Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LXIV (169) Mayo-Agosto 2025 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589
Ileana Rodríguez
La hondura de los tiempos en sus singularidades: Utopías/Distopías
En efecto, las utopías llegan a nosotros
como mensajes apenas audibles procedentes de un futuro que tal vez nunca
llegue a hacerse realidad.
(Jameson 2004, 54)
Recuerdo un brevísimo texto que Fred Jameson (1987) escribió sobre una visita a Nicaragua en los años 80 del siglo pasado. En él, reconoce las trayectorias de vida —instructively different— de los intelectuales norteamericanos y anota que el momento no era propicio a una entrevista teórica a Tomás Borge. En ese momento, dice, en Nicaragua privaba la historia de la captura de Hasenfus y se vivía bajo la ansiedad de una invasión añadida a las penurias diarias de una economía en condiciones desesperadas. Sentados en un desayuno, no recuerdo el gesto de la conversación, pero sí el regalo que esa misma tarde Tomás hizo a Fred, al agarrarlo de la mano para que juntos atravesaran en la penumbra una plaza repleta de gente. Viéndolo desde esa otra orilla me pregunté cómo sentiría Fred esa instructiva diferencia que yo conocía muy bien entre Nicaragua y La Jolla, California, el pueblo más rico de Estados Unidos, según dicen, donde fue mi maestro. Fred solo dejó escrita la instancia de la manera siguiente:
Borge is a very popular figure who plunges into the crowd on the appropriate occasion, ‘pressing the flesh’ like any American politician, kissing babies, listening to grievances which are noted down by his staff, capable too of stopping his jeep in the neighbouring village at the sight of a lighted window, to find out why this or that inhabitant failed to participate in the public meeting. (Jameson 1987, 5)
Borge no era un teórico: jamás habría hablado teóricamente con Jameson pero me pregunto ¿qué habría preguntado uno y contestado el otro? Igual me pregunto por ese pressing the flesh que sin duda Fred experimentó al atravesar la explanada densamente poblada y sudada. Traigo la anécdota a colación porque me recuerda un poco la historia del marciano, «relato de ciencia ficción, en el que un cosmonauta aterriza en un planeta lleno de seres extraños, sensibles e inteligentes», con la que abre uno de sus escritos sobre la singularidad (Jameson 2015, 109). ¿Se habría sentido Jameson en ese momento dentro de esa otra temporalidad radicalmente ajena a medida que cruzaba ese espacio repleto de gente donde la espacio-temporalidad posmoderna no había coagulado todavía? ¿Sentiría que había puesto los pies en la utopía?
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Hace pocos años —cuando todavía existía la naturaleza y nuestras sociedades desigualmente desarrolladas todavía conocían algo como el campo, así como una vocación de los agricultores y los campesinos que no se limitaba a la pura labor industrial y el terreno del agribusiness— una de las oposiciones más duraderas en la proyección utópica… fue aquella entre el campo y la ciudad. (Jameson 2004, 48)
Preguntar si es posible hoy en día el pensamiento utópico equivale a comprometerse con la posibilidad de una re-tematización del universo, una reformulación y reorganización de su funcionamiento; implica imaginar un tipo de alteridad antropológica en su densidad existencial y la organización de un plan de reformas sociales respecto a ideas o ideales abstractos —Jameson dixit. Según argumenta en La política de la Utopía, la condición de posibilidad del pensamiento utópico está arraigada en la historia, la ideología y la clase, condiciones instaladas e inamovibles, estructura estructurante, para decirlo con palabras de Althusser. Si tal postulación es correcta, la imaginación y la fantasía de futuro son inmanentes, auto referenciales, y discapacitadas de trascendencia; la materia prima de la utopía se encuentra rizomáticamente incrustada en la interseccionalidad pasado-presente de lo social-administrativo-comercial, políticamente ideado y producido. Su movimiento constante y conflictivo rinde todo programa social de gran monta, desde hambre cero, total empleo, eliminación de la propiedad privada, cambio del sistema de libre mercado, frívolo —sino es que irrelevante. Dado el caso, la utopía no se disocia históricamente del mundo donde emerge y, por tanto, es imposible eliminar las condiciones de producción e imaginación de los desfases entre mundo empírico y disposiciones utópicas de futuros imaginarios —otra condición de posibilidad. Si bien, géneros tales como constituciones, manifiestos, y denuncias pronostican futuros que trasciendan o regulen desordenes pasados, son de tono ordenatorio o satírico, con fines de reordenamiento de acciones humanas perturbantes. Paradójicamente, estos géneros proponen futuros entendidos como el fin de lo histórico, o lo político, en la medida del deseo de borrar o suprimir un presente desfavorecedor: la utopía, por tanto, está más allá de la historia, de su suspensión, escisión, estimidad (Lacan) o encriptamiento (Derrida), y dentro de ella.
