Literatura
De Glasgow a Bilbao: el viaje ficticio de Bible John en Esperando al diluvio (2022) de Dolores Redondo
From Glasgow to Bilbao: Bible John’s Fictional Journey in Dolores Redondo’s Esperando al diluvio (2022)
De Glasgow a Bilbao: el viaje ficticio de Bible John en Esperando al diluvio (2022) de Dolores Redondo
Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 50, Esp., e61987, 2024
Universidad de Costa Rica
Recepción: 21 Febrero 2024
Aprobación: 12 Abril 2024
Resumen: En Esperando al diluvio, Dolores Redondo se vale de un asesino en serie de finales de los años sesenta nunca detenido ni siquiera identificado, Bible John, y lo traslada de Glasgow a Bilbao, seguido por el detective que investiga el caso. El presente ensayo analiza este y los muchos viajes que incorpora Redondo en la novela: el nostálgico de la propia autora, el traslado hacia un detective —o perfilador— de asesinos en serie, una visita al Bilbao de los ochenta y la travesía experimental de la nueva novela policiaca. Todos estos movimientos se entrelazan en una obra que pasa constantemente de la ficción a la realidad y, también, a lo personal. Ciertamente, Esperando al diluvio no es una novela biográfica ni autobiográfica, pero los elementos biográficos de Bible John están presentes, como también lo están los de Joe Beattie —el detective que llevó el caso en la vida real y que Redondo llama Noah Scott Sherrington—. Además, Esperando al diluvio incluye datos autobiográficos: tras el éxito de la Trilogía del Baztán y el Premio Planeta con Todo esto te daré, Redondo se atreve a experimentar con una obra que finalmente la ayudará a hacer las paces con su propio pasado.
Palabras clave: Bilbao, Dolores Redondo, Bible John, nostalgia, novela policiaca.
Abstract: In Esperando al diluvio, Dolores Redondo uses a serial killer from the late 1960s who was never arrested or even identified, Bible John, and moves him from Glasgow to Bilbao, followed by the detective investigating the case. In this article, I will analyze this and all the journeys that Redondo incorporates in the novel: the author’s own nostalgic journey, the journey towards a new detective—or profiler—, the journey to the Bilbao of the eighties, and the experimental journey of the new crime novel. All these journeys are intertwined in a work that constantly moves from fiction to reality and, also, to the personal. Obviously, Esperando al diluvio is neither a biographical nor an autobiographical novel, but the biographical elements of Bible John are present, as are those of Joe Beattie—the detective who investigated the case in real life and whom Redondo calls Noah Scott Sherrington. In addition, Esperando al diluvio includes autobiographical information: after the success of the Baztán Trilogy and the Planeta Prize with Todo esto te daré, Redondo experiments with a novel that will finally help her to make peace with her own past.
Keywords: Bilbao, Dolores Redondo, Bible John, nostalgia, etective nov, detective novel.
Escocia-País Vasco, realidad-ficción, asesino en serie-detective constituyen algunos de los dobles de Esperando al diluvio (2022) de Dolores Redondo. Para esta novela, la autora se vale de un asesino en serie de finales de los años sesenta nunca detenido ni siquiera identificado, Bible John, y le crea una continuidad ficticia. Aunque la creación de Redondo se inicia en Glasgow tras los asesinatos de Patricia Docker, Jemima MacDonald y Helen Puttock, rápidamente tanto el asesino como el detective Noah Scott Sherrington viajarán al Bilbao de los ochenta. Es decir, Redondo toma un personaje lejano —en el tiempo y en el lugar geográfico— y lo desplaza a un escenario perfectamente conocido por la autora vasca. En el País Vasco de Redondo, el asesino en serie resurgirá y reanudará sus crímenes con un nombre españolizado a medias, John Biblia, y con unas víctimas oriundas de Bilbao. En esta novela detectivesca, Redondo no trata de desenmascarar al asesino —que se conoce desde un inicio—, sino más bien lo mezclará con miembros del IRA (Irish Republican Army) instalados en el País Vasco, le conseguirá empleo en el puerto de Bilbao y le proporcionará ocio nocturno en el casco antiguo de la ciudad. Y, sobre todo, le pondrá fin a su existencia en una fecha concreta de la historia de Bilbao, el día de la mayor catástrofe natural que se recuerda en Euskadi: las inundaciones del 26 de agosto de 1983.
