Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, LXIV (169) Mayo-Agosto 2025 / ISSN: 0034-8252 / EISSN: 2215-5589


Alejandra Merino Mora

Lecturas de las «Anticipaciones de la percepción» de Kant: el origen de las filosofías de la intensidad

Resumen: La tabla kantiana de categorías en la Crítica de la razón pura, que postula las condiciones a priori de la experiencia posible, ha sido objeto de críticas recurrentes debido a su aparente incapacidad para dar cuenta de la naturaleza dinámica y contingente de la experiencia empírica. Este artículo analiza la categoría de cualidad, tal como se articula en la sección de las «Anticipaciones de la percepción», para demostrar cómo Kant, al integrar los avances del cálculo infinitesimal y su tratamiento de magnitudes variables, proporciona un marco para reevaluar el aparato trascendental. Argumentamos que esta apertura dentro del sistema trascendental influyó en las filosofías de Maimón, Cohen y Deleuze, quienes buscaron modificar la rigidez categorial inicial y permitir que lo trascendental funcionara como un «spatium intensivo». A través de un examen crítico de las «Anticipaciones», mostramos que el esquematismo trascendental, lejos de ser un mecanismo rígido de constitución de objetos, puede acomodar elementos de una «lógica de emergencia», donde la contingencia, la temporalidad no lineal y la intensidad desempeñan roles constitutivos. En consecuencia, el análisis de la categoría de cualidad revela la plasticidad, hasta ahora subestimada, del sistema categorial kantiano.

Palabras claves: Kant, categorías, trascendental, cualidad, intensidad.

Abstract: The Kantian table of categories in the Critique of Pure Reason, which posits the a priori conditions of possible experience, has been subject to recurrent criticism regarding its perceived inability to account for the dynamic and contingent nature of empirical experience. This paper undertakes an analysis of the category of quality, as articulated in the «Anticipations of Perception» section, to demonstrate how Kant, by integrating the advancements of infinitesimal calculus and its treatment of variable magnitudes, provides a framework for reevaluating the transcendental apparatus. It is argued that this opening within the transcendental system informed the philosophies of Maimon, Cohen, and Deleuze, who aimed to modify the initial categorial rigidity and enable the transcendental to function as an «intensive spatium». Through a critical examination of the «Anticipations», it is shown that transcendental schematism, rather than being a rigid mechanism of object constitution, can accommodate elements of a «logic of emergence», wherein contingency, non-linear temporality, and intensity play constitutive roles. Consequently, the analysis of the category of quality reveals the hitherto underappreciated plasticity of the Kantian categorial system.

Key words: Kant, categories, transcendental, quality, intensity.

Introducción

Las categorías trascendentales, tal como las presenta Kant en la Crítica de la razón pura, constituyen las condiciones a priori de toda experiencia posible. Al ser trascendentales, estas categorías no son propiedades del mundo en sí, sino las formas a través de las cuales el sujeto constituye y estabiliza su experiencia. Como afirma Gilles Deleuze, las categorías operan en un «dominio subterráneo» que delimita el campo de lo experimentable1. Así, la percepción de una nube o de una sonrisa presupone la aplicación de las categorías de cantidad, cualidad, relación y modalidad, que permiten estabilizar y unificar los datos sensoriales en objetos coherentes. Sin embargo, esta estructura categorial, si bien necesaria para la constitución de un mundo objetivo, también plantea límites a la experiencia, al restringirla a los fenómenos que pueden ser subsumidos bajo estas formas a priori. La noción kantiana de «objeto = X» ilustra esta idea, al representar el esquema general y abstracto de cualquier objeto posible, un esquema que debe ajustarse a las reglas formales impuestas por las categorías.

