Literatura
Algunas notas para una recepción crítica del novelista Clarín en España (1901-1984)
Some Notes for a Novelist Clarín’s Critical Reception in Spain (1901-1984)
Algunas notas para una recepción crítica del novelista Clarín en España (1901-1984)
Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 49, núm. 1, e52915, 2023
Universidad de Costa Rica
Recepción: 14 Mayo 2022
Aprobación: 05 Julio 2022
Resumen: Como es sabido, las novelas de Clarín no siempre formaron parte del canon de las grandes obras del siglo XIX. Este trabajo pretende, por una parte, establecer las causas por las que dicho autor permaneció alejado del grupo de los grandes novelistas del siglo XIX durante tantos años. Por otra, se plantea ofrecer algunas notas para un panorama diacrónico que abarque la crítica clariniana desde 1901 hasta 1984, y reflejar así quiénes fueron los primeros investigadores que se interesaron por dichas novelas, cuáles fueron sus intereses y las claves sobre las que sustentaron su valoración. Esta puesta en valor de las novelas clarinianas conllevó varias décadas del siglo XX, en las que fue fundamental un acercamiento a los elementos intratextuales de su obra que dejara atrás la visión de Clarín como un simple eslabón que abría paso hacia las obras de grandes autores como Galdós o a los de la generación del 98.
Palabras clave: Clarín, novela, revalorización, olvido, crítica.
Abstract: As we know, Clarín’s novels were not always part of the canon of the 19th century’s great works. On the one hand, this work aims to establish the reason why this author remained excluded from the group of the great novelists of the nineteenth century for so many years. On the other, it offers some notes for a diachronic panorama that covers Clarinian criticism from 1901 to 1984, in order to reflect who were the first researchers who were interested in these novels, what were their interests and what was the basis on which they sustained his valuation. This enhancement of Clarín’s novels took several decades of the twentieth century, when an approach to the intratextual elements of his work was fundamental, leaving behind the vision of Clarín as a simple link that opened the way to the works of great author such as Galdós or those of the generation of 98.
Keywords: Clarin, novel, revaluation, oblivion, criticism.
1. Introducción
Todos aquellos que hemos leído y estudiado a Clarín a partir de las últimas décadas del siglo pasado nos hemos sorprendido al conocer la no tan lejana valoración de sus novelas y la canonización de dicho autor. En España este progresivo reconocimiento de la labor novelística de Clarín abarcó algo más de medio lustro. Fue, sin duda, en este período ‒el comprendido entre el fallecimiento del escritor (1901) y el I Centenario de la publicación de La Regenta (1984)‒ en el que se concentró la inversión de la opinión crítica sobre las novelas de Clarín y, por tanto, en el que tuvo lugar la revalorización del autor. En este trabajo, señalaremos algunas de las causas que mantuvieron a Clarín alejado del centro canónico de los grandes novelistas del siglo XIX; quiénes fueron algunos de los investigadores que se interesaron durante este período por sus novelas; cuáles, los intereses que dichas obras despertaron para la crítica y cuáles, las claves sobre las que sustentó su valoración.
En 1988, Tintoré y Vilanova llevaron a cabo un estudio sobreLa Regentade Clarín y la crítica de su tiempo, en el que, lo referente a las interpretaciones que se realizaron de dicha novela durante los años de vida del autor, quedó recogido. En ese trabajo, hicieron alusión al vacío crítico en el que a finales del siglo XIX habían caído las novelas clarinianas. También Richmond, en el prólogo a su edición de 1979, hizo referencia a la escasa atención crítica que la personalidad literaria de Clarín había recibido hasta dicho momento, prolongando este período hasta 1950.
Es evidente que para abordar algunas notas sobre la recepción crítica del Clarín novelista durante el siglo XX español, se hace necesario realizar algunas divisiones temporales dentro de las fechas señaladas (1901-1984). En la línea de lo señalado por Richmond (1979), en primer lugar, estudiaremos las décadas comprendidas entre 1901 y 1950. En segundo lugar, haremos referencia a las publicaciones que vieron la luz durante 1951 y 1952, años en los que se conmemoró el primer cincuentenario de la muerte del autor y el primer centenario de su nacimiento respectivamente. En tercer lugar, abordaremos los trabajos llevados a cabo hasta 1984, año en el que se celebró el centenario de la publicación de La Regenta.
Antes de comenzar nuestra incursión por las publicaciones críticas que abordaron las novelas de Clarín en el siglo XX, consideramos de interés recordar cómo fueron tres investigadores muy vinculados a la Universidad de Oviedo los que realizaron una mayor labor en la tarea de sacar de nuevo a la luz la obra de Clarín: Emilio Alarcos Llorach, Mariano Baquero Goyanes y José María Martínez Cachero. De los tres fue Baquero Goyanes el primero en dedicarle a Clarín un estudio, ya en 1946, después le siguió Martínez Cachero, en 1950, y más tarde, en 1952, Emilio Alarcos. A esto se le añade el hecho de que cada uno de estos autores atendió la obra de Alas desde un punto de vista distinto, aunque complementario. Si en los trabajos de Baquero Goyanes se percibe una inclinación al estudio de los problemas suscitados por ambas novelas clarinianas y al análisis crítico de las mismas, en los textos de Martínez Cachero se descubre un interés por la bibliografía suscitada a partir de la obra de Leopoldo Alas, así como una preocupación por las relaciones que el autor mantuvo con otros grandes escritores de su época. En las investigaciones de Alarcos, en cambio, se prestó una especial atención a las técnicas narrativas y aspectos estructurales de La Regenta, así como al lenguaje empleado en dicha obra.
