Paulo Gómez

Frecuencias réquiem: aceleracionismo landiano como escritura

Resumen: La caricatura tradicional del aceleracionismo lo ha entendido como una vertiente herética de marxismo que, aunado a una teoría de flujos deleuze-guattariana, sostiene que la única forma de alcanzar una sociedad post-capitalista es intensificando las relaciones de producción capitalistas. El presente artículo sostiene, en cambio, que el aceleracionismo desde su formulación, se definió como un proceso o «práctica de inmanencia» inseparable de su escritura. Este abordaje permite evidenciar la distancia y la resignificación de conceptos que aplicó Nick Land respecto de la serie Capitalismo y esquizofrenia, así como la alta resonancia de su escritura con los evangelios de Bataille —como el mismo Land se refirió a su obra—.

Palabras clave: Deleuze & Guattari, desterritorialización, Bataille, aniquilación, estética.

Abstract: The traditional caricature of accelerationism has understood it as a heretical strand of Marxism which, related with a Deleuze-Guattarian theory of flows, holds that the only way to achieve a post-capitalist society is by intensifying capitalist relations of production. This article argues, on the contrary, that accelerationism, since its formulation, has been defined as a process or “practice of immanence” inseparable from its way of writing. This approach allows us to show the distance and resignification of concepts that Nick Land took place respect to the series Capitalism and Schizophrenia, as well as the high resonance of his writing with Bataille’s gospels —as Land himself referred to his work—.

Keywords: Deleuze & Guattari, deterritorialization, Bataille, anihilation, Aesthetics.

La noche es también un sol.
—Georges Bataille, La ausencia de mito

Nada humano saldrá con vida del futuro.
—Nick Land,
Fanged Noumena

Pero, ¿se puede hacer visible lo intolerable y lo cegador, la muerte y el sol, o el incesto?
—Julia Kristeva, Bataille solar,
o el texto culpable

Introducción

Desde que Benjamin Noys (2010) designó como «aceleracionismo» a la tendencia que entiende que la única forma de alcanzar una sociedad post-capitalista es intensificando las relaciones de producción capitalistas, el debate alrededor del aceleracionismo se ha mantenido mayoritariamente cercado al plano de la de la filosofía política. No es extraño hallar al aceleracionismo como una corriente vinculada a posiciones políticas concretas1, o, de lleno como una «herejía política» (véase Avanessian & Reiss 2021). Esta tematización ha dejado de lado, sin embargo, la reflexión sobre la forma en la que los conceptos —siendo entendidos como políticos o no— lidian con la «confusión de lo sensible», la condición que desde Baumgarten hasta Deleuze determina la preocupación estética (véase Zourabichvili 2023). Este punto poco destacado en el aceleracionismo no deja de sorprender debido a las múltiples insistencias de, entre otros, el mismo Mark Fisher (2021a), para quien el aceleracionismo antes de leerse como una «forma herética de marxismo», responde a un ejercicio fundamentalmente estético.

Tomando en cuenta lo anterior, y siguiendo esos márgenes, el aceleracionismo landiano será aquí evaluado como inseparable de una «práctica de la inmanencia» y de una escritura que responden —antes que a una determinación política— a un ejercicio propiamente estético. Se sostendrá que en esa tensión del concepto y lo sensible aparece una singularidad del aceleracionismo landiano que permite evidenciar, en primer lugar, la distancia y la resignificación que adquieren los conceptos landianos respecto de la serie Capitalismo y esquizofrenia, siendo aquel de desterritorialización el más evidente y destacable; y, en segundo lugar, la forma en la que en Land aparecen dos claves estéticas de su primer libro Sed de aniquilación. Bataille y el nihilismo virulento (1992) que se operativizan en su práctica aceleracionista posterior.

Es a través de esta problemática que tensa en la escritura landiana a Deleuze y a Bataille —y que tal vez a Lyotard (1977) le hubiera parecido inconcebible— que aparece la posibilidad de redefinir el aceleracionismo landiano como una escritura que, siguiendo a Deleuze, se constituye como una práctica de la inmanencia, pero, distanciándose de este, que no puede sino formularse como una escritura propiamente sacrificial, como mejor no pudo haberla deslindado Bataille.

Tatuar intensidades: aceleracionismo como escritura

En el 2010, Benjamin Noys acuña el término «aceleracionismo» como una tendencia en la que, ante la advertencia marxiana de que «la barrera real a la producción capitalista es el capital mismo», textos como El Anti-Edipo (1972); Economía libidinal (1974); y El intercambio simbólico y la muerte (1976) habrían propuesto, en términos generales, como respuesta, que se debía atravesar esa barrera volviendo el capital contra sí mismo: «si el capitalismo genera sus propias fuerzas de disolución, entonces la urgencia es la de radicalizar el capitalismo en cuanto tal» (Noys 2010, 5). El célebre fragmento de El Anti-Edipo que aparece irremediablemente en cualquier argumentación aceleracionista es el siguiente:

