Médicos, curanderos y boticarios en el cuadro de costumbres costarricense “Sea Usted Medico” (1854)

Literatura

Médicos, curanderos y boticarios en el cuadro de costumbres costarricense “Sea Usted Medico” (1854)

Doctors, Healers and Apothecaries in the Costa Rican Sketch of Manner “Sea Usted Medico” (1854)

Kristine Seljemoen
Universidad de Bergen, Bergen, Noruega

Médicos, curanderos y boticarios en el cuadro de costumbres costarricense “Sea Usted Medico” (1854)

Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 49, núm. 1, e52139, 2023

Universidad de Costa Rica

Recepción: 11 Febrero 2022

Aprobación: 24 Mayo 2022

Resumen: “Sea Usted Medico” es una de las obras costumbristas literarias más reconocidas de Costa Rica por haber sido recopilada en El Costumbrismo en Costa Rica (1966) de Margarita Castro Rawson. Aunque este pequeño texto originalmente fue publicado en dos entregas en el periódico costarricense Eco de Irazú en 1854, Castro Rawson solo incluyó la primera parte en su famosa antología. En “Sea Usted Medico” se encuentran representaciones de diferentes tipos de practicantes de la medicina (médicos, curanderos, charlatanes y boticarios), además del uso de remedios en Costa Rica a mitades del siglo XIX. En este trabajo arguyo que si bien en apariencia estas representaciones respaldan las reformas liberales que se creían necesarias para promover el progreso, la modernización y el desarrollo de una nación en formación –esencialmente apoyando la medicina moderna–, la lectura de la segunda parte del cuadro “Sea Usted Medico” complica esta posición y revela una coexistencia entre las prácticas médicas tradicionales y la medicina moderna en Costa Rica. En este contexto, el presente artículo analiza la compleja relación entre los distintos tipos de medicina en esta época en Costa Rica desde un punto de vista literario y cultural.

Palabras clave: Costumbrismo, cuadros de costumbres, literatura costarricense, ciencias naturales, siglo XIX.

Abstract: “Sea Usted Medico” is one of Costa Rica's most acknowledged literary works for its inclusion in El Costumbrismo en Costa Rica (1966) by Margarita Castro Rawson. Although this short text was originally published in two parts in the Costa Rican newspaper Eco de Irazú in 1854, Castro Rawson only included the first part in her famous anthology. In "Sea Usted Medico" the reader find representations of different types of practitioners of medicine (physicians, healers, charlatans and apothecaries), as well as the use of remedies in Costa Rica during the second half of the 19th century. In this work I argue that although these representations seemingly support the liberal reforms deemed necessary to promote progress, modernization and the development of a nation in formation – essentially supporting modern medicine–, studying the second part of “Sea Usted Medico”, however, complicates this position and rather reveals a coexistence between traditional medical practices and modern medicine in Costa Rica. In this context, this article analyses the complex relationship between the distinct types of medicine during this period in Costa Rica as seen from a literary and cultural point of view.

Keywords: Costumbrismo, sketches of manner, Costa Rican literature, natural science, 19th century.

1. Introducción

Mil reflexiones me hice: - Es posible decia yo, que se aprecie en mas la opinión de rústicos é imbéciles criados, que no la de un hombre que ha pasado noches y dias en el estudio sobre los libros y los hospitales? [sic]

(Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 131, col. 7)

El cuadro de costumbres “Sea Usted Medico”, escrito por el periodista y actor Emilio Segura, fue publicado por primera vez en el periódico costarricense Eco de Irazú en 1854. Se trata de un cuadro en el que se representan diferentes tipos de practicantes de la medicina (médicos, curanderos, charlatanes y boticarios), y en el que, como se verá a continuación, se articulan las tensiones sociales creadas por la convivencia de estas diferentes prácticas médicas en el San José decimonónico.

Además, “Sea Usted Medico” es una de las obras costumbristas literarias más reconocidas de Costa Rica por haber sido recopilada en El Costumbrismo en Costa Rica (1966) de Margarita Castro Rawson. No obstante, hay que señalar que Castro Rawson solo incluyó en su famosa antología la primera entrega del cuadro, que había sido publicado originalmente en dos entregas el 10 y el 25 de diciembre en el Eco de Irazú. No es necesario especular aquí sobre el porqué de esta omisión, pero sí subrayar que leer las dos partes del cuadro resulta imprescindible, pues, como se va a ver, en la segunda entrega la trama de la historia se complica y toma sentido, además de ser donde más claramente se problematiza el panorama de los practicantes de la medicina a mitades del siglo XIX en Costa Rica.

Asimismo, la fecha de publicación del pequeño texto que nos ocupa, 1854, es de especial interés, pues si bien somos conscientes de que los cuadros de costumbres costarricenses han sido poco estudiados, menos aún lo han sido los publicados a mediados del siglo XIX. Esto quizás se deba a que por mucho tiempo se ha reproducido la idea de que la literatura costarricense nació con el realismo a finales del siglo XIX e inicios del XX (Bonilla, 1981; Castro Rawson, 1966; Rojas y Ovares, 1995)1 y que el costumbrismo llegó más tarde a Costa Rica que al resto de Latinoamérica. Pero como he demostrado en otro trabajo (Seljemoen, 2019), y como ha señalado recientemente Alexander Sánchez Mora (2020), se hace necesario revisar esta historia, pues es un hecho que los autores costarricenses ya escribían y publicaban profusamente a mediados del siglo XIX, solo que sus obras han sido olvidadas en los archivos nacionales. Por ello, otro de los objetivos de este artículo es comenzar a recuperar una parte crucial del legado de la literatura costarricense hasta ahora poco trabajado.

La primera entrega de “Sea Usted Medico” trata sobre un médico moderno costarricense que vuelve a su patria después de haber estudiado medicina en Guatemala. La intención del recién graduado es ejercer su profesión en San José, una de las capitales más jóvenes de Latinoamérica. Pero a pesar de que llega con grandes expectativas de ser recibido con los brazos abiertos por su profesión, los pacientes e incluso su propia familia, no le tienen el respeto que él piensa que se merece un médico moderno, ya que confían más en la medicina tradicional. El médico se indigna cuando descubre que los enfermos prefieren los dudosos servicios de practicantes sin título en lugar de su asistencia como profesional.

La historia del sistema de salud en América Latina tradicionalmente cuenta sobre una constante rivalidad entre dos facciones claramente separadas: la medicina tradicional, por un lado, y, por otro, la medicina moderna.2Esta narrativa habla de la autoridad de los médicos en posesión del conocimiento científico y del poder político, y de los curanderos que sufrieron implacables persecuciones y maltratos por parte de médicos y gobiernos. Aun así, como en otras partes de América Latina, el curandero fue una figura muy común durante las tres primeras décadas del siglo XIX en Costa Rica. Este solía combinar en su práctica la barbería, la flebotomía y la cirugía menor, usando prescripciones y preparaciones medicinales tradicionales (Palmer, 2003, pp. 27-28).