Así, utopía y política se abrazan tercamente: lo político es una manera de organizar y manejar el universo de lo social con todas sus aporías, apoplejías y enquistamientos que nos permitan imaginar, o no, todo tipo de variaciones sobre ese tema. A todo esto hay que añadir la presencia y presión implacable de afectos y deseos, pulsiones inconscientes, el miedo al grado cero de la formulación utópica y los prejuicioses de sociedades clasistas y deformaciones personales, instintos de conservación, ideas de la naturaleza humana —pre-juicios a abandonar. La ilusión surge cuando un sistema empieza a perder su legitimidad, las élites se muestran frágiles y el fermento desnuda las exigencias utópicas que se tornan concretas, urgentes, y visibiliza los puntos de quiebre y líneas de fuga. En estos momentos, la imaginación vuela desaforadamente, re-enfoca el reclamo, lo torna en ideas políticas, imposibles de suspender u ocluir. ¿Será que en esos instantes, históricamente fugaces, emerjan imágenes de futuros diferenciales, libertades mentales inimaginadas, modificaciones estructurales hasta ese mismo momento difíciles de concebir?
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Macondo is a place away from the world, a new world with no relation to an old one we never see. Its inhabitants are a family and a dynasty, albeit accompanied by their fellows on a failed expedition which just happened to come to rest at this point. The initial solitude of Macondo is a purity and an innocence, a freedom from whatever worldly miseries have been forgotten at this opening moment, this moment of a new creation. If we insist on seeing this as a Latin American work, then we can say that Macondo is unsullied by the Spanish conquest as also by indigenous cultures: neither bureaucratic not archaic, neither colonial nor Indian. (Jameson 2017, 2)
Desligado de la diferencia histórica y alteridad sistémica pasada y futura, Macondo se percibe flotando en una sincronía en la cual la repetición de patronímicos, anécdotas y episodios, permutaciones tautológicas, es su forma narrativa. Cien años de soledad sería así un experimento utópico por estar situado justamente en un mundo sin tiempo, presente y singular, solo posible, según Jameson, fuera de Occidente, en una matriz constitutiva del modo de producción capitalista desigual. ¿Lo será también, acaso, por situarse bajo el paradigma de novela de familia donde el patriarcado es sólo un ideal platónico u organización modélica del Estado donde no hay ni Otro, ni enemigo, que luego se abrirá al mundo histórico, con sus sectores administrativos, magistrados, policías, mercaderes, profesionales ¿hasta volverse novela de guerra? Macondo acepta incursiones del exterior, empezando por los gitanos que traen la diferencia radical en forma de artefactos de magia o de ciencia y experimentación, mercancías, el valor de cambio, es decir, la modernidad, la idea de prosperidad, religión, capitalismo y violencia. La repetitiva sincronía de la estructura familiar, por tanto, convive con el progreso diacrónico, inexorable en su temporalidad y permutación estructural, que manifiesta una necesidad más profunda, preeminentemente dramática en la forma, cuando el espacio de independencia, soledad e intento de hacerse isla queda interrumpido por el reificado estado-nación que amenaza absorber a Macondo. ¿Cómo entender entonces que el impulso narrativo utópico no se extinga? No se extingue, argumenta Jameson, porque «la historia como síntoma no como narrador alegórico» soluciona el problema de la forma y, en su momento de saturación, la novela de familia niega o invierte su estructura. ¿Cómo lo hace, o logra?