La tabla de categorías, a pesar de su papel medular en la filosofía trascendental, ha sido objeto de numerosas críticas por su carácter normativo y su limitada capacidad para dar cuenta de la complejidad de la experiencia. Al imponer una estructura a priori a la realidad, Kant restringe el conocimiento a los límites de las categorías, lo que dificulta la comprensión de fenómenos que escapan a esta camisa de fuerza conceptual. Esta rigidez epistemológica, al circunscribir el conocimiento a los límites categoriales, ha sido objeto de críticas por su incapacidad de concebir una alteridad radicalmente distinta a la que proyecta el sujeto cognoscente.

La tradición filosófica, desde Nietzsche hasta Bergson, ha objetado la supuesta universalidad y necesidad de las categorías kantianas2. Este cuestionamiento se fundamenta en el argumento de que dichas categorías obvian y niegan la naturaleza mutable, impredecible y singular de la experiencia fenoménica. Si bien la realidad presenta cierta constancia y regularidad, escapa a cualquier intento de control y configuración por parte de un sujeto que se conciba como demiúrgico. Nuestra reflexión se inscribe en esta problemática. Nos preguntamos si la tabla kantiana de categorías debe ser descartada debido a su rigidez, la cual impide acceder a una realidad en constante cambio. O bien, si es posible conservar la hipótesis de una estructura trascendental, pero reformulando las categorías para que sean más maleables y plásticas. En otras palabras, ¿la superación de la tabla kantiana implica necesariamente la abolición del trascendentalismo?

A través de un análisis de la categoría kantiana de la cualidad, en particular de su despliegue en el pasaje de las «Anticipaciones de la percepción», sostendremos que Kant, inspirándose en los avances del cálculo infinitesimal, abre una brecha para repensar la naturaleza del aparato trascendental. Examinaremos cómo el esquematismo trascendental, lejos de ser un mecanismo rígido de construcción de objetos, va a incorporar elementos propios de una ‘lógica de la emergencia’ (caracterizada por la contingencia, la temporalidad no causal y la intensidad) que desafía los límites del marco trascendental, introduciendo una dimensión dinámica y acontecimental en la constitución de los objetos. Los atisbos de esta lógica subterránea, que se insinúa en el corazón mismo del mecanismo de construcción del «objeto = X», no son un mero añadido al sistema de constitución de la objetividad, sino la condición de posibilidad de su funcionamiento.

Esta conexión que se establece en las Anticipaciones entre el cálculo infinitesimal y la filosofía trascendental ha servido como punto de partida para una rica tradición filosófica. Pensadores posteriores, como Maimon y Cohen, profundizaron en esta línea, revelando las tensiones inherentes a la posición kantiana y construyendo nuevos puentes entre la matemática, la física, las nociones de cualidad e intensidad y la metafísica3. Deleuze, por su parte, radicaliza esta tradición al introducir el concepto de spatium intensivo, un espacio (trascendental) dinámico y heterogéneo que configura la realidad a través de relaciones entre fuerzas y potencias intensivas4, subvirtiendo las ontologías sustancialistas que conciben al mundo como compuesto de sustancias estáticas y reinventando el método trascendental.

Las «Anticipaciones de la percepción» y la introducción de la magnitud intensiva

La compleja arquitectura de la Crítica de la Razón Pura establece una progresión lógica desde la tabla de categorías hasta los principios del entendimiento. Estos últimos, concebidos como reglas de aplicación de las categorías a los fenómenos temporales, dotan de contenido empírico a las formas puras del pensamiento. Entre estos principios, las «Anticipaciones de la Percepción», parcialmente reescrito en la segunda edición de la Crítica (1787)5, en donde se explora el esquema de la cualidad a través del concepto de grado, ha sido históricamente el menos estudiado, el más controversial y probablemente el más arduo de comprender.

Kant mismo lo advierte al introducirlo cuando lo califica de sorprendente o extraño (befremdlich) (B209) para «un investigador habituado a lo trascendental» (B217)6. Según establece el principio, en todos los fenómenos, lo real (realitas phaenomenon) que es un objeto de la sensación (Empfindung), en tanto que ocupa el espacio y el tiempo, posee una magnitud intensiva o grado, es decir, una intensidad que puede variar de forma continua. Un grado, en este sentido, representa una unidad de medida infinitesimal que expresa la fuerza de una sensación.

