Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica

Vol. 50, No. Especial, diciembre 2024

Novela policiaca contemporánea en América Latina y España: desplazamientos y viajes

Presentación

Novela policiaca contemporánea en América Latina y España: desplazamientos y viajes

Contemporary Crime Novels in Latin America and Spain: Displacements and Travels

Jorge Chen Sham
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica
Shelley Godsland
Universiteit van Amsterdam, Ámsterdam, Países bajos

Novela policiaca contemporánea en América Latina y España: desplazamientos y viajes

Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, vol. 50, Esp., e63135, 2024

Universidad de Costa Rica

La deriva de los viajes y sus desplazamientos han hecho que el movimiento espacial y el psicológico del protagonista de la novela policiaca esté aún más presente en las nuevas incursiones del género por los autores contemporáneos en lengua española y esta es la finalidad de este Número Especial de la Revista de Filología y Lingüística que coordinamos quienes suscribimos. La irrupción de un tono crítico o de indiferencia cínica ante la insoportable “no levedad del ser” (parafraseando a Milan Kundera), no pasa desapercibida para un género siempre en evolución, dada la naturaleza proteica de la novela moderna desde el siglo XVI, cuando en su afán de realismo y de incorporar el movimiento humano y la pluralidad de voces sociales, apueste por desenmascarar, subvertir, criticar, educar, aleccionar al lector por un lado, y mostrarnos una realidad de mentiras, falsedades, engaños, intereses, obstáculos y peligros.

Esta actitud de preocupación, de desencanto, de desarraigo, de asfixia, dependiendo del caso en la novela policiaca, se vislumbra cuando el personaje protagónico se confronta y se enfrenta contra ese cáncer social y a esas lacras en la sociedad contemporánea que representan tanto los crímenes como la violencia. Ellos se incrustan en sus ritmos y tiempos, en la dinámica misma de su devenir y de su evolución/involución, para que el protagonista viaje literal y metafóricamente y se vislumbre un recorrido y un proceso, mapas y cartografías imaginarias o simbólicas. A raíz de los desplazamientos físicos o simbólicos que dinamizan la evolución del género, ya sea el policía o el detective, ya sea el periodista o el profesor, estos son impulsados a un viaje controlable o no por el mundo y por sus deseos de realización personal. Porque esclarecer la verdad del crimen es siempre regresar a la conciencia protagónica de quien emprende y se aventura por esas rutas de la investigación y de la pesquisa, este impulso vital o profesional lo transforma y lo marca.

Por esa razón, actualmente las recurrencias/las transformaciones del género siguen interpelando a los novelistas que se enfrascan en revisitar constantemente las encrucijadas de dudas y de misterios y persisten en reescribir fascinados como los propios protagonistas que crean en tanto sus dobles de la ficción. La experiencia actual indica que quien se acerca al género regresa a él con asiduidad1 e intenta dar vida y coherencia a sus trazas. Se trata de realizar series de novelas que forjan la saga de un solo detective, de tal modo que, conscientemente, el escritor se esfuerza por plantearnos los derroteros y las aventuras multiplicadas por más de una obra. Por esta razón, a novelistas y a sus lectores les conmueve/les fascina sumergirse y explorar las derivas y los desplazamientos que suponen seguir tanto las pistas como los misterios de toda índole. Reconocerse y reconocer no solo la diversidad sino también la pluralidad de los caminos de la novela policiaca en este siglo XXI implican, en este sentido, abordar esa conciencia que quien realiza la pesquisa y la investigación tenga que realizarlo en un espacio nada halagüeño y muchas veces sórdido.

Así, este mundo posmoderno de fluctuaciones y oscilaciones conduce, más bien, a considerar una realidad líquida de nuestros tiempos, cuyas fronteras y límites no se esbozan con tanta claridad, para que el odio, la violencia y el crimen se codeen con un proceso de depayser, como dicen en francés, que desdibuja y deforma para degradar y fragmentar un mundo no muy tranquilo y en vertiginosos cambios. Precisamente, esa finalidad fue lo que planteamos al lanzar nuestra propuesta de investigación; su temática era la siguiente: la impronta y las repercusiones de las nociones de desplazamiento (literal o simbólico) y de los viajes en la conformación y en los procesos de significación de la novela policiaca. Este dossier comienza con dos artículos con una vocación más general y que sirven de marco para plantear los estudios particulares, de esas derivas y evoluciones propias del género en el siglo XXI. Por esta razón sirven de brújula y de salvavidas con el fin de navegar por el mar sinuoso y en zozobra que representan los nuevos derroteros de la novela policial en América y en España.

