Literatura
Espacios inseguros en Tongolele no sabía bailar de Sergio Ramírez
Unsafe Spaces in Sergio Ramírez's Tongolele no sabía bailar
Espacios inseguros en Tongolele no sabía bailar de Sergio Ramírez
Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 50, Esp., e62876, 2024
Universidad de Costa Rica
Recepción: 21 Febrero 2024
Aprobación: 07 Mayo 2024
Resumen: Sergio Ramírez, galardonado con el premio Cervantes en 2017, termina su trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales con Tongolele no sabía bailar (2021). En esta novela, el protagonista ya no es miembro de la Policía Nacional como en la primera, ni el detective privado de la segunda novela, sino un perseguido en su propia patria. A pesar de la clandestinidad, realiza varios viajes y desplazamientos: 1) cruza ilegalmente la frontera entre Honduras y Nicaragua; 2) se sitúa en lugares inseguros como efecto del régimen represivo de Daniel Ortega y Rosario Murillo; 3) viaja mentalmente al pasado de la Revolución Sandinista; 4) abre nuevos espacios de investigación a través de las redes sociales; 5) sobrepasa los límites emocionales. En este artículo, se analizan estas transgresiones y multiplicaciones de los espacios narrados mediante herramientas de la narratología y cartografía literaria. Acorde a esto, se muestra que el estatus precario del inspector resulta en una fragmentación de la investigación criminal.
Abstract: Sergio Ramírez, winner of the 2017 Cervantes Prize, finishes his Inspector Dolores Morales trilogy with the 2021 novel Tongolele no sabía bailar (Dead Man Cast No Shadow). In the novel, the protagonist is no longer a member of the National Police, as he was in the first novel in the series; nor the private detective of the second novel, but, rather, a persecuted man in his own country. Despite his illegal status, he undertakes several journeys and becomes displaced a number of times: 1) he clandestinely crosses the border between Honduras and Nicaragua; 2) he puts himself in unsafe places as a consequence of the repressive Daniel Ortega-Rosario Murillo regime; 3) he mentally travels to the past of the Nicaraguan Revolution; 4) he opens new spaces of investigation through social media; 5) he transcends emotional limits. This article analyses these transgressions and multiplications of narrated spaces using tools from narratology and literary cartography. Accordingly, it shows that the precarious status of the inspector results in a fragmentation of the criminal investigation.
Keywords: Sergio Ramírez, Inspector Morales, unsafe spaces, narratology, literary cartography.
Palavras chave: Sergio Ramírez, inspector Morales, espacios inseguros, narratología, cartografía literaria
1. Introducción
Desde los inicios del género en el siglo XIX, los autores de las novelas policíacas1 prestaron mucha atención a las descripciones del espacio narrado, contextualizando para este fin los viajes y el desplazamiento de los personajes. En lugares determinados, unos cometen crímenes, se esconden, huyen, intentan borrar huellas y establecen pistas falsas; otros buscan los lugares de crímenes, recogen rastros, investigan, entrevistan, persiguen y finalmente identifican a los delincuentes. El espacio narrado es lugar y también objeto de la investigación criminal, tanto en los espacios restringidos de la ficción detectivesca que se caracteriza por el enigma (whodunit) como en los espacios abiertos de la metrópolis norteamericana en la hard-boiled novel (Nusser, 2009, pp. 23-68; Wigbers, 2006).
El espacio narrado asume varias funciones en la novela policíaca, en especial con el propósito de situar la trama, crear ambientes, informar sobre la realidad ficcional, dar orientación a los lectores implícitos al hacer referencias al mundo empírico, caracterizar a los personajes, ocultar pistas sobre el asesinato y aumentar el suspense, sea en la forma de un enigma o de un conflicto2. El mundo del género negro normalmente es un mundo peligroso e inseguro, porque hasta las realidades familiares pueden producir un malestar para los personajes ficcionales y los lectores reales, dado que la descripción del acto violento cambia el ambiente conocido. Sin embargo:
When one reads through the mass of crime fiction novels on the international book market, a continuity with regard to suspense is less striking than a continuous affinity to the subject matter of geography. The literature of enigmatic bodies, murders and crime scenes has developed into a geopolitical genre that conveys primarily one thing to the general public: an extensive knowedge [sic] of geographical orientation. Contrary to the current classification of crime fiction into thriller and mystery novel, it is apparent that the development of the genre over the past 50 years has produced a pivotal new feature: the description of geographical cultural settings. (Erdmann, 2011, p. 274)
Según Eva Erdmann (2011), desde hace algunas décadas predomina la información geográfica y topográfica en la ficción criminal, la cual ofrece a los lectores acceso a regiones del mundo poco conocidas, en perjuicio del retrato social de la sociedad contemporánea y del suspense.
La trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, escrita por Sergio Ramírez, nos parece un corpus adecuado para discutir la tesis de Erdmann (2011), dado que Nicaragua es una región poco esbozada en lo que podría ser un atlas mundial de la novela negra internacional. El inspector Morales se mueve por voluntad propia, pero también forzadamente, en una Nicaragua que es más que la ‘tierra de lagos y volcanes’ y la ‘tierra de poetas’. Es, asimismo, una tierra de asesinos, violadores, narcotraficantes, policías corruptos y otros criminales. También es claramente la Nicaragua bajo el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que representa el fracaso de una utopía revolucionaria.
