II.
Dossier:

Historia conceptual:
reflexiones desde los márgenes

Editora invitada:

Laura Álvarez Garro
Universidad de Costa Rica

Laura Álvarez Garro

Presentación
Historia conceptual: reflexiones desde los márgenes

El auge que ha tenido la Begriffsgeschichte en las últimas décadas es innegable. Desde su emergencia, marcada por la publicación del trabajo de Reinhart Koselleck, Werner Conze y Otto Bruner, titulado Geschichtliche Grundbegriffe: historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, 1972- 1999, se estableció como premisa que dentro del lenguaje político y social existen conceptos-guías, palabras clave o lugares comunes que estructuran la realidad. La forma en cómo se entiende al concepto, como factor e indicador de procesos históricos (Koselleck 1993, 124, 151; Villacañas y Oncina 1997, 32), brindó la posibilidad de pensar los cambios conceptuales asociados a los acontecimientos histórico-sociales, propiciando que rápidamente se convirtiera en una entrada confiable a la investigación, no solo para historiadoras e historiadores, sino para quienes querían dar cuenta de las transformaciones y permanencias de otros conceptos —asociados a otros campos del saber— a lo largo de la historia (Pernau 2019, 13).

En esa línea, redes de trabajo fueron más allá de la propuesta inicial presentada en el Lexikon y del posterior trabajo en solitario de Koselleck (2004, 2012). Por ejemplo, en Finlandia, Kari Palonen y el Centro de Excelencia de la ciudad finlandesa Jyväskylä ampliaron el horizonte de la propuesta al combinarla con los procedimientos de la Cambridge Intellectual History (Marjanen 2015, citado por Pernau 2019, 17), articulando la teoría política realista con elementos tomados de la Begriffsgeschichte (Palonen 2013). Por su parte, desde el mundo ibérico se ha publicado desde el 2009 un diccionario de historia conceptual con términos políticos y sociales con aportes de equipos de investigación provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Perú, Portugal y Venezuela (Sebastián y Aljovín 2009, citado por Pernau 2019, 17). A esto se le suma la presencia de equipos de trabajo en Asia (Heang-Hoon 2012, Park 2012, Kyung-Ku 2012, citado por Pernau 2019, 18) y África (Fleisch y Stephens 2016, citado por Pernau 2019, 18); entre muchas otras iniciativas.

En los últimos años se ha observado una apertura hacia otro tipo de investigaciones, que incluyen el análisis del entrelazamiento conceptual a través de una historia conceptual global que permita, en palabras de Pernau (2019, 19), no solo ampliar lo familiar sino ponerlo en duda. Esto supone incorporar los procesos de traducción como objetos de estudio, en tanto el pasaje de una lengua a otra promueve cambios conceptuales, lingüísticos, gramáticos y pragmáticos (Pernau 2019, 23). Sumado a lo anterior, se ha hecho uso de la Begriffsgeschichte para explorar los conceptos que se utilizan en la historia de las ciencias, las ciencias naturales, las emociones y los afectos, entre otros (Pernau 2019, 28-33). Finalmente, a esto hay que agregarle la aparición de nuevos métodos, posibles debido a la digitalización de datos masivos, lo que abre espacios para temáticas inexploradas y con gran potencial (Pernau 2019, 35-38).

Con base en lo anterior, la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica invitó a investigadoras e investigadores a presentar textos que dialogaran y discutieran con la Begriffsgeschichte, con propuestas que ampliaran el foco de su aplicación y discusión. Interesaba que los y las investigadoras pudieran dar cuenta de la potencia que tiene esta propuesta desde sus márgenes o límites, ya fuera para construir nuevos puentes disciplinarios o para marcar su limitación frente a ciertos fenómenos.

En tal sentido, el dossier que la persona lectora tiene en sus manos es producto de un riguroso proceso de selección y arbitraje internacional. Si bien se recibieron numerosos textos con propuestas interesantes, muchos de estos no cumplían con las condiciones establecidas en la convocatoria; mientras que otros correspondían a artículos propios de la historia intelectual o historia de las ideas. A estas personas autoras, se les recomendó trabajar sobre sus propuestas y se les invitó a reenviarlos para que sean tomados en consideración para futuros números de la Revista. Por su parte, los artículos seleccionados, destacaron por el rigor y originalidad con el que trabajaron las personas autoras para vincular planteamientos de la historia conceptual al análisis de problemas provenientes de otras áreas del saber, como la psicología, la arquitectura, y las ciencias de la computación.

