Univeridad de Costa Rica Posgrado en Gerontología Anales en Gerontología
Volumen 15, Número Especial, Año 2023/ 1-23 ISSN: 2215-4647
VIII Congreso Internacional de Gerontología Ponencia
AFRONTAMIENTO ANTE RIESGOS AMBIENTALES-SOCIALES DURANTE LA CONTIGENCIA POR COVID-19 EN HOMBRES
MUJERES MAYORES
Angélica María Razo González1, Evelyn Hernández Calderón2, Carlos Alejandro Flores Monroy3, Mariam Eleany Martínez Mondragón4, Ricardo Díaz-Castillo5
RESUMEN
Desde marzo de 2020, los países han enfrentado un problema de salud pública, la contingencia ocasionada por la COVID-19 y sus consecuencias. Este periodo representó diversos riesgos para las personas adultas mayores, quienes enfrentaron las nuevas y cambiantes circunstancias utilizando sus recursos internos y externos, de acuerdo con su historia, curso vital y género. Objetivo: comprender los tipos de riesgos generados por el periodo de contingencia de la COVID-19, así como los tipos de afrontamiento de hombres y mujeres, analizando las diferencias debidas al género. Metodología: Estudio retrospectivo-cualitativo de tipo interpretativo-comprensivo, con método fenomenológico y abordaje desde la teoría de estructuración de riesgos (ambientales-sociales). Los tipos de afrontamiento y el enfoque de género fueron ejes analíticos. Se realizaron 36 entrevistas semiestructuradas a personas adultas mayores; 11 hombres y 25 mujeres. Conclusión: Los estilos de afrontamiento ante riesgos biológicos son similares en ambos géneros, las diferencias se observaron al enfrentar riesgos socioculturales, económicos e informacionales y concuerdan con otros autores, en el sentido de que las mujeres tienden más a utilizar estrategias centradas en la emoción, mientras que los hombres despliegan estrategias centradas en el problema.
PALABRAS CLAVE: Personas adultas mayores, riesgos sociales, COVID-19, género.
ABSTRACTSince March 2020, countries faced a public health problem, the contingency caused by COVID-19 and its consequences. This period represented various risks for the elderly, who faced these new and changing circumstances using their internal and external resources, according to their history, life course, and gender. Objective: to understand the types of risks generated by the contingency period of COVID-19 as well as the types of coping of men and women, analyzing the differences due to gender. Methodology: Retrospective-qualitative study of an interpretative-comprehensive type, with a phenomenological method and an approach from the risk structuring theory (environmental-social). The types of coping and the gender approach were analytical axes. 36 semi-structured interviews were conducted with older people, 11 men and 25 women. Conclusion: Coping styles in the face of biological risks are similar in both genders, the differences are observed when facing sociocultural, economic and informational risks and are agree with other authors about women using strategies focused on emotion, while men deploy strategies focused on the problem.
KEY WORDS: Older adults, social risks, COVID-19, gender.
IntroducciónEl riesgo se ha convertido en una categoría fundamental para entender el curso de las situaciones surgidas durante la modernidad. Existen riesgos sociales que podrían llamarse clásicos, como el desempleo, la pobreza en la vejez, la discapacidad, la enfermedad y la muerte; los Estados de Bienestar habían respondido a estos con acciones de protección y seguridad social como pensiones, jubilaciones, atención médica, seguro de desempleo, entre las más comunes. Actualmente, es una realidad que el cambio de modelo económico del Estado de Bienestar al Neoliberalismo, más la globalización que “ha modificado las formas de vida en múltiples aspectos, culturales, sociales, y políticos” (Ochoa León, 2014, p. 11) han complicado las formas de los riesgos tradicionales y acarreado nuevas inseguridades.
Giddens (1999) distingue dos tipos de riesgos: externo, “que se experimenta como viniendo del exterior, de las sujeciones de la tradición o de la naturaleza” y riesgo manufacturado “creado por el impacto mismo de nuestro conocimiento creciente sobre el mundo” (pp. 38-39). En ocasiones, un riesgo tradicional como contraer alguna enfermedad se complica y magnifica al hacerse un riesgo de salud pública, y más aún al globalizarse en forma de pandemia.
