Desde el arte, la literatura y la comunicación

Conflictos en primera persona: una aproximación a la correspondencia de guerra en Europa y América (1800-1945)

Conflicts in First-hand: an Approach to War Correspondence in Europe and America (1800-1945)

Dr. José Manuel López Torán
Universidad de Castilla-La Mancha, España

Conflictos en primera persona: una aproximación a la correspondencia de guerra en Europa y América (1800-1945)

Revista Humanidades, vol. 11, núm. 2, 2021

Universidad de Costa Rica

Recepción: 20 Febrero 2021

Aprobación: 16 Mayo 2021

Resumen: El presente artículo ofrece un recorrido por algunos de los muchos avances que el intercambio epistolar ha ido consolidando dentro de distintos escenarios bélicos contemporáneos desarrollados en Europa y América. En concreto, desde las campañas napoleónicas, en los albores del siglo XIX, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial a mediados del XX. Con ello se pretende evidenciar la importancia que jugó la correspondencia durante el desarrollo de las hostilidades, mostrar su idoneidad como fuente histórica y dar cuenta de su proyección en la actualidad, gracias a importantes iniciativas emprendidas en ambos continentes y que se encuentran disponibles en la red. Para alcanzar esos objetivos se han analizado varios centenares de cartas y tarjetas postales enviadas por los combatientes en cada uno de los conflictos y que hoy día están custodiadas en instituciones europeas y americanas de primer orden. De esta manera, ha sido posible establecer cuáles fueron los temas principales sobre los que escribían y reflexionaban, así como conocer sus sensaciones ante la difícil situación que estaban experimentando. Tras la investigación realizada y debido a la perspectiva comparada, se demuestra la multiplicidad de ventajas de estas fuentes para el estudio de los enfrentamientos armados, las distintas novedades que los sistemas de correo aportaron en cada nueva guerra y la continuidad en determinados temas clave que están presentes en todos los contextos bélicos estudiados.

Palabras clave: correspondencia, guerra, comunicación interpersonal, patrimonio documental, historia contemporánea.

Abstract: This article offers an overview of some of the numerous advances that epistolary exchange has been consolidating in different modern wars that took place in Europe and America. In particular, from the Napoleonic wars, at the beginning of the 19th century, to the end of the Second World War in the middle of the 20th century. The main purposes are to demonstrate the importance of correspondence during the development of hostilities, to show its suitability as a historical source and to show the impact they currently have, due to the relevant initiatives available on the Web undertaken on both continents. In order to achieve these objectives, several hundred letters and postcards that were sent by the combatants in each of the conflicts, and now in the custody of leading European and American institutions, have been analysed. In this way, it has been possible to establish the main themes they wrote and reflected about, as well as to know their feelings about the difficult situation they were experiencing. The research realized, thanks to the comparative perspective, demonstrates the multiplicity of advantages of these sources for the study of armed confrontations, the different innovations that the mail systems incorporated in each new war and the continuity in certain key themes that are present in all the wars analysed.

Keywords: correspondence, war, interpersonal communication, documentary heritage, contemporary history.

1. Introducción

La guerra ha sido, y sigue siendo, una actividad estrechamente ligada al ser humano. Cada nuevo avance consolidado en el mundo bélico repercutía directamente en la intensidad y la magnitud del conflicto, hasta desembocar en el nivel de destrucción absoluta de las dos grandes conflagraciones mundiales libradas en el siglo XX.

Para la investigación histórica, una de las ventajas que las contiendas contemporáneas ofrecen, frente a las libradas en tiempos pretéritos, es el haberse desarrollado en un momento en el que el progreso en los medios y las técnicas de comunicación permitieron ampliar el repertorio documental sobre el que quedaron plasmados los aspectos más variados del día a día de los conflictos. Esta idea se puede apreciar fácilmente dentro del mundo visual, ya que queda fuera de toda duda el extraordinario impulso que significó para el conocimiento de estos acontecimientos la extensión de los diferentes medios de ilustración, o la llegada, por ejemplo, de la fotografía. Un recurso que revolucionó por completo el modo de ver o presenciar la guerra desde que, a mediados del siglo XIX, se llevaran a cabo las primeras instantáneas dentro de un escenario bélico.

