Reseñas
Julie Botteron y Cipriano López Lorenzo (Eds.). Enfermedad y literatura: entre inspiración y desequilibrio. Alemania: Edition Reichenberger, 2020, 302 páginas
Julie Botteron y Cipriano López Lorenzo (Eds.). Enfermedad y literatura: entre inspiración y desequilibrio. Alemania: Edition Reichenberger, 2020, 302 páginas
Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 49, núm. 1, e52705, 2023
Universidad de Costa Rica
Botteron Julie, López Lorenzo Cipriano. Enfermedad y literatura: entre inspiración y desequilibrio. 2020. Alemania. Edition Reichenberger. 302pp. |
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La pandemia mundial sin precedentes causada por el coronavirus excede ya los dos años, y las señales de que la situación vaya a cambiar en el futuro próximo no son diáfanas. El léxico que acompaña al virus ha enriquecido nuestras conversaciones y llenado de palabras nuevas nuestras lecturas (inmunidad de grupo, asintomático, antígenos, cepas, cuarentena, aislamiento, etc). Nuestra vida familiar, social y laboral ha sufrido cambios drásticos y ni la vida política ha quedado inmune, con individuos y grupos que se oponen a ser vacunados, citando ciertas libertades y derechos que defienden aún a costa del sufrimiento y hasta muerte de otros y la suya propia, en una suerte de extraña locura colectiva. En este peculiar momento en que nos encontramos ha sido muy reveladora la lectura del volumen de ensayos Enfermedad y literatura: entre inspiración y desequilibrio, coordinado por Julie Botteron y Cipriano López Lorenzo, y publicado por Edition Reichenberger precisamente en 2020, el año que, llegado el mes de marzo y junto con la primavera, el coronavirus irrumpía en nuestras vidas, trastocándolas para siempre.
El volumen surgió de un congreso celebrado en la Université de Neuchâtel (Suiza) en 2018. En la introducción al volumen, titulada “Enfermedad y literatura: tres formas de abordar una relación tóxica”, los coordinadores explican las pautas seguidas en la selección de ensayos y los motivos para esta línea temática que, sin haber podido sospecharlo, resultaría ser de vital importancia y vendría a perturbar el día a día de las personas en todo el planeta. La intención del volumen, además de hacer un recorrido histórico de los procesos de sublimación, tematización y conceptualización de la enfermedad a partir de obras de gran difusión desde la Edad Media hasta nuestros días, es “incentivar el estudio literario en sinergia con otras áreas propias de las ciencias experimentales” (pp. 7-8). Las tres formas de abordar la relación entre enfermedad y literatura que proponen los investigadores son, en primer lugar, considerar la enfermedad como origen del hecho literario; segundo, la enfermedad tematizada en el hecho literario, y por último, la enfermedad sanada o agravada a partir del hecho literario. La introducción, al igual que varios de los ensayos, se refiere al texto de Susan Sontag La enfermedad y sus metáforas (1978) que la crítica escribió tras ser diagnosticada con cáncer de mama, donde analizó el discurso literario y social de enfermedades como el cáncer, la tuberculosis, y el SIDA (en un volumen posterior), describiendo la metaforización social de estas enfermedades en momentos históricos concretos.
En cuanto a la conexión entre los dos términos que dan título al volumen, Botteron y López Lorenzo señalan que “la enfermedad previa al hecho literario o, mejor dicho, la primera como origen del segundo, es una ecuación incontestable en la actualidad” (p. 2). Afirman que, de todas las enfermedades, el amor es la que “ha motivado la mayor cantidad de versos y prosas en nuestra historia literaria” (p. 2). Efectivamente, las enfermedades presentadas y detalladas en los 15 ensayos que componen la colección van desde el amor hasta la locura, pasando por la peste, la sífilis y la tuberculosis, junto con el histerismo y el alcoholismo. Las tradiciones literarias que enmarcan las dolencias y los males descritos también varían en el tiempo y en espacio. Desde la presencia de la peste en el medioevo español hasta la adicción (a la literatura, la nicotina y el alcohol) a principios del siglo XXI, los ensayos abarcan una amplísima variedad de obras en cuanto a género, lugar y época en esta colección organizada de forma cronológica, en cuanto a la fecha de publicación de las obras tratadas, de más temprana a más reciente.
El ensayo de Adrián Fernández González “‘En esto vino la pestilencia e murieron todos’: muerte pestífera y legitimación en las Memorias de Leonor López de Córdoba” abre la colección con la epidemia de peste que asoló a Europa en los siglos XIV y XV tal como aparece representada en las memorias de una mujer castellana noble que vivió para contarla. En “El honor de tener sífilis”, Fernando J. Pancorbo nos adentra en la época del Renacimiento y el Barroco español. Así como la Edad Media se vio marcada por la peste, en este caso es esta enfermedad comúnmente asociada con la lujuria y el pecado. Le siguen a continuación varios ensayos enfocados en el Siglo de Oro español. Dos en particular analizan las manifestaciones de la locura, como en el caso de “’Más locos que diestros’: el diestro loco y la locura de la destreza del Siglo de Oro” por Manuel Olmedo Gobante, que describe la obsesión con la práctica de la esgrima. En “Locura y amor: una aproximación a las fuentes literarias en La pastoral de Jacinto, de Lope de Vega”, Paula Casariego Castiñeira examina a personajes enamorados que pierden el juicio y hasta la vida debido a este mal. El tercer ensayo, “Leriano y Quijote moribundos. La enfermedad como figura literaria” por Pedro Ruiz Pérez, continúa la temática de la muerte por amor, y profundiza sobre la trascendencia literaria de semejante aflicción. El último ensayo de este grupo es “La palabra como fármacon en las voces narrativas de María de Zayas” por Emre Özmen, quien sugiere que la palabra puede servir como antídoto a las enfermedades de amor, y que las novelas y otras narrativas pueden tener un gran poder curativo. Todavía en la época del Siglo de Oro, pero ahora en territorio americano, Martina Vinatea propone un “Examen poético y piadoso para entender por qué las provincias de los reinos del Perú se mantuvieron indemnes de maleficios diabólicos”, centrado en la obra de un jesuita criollo, Rodrigo de Valdés, quien explica la ausencia de posesión diabólica en Lima, pero quien sucumbe él mismo a la locura en 1682.