Abre el dossier la traducción al español de un artículo de la reconocida historiadora alemana Margrit Pernau (2016) en el que se aborda la historia conceptual de las emociones en urdu durante el periodo comprendido entre 1870 y 1920. Pernau, con una larga trayectoria de investigación en historia de las emociones, historia india, historia transnacional, semántica histórica y estudios en traducción, expone en su artículo un cuidadoso análisis acerca de las transformaciones y permanencias que recorren la conceptualización de las emociones, invitando a la persona lectora no solo a reconocer los múltiples estratos de sentido que operan en la designación de una emoción en un lenguaje determinado, sino también como esta heterogeneidad está presente en las tradiciones filosóficas e históricas que estaban circulando en la época. En esa línea, Pernau da cuenta de la complejidad que se introduce en los estudios de la historia conceptual, una vez que se reconoce la presencia de conceptos que fueron importados de otros lenguajes o que provienen de otras tradiciones del pensamiento; los cuales, a su vez, son recibidos, comprendidos y utilizados, a partir del marco sociosimbólico sobre el cual circulan las personas receptoras de estas obras.

De esta manera, la traducción de este texto va más allá de simplemente ponerlo a disposición del público hispanohablante, tiene por objetivo introducir discusiones teóricas y conceptuales ancladas en una región que, por cuestiones mayoritariamente geopolíticas, no suele ser objeto de atención en nuestras latitudes. Así, poder leer desde Centroamérica un artículo que demuestra las complejas relaciones entre el mundo urdu, persa, y británico, así como los entrelazamientos translingüísticos que se pueden dar a partir de la recepción común de textos filosóficos de la antigua Grecia, expande nuestros horizontes teóricos, conceptuales y prácticos, dando pie a la posibilidad de pensar otros problemas de investigación que retomen ese gesto en nuestras historias y geografías. Por ejemplo, así como Pernau demuestra que las traducciones tempranas al persa de la obra de Aristóteles influyeron en cómo se entendían las emociones en urdu a mediados del siglo XIX, sería interesante para nuestra región abordar cómo operaron los entrelazamientos lingüísticos que se dieron entre el castellano y el árabe —solo por citar un ejemplo— y su articulación con los lenguajes de las poblaciones milenarias en el continente americano durante el proceso de colonización. A esto habría que sumarle, el efecto que produjeron las diásporas africanas y asiáticas, las cuales introdujeron nuevos conceptos y palabras, así como marcos de comprensión de la realidad y las emociones diferenciados. Es claro que una investigación en esta dirección alumbraría y enriquecería profundamente nuestro conocimiento histórico y cultural, demostrando una vez más la compleja red de interconexión histórica y semántica que atraviesa toda comunidad lingüística humana.

El segundo artículo que compone este dossier, escrito por Félix Alejandro Cristiá, arquitecto y filósofo costarricense, articula la historia conceptual con el análisis de monumentos políticos y sociales, entendiendo estos últimos como contenedores de recuerdos colectivos. Su propuesta se inscribe dentro de los debates suscitados en los últimos años al respecto de qué hacer con monumentos que, al representar acontecimientos o figuras políticas del pasado, devienen problemáticos, una vez sometidos a las exigencias del presente. Para ello, Cristiá ensaya comprender a los monumentos como archivos conceptuales que pretenden fijar discursos políticos que responden a un momento determinado, aunque esto en ocasiones pueda generar que actúen como contenedores de memorias negativas.

A partir de la propuesta de Cristiá, se puede entender al monumento como un intento de truquear al tiempo (Ringel 2016): se pretende conservar una forma determinada de comprender el sentido de un acontecimiento para el futuro. Sin embargo, el principal aporte del autor, consiste en demostrar cómo, a pesar de que se pretende fijar un sentido, este nunca es completo o definitivo. Todo lo contrario, así como los conceptos son por definición polémicos e introducen la simultaneidad de lo no-simultáneo (Fernández Torres 2009, 101), los monumentos, en tanto estructuras físicas que petrifican conceptos en el espacio público, también poseerían estas características y por consiguiente, estarían sujetos a su constante reinterpretación y disputa.

Cristiá sustenta esta relación haciendo uso de diversas corrientes de pensamiento, tales como la historia del arte, el psicoanálisis lacaniano y la deconstrucción derridiana, entre otros. Establece que aquello que podría ser la propiedad más destacable de un monumento, su petrificación y fijeza como marcas en el espacio público, es aquello que más lo expone, ya que al estar constantemente bajo el asecho de las preguntas que emergen con cada generación, su sentido puede llegar a ser opuesto a la intención original de sus creadores. Finaliza su artículo discutiendo la propuesta de Koselleck (2011) acerca de erigir monumentos de los verdugos, en contraposición a los usuales monumentos a las víctimas, lo que da otra clave de lectura para abordar el problema de la destrucción o no de monumentos, más allá de las usuales reducciones o simplificaciones que suelen acompañar las respuestas afirmativas o negativas a esta pregunta.