El filósofo de Köningsberg, sostiene que, entre la conciencia empírica de un fenómeno, en la que sentimos una máxima intensidad o impresión de lo real, y su completa ausencia, existe una infinidad de gradaciones. Esta continuidad entre la sensación (la realidad) y la nada se manifiesta, por ejemplo, en nuestra experiencia sensible de un color. Así, desde un grado cero de conciencia del rojo hasta la percepción de un rojo intenso y brillante, encontramos una serie infinita de matices. Esta progresión gradual hacia la ausencia de color, hacia la negación, que Kant denomina O, subvierte la idea de una realidad discreta y nos muestra un mundo compuesto por infinitas gradaciones.

Recordemos que en la ‘tabla del concepto de nada’(A292), se denomina nihil privativum a aquella nada que corresponde al cero y que se asocia a la categoría de cualidad. Esta modalidad de la nada, o ausencia de ser, se define como el concepto que expresa, «la falta de un objeto determinado»7. En otras palabras, la nada privativa es la carencia de contenido empírico en un fenómeno dado, una especie de reverso de lo positivo. Esta noción se ejemplifica en fenómenos como la sombra y el frío, los cuales, al negar o eclipsar la luz y el calor respectivamente, revelan la ausencia de estas cualidades (A291).

Al continuar profundizando en el principio de las «Anticipaciones», es crucial destacar la naturaleza sintética de la magnitud intensiva. A diferencia de las magnitudes extensivas, cuya cuantificación se basa en la suma de sus partes (como la extensión espacial: la res extensa)8, la magnitud intensiva no puede ser aprehendida de manera aditiva o secuencial. La intensidad de una sensación, por ejemplo, no se construye a partir de la acumulación sucesiva de unidades más pequeñas, sino que se experimenta como un todo instantáneo. Esta característica se evidencia en la medición de propiedades como la temperatura, la presión o la densidad.

El cálculo infinitesimal como fundamento de la magnitud intensiva

La magnitud intensiva es una medida subjetiva, un barómetro interno, de la intensidad o fuerza de una experiencia, que no puede ser dividida en partes menores sin alterar su naturaleza cualitativa. La sensación emerge gradualmente a partir de una acumulación de estímulos infinitesimales que, sumados por integración, constituyen ulteriormente una cantidad o magnitud extensiva. El pasaje de la conciencia pura o cero de la sensación, a la conciencia empírica es pensado por Kant como una integración de diferenciales9. De este modo, observamos cómo en la constitución del objeto parecen intervenir dos lógicas complementarias: una lógica extensiva, basada en la suma y yuxtaposición de partes homogéneas (partes extra partes), y una lógica intensiva, que se caracteriza por la aprehensión instantánea de cualidades indivisibles. A continuación, procederemos a un breve examen de las antinomias, inconsistencias y tensiones conceptuales inherentes a este texto fundamental.

De entrada, el pasaje plantea un enigma fundamental: al anticipar una percepción, ¿estamos prefigurando la materia dada por la sensibilidad o simplemente una forma determinada que se impondrá sobre esa materia dada? Anticipar la percepción, según se desprende del texto, consiste en proyectar en el objeto la magnitud o cantidad intensiva experimentada subjetivamente, como si la sensación fuese la base para atribuir un grado de intensidad a la cualidad del objeto. Esta atribución se realizaría mediante una especie de transferencia de la intensidad, es decir de la fuerza o la impresión experimentada al objeto. Esta cuestión se complica al considerar que la sensación, según Kant, es una «representación meramente subjetiva» (B207) y, por tanto, carece de un carácter objetivamente válido10. ¿Cómo, entonces, puede fundamentar la magnitud intensiva de un objeto?

