Sin título “Retrato de Yolanda Oreamuno Unger”, Margarita Bertheau Odio, (Acuarela sobre papel, 39x28, 1943)
Colección del Museo de Arte Costarricense

Por George García Quesada

La portada que aquí ofrecemos al público lector de la Revista de Filosofía nos muestra la representación que Margarita Bertheau (1913-1975) hizo a inicios de los años 1940 de su amiga, la escritora Yolanda Oreamuno (1916-1956). Aunque fue una artista multifacética que incursionó, entre otras artes, en el teatro y el ballet, y que en su actividad como pintora creo murales y experimentó con diferentes vanguardias, Bertheau es ante todo conocida por sus retratos en acuarela. En ellos destaca su estilo impresionista, rico en matices cromáticos y juegos de luces y sombras.

A Yolanda Oreamuno a menudo se la ha recordado, injustamente, por las imágenes pictóricas o fotográficas que acentúan su belleza, más que por sus enormes cualidades como ensayista y como narradora. Esto no es casual: además del obvio sesgo de género, en nuestra sociedad del espectáculo la circulación de imágenes visuales subordina a la del texto escrito. En la versión de Bertheau, si bien Oreamuno es atractiva, aparece sobria, distendida, incluso cool. La figura pálida y en tonos suaves, con su larga falda roja, encaja sin tensiones, cómodamente, en el sillón verde y el espacio doméstico detrás suyo.

Sin gran especulación, este cuadro nos permite más bien imaginar las fascinantes y extensas tertulias que la retratada mantuvo con personajes como Eunice Odio, Max Jiménez, Joaquín García Monge y con la misma Bertheau. Como puede observarse en su obra ensayística, Oreamuno se encontraba bien informada de temas del arte, la arquitectura y las letras de su época, lo cual, amén de sus inquietudes, habla sobre su inserción en las redes intelectuales latinoamericanas de aquel entonces. El escote y el cigarrillo que reposa en su mano izquierda añaden a su imagen de figura irreverente en una Costa Rica cuyas sociabilidades estaban muy apegadas a los roles dictados por la Iglesia católica, y de donde destacadas figuras intelectuales y artísticas —entre ellas, la propia Oreamuno— tuvieron que emigrar.

La trayectoria de Bertheau fue, con todo, relativamente apacible. Además de lograr una amplia carrera como profesora en la Facultad de Bellas Artes en la Universidad de Costa Rica, la artista implementó técnicas y estilos novedosos, que enriquecieron su obra y dejaron una notable influencia en la pintura costarricense. Además, sus versiones pictóricas sobre personajes notables de la época pueden considerarse, como en el caso de la obra en nuestra portada, contribuciones de la mayor relevancia al imaginario sobre la cultura costarricense del siglo XX.

Este número 166 de nuestra Revista, de temas diversos, contiene artículos con varios tópicos en común con el tema de portada. La existencia —con vida y muerte como facetas complementarias suyas— y la creación estética son solamente los más evidentes. Las relaciones de poder, tan importantes en la obra maestra de Oreamuno, La ruta de su evasión, ocupan también buena parte de las páginas de este ejemplar.

Por su parte, un dossier corto pero sustancioso problematiza las trampas de la memoria a través de la crítica desde la historia conceptual. No creemos necesario insistir en cuanto a la atinencia que un enfoque como este tiene respecto a las representaciones, que mencionamos antes brevemente, sobre la escritora retratada. Pero ese sería otro tema por desarrollar. Por ahora, entregamos a la persona lectora este número de nuestra revista, esperando que le sea de gran provecho.