En este artículo, analizamos los viajes y desplazamientos del protagonista de esta trilogía, poniendo énfasis en la última novela Tongolele no sabía bailar (2021). Mientras las primeras dos novelas, El cielo llora por mí (2008) y Ya nadie llora por mí (2017), siguen más o menos las pautas de la ficción detectivesca clásica, en Tongolele no sabía bailar ya no se halla el inspector de la Policía Nacional del primer libro, ni el detective privado del segundo. Ahora el protagonista es un deportado de su propio país, un sujeto sin estatus legal en Nicaragua, un perseguido que, pese a ello, no deja su antiguo oficio e inquiere sobre varios casos criminales que guían la ruta de su viaje por Nicaragua. ¿En qué lugares se encuentra durante este viaje? ¿Cómo se desplaza el detective en este nuevo contexto de la clandestinidad? ¿Cómo determina este nuevo estatus su investigación? Antes de responder a estas preguntas, resumimos brevemente el posicionamiento de Tongolele no sabía bailar dentro de la trilogía.
2. Sergio Ramírez y el inspector Morales
Sergio Ramírez, ganador del premio Miguel de Cervantes del año 2017, inauguró la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales con El cielo llora por mí, una novela de corte detectivesco bastante clásica, subdividida en 25 breves capítulos. En este libro, igual que en los dos que le siguieron, los interlocutores de diálogos ágiles y el narrador heterodiegético omnisciente cuentan cronológicamente los hechos principales y presentan al protagonista, sus colaboradores y los otros personajes. Dolores Morales, un nombre ciertamente irónico, es un antiguo guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que perdió la pierna izquierda en el combate contra la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y desde entonces usa una prótesis. Después del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, se incorporó a las filas de la policía, asignado a la Dirección de Investigación de Drogas en Managua. En este contexto laboral, se hizo famoso en 1999 al investigar el asesinato de una mujer involucrada en el narcotráfico internacional, el cual resultó en la captura de dos capos de droga importantes.
Desde El cielo llora por mí, el inspector Morales recibe apoyo de varios colaboradores, entre ellos son los más destacados el subinspector Bert Dixon, alias ‘Lord Dixon’, doña Sofía Smith y Fanny Toruño. Lord Dixon, su amigo y colega de la policía, fue asesinado por los narcotraficantes al final de la primera novela, así que en la segunda y tercera novela solo aparece como una voz que conversa con el inspector Morales y con doña Sofía3. Esta última ejecuta no solo los trabajos sencillos para el inspector, sino también aquellos que el protagonista por su discapacidad no puede realizar. Fanny, una telefonista enferma de cáncer, es la amante del inspector, un bebedor, mujeriego y solitario que “presenta claramente características misóginas, violentas y homofóbicas” (Wieser, 2015, p. 229).4
Ya nadie llora por mí consiste en 10 capítulos cuya trama se realiza el 27 agosto, ocho capítulos que narran los acontecimientos durante el 28 de agosto, un epílogo sobre el 3 de septiembre y un prólogo en forma de un artículo de Wikipedia. En este artículo, el autor informa sobre la biografía del inspector Morales, incluyendo la captura exitosa de los jefes narcos, sus asociados más cercanos (Lord Dixon y doña Sofía) y sus relaciones sentimentales (un primer matrimonio durante la guerrilla y una relación amorosa con Fanny). El autor termina este pasaje con la siguiente frase: “Todos estos hechos se encuentran debidamente relatados en El cielo llora por mí (Alfaguara, 2008), de Sergio Ramírez, coterráneo del inspector Dolores Morales, con quien conserva una excelente relación de amistad” (Ramírez, 2022e, p. 14). Después de esta frase notable, la sección “Cambios políticos transcendentales” del artículo de Wikipedia menciona la toma del poder por Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, así como el establecimiento de “una nueva clase de capitalistas provenientes de las propias filas del FSLN, o de su periferia…” (Ramírez, 2022e, p. 14).5
La trama de Ya nadie llora por mí empieza con la descripción de uno de estos capitalistas, un multimillonario estrechamente vinculado con las altas autoridades del gobierno sandinista, quien encomienda al inspector Morales buscar a su hijastra desaparecida en el curso de tres días ―este es el motivo de la llamativa estructuración temporal de la narrativa―. El protagonista, ahora como detective privado, ya no dispone del apoyo institucional como “tantos años atrás” (Ramírez, 2022e, p. 19) cuando todavía era miembro de la Policía Nacional. Él logra localizar el paradero de la desaparecida, y no solo esto, también se entera de que esta muchacha había huido de su padrastro, quien había abusado sexualmente de ella durante varios años. Suponemos que la analogía con Daniel Ortega y Zoilamérica Ortega Murillo no es una mera coincidencia.6
Obviamente, por las técnicas literarias, así como por los temas, personajes y lugares, Ya nadie llora por mí prepara el terreno para Tongolele no sabía bailar. Destacamos las técnicas más sobresalientes: en ambas novelas, un artículo de Wikipedia resume el contenido de los libros anteriores, una notable estructuración temporal acelera el ritmo narrativo, los saltos entre los episodios narrados van de la mano con una multiplicación de perspectivas, las cartas, mensajes y tuits contribuyen a la polifonía de la obra, y una fuerte dosis de ironía provoca la risa de los lectores, a pesar de los temas sombríos. En las dos novelas, la corrupción dentro del sandinismo, la decepción política, el miedo ante la violencia estatal y el esoterismo del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo constituyen motivos recurrentes. En Ya nadie llora por mí, aparecen por primera vez Tongolele y Rambo, quienes se convierten, respectivamente, en antagonista y ayudante del inspector Morales. Y, en lo que se refiere al espacio narrado y los lugares mencionados, las tramas de Ya nadie llora por mí y Tongolele no sabía bailar se realizan, en parte, en las mismas áreas de Managua, por ejemplo, en el barrio Villa Fontana donde está ubicado el recinto de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia. Hasta la clandestinidad, que marca las acciones del protagonista en la última parte de la trilogía, ya está presente en Ya nadie llora por mí. Hacia el final de la historia narrada, tras hacerse público el abuso sexual del multimillonario a su hijastra, el inspector Morales tiene que esconderse en la capital nicaragüense. A pesar de ello, el comisionado Anastasio Prado, alias ‘Tongolele’, jefe de la Dirección General de la Seguridad del Estado, logra capturarlo y llevarlo como prisionero a la frontera con Honduras.7 Aquí empieza el breve exilio forzado del inspector Morales al lado de su asistente Serafín Manzanares, alias ‘Rambo’, y la trama de la última parte de la trilogía. Pero antes de contar en Tongolele no sabía bailar el regreso ilegal a Nicaragua y otras aventuras de su protagonista, el autor de la novela, quien desde 2021 vive exiliado, avisa a sus lectores sobre el trasfondo real de la historia narrada con la siguiente dedicatoria:
Esta obra de ficción toma en cuenta los hechos sucedidos a partir de abril del 2018 en Nicaragua, cuando una serie de manifestaciones populares desató una brutal represión estatal. Los personajes, sin embargo, son todos de la invención del autor.
