Reseñas
Luis F. Paredes. Perú Negro:
Bailando muchas memorias. Minneapolis: Studia Hispanica Editors, 2021, 209
páginas
Conxita Domènech
University of Wyoming, Wyoming, Estados
Unidos
cdomenec@uwyo.edu
https://orcid.org/0000-0002-0480-2970
DOI:
https://doi.org/10.15517/rfl.v50i1.58085
En
1969 se creó un grupo afroperuano de danza y de música llamado Perú Negro y, el
28 de septiembre de 2019 en el Gran Teatro Nacional de Lima, bajo el lema “La
misma esencia”, se celebraron los cincuenta años de esta extraordinaria y sin
igual organización artística. Luis F. Paredes se suma a esta celebración y
compone un estudio magistral y único sobre la identidad afroperuana a través
del canon coreográfico establecido por Perú Negro. Al minucioso análisis de Paredes
le precede un prólogo escrito por Luis A. Ramos-García, quien también homenajea
las anécdotas, los recuerdos y las experiencias convertidas en coreografías por
esta agrupación afroperuana y, asimismo, reconoce el profundo impacto de la
negritud en la cultura popular a través de la danza y la performatividad.
Cabe destacar, no solo la magnífica edición de Ramos-García, sino también el
elegante diseño de la portada y la impecable corrección del volumen, ambos
llevados a cabo por Nelsy Echávez-Solano.
Los felicito a los tres —autor, editor y diseñadora-correctora— por un volumen
interdisciplinario que va más allá del tradicional estudio sobre la esclavitud
negra en la historia del Perú o sobre el mestizaje indígena y europeo en ese
país. Con Perú Negro: Bailando muchas memorias, Paredes se atreve a
examinar las expresiones de la afroperuanidad desde
un enfoque nuevo y original: la música y la danza de Perú Negro.
En el prólogo, Ramos-García explica cómo Paredes ha
realizado su investigación. El libro no ha sido un mero estudio de Perú Negro a
través de documentos hallados en la colección privada de la compañía, en el
Museo Nacional Afroperuano y en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional del
Perú; Ramos-García asegura que Paredes ha ido mucho más allá y el libro se
fundamenta en documentación escrita —incluidas letras de canciones—, en
imágenes grabadas in situ, en anuncios televisivos, en entrevistas a
coreógrafos, a bailarines y a componentes de la audiencia y, por encima de
todo, en “la indagación empírica dentro del núcleo familiar” (p. XII). Aunque
alejado de la escena, Paredes se convertirá en un miembro más de la familia
Perú Negro y, por lo tanto, en un testigo fidedigno que pone en tinta y en
papel un análisis/memoria/historia/monografía —y mucho más— titulado Perú
Negro: Bailando muchas memorias.
Además del prólogo, el volumen incluye una introducción,
cinco capítulos, un epílogo y una lista bibliográfica final. Los cinco
capítulos se vinculan a partir de la trayectoria histórica y el impacto social de
Perú Negro desde su fundación hasta la actualidad. El primer capítulo,
“Localizando la negritud en la nación peruana: Narrativas de la peruanidad”,
examina la supresión y la omisión de la negritud en la narrativa nacional
peruana. El discurso dominante de la peruanidad se centra en el mestizaje entre
indígenas y europeos, olvidando y borrando a los afroperuanos. Para hacer
frente al racismo y a la marginalización, los afroperuanos se valdrían de
adaptaciones, inventos o préstamos de identidad para validar su presencia en el
ámbito social. Esa lucha al racismo y a la marginalización también originaría
la primera agrupación reconocida de danza afroperuana en 1956, “Estampas de
Pancho Fierro”, dirigida por José Durand, y las primeras experimentaciones coreográficas
y los discursos escritos afroperuanos realizados por los hermanos Nicomedes y
Victoria Santa Cruz. La visión artística y la iniciativa coreográfica de los
Santa Cruz impulsa la identidad afroperuana en el país. Por un lado, Victoria
Santa Cruz presentaría historias silenciadas de los afroperuanos traduciéndolas
en coreografías y compondría poemas en los que ataca la discriminación. Por
otro lado, Nicomedes Santa Cruz establecería un lugar determinado para los
afroperuanos en la diversidad cultural del país. Gracias a la visión de los
hermanos, a sus poesías, danzas y música, Perú Negro se convierte en la
representación más destacada y reconocida de la identidad artística
afroperuana.
