Hernán Mora Calvo
Etty Hillesum o cuando Dios no funciona
Resumen: Etty Hillesum desarrolló a lo largo de su vida la tarea del autoconocimiento y desde allí descubrió que la vida consistía en lograr una mejor dimensión siempre vitalizada, sea de la vida propia y de vida de los demás. Sin embargo, la vida es árida, oscura y contradictoria y a veces ofrece enemistades consigo misma. La pregunta es, entonces, ¿y qué hace Dios al respecto?
Palabras claves: vida humana, Dios, amor, contrariedades, sentido de la vida, significado de la vida.
Abstract: Etty Hillesum developed throughout her life the task of self-knowledge and from there she discovered that life consisted of achieving a better dimension, always vitalized, be it of one’s own life and of the life of others. However, life is dry, dark and contradictory and sometimes offers enmities with itself. The question is, then, what does God do about it?
Keywords: human life, God, love, obstacles, life´s sense, meaning of life.
Descubrir una sencilla ley de la existencia,
esa que llamo la sombra de Dios.
—Albert Einstein
Etty Hillesum (1914-1943), la joven judía neerlandesa atea, porque los ritos, las ceremonias y las predicaciones en su familia se consideran contradictorios y cansinos desde el punto de vista intelectual; sus cartas y sus cerca de veinte cuadernos escritos como Diario (diez conservados) son el legado del pensamiento reflexivo y del sentimiento de una joven que ingresó voluntariamente en el Campo de concentración de Westerbork, para ser conducida finalmente a morir en el Campo de concentración de Auschwitz. La señorita Hillesum es atea y es sensible a las necesidades y fragilidades humanas, intenta buscar respuestas a sus inquietudes. En consecuencia, a partir de ello tomó la decisión de reformar su vida porque la consideraba tan caótica como inexplicablemente contradictoria; las sugerencias de su psicoterapeuta la dirigieron a escribir en un cuaderno sus experiencias cotidianas y a escuchar música y tener propósitos cada día. El encuentro de Etty con el estudio del derecho, la formación educativa en la enseñanza de los idiomas y el servicio social se conjugaron para permitirle descubrir su identidad personal, su personalidad y su responsabilidad humana y también su acceso a Dios, un Dios a quien intuye necesario, pero al que presiente enigmático, misterioso, un Dios entre los seres humanos, invisible y oculto y por eso mismo sagrado.
Etty Hillesum, escritora y persona introspectiva, lectora concentrada de obras y de autores que pueden ir desde la Tanaj, Platón, el evangelista san Mateo, san Agustín hasta autores del siglo XIX y XX como Pushkin, Dostoievski, Tolstoi, Rilke o Jung; Etty Hillesum acostumbrada a hacer monólogos interiores; ella, la misma que escribe el 12 de julio de 1942: “Son tiempos angustiosos, Dios mío. Anoche fue la primera vez que permanecí en vela en la oscuridad y con los ojos ardientes mientras, una tras otra, pasaban ante mí escenas de sufrimiento humano. Te prometeré una cosa, Dios mío, sólo un detalle: no cargaré el día de hoy con el peso de mis preocupaciones sobre el futuro, pero tendré que ejercitarme. Ahora cada día se basta a sí mismo. Te ayudaré Dios mío, para que no te des por vencido conmigo, pero no puedo responder de ello de antemano. Sin embargo, cada vez tengo más claro: que no puedes ayudarnos, sino que somos nosotros los que hemos de ayudarte a ti y de ese modo nos ayudaremos a nosotros mismos”1. ¿Qué quiere decir la joven judía atea? ¿Qué sentido guardan esas palabras? ¿Es Dios incapaz de actuar en medio de las necesidades y experiencias humanas? ¿Si es así, cómo y por qué? ¿Cómo justifica ella estas afirmaciones? Eso es lo que intentaremos aclarar.
1. El punto de partida: ¡soy un lío!
Como una mujer inquieta y responsable Etty Hillesum quiere encontrarse a sí misma, ¿quién soy yo?, ¿cómo y por qué hago cosas tan contradictorias?, ¿cómo y por qué actuó en contra de mis propios propósitos y cómo me puedo comprender y hacer o transformar en una persona sanamente mejor y lograr una mejor realidad humana?, ¿cómo y por qué aparecen en mí, y de las formas e intensidades más disímiles, lo bueno y lo malo? ¿Quién soy yo, en definitiva? Estas son los móviles que aguijonean la vida de una joven judía holandesa entre sus 18 y 29 años. Imposible omitir la similitud de estas inquietudes con aquellas otras de algunos de sus autores favoritos, san Agustín, Rilke; imposible dejar de lado sus terapias con Julius Spier y sus lecturas de Carl Jung, y sus estudios de filosofía de Las mansiones de la filosofía, de Willi Durant. El deseo de conocerse a sí misma la mueve a preguntarse y a realizar monólogos interiores que suelen ser evidenciados en su Diario: ¿quién soy yo?, soy aquella que no se conoce, quien pierde amigos y parientes2, quien pierde repentinamente a un profesor extraordinario y brillante que le ha marcado la vida sin él saberlo3; yo soy aquella que pregunta por su propia vida, quien escribe esperando que escribir tenga algún provecho y sirva para algo, soy quien espera que escribiendo pueda encontrar a Dios y ponerle fin a esa inquietud desesperante de preguntar por la posibilidad de la realidad divina, realidad que ella intuye como una presencia superior tan evasiva como tan poco evidente (véase Diario 4 jul 1941; 147-148). ¿Quién quiero ser? Y se responde: soy quien quisiera rodar como una melodía en la manos de Dios4; soy quien entiende a duras penas que Dios es sólo un ser capaz de ser intuido, que Dios es causa de intuición pero que entrar en contacto con él ha de ser un impacto que desencadena experiencias y fuerzas creativas (Diario 12 mar 1941; 50-51); soy, además, cierta contraparte de Dios, pues yo soy quien lucha contra su propia realidad humana, soy yo la víctima de mis propias bajezas inferiores; soy también quien reconoce que el mayor peligro que se puede sufrir en vida se vive en la interioridad humana y que consiste en el aislamiento, la alienación y una evidente falta de continuidad en los propósitos (véase a propósito del espíritu de continuidad o constancia y sus logros: 10 may y 10 ago 1941); soy la persona que se percata claramente que su contacto más real e inmediato es el que se dirige hacia su propia interioridad y que ella sólo admite depende de sí misma y de Dios5; ella, quien afirma intuir que Dios consiste para mí en una especie de fuerza que contrasta frente a mi propio ser pasional y sus firmezas (véase Diario 19 y 20 mar 1941; 82-94).
2. Cerebro: ¿vale la pena todo esto?
Las reflexiones de Etty Hillesum la llevan a enfrentar sus pasiones y sus razones. Y su razonamiento continúa, la chica neerlandesa judía atea se pregunta fría y sinceramente si vale la pena todo esto que se presenta en la vida. “¿Vale la pena todo esto? ¿Merece la pena luchar? ¿No deberíamos aceptar lo que nos da la vida y punto?” (7 mar 1941; 90). ¿Vale acaso la pena lidiar con el trabajo cotidiano, con los quehaceres domésticos, con las relaciones de pareja y sus consecuentes y consabidas intimidades sexuales? ¿Vale todo esto la pena? ¿Vale la pena todo eso que acontece ante uno y que parece exigir nuestra atención?, ¿vale acaso que uno esté entre las cosas? ¿Vale realmente la pena ese encuentro entre el ser humano y las cosas?
Ante todo, y gracias a la actividad del pensamiento, resulta evidente que ha de haber algún propósito tanto el cada ser humano como en la naturaleza y que éste se descubre entre las interacciones del ser humano con el mundo; por otra parte, es también evidente que hay propósitos diversos a la hora de encontrarse cada quien ante otras personas y que en esos encuentros también se suscitan desencuentros. En los intercambios interpersonales se cifra, entonces, una gran parte de la vida humana e incluso se puede sospechar que se teja algo más que la vida humana; se puede descubrir que el trato con los demás, conduciéndose todos por las leyes de lo razonable, se expresaría en los límites de una dinámica interacción entre los propósitos humanos; así al ayudar a los demás se facilita la administración de las actividades humanas y el deseo de Dios sobre la creación y sobre los seres humanos. En esto consiste la gran hazaña humana6: al colaborar con el mundo se colabora sustancialmente con Dios.