Mi tributo a los centenares de jóvenes caídos, y a sus familiares que siguen reclamando justicia. (Ramírez, 2022d, p. 7)
La masacre de 2018 y la vida de los nicaragüenses bajo lo que Ramírez llama la “ley de la selva” (Ramírez, 2022b) y la “dictadura” (Ramírez, 2022c) de la pareja presidencial Ortega y Murillo le inspiraron a escribir Tongolele no sabía bailar. Desde las primeras páginas, la trama está ambientada en un contexto de violencia, crímenes, corrupción, decepción, miedo e inseguridad. Un contexto muy adecuado para un protagonista que se mueve por caminos peligrosos y clandestinos en su patria, o como le dice Lord Dixon: “Convénzase de una vez por todas que usted no es más que un fugitivo” (Ramírez, 2022d, p. 172). Ya al final de Ya nadie llora por mí la voz de su amigo le había profetizado que iba a dirigir “la primera agencia de detectives clandestina que se ve en el mundo” (Ramírez, 2022e, p. 356), y al inicio de Tongolele no sabía bailar el mismo le advirtió que “[e]ntre paramilitares tendrá que vivir de ahora en adelante” (Ramírez, 2022d, p. 35).
3. Viajes y desplazamientos en Tongolele no sabía bailar
Las Figuras 1 y 2 indican que el inspector Morales en su trayecto de la frontera hondureña-nicaragüense hacia Managua, y también en la capital de Nicaragua, se encuentra cuatro veces en los lugares de los crímenes. Esta constelación no sorprende de por sí, porque los detectives suelen visitar varias veces los lugares de los crímenes en el transcurso de sus investigaciones, lo que ocurre asimismo en El cielo llora por mí y Ya nadie llora por mí. En cambio, en Tongolele no sabía bailar, el inspector Morales no va intencionalmente a estos lugares, sino que se encuentra en ellos por pura coincidencia. Al inicio de la novela, el protagonista contrata al “baqueano” (Ramírez, 2022d, p. 14) Genaro Ortez y Ortez, alias ‘Gato de Oro’, un vendedor callejero, para cruzar clandestinamente la frontera entre Honduras y Nicaragua. El asesinato de Gato de Oro había sido planificado por la Dirección General de la Seguridad del Estado desde hacía algún tiempo. Dicho plan se ejecuta en San Roque con la intención de amenazar al tío de Gato de Oro, monseñor Bienvenido Ortez, quien critica abiertamente al régimen sandinista. Fue mera coincidencia que el inspector Morales haya estado cerca de Gato de Oro en el momento de su asesinato, convirtiéndose de tal manera en testigo ocular. Pocas horas después, en la ciudad norteña Ocotal, nuestro protagonista informa a monseñor Ortez sobre el asesinato de su sobrino y se queda en la casa cural de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción reflexionando con su anfitrión sobre los motivos y circunstancias de este homicidio. Tres días después, el inspector Morales y su ayudante Rambo parten en dirección a Managua. En el camino, se les informa por teléfono sobre el atentado cometido contra monseñor Ortez, el cual ocurrió delante de la casa cural en Ocotal. Este atentado fue planeado y ejecutado igualmente por miembros y colaboradores de organismos estatales, no obstante, no tuvo nada que ver con la presencia del inspector Morales en la casa cural. Podemos detectar el mismo fenómeno con respecto a la represión hecha por miembros de la Policía Nacional y paramilitares durante las protestas estudiantiles en Sébaco y Managua. Es solo por casualidad que el inspector Morales se convierte de nuevo en testigo ocular, esta vez de la brutalidad estatal contra los estudiantes en las calles de Sébaco, en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y en el contiguo recinto de la parroquia católica Jesús de la Divina Misericordia en Managua. En la casa cural de esta parroquia, se había albergado nuestro protagonista el martes por la noche, un día antes de estallar la represión sistemática y a gran escala. La casa cural representaba un lugar seguro para el inspector Morales en “la boca del lobo” (Ramírez, 2022d, p. 106), descripción metafórica para Managua, ya que en la capital nicaragüense esperaba el “lobo” Tongolele. Sin embargo, este supuesto lugar seguro se convierte en el lugar de los crímenes, debido a que el miércoles por la noche los paramilitares abren fuego contra la casa cural y la propia iglesia donde varios estudiantes y vecinos habían buscado refugio ante la amenaza de los paramilitares.