A pesar de que Redondo se considera una escritora de tormentas, Esperando al diluvio relata un viaje hacia una tormenta. Junto con el desplazamiento ficticio del asesino en serie y del detective en un barco que navega de Glasgow a Bilbao, el lector y la lectora se embarcarán en un desplazamiento histórico al País Vasco de los ochenta. En este transcurso a través del tiempo, se escucha el programa de radio de Ramón García y, también, la canción “Amor de hombre” del grupo Mocedades; se saborean los pintxos y los txikitos de vino; y se celebra con la cuadrilla el primer alirón del Athletic Club de Javier Clemente. Aún más, el detective se une en su investigación a un miembro de la nueva Ertzaintza —la policía autónoma vasca fundada en 1982—. Aunque Redondo afirma que “no hay nostalgia en mi novela sobre lo que ocurría en aquellos tiempos” (Alberca, 2022, párr. 27), el País Vasco de su juventud está presente en todo momento cuando asesino en serie, detective, lector y lectora echan anclas en el puerto de Bilbao. A modo de novela detectivesca, Esperando al diluvio homenajea Bilbao y, con un asesino en serie escocés, libera momentáneamente a la ciudad del grupo terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna): “la vida diaria en un ambiente en el que había muchos más frentes abiertos además del terrorismo, que a mí, por ejemplo, me pillaba de costado” (Martínez, 2022, párr. 6).
En el presente ensayo, me detengo en los viajes que incorpora Redondo en la novela: el nostálgico de la propia autora, el traslado hacia un detective —o perfilador— de asesinos en serie, una visita al Bilbao de los ochenta y la travesía experimental de la nueva novela policiaca. Todos estos movimientos se entrelazan en una novela que pasa constantemente de la ficción a la realidad y, también, a lo personal. Obviamente, Esperando al diluvio no es una obra biográfica ni autobiográfica, pero los elementos biográficos de Bible John están presentes, como también lo están los de Joe Beattie —el detective que llevó el caso en la vida real y que Redondo llama Noah Scott Sherrington—. Además, Esperando al diluvio incluye datos autobiográficos: tras el éxito de la Trilogía del Baztán (2013, 2015, 2019) y el Premio Planeta con Todo esto te daré (2016), Redondo se atreve a experimentar con una obra que finalmente la ayudará a hacer las paces con su propio pasado.
1. Un viaje nostálgico: haciendo las paces con el pasado
Michael Butor (1961) declara que “toute fiction s’inscrit donc en notre espace comme voyage, et l’on peut dire à cet égard que c’est là le thème fondamental de la littérature Romanesque” (párr. 5), lo cual quiere decir que la novela se transforma en un viaje. Para Butor, ese hacer camino es fuente de creación y, a la vez, crea conciencia. Redondo comienza su novela con un desplazamiento y creando conciencia, pero con un trayecto en tren que tiene poco de ficticio y mucho de personal. En una suerte de introducción titulada “Sobre Esperando al diluvio”, la autora cuenta la ruta en tren que realizó cuando contaba con 14 años y regresaba a casa después de unas vacaciones de verano con sus tíos en Galicia. Cuando el tren llegaba a Bilbao, Redondo y los pasajeros observaron con estupefacción una ciudad destruida tras la lluvia y las riadas que habían tenido lugar. La autora explica que empezó a fraguar la novela “aquel día en el tren” y que le “ha costado treinta y nueve años” (Redondo, 2022, p. 6) escribirla. El viaje de Redondo supone la fuente de creación de una novela detectivesca fundada en una especie de diario de adolescente. Esta introducción se compone de dos partes diferenciadas y separadas como si ambas fueran completamente independientes. Sin embargo, la autora separa las dos partes solamente con un punto final y con un comienzo de párrafo, estableciendo, a la vez, una especie de vínculo entre las dos.
En la primera parte, la novelista informa sobre el caso que conmocionó Escocia a finales de los años sesenta y, de esta manera, Redondo se convierte en una especie de periodista, ofreciéndonos la misma información que encontramos en el artículo periodístico de la BBC titulado “Bible John: The Forgotten Women at the Heart of a Serial Killer Mystery”1. En la segunda parte, la autora narra su verano de 1983, “fue el verano de la música y fue también el verano en que comencé a escribir” (Redondo, 2022, p. 12). En esta segunda parte de la introducción, la periodista Redondo pasa a ser una adolescente que escribe un diario personal en el que relata las vacaciones de verano y, por supuesto, copia en él las letras de las canciones de moda. No obstante, el diario personal no concluye con el final de la introducción, muy al contrario, continúa durante toda la novela y se incorpora en la investigación de Noah Scott Sherrington.