Ahora bien, si la primera parte de “Sea Usted Medico” reproduce esta visión dicotómica de las prácticas médicas, en la segunda entrega del cuadro la situación se complica al aparecer un tercer tipo de practicante de la medicina: una figura empírica que utiliza tanto los métodos científicos como la medicina tradicional. Es más, con esta segunda entrega, el cuadro se convierte en un testimonio de cómo la medicina moderna y la medicina tradicional, en apariencia opuestas, en realidad convivían en Costa Rica a mitades del siglo XIX, y que la dinámica entre estos campos fue mucho más compleja de lo que la que la crítica ha mantenido hasta recientemente. El objetivo de este artículo no es romper completamente con el discurso tradicional ni rechazar el hecho de que existiera rivalidad entre los diferentes tipos de practicantes de la medicina, sino aportar algunos matices a la discusión en el contexto de Costa Rica y explorar las representaciones de los tipos de medicina vigentes a mitades del siglo XIX (médicos, curanderos, charlatanes, boticarios, así como tipos de remedios) desde el punto de vista de su articulación literaria.

2. Prácticas medicinales en la Costa Rica decimonónica: una red entrelazada

En los años que precedieron a la publicación de “Sea Usted Medico” ocurrieron grandes cambios en el sistema de salud pública costarricense. El primer hospital moderno, el Hospital de San Juan de Dios,3 fue fundado en 1845 en San José, aunque la construcción del inmueble no se iniciara hasta 1852, terminándose en 1855 (Botey Sobrado, 2019, pp. 186-189). Antes de la fundación de este hospital, se trataba a los enfermos en casas privadas o en hospitales informales, una suerte de hospicios cuyos cuidadores carecían de educación formal en medicina.4 Por otro lado, en 1857 se estableció el Protomedicato que, como ente responsable de reconocer formalmente a quienes alegaban tener conocimientos médicos, tendría un papel crucial en la institucionalización de la medicina formal en el país (Feoli et al., 2002, p. 1436). No obstante, a pesar de estos esfuerzos por parte de los médicos modernos, todavía faltarían varias décadas para que Costa Rica tuviera un sistema de salud pública unificado.

El primer médico moderno de origen costarricense, el Dr. Pablo de Alvarado y Bonilla,5 se graduó como bachiller en Medicina en 1823 en la Universidad de San Carlos de Guatemala y eventualmente regresó a su patria para ejercer su profesión. Durante los 74 años que siguieron a su llegada, todos los médicos aspirantes, excepto uno, siguieron los pasos del doctor Alvarado y Bonilla. A mediados del siglo XIX las principales facultades de medicina que formaron médicos costarricenses fueron la de la Universidad de San Carlos en Guatemala y la de la Universidad de León en Nicaragua. Esto a pesar de que oficialmente se ofrecía educación médica en Costa Rica, aunque de manera esporádica. En la primera universidad de Costa Rica, Universidad de Santo Tomás (1843-1888, basada en la Casa de Santo Tomás de 1817), ciertamente se impartieron cursos de medicina y cirugía desde mediados de siglo. Cuando la Universidad abrió sus puertas se inscribieron nueve estudiantes de medicina, sin embargo, lamentablemente se suspendieron los cursos por falta de profesores. Se ofrecieron cursos nuevamente en los años 1870, pero este proyecto tampoco duró suficiente tiempo para poder dar resultados sustanciales –para 1872, el Dr. Cirilo Meza Noguera fue el único médico que alcanzó la licenciatura–, por lo que el programa fue suspendido nuevamente por falta de recursos, de mentores y de infraestructura hospitalaria. De hecho, no fue hasta 1940 que se fundó la Escuela de Medicina en la Universidad de Costa Rica (Cruz, 1995, p. 11; Pérez Zeledón, 1971, pp. 15-19).

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la medicina popular, el conocimiento de las plantas medicinales y los remedios caseros han sido indispensables en la vida cotidiana en Costa Rica desde tiempos ancestrales, manteniéndose vigente incluso en la actualidad. De hecho, a principios del siglo XIX, cuando la pequeña población de cincuenta mil personas no tenía acceso a ningún médico moderno, ni a un cirujano ni a un farmacéutico, se puede argüir que toda la medicina costarricense era medicina popular. En From Popular Medicine to Medical Populism: Doctors, Healers, and Public Power in Costa Rica, 1800-1940 (2003), Steven Palmer argumenta que la historiografía sobre la medicina costarricense se ha visto influenciada negativamente por una conceptualización romántica de la medicina popular. Según Palmer, ha existido una tendencia a considerar la herboristería como un fenómeno puramente local y orgánico cuando, de hecho, había formado parte de un comercio altamente desarrollado en América Latina desde el siglo XVI. Además, la sabiduría sobre la salud había circulado durante mucho tiempo a nivel internacional a través de viajes y compilaciones escritas para el uso doméstico que incluían recetas tanto de remedios a base de hierbas como tratamientos originados en otras culturas, incluyendo también manuales con base en investigaciones científicas.6 Palmer también señala que la mayoría de los estudios hechos sobre la historia de la medicina latinoamericana se refieren a países con fuertes influencias indígenas en la medicina tradicional donde figuras exóticas y misteriosas, como el chamán, han tenido un papel destacado, y por eso no se aplican bien cuando se trata de comprender todas las historias de la medicina tradicional:

Studying Costa Rican popular medicine provides a picture of that other, perhaps less spectacular but no less important domain of common Latin American healing — one that more often than not complemented and emulated the realm of official medicine, even while contesting its pretensions to monopoly and final truth. [Estudiar la medicina popular costarricense provee una imagen de ese otro dominio, tal vez menos espectacular pero no menos importante, de la curación cotidiana en América Latina, una que la mayoría de las veces complementaba y emulaba el ámbito de la medicina oficial, inclusive mientras impugnaba sus pretensiones de monopolio y la verdad absoluta]. (Palmer 2003, p. 14)

Elementos como la magia, las hierbas y la fe7 sin duda han formado parte de la medicina tradicional costarricense; no obstante, con el afianzamiento de la medicina moderna en el siglo XIX, Costa Rica adquiere una dinámica de influencias distintivas en comparación con otros países del continente, pues aquí la relación entre la medicina tradicional y la medicina moderna era más intrincada. De hecho, aunque los avances científicos del siglo XIX crearon grandes cambios en la vida cotidiana y aunque gradualmente se fue transformando un sistema de salud que hasta entonces había dependido completamente de la medicina popular, esta no se eliminó. Los médicos costarricenses estaban familiarizados con una medicina tradicional que les dio los conocimientos necesarios para prescribir remedios desde sus plataformas aparentemente convencionales. Al mismo tiempo, en lugar de basarse únicamente en la medicina herbal orgánica, los curanderos fueron, por su parte, influenciados por los avances científicos decimonónicos. Por otro lado, hay que precisar que los números escasos de practicantes en el país se extendían a la medicina tradicional también, pues en Costa Rica no había tantos curanderos como en los centros latinoamericanos más grandes (Palmer, 2003, pp. 1-10, 17-22).