Se abre con el artículo “La novela policial clásica en la encrucijada entre el orden y el caos”, de Ronulfo Vargas-Campos; su argumento gira en torno a la idea de que la novela policial se constituye como una apología de la racionalidad de la sociedad democrática liberal, la cual responde al contexto monárquico parlamentario del siglo XIX en tanto régimen político hegemónico y legitimación ideológica de sus instituciones. La concepción de mundo de la sociedad liberal, que engendra la novela policial, es una trama de representaciones en torno a la realidad física, la condición humana, el conocimiento, la moral y las instituciones sociales. Bajo tal concepción se provee identidad personal y comunitaria a los individuos que componen el tejido social, a la vez que se les brinda certeza de estar en lo correcto tanto en sus convicciones, como de sus interacciones en todos los ámbitos (trabajo, vida cotidiana, etc.). Sherlock Holmes es su paradigma.

La tradición cultural, lógica y epistemológica del positivismo de sus intelectuales británicos conforma un caldo de cultivo para la ficción policiaca, con este personaje que encarna al más destacado razonador inductivista, prototipo del científico especializado en la ciencia criminológica como en su saber empírico-analítico. En una palabra, ese talante racionalista e individualista funciona como una representación del modelo antropológico cartesiano. Por tanto, para Vargas-Campos, el héroe de la novela criminal clásica no es el policía, sino el detective privado que cristaliza la interiorización del espíritu individualista empresarial. El artículo indaga la ambigüedad ideológica de una literatura que pontifica al detective privado, en su calidad de representante del orden institucional pero también al delincuente elegante. En efecto, los delitos de este se ejercen contra las consecuencias del orden legal sobre los territorios y personalidades. Un orden que resulta, por cierto, despótico de una sociedad de clases, constituido con el fin de privilegiar ciertos estratos sociales.

El segundo trabajo que nos desplaza por la geografía de la novela policiaca en España es el de Emilio Frechilla y su título es “La senda de la criminalidad en la novela policial española”.Frechilla se ubica desde un primer momento en la novela policial en tanto viaje metafórico que requiere de parte del investigador la búsqueda de la verdad. Su recorrido se marca dentro de un espacio heterogéneo que lo interpela y lo impulsa por un escenario que provoca una doble reacción: la del investigador que se reconoce y reconoce al mismo tiempo el mundo en el que debe desplegarse su savoir faire; la del lector, a quien esta manera de concebir y transmitir sus vivencias acaba por poner en escena el nuevo pacto de escritura con ese acompañante invisible que lo acompaña también. Con esta finalidad, Frechilla nos propone un recorrido por la novela española y hace una tipología que ensaya en forma de un viaje por las “sendas” del género; muy sutilmente se subraya aquí esa diferencia con una ruta o un camino, porque implica la estrechez y los obstáculos para los transeúntes que pasan por y sobre ella.

Sin embargo, Frechilla sale airoso al proponernos, en este “jardín de senderos que se bifurcan”, como uno de esos títulos claves del género en la literatura en lengua española proporcionado por Jorge Luis Borges, un primer rastreo gracias al par crimen y violencia, del que salen sus dos ramajes-senderos, novela policiaca o novela negra, respectivamente. El segundo rastreo por esas bifurcaciones lo constituye abordarlo desde esas dos tendencias que remontan a la historia del género, porque el crítico español observa dos tendencias: la europea de claro ligamen a la trama del enigma, el crimen y los misterios que suscita y encadena, y una tendencia más americana, en la que la violencia y el mal se encarnan en una sociedad en donde la podredumbre y la corrupción dominan. Bajo la guía de Frechilla esa senda se aligera y no es tan estrecha entonces, para abordar y sacar conclusiones sobre un corpus bien solvente de novela policial española.

Ahora pasemos a los casos concretos que se estudian en este dossier.

Comenzamos con la novela del costarricense Jaime Fernández-Leandro, la cual será el objeto de estudio en el ensayo ofrecido por Melvin Campos-Ocampo, tal como anuncia el título de su trabajo: “El infierno esmeralda. Continuidad ideológica de la oposición espacial campo/ciudad en Riberas del Averno”. Campos-Ocampo establece cómo en la novela que elige analizar, la naturaleza —ese “infierno esmeralda” como él lo llama— es el lugar asociado con los extremos de la violencia y lo salvaje, mientras la ciudad es el espacio donde reinan el orden y la razón, aunque estas tendencias raramente puedan influenciar en el entorno campestre en donde se lleva a cabo todo tipo de crimen y atrocidad. Al repararse en esa reconstrucción de la noción clásica latinoamericana de civilización-barbarie, el crítico pondera su reconfiguración para el siglo XX en la ficción que elige estudiar, y la emplea para establecer su conceptualización de viaje/desplazamiento, en este caso entre espacios rurales y urbanos.