El segundo paradero temporario del protagonista en Managua es el hospital Monte España, lugar hacia donde el inspector Morales acompaña a Rambo, a quien alcanzó la bala de un francotirador durante el ataque a la parroquia. Finalmente, la casa de su amante Fanny en la Colonia Centroamérica constituye el tercer paradero del protagonista en Managua. En las últimas páginas de la novela, leemos que allí se realizará la boda entre el inspector Morales y Fanny. De esta manera se cierra el círculo, dado que la primera transgresión del protagonista, cruzar ilegalmente la frontera entre Honduras y Nicaragua, fue motivada por Fanny, que entonces había sufrido una recaída de su enfermedad.
Lo que llama la atención al ver las Figuras 1 y 2, aparte de la coincidencia significante entre los lugares de crímenes y los paraderos del inspector Morales, es el hecho de que el detective no se mueve para indagar los actos criminales. En comparación con las acciones de las dos novelas anteriores, El cielo llora por mí y Ya nadie llora por mí, donde el inspector Morales conduce con su viejo coche Lada por distintas zonas de Managua para analizar los lugares de crímenes o para entrevistar testigos, en Tongolele no sabía bailar no leemos este tipo de actividades. Podemos detectar una notable inmovilidad por parte del detective. No obstante, hay otros personajes que se desplazan para realizar los trabajos que solía hacer un detective. En primer lugar, monseñor Bienvenido Ortez, quien hospeda al inspector Morales y Rambo en la casa cural de Ocotal. Este viaja a la zona fronteriza para averiguar las circunstancias del asesinato de su sobrino y después reflexiona junto con el detective sobre el homicidio. En Managua nuestro protagonista recibe de nuevo el apoyo de un padre católico, no solo en lo que concierne al hospedaje, sino también a la investigación. A causa de sus reflexiones y averiguaciones, el padre Pancho, párroco de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia, se convierte en un verdadero “padre Brown” (Ramírez, 2022d, pp. 128, 232), según un comentario irónico de Lord Dixon.
En segundo lugar, hay que mencionar a doña Sofía y Rambo, los dos socios del inspector Morales. Desde El cielo llora por mí, cuando el inspector Morales todavía formaba parte de la Policía Nacional, doña Sofía Smith le asiste en sus investigaciones. En Tongolele no sabía bailar, ella, por ejemplo, persigue a aquel muchacho que dejó un mensaje secreto para el inspector Morales en la casa de Fanny: lo atrapa, lo entrevista y lo acompaña a su casa en el barrio La Fuente. De este modo, identifica a la teniente primera Yasica del Socorro Benavides Mairena, alias ‘la Chaparra’, la anónima remitente de los mensajes secretos que actúa como whistleblower dentro de la Dirección General de la Seguridad del Estado. Rambo, quien asiste al inspector Morales a partir de Ya nadie llora por mí, forma parte de los paramilitares de manera involuntaria. Posteriormente, informa al inspector Morales sobre las atrocidades cometidas durante la represión de las protestas e incluso socorre a una estudiante violada, a quien lleva a la parroquia Jesús de la Divina Misericordia.
En tercer lugar, las redes sociales abren nuevos espacios de investigación criminal. Doña Sofía, que se mueve fácilmente por los mundos digitales, crea una cuenta falsa de Twitter y, con las informaciones recibidas de la whistleblower y otras fuentes, escribe con el hashtag #nicaragualibre varios tuits sobre los asesinatos de Gato de Oro y Lázaro Chicas, el cuñado de Tongolele, los negocios ilegales de Tongolele, el atentado contra monseñor Ortez y su destierro, así como sobre la represión de las protestas en Managua. Estos mensajes se reproducen rápidamente en internet, se divulgan en los medios de comunicación establecidos como La Prensa y El Nuevo Diario e incluso forman parte de los informes de la misión del Parlamento Europeo y de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Otros siguen el ejemplo de doña Sofía subiendo mensajes, fotos y videos de las atrocidades cometidas durante la represión, material que ofrece informaciones valiosas al inspector Morales (Ramírez, 2022d, pp. 136-139, 163, 167-171, 193, 204, 238, 261-263, 290-291, 306). La inmovilidad del detective, compensada por la movilidad de los personajes de su alrededor y las oportunidades que ofrece el internet, son claros indicadores que en Tongolele no sabía bailar estamos frente a una fragmentación del proceso de la investigación criminal.
La inmovilidad del protagonista se contrapone a la movilidad de su antagonista. La Figura 3 muestra los lugares en Managua hacia donde Tongolele, el jefe de la Dirección General de la Seguridad del Estado, se desplaza para planear o ejecutar los asesinatos, supuestamente con el fin de proteger Nicaragua. El único lugar que visita por motivos privados es la casa de su madre, alias ‘la profesora Zoraida’, quien asesora espiritualmente a Rosario Murillo, su “clienta única” (Ramírez, 2022d, p. 85). El narrador heterodiegético omnisciente describe estos lugares ―igual que los lugares hacia donde viaja o se desplaza el inspector Morales― con muchas informaciones topográficas y detalles para crear ambientes específicos. Damos aquí un ejemplo: la llegada al estadio Dennis Martínez por parte de Tongolele y el comandante Silverio Pérez, alias ‘Leónidas’, quien asume la orden de “ya sabemos quiénes” (Ramírez, 2022d, p. 185) de sofocar las manifestaciones contra el gobierno:
Ya llegan al estadio Dennis Martínez, ubicado entre la avenida universitaria y la carretera a Masaya, en las cercanías de la laguna de Tiscapa, y en la cercanía también de la catedral metropolitana, de la Universidad Nacional de Ingeniería, y de la Universidad Centroamericana, un obsequio del gobierno de Taiwán para que Nicaragua no abandonara el puñado de países que aún no desertaban para irse a abrir relaciones diplomáticas con China Popular.