¿Retirarse del mercado mundial como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la «solución económica» fascista? ¿O bien ir en sentdio contrario? Es decir, ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y de la desterritorialización. Pues tal vez los flujos no están aún bastante desterritorializados, bastante descodificados, desde el punto de vista de una teoría y una práctica de los flujos de alto nivel esquizofrénico. No retirarse del proceso, sino ir más lejos, «acelerar el proceso», como decía Nietzsche: en verdad, en esta materia todavía no hemos visto nada. (Deleuze & Guattari 2021, 247)

De esta manera, para Deleuze & Guattari (2021) el capitalismo es una fuerza de desterritorialización que implica inmediatamente una reterritorialización, es un juego entre ambos movimientos: «Del capitalismo decimos a la vez que no tiene límite exterior y que tiene uno: tiene uno que es la esquizofrenia, es decir, la descodificación absoluta de los flujos, pero no funciona más que rechazando y conjurando ese límite» (258). Se trata de una tensión entre la desterritorialización absoluta y la reterritorialización que aparece como su rechazo: campo de inmanencia desterritorializado, pero, determinado inmediatamente por una axiomática (258).

Esta postura aceleracionista deleuze-guattariana fue rápidamente atribuida a Nick Land, aunque no sin reconocer un recalcitrante giro antimarxista, antisocial y punk tardío de dicho corpus: un remix de la teoría original del capitalismo como flujos de desterritorialización (Noys 2021). En Land, la propuesta se habría tornado, antes que un juego entre los flujos de desterritorialización y reterritorialización, una vocación por coincidir exclusivamente con el horizonte de desterritorialización absoluta (Noys 2014), algo que, en lo que respecta a Deleuze & Guattari, estos parecieron dar lentamente un paso atrás en sus consecuencias (Noys 2021, 184).

Ahora bien, antes de centrar el problema en la ruptura teórico-conceptual de Land respecto a Deleuze & Guattari, razón que desembocaría en un ya bastante tradicional y codificado debate político sobre aceleracionismo, considero más productivo orientarse hacia las condiciones de ese «remix», tanto como a la razón misma de que sea un remix. Este enfoque permite redefinir el aceleracionismo como inseparable de un tipo de escritura y una práctica estética, que de hecho, estuvieron a la base de su formulación y más aún en la propuesta germinal de Nick Land. Como indica Robin Mackay (2019, 15-16):

Land perseguía una forma nueva de pensar, y para encontrarla se propuso llevar a cabo un experimento con la escritura; pero al hacerlo también fue más allá. La búsqueda de una «señal» que no fuera meramente un reflejo repugnante y narcicista del Sistema Humano de Seguridad debía demandar un desprecio total por cualquier método normativo. Land no procuró canales de comunicación con el «afuera» mediante una crítica interna e indeterminable de textos filosóficos, sino a través de la cultura popular.

Otra de las pocas voces que puso el acento en el elemento estético fundacional del aceleracionismo fue Mark Fisher, quien —como se indicó supra— sugería explícitamente no situar al aceleracionismo dentro de una tradición marxista, sino más bien describirlo como un intento de converger con, intensificar —y sólo después politizar—2 «las dimensiones más desafiantes y experimentales de la cultura popular» (Fisher 2021b, 158)3, en definitiva, Fisher describe el aceleracionismo como un proceso de escritura que no sólo apunta a un plano de inmanencia, sino que procura que sea expresión de este. Se trataría de una forma de hacer cartografía de intensidades —para usar términos deleuze-guattarianos—.

Esta forma de acercarse al aceleracionismo releva a un segundo lugar cualquier definición positiva para colocar la definición en el marco de una escritura como producción: se trataba de «hacer con la escritura lo que el jungle, con sus sampleos de Depredador, Terminator y Blade Runner, hacía con el sonido: ‘textos a la velocidad del sampleo’, como dijo Kodwo Eshun» (Fisher 2021b, 160). Una referencia bastante similar pero ampliada es descrita posteriormente:

Land fue nuestro Nietzsche, con la misma saña contra las tendencias llamadas progresistas, la misma mezcla estrambótica de lo acérrimo con lo futurista, y un estilo que actualiza la escritura aforística del siglo XIX en lo que Kodwo Eshun llamó «textos a la velocidad de sampleo». La velocidad [speed], en el sentido abstracto pero también químico es crucial: provocaciones telegráficas tecnopunk que se contraponían a la célebre cogitación del posestructuralismo continental y a sus simpatizantes británicos, para quienes lo laborioso y agonizante de un texto era un signo efectivo de sustancia intelectual» (Fisher 2020, 70).

En resumen: el aceleracionismo, desde el punto de vista de la escritura, consistía en la producción intempestiva de un mapa que debía dar cuenta de la conformación de intensidades propias de una cibercultura determinada, y, posteriormente, procurar converger con ellas en el pensamiento. Es a esto a lo que Fisher (2021b) atendía cuando afirmaba que las prácticas escriturales de la CCRU y principalmente de Nick Land parecían levantar la siguiente consigna: «el texto entendido como tatuaje de intensidades a las que hay que entregarse» (161).