Es importante señalar de pasada que Maimon y H. Cohen, al abordar posteriormente esta problemática, propondrán como solución una inversión radical: en lugar de considerar que la sensibilidad proporciona la materia prima a la cual el entendimiento impone una forma, ambos sostienen que es el entendimiento el que genera la materia sensible misma. A través de un proceso de diferenciación, el entendimiento produce la multiplicidad y la diversidad de las sensaciones11. Esta perspectiva permite superar la dificultad de atribuir una intensidad objetiva a una experiencia subjetiva, al invertir la relación entre sujeto y objeto.

Hermann Cohen llega a sostener que las «Anticipaciones de la percepción» son el verdadero núcleo de la revolución copernicana kantiana, que reside en la inversión de la relación entre conocimiento y objeto: no es el conocimiento el que se subordina a los objetos, sino que estos últimos son conformados por aquel. El filósofo de Marburgo argumenta que la transición de la conciencia pura a la empírica, mediante la progresión del cero a la realidad en la sensación, implica la producción de lo real. Este proceso revela la génesis conjunta del objeto y el sujeto, ya que la percepción, como conciencia empírica, depende de la atribución de grados a las sensaciones. Sin tal graduación, ni la sensación ni la realidad serían posibles. La sensación, por definición, es siempre sensación de un objeto, y el principio de anticipación subraya precisamente esta determinación objetiva. En este sentido, debemos concluir que la génesis del sujeto y del objeto se efectúa a través del cálculo infinitesimal12.

La paradójica temporalidad de la magnitud intensiva

Un segundo problema considerable que enfrenta Kant es la adopción del concepto de magnitud intensiva que lo sitúa en la encrucijada de un debate matemático y filosófico de larga data. Al concebir los fenómenos como magnitudes intensivas, que varían continuamente en grados infinitesimales, el filósofo de Königsberg se enfrenta a la misma problemática que aqueja a Newton y Leibniz: la naturaleza ontológica de los infinitesimales. Estos entes matemáticos emparentados con el infinito, descritos indistintamente como cantidades ideales evanescentes, aumentos o disminuciones en un flujo de cantidad o ceros cualitativos, desafían la intuición y escapan a una definición unívoca13. Su carácter límite, situado entre el ser y la nada, los convierte en entidades ontológicamente problemáticas, precarias y dificulta que puedan ser distinguidos del cero.

Por último, creemos que es la introducción de la noción de instante, ese átomo del tiempo donde nace la sensación, la que provoca la verdadera falla tectónica que amenaza con hacer temblar los cimientos de la coherente construcción del edificio trascendental. Una primera inconsistencia reside en la naturaleza instantánea de la sensación, que contrasta radicalmente con la secuencia temporal exigida por la causalidad física. Kant estipula en la segunda «Analogía de la experiencia» que reglamenta las categorías de la relación, que toda causa debe preceder a su efecto en una sucesión temporal lineal14. Sin embargo, la aprehensión inmediata de una cualidad sensorial parece ocurrir de manera instantánea, sin mediación temporal alguna.

La percepción sensorial instantánea, es decir la síntesis de la cantidad intensiva que «no llena más que un instante» (B209), plantea un profundo dilema filosófico: ¿cómo puede un evento que ocurre en un instante indivisible surgir de una secuencia causal que implica una sucesión temporal? Si la sensación es instantánea, su causa debería preceder en el tiempo. Sin embargo, esta precedencia temporal parece incompatible con la naturaleza atemporal del instante. La síntesis de la magnitud intensiva, al ser instantánea, no puede descomponerse en partes más pequeñas; es indivisible. Así, la aprehensión de la sensación desafía el orden del tiempo sucesivo y periódico. Además, al ser una experiencia subjetiva, la anticipación de la percepción sensorial no se ajusta fácilmente al modelo causal de la naturaleza.