La distribución del libro y los títulos de las partes también advierten de la dinámica ficción-realidad-personal: unos títulos se relacionan con la parte ficticia de la novela, por ejemplo, “El niño” o “El borracho”; otros títulos parecen corresponder a la parte periodística de la novela —aunque la parte misma tenga poco de periodística—, por ejemplo “John Biblia” o “Bilbao. Viernes, 19 de agosto de 1983” —este último título también podría ser el comienzo de una página nueva de un diario personal—; y, otros más pertenecen al diario personal, por ejemplo, los títulos de la letra de la canción “Wouldn’t It Be Good” de Nik Kershaw y el ejemplo anterior con el lugar y la fecha precisos.2 A pesar de que Redondo coloca la canción de Nik Kershaw en el verano de 1983, el primer lanzamiento de “Wouldn’t It Be Good” corresponde a finales de enero de 1984. La autora justifica la falta de precisión en las fechas en la introducción:
En su organización externa la novela policiaca se aproxima mucho a la estructura del diario . . . porque la minuciosidad con que suelen actuar sus protagonistas requiere la máxima precisión en cuanto al tiempo (días, horas, minutos, etc.). . . . Además del tiempo convencional, la novela policiaca suele aludir con relativa frecuencia . . . al tiempo cosmológico: el día o la noche, fenómenos atmosféricos como la lluvia, la niebla, el frío o el calor. (Garrido Domínguez, 2000, p. 130)
Las fechas inexactas y las fechas exactas, junto con una distribución que combina una memoria personal con la organización tradicional de la novela detectivesca, producen una sensación de incertidumbre, y que no se trata solo del suspense natural de esta clase de género, sino de un tipo de suspense melancólico.
De la misma manera que las fechas ofrecen una estructura policiaca y, asimismo, una duda existencial sobre el futuro de los personajes, el espacio en el que se sitúa la novela, también, ocasiona una sensación ambivalente en el lector y la lectora: el comienzo escocés o la parte menos ficticia del caso se presenta lejano, mientras que la parte vasca en la que Bible John viaja y se instala en Bilbao —desplazamiento que parecería inverosímil en la vida real— se presenta como la más cercana y la que da más verosimilitud a la narración.3 James (2010) afirma que las novelas donde priman los acontecimientos extraños, bañados en drama y en terror, deben ubicarse en lugares tangibles, “donde el lector pueda entrar como entraría en una estancia conocida” (p. 125). Al lector y a la lectora de Esperando al diluvio le resulta creíble y plausible el Bilbao de Redondo y, por lo tanto, no le parece inverosímil que el asesino en serie se instale en la ciudad vasca. Es más, este espacio conocido proporcionará un placer en el lector y en la lectora sustentado en el reconocimiento. Pese a que Redondo (2022) indica que su novela “no es un tratado histórico ni una guía de calles” (p. 10), Bilbao se describe con precisión, mencionando constantemente calles y lugares populares de la ciudad. El Bilbao de Redondo es gris, triste, lluvioso, melancólico y nostálgico.
Immanuel Kant señalaba que el objeto de la nostalgia no era la patria, la tierra de origen, sino la juventud misma, a la que nunca se puede volver (como se citó en Fortunati, 2005, p. 43). Esto quiere decir que el objeto de la nostalgia se ha interiorizado, como Jean Starobinski (1966) expresa, “es a su pasado personal adonde el nostálgico busca retornar” (p. 115). En el caso de Redondo, no es un pasado al que se busca retornar, sino más bien un pasado con el que desea hacer las paces o, en palabras de la propia novelista
lo odiaba porque estaba ligado al esfuerzo, era feo, contaminado, olía mal, estaba lleno de gente tosca y burda que trabajaba muy duramente . . . entendí que se podía escribir una gran novela en un lugar que en algún momento había odiado y llegar a amarlo, como me ha ocurrido con el tiempo, y que no había sido ninguna desgracia haber nacido allí. (Colomé y Vila-Sanjuán, 2023, párr. 4)
Así y todo, Raymond Williams y Fredric Jameson aseguran que la nostalgia alienta “una simplificación y hasta falsificación de la historia; es reaccionaria, inauténtica, irreflexiva y contraria al progreso: un sentimiento que conduce a la falta de compromiso político y de responsabilidad hacia la historia” (como se citó en Elgue Martini, 2008, p. 19). Esa falta de compromiso político podría atribuírsele a Redondo, quien borra a ETA de su libro, pese a que justamente los años ochenta fueron los más sangrientos del grupo terrorista. En cambio, la novelista inserta en la novela al grupo terrorista IRA, que tuvo una relación estrecha con ETA, sobre todo, durante los años sesenta y setenta —con menos intensidad en los ochenta de Redondo—. La inclusión del IRA y el completo silencio de ETA podría sugerir esta falta de compromiso político y de responsabilidad hacia la historia que, por el contrario, se encuentra en las novelas policiacas de la Transición española, piénsese, por ejemplo, en Manuel Vázquez Montalbán: “Decía Manuel Vázquez Montalbán que él reivindicaba la memoria y que despreciaba la nostalgia por considerarla un puro ejercicio censurador de la memoria” (Colmeiro, 2007, p. X).