Todo abordaje que pretenda «tatuar intensidades» mediante un texto se coloca en un campo problemático irremediablemente estético, esto es, la forma en la que los conceptos lidian con la «confusión de lo sensible», o, más concretamente: «la confrontación del concepto con la sensación» como hacía resumir François Zourabichvili (2023, 247) un largo punto de inflexión que determinaría la preocupación estética desde Baumgarten hasta Deleuze. Cuando Fisher reconoce que el aceleracionismo es un intento por converger con la velocidad a la que se producían los agresivos sampleos del jungle, o con los elementos más disruptivos de expresiones sociales, está intentando describir una forma de encuentro entre el concepto y lo «sensible» que en este caso está rebasado por flujos de desterritorialización. Para usar la misma metáfora fisheriana del tatuaje la cuestión deviene: ¿cómo trazar sobre un tejido extensivo (texto-piel) los movimientos intensivos de lo que «no puede ser sino sentido» (plano de intensidades)?4

Es justo en esta cuestión estética que la sugerencia de Benjamin Noys de entender el aceleracionismo landiano como un remix de Capitalismo y esquizofrenia tiene lugar. No se trata de deslindar las diferencias entre un capitalismo como tensión y juego de desterritorialización y reterritorialización (Deleuze & Guattari), y un capitalismo como desterritorialización absoluta (Land). Sino la forma en la que los conceptos landianos lidian o precipitan devenires a través de lo que no puede ser sino sentido.5 El remix no es conceptual, se dirige a una reorganización de la misma forma en que los conceptos producen lo sensible. En el siguiente acápite se analizarán precisamente las resonancias y disonancias que emergen con ocasión del remix landiano de la obra deleuze-guattariana, para, próximamente, analizar las frecuencias réquiem de Bataille producidas en el sampleo.

La literalidad de la escritura deleuziana y el remix landiano

El principio de una escritura como cartografía hace resonar indudablemente a la obra deleuze-guattariana, sin embargo, es aquí donde acaece la primera fractura introducida por el remix, la primera disonancia. En principio, y según la melodía de Mil mesetas, el mapa se contrapone al calco. El calco reduce la función de la escritura a la simple «medida de otra cosa» (Deleuze & Guattari 2021, 13), esto es, como algo que posee un referente exterior. Por otra parte, el mapa otorga a la escritura una función abierta y creativa: «Escribir no tiene nada que ver con significar, sino con deslindar, cartografiar, incluso futuros parajes» (13). Esto es a lo que los mismos autores reservaron como función de la filosofía, a saber, la creación de conceptos que no sólo dieran cuenta de un plano de inmanencia concreto, sino que se dispusieran a inventar y desplazar las coordenadas intensivas que segmentarizan dicho plano (véase Deleuze & Guattari 2019, 11).

¿De qué manera la escritura puede referirse a un plano intensivo y es capaz de inventar el mundo al que sólo aparentemente se le ha conferido la posibilidad de describir? Retomando a François Zourabichvili (2023), esto es posible sólo a través de la literalidad que rige la escritura deleuze-guattariana. Literalidad que no se afana en buscar algo «propio» aferrado a las palabras6, sino que sujeta la escritura a un agenciamiento que funciona como parte de la producción de la experiencia inmanente (47).

La literalidad, para Zourabichvili (2023), tiene que ver con la forma en la que la escritura deleuziana se corresponde con una «práctica de la inmanencia» (44), «una producción literaria que no remite a nada exterior», porque «el lenguaje y el mundo están dados al mismo tiempo, no hay palabras antes que mundo o luego de él, separado de él» (55). ¿Cómo tomarse aquella frase de «en todas partes máquinas» o que «el presidente Schreber tiene los rayos del cielo en el culo» no metafóricamente? —se pregunta Zourabichvili—: la literalidad de esos enunciados se revela en la producción y devenir de un agenciamiento; en la capacidad de esos enunciados para desplazar el sentido de un estrato. En eso consiste la escritura como práctica de la inmanencia: apuntar a un plano de fuerzas que moviliza el devenir, que producen lo real y lo sensible, antes que limitarse a una escritura de la representación. Se trata de la escritura al servicio de la producción de sentido, y no de significación (véase Deleuze, 2022).

El remix landiano, sin embargo, cambia el beat deleuze-guattariano y lo torna espeluznante y ominoso. Cuando se injerta la pregunta por la literalidad —que supone la escritura como cartografía— a la escritura landiana, a pesar de serle compatible, pues se mantienen las mismas condiciones (práctica de inmanencia y una producción literaria que no remite a nada exterior), emerge una anomalía; el plano al que apuntan los conceptos a crear, se revela como un Cuerpo sin Órganos (CsO) inhóspito7 y con sed de aniquilación. En un diálogo de Ciberrevolución (1995), Land (2019) pone en boca de un personaje (Trouvier) el optimismo creativo de Deleuze & Guattari: «En realidad querían contribuir a la creatividad de la sociedad, no disolverla en un maquinismo psicótico» (232), pero el diálogo termina, precisamente, con un resultado devastador como producto de una infección k-positiva —es decir, un maquinismo psicótico llevado a cabo por la desterritorialización absoluta—. Para Land, la escritura no puede ser ya un ejercicio de la inmanencia que agencie lenguaje y mundo como dos elementos que se dan al mismo tiempo, sino, una escritura en el que el lenguaje y la muerte se dan al mismo tiempo.