Aun así, los primeros médicos nacionales compartían un fuerte deseo de elevar su estatus gracias a su título y así poder diferenciarse de los practicantes de la medicina popular que no tenían educación formal y de los médicos eclécticos o empíricos del extranjero –también conocidos como charlatanes– que solían circular en América Latina durante los siglos XVII al XIX. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por parte de los primeros médicos modernos en Costa Rica, hubo que esperar hasta las dos últimas décadas del siglo XIX para que el sector de la salud pública experimentara verdaderos cambios. Parte del desafío al que se enfrentaron los médicos fue el hecho de que conformaban un grupo pequeño: datos del año 1858 demuestran que entonces había solamente 24 médicos y 8 boticarios en Costa Rica, y que la mayoría eran extranjeros (Cruz, 1995, pp. 10-11; Pérez Zeledón, 1971, p. 20).

En este contexto, destaca la creación de la institución del ya mencionado Protomedicato de la República en 1857, órgano que se concibió como un cuerpo consultivo para los asuntos de la higiene pública y como centro administrativo de los médicos, dentistas y farmacéuticos del país (Cruz, 1995, pp. 29-32; Pérez Zeledón, 1971, pp. 15-19, 23-25). Además, entre las razones principales por las cuales se estableció el Protomedicato, se encontraba la de disciplinar el uso y mal uso del título científico entre médicos eclécticos, o charlatanes.

3. Eco de Irazú: uno de los periódicos más influyentes en suépoca

En 1830, Miguel Carranza Fernández, miembro de una famosa familia costarricense cafetalera –popularmente conocida como “Los Carranzas”– y magnate del periodismo, administró la importación de la primera imprenta en Costa Rica. La llegada de esta significativa máquina bajo el nombre de “La Paz” es un dato histórico que marca el inicio no solamente del periodismo costarricense, sino también el de la producción de una nueva narrativa nacional (Meléndez Chaverri, 1990, p. 49). Efectivamente, como señala Patricia Vega Jiménez (2016), desde ese momento (y todavía en el siglo XXI), escritores y editores costarricenses a menudo combinarían la profesión periodística con la escritura creativa. Es más, durante el siglo XIX y debido a que no existían editores que asumieran la publicación de las piezas literarias, estas fueron publicadas en periódicos (p. 33). El formato de los periódicos y las posibilidades estéticas y críticas que se presentaban en el género del cuadro de costumbres hizo que rápidamente ganara popularidad en Costa Rica al igual que en varios países latinoamericanos. Sobre el éxito de este género, Christiane Schwab (2018) señala que:

[The sketches of manner´s] brief, yet detailed depictions of social types and behaviours (traditional and new ones), transforming places or transport systems met the needs for inspecting urban, economic, and political settings of the radically changing societies, and the multifacetedness of the sketches and their true-to-life orientation ensures a pleasant lecture for a growing readership. [Breves pero detalladas descripciones de tipos sociales y conductas (tanto tradicionales como nuevas), además de lugares en proceso de transformación y sistemas de transporte, que se encuentran en los cuadros de costumbres satisfacía las necesidades de inspeccionar los entornos urbanos, económicos y políticos de las sociedades que cambiaban radicalmente, y la multifacética de los bocetos y su orientación realista asegura una lectura agradable para los lectores]. (p. 207)

Aunque los primeros periódicos costarricenses tuvieron vidas cortas, estos cambiaron la dinámica pública de Costa Rica para siempre, ya que crearon un espacio para el debate político y discusiones sobre los cambios sociales, económicos y culturales que estaban teniendo lugar. En lo referente al cuadro de costumbres, gracias a su estilo a menudo satírico y a su uso del humor, permitía a los letrados tocar temas polémicos sin que los textos fueran directamente provocadores.8

El hijo del importador de la primera imprenta, el Dr. Bruno Carranza, fue justamente uno de estos letrados. Durante su carrera publicó varios periódicos. En 1853, uno de sus periódicos, El Compilador (1853), se dejó de producir por falta de fondos, pero de sus cenizas nació el Eco de Irazú, que para Adolfo Blen fue uno de los periódicos más importantes de aquella época porque trataba temas de interés general de manera muy libre (Blen, 1983, p. 78). Se trataba de un periódico quincenal de orientación ideológica liberal que participaba activamente en discusiones públicas y comentaba asuntos actuales. Su editor principal, el mencionado Bruno Carranza,9 se destacaba también como político famosamente liberal –según algunos reportes hasta anticlerical– y por un periodo corto, del 27 de abril al 9 de agosto de 1870, llegó a ser presidente de la República de Costa Rica. Además, fue médico por profesión y uno de los primeros costarricenses que había estudiado medicina en Guatemala, lo que explica su dedicación al tema de la salud pública. Por ejemplo, está bien documentado que Carranza era una de las voces públicas más fuertes en la lucha por proteger el profesionalismo médico e incluso fue miembro del Protomedicato de la República (Palmer, 2003, pp. 58-59, 63-65).

En cuanto a la identidad del autor de “Sea Usted Medico”, Adolfo Blen confirma que fue el escritor y actor Emilio Segura (Blen, 1983, p. 85), aunque la primera parte de “Sea Usted Medico” no esté firmada –cosa que ha confundido a algunos lectores que no conocen la segunda parte, ya que esa efectivamente está firmada con las iniciales E.S., tal y como hacía regularmente Emilio Segura–. Poco se sabe sobre la vida de Segura y al respecto de su nacionalidad existe cierta confusión. Abelardo Bonilla (1981) mantiene que era colombiano (p. 98), mientras que Francisco María Núñez (1980) señala que era español. Según Núñez (1980), Segura llegó a Costa Rica en 1851 junto a su madre en el barco “Santa María” y formaba parte de la compañía de teatro organizada por don Mateo Fournier y Hecht (pp. 37-38). Sobre la vida de Segura, todavía hay huecos en la información que nos ha llegado, pero se sabe que fue un actor y escritor que se integró a la sociedad intelectual de San José rápidamente después de su llegada. Su orientación política liberal está bien documentada por su involucración en algunos conflictos con miembros prominentes de la iglesia católica, su carrera en el teatro, la temática de sus piezas literarias, y por ser colaborador del Eco de Irazú, periódico que fue famosamente liberal. Por ejemplo, Segura tuvo un conflicto público con el primer Obispo de Costa Rica, Monseñor Anselmo Llorente y La Fuente, al reaccionar a un sermón dado en 1854 en cual, según relata Adolfo Blen: “[el Obispo] dijo que los cómicos eran indignos de entrar al templo del señor por que [sic] estaban condenados por Dios y por la Iglesia” (1983, p. 82). La madre y la hermana de Segura, quienes habían estado presentes en este sermón, se vieron obligadas a salir del templo debido a la relación de su familiar con el teatro. Segura abordó el incidente en algunos artículos del Eco de Irazú junto a su colega Adolfo Marie, quien por su lado había participado en el feudo con el Obispo y sus partidarios desde la fundación del Teatro Mora en 1850, que fue cuando el Obispo empezó a criticar al teatro (Quesada Soto, 1999, p. 6). Como señala Alvaro Quesada Soto (1999), Eco de Irazú fue publicado justamente en una época en la cual hubo fuertes luchas entre liberales y conservadores por el control de la cultura costarricense, y en este contexto los temas del teatro y la educación fueron particularmente importantes: “El teatro, que en la época se concebía como un importante instrumento ideológico y propagandístico, civilizador o moralizante, fue, junto con la educación, uno de los principales espacios alrededor de los cuales se desarrollaron acerbas luchas culturales y políticas” (1999, p. 5).