2. Un viaje detectivesco: en los albores del perfil criminal y de la Ertzaintza
Lee Quinby (1994) interpreta la nostalgia como una forma de escapar a “un apocalipsis tecnológico” (p. XVI). Por su parte, Svetlana Boym (2001) también supone que las épocas de aceleración tecnológica se caracterizan por el resurgimiento de la nostalgia y por una vuelta a los orígenes (pp. 33-35). Con Esperando al diluvio, Redondo vuelve a los orígenes y escapa de las actuales investigaciones basadas en restos de ADN, cámaras de seguridad, estudios científicos y sistemas de reconocimiento para presentarnos a un detective de la vieja escuela con base en la observación y, frecuentemente, en sus propios pálpitos: “In an age of rapid economic, social and technological change, there is deep longing among many people for the perceived simpler times of decades past” (Chang, 2003, párr. 2). Con todo, Noah Scott Sherrington no desestima las nuevas tecnologías, al contrario, si tiene acceso, se vale de ellas:
En 1983 ya había cámaras de vigilancia en las puertas de muchos locales, y Noah estaba seguro de que, en salas grandes como la Arizona, en la que a menudo había actuaciones en directo, habría un sistema de vídeo para grabar las sesiones. Si más chicas desaparecían allí, era probable que la policía pidiera las grabaciones. (Redondo, 2022, p. 258)
De hecho, Noah Scott Sherrington representa los orígenes de los llamados perfiladores: “El término perfil criminal, o criminal profiling, fue acuñado en Quántico, Estados Unidos, por la Unidad de Ciencias del Comportamiento en el año 1979” (Norza-Céspedes et al., 2013, p. 311). La aparición de estos primeros perfiladores concuerda con el auge de los asesinos en serie:
hacia finales de los años 60 comenzó a incrementarse la frecuencia de este tipo de crímenes, que alcanzaron su pico en los años 80 —se calcula que durante esa década operaron unos 200 asesinos en serie solo en EE.UU.— . . . De hecho, el término ‘asesino en serie’ solo se acuñó a principios de los años 80. (Murphy, 2018, párrs. 3-5)
Según Steven Egger, se consideraría asesino en serie a un asesino de un mínimo de tres o cuatro víctimas con un periodo de ‘enfriamiento’, entre cada muerte; el asesino no suele conocer a su víctima; los asesinatos suelen reflejar la necesidad de dominar a la víctima; rara vez se mata por dinero; el móvil es psicológico y no material (aunque el móvil principal de las asesinas en serie es el dinero); la víctima puede poseer un valor ‘simbólico’ para el asesino, y se puede revelar por la forma de matar; el asesino elige a menudo a víctimas vulnerables. (Como se citó en López Martínez, 2005, p. 138).
Los asesinos en serie exigen a un nuevo tipo de investigador, el perfilador. Scott Sherrington representa al detective superdotado (Landeira, 2001, p. 17), aquel que vive por su trabajo y utiliza técnicas primerizas. Sus colegas en Escocia no lo entienden y lo marginalizan porque usa un nuevo lenguaje o una nueva forma de investigación, es decir, la del perfil criminal.
Aunque Scott Sherrington es un personaje ficticio, se basa en el detective que llevó a cabo la investigación de John Bible a finales de los sesenta: Joe Beattie. La prensa de la época llamaría a Beattie el real life Taggart, un famoso detective de la televisión escocesa.4 La prensa también anuncia que el detective Beattie llegó a ser tan conocido como el criminal John Bible; este paralelismo se advierte claramente en la novela, donde el detective llega a poseer más protagonismo que el asesino en serie, y, sin duda, mucho más que las víctimas de las que se conoce el nombre y poco más:
Estos relatos, además, tienden a desplazar la centralidad de la figura de la víctima, una de las marcas constantes del género, situándola en el personaje del detective . . . la cosificación de la víctima . . . reduce en ocasiones su papel a simple atrezzo. (Culver, 2015, p. 60)
Ciertamente, el gran protagonista de la novela de Redondo es el Scott Sherrington basado en Beattie, pero con un apellido que recuerda su procedencia, Scott, y con los mismos apellidos del considerado padre de la neurología inglesa: Charles Scott Sherrington.5 El nombre del detective describe a un personaje que sobrevive al diluvio, Noah; y los apellidos se relacionan con el método psiquiátrico o neurológico que sigue para no desfallecer y para resolver el caso. Noah Scott Sherrington contacta a la psiquiatra Dra. Elizondo, a quien visita para sobrellevar su muerte y para entender el modus operandi de John Biblia; en consecuencia, ella se convierte en una especie de psiquiatra forense. La ayuda de la Dra. Elizondo recuerda la misma metodología que se utilizó en los sesenta en la investigación del caso: “Beattie even employed the services of a psychiatrist in 1970 to create a criminal profile of their suspect in 1970—well before similar techniques were employed by the FBI in America” (Silvester, 2022, párr. 2).
