en realidad, su accionar esté guiado por otro grupo de ideas. Si se identifican únicamente con el discurso ideológico, pero no existe una influencia sobre su comportamiento, no puede hablarse de identificación ideológica.
Si la ideología se mide solo como auto-identificarse en una escala derecha-izquierda, se asume que para que los sujetos estén ideologizados deben tener suficiente conocimiento de teoría política para entender claramente qué significa derecha e izquierda, que el sujeto sea honesto con el investigador a pesar del tabú social de identificación con ciertas corrientes y que la ideología es transparente al sujeto, que efectivamente se cree en lo que se dice. Para Sartori (1969) es claro que esa definición describiría el sistema de creencias de la élite intelectual o política, pero no el del grueso de la población, lo cual no significa que su sistema de creencias no sea ideológico.
Ideología materialista y postmaterialista
Una vez definido qué son las ideologías, así como los valores y las actitudes que interpelan y son organizados por estas, se puede pasar a hablar de los tipos de ideología. La manera tradicional de clasificación ideológica ha sido en una escala de izquierda y derecha (Castles y Mair 1984; Bobbio 1996). Los dos términos tienen su origen en el contexto de la revolución francesa, pero eventualmente evolucionaron a ser una clasificación de naturaleza económica y basada en la clase social (conflicto por los medios de producción). Para definir al eje izquierdo, se refiere a tres políticas típicas de este: reducir la desigualdad en el ingreso, más intervención estatal en la economía y nacionalización de las industrias (Flanagan e Inglehart 1987). Para Bobbio (1996), a un nivel más profundo, la tensión izquierda-derecha es una tensión entre igualdad, emancipación y progreso, por un lado, y jerarquía y tradición por otro. Dentro de las ciencias políticas, esta escala encontró mucha aceptación gracias al trabajo en 1957 de Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy (Mair 2007).
Esta clasificación en un continuo izquierda-derecha ha sido ampliamente criticada por ser simplista y por no tomar en cuenta otras dimensiones, tanto dentro de la ciencia política académica como en el campo de la política práctica. Diferentes propuestas han buscado ampliar más allá de ese simplismo, por ejemplo, el modelo triangular de Friedrich Hayek (2011) con tres vértices: socialismo, liberalismo y conservadurismo.
Un paso más allá ha sido por ejemplo lo planteado por Bobbio (1996), quien al identificar al conflicto igualdad-jerarquía como lo principal en la tradicional dimensión económica, ha propuesto como complemento una dimensión donde el conflicto es entre autoritarismo y libertad. Similar resulta la dimensión de «nueva política» de Herbert Kitschelt, también entre un polo libertario y uno autoritario (Mair 2007), así como la Brújula Política diseñada primero por David Nolan en 1971, la cual divide la ideología en dos dimensiones: una de auto-gobierno económico y otra de auto-gobierno personal (Meek 1999).
En sus diversos trabajos Inglehart introdujo el concepto de una dimensión postmaterialista de valores, en la cual las personas se mueven en dos escalas: en una, entre valores tradicionales y seculares, y, en la otra, entre valores de supervivencia y auto-expresión. Esa dimensión postmaterialista está reemplazando la tradicional de izquierda-derecha en las generaciones más jóvenes en países con alto desarrollo económico.
Algunos clivajes que dan origen a esta orientación son el de género, personas activas y no activas económicamente, la división entre países ricos y pobres y el tema migratorio. Todos estos clivajes son típicos de conflictos de las sociedades postindustriales y posmodernas (es decir, que ya fueron modernizadas) y, nacen como culminación de procesos de fundamental importancia en la modernidad: la individualización, secularización y globalización de las sociedades. Es de particular interés mencionar que esa individualización abre espacio para que cada persona desarrolle sus propios valores, actitudes e intereses, que no necesariamente encajan con los tradicionales (Knutsen 2006; Halman 2007).
La orientación postmaterialista se relaciona con más aceptación del cambio social y de personas de grupos sociales diferentes al propio, y con temas como la protección del medio ambiente, derechos de las mujeres o personas de sexualidad diversa y pacifismo. Suelen pertenecer a grupos de altos ingresos, pero en la escala tradicional de izquierda-derecha se acercan más a la izquierda.
Usando el análisis de factores, una técnica estadística para identificar grupos de preguntas similares con base en las respuestas dadas por los entrevistados se encontró con datos a nivel nacional de la World Values Survey de 1990 que las dos escalas de valores explicaban más del 70 % de variación entre los países en temas tan diversos como política, comportamiento económico y sexualidad (Inglehart 1997). Estos resultados se han mantenido en repeticiones del análisis de factores con posteriores versiones de la encuesta, las cuales incluyen datos de decenas de países.