4. “Sea Usted Medico” (1854), civilización ybarbarie en San José

Como hemos visto, la medicina costarricense decimonónica funcionaba como una red de prácticas entrelazadas difíciles de etiquetar. “Sea Usted Medico” documenta esta situación desde la literatura, entrando a formar parte del debate público sobre la medicina en aquella época. Es más, Emilio Segura inserta el asunto de la salud pública en un debate más amplio sobre la modernización general del país. A mediados del siglo XIX, la joven república de Costa Rica se encontraba en un proceso de formación que implicaba cambios sociales, culturales y políticos, además de tener una población en crecimiento. En lo que se refiere a la medicina, existían voces públicas, como la del Protomedicato, que argumentaban que no se podía establecer una nación verdaderamente independiente y fuerte sin ofrecer servicios médicos modernos a sus pacientes.

“Sea Usted Medico” se puede leer como la contribución por parte de Segura a dicho debate y sigue, en términos generales, una tendencia generalizada a representar la figura del médico en la literatura decimonónica latinoamericana, especialmente a finales de siglo. Como Stephanie P. Browner señala para el caso norteamericano, pero que es aplicable para todo el continente:

Writers were alert to medicine`s class aspirations. At mid-century, when regulars were under attack from many quarters for seeking prestige and market privileges, the doctor was often represented as a stiff aristocrat …. For these authors, professionalism was undemocratic. For other writers, especially later in the century, the professional doctor was just what the nation needed. … In elite magazines of the day, for example, the fictional doctor was often a liberal gentleman who could encounter the diseased and the bizarre and remain untainted. He brought stability to worlds riven by disorder, and, like the elite fiction that represented him, he dispensed wise, temperate counsel. [Los escritores eran conscientes de las aspiraciones de clase por parte de la medicina. A mediados del siglo, cuando los asiduos eran atacados desde varios sectores por buscar prestigio y privilegios de mercado, el médico era a menudo representado como un aristócrata rígido …. Para estos autores, el profesionalismo era antidemocrático. Para otros escritores, especialmente a finales del siglo, el médico profesional era justamente lo que necesitaba la nación. … En las revistas de élite de la época, por ejemplo, el médico ficticio era a menudo un hombre liberal que podía enfrentarse a lo enfermo y lo bizarro, y a su vez, permanecer inmaculado. Él aportaba estabilidad a mundos desgarrados por el desorden, y, al igual que en la ficción de la élite que lo representaba, brindaba consejos sabios y justos]. (2004, p. 3)

Como he demostrado en otros trabajos (Seljemoen, 2019; Seljemoen y Soriano Salkjelsvik, 2021), y como ha señalado recientemente, Miguel Angel Pillado para el contexto cubano (2022), los escritores a menudo solían incluir en los cuadros de costumbres tipos sociales que eran históricamente antagonistas –como por ejemplo: el médico y el curandero/la curandera, el dentista y el sacamuelas, la enfermera y la partera. De este modo, se subrayaban no solamente las tensiones entre la medicina tradicional y la medicina moderna, sino también el rol civilizador del profesionalismo.

En el cuadro de costumbres que nos ocupa, la temática del médico se introduce en los primeros párrafos del texto, los cuales tratan sobre el protagonista que está viajando de vuelta a Costa Rica después de haber terminado sus estudios de medicina en Guatemala. El narrador describe a un joven médico que tiene que lidiar con el transporte público, el barco de vapor y el correo costarricense –dos elementos que típicamente funcionan como representantes literarios del proyecto de modernización en los espacios urbanos decimonónicos–. Sin embargo, en este caso los servicios ofrecidos son de pésima calidad o no existen. El joven médico exclama sarcásticamente que su viaje desde Guatemala a Costa Rica no duró “nada más que treinta días”:

¡Que velocidad! – Ya se vé, con estas ventajas ¿para qué son necesarios los vapores?- ¿para qué han de auxiliar todos los gobiernos esos proyectos tan inútiles? Es verdad que Costa-Rica y el Salvador han protegido la empresa, pero que saben lo que hacen? - ¿No es mejor que vivamos separaditos? ¿No lo exige asi la situacion de nuestros ESTADOS DES-UNIDOS? Claro es que si. La mayor parte del tiempo la pasamos riñendo unos con otros ó consigo mismos, que es el único modo que nuestra fraternidad sea verdadera y eterna [sic]. (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 129, col. 3)

Aunque el texto se torna político cuando establece su orientación liberal con la referencia a la República Federal de Centroamérica,10 el autor mantiene el tono satírico. Según el argumento liberal generalizado, uno de los efectos positivos de una Centroamérica más unida sería que toda la región hubiera disfrutado un proceso más acelerado hacia el desarrollo y la modernización. Para el narrador, sin embargo, el desarrollo de Centroamérica está llegando con una velocidad similar al transporte público en la región. Su punto de vista se subraya al hacer referencia a los beneficios de las máquinas a vapor:

Con los vapores las distancias se acortarian, el comercio seria demasiado activo para nuestra característica pereza, las relaciones serian frecuentes con esceso y claro es que si estando separados peleamos, mas habiamos de pelear estando juntos.