Por otra parte, es evidente también, desde el punto de vista del pensamiento, que las cosas están ahí, ante uno; es evidente que las cosas están ahí y que además son lo que son y tales como son y que si estamos al lado o al frente uno de otros es para ayudarnos y para que nuestra vida no se pueda malgastar jugando el papel de serios; nuestra vida se hace irremediablemente de instante a instante, de minuto a minuto; la vida humana se trata de una construcción proyectada desde sí mismos. De ninguna manera es correcto considerar que Dios interviene y bendice a unos privilegiándolos sobre otros; un Dios de tales envergaduras no es admisible ni teórica ni moralmente. Un Dios así no debe existir jamás; un Dios tal tiene que ser una proyección psíquica y emocional y una personificación narrativa de un deseo paterno reprimido.
Sin embargo, las cuestiones sobre la valía y la pena de todo cuanto todo es o puede llegar a ser aparecen súbitamente, y constituyen su gran pregunta y su gran vacío, y lanzan hacia una nueva inquietud que, según ella, se puede considerar hasta banal y grosera: “¿Quién te agradecerá que luches de este modo? Aunque sonaría mejor si preguntara: ¿Quién te lo pagará? Dios te lo pagará y estas palabras que salen súbitamente de mi pequeña pluma, me dan de pronto una tímida fortaleza. Tal vez estas palabras –Dios te lo agradecerá—sean mi salvación” (19 mar 1941; 90).
Repasemos, entonces, que el encuentro interpersonal activo que se va elaborando cotidianamente entre los seres humanos conduce a que Etty Hillesum de pie a que Dios pueda ser integrado en las series de sus inquietudes personales y llegue a ser estimado como un ser necesario y en alguna medida presente en el trato entre seres humanos. Cómo el contacto con los hombres cifra el contacto y la aparición de Dios es considerado por ella como todo un reto: ¡ojalá que Dios me ayude en esta faena cotidiana de tratar con los demás, de vivir junto a los demás! ¡Ojalá Él me ayude a realizar con total entereza, entrega y responsabilidad esa faena, esta “gran hazaña”: trabajar de sol a sol, a cada minuto, integrando en las propias intenciones y acciones tanto al mundo como a Dios! (véase 24 mar 1941; 104-105). ¡Y, sin embargo, qué difícil es esa melodía que atrae hacia la posibilidad de ser algo en las manos de Dios! Sólo se puede ser algo en las manos de Dios si se es instrumento y facilitador entre los seres humanos. ¡Qué difícil es esa melodía, que me sugiere la música que es Dios! (véas 15 mar 1941; 59-67). Y por lo demás, hay que confesar que nadie absolutamente puede tocar esa música por mí, nadie puede ser la melodía que yo soy y nadie lo hará por mí, ni siquiera Dios7.
Difícil melodía, muy difícil, tanto como para descubrir que hay también melodía divina en toda intención y acción que se traduce en colaboración con toda persona, incluso sin importar quién es o que función laboral pueda tener o cuáles puedan ser sus inquietudes o contradicciones. Difícil es la melodía que se teje comprendiendo el sufrimiento humano, el de otros y el propio. Difícil melodía es llegar a comprender que el sufrimiento eleva al ser humano desde la materia y lo aleja de la superficialidad y la apariencia y lo torna en ser con contenido espiritual. El sufrimiento es un camino peculiar y sorprende a todos con cierta frecuencia y siempre suele hacer exclamar y buscar necesarias respuestas satisfactorias. Así, no importa quién se es y dónde estamos; se puede ser un soldado nazi que nos propina una patada en el rostro; se puede ser el agredido, el sufriente; entonces, quien sabe que sufrir por sufrir (sufrir activamente) no tiene sentido, quien sabe que ser pasivo activo, vivir desde el fondo del corazón y con esperanzas, sólo puede exclamar desde su interior o en su interior, ¿amigo, quién te ha hecho sufrir tanto, para que actúes así? (cf. 15 y 17 mar 1941).
A su vez, se debe relacionar con lo anterior que la psicoterapia con el Dr. Spier, psicoanalista jugniano, orientó a Etty Hillesum en sus acciones cotidianas y en el descubrimiento de su interioridad. La experiencia terapéutica le conduce a descubrir el valor del diálogo y ante todo el valor de la palabra; la palabra es lo mismo que la vitalidad; en efecto, sólo quien está vivo habla…y se puede hablar de muchas maneras; y más aún, incluso quien calla, habla. El mismo silencio habla y en el silencio es posible el monólogo interior; pero mejor aún, en el silencio Dios habla. En eso consiste nada menos que la oración de quien tiene fe. Dios habita en el silencio, se ofrece como el silencio. Y eso explica que Dios no sea fácilmente escuchado ni encontrado. Etty invita a procurarse cada quien el ingreso en su personal interioridad y a escuchar el silencio de Dios8, a tener esa experiencia de encuentro personal con Dios. Y recapacitando comprende que sus inquietudes le llevan a preguntarse: ¿y por qué Dios es así?, ¿por qué Dios actúa así?
Y llegan a darse las primeras respuestas: en el diálogo, que se compone de palabras, va posibilitada en cada palabra pronunciada (facultada, capacitada potencialmente para materializarse) una esperanza de felicidad. Las palabras llevan felicidad y tienen la oportunidad de conducir a la felicidad. ¡Las gentes, todos los seres humanos, se comunican para establecer un vínculo de acciones (efectivas y afectivas) de dicha, de felicidad! Luego, desde todos estos puntos de partida conducidos racionalmente parece ser que la misión de un ser humano es ayudar a Dios a hacer feliz a todos los demás, incluso recurriendo a las palabras, a las propias y personales palabras de cada uno para dirigirlas a los demás, sin importar quiénes sean cada uno de los destinatarios. Dicho de otra manera, Dios necesita personas para aparecer entre los seres humanos y requiere a esas personas tal y cual ellas son y desde ellas pronuncia palabras que, siendo propias de cada persona en particular, son sin embargo necesarias para que la realidad divina se acerque a los seres humanos.
Así pensaba para sí Etty Hillesum y así lo escribía y llamaba a estas inquietudes y cuestionamientos su gran pregunta y su gran vacío (véase 7 mar 1941; p. 90). Pero su gran vacío se llenaba de una esperanza confiada y probablemente de una fina chispa que la hacía reposar y descansar confiada y exclamar: “Etty, Dios te lo agradecerá”.
3. Significado y sentido de la vida
Perogrullada o algo que no se explica con facilidad o incluso que no se comprende con el sentido común: ¿hay un significado y algún sentido de la vida? ¿En qué consisten, acaso en la vida misma, estar vivos y vivir para lograr mejor vivir? Encontremos una respuesta desde el pensamiento de Etty Hillesum.
La respuesta empieza siendo elemental: la vida es ante todo que uno está vivo y ya por ello se encuentra un significado. Existe alguien que no pudo dejar de ser; existe alguien que existe necesariamente. Luego cada vida es significativa y por sí misma ella es un argumento evidente e indiscutible. Igual suerte corre Dios, Dios en tanto ser existente y viviente es y eso lo convierte también en significativo. La significación por la existencia se fundamenta en el hecho indiscutible e incontrovertible de ser un ser viviente. Luego la significación descansa en la ipseidad de cada ser viviente. La realidad de la vida garantiza el significado y el sentido de la vida; apreciar la vida como un valor significativo y valioso es una tarea eminentemente individual. La vida es valiosa en los términos ya citados de su repetible ipsidad o realidad humana en cuanto ser viviente como tal. Ahora bien, el valor que se conceda cada quien y el significado respectivo depende enteramente de cada sujeto particular. Etty lo expresa con una fórmula sintética: “La gente busca el significado de la vida y pregunta si aún tiene algún sentido. Pero se trata de un asunto que cada uno debe resolver consigo mismo y con Dios” (14 jun 1941; 137. Esto recuerda que Etty sólo admite depender de sí misma y de Dios; 5 sep 1941).
Por otra parte, desde las tres realidades vivientes (cada quien, los demás y Dios) se descuelga la inquietud por lo sagrado que experimente Etty Hillesum. La vida humana se expresa ineludiblemente en el servicio mutuo y generoso de unos a otros; la vida es para hacer vocación de servicios; pero también desde el encuentro con otros esa misma vida es el motivo y el camino para hallar a Dios, más aún a Dios como un ser viviente, (en este sentido se habla del ejercicio de esta misión de servicio como la inquietud sagrada de Etti Hillesum, 137). Y finalmente cesan las inquietudes o deberían cesar en este terreno de la vitalidad humana: la búsqueda de las pruebas para explicar todas las cosas empieza a no tener mayor razón de ser; cesan porque el amor que todo lo comparte hace que se superen con la dadivosidad del corazón los instantes de contradicción de la vida.