Según Ricardo Landeira (2001), el detective “casi siempre tiene un amigo que le ayuda, facilita información desde lejos” (p. 18). Scott Sherrington también tiene un amigo, pero que le facilita información desde dentro. El escocés debe valerse del conocimiento policial interno del País Vasco y, para eso, necesita al joven e idealista Mikel Lizarso. Este “cuidador del pueblo” —como él mismo se denomina y traducción al español de la palabra Ertzaintza— forma parte de la primera promoción de la Ertzaintza o la policía autónoma del País Vasco, fundada en 1982. Esta pareja discordante —uno débil, enfermo, maduro y experto; el otro fuerte, sano, joven e inexperto— se complementan a la perfección. Mientras el escocés informa al vasco sobre los asesinos en serie y las nuevas técnicas policiacas, el ertzaina orienta a Scott Sherrington sobre cómo actuar en Bilbao y, sobre todo, se convierte en el “cuidador del detective”. El agente Lizarso provee al escocés de información esencial para poderse mover y pasar inadvertido en Bilbao y, además, le sirve a Redondo (2022) para incluir en su novela un hito histórico del País Vasco o en palabras del ertzaina: “Vivimos un momento histórico, la creación de la Ertzaintza va a cambiarlo todo” (p. 221). Con la inclusión de los orígenes de la Ertzaintza, Redondo, asimismo, incorpora el idealismo nostálgico reflejado en un ilusionado ertzaina que se desplaza por un Bilbao decadente, moderno y contaminado
es un joven de la Ertzaintza que sale por primera vez a la calle, jovencísimo y lleno de idealismos y de convicciones de que va a cambiar el mundo . . . Yo con el tiempo he hablado con ellos . . . y ellos son los primeros que reconocen que eran unos niños, que salían con la cabeza llena de idealismo y de ilusión, creyendo que iban a cambiar el mundo, pero sigo pensando que está bien. (de Cabo, 2023, párrs. 9-10)
3. Un viaje costumbrista: Glasgow y Bilbao en los ochenta
Además de detective, Scott Sherrington se convierte en una especie de guía de Bilbao. La ciudad pasa a ser el lugar del crimen o en palabras de Joan Ramon Resina (1997, p. 144): “si el crimen es una incógnita a despejar, un signo en busca de una hipótesis, el lugar es el que le da significación” (p. 143). Resina (1997) llama al espacio del crimen un “espacio de destrucciones” (p. 144) y en la presente novela sería un espacio de inundaciones. Scott Sherrington, el lector y la lectora deben entender y familiarizarse con Bilbao para atrapar al asesino. De esta manera, se observa Bilbao detenidamente y a través de los ojos de un forastero. En este sentido, Esperando al diluvio se aparta de las novelas policiacas del País Vasco anteriores con detectives que estaban familiarizados con el nacionalismo vasco y se acerca a la saga del detective Mahamoud Touré, escrita por Jon Arrexte:
an undocumented immigrant from Burkina Faso, subverts the cohesive national subject position that is typical of Basque crime fiction . . . Touré’s lack of familiarity with the Basque Country, his manipulative use of traditional marks of identity . . . to curry favour with the locals and his indifference towards Basque cultural distinctiveness are at odds with the nationalist detectives of many earlier Basque crime novels. (King, 2019, p. 170)6
Al igual que Touré, Scott Sherrington puede dar una visión menos politizada de los sucesos en el País Vasco. ¿Se podría considerar Scott Sherrington el perfecto personaje nostálgico sin compromiso político? ¿Sería Scott Sherrington todo lo opuesto al comunista Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán? Scott Sherrington es, sin duda, nostálgico y parece importarle poco la política o, por lo menos, no demuestra estar interesado en ella. La política tampoco es debatida por los otros personajes de la novela —con excepción del ertzaina que, muy por encima, le explica al escocés la situación que está atravesando el País Vasco—. Mikel Lizarso, el “ayudante” Rafa, la Dra. Elizondo y la novia del escocés llamada Maite funcionan como informantes sobre los sucesos en Bilbao.