Viva la paz, el progreso, y sobre todo la fraternidad [sic]. (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 129, col. 3)

Quizás con un ritmo percibido como lento, pero con paralelismos claros a Europa y Estados Unidos, América Latina se encontraba en un proceso de modernización en el siglo XIX. Al efecto, Kari Soriano Salkjelsvik y Felipe Martínez-Pinzón (2015) argumentan que “la escritura de tipos y costumbres es la narración de las fricciones y heridas que causó la modernización en Latinoamérica”, aunque precisan que “no es un largo lamento por un pasado perdido, sino todo lo contrario: una avanzada estética para hacer asimilable la implementación de la modernización en la región” (p. 9). Es decir, “Sea Usted Medico” formaba parte de una discusión pública justamente en el momento en el cual el desarrollo de San José como ciudad empezaba a verse favorecido por las ideas liberales que llegarían a predominar en el clima político costarricense desde mediados del siglo XIX y sus postrimerías. Segura (1854) describe San José en un momento en el cual, siendo una de las capitales más jóvenes de Latinoamérica, estaba transformándose de manera muy gradual en una urbe modernizada y con una población en crecimiento. Es en este contexto que el autor coloca la historia del médico moderno costarricense.

Aunque la voz narrativa de Segura está presente en el cuadro, se entiende que la historia que se cuenta pertenece a un médico moderno que le ha compartido sus experiencias personales. Para crear este efecto, Segura inicia y termina “Sea Usted Medico” expresando que él ha escrito la historia como un médico se la ha contado a él: “Como me lo contaron, os lo cuento” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 128, col. 1), para después dejar que el protagonista, el médico, sea el narrador de la historia. De este modo, encontramos en “Sea Usted Medico” una narración que enmarca, por un lado, un narrador que abre y cierra la historia convirtiéndose en un pretexto literario y, por otro, la historia principal que es narrada por el médico protagonista. Seguimos su historia cuando describe sus primeras experiencias de ser un médico moderno en San José y su intento de establecer su práctica ahí. Los primeros días recibió atención favorable y admiración por parte de su familia y los vecinos por tener el honroso título:

Todos me visitaban, abrazaban y felicitaban. Mi casa parecía un jubileo, mis padres lloraban de gozo, mis hermanos estaban locos de contento, y hasta mi abuelo, mi achacoso y viejisimo abuelo, se hizo levantar de su cama y colocar en una poltrona, por el gusto de presidir la recepcion de su nieto Doctor [sic]. (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 129, col. 3)

Sin embargo, cuando uno de sus primeros pacientes –que por cierto es su propio “viejísimo” abuelo– muere poco después de una consulta, surge un cambio brusco ya que los vecinos consideran que el médico es el culpable: “Ahí vá el mata-sanos. -¡Que cara de bruto!- Pero, hombre, has visto vos que Doctor tan bestia! [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 129, col. 4). Por un lado, el cambio de opinión parece venir de manera abrupta, pero ya anteriormente el texto había insinuado que se aproximaba:

-Ea, Doctor, yo no me he querido curar con ningun médico de los que hay aqui, porque los del pais son unos tontos, y los extrangéros unos animales. Te he estado esperando á tí, porque solo en tí quiero confiar mi vida, y solo de tí espero una cura radical y pronta [sic]. (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 129, col. 4)

En este pasaje es evidente que los pacientes no confían en los médicos, pero, aun así, cuando la prima del protagonista se enferma, sus familiares lo llaman. Este le receta medicina, asegura a su familia que su padecimiento es leve y les da instrucciones exactas de cómo seguir con el tratamiento. Acá, el autor establece una distancia entre el médico profesional y otros practicantes de medicina sin título. Se demuestra que su manera de trabajar es distinta a la de los curanderos. El médico toma su tiempo para reconocer al paciente, evalúa su condición, emite un diagnóstico y consulta en los libros para encontrar el medicamento correcto para el padecimiento: “Receté y me fui despues de haberles dicho que el mál era muy leve, sobre todo si le aplicaban los remedios con el orden y esactitud que yo indicaba [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 5). No obstante, cuando el médico vuelve por la noche, la paciente está peor y el médico no entiende cómo esto ha podido pasar cuando su tratamiento estaba basado en la medicina profesional: “el mal se habia agravado notablemente burlando mis esperanzas fundadas en un exámen prolijo de la enferma y en el estudio de cien y cien sabios autores que habia consultado [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 5). Pero el médico, además de ser estudioso, muestra su proceder analítico cuando sigue buscando una cura: “pasé la noche revolviendo mi biblioteca, buscando, estudiando y analizando todo cuanto remedio pudiera aplicar” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 5). Es más, informa detalladamente a las personas que van a cuidar a la paciente sobre la dosis exacta que tienen que darle y cómo aplicar los remedios: “le dije: -;,, Que no cesen de darle las medicinas que traerá Chico de la botica, en el órden que dejo escrito en ese papel [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 5). Hay que recordar que la botica era una especie de droguería o farmacia donde se conseguían tanto medicamentos como productos domésticos o de belleza. Es un dato significativo que el médico acá mencione la botica, lo cual puede interpretarse como una manifestación física de la compleja relación entre la medicina moderna y la medicina tradicional puesto que tanto los médicos como los curanderos y los pacientes conseguían sus ingredientes y medicamentos (en gran parte) en las boticas.11

Lo que Segura en parte muestra en “Sea Usted Medico” es que los pacientes no confían en el médico porque evidentemente no entienden su trabajo y sus métodos científicos. Por eso, surge una polémica que marca el primer choque entre el médico y el uso de los remedios caseros cuando el protagonista escucha por casualidad una conversación entre algunos familiares y conocidos de la paciente. El narrador los describe con un tono burlesco:

Era un consejo de familia, pero de baja familia.

Mi señora tia, la cocinera, la molendera y el concertado, se habian constituido en juntacalificadora, ó reunion consultiva, Comision permanente, ó mejor diré en jurado médico.

Vease pues como nosotros tambien tenemos jurados, y jurados científicos nada menos [sic]. (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 6)

Durante esta conversación, humorísticamente clasificada de “jurado médico”, se revela que los familiares nunca le habían dado a la enferma la medicina recetada por el médico. El diálogo inicia con la madre de la paciente que pide consejos de un grupo de personas con respecto al tratamiento, a lo que la cocinera responde: “si yo fuera su mercé, no le daba nadita de esas porquerias que le ha mandado el Doctor [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 6). La molendera está de acuerdo: “todas esas cochinadas de los médicos no sirven mas que para matar cristianos. Mire su mercé, la niña Chepita murió del mismo mal que tiene la niña Paulita, por haber tomado esos venenos de las boticas [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 6). El narrador precisa que aquellos “jurados médicos” eran una costumbre general en Costa Rica a mitades del siglo XIX y que los pacientes siempre se consultaban entre sus vecinos, amigos, familiares y viejas curanderas para evaluar el trabajo de los médicos:

-Eso sucede aqui todos los dias en la mayor parte de las casas, aun á los médicos mas acreditados! Ninguna medicina se administra sin un voto de censura, sin un senatus consultus compuesto de los parientes y amigos, de las viejas curanderas, ó de los vecinos y criados. Esa es, con ecepciones honrosas, pero muy contadas, una costumbre jeneral [sic]. (Segura, 25 de diciembre de 1854, p. 157, col. 2)