2. Recepción crítica del Clarín novelista en España (1901-1950)
2.1 Dos miradas distintas. La crítica nacional y la crítica extranjera
Una vez indicado esto, comenzaremos por realizar un periplo a través de las publicaciones críticas sobre Clarín que vieron la luz durante las décadas ya señaladas. Con este fin, y como ya hemos adelantado, empezaremos aludiendo a los trabajos que tuvieron lugar entre 1901 y 1950. Tras haber realizado una búsqueda bibliográfica de los estudios destinados a las novelas de Clarín durante este período, hemos comprobado la exigua atención que dichas novelas recibieron en estas primeras décadas. Si nos fijamos en las aportaciones que pudieron resultar memorables, apenas se descubren diez autores. Esto no significa que otros investigadores como González Blanco, César Barja, Gómez de Baquero, Balseiro o Espinosa Rodríguez no mencionaran a Clarín y a sus novelas en sus discursos, libros o conferencias, pero, o bien no se enfocaron exclusivamente en la obra de Leopoldo Alas, o han tenido menos resonancia ulterior. Entre esos diez autores, cuyas aportaciones durante estos años resultaron relevantes, encontramos seis españoles y cuatro extranjeros. En lo que respecta a los estudiosos nacionales que abordaron las novelas clarinianas durante estos años, se puede citar a Pérez Galdós (1983) con su prólogo a La Regenta de 1901, a Juan Antonio Cabezas con su libro “Clarín”. El provinciano universal, en 1962, a Carlos Clavería con “Flaubert y La Regenta de Clarín”, en 1942, y Clarín y Renán. Cinco estudios de literatura española moderna, en 1946; a Mariano Baquero Goyanes con “Clarín, novelista olvidado”, en 1946, “Clarín y la novela poética”, en 1947, y “La literatura narrativa asturiana en el siglo XIX”, en 1948; a Martínez Cachero con “Un ataque a ‘Clarín’. Seis artículos de Ramón León Mainez”, en 1950, y a Azorín, también en ese mismo año, con “Una novela”. En lo que concierne a los investigadores extranjeros preocupados por la faceta novelística de Leopoldo Alas, se han hallado estudios de Robert Avrett (“The Treatment of Satire in the Novels of Leopoldo Alas (Clarín)”, en 1941, de William E. Bull (“The Liberalism of Leopoldo Alas” y “The Naturalistic Theories of Leopoldo Alas”, en 1942 y “Clarín’s Literary Internationalism”, en 1948), de Laffite (“Madame Bovary et La Regenta”, en 1943), y de Emilio Clocchiatti (Leopoldo Alas Clarín, su crítica estética y “‘Clarín’ y sus ideas sobre la novela”, en 1949, y “Miguel de Unamuno y sus Cartas a ‘Clarín’” y “Menéndez Pelayo y ‘Clarín’” en 1950.
Como se puede observar, parece que las críticas extranjeras superaban en número durante ese período a las españolas. Asimismo, resulta llamativa la inclinación de la crítica clariniana española por aspectos biográficos o bibliográficos. No obstante, pareció haber dos excepciones a este respecto, los trabajos de Mariano Baquero y de Azorín, pues, al igual que la mayoría de las publicaciones de los críticos foráneos mencionados, estos dos críticos se decantaron por el análisis de la teleología perseguida por Leopoldo Alas con sus novelas o de las técnicas y recursos narrativos empleados.
Para entender dicha diferencia de enfoque entre los estudios nacionales y extranjeros sobre Clarín, se hace necesario realizar una pequeña contextualización de la situación histórico-literaria española. Fueron principalmente dos factores los que afectaron dicho contexto: el canon de la época y el imperante catolicismo de la posguerra. Ya en el siglo XIX, algunas personalidades relevantes como el obispo de Oviedo, León Mainez, el padre Blanco García o Luis Bonafoux criticaron lo que consideraban en las obras de Clarín un saturado erotismo, un naturalismo sectario, una excesiva minuciosidad en los detalles o un escarnio e injuria de las prácticas y de algunas de las más relevantes figuras de la religión cristiana. A estas opiniones, había que sumarle la inclusión en el siglo XX deLa Regenta en la Lista de Libros Prohibidos por el franquismo y una narración ‒por parte de las Historias de la Literatura de principios de siglo‒ de los acontecimientos relacionados con las novelas del siglo XIX que dejaba a Clarín novelista fuera del canon. Muestra de ello fueron las Historias literarias de Fitzmaurice-Kelly (1923), Blanco García (1910), Juan Hurtado de la Serna y Ángel González Palencia (1921), de Gómez de Baquero (1926), Juan Chabás (1933), Valbuena Prat (1937) o Blecua (1944), quienes, o bien lo excluían del apartado de novelistas decimonónicos, o lo incorporaban a un espacio destinado a otros novelistas o autores menores, dedicando a su estudio, exclusivamente, unas pocas líneas. Esta situación de Clarín en la periferia canónica, evidentemente, se veía favorecida por una visión del canon en cuyo centro se encontraba o bien la figura de Pérez Galdós (como es el caso de la Historia de la Literatura de Ángel del Río (1996), quien vio a Clarín como discípulo del autor de Fortunata y Jacinta) o, la generación del 98 (como sucede en la Historia de la Literatura de Valbuena Prat (1937) −quien estimó a Leopoldo Alas como simple precursor del 98−).