La paradoja se profundiza al considerar el instante preciso en el que una sensación emerge de la nada. Según Kant, en su «Estética trascendental», el tiempo es una forma pura de nuestra intuición sensible: uno, continuo e indivisible. Sin embargo, este tránsito del nihil privativum a la sensación plena, por infinitesimal que sea, parece exigir una discontinuidad, una ruptura en la fluidez temporal. Surge así una aparente contradicción: ¿Cómo conciliar la continuidad kantiana del tiempo con la instantaneidad necesaria para que una sensación se inicie? A este problema, cabe agregar que puesto que el tiempo es una forma pura, no puede percibirse en sí mismo sino únicamente a través de los fenómenos que fenomenaliza.

Aquí radica el meollo del asunto: inclusive las sensaciones más tenues e imperceptibles, esos intervalos, próximos al cero, entre una intensidad que emerge y otra que se desvanece, son parte del flujo continuo del tiempo. ¿Cómo concebir este tiempo vacío, este intervalo temporal que corresponde a la sensación inasible y que parece carecer de contenido perceptual? Hasta en los momentos de mayor quietud sensorial, el tiempo persiste, pero ¿en qué forma? Kant, al abordar el esquematismo de los conceptos al inicio de la «Analítica de los principios», nos ofrece una pista: la realidad (Realität), como categoría, se corresponde con una sensación en el tiempo, mientras que la negación representa un no ser en el tiempo. Sin embargo, «la oposición de ambas ocurre, por tanto, en la diferencia del mismo tiempo, como un tiempo pleno o vacío.» (KrV, III, 153, A143). El tiempo es pleno cuando alberga sensaciones y vacío en ausencia de ellas. Esta dualidad plantea una pregunta: ¿cómo conciliar la existencia de un tiempo que parece vaciarse de contenido perceptual sin dejar de ser tiempo?

Conclusión

La definición kantiana clásica del tiempo es el de una forma a priori de la intuición sensible, homogénea y continua, que sirve como marco para la construcción de los objetos de conocimiento. Esta temporalidad, que denominamos «extensiva», es la que subyace a la negación (en tanto presupone un tiempo vacío) y se encuentra regida por la cantidad. Sin embargo, la experiencia sensible revela una dimensión temporal más compleja, caracterizada por instantes cualitativos y discontinuos que interrumpen la fluidez del tiempo. ¿Cómo conciliar esta temporalidad de la sensación, marcada por intervalos y cesuras, con la concepción trascendental del tiempo como forma pura?

Proponemos que este instante puro, presente en la sensación, representa una forma de «extratemporalidad» o «temporalidad paradójica», que escapa a la homogeneización del tiempo periódico. Esta dimensión temporal, propia a la irrupción del acontecimiento, plantea un desafío a la concepción trascendental del tiempo y sugiere la posibilidad de una subversión interna, una intensificación y una contaminación de la pureza de esa catedral que es la razón kantiana. Es precisamente esta orientación hacia la intensidad y la singularidad del acontecimiento, más allá de las categorías trascendentales, la que Deleuze radicaliza en su proyecto de una ontología diferencial, invitándonos a explorar los laberintos que subyacen a esta monumental edificación de la pura razón.

Notas

1. En Diferencia y repetición, Gilles Deleuze escribe, «Entre todos los filósofos es Kant quien descubre el prodigioso dominio de lo trascendental. Es el equivalente de un gran explorador; no de otro mundo, sino de una montaña o subterráneo de este mundo» (Deleuze, 1968: 209). La hazaña que signa el mérito filosófico kantiano provendría de ser el descubridor de este dominio subterráneo y de su modo de exploración: el método trascendental.