El veredicto de ese supuesto jurado médico es dar a la paciente un remedio casero en el intento de curarla: “le daba un bebedizo compuesto de la mitá de yerbas calientes, y la mitá de yerbas frias; y le ponia un emplasto corroborante de pan y vino. Con eso se curó mi mama que estaba mas mala que la niña [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 130, col. 6). Todos en el “jurado médico” afirman que: “ese remedio es el sánalo todo … que valia mas que todos estos tontos que se llaman Doctores [sic]” (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 131, col. 7). Como podemos ver, el autor, por un lado, está creando un efecto ilustrativo cuando compara las dos distintas maneras de trabajar. El médico, como hemos visto, es un hombre científico y analítico que dictamina un diagnóstico y pasa horas estudiando posibles remedios; mientras que los curanderos, por su lado, se basan en sus propias experiencias mientras que preparan el remedio sin importar las dosis exactas de ingredientes, los cuales son productos puramente domésticos (yerbas, pan y vino). Es decir, los curanderos, en esta representación, ni tienen rigor científico ni son lógicos porque juzgan al médico debido a la condición de la paciente, aunque ni siquiera se haya dado la medicina que el médico había recetado. La frustración del médico es evidente:

Mil reflexiones me hice: - es posible decia yo, que se aprecie en mas la opinion de rústicos é imbéciles criados, que no la de un hombre que ha pasado noches y dias en el estudio sobre los libros y en los hospitales? ¿Es posible que la ciencia se vea despreciada de tal modo, y mi saber, resumen del saber de tantos génios, de tantos sublimes maestros que han enriquecido tanto la medicina á fuerza de perseverancia, de talentos y de las observaciones prácticas que han hecho durante siglos enteros, para alivio y orgullo del hombre civilizado? [sic]. (Segura, 10 de diciembre de 1854, p. 131, col. 7)

Segura usa en este pasaje el lenguaje de manera estratégica, tanto para crear un efecto humorístico, como para burlarse del uso de la medicina popular. A pesar de que la intención del autor es que el cuadro sea entretenido y vendible, el tono ligero no se mantiene durante todo el texto como normalmente se hace en este género, aunque se trate de temas serios. Al contrario, el autor se expresa de una manera directa y excepcionalmente crítica mientras a la vez transmite frustración. Al mismo tiempo, tiene una función pedagógica. Diez años después de que Domingo Faustino Sarmiento publicara su famosa obra Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845), Emilio Segura, si bien de manera mucho más breve, también urge al pueblo costarricense a que deje la barbarie. Según el argumento sarmentino, el hombre se desarrolla de un estado básico a uno más complejo, siendo la “barbarie” un estadio intermedio de esta evolución en la cual el hombre podría progresar a la civilización o retroceder al salvajismo. Sarmiento (1845) resume su postura en la frase inspirada en William Shakespeare: “De eso se trata, ser o no ser salvajes?” (p. 16). Este pensamiento crea el visón de un momento en el que el ser humano se encuentra en una encrucijada. En este sentido, “Sea Usted Medico” contiene un discurso que muestra el proceder “civilizado” de un representante de los primeros médicos modernos de origen costarricense que salió de su país para estudiar medicina. Por ello, se convierte en una figura simbólica de progreso, plantado en un contexto social en el cual se describe una nación en formación. Sin embargo, a pesar de que el autor presenta al médico moderno como ejemplo a seguir, como hemos visto, los pacientes prefieren el uso de la medicina popular, no porque sea más efectiva que la medicina moderna, sino porque es familiar para ellos. También se subraya que el médico moderno no logra comunicarse con sus pacientes: “Mucho me costó entenderlos y hacerme entender.¬-Que ecplicaciones! Que rusticidad!-Que de idiotismos!-Que hablar todos á un tiempo sin saber lo que decian, sin entenderse ninguno, y sin escucharme á mi [sic]” (Segura, 25 de diciembre de1854, p. 158, col.3). De este modo, se presenta una relación entre el médico y el paciente en la cual hay un desbalance de poder problemático, tanto porque crea desconfianza como porque los pacientes no siguen las recomendaciones basadas en la ciencia ya sea porque no las entienden o no creen en ellas.

Las representaciones de las prácticas médicas en la literatura siempre han seguido los discursos científicos sobre la enfermedad y el cuerpo. Foucault relacionó la conceptualización del cuerpo moderno a finales del siglo XVIII con la construcción política de los discursos sociales y científicos; es decir, vinculó el cuerpo con formas modernas de poder, identificando cómo las técnicas de poder afectaban a los seres humanos a través de prácticas y discursos institucionalizados. Para él, la arquitectura del poder había sido organizada por un sistema biopolítico que concibió el cuerpo como un cuerpo vivo, es decir, como soporte de los procesos biológicos del nacimiento, la mortalidad, la salud y la duración de la vida, por un lado, y por la aparición de las disciplinas que concibieron el cuerpo individual como un cuerpo-máquina por el otro (Foucault, 1986, p. 183). Dentro de este marco conceptual, la vida se concibe como algo más que el nacimiento y la muerte y se convierte en parte de la ejecución política del poder y el control del conocimiento, pues, entre estas dos técnicas, la medicina institucionalizada se convierte en una estrategia biopolítica. Al mismo tiempo, el cuerpo como tal es un recurso de bioenergía. Lo que está en juego en su influyente obra es la relación entre conocimiento y poder. Sin embargo, Foucault concibe las estrategias biopolíticas en la medicina como un proceso unilateral en que el Estado y los médicos se unen y actúan como uno solo, un panorama que se complica cuando se trata de la historia costarricense de la medicina tradicional. No obstante, estas ideas presentan un punto de partida útil para este trabajo, especialmente cuando prestamos atención a la forma en que las prácticas médicas se representan en “Sea Usted Medico”.

Esto es importante, pues la trama se complica en la segunda parte del texto que nos ocupa con la aparición de un tercer tipo de practicante de la medicina. Durante una conversación entre el protagonista y su hermano, se revela que a su hermano no le sorprende que los pacientes hayan favorecido los remedios caseros en lugar de la medicina que había recetado el doctor. Señala que sucede diariamente que las señoras curanderas discuten entre ellas lo que sería la mejor opción para el paciente. Más importante aún, el hermano del médico confirma que también hay médicos que utilizan remedios de la medicina popular: “-¿y hai médicos que receten? – Si los hai. – [sic]” (Segura, 25 de diciembre de 1854, p.157, col. 2). A lo que el protagonista responde con una declaración: “Pues yo no quiero serlo, porque aprecio mi dignidad, porque venero la ciencia y no quiero verla mancillada, ni verme tan indignamente ultrajado” (Segura, 25 de diciembre de 1854, p. 157, col. 2). La voz del escritor se vuelve pedagógica, ya que para el médico/protagonista es muy importante expresar que él para nada apoyaría el uso de la medicina popular desde su plataforma científica, y está juzgando a los médicos empíricos que lo hacen. Al respecto, Kari Soriano Salkjelsvik y Felipe Martínez-Pinzón (2015) señalan que:

Uno de los efectos producto de la organización de escenas llevada a cabo por la escritura de tipos y costumbres es pedagógico. En la organización de estas escenas el lector aprende a identificar cierto orden social, un sinnúmero de códigos de raza y género, así como a naturalizar sujeciones laborales. (p. 14)

En el cuadro que nos ocupa el escritor representa, por un lado, al médico ideal, o, en otras palabras, un ejemplo a seguir. Pero, por otro lado, también describe tipos que no son un modelo a repetir. Como apunta Cuvardic (2008), en Hispanoamérica también hay una obsesión por “los tipos sociales económicamente improductivos” (pp. 37-51). En el caso de “Sea Usted Medico” al aparecer los dos tipos se crea un efecto de contraste entre el modelo a repetir y el que debe evitarse. Aparte de la crítica satírica de los remedios caseros y los curanderos, que son vulgares y bárbaros, hay un segundo enemigo: el médico que prescribe medicina popular y es en efecto un bárbaro disfrazado de hombre civilizado. La trama del cuadro se complica cuando el médico protagonista se encuentra en la casa de la enferma con un representante de ese tipo de médico empírico, pues resulta que la familia ha llamado a los dos para que ayuden a la paciente que ya está a punto de morir: “Llegué corriendo, y cual seria mi admiracion al ver que otro médico, enemigo espantáneo mio, y que había contribuido á descreditarme tomando por tema la curacion radical de mi abuelo, estaba sentado á la cabecera de la cama [sic]” (Segura, 25 de diciembre de 1854, p. 158, col. 3). Poco a poco aparecen más casos similares con el mismo patrón: los curanderos y los médicos empíricos recetan remedios que empeoran la salud de los pacientes, por lo que el médico moderno tiene que ayudar a los enfermos que a veces hasta mueren por las prácticas de la medicina popular. Es decir, este otro tipo de médico no solamente se representa como un bárbaro, sino también peligroso porque los pacientes no saben distinguir entre él y un médico moderno, dando énfasis a la convivencia de la medicina popular y la medicina moderna en la sociedad costarricense a mediados del siglo XIX. En estos pasajes es cuando más se nota el aspecto pedagógico de “Sea Usted Medico”. Parece una paradoja que, a pesar de que el cuadro demuestra que no se separan con facilidad los distintos practicantes de la medicina, el autor efectivamente intenta dividir la práctica de la medicina en dos polos opuestos e irreconciliables: la civilización y la barbarie. El médico moderno representa al hombre civilizado y ejemplo a seguir, mientras que los curanderos, por su lado, se presentan como bárbaros y una amenaza no solamente a la sociedad costarricense sino también al progreso del país en general. No obstante, “Sea Usted Medico” resulta ser un testimonio de cómo la medicina moderna y la medicina popular, en apariencia opuestas, en realidad convivían en Costa Rica a mediados del siglo XIX. La dinámica entre estos campos fue más compleja que lo que el discurso tradicional de la medicina costarricense ha mantenido por mucho tiempo, lo que hace a su vez que el límite entre lo que se entiende por civilización y barbarie se problematice en la narración.

La frustración del médico/protagonista, y efectivamente el autor, termina en resignación y al final deja su carrera de medicina atrás firmando el texto como “EL EX -DOCTOR” (Segura, 25 de diciembre de 1854, p.159, col. 6). La historia se completa cuando se hace una referencia al título del cuadro, esencialmente llegando a una conclusión: “á todo el que quiera vivir mártir y morir de un berrenchin en nuestra tierra, que estudie medicina, y dicíendole: Véase U. en mi espejo, y sea U. médico, amigo mío, sea U. médico! [sic]” (Segura, 25 de diciembre de 1854, p. 159, col. 6), lo cual deja el mensaje de que la vida del médico moderno es intolerable.

5. Observaciones finales

Uno de los objetivos de este trabajo ha sido, en parte, contribuir a la recuperación de una valiosa parte del legado de la literatura costarricense. Como ya he mencionado, es necesario revisar la historia literaria de Costa Rica, especialmente la producción de mediados del siglo XIX, que por muchos años se ha visto olvidada por la crítica.

En este contexto, el cuadro de costumbres “Sea Usted Medico” (1854) documenta que el sistema de salud costarricense fue uno de los temas que se debatían en la prensa también a nivel estético. Segura inserta el asunto de la salud pública en un debate más amplio sobre la modernización del país, en el cual el médico moderno se convierte en un símbolo de progreso y a la vez se burla de los practicantes de la medicina popular. Por eso, si bien a primera vista parece que “Sea Usted Medico” apoya una narrativa sobre la autoridad de los médicos en posesión de conocimiento científicos, titulación formal y del poder político, la trama del pequeño texto se vuelve más compleja en su segunda parte al surgir un tercer tipo de practicante de la medicina: una figura empírica que utiliza tanto la medicina popular como la medicina moderna. En efecto, aunque el autor de “Sea Usted Medico” esté motivado por los ideales liberales que buscan modernizar y formalizar la medicina para promover el progreso del país, de hecho, su texto documenta que las prácticas médicas tradicionales seguían vigentes en el San José decimonónico.