Esta situación, fusionada a la consideración que algunos investigadores del siglo XIX habían realizado de La Regenta como el máximo exponente del naturalismo en España, fue seguramente la causa del olvido crítico al que Clarín sucumbió durante las primeras décadas del pasado siglo. Esto trajo a su vez que gran parte de los estudios realizados sobre este autor se enfocaran en aspectos biográficos, bibliográficos o influencias literarias. Entre muchos otros, este fue el caso de la monografía llevada a cabo en 1936 por Juan Antonio Cabezas (1962), quien realizó un pormenorizado estudio de la vida del autor, de gran repercusión posterior, y desde el que emanó la visión de Clarín como un provinciano universal. Asimismo, en esta línea de estudio, se encuentra el trabajo de Martínez Cachero (1950), quien analizó las críticas que el autor recibió por parte de León Mainez o, el estudio de Carlos Clavería (1942), quien, al igual que Laffite ‒a raíz de la dura acusación de Bonafoux y Quintero‒ se adentró en las influencias de Flaubert en la literatura clariniana, defendiendo la similitud entre las obras de ambos autores, pero remarcando, sobre todo, la originalidad de la obra de Clarín.
Durante estas primeras décadas, fueron, como hemos indicado, Mariano Baquero Goyanes y Azorín los que se adentraron en el análisis de las técnicas y de los recursos narrativos de las novelas de Alas. Azorín, en 1950, profundizó ‒de una forma clarividente y muy acertada‒ en el estudio de la segunda novela clariniana. En dicho estudio, manifestó la ambigüedad del tiempo en que transcurre la acción de la novela, la relevancia del análisis psicológico, la difícil clasificación genérica de la obra, y la ironía con la que se plantea un mundo ideológicamente romántico. Todos estos aspectos resultaron clave para el acercamiento ulterior de la crítica a Su único hijo. Algo similar sucede con los artículos publicados por Mariano Baquero Goyanes durante esta primera mitad del siglo XX, quien a pesar de no abordar de manera concreta ninguna de las novelas de Clarín, también arrojó durante estos años algunos de los principales fundamentos sobre los que se asentó la crítica posterior.
2.2 Claves para una aproximación de la crítica española a la extranjera: intelectualidad, humanismo, religiosidad y naturalismo
Ante la situación histórico-literaria que hemos planteado, no es de extrañar que críticos extranjeros como Avrett dudaran de que Alas llegara a ser reconocido algún día como novelista en España. Esta parece ser la tarea que Baquero Goyanes quiso impulsar ya desde su artículo de 1946 al mencionar el olvido como novelista que este autor había padecido, lo extranjero que resultó ser en su siglo y la profunda actualidad de su literatura. De igual modo, ya en este mismo año, planteó un análisis de la literatura clariniana basado en el enfrentamiento entre los rasgos de Clarín como intelectual y su tremenda humanidad, un apunte que fue muy citado ulteriormente. Asimismo, frente a las acusaciones que dicho autor había recibido durante su vida, Baquero Goyanes defendió lo profundamente religioso que había sido Leopoldo Alas, acercándose así a la conclusión a la que durante esos mismos años Bull había llegado en el extranjero.
De igual modo, en el estudio de 1947, Baquero (1947), se acercó a los conceptos de novela poética y de novela novelesca, acuñados por Clarín en su artículo “La novela novelesca” y a los que, sin duda, la escasa crítica clariniana no había prestado atención en dicho momento. De esta manera, Baquero Goyanes abrió camino a una visión sobre la novela corta y poética que años más tarde Miguel Ángel Lozano (1996) desarrollaría. Asimismo, en su trabajo de 1948, Baquero Goyanes (1948), defendió el universalismo clariniano al que Cabezas había aludido y se adentró en una visión del asturianismo de Leopoldo Alas que se diferenciaba de las perspectivas seleccionadas por otros críticos. Frente a la usual alusión a la geografía asturiana como rasgo caracterizador del asturianismo de Clarín, Baquero Goyanes en este año hizo referencia a la captación del alma de dicha ciudad a través de la traslación del humorismo y el escepticismo característico de Asturias a su literatura.