La naturaleza abrumadora se representa a través de la jungla, ambiente salvaje por excelencia, lugar que permite que se lleve a cabo todo tipo de crimen y acto delictivo porque, efectivamente, los oculta entre árboles, hojas, su espesa maleza y sus huecos profundos y desconocidos. De esta manera, según arguye Campos-Ocampo, el entorno rural se vuelve cómplice de las acciones más horrendas y homicidas. Reyes, el aparentemente incorruptible investigador citadino, personificación de todas las características positivas asociadas con la urbe, sucumbe ante el infierno natural y se ve incapaz de imponer orden ante el caos selvático.

Una ficción finalista del certamen Medellín Negro 2013 es merecedora de la atención crítica de Jorge Chen-Sham; su artículo se intitula “Desplazamientos y derivas del narcotráfico en Toda la ceguera del mundo: Néstor Ponce y la criminalidad”. La novela en cuestión es una “negrísima” narcoficción que cumple con creces las características para esa corriente literaria, aunque está ambientada en la Argentina, no en alguno de esos países que se asocian más usualmente con el narcotráfico. Según señala muy acertadamente Jorge Chen-Sham, la expansión de la “industria” del tráfico de drogas supone una especie de desplazamiento de la criminalidad narco hacia nuevos territorios, o sea, se “glocaliza” —es decir, deja de ser un fenómeno local para convertirse en uno globalizado—.

Como también propone este artículo, no es solo el ‘negocio’ y quienes lo llevan o se mueven por espacios novelescos, sino también la droga misma se transporta, tal como se aprecia en Toda la ceguera del mundo, sobre todo al trasladarse del Sur productor al Norte consumidor, es decir, a Europa y Estados Unidos. Al moverse la cocaína por el continente americano, cada vez más países se ven implicados en su cultivo, preparación y venta, lo cual lleva a una escalada de violencia, delincuencia y ferocidad, según narra Ponce. Por lo tanto, Chen-Sham propone que, en cierto modo, Toda la ceguera del mundo se puede leer como un mapa que reconstruye los itinerarios y la circulación de los estupefacientes por el territorio del continente y mucho más allá. Con esta cobertura de las redes del narcotráfico, surge el modus operandi de sus actividades delictivas: la tortura, el salvajismo truculento y los homicidios, los cuales son una manifestación fehaciente de su poder y manipulación.

Por su parte, en “Una investigación italiana: Capital cultural y superioridad social en Nadie quiere saber de Alicia Giménez Bartlett”, Shelley Godsland sigue el desplazamiento a Roma del “tándem”, como se dice en francés, de la pareja de inspectores que ejemplifican Petra Delicado y Fermín Garzón. Del turismo al enfoque culturalista por el valor que Roma representa en tanto capital simbólico, la inspectora se vale del prestigio y de la distinción que su conocimiento representa haciendo un alarde cuya estrategia es menospreciar y denigrar a su subalterno en un juego que contradice la presentación clásica de ayuda y colaboración profesional. Así las cosas, la desigual relación entre Petra y Fermín corre paralela a la función simbólica de la ciudad en cuanto espacio jerarquizado y se traduce en un doble movimiento de los dos policías; la comodidad con la que Petra pasea por las calles y avenidas del centro romano, frente al desbarajuste de la mirada de Garzón por estos mismos ámbitos que su jefa subraya con sorna en sus comportamientos.

Lo anterior incide en la superioridad cultural y el capital simbólico de la inspectora, no solo para ensimismarse y recordar anteriores viajes a Roma, sino también para contextualizarla con referencia a productos culturales y a la actividad turística. Hay una línea tenue entre hacer alarde y mostrar su erudición y que tales conocimientos sean utilizados para resolver el crimen, eso está en el origen mismo de la novela policiaca. Ahora bien, lo que Godsland se interroga aquí interesa en la formulación de la pesquisa y el desplazamiento del viaje para investigar un crimen. Las referencias y las evocaciones simbólicas que se suscitan en ellos hablan de la educación y del refinamiento cultural que configuran a esa saga de inspectores a los que pertenece por tradición y emulación Petra Delicado, por cuyas imágenes de la historia y de la cultura pasan también las que el lector va reconociendo con una sintonía e identificación exquisitas.