¿Es acaso en la convivencia de sincronía con diacronía donde Cien años… cumple el dictum de que la función de la novela es desbaratar los paradigmas narrativos tradicionales y reemplazarlos por lo radical diferente; o si es por estar situada fuera de Occidente, en lo desigual? La idea de que la novela es un vehículo de destrucción creativa —según Schumpeter— cuya función
is the perpetual undoing of traditional narrative paradigms and their replacement, not by new paradigms, but by something radically different. To use Deleuzian language… capitalist modernity, is the moment of passage from codes to axioms, from meaningful sequences… from meaning itself, to operational categories, to functions and rules; or, in yet another language, this time more historical and philosophical, it is the transition from metaphysics to epistemologies and pragmatisms, we might even say from content to form, if the use of this second term did not risk confusion. (Jameson 2017, 2)
intuición fecunda en necesidad de más elaboración. Una respuesta más certera a la rica ambigüedad del texto es la que dice:
So, as Vargas Llosa has observed, there lies behind the repetitive synchronicity of García Márquez’s family structure a whole diachronous progression of the history of society itself, against whose shadowy, inexorable temporality we follow the structural permutations of an ever changing yet static family structure, whose generations ring the changes on its permanency, and whose variations reflect History only as symptoms, not as allegorical markers. It is this dual structure which permits a unique and unrepeatable solution to the form-problem of the historical novel and the family novel alike. (2017, 5)
De esta manera, la excepcionalidad del relato consiste en que en Macondo solo existe lo específico y singular, y que los grandes esquemas, si los hay, se enuncian con tranquilidad —maravilla en sí. Pero lo que más celebra Jameson es la intensa concentración de García Márquez sobre su objeto narrativo, clave para entender los episodios que produce su materia prima, con sus interminables ciclos temáticos repetitivos, donde lo que importa es la sucesión temporal y el movimiento de un tópico a otro, adscrito a una lógica narrativa rigurosa, caracterizada por su peculiar concentración, seguida por una asociación libre freudiana de rigor que demanda una férrea disciplina. Esencial es entender que la propuesta principal es que la lógica narrativa no emerge de un narrador omnisciente sino de su enraizamiento en la materia prima latinoamericana caracterizada por lo maravilloso, léase esas capas superpuestas de la historia en una sucesión de modos de producción discontinuos. Tal contemplación no tiene parangón en términos literarios, símbolos o metáforas: yace en el centro afectivo de su proceso de composición, en el encadenamiento de su progresión temporal y repudio a la distinción de lo subjetivo-objetivo, sentimiento interno y mundo exterior.
Más aún, quizás el secreto de Macondo como experimento utópico y paradigma de género que reemplaza paradigmas anteriores resida en el tratamiento de las temporalidades. Aquí encontramos reflexiones profundas sobre ellas. El ejemplo que sirve a esta reflexión es el acto de memoria, leído como experiencia que interrumpe el anecdotario y aliento de las oraciones para luego encaracolarlas y reabsorberlas. Así, lo que parece pausa o distancia de un momento de autoconciencia resulta ser instancia de conciencia no reflexiva en su atención al mundo, tensado por una ontología otra. En García Márquez todo sucede en sincronía, al mismo tiempo que está pasando, efecto de la naturaleza misma de la repetición que enrolla las secuencias impidiendo distancias posibles. La naturaleza de estas temporalidades es intersectarse en circuitos cerrados, tesis-antítesis en movimiento, y resistir los quiebres históricos al ser reabsorbidos en la tendencia de eventos míticos, volcados sobre sí. Esta es la temporalidad como problema de forma, en la cual la autonomía de la colectividad y sus eventos internos son asimilados o reabsorbidos mediante una naturalización que torna los eventos socio-económico en actos de Dios o fuerzas naturales, la temporalidad histórica e historia natural una misma cosa de tipo milagroso. Mientras los personajes retienen la opción de retirarse a un espacio interno real, decrépito, el gradual ensanchamiento y borradura de conflictos de todo tipo revela el cansancio e impaciencia con paradigmas cuya estructura original se gastó dando lugar a vueltas y revueltas dialécticas, amontonamientos de anécdotas en su repetición.