Además del interés durante estas primeras décadas del siglo XX por el estudio de los aspectos ya mencionados, se puede señalar cómo también se inició una tendencia a restar importancia al naturalismo de Leopoldo Alas que resulta realmente llamativa. Sobre todo, si tenemos en cuenta la consideración que realizaron algunos críticos del siglo XIX de La Regenta como el máximo exponente del naturalismo en España. Es evidente que durante las primeras décadas del siglo XX esta corriente literaria no podía tener buena prensa en el país. Adscribir a un novelista al naturalismo implicaba asumir que en la construcción de los personajes había tenido en cuenta ese elemento de determinación genética establecido por Hipólito Taine, según el cual la raza y el ambiente influían en la genética y en la configuración personal de los individuos. La España de principios de esas décadas ‒regida por unos rígidos valores católicos‒ no podía ver con buenos ojos una novela en la que el determinismo tuviera cabida, por lo que los críticos que manifestaron una actitud elogiosa hacia La Regenta tendieron a mejorar, a no adscribir o a atenuar el naturalismo que los investigadores del siglo XIX habían señalado como rasgo característico de esta novela. Estos fueron los casos de Pérez Galdós ‒en su prólogo a La Regenta de principios del siglo XX‒, de Cejador y Frauca o Blecua ‒en sus Historias de la Literatura‒ o de Baquero Goyanes ‒en sus estudios críticos e incluso en su ya posterior edición a La Regenta‒. Esta inclinación a la mitigación del naturalismo de Clarín, iniciada por estos autores, continuó siendo la actitud predominante durante varios años, hasta la llegada de críticos como Martínez Torrón (1987) o Beser (1982), quienes defendieron la perfecta traslación deLa Regenta a los conceptos naturalistas defendidos por Clarín en sus primeros ensayos.
3. Recepción crítica del Clarín novelista en España (1951-1952). La celebración de un centenario
3.1 Tres eventos conmemorativos: del método histórico-positivista a una interpretación inmanente de las obras clarinianas
Como se puede apreciar, el primer impulso para la revalorización de la obra novelística de Leopoldo Alas con estos estudios de la primera mitad de siglo XX ya estaba dado, y, evidentemente, con la celebración de las dos efemérides de la década de los cincuenta no hizo más que ir ocupando asiento. Hay que señalar, sin embargo, cómo la mayor parte del volumen de trabajos realizados durante estas dos conmemoraciones corresponden al I Centenario del nacimiento de Clarín, pues −como bien señala Martínez Cachero (1953)– el cincuentenario de su muerte apenas fue celebrado en nuestro país. A nivel supranacional, sí coincidió la tesis de Albert Brent, Leopoldo Alas and La Regenta, con la celebración de esta primera efeméride.
En 1952, fueron varios acontecimientos los que se realizaron en honor a la celebración del I Centenario del nacimiento de Clarín. Entre los mismos, destacables por la presencia de un considerable número de estudios, podemos señalar tres: las colaboraciones incluidas en el número 76 de la revista Ínsula, el ciclo de conferencias organizado por la Universidad de Oviedo y el volumen 2 de Archivum. Si, en primer lugar, se hace alusión a los trabajos sobre Clarín que conformaron el número 76 de Ínsula, la nómina de estudios que se descubre es la siguiente: “‘La Teresa’ de ‘Clarín’” (1952), de Carlos Clavería, “Clarín critico en su obra narrativa” (1952a), de Francisco García Pavón, “Las novelas cortas de ‘Clarín’” (1952b), de Ricardo Gullón, “’Clarín’, Menéndez Pelayo y Unamuno” (1952), de Emilio Salcedo, “Alabanzas y vejámenes ultramarinos en el centenario de Clarín” (1952), de Luis Santullano y “Clarín, novelista olvidado” (1946), de Baquero Goyanes. De todos estos estudios, es evidente que, al ser la novelística clariniana el tema que nos ocupa, hay que excluir los trabajos de Carlos Clavería y Emilio Salcedo, centrados en la dramaturgia y en el intercambio epistolar del autor. Al centrarnos en las publicaciones que abordaban esta faceta de Alas, hay que señalar cómo García Pavón y Santullano se decantarían por el análisis de dos aspectos concretos. Mientras que García Pavón (1952a) se centró en el estudio de las expresiones verbales de los personajes para estudiar la presencia del Clarín crítico en su obra narrativa, Santullano (1952) destacó la importancia de realizar estudios sobre Clarín que se abordaran desde una perspectiva literaria, distante a las investigaciones bibliográficas ya llevadas a cabo por estudiosos como Cabezas. Serán a nuestro parecer las investigaciones de Ricardo Gullón y Mariano Baquero Goyanes las que más repercusión ulterior presentaron al decantarse por el análisis de las principales características técnicas de Alas en su narrativa. En estos estudios, los dos críticos coincidieron en la importancia que Clarín le otorgó en sus novelas a lo psicológico, al considerar lo que transcurría en el interior de las almas de los personajes como lo principal de las novelas clarinianas. De esta manera, se alinearon con lo afirmado por algunos autores contemporáneos a Alas como los articulistas de El Día y La República o con lo señalado por Pérez Galdós en su prólogo aLa Regentaal indicar cómo los caracteres eran para él lo más relevante de la novela. De igual modo, se puede observar cómo estos estudios de Ricardo Gullón y Mariano Baquero Goyanes abrieron camino a investigaciones posteriores como a la de Juan Oleza (2003). Este último señaló ‒frente al tiempo físico‒ la inmensidad, interés y valía del tiempo psicológico. Asimismo, ambos críticos labraron el camino para afirmaciones como la de Gramberg (1959), quien expuso una explicación del carácter de los personajes como fin último de la plasticidad con que se manifiestan las descripciones clarinianas.