Desde marzo de 2020 a la fecha, casi todos los países están enfrentando un problema de salud pública debido a la COVID-19 y las consecuencias que ha generado (OMS, 2020); desde entonces, todos los días han circulado noticias sobre su letalidad y consecuencias. Al principio de la pandemia, se insistió en que uno de los grupos más vulnerables era el de las personas adultas mayores, los medios de comunicación masiva no dejaban de enfatizar que “las personas mayores, en particular las personas mayores de 80 años, y personas con comorbilidades, como enfermedad cardíaca, enfermedad respiratoria y diabetes, corren el mayor riesgo de enfermedad grave y muerte” (Vega Rivero et al., 2020, p.733). Tabóas (2020) afirmaba en aquellos días: “La enfermedad se ha propagado de manera tremendamente veloz e impredecible por todo el mundo, causando un sinfín de consecuencias psicológicas en las personas” (p. 17).
Un punto álgido de esta contingencia estuvo constituido por el aislamiento social y las medidas de sana distancia impuestas por las autoridades sanitarias “es necesario tener en cuenta que, aparte del sufrimiento físico, existen numerosas consecuencias sobre la salud mental y el bienestar de los individuos que han sido confinados en sus domicilios por periodos más o menos largos de tiempo” (Tabóas, 2020, p. 17).
Este tipo de riesgo enfrentó directamente a las decisiones políticas y económicas con los estudios y avances científicos, creando un clima de incertidumbre alrededor del cual giraron y giran un montón de informaciones, algunas ciertas y otras falsas, que aumentaron el miedo y la confusión entre las personas, quienes no pudieron deslindarse de la realidad que estaban afrontando; aunque “la mayoría de nosotros, incluidas las autoridades gubernamentales y los políticos, tenemos una relación mucho más activa o comprometida con la ciencia y la tecnología de lo que solíamos tener en el pasado” (Giddens, 1999, p. 44), fueron muchos lo mitos, mentiras y desinformaciones que circularon.
En consecuencia, el riesgo global de la pandemia se constituyó por una serie de riesgos a nivel individual que las personas no pudieron simplemente ignorar ni, en palabras de Giddens (1999), “esperar a que llegue la evidencia científica definitiva” (p. 46) sino que tuvieron que tomar una serie de decisiones para enfrentar estos riesgos y su impacto en la vida cotidiana. Dentro de los peligros más sobresalientes que las personas enfrentaron durante el periodo de contingencia ocasionado por la COVID-19, se encontraban la enfermedad, la perspectiva de morir, la falta de recursos, las pérdidas sociales y acerca del nivel de información (por exceso o falta de esta para tomar decisiones que controlen los riesgos). Aunque también se ha resaltado que “las medidas de confinamiento a los que se los somete tienen que ver más con procesos ambivalentes, que con el hecho de que sean realmente el grupo de riesgo por excelencia” (Klein, 2020, p. 122).
En este contexto, las personas adultas mayores tuvieron que desplegar una serie de estrategias de afrontamiento para hacer frente a las nuevas y cambiantes circunstancias que se presentaban en ese momento. Según Lazarus y Folkman (1986) el afrontamiento consiste en “aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes, que se desarrollan para manejar las demandas específicas, internas y externas, y que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (como se citó en Di-Colloredo et al., 2007, p. 131). En este sentido, riesgos generados por el periodo de contingencia acarrearon una serie de demandas específicas en diversos ámbitos de la vida de los individuos, es decir, sucesos vitales estresantes que pudieron hacerles sentir rebasados.
Los sucesos vitales estresantes son aquellas circunstancias que requieren un cambio en la rutina, o que perturban o amenazan la actividad habitual de la persona; se consideran altamente traumáticos cuando se refieren a sucesos extraordinarios como desastres naturales o guerras (Sandín, 1999). En este sentido, la contingencia provocada por la Covid-19 puede ser considerada como un suceso vital estresante al haber presentado repercusiones sanitarias, económicas, sociales y, sobre todo, psicoemocionales que cambiaron el enfoque vital de los individuos.
De acuerdo Lazarus y Folkman (1986), “nada es estresante salvo que el individuo lo considere como tal” (p. 43), esta valoración surge cuando existe un elemento estresor que implica riesgo, amenaza, desafío y pérdida o daño. Una vez que la situación es considerada por el individuo como estresante, lleva a cabo una evaluación secundaria en la cual calcula los recursos y las estrategias de afrontamiento de que dispone, su posible eficacia y las consecuencias de utilizarlas. Lazarus y Folkman (1986) dividen estas estrategias en dos grandes grupos: el primero, centrado en el problema; el segundo, en las emociones.