2. Tanto Nietzsche como Bergson desarrollan, a lo largo de sus obras respectivas, una feroz crítica al enfoque estático y analítico del kantismo. En La gaya ciencia, Nietzsche sostiene que las categorías del entendimiento no se encuentran demostradas y que su aceptación es ante todo un acto de fe: «La vida no es un argumento. Nosotros nos hemos compuesto un mundo en el que podemos vivir mediante la aceptación de cuerpos, líneas, superficies, causas y efectos, movimiento y reposo, forma y contenido; ¡nadie resistiría hoy vivir sin estos artículos de fe! Pero no por eso ellos quedan demostrados.» (Nietzsche, 1990, §121: 112). Bergson, por su lado, centra su reproche en el rígido intelectualismo en la filosofía trascendental. En La evolución creadora, por ejemplo, insiste en la incapacidad de Kant para dar cuenta de la génesis del entendimiento y sus categorías: «Los marcos del entendimiento y el entendimiento mismo tenían que ser aceptados tal como eran, ya hechos». (Bergson, 1976:357-358)

3. Nos referimos aquí al importante texto de 1790 de Salomon Maimon, Versuch über die Transzendentalphilosophie (Maimon,1989) y a la obra de Herman Cohen (uno de los fundadores del neo-kantismo y representante de la Escuela de Marburgo), en particular su monumental tratado de 1871, Kants Theorie der Erfahrung (Cohen, 2001).

4. A lo largo del quinto capítulo de Diferencia y repetición, Deleuze desarrollará su concepción de la magnitud intensiva como el principio genético de la espacialidad: «El espacio como intuición pura, spatium, es cantidad intensiva; y la intensidad como principio trascendental no es simplemente la anticipación de la percepción, sino el origen de una génesis cuádruple, la de las extensio como esquemas, la de la extensión como magnitud extensiva, la de la qualitas como materia que ocupa la extensión, la del quale como designación del objeto.» (Deleuze, 1968: 347)

5. Kant realizó un cambio significativo en su formulación del principio de las «Anticipaciones de la Percepción» entre las dos ediciones de la KrV. Mientras que en la primera edición de 1781 vinculaba la magnitud intensiva, «a la sensación y a lo real que le corresponde» (A166), en la segunda edición de 1787 limitó esta propiedad exclusivamente a, «lo real que es objeto de sensación» (B207).

6. Utilizamos la traducción al castellano de Mario Caimi: Kant, Immanuel, Crítica de la razón pura, trad. M. Caimi, Buenos Aires, Colihue, 2007. Para las referencias tomamos el formato canónico que indica A o B según si se trata de la primera o segunda edición, seguido de la numeración estándar.

7. Recordemos que casi dos décadas antes de la publicación de la primera Crítica, Kant escribe en 1763 su Ensayo de introducción del concepto de magnitudes negativas a la filosofía (Kant, 1987). Ya este trabajo temprano, aspira a realizar un giro radical en la concepción metafísica clásica de la negación: a partir de una «aplicación efectiva», no mecánica, de la noción matemática de cero, eleva la negación a la categoría de una magnitud en sí misma, con un valor relativo y no absoluto.

8. Los «axiomas de la percepción», el primero de los llamados principios matemáticos de la experiencia, anterior a las «Anticipaciones de la percepción» y vinculado a la categoría de la cantidad, es formulado de la siguiente manera: «Todas las intuiciones son magnitudes extensivas». Kant establece que todo fenómeno es una magnitud extensiva, puesto que sólo puede conocerse mediante una síntesis sucesiva de sus partes: «Todos los fenómenos son intuidos ya como agregados (multitud de partes previamente dadas.» (B204).

9. Aunque Kant no emplea el término «integración de diferenciales» en su sentido moderno, su concepción de las magnitudes intensivas y su variación continua anticipa el uso del cálculo diferencial en la física y otras ciencias. El principio de la magnitud intensiva permite aplicar el cálculo infinitesimal, y su herramienta fundamental, la integración de diferenciales, a los fenómenos. En este contexto, una magnitud intensiva se representa mediante su aproximación a cero, reflejando la continuidad de la secuencia que aumenta gradualmente desde cero hasta alcanzar el grado de intensidad de sensación correspondiente. Como explica Kant: «se puede prescindir completamente de la magnitud extensiva del fenómeno y representarse, sin embargo, en la mera sensación en un momento, una síntesis del incremento uniforme desde 0 hasta la conciencia empírica dada» (A176, B218 y ss.). La percepción de una sensación implica entonces la síntesis, es decir, la integración, de una serie continua de variaciones infinitesimales de intensidad.