El mito landiano cuenta que a partir del Renacimiento, un proceso maquínico llegado del futuro había conquistado la tierra. Este proceso consistía en una «singularidad tecnocapitalista» capaz de acelerar mortíferamente los grados de desterritorialización del socius. La consecuencia última: la aniquilación de lo humano (Land 2019, 53-88). De esta definición esotérica se desprenden tres elementos destacables: i) que el aceleracionismo es la descripción de un proceso maquínico; ii) que dicho proceso consiste en una singularidad tecnocapitalista; y, iii) que esta acelera los grados de desterritorialización del socius. Proceso maquínico, singularidad y desterritorialización. Todos conceptos pertenecientes al corpus deleuziano, y que podrían hacer pensar que se sigue recorriendo los senderos demarcados por el El Anti-Edipo y Mil mesetas. Sin embargo, cuando se analiza esta definición a partir de la escritura, estos términos —como ya se anticipaba— no responden a la creación de un mundo, sino justamente a la destrucción de uno (el humano; de ahí que gran parte de su apuesta sea hackear el «Sistema Humano de Seguridad»). En el remix landiano, el elemento más destacable y disonante con respecto al melódico Capitalismo y esquizofrenia corresponde al tercero de la lista: la noción de desterritorialización, que, a su vez, guarda una íntima relación con la literalidad landiana.

Si «la desterritorialización es la única cosa de la que ha hablado el aceleracionismo» (Land 2021b, 23). Una práctica de la inmanencia del aceleracionismo landiano debe partir de ahí. Todo remix parte de una base anterior para luego hacerla mutar e incorporarle nuevos elementos. El caso de la desterritorialización no es la excepción. Si bien es cierto, el mismo Land atribuye el uso del término directamente a los autores franceses8, ya desde los tiempos de la CCRU, Mark Fisher había indicado que si Land se apuntalaba en los nombres de esos autores, esto se debía a una cuestión estrictamente táctica. Permaneciendo en el fondo una fractura o fisura irreconciliable. En efecto, la propuesta landiana —para Fisher— lograba desembarazarse del «pro-creacionismo vitalista asqueroso lawrenciano» de la obra de Deleuze y Guattari, tanto como de sus lecturas sobre Spinoza y Bergson (CCRU 2021, 183). El vitalismo deleuziano apostaba por la conformación de un plano anorgánico en el que las máquinas abstractas hacían agenciar todo tipo de elementos heterogéneos a través del contagio: la vida como rizoma.9 Basta con acudir a la introducción de Mil mesetas para aclarar y dar cuenta de ese vitalismo repulsivo que indica Fisher:

El rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre vuelve a comenzar según esta o aquella de sus líneas, y según otras. Es imposible acabar con las hormigas, puesto que forman un rizoma animal que aunque se destruya en su mayor parte, no cesa de reconstruirse. (Deleuze y Guattari 2020, 18)

La condición tanto para el rizoma, como el consecuente vitalismo en el que se inscribe, es precisamente la desterritorialización. Pero, en la serie Capitalismo y esquizofrenia, tanto el concepto de desterritorialización como el de línea de fuga, están esencialmente comprometidos no sólo con ese vitalismo que denunciaba Fisher —aquel en donde nada se deja aniquilar por completo— sino con una noción implícita de libertad. Es cierto que se trata de una libertad no-voluntarista o personal, pero sí que atiende a la capacidad de transformación y cambio en un determinado agenciamiento o ensamblaje (Patton 2010, 118); la capacidad de devenir rizoma y escapar a la rigidez arborescente. Es la libertad de huir.10 Huir mientras se toma un arma, siendo el arma la línea de fuga o la desterritorialización (de ahí que estos conceptos a pesar de estar asociados a una pura destrucción, impongan, simultáneamente, una molesta advertencia que Deleuze no para de hacer: ¡la línea de fuga es peligrosa!; véase Deleuze & Parnet 1987, 161). El vitalismo y la práctica de libertad implícita hicieron que la desterritorialización fuese concebida como un proceso que debía ser siempre asintótico, un arma con la cual huir y hacer propagar espacios lisos, pero jamás insistir demasiado en ella, pues es un acceso directo a la muerte: «algo hacia lo cual converger, pero nunca alcanzar» (Noys 2021, 184).

En el remix landiano, en cambio, la desterritorialización deja de ser asintótica para volverse absoluta, un puro flujo de aniquilación que una vez realizada en el futuro, sólo resta ver el colapso [meltdown] que aparece en forma de destellos en el presente, de forma análoga a los cyborgs de Terminator que vienen del futuro para eliminar los vestigios humanos. La desterritorialización no sirve aquí a ningún vitalismo, esmero de transformación a lo interno de agenciamientos y mucho menos a una libertad para agenciar; su único propósito es el derroche de aniquilación. Si bien ambas definiciones de desterritorialización parecen —en su descodificación— precipitar devenires, en el caso de Deleuze & Guattari, es el devenir de un rizoma, pero en el caso de Land, es el devenir de una muerte inminente que no importa ya retardar porque sus miasmas ya están aquí.