Los predios están bajo el control de la policía, los accesos resguardados por barreras metálicas en las que sólo se permite el paso a los vehículos que acarrean a la tropa de paramilitares, buses de las líneas urbanas de Managua aportados por las cooperativas de transporte, camiones de obras públicas, microbuses y camionetas de ministerios y entidades de gobierno. (Ramírez, 2022d, p. 179)
Cada uno de estos dos párrafos consiste en una enumeración. La segunda enumeración transmite la idea de que múltiples instituciones del estado y grupos afines al gobierno están involucrados en la represión de la rebelión, algo que de hecho ocurrió en la masacre de abril de 2018. La primera enumeración ofrece muchos detalles sobre la ubicación geográfica del más importante estadio de béisbol en Nicaragua. ¿Por qué tanta información al respecto? Una vez más se trata, posiblemente, de una alusión a hechos reales. En 2018, los francotiradores del régimen abrieron fuego contra los manifestantes desde las alturas del techo del estadio Dennis Martínez, lo que se menciona brevemente en Tongolele no sabía bailar (Ramírez, 2022d, p. 229). En la novela, la concentración previa de las fuerzas paramilitares se produce en el estadio, pero aparte de esto no es un lugar importante para la trama. Presumimos que en este pasaje se plasma lo que Erdmann identificó como una función central de la ficción criminal: “raising awareness and encouraging curiosity” para “provide access to unknown regions” (Erdmann, 2011, p. 275). Podemos deducir de pasajes como el citado arriba, que el lector implícito de Tongolele no sabía bailar no se encuentra en Nicaragua, porque los nicaragüenses tienen harto conocimiento de la ubicación geográfica del estadio Dennis Martínez. El lector implícito forma parte de este gran grupo de admiradores de novelas policíacas que continuamente busca nuevos hotspots criminales internacionales, por ejemplo, Venecia en la ficción detectivesca de Donna Leon o La Habana en las novelas de Leonardo Padura.
4. Lugares inseguros en Tongolele no sabía bailar
En el análisis de los viajes y desplazamientos del inspector Morales por el norte de Nicaragua, Managua y el mundo virtual, ya mencionamos varios lugares por los cuales nuestro protagonista pasa o se aposenta. En la Tabla 1, sistematizamos los lugares indicados y su ubicación geográfica, el tiempo narrado, así como los personajes principales en los 18 capítulos y en el epílogo de Tongolele no sabía bailar para seguir los pasos del inspector Morales y el proceso de la investigación.
Capítulo | Ubicación geográfica | Lugar específico | Tiempo | Personajes principales |
Primera Parte | ||||
1 | Frontera entre Honduras y Nicaragua | Cerro, trocha, carretera, caserío | Sábado: amanecer | Morales, Rambo, Gato de Oro |
2 | Managua: Las Colinas, Valle de Gothel | Oficina de la Seguridad del Estado, carretera | Lunes: atarceder | Tongolele, Pedrón |
3 | Ocotal | Casa cural de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción | Lunes: mediodía | Morales, Rambo, Mons. Ortez |
4 | Managua: Valle de Gothel | Casa de Zoraida | Lunes: noche | Tongolele, Zoraida |
5 | Ocotal, Sébaco, Las Maderas | Carretera Panamericana, tienda de Jacqueline | Martes: mañana, mediodía | Morales, Rambo, Padre Pupiro, Jacqueline |
6 | Managua: Las Colinas | Oficina de la Seguridad del Estado | Martes: mañana, mediodía | Tongolele, Chaparra, Pedrón |
7 | Managua: Villa Fontana | Casa cural de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia | Martes: noche | Morales, Rambo, Padre Pancho, Sofía |
8 | Managua: Las Colinas, Chiquilistagua | Carretera, finca de Leónidas | Martes: noche | Tongolele, Pedrón, Leónidas |
9 | Managua: Villa Fontana | Casa cural de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia | Miércoles: mañana | Morales, Padre Pancho |
Segunda Parte | ||||
10 | Managua: Chiquilistagua, Estadio Dennis Martínez, Mercado de Mayoreo | Finca de Leónidas, carretera, palco del estadio, bodega | Miércoles: madrugada | Tongolele, Leónidas, Amado Lira |
11 | Managua: Colonia Centroamérica, Barrio La Fuente | Casa de Fanny, restaurante La Tortuga Marruca, casa de Magdalena | Miércoles: mediodía | Sofía, Bob Esponja, Magdalena |
12 | Managua: carretera norte, Mercado de Mayoreo | Carretera, barricadas, bodega | Miércoles: mañana | Tongolele, Pedrón, Fabiola, Amado Lira |
13 | Managua: Villa Fontana | Casa cural de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia | Miércoles: noche | Morales, Padre Pancho, Sofía, Rambo |
14 | Localización indefinida | Oficina de Inteligencia Militar | Miércoles: noche | Chaparra, Pedrón, coronel Pestrana |
15 | Managua: Villa Fontana | Casa cural de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia | Sábado: noche | Padre Pancho |
16 | Managua: Rotonda de la Virgen, pista marginal sur | Escuela Nicolás Maduro, carretera, barricada | Jueves: amanecer | Tongolele, Amado Lira, Cara de Culo |
17 | Managua: Colonia Centroamérica | Casa de Fanny | Días después: tarde | Morales, Sofía, Fanny |
18 | Managua: Las Colinas | Oficina de la Seguridad del Estado | Días después: mañana | Chaparra, Pedrón, Manzano |
Epílogo | ||||
No numerado | Managua: Colonia Centroamérica | Casa de Fanny | Días después: tarde | Morales, Sofía, Fanny |
En esta tabla, llama la atención el enfoque geográfico en Managua y el enfoque temporal entre el mediodía del martes y el amanecer del jueves. En total son 12 de los 18 capítulos los que relatan este breve período de tiempo, incluyendo el informe que el padre Pancho escribe el sábado por la noche sobre el ataque al recinto de la parroquia de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia, en el capítulo 15. El enfoque temático de estos doce capítulos es la represión de las protestas por los policías y paramilitares. El ataque al recinto de la parroquia es una consecuencia de la represión ocurrida en el contiguo campus de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, el cual termina al amanecer del jueves.