Ahora bien, la vida humana conlleva la experiencia de los diversos sufrimientos, muchos de ellos insoportables: enfermedades crueles, síntomas incurables y poco efectivamente tratables; la vida humana contiene también la experiencia de la dependencia de unos con otros y en ocasiones hace de esa coexistencia una condición de estricta exigencia capaz de convertirse, a plazos, en la desaprobación de todo carácter personal y en la limitación y anulación del autoconocimiento personal, en el estrangulamiento de la creatividad y de la invención, de la voluntad y del arte. ¿Qué sociedad y socialización es aquella que modela la peor de todas las posibilidades de las acciones humanas y las más depravadas y perversas maneras de ser y de vivir? Etty Hillesum se siente asfixiada por el hedor subterráneo del mal y por la indiferencia humana tan generalizada que suele acompañarlo. Todo esto desalienta y refuerza la pregunta por el significado y el sentido de la vida humana y convierte en moral y lógicamente necesaria la pregunta, ¿y por qué Dios calla y no interviene?, ¿por qué Dios actúa así? La reunión psíquica, la inquietud psíquica y personal que se vive (que se hace parte de la vida humana de cada quien) como experiencias de cuestionamientos ante las contrariedades, los conflictivos deseos humanos y algunas destructivas formas de socialización humana, todo eso es denominado por Etty Hillesum como estado de vacío interior. Se trata de un estado persona caracterizado por la masiva sensación de las contrariedades que se viven y la presencia súbita de la actividad del pensamiento, del ejercicio de la pregunta que busca una respuesta, esto es, una solución humana.
Estas contrariedades ofrecen un deprimente espectáculo a todo ser humano con un poco de inteligencia y sensibilidad. Estas contrariedades son el motivo la especular y emplazar a los responsables (¿al Eterno como responsable directo?) y para sostener la necesidad de explicaciones. A estas contrariedades se añaden, finalmente, los mismos deseos humanos. Y con ello, al preguntarnos por ellos parece que Dios queda libre de cargos. En efecto, ¿y acaso no son los mismos deseos humanos los que contribuyen a forjar las cadenas de las infelicidades progresivas, sean individuales o colectivas, sean biográficas o sociohistóricas? Los deseos humanos, acota Etty, bien dirigidos y de propósitos socialmente admisibles y por eso legítimos y connaturales a todos los seres humanos y apegados a la realidad del mundo, y buscando lo mejor del mundo, sin importar épocas, géneros sexuales, religiones, costumbres ni condiciones sociales, raciales, de edad o de generación (véase a este respecto el Diario del 9-18 mar y del 8-17 dic 1941). La sencillez como prenda y valor de humanidad real y práctica: sencillez que consiste en darse a sí mismo y darse desde sí mismo a Dios; darse, desde estos dos momentos, a todos y a cada uno de los demás seres humanos. Llegamos así a una ambivalencia en el pensamiento de Etty Hillesum: la búsqueda de sí mismo de todo ser humano debe ser preeminente y necesaria y es superior a todos los fundamentos sociales. La vida humana que se expresa como donación empieza con el autoconocimiento de cada quien como primera exigencia y responsabilidad y, desde ahí, el árbol de la persona auto-consciente de sí puede desplazarse al lado de otros y, si cabe, dirigirse con apertura hacia Dios, ese ser percibido-intuido entre oscuridades, nieblas, fríos invernales y desiertos sofocantes y áridos que conlleva vivir como un ser existente humano. Luego esto significa que entonces hay una pequeña luz que es posible distinguir en semejantes oscuridades; hay una pequeña luz que se insinúa cuando cada quien comienza por auto-conocerse; hay una luz encendida en la cueva oscura en que consiste la vida cuando ésta es una conjugación, tan paradójica como contradictoria, de colores, frustraciones y sufrimientos. Hay una luz que se enciende cuando la autoconciencia personal empieza por aclararse a sí misma y en administrarse a sí misma desde su interioridad; en esos momentos es posible ver la luz e identificar que, en esa vida, y por ese medio iluminada, los significados y los sentidos se recuperan y se comienza comprendiendo que las contrariedades son dilemas ciertamente, y que son reales pero no invencibles. Con las palabras de Etty: “¡La vida merece tanto ser vivida! Dios mío, Dios mío, a pesar de todo, estás un poco conmigo” (25 sep 1941; 216).
4. Los obstáculos a la vida continúan
Sí, los obstáculos a la vida, para vivir la vida, están ahí, cerca de cada ser humano y precisamente se multiplican sin apenas preverlos y aparecen de manera casi despótica y a manera de generación espontánea, como una gigantesca confabulación de partenogénesis de errores y horrores cósmicos intemporales. He aquí los más arduos, fatigosos y agobiantes: las propias fuerzas internas de cada ser humano. Esas fuerzas gritan: ¡yo quiero esto, yo quiero aquello, yo quiero y por eso reclamo y exijo! Estas fuerzas existen y no se deben negar. Negar estas fuerzas no es moral y negarlas en tanto realidades es una perversión y está claro que van contra los seres humanos y no importa si es una fuerza que vaya contra un solo ser humano: la perversión de una acción no desaparece ni se justifica por la cantidad de afectados; el número de afectados sólo señala las descomunales incongruencias a que puede recurrir la maldad humana.
Las fuerzas humanas son realidades, tan reales como naturales y lo son tanto como el hecho de que estas fuerzas pueden ser bloqueadas a partir del ejercicio del pensamiento. ¡Quiero aceptar pensar para vivir y para dirigir a buen propósito las acciones de cada instante, para sí mismo y para otros seres humanos y junto a otros seres humanos! Se establece con claridad el ejercicio del pensamiento como regulador efectivo de las propias acciones humanas; así, incluso con el pensamiento es posible comprender la necesidad de saber controlar y proponerse controlar el poder destructivo de esas fuerzas naturales que posee el hombre en tanto hombre9.
A la dirección y orientación del pensamiento se añade el carácter de la voluntad o la voluntad como carácter, la decisión y la firmeza y la contemplación de lo bello. Todo lo que es bello, como la música, contribuye a alimentar una progresiva elaboración del ser humano, quiere decir, contribuye a fortalecer la evolución interior, la evolución espiritual humana.
En consonancia con el ejercicio del pensamiento existen también fuerzas interiores que mencionan palabras y se disponen a la construcción; sus palabras son nuevos quieros, p. ej. -¡quiero creaciones constructivas!, -¡quiero acceder a la conquista de mi propia persona!, -¡quiero disfrutar de un instante con valor de eternidad (véase 5 oct 1941; 236). Y con estas palabras y acciones Etty Hillesum arma y fundamenta una metafísica de la acción humana: las circunstancias cotidianas llegan por sí solas, no hay que buscarlas ni traerlas, ellas llegan como la luz o la noche de cada día; se trata de hacer con las circunstancias, de laborar con ellas la contribución personal para realizar la propia vida y la mejor vida de los demás. En ese momento a momento en que vive cada quien se cruzan la bondad, la verdad y la belleza y el amor se materializa más allá de los males y contrariedades cotidianos y durante ese instante hay un trocito de Dios, quiere decir, se produce un encuentro entre el deseo humano por hacer el bien y darle amor a la humanidad y el deseo divino de que el amor del bondadoso Dios llegue a todos. Ese instante es entonces divino y eterno, intemporal. Ese tiempo sólo se vive en el espíritu y es el encuentro más firme entre Dios y el ser humano. Ese encuentro se puede dar cada vez que el ser humano brinda amor a su semejante. En eso consiste la eternización del instante, del minuto a minuto y ese momento de cruzamiento es un momento privilegiado: lo humano se hace divino y lo divino se acerca al hombre. Ahí Dios, en consecuencia, se acerca a los seres humanos, en sus circunstancias; Dios se acerca desde aquella persona que le brindó cabida a la posibilidad de que su específica acción humana, aquella de que era capaz según su disposición y sus facultades, y elaborada desde el amor llevara a Dios, acerca a Dios a los seres humanos y lo hiciera posible entre ellos.
