Horacio Quiroga. Historia de un amor turbio. Edición crítica de Carmen Fragero Guerra. Sevilla: Alfar, 2019, 198 páginas

Reseñas

Horacio Quiroga. Historia de un amor turbio. Edición crítica de Carmen Fragero Guerra. Sevilla: Alfar, 2019, 198 páginas

Andrés Lema-Hincapié
University of Colorado Denver, Denver, Estados Unidos de América

Horacio Quiroga. Historia de un amor turbio. Edición crítica de Carmen Fragero Guerra. Sevilla: Alfar, 2019, 198 páginas

Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 49, núm. 1, e53067, 2023

Universidad de Costa Rica

Quiroga Horacio. Historia de un amor turbio. Edición crítica de Carmen Fragero Guerra. 2019. Sevilla­. Alfar. 198pp.

Dividiré esta reseña en tres secciones: la introducción de la editora; algunas importantes recomendaciones de ajustes para una futura reedición de esta obra; y, por último, unas pocas anotaciones críticas sobre la novela de Horacio Quiroga.

La “Introducción” de Carmen Fragero Guerra –que lleva por título desorientador “Edición crítica de Carrmen Fragero Guerra”– es, sin duda, el adecuado instrumento interpretativo que requiere todo lector interesado en la obra de Quiroga. Estas páginas están escritas con seriedad académica y sitúan la novela de Quiroga en coordenadas diversas que seguramente gravitaron y ayudaron a la construcción de esa novela. Diez apartados constituyen la introducción, a saber:

1. ¿Por qué reeditar la Historia de un amor turbio (1908)?

1.1. Ediciones anteriores. Criterios de la presente edición

2. Biografía: ¿En qué momento de su vida Quiroga escribe y publica Historia de un amor turbio?

3. ¿En qué etapa de la producción literaria de Quiroga se incluiría Historia de un amor turbio (1908)?

4. La crítica e Historia de un amor turbio

5. Estilo de Historia de un amor turbio

6. Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga

7. Fiódor Dostovievski y Horacio Quiroga

8. Estructura de Historia de un amor turbio

8.1. Enmarque

8.2.1. Relato del viaje a París

8. 2. 2. Visitas rutinarias a las Elizalde

8.3. Epílogo

9. Conclusiones

10. Bibliografía crítica

Voy a detenerme en los nombres utilizados por la editora para denominar cada uno de los apartados de su introducción. El apartado 1 contiene las razones para justificar la reedición de la novela de 1908, y esto con referencia a las ediciones anteriores de la obra y a los criterios que Fragero Guerra tuvo en mente como guía para su trabajo editorial. Por su parte, el apartado 2 es de naturaleza biográfica; mientras que los apartados 3, 6 y 7 desarrollan lo que desde mucho tiempo atrás viene llamándose, en crítica literaria, influencias. Me explico: Fragero Guerra defiende tres categorías distintas de influencias sobre Historia de un amor turbio. En primer lugar, estarían las influencias y las repercusiones que la novela de 1908 recibió y causó en el corpus mismo de la obra literaria de Quiroga. O, en otras palabras: Historia de un amor turbio se habría nutrido del corpus literario que el autor uruguayo escribió con anterioridad a 1908 y, a su vez, ese mismo corpus, a partir de 1908, no habría escapado a los efectos de la novela en cuestión. En segundo lugar, y en compañía de críticos de renombre y de documentos extraliterarios del mismo Quiroga, identifica a dos categorías más de influencias: una de naturaleza epocal (el romanticismo, el modernismo) y otra de naturaleza autorial (Quiroga como lector de Poe y de Dostoivski).1 Los apartados 4 y 10 implican la conciencia de la editora en relación con el valor de las tesis y de los argumentos de una muy importante posición crítica en las teorías de la literatura: la Escuela de Constanza, conocida asimismo como “Teoría de la recepción”. En cuanto a los apartados 5 y 8, los análisis tratan con el material literario mismo de la novela de Quiroga, por lo que Fragero Guerra toca allí aspectos tanto estilístico como estructurales o formales.

Quiero ahora detenerme en las conclusiones a las que llega la editora de esta obra en el apartado 9. En Historia de un amor turbio, argumenta la editora, habría “ecos posrománticos filtrados por el movimiento modernista” (p. 45); sobresaldría el estado mental de “perturbación neurótica” en Rohán, el personaje protagonista, en eco con las obsesiones psíquicas de un Poe “revalorado por el simbolista Baudelaire” (p. 45); la confusión no existiría únicamente en los turbios sentimientos amorosos de la trama misma, sino que además es significativa la confusión narratológica donde la voz autorial, la voz narrativa y la voz de Rohán por momentos no se distinguen debido a su turbiedad (p. 45); en los aspectos realistas de la novela, aparece, “quizá, un intento de emular a Dostoievski” (p. 46); serían identificables rasgos de “la novela popular postromántica”, “pinceladas modernistas” y la obsesión del “otro” venida de Poe (p. 47). Las dos conclusiones finales de Fragero Guerra merecen ser citas verbatim: por un lado, la novela de 1908 “no termina de cuajar en una pintura perfecta” (p. 47); y, por otro, sí son justificadas la lectura y la edición de Historia de un amor turbio, porque la novela revelaría en Quiroga el “afán de internacionalizar las letras de su país, creando personajes que los mueve en un entorno propio y cercano” (p. 47).