Este remix de la noción de desterritorialización es fundamental para la propia escritura. Una escritura como práctica de inmanencia vitalista propone un ejercicio de liberación y juego de agenciamientos vía desterritorialización, crear: escribir no para significar, sino para deslindar y cartografiar incluso futuros parajes (Deleuze & Guattari 2021, 13). La práctica de inmanencia que se revela en la escritura landiana, basada en la idea de desterritorialización absoluta, genera un efecto casi diametralmente opuesto. Se trata de descodificar hacia la nada (lo que remite al nihil propio de la etimología de aniquilación), escribir apuntando al 0, pero ya no la «la intensidad = 0» sobre lo cual sólo resta la creación (véase Deleuze & Guattari 2020), sino, la intensidad = 0 como «muerte positiva»: «Este es el terreno de la inmanencia o de lo desconocido; muerte positiva como intensidad cero, diferenciada unilateralmente del éxtasis o sensación desnuda» (Land 2021a, 179). Se trata entonces, de expulsar hacia esa muerte simulacros insertos en circuitos cibernéticos más allá del eterno retorno hasta que no quede nada; hasta que nada humano salga con vida del futuro, como tanto repitió Land (2019). Esta tendencia era evidente ya desde temprano, por ejemplo, cuando —de la mano de Bataille— Land criticaba la idea de deconstrucción derridiana al pertenecer esta a una lógica «restauradora»; la deconstrucción siempre conserva y rescata algo de ser aniquilado: «La deconstrucción es como el capitalismo11; cambio gestionado y reacio» (61)12. La misma lógica puede ser aquí atribuida al rizoma vitalista.

Ray Brassier supo ver parcialmente esta cuestión al postular que el “Mad Black Deleuzianism” presente en el aceleracionismo de Nick Land se originaba al extraer el núcleo vitalista bergsoniano de la teoría deleuze-guattariana. Para Brassier, no obstante, esto ocasionaría un debilitamiento de la propuesta landiana, pues, si Bergson es lo que le permite a Deleuze invertir a Kant y escapar al problema de la representación (dando con las condiciones reales de existencia), al extraerlo, la propuesta de Land caería —según la opinión de Brassier— en complicaciones directamente relacionadas con la representación (véase Eclecticism 101 2022). A pesar de que la apreciación de Brassier es enteramente correcta, este yerra al no tomar en cuenta que el aceleracionismo landiano hunde sus raíces también en la obra de Bataille, y no sólo en la de Deleuze & Guattari. De hecho, es el sustrato bataillano de la escritura de Land el que le permite, precisamente, superar el problema de la representación sin acudir a una matriz necesarimente vitalista.

Volviendo a la escritura, lo que resta por articular es, entonces, la forma en la que el plano de inmanencia al que se dirige la literalidad landiana hace especial resonancia con lo que Bataille procuró atender —siempre de manera insuficiente— a través de su experiencia interior y es, a su vez, lo que permite elucidar no sólo la fractura con Deleuze & Guattari, sino, la clave estética fundamental del aceleracionismo landiano, su singularidad.

Frecuencias réquiem de Bataille

Uno de los pocos trabajos que ha tematizado recientemente el papel de Bataille en el aceleracionismo landiano es el de Eugene Brennan (2017), para el autor, Land habría hallado demasiadas insuficiencias en la propuesta de Bataille, por lo que se habría volcado a una matriz teórica deleuze-guattariana. La primera objeción que debe hacérsele a esta postura es, sin embargo, que parte de la figura del autor como un principio de inteligibilidad de la obra, elemento que no sólo ya advertía Foucault (1998) como vago e improcedente, sino que ignora la propia operatividad de la escritura landiana y su relación con Bataille:

¿A quién le importa lo que «cualquiera» piense, sepa o teorice sobre Bataille? Lo único que hay que intentar abordar es la intensa onda expansiva que aún nos alcanza junto a sus brasas literarias…Por ahora, es decir, mientras cualquier cosa pueda aún «alcanzarnos». (Land 2021a, 23)

Si Sed de aniquilación es un texto anterior al «Land aceleracionista» poco importa. De hecho, el texto, tal como indica Robin Mackay (2019) es más una experimentación escritural: «más que un libro sobre George Bataille, puede ser descrito como un libro con Bataille» en el que «Land procede a cartografiar su propia ‘experiencia interior’ a la hora de comunicarse con el pensamiento lacerante de Bataille» (22). Sed de aniquilación es el registro de un primer experimento escritural que no va a dejar de aparecer en sus obras posteriores.13 Lo relevante, entonces, es hallar, en este primer experimento, las resonancias que permiten desprender la relación que a nivel de escritura se conforma como una problemática o sentido capaz de juntar la serie de conceptos con la serie de lo sensible: el intento de abordar la «intensa onda expansiva» que sirve como plano de inmanencia a las «brasas literarias» de un texto. Y, en particular, de los textos aceleracionistas.