En el ciclo de conferencias organizado por la Universidad de Oviedo fueron varias y diversas las aportaciones que se realizaron, aunque el carácter de homenaje de este evento conmemorativo condujo a sus participantes a otorgar a sus colaboraciones una finalidad menos crítica y más agasajadora. Entre estas aportaciones, como señala Martínez Cachero (1953), se pueden encontrar la contribución de José Zaloña Bances, “Clarín visto por un alumno”, de José Aparici Díaz, “Clarín, profesor universitario”, Juan Urría Riú, “El Oviedo de Clarín”, Emiliano Díez Echarri “Clarín, crítico de su tiempo”, Santiago Montero Díaz “El pensamiento filosófico de Clarín” y Francisco Ynduráin Hernández, “Las corrientes literarias en la época de Clarín”. Aun así, en esta tonalidad meramente de homenaje, se pueden hallar dos excepciones: la aportación de José María Roca Franquesa “Clarín, novelista” y la de Baquero Goyanes “Técnica narrativa de Clarín”, quienes optaron por adaptar contenidos teóricos y críticos a un contexto más divulgativo.
Con relación al tercer acontecimiento conmemorativo señalado, los estudios incluidos en el volumen 2 de Archivum, constituyen el conjunto de trabajos más numeroso de este centenario. Entre dichos estudios, se encuentran algunos artículos que se alejan de nuestro ámbito de estudio como son el de Alonso Cortés (1952), “‘Clarín’ y el ‘Madrid Cómico’”; el de Fernández Almagro (1952), “Crítica y sátira en ‘Clarín’”; los de Martínez Cachero (1952), “Los versos de Leopoldo Alas”, “Un dato para la fortuna de Víctor Hugo en España”, “Una opinión sobre El señor y lo demás son cuentos” y “Adiciones a una bibliografía sobre Leopoldo Alas”, y el de García Pavón (1952b) “Crítica literaria en la obra narrativa de‘Clarín’”. De igual modo, se hallan otros trabajos centrados en las relaciones de Clarín con otros autores contemporáneos a él, como “Una semblanza de Menéndez Pelayo por Clarín”, de Entrambasaguas (1952) o “‘Clarín’ y Unamuno” de García Blanco (1952). Sin embargo, si hasta ahora hemos venido señalando cómo solían ser escasos los estudios clarinianos cuya preocupación principal era el análisis de los temas, de la estructura o de las técnicas narrativas de sus novelas, en esta ocasión se advierte un incremento del interés por tales aspectos. Prueba de ello fueron los trabajos de Emilio Alarcos (1952) “Notas a La Regenta”; de Ricardo Gullón (1952a), “Aspectos de Clarín”; Guillermo de Torre (1952) “Presencia de Clarín”; de Mariano Baquero Goyanes (1952a), “La exaltación de lo vital en La Regenta”, y de Melón Ruiz de Gordejuela (1952), “‘Clarín’ y el Bovarismo”. Al igual que sucedía en los estudios incluidos en el volumen de Ínsula, en estos artículos continúa desarrollándose la preocupación por la presencia de lo psicológico en las novelas de Alas. De todos, tal vez sea el trabajo de Ruiz de Gordejuela el que lleve a último término este aspecto. En él, Gordejuela llevó a cabo un estudio de la psicología de Ana, de la de Emma Bovary y de la de sus respectivos maridos. Manifestó así cómo, si Bonafoux hubiese atendido a la psicología de los dos personajes, nunca hubiera acusado a Clarín de escribir una novela plagiaria de la de Flaubert.
De igual modo, resulta llamativo, frente a las acusaciones de anticlerical que Clarín recibió por parte de la crítica española de su época, la tendencia ‒que se comienza a observar en dichas publicaciones‒ a incluir algunas afirmaciones en defensa de la religiosidad clariniana. Muestra de ello fueron expresiones como la de Ricardo Gullón, “Alas fue toda su vida un espíritu esencialmente religioso” (Gullón, 1952a, p. 172), o Guillermo de Torre, quien se mostró en la línea de lo manifestado por William E. Bull años antes desde el extranjero. Asimismo, este artículo de Ricardo Gullón se manifestó acorde con la concepción de provinciano universal acuñada por Cabezas y con el contraste clariniano entre el intelectualismo y la vida avistado en los cuarenta por Baquero Goyanes y que se convirtió en una de las principales claves a la hora de acercarse a la literatura clariniana. Fue el propio Mariano Baquero Goyanes (1952a) quien, en el artículo incluido en esta revista, desarrolló esa dualidad clariniana, dejando así una personal interpretación de La Regentabasada en la exaltación de lo vital. Lo mismo sucedió con el artículo de Emilio Alarcos ‒publicado en este número de Archivum‒, en el que quedó establecida una estructura deLa Regenta (basada en la visión de dos fuerzas, De Pas y Mesía, que atentan contra un mismo centro, Ana Ozores) que fue muy citada por algunos miembros de la crítica posterior como Gramberg (1959), Padrós de Palacios (1975), Sobejano (1973), Wesseling (1983) o Baquero Goyanes (1999).