La segunda sección o capítulo, “La tierra se hizo
nuestra: Perú Negro y la integración de la negritud peruana”, comienza con una
fecha clave: en octubre de 1969, Perú Negro actúa en el Primer Festival
Iberoamericano de la Danza y la Canción en Buenos Aires, obteniendo el primer
puesto en la competición. Desde sus inicios, Perú Negro se ha considerado más
que nada una familia, y no solo porque muchos de sus miembros están
emparentados entre ellos, sino porque se han asociado y formado como una
familia artística. Paredes identifica dos conceptos que fomentan la creencia generalizada
de que el talento negro se transmite de generación en generación: por una
parte, la familia imaginada reconoce la presencia negra en la nación a
través de la performatividad y la coreografía de un
pasado, creando sus propias pautas y basándose en la preservación de la
identidad; y, por otra parte, la familia de sangre promueve el talento
innato que supuestamente se transmite a través de la sangre. Esta familia
negra, o estirpe negra, sería descrita por Percy
Gibson como una tribu en 1969. En este capítulo, también se expone la
trayectoria histórica de Perú Negro en tres fases. La primera fase fundacional
solo comprende siete años, de 1969 a 1976 y durante la dictadura del general
Juan Velasco Alvarado. Se trata de una fase próspera cuyas ayudas gubernamentales
le permitieron a Perú Negro viajar al exterior y comprar vestuario e
instrumentos. La segunda fase va de 1976 al cambio de milenio y a diferencia de
la anterior prosperidad, durante este periodo la agrupación solo tratará de
subsistir y caerá en decadencia. En los primeros años de esta fase, Perú Negro
recurre a compromisos comerciales para compensar la falta de apoyo
gubernamental. Sin embargo, los atentados terroristas de Sendero Luminoso
afectarán indirectamente a la compañía: menos turistas viajaron al Perú y los
contratos en restaurantes y en peñas criollas se cancelaron. La última fase
empieza en el año 2001 y sigue hasta la actualidad. Esta fase se caracteriza
por el intercambio artístico con Estados Unidos. Perú Negro recibe reconocimiento
durante estos años, pero no financiación gubernamental, llegando a una
situación precaria. La agrupación no se da por vencida y continúa con su
búsqueda incesante de patrocinadores.
“Inventando el pasado: La memorización de la identidad
afroperuana” —el tercer capítulo— introduce la llamada memorización de
identidad, o sea, los métodos usados por Perú Negro para interpretar y para
coreografiar la identidad afroperuana. En las rutinas y en los ensayos de la
agrupación, los recuerdos se enlazan con una investigación analítica de
grabaciones de video, artículos periodísticos, análisis de fotografías,
entrevistas con bailarines y con músicos y estudio de relatos anecdóticos Este
capítulo está dividido a su vez en seis secciones: “Etnografías familiares” y
mensajes colectivos; “Las memorias diaspóricas y
ancestrales” fabricadas a través de la nostalgia; “El despertar rítmico de
Victoria Santa Cruz” que necesita ser estimulado; “Perú Negro narra y memoriza
la identidad” negociando constantemente para construir y para producir la
negritud; “Las memorias escritas de Perú Negro” que combinan préstamos de otras
danzas de la diáspora y de otras tradiciones locales, construyendo el “tercer
espacio” de Homi Bhabha; y
“La Navidad Negra” con un bebé Jesús negro y basándose en la celebración de los
esclavos.
La cuarta parte se centra en el cuerpo del baile negro,
pulido en los entrenamientos a partir de la obediencia y la disciplina —los
grandes pilares de la agrupación—. Estos entrenamientos o ensayos son intensos
y se asemejan a una práctica religiosa porque además de obediencia y
disciplina, requieren respeto, paciencia, dolor, resistencia, pasión, visión y
felicidad. Esta cuarta parte también se subdivide en secciones a las que
Paredes llama fugas, en referencia a las pautas que indican la
intensificación del ritmo en las danzas. Las cinco fugas del capítulo se
titulan “Definición de estudios de performatividad”,
“Aprendiendo a bailar”, “La identidad coreográfica y otros significados”,
“Danzando la negritud peruana” y “La epistemología del escenario del performance”.
El último capítulo trata la mercantilización o la comodificación de la cultura afroperuana. Esta sección le
dedica algunas páginas a los anuncios televisivos en los que Perú Negro
promocionaba “El café de verdad”, es decir, la agrupación se convirtió en la
imagen del café Cafetal. Los anuncios son transcritos por Paredes y retratan
las condiciones de trabajo de los esclavos, hombres y mujeres estereotipados
con cuerpos ágiles, sensuales, alegres, bailando, sonriendo y del mismo color
del café. Finalmente, en el epílogo, Paredes anima a futuros investigadores a
que continúen con los estudios afroperuanos y a que examinen, periodicen y
documenten las tradiciones orales y los vestigios ceremoniales. El presente
libro no debe ser un principio y un final. Al contrario, debe haber un estudio
amplificado de las tradiciones afroperuanas, sobre todo, las de la costa norte,
que han sido olvidadas. Pueblos como Zaña y Yapatera permanecen en el margen del margen.
Además de la escrupulosa investigación llevada a cabo por
Luis F. Paredes —y del sobresaliente prólogo de Luis A. Ramos-García—, leer las
letras de algunas de las canciones y los anuncios televisivos transcritos por
el autor ha sido un verdadero deleite. Los análisis que Paredes ofrece tras las
canciones y, asimismo, las anécdotas que se añaden a la descripción de estas
canciones constituyen una de las partes de mayor interés y creatividad del
libro. Cabe notar, por ejemplo, la canción “Toro Mata” y las palabras de Caitro Soto sobre su composición: “El Toro Mata viene de lo
que me contaba mi abuela, mi bisabuela. La canción la armé y la hice yo con
cosas que me narraban mis ancestros” (p. 107). Con todo, se echa de menos un
apéndice final con las letras de las canciones y con los anuncios televisivos.
Es más, el volumen habría mejorado significativamente con la inclusión de
imágenes de Perú Negro. Aunque se describen los fundadores y los miembros del
grupo, las acuarelas de Pacho Fierro, el vestuario de Perú Negro, el distrito
La Victoria, el Callejón del Buque y los espectáculos internacionales a los que
acudieron los miembros de esta agrupación, las lectoras y los lectores hubieran
agradecido visualizar este espléndido espectáculo afroperuano que nos brinda
Paredes. En pocas palabras, Perú Negro: Bailando muchas memorias con su análisis pormenorizado y con su redacción
impecable, sin duda, “vale un Perú”.