Es en este sentido que todo el remix landiano de Deleuze & Guattari parece descansar en un ejercicio escritural batailliano y en una estética que tensa el concepto y lo sensible a través de dos nociones, en primer lugar, aquella de aniquilación, y, en segundo lugar, aquella de comunicación. Respecto al primero, nótese, por ejemplo, el siguiente pasaje de Sed de aniquilación:

El animal humano es aquel a través del que el exceso terrestre se desangra hasta cero, el animal destinado a anularse en la historia, sacrificando por completo su naturaleza a la tormenta solar. El capitalismo nos descompone y reconstruye, cada vez con mayor frecuencia, a medida que persigue su fluctuación energética hacia la aniquilación, conducida a la liberación del sol, mientras que el objeto se precipita hacia la vaporización de la mercantilización protoesquizofrénica. Afluyendo entre los profundos flujos de la historia, Bataille asegura que la intensidad ya no es concebida como una percepción anticipada, sino como el éxtasis de la muerte de Dios, la disolución delirante del Uno. (Land 2021a, 183)

En un plano teórico se observa que lo asintótico de la desterritorialización deleuze-guattariana es abandonado al haber Land partido del mismo principio económico general de Bataille14; a saber, que el sol, principio de todo crecimiento y vida, si bien dona todo sin pedir contraprestación alguna (lo que permite la acumulación), empuja a lo humano irremediablemente a la muerte, al desperdicio, a la parte maldita (véase Bataille 1987; Land 2021a, 28)15, se trata de un sentido único hacia la aniquilación.16

Sin embargo, más importante aún es la clave estética que se asienta ya desde este primer ejercicio escritural que Land lleva a cabo con Bataille. ¿Qué sucede con la escritura una vez que se percata que el capitalismo persigue la aniquilación total? ¿qué sucede con la forma en la que el concepto lidia con lo sensible? Si la literalidad deleuziana —como se decía antes— es creativa y responde a un vitalismo, esto se debe a la misma naturaleza del CsO e intensidad de la que es conformado, según la definición de CsO que aparece en Mil mesetas: «es la materia intensa y no formada, no estratificada, la matriz intensiva, la intensidad = 0; pero no hay nada negativo en ese cero, no hay intensidades negativas ni contrarias. Materia igual a energía» (Deleuze & Guattari 2020). El CsO que presenta Land objeta la definición anterior sólo para afirmar que la «intensidad = 0» se revela como muerte y desintegración absoluta, ya no sólo aquello que permite que las intensidades circulen, sino aquello donde terminan a parar y se desintegran, la matriz intensiva del CsO landiano agota toda hospitalidad sobre qué construir o redirigir un diagrama de intensidades, es pura disolución: «éxtasis de la muerte de Dios, la disolución delirante del Uno». Si para Deleuze & Guattari la distinción entre CsO y organismo era de iure (véase Protevi 2000), nada impide a pensar que para Land la distinción ha llegado a poder plantearse como una distinción de facto. Es por ello que antes se decía que la literalidad landiana consiste en una escritura que pretende descodificar hacia la nada, hacia el gasto improductivo, escribir apuntando al 0: escribir precipitando el nihil de la aniquilación.

Esta es la primera clave estética del aceleracionismo: el concepto lidia con lo sensible a través de la descodificación plena, su campo de acción se despilfarra y vierte como la piara endemoniada corre en dirección al cerro, directo al nihil del vacío (véase Mateo 8:28-34). «La intensidad del afecto es pensada como inherentemente orientada hacia su propia extinción» (Land 2021a, 93). No se escribe como quien quiere agenciar un mundo distinto, se escribe sólo como quien no puede salir de la desesperación ante el «aniquilamiento del ser».17

Bataille, sin embargo, ya había deslindado una relación muy singular entre la escritura y la muerte a través de la comunicación —relación que le será igualmente cara a Land—. Desde Sed de aniquilación, Land (2021a) deja claro que la única «inmanencia» a la que responde es aquella de la continuidad (29). Pero la continuidad, advertía ya Bataille (1997), no es conocible más que bajo la forma de una experiencia (28), es algo imposible de escribir y de transmitir, a pesar de ser lo que más importa comunicar (Bataille 2016, 5) 18. La comunicación es lo que permite atisbar la continuidad del ser. Baste recordar a Bataille: «no se comunica nada de un término a otro, sino de uno mismo a la extensión vacía, indefinida, donde todo se sumerge» (150). Es en este vacío cercado sólo por la prestación del exceso que el concepto aparece tensado con lo que no puede ser sino sentido, y sólo secundariamente, con lo sensible:

el ser es más que la mera presencia. La presencia es a veces la postración, el momento neutro en que, pasivamente, el ser es indiferencia al ser, en que ya es paso a la insignificancia. El ser también es exceso de ser, es subida a lo imposible. El exceso lleva al momento en el que la voluptuosidad, al superarse, ya no se reduce a lo sensible —en el que lo sensible no cuenta y el pensamiento (el mecanismo mental) que rige la voluptuosidad se adueña del ser entero. (Bataille 1997, 179)