3.2. El pionero trabajo de Mariano Baquero sobre Su único hijo
Ajeno a estos eventos conmemorativos, pero también con motivo de esta celebración se publicaría el artículo de Mariano Baquero Goyanes “Una novela de Clarín: Su único hijo”. Tal y como señalaba Richmond (1979), este estudio se convirtió en el primer escrito académico importante consagrado en su totalidad a la segunda novela de Leopoldo Alas. Con anterioridad a este trabajo, y como indica Richmond (1979), estudiosos como Sainz Rodríguez, José Balseiro o César Barja habían hecho referencia a esta obra desde un punto de vista histórico literario y en comparación conLa Regenta, siendo el único fin de dichas comparaciones el de señalar la evolución de Clarín del naturalismo al idealismo. También Clocchiatti (1949b) había mencionado las dos extensas obras clarinianas para señalar la diferente descripción ambiental de ambas obras. En esta línea de comparación, y en este artículo, Mariano Baquero Goyanes (1952b) haría alusión al distinto aliento con que Leopoldo Alas abordó las obras, considerando afectivo el de La Regentay frío e intelectualizado el de Su único hijo. La incierta situación espacio-temporal que Clarín había dejado en esta última novela fue otro de los aspectos que abordaría este artículo. Ya Clocchiatti (1949b) se había referido a ella y Azorín (1950) ‒tras rastrear las indicaciones temporales de la obra‒ la había situado entre 1830 y 1835 o acaso en 1840. Baquero Goyanes consideraría, en cambio, que la acción se situaba en 1850 o poco después. Posteriormente fue el trabajo de Küpper −citado por Gramberg (1962)– y la edición de Richmond (1979) los que realizaron unos cuidadosos trabajos en los que analizaron las huellas temporales presentes en esta novela, hallando situada con gran precisión la acción principal de la novela en 1860.
Algo similar sucede con lo señalado en este artículo de Baquero Goyanes (1952b) en cuanto a la situación espacial de la acción. El investigador, al encontrar una alusión a Cabruñana, la ubicó en una ciudad del interior de Asturias, lo cual fue seguido en estudios posteriores como el de Martínez Cachero (2002). Sin embargo, fue la atenuación de la relevancia que la ubicación espacial de la acción pudiera tener para la interpretación de esta novela lo que más repercusión ulterior tuvo. Posteriormente, trabajos como los de Gramberg (1962) o Richmond (1979) se sumaron a esta mitigación de la importancia que pudiera tener el que esta novela se situara en Asturias o cualquier otra ciudad española. Esto se debía a la consideración −en la línea de lo afirmado por Cabezas− de las novelas de Clarín y del propio autor como un “provinciano universal”.
De igual forma, ya Clocchiatti y Azorín habían aludido a la presencia del romanticismo en esta novela. Si el primero había señalado la sátira contra el seudorromanticismo, el segundo expresaría “el autor no es romántico, pero finge serlo; o si lo es, no quiere que los lectores le tengamos por tal. Volvemos a fluctuar” (Azorín, 1950, p. 3). A raíz de estas fluctuaciones señaladas por Azorín, Baquero Goyanes (1952b) se adentró para el trabajo publicado durante este centenario en el análisis de tres aspectos que sirvieron de referencia para trabajos posteriores. En primer lugar, una de las afirmaciones muy seguidas por la crítica ulterior fue la relativa al contraste que se presentaba en esta novela entre la imaginación romántica de Bonifacio y su realidad burguesa. Estos vaivenes y juegos narrativos señalados dieron lugar a que estudios posteriores como el de Richmond (1979) u Oleza (1982) analizaran la tendencia del narrador a mantener una distancia variable e irónica con los personajes, volviéndose, por tanto, sospechoso para el lector. En segundo lugar, se planteó cómo la burla de Clarín del romanticismo (ya señalada por parte de los críticos anteriores) no se realizaba desde una perspectiva naturalista, sino desde dentro del propio romanticismo, al servirse de su lenguaje como un arma de doble filo. Esto fue seguido por investigadores como Gullón (1952a) o Helman (1954). En tercer lugar, en este artículo se mostró la comicidad de Su único hijo como algo cercano a lo esperpéntico abriendo camino, así, a posteriores afirmaciones y estudios como el de Oleza (1982): “podría ser la primera gran experimentación de una estética del esperpento si no fuese porque esa distancia del narrador no se mantiene siempre” (p. 366).