A partir de ahí, todas las observaciones hechas sobre el género novela cobran sentido en clave lírica cuando Jameson afirma que a todo ese listado lógico, García Márquez llama memoria, de un tipo no subjetivo, memoria situada dentro de las cosas mismas, de sus futuras posibilidades (¿distópicas?) amenazadas por la epidemia contagiosa del insomnio que amaga borrar todo excepto el significado mismo de las palabras. Como si García Márquez, afirma Jameson triunfante, fuera una persona y «no simplemente el vehículo de una anomalía fisiológica». Y sueña con la posibilidad de que fuésemos capaces de la misma manera de perdernos en ese precisamente situado olvido
in which everything follows logically and nothing is strange or ‘magical’, a hyperconscious yet unreflexive attention in which we are unable to distinguish ourselves from the writer, in which we share in that strange moment of absolute emergence which is neither creation nor imagination: participation rather than contemplation, at least for a time. It is a defining characteristic of the spell of the marvellous that we are unaware of our own bewitchment. (2017, 11)
A diferencia de Faulkner, para el cual la memoria es esencialmente sensorial, en García Márquez, la memoria revierte al tiempo de la crónica, de los milagros y la curiosidad, atención al estado de lo memorable y excepcional del evento, donde se asienta en la memoria colectiva de la gente de tal modo que los eventos, empapados en ello, no son ya distinguibles como presente o pasado, sino solo trasmitidos por el interminable murmullo de la voz del recuerdo. El enamoramiento es palpable.
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la utopía es de algún modo negativa…cuando más auténtica resulta, es cuando no podemos imaginarla. Su función no estriba en ayudarnos a imaginar un futuro mejor, sino más bien en demostrar nuestra total incapacidad para imaginar un futuro tal –nuestro encarcelamiento en un presente no utópico sin historicidad ni futuridad– a fin de revelar el cierre ideológico del sistema en el que de algún modo nos encontramos atrapados y confinados. Se trata…de una postura particular- mente derrotista para ser adoptada, no digamos defendida, por un utópico vigoroso y con amor propio y uno se siente tentado a evocar el nihilismo o la neurosis; tiene un espíritu…muy poco americano. Sin embargo, creo que puedo sostener que es esencialmente razonable abordándola bajo dos apartados: la ideología y el miedo. (Jameson 2004, 47)
El 8 de diciembre de este año, 2024, Siria cayó en manos de rebeldes o terroristas, según se sitúe el lector. Ya sea uno u otro, la entrada de estos grupos en Damasco —¿cuántos en total?— la salida del presidente Bashar al-Assad y su asilo en Rusia, el inesperado rendimiento del ejército Sirio recomponen el panorama geopolítico de la región. Podemos imaginar los escenarios: lucha entre facciones, parcelamiento o cantonización del estado-nación como en Irak, Libia, Afganistán, disputas y alianzas entre los países hegemónicos por el control territorial, posible expansión de Israel, en suma, amontonamiento de aflicciones ante lo que bien se puede calificar de distopias armadas en defensa de los intereses norteamericanos de inclinación militar industrial. Mundialmente, los sabios analistas dan la voz de alarma.
En La estética de la singularidad (2015), Jameson se preguntaba de qué manera la averiguación hermenéutica hoy en día podría ser tematizada y rearticulada entre sí a lo cultural, político, y económico. ¿Serían estas tematizaciones meros enfoques diversos y alternativos de una totalidad social abarcada por el modo de producción, o estaría tal categoría abarcadora y comprensiva cancelada? A manera del cosmonauta que aterriza en un planeta extraño, el intelectual aterriza en un modo de producción capitalista en sus desigualdades que desestabilizan el mundo y sus referentes para nombrarlos y entenderlos —de aquí la idea de poner en cuestión la representación y la existencia del significado en Foucault y Deleuze que Gayatri Spivak (2003) debate con maestría. A juicio de Jameson, la oferta de conceptos posmodernistas como presentismo, repentización son juegos efímeros de lenguaje —presente conmocionado que sugiere o espera una actitud anticipatoria a la que no sigue nada. Propio del capitalismo tardío es la volatilización de la temporalidad, ni pasado, ni futuro, en un estado de perpetuo encarcelamiento del presente que él llama, muy sugerentemente, reducción al cuerpo; una pérdida de historicidad existencial y del colectivo, paralizante política existencial y fenomenológicamente hacia la moción de todo estadio futuro-utopía. En la base de estas inquietudes está la desilusión revolucionaria, la borradura del sistema soviético, la desmovilización de los partidos socialistas, la parálisis de los impulsos revolucionarios la irrupción de un capitalismo desregulado, acompañado de una producción basada en la tecnología informática y, por supuesto, hondura de los tiempos.