Por otro lado, Montes de Oca (2008) afirma que el colectivo de los personas adultas mayores tiene un más alto riesgo de presentar desequilibrios socioeconómicos y emocionales; por lo que es fundamental comprender, desde la voz de las propias personas, cuáles son los principales mecanismos mediante los cuales orientan sus rasgos de personalidad en situaciones estresantes, adaptándose a dichas circunstancias y facilitando la toma de decisiones, lo anterior tiene relación con la forma en cómo afrontaron los riesgos impuestos por la situación de pandemia y las consecuencias que todavía se vivencia. Cabe señalar que los eventos percibidos con mayor frecuencia como críticos, por hombres y mujeres en la vejez son la soledad, el desamparo, el padecimiento de enfermedades o malestar físico, y muerte parental o del cónyuge (Krzemien et al., 2004), situaciones muy acordes con los riesgos que una pandemia representa, por ello es importante desglosar y analizar los mecanismos de afrontamiento de hombres y mujeres adultas mayores.
En efecto, es de vital importancia considerar que dichos afrontamientos pueden encontrarse influenciados por el género, sobre todo si consideramos que las asimetrías existentes en la asignación y conceptualización cultural de los roles masculinos y femeninos imponen tareas, así como interpretaciones y formas de afrontar las situaciones diferenciadas en función del ejercicio de los roles de género. Existen estudios que establecen diferencias atribuidas al género en relación con los mecanismos de afrontamiento de las personas (Vidal-Conti et al., 2018; Magaña et al., 2019). En general, las mujeres tienden a utilizar con mayor frecuencia estrategias para comunicar emociones o sentimientos, y centrarse en el problema mediante la evaluación positiva del mismo; además de utilizar afrontamientos basados en las relaciones con los demás. Mientras que las estrategias de los hombres están más orientadas a la distracción de los problemas, a ignorar el problema, reservarlo para sí mismo e ignorar emociones (Tabóas, 2020).
En cuanto a la relación existente entre género y envejecimiento, de acuerdo con Arber & Ginn (1996), estas categorías están estrechamente ligadas en la vida social, de modo que cada una solo puede entenderse por completo en relación con la otra. A medida que se envejece, el contexto social, cultural, económico y político influye en las relaciones de género, como producto de los cambios sociales y del momento histórico que se vive, también influyen en la percepción y conceptualización de la vejez y los roles que corresponden a cada género; “en consecuencia, la conexión entre género y envejecimiento surge tanto del cambio social propio del paso del tiempo como de los acontecimientos relacionados con la edad, que sucede a lo largo de la vida” (Arber & Ginn, 1996, p. 62).
En suma, las conductas asociadas al género se manifiestan como normas intangibles que rigen las formas como hombres y mujeres enfrentan los hechos de la vida cotidiana. Estas diferencias conductuales e ideológicas enmarcan específicamente a quienes, en la actualidad, se encuentran en la etapa de la adultez mayor:
A saber, a los hombres se les atribuye con mayor frecuencia el liderazgo y la capacidad de tomar decisiones en el ámbito familiar y laboral, y ser la principal fuente de solvencia económica del hogar (…) En tanto, en las féminas recae el rol de cuidadores de niños, ancianos y enfermos, la carga fundamental de las labores domésticas; y la búsqueda de suministros para el hogar. (Hernández Barrios et al., 2020, p. 3)
A pesar de que en las últimas décadas este ejercicio de los roles de género ha cambiado sustancialmente para las nuevas generaciones, las mujeres adultas mayores siguen más dedicadas al mantenimiento del hogar y cuidado de sus integrantes, es un hecho que estos roles establecidos fueron cimiento de la identidad de género para las personas adultas mayores; por lo tanto, siguen siendo parte de los valores que guían su actuar (Razo-González et al., 2019).
El enfoque de género proporciona un marco para analizar las diversas influencias que conforman las experiencias vitales de distintos grupos de individuos en etapas concretas de sus vidas, es decir, aquello que las personas consideran valioso en su trayectoria de vida y está en directa relación con lo que se considera relevante cultural y socialmente para los hombres y las mujeres en contextos socio históricos determinados:
Hay que considerar que el género, como construcción social generalmente impuesta en el psiquismo de las personas, naturaliza estas situaciones y hace que envejecer siendo mujer esté lleno de significados nacidos de sus deberes como “buenas mujeres y madres”, más que desde sus derechos como personas. A diferencia de las mujeres, los hombres, quienes envejecen en el mismo contexto socio cultural, introyectan otras visiones de la vida, vistas desde la masculinidad. (Razo-González et al., 2019, p. 152)
Por otro lado, Razo-González et al. (2019) hacen referencia a la construcción del género a partir de las historias y biografías que las personas acumulan a lo largo de su vida, lo cual es de gran influencia el papel de la familia en la consolidación de los roles masculinos y femeninos, ya que el sujeto internaliza y reproduce, en primera instancia, los comportamientos vinculados al género de su círculo familiar.