4. Recepción crítica de Clarín en España (1953-1984) y su reflejo en las Historias literarias
En el tercer periodo señalado (1953-1984), fue sin duda cuando Clarín alcanzó la atención crítica que su obra merecía. Fueron muchos los estudios que durante este tiempo vieron la luz, por lo que la enumeración y el análisis de todos ellos excederían las limitaciones de este artículo. No obstante, mencionaremos los principales enfoques que estos siguieron. Si durante años anteriores, la comparación intertextual que había primado había sido la de las obras de Madame Bovary y La Regenta, a partir de ahora, a la ampliación y a la continuación del desarrollo de esta, se le añadieron trabajos enfocados en el cervantismo de Clarín. Siendo el trabajo de Jackson de 1969, “‘Cervantismo’ in the Creative Process of Clarín’s La Regenta”, uno de los primeros. Asimismo, los tempranos artículos de Baquero Goyanes y Emilio Alarcos centrados en el estudio del humorismo del autor y en la estructura de La Regenta, respectivamente, tuvieron su continuación en obras como la de Gramberg en 1959, Fondo y forma del humorismode Leopoldo Alas Clarín, la de Frank Durand de 1963, “Structural Unity in Leopoldo Alas La Regenta” o de Pieter Wesseling en 1983 “Structure and Its Implications in Leopoldo Alas‘ La Regenta”. De igual forma, se desarrollaron estudios clarinianos que presentaban un análisis intratextual de su obra, como fue el caso del estudio de Durand en 1982, “Leopoldo Alas, Clarín. Coherencia entre sus ideas críticas y La Regenta” u otros que daban pie al desarrollo de controvertidos aspectos desde el punto de vista de la teoría de la novela (como la definición de realismo o de novela). Fue este el caso de estudios como el de Juan Oleza en 2003Clarín: las contradicciones de un realismo límite o Gilman, en 1975, “La novela como diálogo: La Regenta y Fortunata y Jacinta".
De igual forma, a partir de estos años, comenzó a introducirse a Clarín en las Historias de la Literatura publicadas en España como uno de los grandes novelistas del siglo XIX. Prueba de ello fue la Historia General de las Literaturas Hispánicas (1958), de Díaz-Plaja , donde por primera vez le dedicaron al autor un inusitado ‒por mucho más amplio‒ número de páginas y se le analizó desde dentro de su propia literatura y no como mero precursor de la del 98 o como discípulo de Pérez Galdós, como hemos indicado que venía siendo habitual. Esto trajo consigo que hacia la década de los 70, los manuales de enseñanza de la Literatura Española destinados a alumnos de instituto comenzaran a introducir, junto con Pérez Galdós, a Clarín como el otro gran novelista decimonónico. Muestra de esto, fueron, por ejemplo, los manuales de Literatura Española de la editorial Anaya elaborados por Francisco Díez de Revenga, Mariano Baquero Goyanes y Victorino Polo. Además, en estos manuales se encontraría una gran adaptación de las preocupaciones críticas de la época a los destinatarios menos especializados a los que iban dirigidos.
4.1. Nuevas ediciones críticas de La Regenta
Por añadidura, todo esto se vio reflejado en unas progresivas ediciones de La Regenta cada vez más consistentes tanto bibliográfica como críticamente. En este trabajo, con el fin de reflejar dicha evolución, nos vemos obligados a realizar una selección de las mismas. En primer lugar, tomaremos como punto de partida la realizada por Pérez Galdós en 1901 para contrastarla con otras cinco ediciones más recientes, pertenecientes a este último período (1953-1984). De igual modo se reflejará la progresión que experimentaron estas últimas. Nos referiremos, por tanto, además de a la de Pérez Galdós a la de Martínez Cachero (1967), Padrós de Palacios (1975), Sobejano (1981) y Juan Oleza y Mariano Baquero Goyanes (1999) ya en 1984.
Si nos fijamos en las subdivisiones llevadas a cabo por dichos editores hay un aspecto que resulta llamativo: las dos ediciones más tempranas (Galdós y Padrós de Palacios) no poseen subdivisiones mientras que en las posteriores estas se incrementan. Asimismo, se torna interesante comparar los temas que dieron lugar a cada uno de los subapartados de las ediciones señaladas. Martínez Cachero, en 1967, dividía su introducción a La Regenta en tres partes: biografía, el escritor Leopoldo Alas y La Regenta, dedicándole dieciséis páginas a la primera, treinta y cuatro a la segunda (diez al Clarín novelista y veinticuatro, al dramaturgo) y solo quince al estudio de la novela. Si tenemos en cuenta estos datos, es notoria la inversión que se produce solo una década y media más tarde. Esto resultó, sin duda, claro reflejo de los nuevos intereses que la obra de Clarín despertó en los críticos de la época. En 1981, Sobejano destinaría solamente siete páginas a la biografía clariniana, conservando treinta y dos para el estudio de la obra que se editaba. En esta misma línea, Juan Oleza en 1984 no dedicó ningún apartado a la biografía de Alas, por lo que, tras destinar diecisiete páginas a la contextualización de la situación de la novela naturalista en España, le dedicó a Alas como escritor naturalista treinta y guardaría sesenta y tres para el análisis de La Regenta. En este mismo año, Baquero Goyanes tampoco se detuvo en alusiones biográficas ‒para lo cual citó el libro de Juan Antonio Cabezas‒, dedicando las cincuenta y siete páginas al estudio de la obra.