En ese trabajo, Jameson tematiza las temporalidades, en particular el quiebre entre modernidad y posmodernidad, no posmodernismo, en tanto refiere a una nueva época histórica que empieza a partir de 1980, tercera fase del capitalismo, de diferencia estructural entendida como financiera (derivadas), y entrada en la era de la globalización. La transición paraliza la dialéctica de la temporalidad en una espacialidad y borradura del futuro. Si la modernidad era predominio del tiempo, desarrollo, progreso, telos, industria pesada e imperialismo; la posmodernidad es predominio del espacio, presentismo, industria informática, y globalización.
En lo estético hay un cambio de perspectiva: paso de la historicidad a la singularidad, desdiferenciación de las diversas artes y medios, volatilización del objeto y las sistematizaciones que lo sostenían, desintegración del universal genérico y sustitución por inclasificables combinaciones en un espacio institucional que les confiere el estatus de arte. Lo bello ha perdido su poder. El objeto, la obra, es estrategia, artilugio e invención momentánea para producir acontecimientos formales irrepetibles, substituidos por acontecimientos espaciales efímeros, síntomas de una temporalidad diferente, dispositivo que sorprende, pero puede utilizarse solo una vez y luego olvidarse. No existe garantía alguna de que su autor haga nunca ninguna otra cosa tan buena o valiosa. La lógica de la obra es relacional y, el museo, un espacio popular y de cultura de masas visitado por multitudes. Predomina el pastiche en una especie de simulación del pasado y sus estilos encabalgados en collage. La forma de la obra se convierte en su contenido que consumimos como forma, como idea más que como presencia sensorial, en la medida en que cada uno de esos artefactos reinventa la propia idea del arte de una forma nueva no universalizable estéticamente. La idea no constituye una innovación formal ni la elaboración de un estilo; no es autorreferencial, ni siquiera estética en el sentido de alterar o distanciar la percepción o intensificarla. La singularidad es puro presente sin pasado ni futuro. Desaparece la colectividad, la solidaridad y sentido de vanguardia junto con la vanguardia y su elan político. Se substituye filosofía y teoría por prácticas de diversas fuentes reuniéndolas en instalaciones conceptuales en un nuevo espacio intelectual producido momentáneamente.
En lo económico, basta ofrecer una muestra contundente de la complejidad del mundo de la globalización al imaginar
una corporación estadounidense que firma un contrato para suministrar diez millones de teléfonos móviles a una filial brasileña de una firma sudafricana. La arquitectura interior del dispositivo será́ fabricada por una empresa germano-italiana; la carcasa, por un fabricante mexicano, y una empresa japonesa suministrará los demás componentes. Ahí́ tenemos al menos seis monedas diferentes, cuyos tipos de cambio fluctúan constantemente, como es norma en la globalización actual. El riesgo de variaciones imprevistas entre esos tipos de cambio será entonces cubierto por una especie de seguro, que combina seis o siete contratos diferentes; y es todo ese paquete el que constituirá́ el «instrumento financiero» que es el derivado único en cuestión. (2015, 126)
Warren Buffet metaforiza estas transacciones como bomba nuclear. ¿A qué tipo de averiguación hermenéutica se presta la instancia; cómo puede ser tematizada y rearticulada cultura, política, y económicamente? La intricada dinámica lo deja a uno perplejo. A este aparato hay que añadirle el entrabe legal de dichas transacciones, las variables culturales imposibles de abarcar o moderar, las constantes fluctuaciones monetarias, tipos de seguros que requieren para cubrir riesgos, contratos laborales, intercambios de moneda, aun si reducida al patrón universal dólar o bitcoin. Ante tal cúmulo de variaciones imprevistas, el mundo reboza de inconmensurabilidades y diferenciaciones incalculables, es complejamente heterogéneo y comprendido dentro del derivado financiero como su paradigma dentro del proceso de producción capitalista, pensado como homogéneo. Entender estos cambios discontinuos del capital, de centro en centro, suplica nuevos tipos de abstracciones y mucha imaginación acompañada de altos conocimientos numéricos.