Lo anterior se traduce en la implementación de diferentes estrategias de afrontamiento, en donde la construcción sociocultural de los roles de género a lo largo del curso de vida constituye un elemento fundamental en los sucesos vitales estresantes, por lo cual resulta importante analizar estos sucesos desde los enfoques de género y del envejecimiento. Dentro del contexto de aislamiento social ocasionado por la pandemia de la COVID-19, es importante estudiar qué alteraciones se presentan en las dinámicas sociales de las personas que provocan el despliegue de mecanismos de afrontamientos específicos ante ciertos riesgos. En especial nos referimos a la construcción social de la pandemia que contiene tres riesgos asociados con la vida humana, los sistemas de salud pública y la economía (Lavell et al., 2020).
En suma, el periodo de contingencia representó riesgos que las personas fueron afrontando armadas con los recursos internos y externos que tenían al alcance, de acuerdo con su historia personal y su curso vital. Se sabe que el afrontamiento ante el riesgo se presenta en dos categorías: emociones y acciones (Leigh et al., 2022). Dentro de este análisis, surgen varias interrogantes: ¿cuáles son los recursos de afrontamiento de las personas adultas mayores?, ¿cómo se relacionan con los riesgos percibidos? y, ¿existen diferencias atribuibles al género en la formación y utilización de estos afrontamientos al riesgo?
ObjetivoComprender los tipos de riesgo generados por el periodo de contingencia de la COVID-19, así como los mecanismos de afrontamiento desplegado por hombres y mujeres, analizando las diferencias debidas al género, en una muestra de personas adultas mayores del Municipio de Ecatepec de Morelos, Estado de México.
MetodologíaSe trata de un estudio retrospectivo de enfoque cualitativo de tipo interpretativo-comprensivo, se usó el método fenomenológico con abordaje desde la teoría de riesgos sociales y modernos (Ochoa León, 2014) que permitió articular los factores de riesgo (ambientales y sociales), los mecanismos de afrontamiento y el enfoque de género como ejes de análisis. La técnica de recolección de datos fue entrevista semiestructurada, lo que permitió cierta flexibilidad, pues se realizó a partir de “preguntas disparo” que se podían adaptar a las respuestas de los entrevistados, se va siguiendo un hilo conductor sobre los aspectos de interés para la investigación.
Durante el proceso previo a la realización de la entrevista, se desarrolló un protocolo que contiene una estructura estandarizada para realizar la entrevista, lo que le permitió ser aplicada por uno o más investigadores, sin alterar los objetivos del estudio.
Participantes36 personas adultas mayores, 11 hombres y 25 mujeres participaron de manera voluntaria en entrevistas, a través de una muestra intencional de casos típicos, es decir, que estuviesen viviendo la situación de pandemia y quisieran hablar de su experiencia. Además, se les informó que eran libres de participar en el estudio y de revocar en cualquier momento su consentimiento a la participación.
ProcedimientoLas personas fueron invitadas a participar y se les explicó los objetivos y el procedimiento de la entrevista, solicitando su consentimiento para la grabación, análisis y publicación de los resultados, de acuerdo con la reglamentación mexicana (D.O.F., 02/04/2014). Quienes decidieron colaborar de forma voluntaria fueron consultados aplicando el guion de entrevista. Después de la fase de recolección de datos, las entrevistas fueron transcritas en su totalidad y categorizadas a través de codificación abierta y axial.
Categorías de AnálisisPara analizar el afrontamiento a los riesgos de hombres y mujeres adultas mayores, se utilizó el modelo de estrategias de afrontamiento propuesto por Lazarus y Folkman (1986). Estos autores dividen el afrontamiento en dos grandes grupos: 1) Estrategias centradas en el problema y 2) Estrategias centradas en las emociones (como se citó en Di-Colloredo et al., p.132). Tales categorías se encuentran resumidas en la tabla número 1.
Tabla 1 Categorías de análisis del afrontamiento ante los riesgos
Tipo de Estrategias |
|
Categorías |
|
Centradas en el problema |
Dirigidas
a la definición del problema, la búsqueda de soluciones
alternativas, evaluación de su costo-beneficio. El objetivo, un
proceso analítico dirigido principalmente al entorno. |
Afrontamiento Activo |
Todos
los pasos activos para tratar de cambiar las situaciones o aminorar
sus efectos. Iniciar acción directa con los esfuerzos personales.