Como señalaba, Mikel se encarga de ponerle al corriente sobre la creación de la Ertzaintza y le cuenta la situación política, por ejemplo, le ofrece información sobre la “guerra de las banderas”.7 La Dra. Elizondo se alía con el detective para ponerle al día sobre los nuevos avances en la psiquiatría y, en especial, sobre la psiquiatría forense. Ambos analizan conjunta y detenidamente el perfil de John Biblia. Por su parte, Rafa, su madre, Icíar, e, incluso, su perra Euri —que significa lluvia en euskera— le explican la situación de los menos favorecidos en el País Vasco, en concreto, la parálisis cerebral, y la ignorancia y el abuso hacia estas personas: “Hace años se constituyó en el País Vasco una asociación para luchar por el bienestar y los derechos de nuestros niños, en la que nos incluyeron. ¿Sabe cómo se llamaba? Asociación Pro Subnormales” (Redondo, 2022, p. 311). Finalmente, Maite se presenta como la representante de la cultura, del ocio y de la sociedad vasca. Desde su Bar Casino, Maite anuncia los eventos de las fiestas, las bebidas que toman los clientes y, sobre todo, las últimas noticias musicales. Esperando al diluvio es la novela de la música, como 1983 fue el verano de la música para su autora:
Hasta entonces la música provenía de lo que escuchaban mis padres . . . Alguien me preguntó aquel verano: ¿qué música te gusta? Pasé buena parte de las vacaciones pensando la respuesta. . . . A partir de ese instante la música se convirtió en algo fundamental en mi vida. (Redondo, 2022, p. 10)
La música no deja de sonar a lo largo de toda la novela. Esperando al diluvio se presenta como un viaje musical de canciones y cantantes tanto nacionales como internacionales: Tino Casal con “Póker para un perdedor”, Miguel Ríos con “No estás sola”, Bonnie Tyler con “Total Eclipse of the Heart”, Cyndi Lauper con “Girls Just Want to Have Fun”, Donna Summer con “She Works Hard for the Money”, Rod Stewart con “Baby Jane”, Betty Everett con “It’s in His Kiss”, David Bowie con “Let’s Dance”, Freddie Mercury, Francisco, Mocedades, Camilo Sesto, Mari Trini, Julio Iglesias, “Un inglés vino a Bilbao” y “La bella Lola”, todos ellos están incluidos en la novela e, incluso, la letra de algunas de las canciones mencionadas y la descripción de la carátula del disco de Mocedades.8 Las canciones se escuchan en la radio, un aparato que parece encendido a todas horas. La radio es tan imprescindible que Scott Sherrington se decide a comprar un transistor en la tienda Radio Ortega. El escocés podrá escuchar Los 40 Principales y a locutores como Ramón García, Santiago Marcilla o José Luis Abengoa Zubizarreta y dedicarle una canción a su chica: empieza Maite quien dedica “Amor de hombre” a Noah y él, más tarde, le dedica “Wouldn’t It Be Good” a ella.9 Además de Radio Bilbao, en la novela se escucha Radio Nacional, Radio Euskadi y la Cadena Ser.
Asimismo, y con relación a la música, Redondo incluye en su novela las discotecas, las salas de fiesta y los clubs míticos de los ochenta en Bilbao: por el Garden, Tiffany’s, Arizona, Holiday, Chentes, Yoko Lennon’s y Ovni pasarán el asesino, las víctimas y los investigadores. Una búsqueda en internet de todas estas discotecas —populares en los ochenta, pero de las que solamente sigue abierta el Holiday, actualmente Holiday Gold— nos lleva, de nuevo, a titulares periodísticos envueltos por un sentimiento de nostalgia: “El Garden de Bilbao no se olvida”, “Se apagó el brillo de Tiffany’s”, “Arizona, el club de los buenos recuerdos”, “Aquellas noches de sábado en las salas de fiestas de Bizkaia” o “El ayer y el hoy de los bares y discotecas más míticos de Bilbao”.10 Los lugares de moda de Bilbao están presentes y, también, calles, bares, hostales y grade almacenes como El Corte Inglés o Simago.11
Bilbao se convierte en un personaje de la novela y no en un personaje cualquiera, es el personaje descrito con más detalle. Bilbao se observa, se huele, se escucha y se estudia: entramos en sus tiendas con los personajes; paseamos por sus calles; olemos la ría del Nervión; animamos al equipo de fútbol de los leones en el San Mamés; escuchamos las bilbainadas; celebramos el Aste Nagusia (la semana grande) en honor a la Virgen de Begoña; bebemos en el bar Lamiak y en los cafés El Tilo, Altuna, Brasil y Bilbao; nos alojamos en el hotel Carlton; y vamos de bares en la senda de los elefantes, es decir, en la calle de Iturribide.12 Bilbao es el nuevo Glasgow: “Bilbao era Glasgow. . . . Húmeda, sucia y amoral como Glasgow” (Redondo, 2022, p. 131). Detective y asesino en serie se trasladan de una ciudad en decadencia a otra. Los paralelismos entre las dos ciudades son numerosos: lluvia, crisis económica, el río Clyde y el Nervión,13 el Barrowland Ballroom y el Arizona, el alcohol, el crimen, la prostitución —“Como en Glasgow, la prostitución, el menudeo y los robos de radiocasetes ligados a los toxicómanos” (p. 132)— , el equipo de fútbol —“sorprendido por la casualidad de que el equipo de Bilbao, como el de Glasgow, fuera conocido como los ‘leones’” (Redondo, 2022, p. 167)—, incluso, los apagones: “Era un apagón general . . . ‘Todo igual que en Glasgow’, pensó” (p. 180).