No solo se observa una evolución en este aspecto cuantitativo, sino que, a la hora de la selección de los temas que dan lugar a dichas subdivisiones, también se percibe cada vez más diversidad. Todavía en la edición de Martínez Cachero de 1967 se englobaba todo el contenido bajo el título de La Regenta y en la de Sobejano de 1981 se hallaba un apartado destinado al naturalismo y otro al de la imaginación moral. En las ediciones de 1984 se descubren, en cambio, las siguientes subdivisiones. En la de Oleza se hallan: “Clarín y el naturalismo”, “Complejidad conflictiva de La Regenta”, “La Regenta: metaliteratura y parodia”, “Los personajes”, “La modalización narrativa” y “Tradición y gesto ideológico”, y en la de Baquero Goyanes: “La Regenta, novela extensa”, “La cuestión del naturalismo”, “Voz del narrador e impersonalidad”, “Cervantismo, vida y literatura”, “El punto de vista”, “Efectos del perspectivismo”, “Efectos cinematográficos”, “Interpretaciones de la novela”, “Diseño triangular”, “Panorama y escena. Motivos recurrentes”, “Ascensión y caída”, “Cuentos en La Regenta”, “Los personajes de La Regenta”, “Transiciones y enlaces” y “La Regenta, obra clásica”. Es evidente, por tanto, que, si en 1901, Pérez Galdós en la introducción a su edición mencionaba breve y concisamente unas pocas características de La Regenta, como la importancia de lo psicológico, la vivez del lenguaje o la verdad de los caracteres de los personajes; ahora estas ediciones de la segunda mitad del siglo XX se convirtieron en perfecto espejo de las preocupaciones e intereses que a la crítica en esos años le suscitaba la obra clariniana. Si estudiosos como Alarcos (1952), Gramberg (1959), Durand (1964) o Beser (1982) habían analizado en sus trabajos la estructura deLa Regenta, también encontramos alusión a ese diseño triangular y a esa estructura circular en las ediciones de Sobejano o Baquero Goyanes. También Oleza (1984) recogió la ya tendencia (recordemos los trabajos de Beser o Martínez Torrón) a observar en La Regenta un naturalismo reflejo del desarrollado teóricamente por el autor en sus ensayos. De igual modo, las ediciones de Baquero Goyanes y Oleza recogieron el acercamiento e interés de la crítica por el estudio de las técnicas narrativas. Muestra de ello son las alusiones a la neutralidad y ambigüedad desde la que narraba Clarín, lo cual ‒al igual que había indicado Jackson (1969)‒ lo consideraban de clara descendencia cervantina. Asimismo, las referencias a la multitud de perspectivas ‒un tema abordado también durante esos años por críticos como Durand (1964) o Weiner (1981)‒, las alusiones a la técnica del carrusel o engarce de las cerezas como análisis de la presentación de los personajes en la novela, o, por parte de Baquero Goyanes, el estudio de los efectos cinematográficos presentes en esta obra. Con respecto a esto, ya Clocchiatti (1949b) había comparado la narración de La Regenta con la de una cámara que se trasladara en compañía de los personajes más importantes. Sin embargo, en esta introducción a su edición, Baquero Goyanes (1984) se adentró con mayor profundidad en esta relación interartística. Habló, así, del efecto de la linterna mágica, de la técnica del fundido, del efecto de fantasmales sombras chinescas o de la cámara subjetiva.
5. Conclusiones
A través de estas dos ediciones de 1984 que hemos señalado, se ha podido observar cómo ya en ese año era evidente la revalorización que habían experimentado las novelas de Leopoldo Alas. Como se ha comprobado a lo largo de este trabajo, la labor pionera de Mariano Baquero Goyanes, Azorín o Emilio Alarcos Llorat fue fundamental para que las novelas de Clarín se alejaran de una interpretación basada en el método histórico positivista y avanzaran hacia un estudio inmanente de sus textos. Esto permitió que durante la década de los 50, y con motivo de la celebración del I Centenario del nacimiento del autor, la crítica española se acercara en su aproximación a la visión que se tenía de las novelas clarinianas desde el extranjero. El aumento del interés crítico por los temas de sus obras, su estructura, sus recursos narrativos, unidos a la tendencia a atenuar la presencia del naturalismo, a la consideración de la importancia que presentaba lo psicológico y lo humorístico o a la relevancia que se le otorgó a la intertextualidad, fueron algunas de las claves que favorecieron esa nueva interpretación de las obras de Clarín. Durante los años 60, 70 y 80 fueron muchos los trabajos críticos que ambas novelas clarinianas suscitaron, lo que tuvo su reflejo en su inclusión en las Historias de la Literatura Española de una manera más sustentada y extensa y en un aumento de las ediciones de La Regenta cada vez más críticas, documentadas y consistentes. Todo ello permitió que Clarín volviese a ocupar el lugar que Ortega Munilla (1885) le había otorgado cuando, en las páginas del periódico Ilustración Artística, mencionaba a La Regentajunto con las obras de Pereda o Fernán Caballero como muestra de novelas cuyos autores poseían una identidad propia, y del que nunca debería haber salido. Es evidente que, a partir de estos años, junto a una mayor atención crítica hacia las novelas clarinianas, se observaría cómo ese mayor número de ediciones que en la década de los cuarenta y cincuenta algunos críticos como Alarcos o Baquero Goyanes se atrevían a pedir, se sucedería con continuidad y destinadas a un público lector que iría siendo cada vez más extenso e interesado por esta faceta de Clarín como novelista.
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