|
Afrontamiento Demorado
|
Una
respuesta necesaria y funcional, dirigida a buscar la oportunidad
apropiada para actuar de forma no prematura. |
||
Centrada en las emociones |
Tienen como función la
regulación emocional, incluye los esfuerzos por modificar el
malestar y manejar los estados emocionales evocados por el
acontecimiento estresante. |
Apoyo social emocional |
Se centra en la búsqueda
de soporte moral, simpatía y comprensión. |
Apoyo en la religión |
Al servir como apoyo
emocional facilita el logro posterior de una reinterpretación
positiva y el uso de estrategias más activas de afrontamiento. |
||
Reinterpretación positiva
y crecimiento |
El objetivo es manejar
especialmente el estrés emocional, en vez de tratar con el estresor. |
||
Concentración y desahogo
de las emociones |
La tendencia a centrarse
en todas las experiencias negativas y exteriorizar esos
sentimientos. |
||
Liberación cognitiva |
Hacer un conjunto de
actividades para distraerse y evitar pensar en la dimensión
conductual o en la meta con la cual el estresor interfiere. |
||
Negación |
Ignorar al estresor para
reducir el estrés. |
||
Liberación
hacia las drogas |
Implica el uso de alcohol
o drogas para evitar pensar en el estresor. |
Nota. Elaboración propia, a partir de la información de Di-Colloredo et al. (2007, pp. 132-135).
Asimismo, se utilizó el enfoque de género para el análisis de las diferencias en el afrontamiento de hombres y mujeres, puesto que “el significado social de la vejez está claramente marcado por el género” (Hernández-Pedreño, 2000). En este trabajo, se consideró que no sólo se examinan factores estructurales de las diferencias en las condiciones de envejecer desde la perspectiva de género, también se analizan los aspectos personales que hacen que la vivencia de la vejez sea distinta según el sexo al que pertenecen las personas mayores, desde el cual enfrentan la realidad y para el que fueron educadas:
El género se perfila como algo más que la vivencia sobre el envejecer siendo hombre o mujer, da cuenta de cómo a pesar de la experiencia acumulada en el curso de la vida, o precisamente por ella, el significado psicológico de la vida y la calidad con que se vive puede tener componentes que, al menos a nivel de estructura de pensamiento, han sido naturalizados por las personas. (Razo-González et al., 2019, pág. 150)
En cuanto a los factores de riesgo, se presentan para este análisis dos tipos: los ambientales y los sociales. En los riesgos modernos puede analizarse la correlación entre ambientales y sociales, un ejemplo de ello son la enfermedad y la muerte, por ello se vuelven más complejos ya que no dependen únicamente de factores ambientales y naturales, sino también de elementos sociales atravesados por la cultura, economía, etcétera. Se han seleccionado los factores de riesgo comunes a los entrevistados por lo que, si bien los estilos de afrontamiento son las categorías de análisis de diseño, los factores de riesgo son las categorías de análisis de campo, mismas que se resumen en la tabla 2.
Tabla 2Categorías de análisis de factores de riesgo
Tipo de riesgo
Categorías |
|
|||
Ambientales
Son fenómenos
generalizados en el mundo aun cuando afecten de forma diferenciada a
los sujetos.
El riesgo ambiental se
relaciona con los procesos de degradación y catástrofes en el
ambiente, pero también con los niveles de vulnerabilidad en las
personas afectadas y su entorno para mantener bienestar físico y
mental. |
Físicos-naturales
|
Desastres
naturales |
Se refiere al riesgo de
vivir terremotos, inundaciones, etc. |
|
Biológicos |
Enfermedad
Muerte
|
El riesgo externo a
desarrollar enfermedades e incluso perder la vida es algo que puede
o no ocurrir, pero el pertenecer a población considerada vulnerable
(personas adultas mayores) ante el COVID-19, al mismo tiempo, se
convierte en un riesgo endógeno también |
||
El riesgo social se
refiere a las condiciones y/o dificultades para generar y/o hacer
uso de los recursos para enfrentar una situación, esto proviene de
la falta de protección social para hacer frente a contingencias.
|
|
Informacionales
|
Los riesgos
informacionales se derivan de la falta de recursos y/o esfuerzos
para mantener informados a las personas a fin de que puedan procesar
la información para su beneficio y toma de decisiones conscientes. |
|
Apoyo social |
Los riesgos de apoyo
social son amplios y diversos porque incluyen factores emocionales,
de socialización y los de protección social de las necesidades
básicas incluyendo la salud. |
|||
Económicos |
|
La falta de recursos
económicos, empleo, capacidad productiva y apoyo instrumental, son
factores de riesgo social que puede predecirse, la vejez asociada a
la pobreza se convierte en un riesgo permanente agudizado en
contingencias. |
Nota. Elaboración propia, a partir de la información de Ochoa-León, 2014.