Y, sin embargo, se agrega la posibilidad de una nueva contrariedad. La más peligrosa de todas: el vacío interior. El vacío interior es precisado por Etty Hillesum como un estado efecto de una confabulada concentración de oposiciones: las fuerzas hostiles de la propia naturaleza humana, la propia de cada uno y la de otros se suman y se pueden sumar y así se asientan en la interioridad la desazón, las frustraciones y las decepciones de cada uno, frutos todos ellos incluso de la propia manera de ser y de actuar del mismo ser humano; las decepciones generadas a partir de la propia convivencia con otros, siendo el encuentro interpersonal fríamente visto como un croquis donde se localiza un campo para efectuar encuentros y desencuentros.
Y se añaden las contrariedades que son las heridas interiores y muy personales que no dejan oportunidad para la cicatrización y la desaparición de la lesión sufrida; y estas lesiones interiores sólo pueden ser sanadas interiormente, quiere decir, espiritualmente. Por ello entiende nuestra joven autora que las heridas interiores requieren la psicoterapia del crecimiento interior, la regeneración que concede el autoconocimiento y el sacrificio en que consiste separarse de todos los afectos y acciones que nos son humanamente contradictorios y de francas oposiciones a un crecimiento humano al lado de otros seres humanos y que no favorecen un desarrollo espiritual progresivo. Léase, entonces, Etty Hillesum afirma la necesaria actividad de la resurrección (dar nuevamente vida) del espíritu: a partir de la terapia del crecimiento espiritual el espíritu se empieza a conocer progresivamente y desde el espíritu se teje una reformada residencia interior; por el espíritu, y desde el espíritu, y casi siempre con la ayuda de personas con un atento desarrollo de su vida espiritual, se logra el crecimiento espiritual, sea este propio o de personas que nos son cercanas.
Conclúyase, entonces, que lo opuesto al crecimiento espiritual y al encuentro consigo mismo, con Dios y con los otros es la fragilidad interior que Etty Hillesum denomina el vacío interior. Desde esos planteamientos es francamente comprensible que Etty Hillesum identificara al vacío interior como la verdadera enfermedad del siglo XX. El vacío interior es aquella enfermedad espiritual que, consecuentemente, se expresa como desgaste de la vida y del espíritu y como crisis socio-moral y de la moral personal. El vacío interior es la negación (nihilismo) de toda posibilidad de un encuentro efectivo feliz, sea finito o eterno. El vacío interior es la negación de todo acercamiento espiritual entre los seres humanos. Es lo más opuesto al autoconocimiento, al crecimiento personal, a dar cabida a Dios y dar un paso de apertura a los demás; es también lo más opuesto al tiempo como entrecruzamiento entre el tiempo humano y el viviente divino que se expresa como bondad.
Por lo demás, ¿significa algo este ejercicio espiritual en el tiempo, al lado de otros y al lado de uno mismo? Sí, parece afirmar con contundencia nuestra joven filósofa espiritual. Sí, quien se empeña en amar en contra de toda esperanza y abrir los brazos y extender sus manos en servicio, supera por su autoconocimiento el egotismo y el egoísmo y se prodiga desde sí a otros; entonces la vida humana se reviste de un nuevo significado y sentido y pese a todo se proclama una vez más que la vida humana merece ser vivida (superación del nihilismo). Y esto tiene consecuencias metafísicas atemporales: quien se abre con un sí a sí mismo, a Dios y a los demás está proclamando que vale la pena desgastarse en elaborar este nuevo tipo de manera de vivir humanamente. Quien se desgasta temporalmente con todas sus fuerzas en ese proyecto es coarquitecto con Dios y colabora de buena voluntad (completa disponibilidad) con el desarrollo de la evolución espiritual en el mundo y entre los seres humanos. ¿Es esta manera de ser un ser viviente una manera de perder el tiempo?10 La respuesta de Etty Hillesum es firme y se nos sugiere chispeante y risueña: sí, ese perder el tiempo es perder el tiempo abriéndose a sí mismo cada ser humano para llevar una vida más feliz y humana; sí, ese perder el tiempo es perder el tiempo para que abriéndose uno a sí mismo uno pueda encontrar el sí divino que siempre se está por descubrir en qué consiste; sí, es perder el tiempo para encontrarse plena y generosamente con los demás sin importar quiénes son o cómo son y cómo se encuentran sufriendo; sí, es perder el tiempo y creer que en ese tiempo se cruzan dos realidades: la finita y humana y la infinita y divina; sí, es perder el tiempo inventar acciones y disponerse a realizar acciones para beneficiar a los que más sufren y a todos los que necesiten aunque sea una sonrisa, una palabra o un diálogo o un cigarrillo o una palmada en la espalda. Definitivamente sí, emplear así el tiempo es organizar distintas actividades para la posibilidad de la aparición de un mundo con mejores tipos de vida humana, un mundo de personas más felices y menos asesinos de sí mismos y de los demás. Sí, claro, por descontado que actuar con ese rango de acción y procurando ese crecimiento espiritual es una tonta manera de gastar el tiempo, pues sólo se procura dar calor al frío y a la soledad que muchas personas llevan en su propio corazón. Sí, claro que sí es una tontísima manera de gastar el tiempo porque es mucho más fácil masacrar pueblos y dejar morir de hambre a masas humanas que hacer efectivas sonrisas y compañías pacíficas y procurar mejores condiciones de vida, incluso psíquica, en uno mismo y en los demás. Claro que sí, es gastar el tiempo porque para algunos es preferible la progresiva deshumanización antes que las sonrisas y unos abrazos fraternales y unas alegres convivencias llenas de compañerismo y amorosa lealtad. Claro que sí, es gastar el tiempo…porque ese tiempo en que se ríe a otro y se le brinda abrigo, un consejo o un alimento o una urgente mirada sólo es un instante que realmente es una eternidad de dicha. Para coronar esas respuestas llenas de ironía y humor socarrón Etty nos parece sugerir: sólo se trata de gastar un poco de tiempo, unos instantes tan sólo para hacer feliz a alguien, para llevar -como se nos ocurra hacerlo- un poquito de amor eterno. Sólo se trata de crear desde esos instantes eternizados una nueva manera de vivir, una nueva manera de vida y más felicidad y más amor entre los seres humanos.
Y es ese precisamente el peso de lo que Etty Hillesum llama su misión. Quien quiere actuar desde el ejercicio del amor se decide a gastar el tiempo de esa manera y, además, gastarse sin reservas en el tiempo. Las palabras revelan dimensiones del propio conocimiento interior y son los canales para alcanzar directamente a otras personas y también al mismo Dios; la mente conduce en los planteamientos de esta filósofa a intentar desocultar la presencia de Dios en medio de todos los seres humanos.
5. Vivir es ser consecuente
La vida humana, de acuerdo con nuestra autora, conlleva que ante tantos obstáculos y fuerzas en contradicción se puede exclamar y casi reclamar: ¿qué debo hacer?, ¡no sé qué hacer! La condición de angustia y de desesperación o de confusión enturbia las acciones. Hay situaciones en que se desea hacer algo y no se atina qué hacer. Una amiga personal de Etty, Henny Tideman, era católica. Ella fue la que impactó a Etti cuando un día la miró arrodillarse y rezar. Etti era atea, una atea que consecuentemente ni reza y mucho menos sabe arrodillarse (Etty se calificará a sí misma de la chica que no sabía arrodillarse, 21 nov 1941; 280). Arrodillarse es una manera de llegar a Dios, se busca un lugar retirado dl contacto humano (el baño, p.ej.), se toma el piso por base, se doblan las rodillas, se inclina la cabeza y se cruzan ambas manos y se habla con Dios desde el silencio interior. Eso es arrodillarse y para eso hay que arrodillarse, así pensaba y decía la Etty Hillesum que empezaba a intuir a Dios. Etty se arrodilla y habla con el Dios intuido, ese Dios que habla en el silencio interior. Se trata de un acto privado, íntimo, en la teoría y en la práctica de Etty Hillesum. Orar en la intimidad personal para que Dios hable o acompañe las actividades a realizar ese día. Y después se puede exclamar: “Dios está un poco conmigo” (véase 25 sep 1941, 216).
Con mayor claridad, Etty Hillesum se arrodilla para orar y para saber cómo combatir el vacío interior que ciega y paraliza a muchos y para generar dimensiones de amor que tiendan a superar la tendencia a la destructividad humana. Se ora para aprender a ser lo que cada quien puede ser. Nadie debe aspirar a ser algo que no está en sus capacidades ser (véase a este respecto 29 y 30 oct 1941). Es el alma la que enferma y no el cuerpo cuando el orgullo, la envidia, la soberbia y el placer se adueñan de una persona. Las almas enferman cuando padecen inundaciones no adecuadas al ser humano; esas inundaciones equivocadas son olas frenéticas de placer, odios, ambiciones, envidias, frustraciones, tristezas, miedos. El alma se debe inundar íntimamente sí11, pero sólo de Dios. ¿De cuál Dios? Una vez más es su amiga Tideman quien le sugiere: el Dios de los cristianos es el más cercano y el más adecuado para los encuentros personales y el menos complicado para ser accedido, siempre está atento a las diversas necesidades humanas y ese Dios se manifiesta como plena bondad, como el señor de la bondad.