De esta manera, el ser entero es referido en Bataille a la continuidad y esta a esa «extensión vacía donde todo se sumerge» y que es condición de la comunicación. La escritura puede dirigirse a la comunicación, pero igualmente puede la risa, el heroísmo, el éxtasis, el sacrificio u el erotismo. Lo importante es que alcancen el nivel del exceso o gasto, pues todas hacen emerger una «ley de comunicación» (Bataille 2016, 21)19 que permite la violación de la individualidad, la autonomía y el aislamiento, la imposición de una herida a través de la cual los seres se abren a la comunidad del desperdicio sin sentido. Esta forma de tensión entre el concepto y lo sensible (así como con lo intensivo de la sensación) es recogido en Sed de aniquilación:

La literatura constituye una transgresión contra la trascendencia, el desgarro oscuro y profano de una herida sacrificial, permitiendo una comunicación más básica que la pseudocomunicación del discurso instrumental… la liberación de la humanidad de sí misma, de regreso a la extravagancia ciega e infernal del sol. (Land 2021a, 31)

Aniquilación y comunicación. Son las dos claves estéticas que indican la tensión entre el concepto y lo sensible, desarrolladas por Land desde ese primer experimento de escritura que emprendió de la mano de Bataille. Ambas son conservadas de forma operativa en la escritura landiana, conformando un mórbido réquiem en el remix aceleracionista (véase Land 2019, 247). Casi podría decirse que los evangelios de Bataille —pues Land nunca dejó de respetar su estatuto de santidad— se aplican como un suplemento de los textos deleuze-guattarianos, si tan sólo no hubiera sido más que denostada la deconstrucción derridiana. En realidad, Land no hizo intervenir «autores», se limitó al principio programático antes citado: «Lo único que hay que intentar abordar es la intensa onda expansiva». Deleuze & Guattari, tanto como Bataille son sólo ondas expansivas que confluyeron en la escritura landiana y que se calcificaron en una mezcla mutante y ecléctica de práctica de la inmanencia.

Conclusión

El abordaje del aceleracionismo como inseparable de una «práctica de la inmanencia» y de una escritura que responden —antes que a una determinación política— a un ejercicio propiamente estético permitió dilucidar una serie tanto de resonancias como de disonancias entre el aceleracionismo landiano y sus «fuentes». Así, por ejemplo, tomando el concepto de desterritorialización desde su operatividad escritural, se demarca un cisma entre la formulación original deleuze-guattariana y el posterior remix landiano. Si para los primeros la desterritorialización era correlativa a un vitalismo y servía a un ejercicio y producción de espacios de libertad, en Land, estará al servicio de la desterritorialización absoluta y con ello la aniquilación de lo discontinuo. Esta disonancia es producto de un remix en el que intervienen frecuencias provenientes de los experimentos tempranos que hizo Land con la escritura de Bataille, particularmente a través de dos claves estéticas que se resumen en aniquilación y comunicación.

El aceleracionismo landiano evaluado desde este enfoque estético (que implica la tensión entre el concepto y lo sensible) se revela como una escritura que, siguiendo a Deleuze, se constituye como una práctica de la inmanencia, pero, distanciándose de este e inclinándose hacia Bataille, no puede sino formularse como una escritura propiamente sacrificial, esto es, que apuesta a la experiencia de la disolución de todos los seres en la continuidad del ser. ¿Acaso no es ese el substrato estético que está detrás de la idea landiana de colapso y la forma en la que intentó dar cuenta de ello a través de Fanged Noumena?

Notas

1. Algo que el mismo Nick Land (2021b) considera como improcedente. El aceleracionismo no puede adscribirse a una política en cuanto describe esencialmente un proceso.

2. En Terminator contra Avatar, Fisher (2020) indica que el aceleracionismo tan sólo puede funcionar como estrategia política (no se sigue necesariamente que tenga que ser una, o menos aún que sea la única).

3. El mismo Fisher (2021b) indica: «En cuanto al cambio de estilo, supongo que pasaron varias cosas. Una fue la desaceleración de la cibercultura británica que había inspirado a la CCRU en los noventa. Las hipótesis exorbitantes de la CCRU empezaron a tener menos pertinencia en una cultura que parecía corresponderse cada vez más con las ideas de [Fredric] Jameson de la retrospección y el pastiche. En los noventa, al malestar identificado por Jameson se podía oponer una cibercultura vibrante. Pero en los dos mil, la plaga del posmodernismo se extendió por todas partes” (160).

4. Lo que no puede ser sino sentido es la forma en la que Deleuze (2006) describía, ya desde Diferencia y repetición, el elemento intensivo que permite y es condición de todo lo sensible.

5. No debe perderse de vista que la forma en la que el concepto lidia con lo sensible no apunta a una colonización, negación, o apropiación del primero sobre el segundo, sino en cambio: «el concepto cuya vocación es ser distinto, se mida con la confusión sensible, reconociendo en ella tanto su punto de partida irreductible como el límite que lo bordea indefinidamente” (Zourabichvili 2023, 247).