Es importante tomar en cuenta que existe una fuerte correlación estadística en las mediciones de las dimensiones de tradicionalismo-secularismo y supervivencia-autoexpresión, medidas por Inglehart; la dimensión autonomía-integración medida por Schwartz; y la dimensión de individualismo-colectivismo, medida por Hofstede y Triandis; es más, se sugiere que el individualismo, la autonomía y los valores de auto-expresión miden de hecho lo mismo (Inglehart y Oyserman 2004). Estas diferentes mediciones apuntan finalmente a un conflicto entre el individuo y el grupo, entre si lo que priva son los deseos individuales o la necesidad grupal de supervivencia, una emancipación del individuo y sus deseos frente a la voluntad grupal que se vuelve autoritaria en su necesidad de supervivencia, lo que en la Brújula de Nolan sería el conflicto de auto-gobierno social.
Pueden entonces clasificarse los dos polos de este continuo como uno emancipatorio y otro colectivista. La emancipación se puede asociar con darle una mayor importancia a los derechos que a los deberes, una mayor preocupación por el bienestar propio y de la familia que el grupal, énfasis en la autonomía personal y tener una imagen positiva de uno mismo, y basar la identidad en los propios logros y actitudes únicas.
En cambio, en el colectivismo, lo primordial es que la pertenencia a un grupo obliga mutuamente a los individuos en pro del bienestar de este. La cohesión y supervivencia del grupo es lo más importante, la pertenencia al grupo es lo que define la identidad. Por esto, con este sistema de valores la autosatisfacción se deriva de cumplir con roles sociales. En busca de la cohesión, se espera que se ejerza restricción de las propias emociones y deseos, y la diferenciación entre el grupo y aquellos ajenos a él es muy marcada.
Anteriormente se señaló la importancia del elemento psicológico como un origen de la ideología para la Escuela de Fráncfort, el cual se repite como un punto principal en The Authoritarian Personality, que incluso define ideología como «una organización de opiniones, actitudes y valores» (Adorno et al 1950, 2). Ese texto intenta combinar el enfoque de la Escuela de Fráncfort con uno de ciencias sociales anglosajón, al trabajar con una serie de escalas que miden rasgos latentes de personalidad (Benhabib 2003; Gordon 2016).
Definiciones similares a las de The Authoritarian Personality incluyen la de Lasswell sobre personalidad democrática y la de Rokeach sobre sistemas de creencias abiertos y cerrados, que son mayoritariamente análogos. Una persona con un sistema de creencias abierto o una personalidad democrática demostraría atributos psicológicos tales como inclusividad, versatilidad, humanismo, autoestima y libertad de la ansiedad; mientras que el caso opuesto demostraría atributos como intolerancia, fatalismo, baja autoestima, percepción de amenazas y alta confianza en la autoridad. (Welzel 2007).
Posteriormente se encuentran más trabajos que buscan medir actitudes políticas, por ejemplo, las dos escalas tough-mindedness-tender-mindedness y conservadurismo-radicalismo de Hans Eysenck, que a su vez inspiraron las tres escalas egalitarismo-elitismo, radicalismo-ortodoxia y liberalismo-autoritarismo de Samuel Brittain (Meek 1999).
Se tiene también la escala denominada Orientación de Dominación Social (Social Dominance Orientation, SDO) que mide la preferencia por jerarquías dentro del sistema social y la dominación sobre otros grupos sociales, dentro y entre grupos. Más adelante se desarrolló la escala de Autoritarianismo de Derecha (Right-Wing Authoritarianism, RWA) (Altemeyer 1996; Sidanius y Pratto 1999).
Teniendo orígenes diferentes (SDO se relaciona más con el deseo de la dominación social de parte del propio grupo, mientras RWA con la idea de conformidad y cohesión) ambas escalas dan resultados muy similares con respecto a temas como prejuicio, relaciones entre grupos y actitudes políticas (Sibley, Robertson y Wilson 2006). Como podrá notarse, un alto SDO o RWA se conforma con los valores colectivistas medidos por Inglehart, Schwartz, Hofstede y Triandis, mientras que las categorías de Adorno, Lasswel, Rokeach, Eysenck y Brittain se acercan también a una contraposición entre la emancipación y el colectivismo.
La escala radicalismo-ortodoxia, sin embargo, no parece homologarse ni con una lógica económica de derecha-izquierda ni con una de emancipación-colectivismo. Existe la posibilidad de que haya más dimensiones ideológicas que estas dos: por ejemplo una de preferencia por un régimen democrático (Altman et al 2009). Meek (1999) sugiere otras como una centrada en temas de seguridad nacional y militares (que también incluiría las inclinaciones pacifistas), una división del eje económico entre producción y utilización, un eje local-nacional, así como otros que podrían considerarse incluidos en los valores postmateriales de Inglehart (religión, aborto y eutanasia, derechos de minorías y animales). Inglehart (2007) llega al punto de mencionar hasta diez dimensiones más.