Para finalizar la ruta costumbrista de Bilbao, cabe añadir los txikitos que toman las cuadrillas de txikiteros en sus rondas por los bares. El vino tinto no falta ni, tampoco, los pintxos y otros manjares que Redondo incluye en su novela: croquetas de jamón, croquetas de bacalao, calamares rebozados, gambas asadas o a la plancha, pinchos morunos, marisco asado, chipirones rellenos en su tinta, mejillones, champiñones, entre otros.
4. Un viaje experimental: hacia la nueva novela policiaca
Pese a que Redondo se apropia del verano de 1983, con inexactitudes que justifica con la vaguedad de los recuerdos, es obvio que la autora ha llevado a cabo una documentación exhaustiva para escribir la novela; ella misma asevera: “En cada una de mis novelas la documentación se lleva una buena parte de mi vida, pero en ninguna hasta la fecha tanto como esta” (Redondo, 2022, p. 496). En los agradecimientos, Redondo manifiesta gratitud a “todas las personas que han puesto a mi disposición sus conocimientos, sus experiencias, sus confesiones y su ilusión” (p. 496). Una de estas personas es el periodista César Coca que puso a su disposición el extenso archivo del periódico El Correo Español-El Pueblo Vasco. La autora, pues, aúna documentación con sus vagos recuerdos del verano de 1983. Como homenaje al año en el que comenzó su viaje literario, Redondo basa toda su trama en los sucesos de ese verano y musicaliza esa trama con las canciones de la época, como si de una banda sonora se tratara. Y, es más, a la música se le suma la prensa de la época. Además de la radio, en la novela se encuentran revistas románticas —Jamín y Bianca—, periódicos nacionales, periódicos internacionales —The Times, The Sun, The Guardian, The Scotsman y el Daily Record— y titulares: “Bilbao quiere ser una fiesta” (p. 275), “La Policía Nacional admite a trámite la denuncia por desaparición de la joven Sandra Arcocha” (p. 192), “La policía detiene a un sospechoso”, “John Biblia detenido” y “La policía tiene al monstruo” (p. 277). En los años ochenta, se escucha la radio y se compran revistas y periódicos en el quiosco y, el detective de Redondo también escucha la radio y compra diarios.
La autora no solo incluye la prensa en su novela, también se vale de ella y ficcionaliza algunas de las noticias de la época. Cabe tomar como ejemplo cuando Maite y su hija Begoña quedan atrapadas en su bar durante la inundación. Empieza a entrar agua en el bar y ambas suben al altillo, y, cuando les cae agua en la cabeza, se dan cuenta de que se va a derrumbar el bar. Con el derrumbe, las dos se liberan. El artículo titulado “35 aniversario de las inundaciones más graves de Euskal Herria” explica la misma historia, aunque los personajes son Jon Elizondo, que regentaba el Bar Casino —el mismo nombre que el bar de Esperando al diluvio—, y su hermana Miren:
entraron a la bodega para intentar resguardarse. Se quedaron ahí, pero el agua empezó a subir sin parar. Recuerda que consiguieron subirse a un altillo, y ahí, empezaron a escuchar el ruido de las olas. “Después, noté en la cabeza que me caía una gotera de arriba, y ahí dije: ‘aquí arriba hay agua’. Por lo que nos preguntamos, ¿dónde estamos nosotros?”, relata. Poco después, la fuerza del agua hizo lo demás, tirando abajo el edificio y dejando libres a Jon y a Miren. (Rincón, 2018, párr. 3)
Anteriormente señalaba que la parte ambientada en Glasgow se basaba en hechos menos ficticios que cuando Redondo traslada al asesino en serie, seguido del detective, a Bilbao. No obstante, la inundación del Bar Casino sucedió en el verano de 1983, aunque Jon y Miren son cambiados por Maite y Begoña. La novelista ficcionaliza sucesos que transcurrieron en el Glasgow de finales de los sesenta y en el Bilbao de los ochenta, extraídos muchos de ellos de la prensa de la época, y que los combina formando una novela novedosa y original. Todavía más: Redondo, finalmente, resuelve el caso y Bible John paga por sus crímenes y muere durante el diluvio de Bilbao.