Etty identifica la bondad como una característica loable en los seres humanos y también como una característica que evidencia el crecimiento espiritual, pero también la estima como una cualidad de Dios. La creación fue hecha buena por el Creador; la maldad humana la degradó, queda a los vivientes humanos llevarla a un progresivo estado de mejoramiento y aún así, y con todo, la naturaleza sugiere entre sus bellezas palabras del bondadoso Dios. La bondad se descubre al contemplar la creación, pero para eso se requiere casi siempre ir con los ojos abiertos y con un corazón de carne latiendo.
Para encontrar al Dios bondadoso es preciso también procurar la objetividad en la interioridad; desde esta dimensión es posible dirigirse al mundo exterior, el cual objetivamente visto es un completo caos. El mundo es un caos en acto: un manicomio, un circo y un zoológico a la vez. La misión de la bondad humana es formar (trans-formar = dar forma) a ese caos (Acerca de este sentido de formar, véase 2, 12 y 23 nov 1941).
Además, se ha de agregar que para ejercer la misión de manera consecuente es menester caminar hacia la materialización real de la nueva vida sólo después de rezar de rodillas. La oración de rodillas es un acto de reverencia y de intimidad con Dios e implica el reconocimiento exacto de quién es el que habla en el silencio y es un paso necesario para extender las manos a otro y colaborar en el entrecruzamiento liberador entre el tiempo de Dios y el tiempo de las realidades humanas.
La vida humana se teje entre las circunstancias cotidianas y recuérdese que las circunstancias son motivos de afectación al ser humano: son elementos que marcan giros en la vida humana; hay circunstancias que inclinan a algunos hacia la aridez, hacia el desierto o hacia el frío glacial. Las circunstancias son cambiantes y los seres humanos son volubles. La vida humana es un enigma y el engorro mismo. Según Etty Hillesum, no es razonable exigirle mucho a la vida, las circunstancias son lo que son y, si queremos que éstas cambien, le toca a cada quien modificar desde sí mismo sus propias circunstancias /vencer las circunstancias es un acto de amor. El amor conquista en uno mismo y es fidelidad a sí mismo 285. 22 nov 41). Esa tarea no es transferible a otras personas; las circunstancias personales las administra cada uno, el sujeto que las experimenta es el que responsablemente las debe canalizar. La vida es un enigma y un engorro12, sí, y para llevarla a feliz término se requiere aprender a vivir y saber vivir y para ello se necesita también ser lo que cada quien es y auto-conocerse. Sólo quien sabe quién es se reconoce ante lo desmesurado; estar ante la vida como un misterio es comprenderse de cara a lo desmesurado. Quien está y se reconoce entre Dios y entre el mundo parece un emparedado y, sin embargo, no se debe creer que Dios es un medio13. Dios no es un medio y mucho menos es un medio para nada. Dios no es ni un recurso, ni un instrumento ni algo a lo cual apelar para reclamar o hacer solicitudes.
Hacer solicitudes a Dios es pueril, del todo digno de compasión y es rebajar el acto de reverencia a Dios (orar de rodillas y en la interioridad personal) a un acto estrictamente comercial o bancario. Sugiere Etty que suele confundirse la relación personal y unitiva con Dios con el tratamiento que los seres humanos suelen concederse los unos a los otros. De esta manera los seres humanos terminan reclamando faltas y errores, trabajos y descansos, dichas y frustraciones cuando conversan con Dios. Y en ese tratamiento tan poco cuerdo como rudo no logran comprender que se dirigen al Dios bondadoso y que a Dios no se le exigen cuentas.
6. La realidad como un jazmín
Incorporando una metáfora entre sus pensamientos sobre el agradecimiento y la experiencia de encontrarse viva y con la posibilidad de compartir las bondades de la vida y extender la comunicación amorosa entre Dios y los seres humanos, Etty Hillesum elabora una personificación naturalista y la aplica a las realidades contradictorias de la vida humana. Las circunstancias siempre están y estarán ante el ser humano, son temperamentalmente cambiantes, pero siempre presentes, pueden durar un día o cien años (véase 1 jul 1942). En las circunstancias, añade nuestra autora, lo bueno es siempre lo que no cambia y lo que no debe cambiar es el conjunto de lo que somos, nuestros personales sentimientos que nos permiten reconocer los sentimientos de los demás.
Y para ilustrar este proceso, aparece la imagen que capta Etty Hillesum, en el campo de concentración hay un jazmín, ahí ha estado siempre, al lado de los soldados y de las prisioneras (véase 1 jul 1941, 807). Ahí ha estado el jazmín, ha estado en primavera, en verano, en otoño y en invierno; en invierno la fría nevada parece agostarlo, pero él sigue constante viviendo para todos y sin importar el clima y sus esfuerzos de jazmín. El jardín se ofrece a todos y su ofrecimiento es más que un acto de contemplación privado y aislado; el jazmín se niega a dejar de alegrar y acompañar a otros; el jazmín se desgasta tratando de seguir viviendo, que significa, siendo vida junto a otros; el jazmín se comunica y brinda sus palabras sobre la belleza que le anima; desde su particular belleza el jazmín se expresa y comunica la belleza y la bondad del Dios bondadoso. El jazmín vive su vida prodigando vida. El jazmín es un mensaje divino de vitalidad. Y como todo mensaje divino lleva tiempo descubrir que ha estado tanto tiempo cerca de los seres humanos.
7. El discernimiento del sufrimiento
La vida es comparable a un viaje en un barco en alta mar. Si la vida es tal como un mar grosero de contradicciones donde la barca se puede y siente estrellar contra las olas y las rocas y donde el faro parece no destellar cuando más precisa, entonces es de rigor abrir muy bien ambos ojos y permanecer atentos y con la mente (cerebro) alerta para discernir en medio de los oleajes y de los eventuales escombros que en esa oscuridad puedan alcanzar al barco. El ser humano deambula como la embarcación; un timón no es suficiente para navegar, tampoco un experto marinero; en una embarcación en peligro de naufragar de poco sirven remos, ancla, velas, timón y marinero experto. Sólo se puede clamar al Dios bondadoso presente invisiblemente en medio de semejante borrasca; sólo se puede apelar a su misericordia y no perder el control propio en la propia nave. Sobre el barco, en la cabeza de los tripulantes están las estrellas en el firmamento. No se pueden alcanzar, pero sí se pueden ver y tomar como puntos de referencia y de orientación; son palabras divinas, voces de compañía que alegran las acciones que los marineros tienen que atreverse por sí mismos a realizar. No es posible ser marinero si no se sabe cómo comportarse ante las circunstancias marinas; no se puede esperar el auxilio de las estrellas y generar cambios en los elementos de la naturaleza; el marinero está a expensas de las circunstancias, pero alegre a causa de contemplar el firmamento estrellado, entonces se decide a ser marinero y por eso debe arriesgarse (gastarse) la vida entera para salvar toda su vida.
La penumbra que acompaña al marinero es similar a la que acompaña al peregrino14; esa penumbra puede estar acompañada de sinsabores y ello ineludiblemente levanta y trae a cuentas nuevos sufrimientos; y hay sufrimientos físicos y también psíquicos, emocionales y también espirituales. Negarlos es ser poco razonable y cometer traición contra sí mismo. El ocultamiento de lo que somos sólo favorece la propia opresión personal o de grupos colectivos.
La penumbra existe e incluso puede ser señalada como las penumbras de ciertas maneras de ser de algunos que conviven creando destrucciones y masacres humanas. Sin embargo, las penumbras no pueden evitar el efecto de una diminuta posibilidad de que surja una luz. De igual manera no importa el sitio, el tiempo y la circunstancia siempre hay un sitio donde hay alguien que espera amor. Para todos hay un lugar, un espacio para ser amados (véase 7 jul 1942); para todo hay un lugar cuando el amor descubre que sólo hay vida humana cuando se vive amando. Vivir amando y así desgastarse. El límite del amor espiritual, tejido en la gran hazaña de Etty Hillesum, es no tener límite. Entonces, y sólo entonces, aparece esa luz de Dios que crece y que hasta los peores pueden recibir con alegría o con lágrimas de agradecimiento y de arrepentimiento en sus ojos, entonces hasta los peores pueden ser integrados positivamente en una vida mejorada junto a quienes han sufrido siendo sus víctimas. La luz, entonces, va creciendo, así como la manifestación de Dios puede crecer cuando los seres humanos la facilitan y laboran en ella. Entonces, y sólo entonces, uno puede reconocer y comprender que el mundo y el Cielo son inmensos y son para todos. ¡He aquí la gran hazana triunfante!