Conclusión
El objetivo principal de este ensayo es utilizar la diversa literatura anteriormente tratada para crear una definición sintética del concepto de ideología, que incluya los aportes más sutiles del trabajo desde teoría política y social pero que pueda ser utilizado para el trabajo empírico de ciencias sociales. Se presenta a continuación, punto por punto, la definición sintética alcanzada al contrastar, en páginas anteriores, las diversas definiciones: la ideología es un conjunto de ideas sobre la realidad que:
i) Pertenecen al espacio psíquico individual, aunque son adquiridos en procesos de socialización. Estructuran al mundo en la mente del sujeto para su comprensión y su lugar en este. Dado esto, es imposible escapar de la ideología y tener una visión totalmente objetiva del mundo pues el individuo no puede abstraerse de sí mismo para eliminar totalmente sus ideas preconcebidas de la realidad.
ii) Funcionan interpelando al individuo, es decir lo llama hacia ella para que la acepte, basada en los valores y actitudes políticos de ese individuo.
iii) Precisamente como no puede conocerse la realidad directamente, no pueden ser falsas en el sentido de que carezcan totalmente de correspondencia con esta, sino que son engañosas o verdades a medias.
iv) Buscan defender un interés de grupo sobre cómo debe organizarse la sociedad (son ideas sobre lo social y lo político). Pueden ser tanto de un grupo dominante, como de uno subalterno en la sociedad.
v) No se adquieren de forma pasiva por los individuos, sino que estos son activos en construirlas.
vi) No son un todo homogéneo que encaja lógicamente, sino que están compuestas por elementos en redes de significancia que se forman en la práctica política, es decir, la práctica que se relaciona con la distribución de recursos en la sociedad.
vii) Guían y justifican el accionar de los individuos, es decir, que deben manifestarse en la práctica.
Además, se desmienten algunas características que tradicionalmente se han dado a la ideología, a saber:
viii) La relación con los medios de producción o clase económica no determina completamente la ideología, ni a nivel individual ni al de agregado social, aunque claramente, sí la influye.
ix) La ideología no es solo la doctrina por sí sola.
x) No cualquier idea es ideológica: debe de tratarse de cómo se organiza el poder en la sociedad.
xi) La ideología no es fundamentalmente rígida: todo lo contrario, para poder funcionar eficientemente debe ser maleable para ocultar y desviar la atención de las situaciones del mundo que no logre explicar.
En el cuadro 1 se indica, para cada uno de los puntos de la definición sintética de la ideología, cuales aportes teóricos, se utilizaron para crearlos:
Cuadro 1. Orígenes teóricos de la definición sintética de la ideología
Unido a lo anterior, la literatura parece señalar que primordialmente puede hablarse de dos dimensiones en los valores y actitudes políticas y a su vez de dos dimensiones de la ideología, recordando que valores y actitudes son elementos constitutivos de estas. Una dimensión sería la materialista o económica y otra postmaterialista que puede definirse como social, cultural, o de gobierno personal.
La escala materialista se mueve entre los polos tradicionalmente llamados izquierda y derecha, pero que, centrándose únicamente en su posición económica, pueden llamarse estatismo y liberalismo económico, donde el estatismo defiende la intervención estatal en la economía y el liberalismo económico al libre mercado, lo cual refleja una dicotomía entre tendencias egalitarias y jerárquicas.
En la escala postmaterialista, las personas se mueven entre dos polos, uno emancipatorio con tendencias egalitarias, libertarias, énfasis en la auto-expresión y laico; y, por el contrario, otro colectivista con tendencias jerárquicas, autoritarias, religiosas y de supervivencia. Así que, una posición a favor de dar derechos a grupos minoritarios es emancipatoria y de auto-expresión, mientras en el caso contrario, sería colectivista.
Estas dos escalas, materialista y postmaterialista, a pesar de provenir de una corriente teórica diferente, son claramente análogas a las escalas de auto-gobierno económico y social de la Brújula de Nolan, lo cual es congruente con la idea de la relación de mutua influencias entre valores y actitudes e ideología.
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Elías Chavarría-Mora (elc117@pitt.edu) Candidato a doctor, Universidad de Pittsburgh. Máster en Ciencia Política. Dentro de sus publicaciones recientes: Chavarría-Mora, Elías y Angell, Katie. 2022. «Shifting Positions: Party Positions and Political Manifestos in Costa Rica». Latin American Politics and Society. doi: 10.1017/lap.2022.34; Chavarría Mora, Elías. 2022. «Una mirada cantonal mediante estadística espacial al efecto del desarrollo humano sobre el apoyo electoral en la segunda ronda de la elección presidencial de 2018». Revista de Derecho Electoral, 33. (Enero-Junio.): 81-90. doi: 10.35242/RDE_2022_33_5; Chavarría-Mora, Elías. 2019. «Statism, Emancipation and the Left: Understanding Unconventional Political Participation in Costa Rica». Revista Latinoamericana de Opinión Pública, 8(1): 127-163. doi:10.14201/rlop.22344.
Recibido: 2 de enero, 2023.
Aprobado: 24 de febrero, 2023.