Resultados y Discusión
Ante el riesgo biológico de la enfermedad y la muerte como una posibilidad cercana ante la COVID 19, hombres y mujeres utilizan estrategias centradas en el problema, influenciadas por campañas de salud que indican cuidados específicos como uso del cubre boca, el lavado de manos y la sana distancia.
Las diferencias de género pueden observarse y analizarse en la manera en que la población adulta mayor enfrenta los riesgos socioculturales y económicos, así como los riesgos informacionales.
Afrontamiento A Los Riesgos Socioculturales Y Económicos: Diferencias GéneroDe acuerdo con Herrera y Rico (2021), pensar la pandemia desde una sociología del riesgo es indagar por un “proceso del hacer”, es decir, procesos de producción de sentido y de condiciones que configuran representaciones y prácticas de un evento que podemos considerar como “riesgoso”; en relación al riesgo, cabe resaltar que este ha sido un tema de larga tradición en ciencias sociales, Ochoa-León (2014) retoma de Giddens y Beck la idea del riesgo como un fenómeno dialéctico el cual se complica a través del tiempo, en función de los cambios socioeconómicos a los que se enfrentan las comunidades. Los riesgos adquieren un carácter poco controlable y con consecuencias no previstas, para las cuales los individuos no siempre están preparados, ante este contexto de imprevisibilidad, el papel que juegan las redes de apoyo social y comunitario resulta fundamental en el afrontamiento de las situaciones que presentan riesgo.
La pandemia ocasionada por la COVID-19 es un fenómeno multidimensional que trasciende los discursos médicos y epidemiológicos, trastocando los entornos socioculturales y las estructuras económicas. Desde la perspectiva del riesgo, la falta de recursos económicos, empleo, capacidad productiva y apoyo instrumental, son factores de riesgo social que puede predecirse; la vejez asociada a la pobreza se convierte en un riesgo permanente agudizado en contingencias, que además se agrava cuando se ven agregadas las diferencias de género, que hacen a las mujeres más vulnerables a la escasez de recursos para la sobrevivencia.
Por otro lado, los riesgos de apoyo social son amplios y diversos porque incluyen factores emocionales, de socialización y los de protección social de las necesidades básicas, incluyendo la salud. Ochoa-León (2014) coincide en que la característica de un desastre social (como es el caso del contexto de pandemia) es la disrupción social, la imprevisibilidad y la incertidumbre; por tanto, determinantes sociales como el género o el envejecimiento contribuyen a la “constitución de diferentes formas de asunción, apropiación y significación del riesgo y del afrontamiento ante contextos de alta incertidumbre”. Por ello, las personas adultas mayores tratan de mantenerse ubicadas en el presente en sus discursos para afrontar las situaciones riesgosas:
(C.Z. Mujer 53 años) El futuro es incierto, si el pasado ya ni al caso recordarlo ya pasó. Entonces el futuro es incierto, yo no podría decir qué voy a hacer para un futuro, si es importante pensar que voy a hacer en un futuro, pero para mí lo más importante es el presente que estoy haciendo ahorita, sí porque lo importante para mí es el presente que qué hago para vivir mejor, para estar bien.
En situación de pandemia, existe una tendencia a reforzar y mantener las redes de apoyo social por parte de las personas adultas mayores participantes en el estudio, sobre todo en el caso de las mujeres; al respecto, es evidente que se prioriza la continuidad de los contactos familiares y comunitarios, como soporte emocional ante el fenómeno epidemiológico, lo anterior evidencia un afrontamiento centrado en la emoción:
(L.R. Mujer 70 años, primaria) Yo siento que si cuento con el mayor apoyo del mundo, tanto de la gente que está a mi alrededor, mis hijos, mi sobrina que es una hija para mí, mis amistades que han pedido, me han dicho que han pedido por nosotros, dicen no estamos contigo pero estamos pidiendo porque salgan adelante tú y tu viejo, y yo creo que toda esta cadena de oraciones, y buenos deseos, y buenas intenciones, y de gente, gente muy humana que también nos está protegiendo por todo, por todos los medios.
En el caso de los hombres también se percibe el reconocimiento de las redes de apoyo como forma de afrontamiento al riesgo; sin embargo, desde este género, se percibe un afrontamiento centrado en el problema, aun para el manejo emocional. (S.J. Hombre 61 años, posgrado) “Considero que la ayuda está proporcionada por la familia y la comunidad, ya que procuramos entre todos darnos el apoyo moral y psicológico manteniendo una actitud positiva”.