Este artículo demuestra la potencia que posee la historia conceptual para dialogar con otras áreas del saber cuándo se trata de resolver problemas teórico-prácticos. En ese sentido, lejos de ser una lectura hegemónica, Cristiá hace uso de la historia conceptual para apuntalar una discusión que está lejos de darse por concluida. Es claro que las implicaciones políticas que posee la defensa o destrucción de monumentos de perpetradores elevados a posiciones heroicas o ideales son de largo alcance, ya que con esto se reafirma o se cuestiona una forma determinada de narración histórica. De esta manera, ir más allá y discutir acerca de los alcances simbólicos que acompañan estos actos, supone no mirar en estos simples ejemplos de vandalismo, sino actos que pretenden re-inscribir y modificar la forma bajo la cual se entiende un determinado acontecimiento o figura histórica. Supone una lectura política y no moralista de la destrucción, recuperando su dimensión productiva.

Finalmente, el dossier cierra con una contribución de vanguardia escrita por Isabella Consolati, comunicadora y filósofa italiana, que explora los efectos que tienen la experiencia mediática de las últimas tres décadas en la forma en cómo se entienden los conceptos políticos y sociales. Este texto, a diferencia de los previos, se caracteriza por su tono exploratorio y novedoso, tratando de identificar los posibles problemas teóricos a los que estamos asistiendo y que deben ser retomados si se quiere abordar los «márgenes tecnológicos» de la historia conceptual.

La autora pone énfasis al hecho de que la Internet ha reconfigurado el espacio social, planteando la cuestión acerca de cuáles son las transformaciones que lo anterior ha generado en las redes semánticas que articulan los conceptos políticos modernos y cómo esto puede afectar la acción colectiva. Con este propósito, Consolati introduce a la persona lectora a la relación, establecida en la Modernidad, pero no siempre explicita, entre política y tecnología, para luego discutir el impacto que tiene una política del algoritmo y su mediación en la comprensión de los conflictos políticos y sociales.

Si bien este trabajo no pretende responder a estas inquietudes, identificar estos nodos problemáticos es crucial en un momento histórico en el que observamos cómo las Redes Sociales (RR.SS) se han convertido en los medios por excelencia para la difusión y transmisión de ideas políticas. Así, el hecho de que el algoritmo posea un estatuto ontológico indeterminado y que su funcionamiento sea para la mayoría de las personas semejante a una caja negra; enciende las alertas, una vez que se constata que los algoritmos regulan cada vez más aspectos de la vida social y política. El vínculo que traza la autora entre la teoría cibernética, el algoritmo y el neoliberalismo es ilustrativo en esta dirección. En ese sentido, poder rastrear los efectos que tiene la tecnología en la política, en el saber y en la vida cotidiana, nos permitiría identificar cómo la política algorítmica incide en la toma de decisiones y en cómo se entienden conceptos políticos y sociales, en momentos en los cuales discursos de extrema derecha hacen uso de estas plataformas para extender su mensaje y calar de forma más profunda en amplios sectores de la población.

En síntesis, los tres artículos que componen este dossier demuestran el enorme potencial que posee la historia conceptual para el abordaje de problemas de corte inter y transdisciplinario. La riqueza metodológica que brinda la historia conceptual, el enlace que esta posee con la historia social, y los diálogos que esta puede generar con otras disciplinas, hace de este campo del saber un espacio abierto por explorar.

A manera de cierre, quisiera extender mi agradecimiento al History of Concepts Group y a la revista Contributions to the History of Concepts, por el apoyo y la difusión de la convocatoria de artículos. A Margrit Pernau, por aceptar la propuesta de traducción de su artículo al español. A la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica y a su Director, George García Quesada, por alojar este dossier y todo lo que esto implica: apoyo logístico, administrativo y de edición. A las personas asistentes de la Revista que colaboraron en el proceso de edición y diagramación. Finalmente, externo mi profundo agradecimiento a Agustín Casagrande, Martina Garategaray, Matías González Field, y Ana Lucía Magrini, quienes amablemente aceptaron formar parte del Comité Editorial. Sin ustedes, este dossier no hubiera sido posible.

Referencias bibliográficas

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