10. Ver también las Lecciones de metafísica, Ak XXVIII, p. 547: «Eine Vorstellung, die nicht aufs Object, sondern blos aufs Subject bezogen wird, heißt Empfindung» («Una idea que no está relacionada con el objeto, sino sólo con el sujeto, se denomina «sensación».).

11. A lo largo de su Ensayo sobre la filosofía trascendental, Maimon sostiene que la sensibilidad kantiana debe ser reconducible completamente al entendimiento, es decir, debe poder ser explicada enteramente a partir de la actividad de aquel. Esto lo intenta de la mano de su teoría de los diferenciales. Inspirándose de Leibniz, la materia estaría compuesta de diferenciales, que explicarían sus características y tendrían un carácter intelectual. El entendimiento constituye así la experiencia a través de una integración de intensidades. Retomando y radicalizando la tesis de Maimon, H. Cohen va a refutar en El principio del método infinitesimal y su historia (1883) la concepción según la cual la realidad se funda en la sensación, argumentando, por el contrario, que es la magnitud intensiva la que objetiva el objeto de la sensación, convirtiéndolo en realidad. La continuidad es así postulada como el principio generativo de la experiencia. Al aplicar este concepto a la intuición, las magnitudes intensivas kantianas de las «Anticipaciones de la percepción», generan el sistema de las magnitudes extensivas: espacio y tiempo.

12. Ver: H. Cohen, 2001: 442; KTE, 557. A lo largo de su obra, y en particular en La teoría kantiana de la experiencia, Cohen propone una lectura metodológica de la Crítica de la razón pura que se centra en el principio de magnitud intensiva. Según su tesis, este principio, expuesto en las «Anticipaciones de la percepción», es la base del método trascendental kantiano y el hilo conductor de toda la crítica. La continuidad intensiva, en su interpretación, sirve de fundamento para todos los demás principios del entendimiento.

13. Véase por ejemplo, Boyer, C. B., (1959) The History of calculus and its conceptual development. New York: Dover publications, 12-13, 212-219

14. Según reza el principio de la «Segunda analogía de la experiencia»: «Todas las alteraciones suceden según la ley de la conexión de la causa y el efecto» (A189). Es por ello que la aprehensión de lo múltiple del fenómeno es siempre sucesiva y «las representaciones de las partes siguen las unas a las otras» (B234).

Bibliografía

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Cohen, Hermann. 1883. Das Princip der Infinitesmal-Methode und seine Geschichte: ein Kapitel zur Grundlegung der Erkenntnisskritik, Berlín: Dümmler.

Cohen, Hermann. 2001. La théorie kantienne de l‘expérience. Traducido por E. Dufour et J. Servois. Paris : Les Editions du Cerf. ( Traducido de (1871) Kants Theorie der Erfahrung, Berlin: F. Dümmler; segunda edición (1885), Berlin: F. Dümmler.).

Deleuze, Gilles. 2002. Diferencia y repetición. Traducido por M.S. Delpy y Hugo. Buenos Aires: Amorrortu.

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Alejandra Merino Mora (alejandra.merinomora@gmail.com). Doctora en filosofía por la Universidad autónoma de México (2017) y por la Universidad Sorbona Paris I (2020). Ha publicado: Métamorphoses du transcendantal-de Kant à Deleuze. Le transcendantal à l’épreuve des philosophies de l’événement. Mémoires des Annales de Phénoménologie. Wuppertal: 2024

Recibido: 17 de febrero. Aprobado: 24 de febrero.