En lo financiero es de suma complejidad asimilar la mutación de la inversión en seguros a los derivados como objetos financieros, la naturaleza del producto borrada por su rentabilidad en un tipo de capital ficticio, capitalismo de ruleta y casino que acumula nuevos tipos de capital. Pero ¿cómo entender los derivados? El libro de Arjun Appadurai (2016) trata de explicarlos sin éxito —tal es la dificultad de entender la episteme. Jameson los presenta como «una nueva forma de crédito y, por lo tanto, una forma nueva y más complicada de lo que Marx denominaba ‹capital ficticio›; esto es, dinero bancario que no se puede convertir del todo en la cosa real» (Jameson 2015, 127) —apuestas sobre apuestas. La palabra ficticio, en su relación con lo imaginario, denota un ser y un no ser, misterio ontológico de o a futuro, y una peculiaridad filosófica de las formas de crédito que saltan dialécticamente de la cantidad a la cualidad. La metamorfosis nos hace pensar que son un nuevo fenómeno en sí, cualquiera que sea su genealogía. A mi ver, la idea participa de la sugerencia del término Tecnofeudalismo, que Yanis Varoufakis (2024) propone para el nuevo modo de producción donde todo es renta.
Ficticio e imaginario son dos palabras que yo utilizaría para referirme a la utopía pero que, en esta instancia, instalan la dominancia de distopías creativas letales que produce el capitalismo. Políticamente, una de sus conexiones o cambios colaterales se relaciona a la producción de rump-states, por secesión, anexión, ocupación, decolonización, golpe de estado, procesos en curso en los países del Medio Oriente y Ucrania —locus de inconmensurabilidades que resultan de los arreglos e imaginaciones de las políticas producidas por el capitalismo. En el caso financiero, «el derivado es el paradigma mismo de la heterogeneidad, incluso de la que se da en el núcleo de ese proceso homogéneo que llamamos capitalismo» —lo real-heterogéneo-inconmensurable (2015, 127). Y aquí viene al caso la distinción establecida por el término de subsunción que
significa convertir las heterogeneidades en homogeneidades, subsumirlas bajo abstracciones (que son por definición idealismos), estandarizar la multiplicidad del mundo y convertirlo en esa cosa terrible que habría que evitar a cualquier precio, en concreto el Uno como tal…. Es el capital que absorbe heterogeneidades y las convierte… en Uno. (128)
excepto la propia entidad humana significada como exceso y resto —lo poshumano. Los futuros de los derivados son singulares, efímeros, ficticios, se encuentran más allá de lo real, del universo físico; son agujeros negros, i.e., energía acumulada en ebullición, estallido a futuro, vinculados a la Inteligencia Artificial, singularidad distópica que trasciende lo humano, utopía poshumana, mutación en androide de inteligencia sobrehumana —bomba nuclear.
No poder entender a profundidad el presente ni imaginar el futuro paraliza la praxis política y disuelve la historicidad cuyo sentido solo puede despertarlo una visión utópica que sobrevuele el sistema globalizado y trasmita energía y sentido a la acción colectiva para así sobreseer la apatía, cinismo, descrédito, lo que Jameson llama razón cínica. El sentido de angustia o patetismo ha desaparecido: nadie se sorprende de la rapacidad y destrucción del capitalismo globalizado.