Es allí, en esos momentos vitales, cuando es evidente, por palmario, que toda variedad de sufrimiento no dejará de existir y es también muy evidente que siempre queda por sufrir. No hay que ocultar estas realidades. Ocultarlas es negar la realidad humana y las posibilidades de las verdaderas acciones humanas que permiten elaborar puentes de amor y de vida feliz entre los seres humanos. De esta manera, aceptando el sufrimiento tal y como llega en sus diversas manifestaciones, se mide la madurez del alma a partir de su entrega y entereza; así es como se logra la paz en medio de la borrasca que experimenta el barco cuando se teme irremediablemente naufragar (Naufragar o sucumbir es una imagen de Etty, expresa la angustia ante lo inesperado de la vida, precisamente en esas situaciones donde surge la pregunta, ¿y dónde está Dios?, ¿qué está haciendo Dios?, ¿por qué lo permite Dios?; e.g., véase 16 may, 10 jun y 28 sep 1942); las oleadas amenazan con hundir barco y marinero pero la vida humana puede aferrarse a la vida y exclamar: la vida vale la pena de ser vivida y este instante es un poquito de Dios.
Estas maneras de enfrentar las circunstancias de la vida, estas acciones-reacciones vistas así por Etty Hillesum, son enseñanzas que ella misma idea para vivir y que ella fue descubriendo desde su actividad como hija en un hogar contradictorio, como docente ajetreada y atormentada, como pareja en una relación poco clara y difícil, como paciente en un descubrimiento siempre apasionado y progresivo, como trabajadora social en un ambiente uncido por las tropas nazis de la SS y finalmente como prisionera solidaria y voluntaria con el pueblo judío en dos campos de exterminio nazi.
Se trata, consecuentemente, de lograr enseñanzas desde las circunstancias muy particularmente personales a fin de sacar lo mejor de nosotros mismos. Las enseñanzas, deja en claro nuestra autora, son tan cambiantes como nosotros mismos; pero en nosotros debe aparecer el deseo de comprendernos para que comprendiéndonos podamos encontrar una voz en nuestra interioridad y así se logre establecer puentes de bien y de felicidad entre los seres humanos. Son enseñanzas que nacen del encuentro humano y de la esperanza de lo divino. No son enseñanzas desde ningún texto sagrado, señala, tampoco son enseñanzas establecidas a partir de estereotipos; son enseñanzas que se logran encontrar como iluminaciones (luces, estrellas divinas) desde lo que la vida brinda por sí misma; se trata de aceptar lo que aparece cada día en la vida y de trabajar desde eso y con eso. Se trata de trabajar para vivir viviendo la vida. La circunstancia siempre llega sola y sin necesidad de pedirla o de buscarla; lo que le toca a cada individuo responsable es saber leer las palabras de las circunstancias y comenzar a tratar con ellas, con todo ello. Eso es vivir para el bien, eso es vivir bien.
8. Mucho por hacer
Es natural que, si la vida es ese estado siempre previo de lo imprevisto circunstancial, y que éste debe ser orientado y tratado a partir de una acción de encuentro interpersonal y de descubrimiento de la felicidad y también de la bondad de Dios, es natural que inquietamente alguien se llegue a preguntar: ¿y toda la vida se irá en vivir haciendo para vivir viviendo mejor yo y también los otros junto a mí? Etty responde a esta pregunta a expensas de exponer la realidad de la fragilidad humana. El ser humano por egoísmo o por principio de autoconservación se protege a sí mismo: teme perecer, desea vivir y cuánto más comprometida encuentre está su vida, lo mínimo que busca es sobrevivir. Ahora bien, cuando se dan las ocasiones de altísimo dolor y sufrimiento la autoconservación puede ceder lugar al amor, es entonces cuando quienes sufren importan a quien vive desde la dimensión espiritual del encuentro interior entre lo finito y lo infinito. Entonces, y sólo entonces, el amor se radica como donación voluntaria en la vida personal y la vida humana es la vida del amor y esa vida que se brinda amando es la compuerta a través de la que se vislumbra el bondadoso Dios. El acto de servicio humano procura una evitación del sufrimiento y un instante de gozo del Cielo infinito; entonces, quien vive en la vida amando se convierte en una voz con una palabra divina (= luz) en sus labios, y en las acciones que nacen de sus manos; he ahí los elementos de la cercanía de lo divino, he ahí las ocasiones de salvación de los sufrimientos (= superación = liberación de los sufrimientos). Particularmente en los tiempos de angustia, aunque también en todo tiempo de sufrimiento, el que ama siempre puede comprender que hay mucho que hacer y muchas manos que tender hacia otros y muchas acciones que realizar; todo esto dice la expresión de Etty Hillesum hay mucho que hacer. Y el tema parece hacerse circular, pero son las contrariedades contra la vida y en especial el sufrimiento los que siempre son posibles en la vida humana. Así, el sufrimiento humano, la desorientación y el vacío vital personales asedian sin término a todo ser humano. La obra de liberación (= obra de coparticipación en una evolución siempre espiritual) nunca cesa, es una tarea interminable. Como consecuencia, en efecto, hay mucho que hacer.
En todo tiempo, pero en particular en tiempos de angustia, es siempre necesario orar, orar sin cesar, venciendo el cansancio que deja la entrega completa de sí. Se debe recurrir a orar para saber entregarse uno y cansarse uno para descansar a otros. Se debe orar para que con cada entrega de sí la voz del bondadoso Dios surja de alguna manera, sea como palabra o como luz. Y así, y con todo, el sufrimiento no deja de estar presente, no es exterminado y puede que tampoco sea disminuido; el sufrimiento no escapa, no puede huir, persiste. El sufrimiento yace, por lo tanto, cerca de todo ser humano (incluso como probabilidad de todo ser viviente, no sólo del ser humano). El sufrimiento tiene un lenguaje universal que mueve a la colaboración; ante el sufrimiento es muy probable que siempre se espere una actitud de benevolencia y de amor.
Por otra parte, el sufrimiento, como muchas experiencias vitales del ser humano, es un misterio. El sufrimiento evidencia claramente que el misterio de la naturaleza y del cosmos cohabita con cada ser humano. El sufrimiento puede ensañarse con algunas personas y otras pueden extender atenciones y cuidados. Pero el misterio aparece, no desaparece; la circunstancia aparece y puede ser remediada, transfigurada, superada con la asistencia social y humana; entonces el sufriente recibe una señal espiritual interior a partir del amor que se le acerca en forma de ser humano. El amor que expresa al Amor de la divinidad presentida se convierte en amoroso fuego devorador del dolor y éste es convertido en una nueva condición de mejor vida. El enfermo puede constatar y atestiguar en su interioridad: Dios se acercó a mi dolor y me miró con rostro humano y me sonrió con sonrisa humana y me habló con palabras humanas y se acordó de mí porque es bondadoso; por eso envió a alguien. En eso consiste la liberación del dolor y del sufrimiento según Etty Hillesum. Esa es su tesis más clara y contundente.
Ahora bien, en vista de que el misterio se conjuga con distintas circunstancias, y que es una condición permanente a lo largo de la vida humana, es necesario orar siempre y por todos los seres humanos y reconocer la presencia oculta e intuida de Dios15. Las circunstancias son cotidianas, cambiantes y a veces caóticas; siempre estarán ligadas de una forma u otra al misterio. A causa de ello la angustia es posible, pero no vale angustiarse. El evangelio reiterado de Etty es sintetizado en la confianza en Dios para enfrentar las circunstancias y hacer vida realmente viviente junto a los demás: “No se preocupen del mañana, que el mañana se ocupará de sí mismo. A cada día le basta su problema” (Mt. 6. 34).