“Representaciones de la enfermedad en la narrativa romántica de Larra, Gil y Carrasco, y Fernández y González” por Marieta Cantos Casenave, nos lleva hasta el siglo XIX, en pleno Romanticismo y su mal representativo: la tuberculosis. A esta se unen la melancolía, la locura de amor, y la muerte por suicidio. “El histerismo, como enfermedad social, en la obra de Federico Rubio y Gali” por Alberto Ramos Santana estudia los tratados médicos de este doctor gaditano en ese mismo siglo, que teorizó que el histerismo contamina a la sociedad en su conjunto y debe considerarse una epidemia social que afecta tanto a las mujeres histéricas como a los hombres neurasténicos. Domingo Ródenas de Moya continúa el examen de la locura y sus manifestaciones en “Lo raro y el genio morboso o las vías torcidas de la consagración”. Primero examina el concepto de la rareza literaria en Los raros (1896) de Rubén Darío como una oposición a la sociedad burguesa, para luego profundizar en las definiciones del tema propuestas por otros autores, como Bartolomé Galindez en la Argentina de la década de 1920 en la revista altruista que lleva el mismo título que la obra de Darío.
Junto con la enfermedad en sí, y ya entrando en el siglo XX, algunos ensayos estudian los espacios en que la enfermedad toma protagonismo, tal como lo explica Claudio Steiger en “Illness and Heterotopia. Literary Davos around 1900”, donde describe tres aspectos del discurso cultural a principios del siglo XX: la tuberculosis, la ciudad suiza Davos y algunas narrativas literarias que incluyen a ambos. En particular examina el espacio literario de esa ciudad alpina (prototipo del espacio de sanación de la tuberculosis) como ejemplo de la heterotopia de Foucault, un lugar que representa la otredad. La creación del mito del sanatorio, también está presente en el ensayo de Antonella Russo “La Historia en un sanatorio: Dionisio Ridruejo, según Ignacio Amestoy”, en el que describe la trayectoria vital y política del escritor falangista Dionisio Ridruejo, según aparece en la obra de teatro de 1983, durante la transición española a la democracia, del escritor vasco. En “’Con el zaratán en el pecho’: la representación de la enfermedad en El zaratán, de Juan Ramón Jiménez”, Virginie Giuliana enumera toda una serie de enfermedades, sobre todo infantiles, como la tuberculosis y la meningitis, junto con varios tipos de discapacidades mentales y físicas que aparecen en la obra del famoso autor español de Platero y yo (1914). José Manuel Rodríguez estudia el análisis que el autor chileno Thomas Harris hace del alcoholismo en escritores como Heminway, Duras, Capote, Fitzgerald, Darío y otros famosos como Liza Minelli, Mick Jagger y James Bond, en “Un estudio sobre autores, autoras y alcoholismo a partir de Perdiendo la batalla del ebr(i)o, de Thomas Harris”. Por fin, para concluir el volumen, “’Solo para letraheridos’: los soponcios de Enrique Vila-Matas y compañía” por Yvette Sánchez se enfoca en este autor español reciente, quien posee una trilogía de novelas publicadas en los primeros años del siglo XXI. El ensayo reflexiona sobre el poder de la literatura frente a la enfermedad, y propone que la literatura no solo puede ser el remedio sino también una forma de trascender el sufrimiento causado por esta. Lo que distingue este ensayo del resto de los recogidos en este volumen es la voz narrativa, que en este caso adopta la primera persona y se convierte en personaje de la obra que estudia como crítica literaria, ejemplificando los asuntos que discute en el ensayo sobre la adicción a la literatura, y la imposibilidad de distinguir entre ficción y realidad.
En su introducción, Botteron y López Lorenzo describen algunas “enfermedades de época”: “Peste, cólera, tifus y sida son las más frecuentes, aunque casi se diría que cada época literaria y ámbito cultural han retratado con interés sus propios males” (p. 4). Entre ellas los investigadores destacan la peste bubónica en la Edad Media; el sarampión y la viruela durante la conquista; la tuberculosis durante el Romanticismo; la histeria femenina en la época victoriana; el cáncer y el sida en el siglo XX; y por fin diversas tecnopatías, el burnout y el déficit de atención con hiperactividad en el siglo XXI. A estos males milenarios habrá que sumarle, a la luz de la nueva pandemia, el coronavirus o COVID-19, que de seguro dará mucho que hablar, y que escribir en el futuro.