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Notas

1 Por ejemplo, en la famosa obra Historia de la literatura costarricense (1981), Abelardo Bonilla declara lo siguiente: “La literatura costarricense nace con el realismo, en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del actual. En un sentido estricto, no hubo literatos antes de este período, con la única excepción –discutible tal vez– … Ensayistas notables algunos – cuyas ideas se expresaban con propósitos pragmáticos, al servicio de una causa, o bien para recoger los hechos históricos” (1981, p. 109).
2 “La medicina tradicional –también conocida como medicina popular, no convencional, no occidental o, más recientemente, medicina alternativa– está ligada a la cultura y se refiere a las prácticas médicas históricas que existían antes de la introducción de la medicina moderna en Costa Rica a finales del siglo XVIII. La medicina popular se resiste a la institucionalización porque se basa en experiencias culturales, históricas y personales, a menudo transmitidas oralmente entre generaciones. La medicina moderna –también conocida como medicina occidental, convencional o dominante– es una práctica institucionalizada en la que participan médicos, redes científicas, educadores, políticos y organizaciones profesionales. Con sus nuevos métodos científicos y formas de diagnóstico y tratamiento, el auge de la medicina moderna revolucionó la atención sanitaria del siglo XIX en toda América Latina. En este contexto, los médicos modernos costarricenses del siglo XIX han sido percibidos por los estudiosos como los poseedores del conocimiento científico y del poder político, mientras que, por otro lado, los curanderos han sido retratados como blanco de una implacable persecución y maltrato tanto por parte de los médicos como de los gobiernos” (Seljemoen y Soriano Salkjelsvik, 2021, p. 174, traducción propia).
3 Actualmente es el centro médico público más importante del país y pertenece a la Caja Costarricense del Seguro Social, siendo también una institución benemérita del país.
4 Un ejemplo de 1719 es la iniciativa del Gobernador Diego de la Haya Fernández, quien abrió el patio de su casa para ofrecer ayuda sanitaria en un hospicio que se llamaba “La Casa de Salud”. La clase de medicina que se propiciaba era, sobre todo, por bondad de los clérigos y religiosos que tenían ciertos conocimientos de medicina. En casi todos los libros de historia se apuntan, además, las siguientes palabras del gobernador: “Todavía se utiliza el cacao como moneda, no se haya barbero, cirujano, médico ni botica y no existe escribano en toda la provincia” (Pérez Zeledón, 1971, pp. 15-16). Es decir, estos hospicios eran lugares donde la medicina informal participaba también de una economía informal.
5 Aparte de ser conocido como el primer médico costarricense, Pablo Alvarado y Bonilla (Cartago, Costa Rica, 16 de enero de 1785 - Alajuela, Costa Rica, 31 de mayo de 1851) también es conocido como un pionero de la independencia centroamericana. Representó a Costa Rica en la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América de 1824 a 1825 y fue diputado por Costa Rica al primer Congreso de la República Federal de Centroamérica, donde logró entre otras cosas que se aprobara la anexión provisional del partido de Nicoya a Costa Rica. De hecho, se atrasó en sus estudios de medicina por su constante participación en asuntos políticos (Cruz, 1995, p. 30; Pérez Zeledón, 1971, pp. 15-19).
6 A pesar de esto, los enfermos y los curanderos de la periferia, como Costa Rica, probablemente no tenían acceso a tantos productos importados en comparación con centros latinoamericanos más grandes, como por ejemplo la Ciudad de México. Sin embargo, está documentado que llegaban productos medicinales importados también a Costa Rica y la cantidad aumentaba sistemáticamente mientras que avanzaba el siglo XIX; es decir, no se hacían remedios caseros basados singularmente en los recursos locales. Asimismo, el comercio de la medicina también se alimentaba de la sabiduría sobre la salud que circulaba a nivel internacional. Por ello, se publicaban recetarios y compilaciones para el uso en casa con recetas tanto de remedios herbales con orígenes en otras culturas como manuales con base en investigaciones científicas. Ha sido documentado que en 1815 un agricultor próspero en San José tuvo en su posesión una edición española de Domestic Medicine escrita por William Buchan, un clásico popular de la Ilustración, que además era el manual cotidiano más popular en América Latina. De la misma forma, el hecho que una de las primeras ediciones impresas en Costa Rica después de la llegada de la primera imprenta en 1830 fuera una versión pirata de Modern Domestic Medicine de Thomas John Graham nos enseña que había un gran interés público por este tipo de manuales. Aunque los textos mencionados seguían las ideas científicas del siglo XIX, o, mejor dicho, la doctrina de la medicina científica también había literatura basada más en la medicina popular. Por ejemplo, en 1833 el boletín oficial de Costa Rica adoptó la tradición del recetario en el periodismo y publicó varios remedios caseros para curar la viruela. Vale agregar que estudiar los recetarios revela información sobre qué tipos de medicamentos e ingredientes fueron accesibles en el mercado costarricense. Para mencionar algunos, aparecen compuestos químicos como por ejemplo el cloruro de mercurio, que ya había sido usado por mucho tiempo en América Latina. El hecho de que los remedios fueran diferenciados por los precios de los ingredientes subraya que no todas las hierbas e ingredientes fueron accesibles para el ciudadano común (Palmer, 2003, pp. 18-22).
7 Durante el siglo XIX era común utilizar una combinación de iconos locales con figuras universales para proveer cubertura divina para todos los problemas de la salud. Se utilizaban frases y oraciones, imágenes, pinturas, estatuas y collares con figuritas pequeñitas que se escondían debajo de la ropa del paciente. En Costa Rica, el ejemplo más importante de esta tradición es la Virgen de los Ángeles, también conocida como “La Negrita”, quien según la historia tiene efectos de curaciones milagrosas (Palmer, 2003, pp. 18-19). El culto a la Virgen de los Ángeles es de origen colonial, sin embargo, las costumbres relacionadas con el mismo se han desarrollado y reeditado en gran medida durante 400 años. Existe poca documentación sobre las prácticas del culto a la Virgen durante la primera mitad del siglo XIX; no obstante, existen referencias de 1782 en las cuales se menciona que se habían realizado fiestas agostinas y una romería en honor de la Virgen ya “por muchos años atrás” (Gil Zúñiga, 2004, p. 59). La romería, que sigue en pie en la actualidad, se realiza cada agosto para hacer peticiones generales a La Negrita, pero ante todo para pedir que cure a los devotos de cualquier enfermedad que padecen o para enseñar agradecimiento por haber sido curado. Los romeros pasan a la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad de Cartago, en donde rinden culto a la imagen como acto final de la romería. El culto de la Virgen de los Ángeles resultó a ser una mezcla de religión y superchería en la que empezaba a introducirse elementos profanos (Gil Zúñiga, 2004, pp. 53-59).
8 Para un estudio sobre el humor en los cuadros de costumbres, ver Cuvardic (2008).
9 El Dr. Bruno Carranza (5 de octubre de 1822 - 25 de enero de 1891) dedicó una gran parte de su vida a la política. Se desempeñó como diputado en el Congreso y como miembro del Consejo de Gobierno de los presidentes Juan Rafael Mora, José María Castro Madriz y Tomás Guardia Gutiérrez. Se le nombró presidente provisorio en abril de 1870. Fue un hombre honrado, conocido como un verdadero liberal, de carácter muy independiente, aunque el que realmente mandaba en el país era el Comandante General Tomás Guardia. Por eso gobernó únicamente tres meses. Renunció de manera irrevocable porque no quería continuar siendo manejado por un militar. Se retiró a la vida privada. También fue rector de la Universidad de Santo Tomás (Sanabria González, 2009).
10 La República Federal de Centroamérica fue una federación que surgió a partir de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América (22 de noviembre de 1824). La Federación estaba formada por cinco Estados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica (Obregón, 2002, p. 35).
11 La primera botica en Costa Rica la abrió, en 1833, Adolphe Carit, un comerciante francés, que se especializaba también en la venta de vino y licores (Palmer, 2003, pp. 20-21). Otro dato interesante sobre la comercialización de los productos médicos fue que el arriba mencionado Dr. Bruno Carranza se convirtió en el representante exclusivo, en San José, de una de las medicinas patentadas más famosas de la época “Holloway`s Pills”. La competencia comercial llegó a ser también una competencia de legitimidad profesional (2003, p. 64).
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