Al comienzo del artículo “Espacios inseguros en Tongolele no sabía bailar de Sergio Ramírez”, Markus Ebenhoch resalta la importancia fundamental que, desde la concepción de la narrativa policiaca, han tenido los espacios entre sus páginas: espacios para llevar a cabo fechorías, para realizar una investigación, para reforzar la caracterización de los personajes, etc. De este modo, él establece el contexto para proceder a analizar la forma y función de lo que identifica como “espacios inseguros” en Tongolele no sabía bailar (2021), la última entrega de la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, obra del nicaragüense Sergio Ramírez. Se trata de espacios que, siguiendo el patrón establecido en el relato noir tradicional, pueden servir muchas funciones dentro de este particular género narrativo. Según Ebenhoch, estos “espacios inseguros” en la novela de Ramírez incluirían el traspaso ilegal de fronteras nacionales, los lugares peligrosos para oponentes al régimen Ortega-Murillo, el espacio de la lejana memoria de la Revolución Sandinista, los espacios emocionales y, lo que sería de suma relevancia en Tongolele no sabía bailar, la Red —espacio cibernético dentro del que se procede a resolver muchos enigmas y crímenes—.

Tal como demuestra Ebenhoch, algunos de estos son espacios para evitarse y evadir el peligro; así, cuando Dolores Morales se encuentra en alguno de ellos, es por error. Tal como demuestra el crítico, en Tongolele no sabía bailar, el inspector se caracteriza principalmente por una notable inmovilidad. Sin embargo, la trama protagoniza a otros seres que se encargarán de desplazarse por la ciudad en un intento por ayudarlo a esclarecer los crímenes narrados; su hiper-movilidad contrasta con la aparente parálisis de Dolores Morales. Al trasladarse de un lugar a otro y al describirse esos ambientes en los que se mueven estos personajes (y también los maleantes), se traza también una especie de mapa imaginario de Managua. Se trata de un plano que dibuja Ebenhoch en su análisis para demostrar las idas y venidas de criminales e investigadores, así como la relevancia de los espacios descritos. Al respecto, también fundamental a la argumentación de Ebenhoch son las ideas de Eva Erdmann (2011) sobre lo que ella denomina como ficción topográfica, es decir, aquella novela detectivesca que, al narrarse, traza el mapa de la ciudad descrita en el relato. Finalmente, Ebenhoch argumenta que en Tongolele no sabía bailar estaríamos frente a una fragmentación del proceso de la investigación criminal, la cual se hace evidente en la segmentación de los espacios tanto geográficos como los de la imaginación, del pasado, o del ciberespacio que figuran en la novela.

Este volumen culmina con la contribución de Conxita Domènech con el título “De Glasgow a Bilbao: El viaje ficticio de Bible John en Esperando al diluvio (2022) de Dolores Redondo”. Tal como sugiere el título del artículo de Conxita Domènech, ella nos ofrece un análisis de una novela reciente de la renombrada autora vasca Dolores Redondo, ficción que se basa en una serie de asesinatos reales de chicas jóvenes que estremeció a la Escocia de la década de los 60 del siglo XX. En su ensayo, Domènech nos plantea dos tipos de viaje: aquel que trasplanta personajes y acontecimientos (tanto homicidios como actividades políticas) del Glasgow al Bilbao mencionados en el título de su escrito, y también los periplos realizados por sus protagonistas por la ciudad vasca.

Por su parte, estos dos espacios urbanos comparten muchas características: un clima terrible, problemas de índole económica y social, cortes de luz, crimen, abuso del alcohol, prostitución; además de una clara decadencia que afecta a casi toda la metrópoli. Tal como nos señala Domènech, su detective, Scott Sherrington, llega a ser una suerte de guía turística de ese Bilbao escena del crimen; lo presenta y lo explica según lo atraviesa, arrojando una luz especialmente nítida sobre lo que ve porque es un forastero y frecuentemente está viendo las calles y edificios por primera vez. Domènech hace hincapié, además, en la función que juega la nostalgia en ese recorrido por la urbe para descubrirla y evocar la ciudad “gemela” que es Glasgow, de ahí las muy frecuentes referencias a las discotecas (muchas ya desaparecidas) y canciones que se escuchaban a mediados de los años 80 del siglo pasado, época en la que transcurren los sucesos narrados en Esperando al diluvio.

Notas

1 Es decir, un escritor ya no lo hace intermitente como sucedía en el siglo pasado, porque no necesariamente quería que lo encasillaran dentro del género.
HTML generado a partir de XML-JATS por