Por otro lado, las políticas de contención epidemiológica, como la jornada nacional de sana distancia, alteran las dinámicas normales de comunicación y convivencia; sin embargo, los individuos tienden a reorganizar y reconfigurar los mecanismos de interacción ante dicho riesgo, resalta la importancia de que la población adulta mayor utilice las tecnologías de la información y la comunicación (TICS) con la finalidad de mantener el contacto y apoyo social durante la etapa de confinamiento,
(S.C. Mujer 55 años, Secundaria) Pues sí, sí hemos cambiado porque en especial yo no solía usar nada de lo que es el celular, ni me interesaba, y ahora pues sí ya un poquito, le he entrado a usar el celular porque ese medio es por el que hemos nos hemos estado comunicando.
Lo anterior demuestra que “la pandemia constituye un fenómeno social imprevisto que reconfigura en cierta medida el orden social establecido en las cotidianidades, lo cual conlleva la adopción de ciertos patrones de acción para asumir, hacer frente y lidiar con dicha situación” (Herrera y Rico, 2021, p. 227).
En suma, el contexto de pandemia no se experimenta de forma homogénea, los efectos de esta se intensifican o se merman, en ciertos grupos más que en otros, y a partir de unos elementos más que otros, como la edad, el género, el nivel educativo y la clase social.
Afrontamiento A Los Riesgos Informacionales: Diferencias De GéneroUno de los grandes problemas que ha traído la pandemia es el incremento de flujos de información que llega a las personas a través de los medios masivos de comunicación y que, en muchas ocasiones, no tiene un proceso de evaluación previa, es de fuentes no validadas, o incluso, con intenciones no muy claras (infodemia). Es así como, dentro de los riesgos socioculturales descritos por Ochoa-León (2014), se encuentra el riesgo informacional, explicado como aquel riesgo que se deriva de la falta de recursos y/o esfuerzos para mantener informadas a las personas, y que puedan procesar la información para su beneficio y toma de decisiones conscientes. Es decir, para afrontar este riesgo informacional, es determinante la actitud y competencia de quien la recibe, es decir, su comportamiento informacional. Wilson (2000) lo define como “la totalidad del comportamiento humano en relación con las fuentes y canales de información, incluyendo la búsqueda activa y pasiva de información y el uso de la información” (citado en Alfonso-Sánchez y Fernández-Valdés, 2020, p.6). Con respecto a este tipo de riesgo, el comportamiento informacional y los mecanismos con los cuales se afronta tienen diferencias que se pueden atribuir al género.
En el caso de las mujeres participantes, en su comportamiento informacional existe una mezcla de búsqueda pasiva de la información con afrontamientos centrados en la emoción, principalmente la negación, con la finalidad es ignorar al estresor para reducir el estrés:
(C.G. mujer, 60 años, estudios de secundaria) Mucho no sé ni a fondo. Sé que, de lo poco que sé, es que es una enfermedad muy agresiva, ataca pulmones y, pues, como francamente no me he interesado por saber tanto porque es un temor muy grande no, no, no… pero sé muy poco.
También se aprecian combinaciones de afrontamiento centrado en la emoción y afrontamiento activo, en los que finalmente hay un manejo informacional sobre los cuidados que aminoran el riesgo de enfermar; (E.A. mujer, 68 años, estudios de bachillerato) “trato de no ver tanto las noticias porque me espanto, o me da pánico con tanta cosa, pero sé que se contagia de persona a persona y que es muy peligroso, por eso es importante cuidarnos y lavarnos las manos”.
En menor medida, existen casos de búsqueda de la información a través de los medios de comunicación oficiales, como la conferencia de prensa que todas las noches difunde el Dr. Hugo López Gatell, encargado en México de la información oficial sobre la pandemia, lo que trae como consecuencia pautas para el afrontamiento activo; (S.A. mujer, 61 años, estudios de secundaria) “Bueno si un poco limpieza más a fondo o pues tener un poco más de limpieza y de usar más cloro, este lavarnos las manos, hacer un poquito más de todo lo que nos dice el doctor Gatell”.
Por otro lado, en el caso de los hombres se aprecia un afrontamiento basado en su capacidad informacional, lo que resulta en estrategias de afrontamiento centrado en el problema; (J.J. hombre, 75 años, estudios de Posgrado) “veo las noticias en la mañana y en la noche, veo lo que el Gobierno notifica de la pandemia. Yo me informo por todos los medios, internet, radio, televisión, cable, pero de que estoy actualizado”, (N.C. hombre, 64 años, estudios de Posgrado) “Conozco lo suficiente lo que me genera cierta tranquilidad para poder tomar algunas decisiones y que estoy consciente que el riesgo aún no desaparece”.
(J.C. hombre, 65 años, estudios de Posgrado) Creo que estoy sumamente enterado de lo que ocurre en el país y en el mundo. Las noticias, la política en su sentido amplio, siempre han sido mi interés y afición, así que el tema de la evolución de la pandemia no ha sido la excepción.