Por otra parte, ante las circunstancias y los misterios que siempre rodea a aquellas es necesario tener presente la advertencia de Etty: en esos estados de vida no se debe esperar mucho ni de las ciencias ni del ejercicio de la filosofía. Con otras palabras, esas experiencias humanas no desaparecen con fármacos o antiácidos ni con extracciones odontológicas ni con cirugías. Las enfermedades, la pobreza, el hambre, las guerras y sus muertes, las desapariciones de los seres queridos, la muerte, la vida misma e incluso Dios no pueden ser explicados en su dimensión vital ni por la ciencia ni por la filosofía. El malestar espiritual es siempre superior a la experiencia del daño físico y todo daño físico conlleva una lesión en la interioridad humana. Desde ese punto de vista el fármaco y la cirugía pueden ser sustituidos por un abrazo, un apretón de manos o una sonrisa. La razón humana es insuficiente para la tarea del quehacer permanente, de ese quehacer múltiplemente integrado de acercarse a sí mismo, a Dios y a otros y esa continuación de la tarea que es acercándose desde sí mismo a los demás para acercar y facilitar la intervención de la bondad de Dios, de la presencia invisible pero amorosa de Dios. Por eso, y a pesar de todo, ¡la vida vale la pena de ser vivida!
9. Consejos para vivir-morir
Llega el momento de cerrar nuestro estudio y Etty Hillesum también deja de escribir sus cartas y su Diario y por eso en las últimas semanas de su vida se dedica a escribir más que experiencias cotidianas una especie de anotaciones para vivir viviendo mejor y viviendo mejor aprender a morir mejor; así mismo, aprovechó esas semanas, ya sin literatura ni libros ni pluma fuente, para prodigarse, a lo largo de sus últimos días, en atenciones a los presos y presas más necesitados que iba encontrando en el campo de exterminio de Auswitch. He aquí, por lo tanto, una serie de consejos para vivir-morir como un proceso integrado a lo largo de la vida humana:
no te cuides tanto de vivir, no te cuides de conservarte sin daños ni deterioros ni te estimes ajeno a las contrariedades. La vida exige vivir intensamente; la intensidad es la cualidad propia de la vida humana;
no te robes a ti mismo tus propias fuerzas, no malgastes tus fuerzas, no te destruyas inútilmente como víctima de tus propias fuerzas destructivas. Conoce tu yo y supera tus fuerzas pulsionales (“instintos”), entra en una instancia interior liberadora;
desconfía y no des total credibilidad a los datos objetivos; no pierdas tu vitalidad por confundir tu vida con un dato científico; la vida humana es algo más que eso; hay infinitas y diversas interacciones en el campo humano;
no te desveles por morir viejo o por sobrevalorar tu juventud; quien vive viviendo desde dentro de su interioridad para dirigirse a amar a otros en el encuentro personal vive más allá del espectáculo propio de lo superficial; quien vive amando desde dentro comprende que los instantes son paradójicas realidades: humanamente son efímeros, pero desde la evolución espiritual (crecimiento espiritual) son realidades eternas;
no te afanes por el futuro y lo que éste traerá, cada futuro tiene su día de llegada; vive hoy;
actúa (= vive) siempre con la sencillez y con la actitud de un infante: pregunta a Dios siempre y cuando no sepas qué hacer, arrodíllate y entrelaza tus dos manos, aunque parezcas una persona loca...
A manera de conclusión. Carta de este “autor” a Etty Hillesum
Querida Etty,
Creciste en una familia judía no practicante; en consecuencia, para los demás era una judía atea. Creciste y viviste en condiciones familiares, educativas y políticas tan adversas..., drásticas. Tu corazón ama con sinceridad; amar de esa manera implica que necesariamente comentamos errores. Pero quien ama se arriesga a todo y se desgasta por todo. Quien ama no sabe de límites temporales ni sociales. ¡Quien ama, vuela! Tenías sed de Dios, de un Dios verdadero y no teórico, lo descubriste en tu interioridad. Dijiste que el peor mal era ser inconstante y no ser fiel al amor que supera el tiempo, al amor eterno. ¿Sabes? En el ritual católico romano de toma de hábitos en el siglo XIX, se cantaba una antífona tomada del común de los mártires: “Bienaventurados seréis vosotros, cuando os aborrezcan los hombres, cuando os declaren dignos de excomunión y os maldigan y declaren condenas a vuestro nombre diciendo que es malo porque guardáis amor fiel al Hijo del hombre. En aquel día, alegraos y saltad de alegría y gozo, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo” (Ceremonial de la véture et de la profesión monatique. Solesmes, 1897; 17). Para mí eres una “santa atea” y una heroína y te admiro y lamento no haberte conocido. Un abrazo.
Notas
1. Etty Hellisum: Diario. 12 jul. 1942; 855.
2. Etty comienza a reconocerse y a definirse desde sus carencias afectivas; ella es la que carece de familiares y de amigos porque se ha alejado de ellos, los ha visto alejarse y morir. Véase 25 de marzo de 1941; 113.
3. Etty es una estudiante esforzada pero modesta; estudia fuera de su pueblo y de su hogar; tiene un hogar atípico y una educación donde los esfuerzos se hacen siempre redundantes; el profesor, el filólogo y traductor, Nicolaas Van Wijk, la motivará con su ejemplo a amar el estudio y los idiomas eslavos. Ella no pudo decirle cuánto apreciaba y admiraba sus brillantes lecciones y cómo era su mejor modelo académico. Murió de un infarto fulminante después de una gripe y fue para ella una inmensa conmoción. El maestro ideal la abandonaba. “Un mundo de conocimientos y ciencia ha sucumbido y el vacío no podrá llenarse jamás. Este hombre era único en Europa y probablemente será irremplazable durante décadas (...) un pedazo de mundo se ha desmoronado para mí y lo miro consternada y aturdida” (Diario 24 mar 1942; 102-122).
4. Recuerdo inexacto de un poema de Albert Verwey, “El mundo rueda melodiosamente de la mano de Dios”. Ettie Hellisum comenta en su Diario: “no he podido quitarme de la cabeza estas palabras de Verwey en todo el día. Yo también querría rodar melodiosamente de la mano de Dios” (9 de mar 1941; 38-39).
5. El contacto consigo misma es, en Etty Hillesum, tanto el fundamento de la interioridad como el requisito preciso para establecer el contacto con Dios. “Volvía a estar en contacto conmigo misma, con lo más profundo y lo mejor que hay en mí, que yo llamó Dios” (10 ago 1941; 173). Pero este acceso a sí misma y a Dios (o a la búsqueda de Dios) no es ni claro ni necesariamente fluido ni para ella ni para muchos, repárese en la siguiente anotación: “Siempre me siento muy mal en mi interior, detecto al mismo tiempo una voluntad de ayudar, de mostrar el camino a otros en el oscuro laberinto de su propia alma, para ahorrarles muchos momentos de infelicidad” (15 ago 1941; 181). No es fácil pasar del yo personal interior al contacto personal con Dios; es más fácil la redirección de las ayudas y acercamientos hacia los demás; es notable la impresión que tiene Etty de las almas de los demás y de la suya propia: son laberintos oscuros donde se precisa la ayuda de quien tenga cierta claridad interior propia. Conclusión patética: para Etty los seres humanos seguramente viven dormidos y desorientados (laberinto oscuro) y es muy probable que, ajenos a la luz cercana que es Dios, tengan almas retorcidas, oscuras y muy cercanas a la infelicidad (véase también Diario 24 mar 21 y 22 de nov 1941).
6. La gran hazaña, según Etty, es la conjugación desde Dios con el mundo a través del amor y de la bondad hacia todos los seres humanos; para ello hace falta un ser humano que quiera intentar ser espiritual escuchando sólo la voz de Dios en su interior. Toda una hazaña. Algo más que idealismo, servicio social, política, altruismo o heroísmo: un puente entre Dios y los hombres donde Dios se acerca a los hombres a causa de la identificación voluntaria de los hombres con Dios. Dios no hará nada sin nosotros y nosotros no seremos nada sin Dios. “Hay que estar siempre en sintonía [melodía de Dios, música] con los demás y saber siempre lo difícil que ha sido el camino hasta esa realidad interior y cómo es necesario reencontrarlo una y otra vez (…) como si en este pequeño fragmento de historia de la humanidad yo fuera uno de los muchos aparatos de recepción, que tienen que seguir retrasmitiendo. (…) La rutina es la manera con la que Dios nos permite relajarnos en nuestros tiempos de tensión espiritual. No esperes que Dios te conceda continuamente días de fiesta, aprende a vivir la vida de cada día en la fuerza de Dios. (…) vivirás épocas de escasez conmigo, Dios mío, pobremente alimentado por mi fe, pero créeme, seguiré trabajando para ti y te seré fiel y nunca te echaré de mi lado” (4, 17 jun y 12 jul 1942; 697, 749 y 856 respectivamente).