En el caso de ajustes sugeridos, empiezo con el primer efecto causado en el lector por el dibujo de la carátula: este dibujo es desorientador y afectará sesgadamente no solo las interpretaciones del lector mientras lee la obra, sino que, asimismo, junto al recuerdo de la lectura de Historia de un amor turbio vendrán siempre a la memoria los tres personajes dibujados en la ilustración. Digo que el dibujo es desorientador, porque impondrá –desde antes de abrir el libro– una interpretación que no se condice con el contenido objetivo de la novela. Dos personajes más faltan en dicha ilustración de Francisca Aleñar, pues sería ingenuo y una interpretación falsa de la obra pensar que la novela de Quiroga simplemente crea un triángulo de amores. Sí hay un triángulo –Rohán, Mercedes y Eglé–, pero este triángulo pasa luego a convertirse, ampliado, en un cuadrado y en un pentágono: la ilustración de carátula olvida a dos personajes cuyas actuaciones y pensamientos también colaboran con el carácter turbio de esta “historia de amor”. Me refiero el novio de Eglé y a Lola. La editora hablará más tarde en su introducción de que al argumento de la novela le corresponde un “triángulo amoroso” (p. 46).

Pediría también, y en este caso más a la editorial Alfar que a la editora, contratar un avezado copy-editor o revisor de pruebas de imprenta, para que con su ayuda se reduzcan del todo o a lo más mínimo erratas que molestan a todo lector cuidadoso. Véase, por ejemplo, “En tercer periodo” (p. 23), “Ae” (p. 91), “Todos se de tuvieron” (p. 109), “siete y me-dia” (p. 147), “calada” (p. 157), “Fue a Lomas en este estado de ánimo” (p. 177), “Ehzalde” (p. 189), entre otras erratas.

La construcción de un pequeño glosario no estaría de más, el cual puede incluir palabras de uso regional y tal vez ya anticuada, dónde podrían estar listadas palabras como “bismark”, “chuchos”, “corso”, “paraísos” y “recidivaron”.

Vengo ahora a las anotaciones críticas. Quienes frecuentamos ediciones críticas de obras literarias y filosóficas estamos habituados a la colección “Letras Hispánicas” de la editorial madrileña Cátedra, así como a las obras de clásicos grecolatinos que en el mundo hispanohablante puso en manos de estudiosos la editorial Gredos. Y, esto, infelizmente, antes de las expurgaciones del aparataje erudito realizadas por la editorial RBA, de Barcelona. Los clásicos de Roma y de Grecia, de la editorial francesa Les Belles Lettres y de la estadounidense Loeb Classical Library (Harvard University), son otros dos modelos que aún no han conseguido ser replicados en países de Ibero-América. Algo más: no quiero dejar de pensar, tampoco, en las ediciones críticas de las traducciones publicadas por la editorial Tecnos, también de Madrid. Con todo, es imprescindible y una tarea muy loable dar a conocer, reeditándolas críticamente, obras desatendidas o de menor calidad en el corpus de un gran autor. Dichas reediciones son la ocasión propicia para que todos los lectores de literatura ilustren a menudo la verdad de esta tesis: un gran autor no siempre fue un gran autor.

La editora –y en ocasiones quizás también el autor uruguayo– olvida que el apellido de la familia con la que entra Rohán en vínculos no lleva el apellido “Elizalde”, únicamente. Con mayor exactitud y de significación para la trama, el apellido reza: “de Elizalde”. La preposición de es de significativa, pues en el Río de la Plata un apellido antecedido por la “de” convoca en ese mismo apellido una carga de aristocracia criolla, de bienes o no, pero al menos reclama la atención de un abolengo o linaje ilustre. En su “Prólogo” a Historia de un amor turbio, edición de 1968 (Montevideo), el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal parece haber desatendido igualmente la significación de la preposición.

Según la diégesis, Rohán toma el tren en la estación de Constitución para ir Lomas. Hasta donde conozco, Quiroga están mencionando aquí la famosa estación de trenes en la ciudad de Buenos Aires y Lomas es Lomas de Zamora –un partido de la Provincia de Buenos Aires, usualmente llamado solo “Lomas”–. En dicho partido estaría localizada la quinta de veraneo de las de Elizalde. Si esta información es correcta, el topónimo registrado por Quiroga en Historia de un amor turbio no se refiere, como asegura la editora, al “distrito de Las Lomas, uno de los diez que forman la provincia de Piura, en el norte de Perú” (p. 42).

El crítico uruguayo descubre de igual manera un triángulo amoroso –tesis que como escribí atrás replica la editora–. El título de la novela sería el adecuado, puesto que, para Rodríguez Monegal “el amor es turbio por la simultaneidad del deseo dirigido a distintas hermanas, hecho que agrava el carácter incestuoso y triangular de la situación; es turbio, además, porque revela una atracción irresistible por niñas de precoces ardores” (p. X). Fragero Guerra es menos atrevida en sus juicios, pues a diferencia de Rodriguez Monegal suspende todo juicio erótico-moral. En la relación de Rohán con Mercedes, con Eglé y con Lola, afirma la editora, está instalada una “mezcla de sentimientos amorosos, poco claro o turbios, [de donde] procede el título de la novela” (p. 38). Por mi parte, me atrevo a entender la turbiedad de estos amores –en plural– gracias a una lente doble: Los cuatros personajes mencionados atrás no logran integrar el amor, si este es entendido como una combinación de ternura y de cuido acompañada de deseo físico, por una parte; y, por otra, va de suyo que un individuo aquejado por una profunda inestabilidad psíquica, y con graves trastornos somáticos, no puede ni pensar ni vivir amores “claros” –los cuales, acaso, ni siquiera existan en el universo humano más allá de la ficción literaria–.

Termino expresándoles mi sincero reconocimiento por esta edición de 2019 a la editora Carmen Fragero Guerra y a Ediciones Alfar.

Notas

1 Me disculpo por el uso de “epocal” y “autorial”, dos neologismos.
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