Los primeros cuatro capítulos se dedican sobre todo a la narración de cómo el inspector Morales y Rambo cruzan ilegalmente la frontera entre Honduras y Nicaragua, y a la descripción del asesinato de Gato de Oro, además de mencionarse el asesinato de Lázaro Chicas. Estos dos homicidios fueron organizados por el mismo Tongolele. Los últimos dos capítulos y el epílogo tienen lugar unos pocos días después y relatan la situación tras la masacre y la preparación de la boda entre el inspector Morales y Fanny.
Managua constituye el centro geográfico en Tongolele no sabía bailar, igual que en las primeras dos novelas de la trilogía. Solo los capítulos 1, 3 y 5 relatan los episodios del inspector Morales en el norte de Nicaragua. En los capítulos 7, 9, 11, 13, 15, 17 y en el epílogo, nuestro protagonista ya se encuentra en la capital nicaragüense donde tiene un radio de acción muy limitado. Mientras estos capítulos impares están centrados en el inspector Morales y sus socios, en todos los capítulos pares seguimos los pasos de Tongolele y sus colaboradores por diversas zonas de Managua. La división equilibrada de los 18 capítulos entre el protagonista y el antagonista va de la mano con perspectivas diferentes sobre los mismos acontecimientos, por ejemplo, la perspectiva del inspector Morales sobre el asesinato de Gato de Oro, del cual se convierte en testigo ocular, en oposición a la perspectiva de Tongolele, quien recibe la información por parte de su subordinado Pedrón de que dicho homicidio ha sido ejecutado con éxito. Este informe imposibilita configurar la tensión narrativa típica del género negro, ya que desde el inicio los lectores conocen a los autores intelectuales del crimen y pronto conocerán la identidad de los asesinos. Tal desinterés por el suspense y tal alternancia continua marcan toda la novela. En la Tabla 2, resumimos la estructura antitética de Tongolele no sabía bailar en sus distintas facetas:
Dolores Morales | Anastasio Prado, alias ‘Tongolele’ |
Ayudantes de Morales | Colaboradores de Tongolele |
Inmovilidad del detective | Movilidad del jefe del servicio secreto |
Clandestinidad del detective | Poder del Estado |
Espacios privados | Espacios públicos |
Sublevación | Represión |
Sinceridad | Corrupción |
Teología de la liberación | Esoterismo |
Todos estos antagonismos se realizan en ambientes y lugares topográficos específicos (véase Tabla 1). El inspector Morales y sus colaboradores están sobre todo en casas que ofrecen cierta protección ante la amenaza del poder estatal. Después de haber regresado de manera ilegal a Nicaragua, el protagonista puede hospedarse por tres noches en la casa cural de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Ocotal, y por dos noches en la casa cural de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia en Managua. En este contexto, él reflexiona con sus anfitriones, monseñor Ortez y padre Pancho, así como con sus socios doña Sofía, Rambo y Lord Dixon, sobre los homicidios, el atentado contra monseñor Ortez y las atrocidades cometidas durante la represión. Desde estos lugares clandestinos y a través de las redes sociales ―porque no les queda otro remedio―, acusan la injusticia en Nicaragua. Monseñor Ortez y padre Pancho por sus palabras y acciones son representantes emblemáticos de la teología de la liberación.9 Damos aquí dos ejemplos: en su último sermón antes del atentado contra su persona, monseñor Ortez defiende a los pobres y critica el pacto entre la “oligarquía vieja que sólo cree en el dinero” y “la nueva clase fastuosa y arrogante de quienes un día se llamaron revolucionarios, y hoy también sólo creen en el dinero” (Ramírez, 2022d, p. 94). Según monseñor Ortez, esta alianza corrupta cambió la constitución para perpetuarse en el poder, se apoderó del ejército, de la policía, de los sindicatos y de las universidades, saqueó el seguro social, devasta la naturaleza del país, introduce mentiras en los libros de historia, garrotea a los manifestantes, mete inocentes en la cárcel, mata campesinos, etc. (Ramírez, 2022d, pp. 93-95). No sorprende que este sermón fuera clasificado como “contrarrevolucionario” (Ramírez, 2022d, p. 116) por los agentes de la Dirección General de la Seguridad del Estado. El segundo ejemplo proviene del relato que el padre Pancho escribe para el arzobispo de Managua, en el cual informa sobre el ataque contra el recinto de su parroquia. En un pasaje, el padre Pancho justifica la acogida de los estudiantes manifestantes en su iglesia con las siguientes palabras:
Y si es que parezco parcial en estos juicios, confieso sin recato que lo soy, pues mi ministerio me obliga a la parcialidad con el oprimido que gime bajo la férula del Faraón opresor que aprieta en su pescuezo el garrote buscando descoyuntarle la cerviz, parcial como soy también a las Escrituras, que en eso son a su vez parciales y me mandan ceñirme los lomos para que el necesitado de justicia se apoye en mí y se levante conmigo. (Ramírez, 2022d, pp. 281-282)
La parcialidad, o sea la ‘opción preferencial por los pobres’, y la crítica explícita de la represión estatal, prefigurada en el personaje bíblico del faraón, constituyen dos elementes esenciales de la teología de la liberación que se estableció en América Latina durante los años 60. Con el movimiento sandinista, esta corriente teológica se extendió por Nicaragua, sobre todo por las comunidades eclesiales de base, pero también por los centros teológicos y hasta por el gobierno revolucionario, si uno piensa en Ernesto Cardenal, Fernando Cardenal, Miguel d’Escoto y Edgar Parrales, todos sacerdotes comprometidos e, igual que Sergio Ramírez, miembros del gobierno después del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.10 Hay que hacer hincapié en que la religión surge frecuentemente como tema, ambiente o espacio en las tres novelas de la trilogía. Aquí un ejemplo ilustrativo del uso de la religión al retratar el pasaje urbanístico de Managua. El narrador heterodiegético omnisciente describe el barrio La Fuente de la siguiente manera:
En todo el barrio sólo había una iglesia católica, la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, y en cada esquina o cada media cuadra aparecía un templo evangélico, algo que en otros tiempos la habría regocijado [a doña Sofía]; pero tal como lo probaba su tolerancia frente a las supersticiones de la Fanny, su espíritu militante se había venido apaciguando. Ahora ya raras veces ponía los pies en un culto protestante.