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Do you mark how the wisteria, sun-impacted on this wall here, distills and penetrates this room as though (light-unimpeded) by secret and attritive progress from mote to mote of obscurity’s myriad components? That is the substance of remembering – sense, sight, smell: the muscles with which we see and hear and feel – not mind, not thought: there is no such thing as memory: the brain recalls just what the muscles grope for: no more, no less: and its resultant sum is usually incorrect and false and worthy only of the name of dream. (Jameson 2017, 13)
Fred Jameson, gran penador y maestro, cinéfilo como era, le habría hecho mucha gracias que le llamaran Sensei, Yoddha. Hoy nos deja instalados, en el mejor de los casos, en la ambigüedad, en una lógica aporética, oscilante, de horizonte cerrado, apocalíptico. Su gran capacidad y conocimiento teórico no le permite dejar sentado nada, excepto la duda y el problema. Pero estaría encantado de pensar que, como dice Tery Eagleton:
Theory was among other things the brief afterlife of a failed insurrection. Its decline was bound up with what Jameson calls the de-Marxification of France, as the Althusserians gave way to the nouveaux philosophes. But it was also the most exhilarating thing to happen to literary studies since the days of F.R. Leavis, and a good many of its insights are destined to endure. (2024, 27-8)
No sabemos cómo pensar el futuro o, no sabemos cómo pensar un futuro mejor. Ya había dicho en alguna parte años atrás que era más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Declararse incapaces de imaginar la utopía, negar esa posibilidad, equivale a negar la historicidad, célula madre del ser humano. Afirmarla, sin embargo, significa inevitablemente enraizarla en las temporalidades presentes, hundidas en esa misma historicidad. Tal es la naturaleza aporética del pensamiento que paraliza lo político, cuyo reto es afirmar las posibilidades de otros mundos a su vez enganchados y desenganchados del presente. La praxis política paralizada reduce lo humano al cuerpo y la mente al vacío. Innegable es que las temporalidades están siempre en constante movimiento pero el sistema de producción solo da luz a utopías tecnológicas, de computación cuántica, que reducen lo humano a exceso o resto desechable. Lo utópico presente, el sentido de futuro es, paradójicamente, distópico, poshumano. No hay ser humano que tenga la sabiduría de Google ni su capacidad de persuasión. Jean Baudrillard, gran amigo y colega de Fred, vaticinó bien al pensar que los intelectuales estamos condenados a desaparecer cuando la inteligencia artificial reviente en la escena, justo como los héroes de las películas mudas desaparecieron cuando vinieron los talkies. Todos somos Buster Keatons.
Requiem æternam dona eis…
et lux perpetua luceat eis.
Tantus labor non sit cassus.
Referencias:
Appadurai, Arjun. 2016. Banking on Words: The Failure of Language in the Age of Derivative Finances. Chicago & London: University of Chicago Press.
Eagleton, Terry. 2024. «The Excitement of the Stuff». London Review of Books 46, no. 19.
Jameson, Fredric. 1987. «Introduction to Borge». New Left Review, julio-agosto: 1-5.
———. 2004. «La política de la utopía». New Left Review, 1 de enero: 38-54.
———. 2015. «La estética de la singularidad». New Left Review, segunda época, mayo-junio: 109-142.
———. 2017. «No Magic, No Metaphor. Fredric Jameson One Hundred Years of Solitude». London Review of Books 39, no. 12, 15 de junio: 1-14.
Spivak, Gayatri. 2003. «¿Puede hablar el subalterno?». Revista Colombiana de Antropología 39: 297-364.
Varoufakis, Yanis. 2024. Technofeudalism: What Killed Capitalism (Audiolibro). https://www.youtube.com/watch?v=YiAQeDUjyDU&ab_channel=RedBookNook
Ileana Rodríguez, (ileanarodriguez1939@gmail.com) Humanities Distinguished Professor, Emerita. The Ohio State University: Libros publicados: Modalidades de memoria y archivos afectivos: Cine de mujeres en Centroamérica (CALAS, 2020). La prosa de la contra-insurgencia. ‘Lo político’ durante la restauración neoliberal en Nicaragua (Contracorriente, 2019); Gender Violence in Failed and Democratic States. Besieging Perverse Masculinities (Palgrave, 2016); Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica: Identidades regionales/Modernidades periféricas: (Managua: IHNCA, 2011). Debates Culturales y Agendas de Campo: Estudios Culturales, Postcoloniales, Subalternos, Transatlánticos, Transoceánicos (Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2011). Liberalism at its Limits: Illegitimacy and Criminality at the Heart of the Latin American Cultural Text. (U. of Pittsburgh Press, 2009); Transatlantic Topographies: Island, Highlands, Jungle. (Minneapolis. U. of Minnesota Press, 2005); Women, Guerrillas, and Love: Understanding War in Central America (Minneapolis: U. of Minnesota Press, 1996); House/Garden/Nation: Space, Gender, and Ethnicity in Post-Colonia Latin American Literatures by Women (Durham: Duke UP. 1994); Registradas en la historia: 10 años del quehacer feminista en Nicaragua (Managua: Vanguardia, 1990); Primer inventario del invasor (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984).
Recibido: 1 de abril, 2025. Aprobado 10 de abril, 2025.