Carles Geli (2011) se pregunta “¿Encaja hoy mejor la sociedad la mezcla entre realidad y ficción y eso explicaría el auge de este tipo de libros?”. Y se contesta: “No, lo que ocurre es que hay una serie de periodistas que tienen la sensibilidad y el talento para abrir en canal las entrañas ficcionales de aquello que llamamos realidad” (párr. 3). Redondo no es periodista, pero con Esperando al diluvio abre en canal las entrañas ficcionales de aquello que llamamos realidad. La autora mezcla realidad y ficción experimentando con una novela policiaca. ¿Podemos clasificar Esperando al diluvio de novela policiaca? Sí y no, y, además, no es necesario clasificarla. Aunque no falta el suspense, la novela carece de la intriga por desvelar y desenmascarar al asesino, y esa intriga, según Colmeiro (1992), es el motor de las novelas policiacas:
La intriga es indispensable en la novela policiaca, su presencia abarca todo el ‘discurso’ narrativo, lo dirige y conforma según su interés, pero no es necesariamente el objetivo central y único del relato. La intriga policiaca no es simplemente un fin en sí mismo, sino una estrategia narrativa de probada utilidad como armazón estructural, bajo la que caben . . . toda una variedad de objetivos, y que configuran la sintaxis básica de la gramática de la novela policiaca. (p. 124)
La falta de esa intriga es la crítica que recibe la novela en los comentarios de internet: “No es una simple novela de aventuras policiacas” (Martínez, 2023, párr. 1), “absolutamente nada a la investigación del criminal porque está identificado desde el principio” (Fernández, 2023, párr. 1), “La trama es pasable, aunque no me gusta que mezcle temas como el IRA y ETA en la persecución de un asesino en serie escocés” (Caron, 2023, párr. 1) o “La mayor parte del tiempo parece que estás leyendo una guía de ocio de Bilbao” (Arias, 2023, párr. 1).
Dolores Redondo ha afirmado en numerosas ocasiones que sus referentes son Ana María Matute (1925-2014) y Henry Miller (1891-1980).14 De Ana María Matute siempre nombra la novela con la que consiguió el Premio Planeta, Pequeño teatro (publicada en 1954):
Soñaba entonces con historias ambientadas en Boston, Nueva York o Los Ángeles, como las de su admirado Mario Puzo. Pero leyó ‘Pequeño teatro’, de Ana María Matute, ambientada en el norte de Cantabria, y se animó a escribir ‘sobre lo que más conocía’ y a anclar sus historias en su tierra y sus raíces. (Lorenci, 2021, párr. 5)
Ciertamente, la descripción perteneciente al prólogo de Pequeño teatro escrito por Soledad Puertolas bien podría encontrarse en un prólogo de Esperando al diluvio:
Ana María Matute encuadra esta materia en un escenario de carácter mítico y legendario . . . Lugares donde la lluvia es un “llanto nostálgico” que resbala sobre las piedras. Con esta elección, Ana María Matute marca ya una pauta . . . la preferencia por la metáfora, la melancolía de los relatos atemporales, la inclinación por la bruma del norte, la humedad de la tierra, el olor a salitre del mar, la magia de quienes se quedan atrapados en esas nieblas, de quienes se pierden, indecisos, insatisfechos, en busca de destinos que quizá se hayan dictado para ellos quién sabe dónde, quién sabe por quién. (Puertolas, 2001, p. 2)
El llanto nostálgico de Matute se oye en Esperando al diluvio junto con la melancolía atemporal, la inclinación por la bruma del norte, la humedad de la tierra y el olor a salitre del mar. Para bien o para mal, tanto detective como asesino en serie quedarán atrapados en el Bilbao de Redondo.
El mismo llanto nostálgico se oye en Henry Miller, quien “loved to write about how much he hated New York, but all his life he remained nostalgic for the youth he spent in Williamsburg, Brooklyn” (Silleck, 2002, párr. 1). Al igual que Redondo, Miller asegura que
decidí escribir desde el punto de vista de mi propia experiencia, de lo que yo sabía y sentía. Y ésa fue mi salvación. . . . Descubrí que la mejor técnica es la ausencia de toda técnica. Yo nunca pienso que debo adherirme a ninguna forma particular de enfoque. Trato de permanecer abierto y flexible, dispuesto a girar con el viento o con la corriente del pensamiento. (Moncada, 2023, párr. 7)
Estas palabras de Miller bien podrían pertenecer a Dolores Redondo. Ella ha decidido escribir desde el punto de vista de su propia experiencia y esa ha sido su salvación: “ponerse en paz con el lugar donde había nacido” (Colomé y Vila-Sanjuán, 2023, párr. 3). Redondo, como Miller, experimenta y escribe una novela en la que mezcla espacios, tiempos, voces y perspectivas o, en otras palabras, crea una narración contrafactual, en la que a partir de un viaje inverosímil se sitúa a un asesino en serie y a un detective en la realidad verosímil de Bilbao.
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Notas
Redondo tampoco tiene las fechas correctas del programa radiofónico de Ramón García, quien empezaría su programa un año después, en 1984: “en febrero de 1984, cuando quedó vacante una plaza en Los 40 Principales, me llamaron para cubrirla” (ER Estación Radio, 2014, párr. 2)