Tanto los templos como los comercios vecinos a ellos tenían nombres sagrados: al lado de la tiendita de ropa de paca La Sulamita, se arrimaba el salón de ventanas ojivales que albergaba la iglesia de Dios de las Profecías Libres en Cristo; junto a los billares Hebrón, se hallaba la iglesia de los Santos de los Últimos Días, con su torre en aguja, una miniatura que parecía armada con tacos de madera; frente al taller de piñatas Judith, donde Buzz Lightyear y el sheriff Woody Price se balanceaban colgados de la puerta, vestidos de papel crepé, estaba el zaguán donde se congregaban los fieles de la Cuarta Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús; la funeraria El Samaritano y la iglesia Oración Fuerte al Espíritu Santo tenían puertas contiguas. Y hasta la propia iglesia Ríos de Agua Viva, a la que pertenecía doña Sofía, tenía aquí una sucursal, lindante con la rosticería El Pollo de Emaús. (Ramírez, 2022d, p. 208)
Este pasaje, escrito con un toque irónico, ofrece muchas informaciones topográficas, crea un ambiente específico y también caracteriza a doña Sofía. Aunque en las tres novelas de la trilogía se hacen múltiples referencias a sus creencias religiosas, este aspecto no se convierte en un sujet, un segmento que determina el curso de la acción narrativa. En contraste con el protestantismo de doña Sofía, la teología de la liberación de monseñor Ortez y padre Pancho sí recibe una atención especial. Ellos albergan al inspector Morales y le ayudan en sus investigaciones, pero también representan el bando opuesto al régimen político. Mientras estos sacerdotes se ponen del lado de los pobres, el gobierno aparentemente revolucionario forja una alianza con los ricos. Mientras la teología de la liberación se encuentra enraizada en la realidad cotidiana de la gente marginalizada, el esoterismo estatal siembra los ‘árboles de la vida’, estructuras metálicas llamativas, supuestamente para proteger al país ante un magnetismo maligno. Mientras los dos sacerdotes protegen en sus casas a los perseguidos, el autodesignado “gobierno de Amor, Paz y Reconciliación” (Ramírez, 2022d, p. 134) reprime al pueblo que intenta reclamar el espacio público. Los antagonismos y los campos semánticos están bien marcados. En comparación con Ya nadie llora por mí, donde todavía hay un cierto diálogo entre los dos bandos, por ejemplo, aquella breve conversación entre Tongolele y el inspector Morales sobre los caminos que tomó la revolución bajo el gobierno sandinista actual (Ramírez, 2022e, p. 349), en Tongolele no sabía bailar los dos bandos se presentan endurecidos, ya no hablan entre sí y en caso de que se comuniquen, se perciben solo amenazas e insultos. El contacto entre los dos bloques antagónicos resulta a menudo en actos de violencia, desde el ataque a monseñor Ortez y su familia en el norte de Nicaragua hasta la masacre en Managua.