7. Ser melodía de Dios o en las manos de Dios. Interpretamos: Etty, que sabe de música, conoce los objetos sonoros, con la sonoridad la melodía hace nacer la alegría, llena los corazones y a veces se contagia como canto, el alma se transporta, se eleva en aspiraciones y sigue cantando. Es una manera de expresarse la existencia propia de quien canta. La melodía es un yo viviente que canta o quien canta es una melodía viviente. Dios es, según Etty, quien comienza la música, quien escucha canta y se convierte en canción. “Si algo canta, soy yo mismo que lo escucho cantando” (Claudel 1935, 177).
8. Escuchar en el silencio la voz de Dios, para retener en la memoria las maneras con que Dios dice sus palabras-voluntad y comunica su amor y habla a la interioridad de Etty, las palabras que son sólo para ella y que nadie más se las podría enseñar ni decir. Esas palabras divinas que luego brotan desde el interior y se ofrecen como palabras y servicios a otros. Y además, sólo con esas palabras interiores de Dios se puede saber qué quiere Dios de uno y por ende de uno entre el mundo y al lado de los hombres (e.g., véase 11 y 12 jul 1942).
9. Pensar, recurrir al cerebro, para sujetar las riendas de los impulsos humanos, aunque ello parezca maniatar, por necesidad, al lado instintivo del ser humano. Disciplina mental, sí, para colaborar ayudando a los demás, … ¡y que Dios nos ayude en tamaña empresa! Véase 16 abr, 10 jun y 4 jul 1942.
10. En varios pasajes de su Diario aparece la imagen de perder el tiempo, perder la vida, desgastarse sirviendo, quiere decir, de morir en pleno ejercicio del amor y de servicio porque se está enferma del Dios bondadoso que le habla cotidianamente al corazón. Se debe morir de amor cuando Su Bondad sólo así se puede expresar en los tiempos de mayores dificultades humanas. En esos mundos y épocas convulsas cuando parece que Dios ni el amor humano son posibles entonces Dios se busca receptores para que transmitan y den mensajes carguen de energía vital al mundo y realicen la armonía entre los hombres y entre los hombres y Dios. Véase 4 jun y del 8-15 jul 1942). Por otra parte, quien piensa en el tiempo y cómo éste se puede emplear en multitud de experiencias distintas al encuentro con Dios y el servicio de los hombres no ha comprendido de lo que se trata vivir espiritualmente: cuando la vida es hacer el bien no importan ni el lugar ni el tiempo, todo lugar es propicio, ¡también toda toda toda persona (incluido el custodio nazi que pide un cigarrillo y llora cuando una judía le da un cigarrillo y le conversa)! y el tiempo es lo de menos porque el tiempo se experimenta entonces como eternidad (a este respecto, Diario 7 oct 1941; 18-29 sep 1942).
11. La imagen de la inundación de Etty Hillesum y también muy cercana a sus imágenes del naufragio; en sentido negativo la inundación de lo banal es la inundación de las fuerzas naturales del ser humano que pueden apagar lo mejor de la vida; en esta inundación las circunstancias no son ni conocidas ni controlables y su resultado es la desorientación. En el sentido positivo el crecimiento interior y deseo de realización de la heroicidad del amor es también una inundación, pero su causa es el amor. También se le asocia con la consecuencia creación de una nueva realidad, de una nueva manera de vida o creación o evolución espiritual Esta inundación divina y con repercusiones como amor y servicio humanos también son ilustrados con la imagen de amanecer enfermos del alma y del Dios íntimo, amoroso y bondadoso de su amiga Henny Tideman. Véase 29 y 30 oct 1941).
12. Etty Hillesum tipifica la vida humana de esta manera, parece una cruda, fina, irónica y sugerente imagen acerca de la realidad de la vida humana, llena de todo tipo de circunstancias imprevistas; la imagen también exigirá, dada la crudeza de la vida, la renuncia a yo propio, la entrega y la confianza en el Dios presentido en la interioridad. Véase a este respecto, el 23 nov 1941.
13. La imagen del emparedado; quien busca a Dios y la realización de la gran hazaña indudablemente se encuentra entre el mundo y Dios; está frente al mundo por ser un ser viviente humano y rodeado de seres humanos y está frente a Dios porque tiende a desarrollar la vivencia con el Dios que descubrió en su propia interioridad y que le impulsa a amarse a sí mismo, a Dios y amar prestando servicios a todos los hombres. Así la podemos entender: “-No gracias, he comido un sándwich y ahora no tengo hambre. ¡Eso sí que habría sido una heroicidad! Quizá puedas empezar a educarte en ese aspecto. No quererlo todo en la vida. No ser ávida. No tener miedo de perderte algo. Intentar conseguir armonía. (…) aceptaré la inquietud y la lucha (…) Iré a todas partes de Tu mano e intentaré no tener miedo. Allí donde esté, intentaré irradiar algo de amor, del verdadero amor humano que hay en mí. Pero tampoco debo alardear de esta palabra: amor humano. No sé si lo poseo. No quiero ser nada especial, sólo quiero intentar ser la que busca desarrollarse plenamente dentro de mí. A veces pienso que deseo el aislamiento de un convento. Pero tendré que buscarlo entre los hombres y en este mundo” (24 y 25 nov 1941; 292-295).
14. El peregrino es otra imagen de Etty Hillesum para ilustrar el desprendimiento necesario para lograr profundizar en el conocimiento de sí mismo y desarrollar la relación de interioridad con Dios y posterior servicio a todos los seres humanos. El peregrino va con Dios y se aviene a actuar y socorrerse y socorrer a otros en lo que encuentre en su camino de cada día: “debemos estar dispuestos a reservar toda la fuerza, el amor y la fe en Dios que hay en nuestro interior -y que en mi caso está creciendo en forma sorprendente en los últimos tiempos- para quien se cruce casualmente en nuestro camino y los necesite” (Diario 7 jul 1942; 837. Esta imagen impresionista se conserva a lo largo de ese día y de los subsiguientes y es también un modelo para ilustrar el desprendimiento como condición de Etty para el servicio desde la generosidad). Vivir en el desprendimiento, separase de sí y amando a Dios y desde ahí verterse como agua de manantial en generosas entregas de servicio a los demás. El desprendimiento permite materializar la gran hazaña como acto espiritual materializado intemporal e inefablemente. El espíritu ha generado, entonces, parte de la evolución espiritual en un espacio-tiempo, se ha vencido a sí mismo y cambiado la historia como Dios esperaba que los hombres de buena voluntad hicieran. Lo físico, lo político y lo violento cede ante el amor que se concreta desde un corazón bondadoso.
15. Orar siempre, incluso cuando todos duermen (práctica de Etty): los cuerpos duermen, el espíritu no. Los espíritus oran y en eso se parece el ser humano espiritual al ángel; el ángel alaba sin cesar a Dios en su gloria y en el Cielo, el ser humano lo hace desde la rudeza de la vida cotidiana, desde el mundo que necesita redención (una nueva vida, la vida que resucita desde el espíritu y el contacto interior con Dios). Una idea y experiencia similar en Hildegarda de Bungen: Scivias II, 5 (Migne: PL 197, 487). El contraste con esta posición, en lo que respecta a sentido sociológico e histórico, véase la obra de Foucault (1987).
Referencias
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Semeraro, Michekdavide. 2015. Etty Hillesum. El encuentro con Dios de una mujer judía durante la persecución nazi. Madrid: Rialp.
Vásquez Borau, José Luis. 2020. Etty Hillesum. Una mística en el horror nazi. Madrid: Digital Reasons.
Hernán Mora Calvo (hemojv@yahoo.es) Doctor en Filosofía. Procura hacer filosofía en la historia del pensamiento, la ética y el pensamiento hebreo. Considerado por algunos como existencialista, en los terrenos de Kierkegaard y Teilhard de Chardin. Sus escritos más recientes están dirigidos al campo de la filosofía española y al pensamiento de Edtih Stein, Albert Camus, Sigmud Freud y Etty Hillesum, también ha tratado de dilucidar las raíces del pensamiento costarricense. Docente en la Universidad de Costa Rica, en la Escuela de Filosofía y en la Escuela de Estudios Generales (Humanidades).
Recibido: 24 de octubre, 2022.
Aprobado: 31 de octubre, 2022.
Revista Filosofía Universidad de Costa Rica
LXII (163), Mayo - Agosto 2023 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589