Es importante hacer notar que los tres participantes tienen estudios de posgrado, lo cual seguramente influye en su competencia informacional; por lo tanto, en su estrategia de afrontamiento, que puede ser activo o demorado.
Sin embargo, en el caso de la pandemia, existe tanta información contradictoria, e incluso falsa, con fines oscuros (infodemia) que puede desatar más emociones, estas se tienen que regular con alguna otra estrategia de afrontamiento; (S.F. hombre, 61 años, estudios de Licenciatura) “sí está uno al pendiente de las noticias, aunque eso afecta mucho psicológicamente, porque después por estar viendo uno se imagina cosas, puedes pensar, híjole ya me enfermé o tengo síntomas y te sugestionas por todo”, (C.J. hombre, 62 años, estudios de Licenciatura) “incertidumbre porque pues los mismos científicos no sabían, al ser un virus nuevo, no sabían bien cómo proceder, y apenas comenzaban las investigaciones para saber muchas cosas de este virus, entonces eso me provocaba cierta curiosidad con algo de incertidumbre”.
En suma, el riesgo informacional se afronta de acuerdo con las competencias informacionales, las cuales tienen cierta relación con el nivel de estudios, siendo más sofisticadas a mayor grado académico alcanzado. Sin embargo, los estilos de afrontamiento que se eligen para enfrentar el riesgo comprueban lo encontrado por otros autores, en el sentido de que existe una diferencia marcada por el género, puesto que las mujeres tienen más a utilizar estrategias centradas en la emoción, mientras que los hombres despliegan estrategias centradas en el problema (Tabóas, 2020).
ConclusionesLos factores de riesgo ambientales en la población de personas adultas mayores son compartidos tanto por hombres como por mujeres, dependen más de los niveles de vulnerabilidad que del género; no obstante, en lo que respecta a los de carácter social, las diferencias son sustanciales: en las mujeres hay mayor tendencia a buscar apoyo social, los hombres se aseguran de recursos económicos.
En el caso del riesgo biológico de enfermedad y muerte por COVID 19, hombres y mujeres adultas mayores utilizan estrategias centradas en el problema, influenciadas por las campañas de salud que indican cuidados específicos como uso del cubre boca, el lavado de manos y la sana distancia.
Las diferencias de género se observan en el afrontamiento de ambos géneros ante los riesgos socioculturales, económicos e informacionales, estas sobresalen en varios sentidos: Las mujeres utilizan estrategias centradas en la emoción, lo cual implica que las consecuencias emocionales de la pandemia son mayormente reconocidas e identificadas por ellas; mientras que, en los hombres, las estrategias principales son centradas en el problema, y dan cuenta de la búsqueda por recuperar el control y equilibrio en una situación de desestructura.
Mientras las mujeres buscan mantener un equilibrio afectivo-emocional, los hombres buscan un equilibrio afrontando la situación, controlando riesgos y posibles efectos para manejar la disonancia cognitiva, por lo que buscan explicar y dar solución a lo que se les presenta. A pesar de las diferencias, tanto hombres como mujeres buscan generar una respuesta apropiada para hacer frente al entorno, lo que habla de procesos de adaptabilidad en las personas adultas mayores.
El manejo de la información juega un papel total para el afrontamiento en ambos, mientras que ellos la ven como una herramienta para conocer y comprender lo que ocurre a su alrededor, enfocándose en buscar soluciones y gestionar recursos para hacerle frente; ellas la ven como un elemento práctico para tomar ciertas medidas en el día a día, enfocándose en adaptarse y aceptar el problema o situación difícil.
Para un mayor análisis de este grupo etario, puede ser interesante generar muestreo estratificado, e incluso contar con la posibilidad de compararlo con otros grupos de población para determinar si las diferencias se presentan por género o también por grupos etarios.
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Doctorado en Pedagogía y Desarrollo Humano.
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Afiliación Institucional: Docente, Universidad Estatal del Valle de Ecatepec, Ecatepec de Morelos, Estado de México, México. E-mail: cflores@uneve.edu.mx ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6056-5359
Maestría en Trabajo Social.
Afiliación Institucional: Docente, Universidad Estatal del Valle de Ecatepec, Ecatepec de Morelos, Estado de México, México. E-mail: mmartinez@uneve.edu.mx ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3843-861X
Doctorado en Ciencias de la Salud.
Afiliación Institucional: Docente, Universidad Estatal del Valle de Ecatepec, Ecatepec de Morelos, Estado de México, México. E-mail: ricardo.diaz@uneve.edu.mx ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2208-4914