6. Sobre la crítica de lo propio y lo impropio en el lenguaje, conviene Nietzsche (2000).

7. Esta aseveración será profundizada con mayor detalle en el último acápite de este trabajo, en el que se evidenciará el giro estético aceleracionista a través de Bataille y la forma en la que se desplaza el sentido del CsO.

8. Al menos formalmente, pues los entiende como filósofos de pleno cibernéticos (Land 2021b, 23).

9. El vitalismo deleuziano postula, tomando a Spinoza, a Leibniz y a Bergson, una noción de vida que excede los límites de la constitución estrictamente orgánica, o propia del ser viviente. Atendiendo a fuerzas anorgánicas que operan intensivamente entre lo orgánico y lo inorgánico y que aparece al nivel de las máquinas abstractas. La vida se entiende como pura inmanencia o rizoma y se inscribe en la lógica del contagio, todo contagio —valga la aclaración— demanda un juego entre desterritorialización y reterritorialización: el amor de la orquídea y la avispa. Puede profundizarse en la lectura vitalista de Deleuze en Wills (2016) Mullarkey (2006, 18), Thacker (2010, 209), o Colebrook (2010, 107)

10. Ferreyra (2017) advierte sobre este punto evitar lecturas moralizantes de Deleuze. No todo rizoma es preferible por ser rizoma.

11. Capitalismo en este texto «temprano” no significa lo mismo que en su práctica aceleracionista. En el presente caso parece estar más aunado a una definición deleuze-guattariana de capitalismo, por cuanto sienta la necesidad de una reterritorialización.

12. Es evidente que Land está haciendo alusión a Derrida (1986). Esta apreciación se ve complementada en otros textos cuando sugiere que, en el fondo, la deconstrucción se ve debilitada por un influjo neohumanista que le llega a Derrida por mano de Heidegger, Husserl y Kierkegaard (Land 1993, 67).

13. Desde Sed de aniquilación hasta su propuesta aceleracionista, Reza Negarestani (2011, 183-184) considera que se mantiene una idea de “economía de la disipación” y “deseo reprimido del capitalismo por el colapso” en toda la obra landiana. Aquí se considera que estas claves deben ser leídas necesariamente en clave bataillana.

14. Para Bataille, habría una economía secular, o limitada, donde las cosas se disponen en cuanto poseen una utilidad o son instrumentales. El trabajo y la manufactura sientan esta propensión a la utilidad; pero, habría también —y más importante aún—una economía general o sagrada, en la que siempre hay un exceso en la tierra y en los cuerpos que la habitan, que tarde o temprano, supone la aniquilación de estos.

15. La acumulación no es más que una tregua, una demora frente al cumplimiento de un plazo inevitable, en el cual la riqueza acumulada no tiene valor más que en el instante (Bataille 1987, 49).

16. Si se hubiese querido analizar el aceleracionismo desde sus políticas, habría que entender, desde este prisma, que toda política sea de izquierda o de derecha, correspondería a una resistencia a la pérdida, una apuesta por la utilidad. En su propuesta aceleracionista el recurso al «sol negro» aparece gravemente hipertrofiado en No future (véase Land 2019, 247).

17. «La desesperación es simple (…) es la ausencia de toda esperanza, de todo atractivo. Es el estado de las extensiones desoladas y —puedo imaginar— del sol” (Bataille, citado por Land ٢٠٢١a, ١٧٩); sobre el «aniquilamiento del ser” véase Bataille (١٩٩٧, ٥٩).

18. La filosofía —muy kantianamente— se trata «de ir siempre lo más lejos posible. Estamos en situación, en verdad humillante, de quien trata de establecer un récord”, y en cuanto tal, opera según la lógica del trabajo y la acumulación (Bataille 1997, 266). En este sentido, la filosofía le pertenece a la capacidad de proyección, que es antitética de la experiencia (Bataille 2016, 77). La filosofía, al menos tradicionalmente entendida, no parece ser el medio adecuado para alcanzar dicha experiencia.

19. Campillo (1996) lleva razón al afirmar que si bien la escritura, en general, es una forma de trabajo, una actividad productiva que utiliza el lenguaje como una herramienta, la escritura también puede ser un puro juego, una actividad inútil que tiene su fin en sí misma, que no se subordina a ningún proyecto (13). Es en ese sentido que la escritura puede funcionar como gasto y puede esperarse que alcance una auténtica comunicación.

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Paulo Gómez (paulo.gomez@ucr.ac.cr) es estudiante del Posgrado en Filosofía en la Universidad de Costa Rica. Sus intereses se concentran en el tratamiento filosófico del ser viviente y en la posibilidad de nuevas filosofías de la naturaleza. En esta revista ha publicado la traducción del texto Al lado de una estatua fría, de Amy Ireland, que aparece en el número 166 (2024).

Recibido: 1 de febrero, 2024.

Aprobado: 5 de febrero, 2024.