Tanto las confrontaciones como la estructura antitética y los espacios narrados de Tongolele no sabía bailar se enmarcan con claridad dentro de las conocidas tesis de Yuri Lotman: 1) Los textos literarios necesitan, por lo menos, dos campos semánticos opuestos para generar significado y tensión. Estos campos semánticos pueden ser representados por elementos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, lo sagrado y lo profano, entre otros. La interacción entre ellos crea un dinamismo que permite el desarrollo de la trama narrativa. 2) Según Lotman, el héroe debe traspasar límites para constituirse como tal. Dichos límites, enmarcados en los campos semánticos mencionados, pueden ser físicos, sociales, psicológicos o morales. Al atravesar las fronteras establecidas, el protagonista enfrenta desafíos que contribuyen al desarrollo y crecimiento de su personaje. 3) Además, Lotman señala que las transgresiones, es decir, las acciones que violan las fronteras y las normas de las ‘semiosferas’ son cruciales para cualquier narrativa literaria. Estas transgresiones modifican el orden inicial del relato y generan conflictos con consecuencias imprevisibles para la historia narrada (Lotman, 1982, pp. 261-305; Lotman, 1996, pp. 10-56; Lotman, 2017, pp. 161-290). Aplicando las tesis de Yuri Lotman, en la Tabla 3 sistematizamos las fronteras y transgresiones en Tongolele no sabía bailar:
Fronteras geográficas | Dolores Morales y Rambo cruzan ilegalmente la frontera entre Honduras y Nicaragua. Los ayudantes de Morales entran en los espacios dominados por el poder estatal para investigar los crímenes. Los estudiantes toman la calle para protestar contra el régimen. |
Fronteras mediales | Doña Sofía utiliza las redes sociales para denunciar los crímenes porque no hay otra opción para dar testimonio. |
Fronteras ideológicas | Monseñor Ortez sale de la ‘semiosfera’ religiosa para criticar a los representantes políticos en sus discursos. |
Fronteras organizativas | La Chaparra y Pedrón participan en un complot contra Tongolele, su propio jefe en la Dirección General de la Seguridad del Estado. |
Fronteras emocionales | Dolores Morales, a pesar de ser un mujeriego y soltero convencido, decide casarse con su amante Fanny. |
La novela comienza con el regreso ilegal del inspector Morales a Nicaragua, aunque pronto nos enteramos de otro tipo de paso de fronteras que mantiene la acción narrativa principal: monseñor Ortez se atreve a cuestionar la hegemonía política, doña Sofía critica con sus tuits la injusticia omnipresente y los estudiantes protestan contra el régimen político en la calle. Obviamente, estas transgresiones resultan en reacciones por parte del poder estatal que intenta silenciar a los rebeldes, recuperar la calle y reestablecer el orden. Pero también dentro del poder estatal podemos identificar transgresiones que inestabilizan el propio sistema hegemónico. La Chaparra y Pedrón, los dos subordinados de Tongolele, intrigan contra su propio jefe, y la profesora Zoraida, la madre de Tongolele, advierte a su clienta espiritual Rosario Murillo de no levantar más árboles de la vida porque tendrán un efecto contrario al que se espera. Así que, como en toda buena novela, no solo hay blanco y negro, pues también existen matices de gris. Tongolele no sabía bailar termina con otro tipo de transgresión, ahora ya no de índole geográfica o ideológica, sino sentimental. El inspector Morales, como muchos detectives ficcionales un soltero notorio, entra en el puerto del matrimonio al casarse con su amante Fanny. La Tabla 3 ilustra con claridad que las múltiples transgresiones constituyen elementos centrales para la composición narrativa de Tongolele no sabía bailar y, más sorprendente aún, el cruce de límites no es un mero privilegio del héroe clásico, en nuestro caso, del detective Dolores Morales.
5. Consideraciones finales
El inspector Dolores Morales encarna varias cualidades de un detective clásico, por ejemplo, la mirada analítica o la agudeza mental. Como otros detectives ficcionales, dispone de ayudantes emblemáticos (doña Sofía, Lord Dixon, Rambo) y algunas particularidades (manía de tomar notas, prótesis, machismo, etc.). No obstante, en el transcurso de la trilogía podemos observar transformaciones graves en este personaje central. Con el asesinato de Lord Dixon pierde a su socio más cercano, tras su despido de la Policía Nacional pierde el apoyo institucional y al ser deportado a Honduras pierde su estatus legal en su patria.
En Tongolele no sabía bailar, el inspector Morales regresa clandestinamente a Nicaragua. A partir de entonces, tiene que esconderse del poder estatal que sigue sus pasos desde la frontera hasta la capital nicaragüense. Durante este viaje, se encuentra varias veces en los lugares donde se cometen crímenes, convirtiéndose por ello en testigo ocular. Los espacios narrados suelen ser retratados con muchos detalles, incluyendo informaciones geográficas y topográficas precisas. En Ocotal y en Managua, dos padres de la iglesia católica, ambos obviamente relacionados con la teología de la liberación, apoyan al inspector y reflexionan con él sobre los homicidios y otros actos de violencia. De esta manera, las dos casas curales se convierten hasta cierto grado en centros de investigación criminal, pero también son lugares de crímenes ejecutados por colaboradores del gobierno sandinista con el fin de silenciar a los opositores que se atreven a criticar la hegemonía política. Dado que el inspector Morales no puede desplazarse libremente, sus ayudantes se hacen cargo de indagar los hechos y entrevistar a los testigos. Sin duda, en Tongolele no sabía bailar percibimos una fragmentación del proceso de la investigación criminal y a un protagonista desilusionado que se aleja cada vez más del modelo de un detective clásico.
Frente a un escenario de violencia y miedo omnipresentes, ante lo que Sergio Ramírez llama la ‘ley de la selva’ y la ‘dictadura’ de Daniel Ortega y Rosario Murillo, donde no parece existir un sistema judicial independiente, cabe la pregunta: ¿Qué sentido tiene investigar los crímenes? Una posible respuesta la ofrece doña Sofía. “—A nosotros no nos queda sino seguir denunciando —suspiró doña Sofía—. Porque toda esta rebelión [la de abril de 2018], por el momento, parece que fue en vano. Mataron muchachos a diestra y siniestra, y allí siguen en el poder, bien atornillados” (Ramírez, 2022d, p. 308). Las informaciones recogidas por el inspector Morales y sus socios, pero también aquellas recibidas de una whistleblower dentro de la misma Dirección General de la Seguridad del Estado, resultan en denuncias anónimas en las redes sociales. Es ahí que termina la investigación realizada en un contexto clandestino e inseguro.
Bibliografía
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Notas