Por otro lado, las mejoras emprendidas en el ámbito de las comunicaciones interpersonales también fueron proporcionando un mayor conocimiento de todo cuanto sucedía en los distintos escenarios. La correspondencia era el punto de encuentro entre quienes se desplazaban a los frentes de batalla y sus seres queridos, que permanecían en los hogares con el único anhelo de tener noticias del esposo, hijo, hermano o padre. En las cartas, tarjetas postales y cualquier otro formato del que dispusieran, estas personas plasmaron sus miedos, inquietudes y deseos, vivencias únicas que encontraron en estos soportes un cauce de expresión inigualable. En efecto, hablar de correspondencia es hablar de emociones, en la medida en que nos permite acceder a la esfera más íntima de los individuos para conocer los sentimientos y percepciones ante un hecho, así como reconstruir las relaciones sociales y familiares de quienes plasmaron sus improntas sobre aquellos pequeños fragmentos de papel. El protagonismo con el que contaron estos mecanismos de comunicación, hasta no hace mucho tiempo, ha dado como resultado una memoria personal legada sobre papel, única e irremplazable.

De esta manera, los primeros testimonios que dan cuenta de la existencia de un intercambio de mensajes escritos se encuentran en las grandes civilizaciones de la Antigüedad, pues desde que se conoce la escritura ha existido la necesidad de intercambiar información. La Edad Media supuso un gran avance en la evolución de la correspondencia, aunque podemos ubicar en el siglo XVI el momento en el que se experimentó un notable desarrollo. Entre los factores que el profesor Castillo (2011) identifica para explicar este despegue, están la “extensión social del alfabetismo, importancia creciente de la escritura en todos los ámbitos de la vida, situaciones propiciatorias de los intercambios epistolares (guerras, emigración a América y cárceles, sobre todo) y desarrollo del correo” (p. 19).

Una evidencia de la importancia que se le confirió al fenómeno de la correspondencia fue la aparición de manuales, los cuales estaban destinados a la correcta escritura de cartas. A la par, conforme avanzamos en el tiempo encontramos más pistas, por ejemplo, la utilización de nuevos materiales, tipos de papel y soportes, como los sobres timbrados o las tarjetas postales, o las continuas mejoras llevadas a cabo en los sistemas de correos de los distintos territorios.

Ya en tiempos recientes, es preciso destacar que, desde las últimas décadas del siglo XX, se ha asistido a un creciente interés por el estudio de la correspondencia, ya que esta atesora el recuerdo de quienes dejaron su mensaje impregnado en ella. Una muestra evidente de esta mayor atención es el aumento de proyectos centrados en la recopilación de material epistolar, con el fin de contribuir a la memoria colectiva en una buena cantidad de países. Uno de los casos más conocidos y que guarda relación con la guerra es The Legacy Project, una amplia iniciativa puesta en marcha en Estados Unidos en 1998 y que ya ha conseguido reunir material de la guerra de Secesión, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, las guerras de Corea y Vietnam o las guerras del Golfo. Un indicativo claro de la relevancia que los responsables del proyecto confieren a este tipo de materiales y a la capacidad que poseen para aproximarnos a determinados hechos del pasado lo encontramos en su propio sitio web, donde recogen que se trata de:

una iniciativa nacional de voluntarios que alienta a los estadounidenses a buscar y preservar la correspondencia personal de los veteranos de la nación, las tropas en servicio activo y sus seres queridos. Nadie puede contar las historias de estos hombres y mujeres mejor que ellos, y creemos que sus sacrificios, humanidad y experiencias se registran mejor en sus propias palabras: las cartas y correos electrónicos que han escrito en tiempos de guerra (Warletters.com, 2008, párr. 1).1

Por otro lado, dentro del mundo académico, han sido varias las disciplinas que también lo han incorporado en sus trabajos, desde la historia –en especial, a raíz del auge de la historia social, cultural o de las mentalidades– a la filología, pasando por otras como la sociología o la antropología. Aunque la carta es el género epistolar por antonomasia, también se pueden encuadrar dentro de este conjunto de fuentes los diarios, las memorias y las tarjetas postales, en la medida en que todas ellas recogen, en primera persona, las reflexiones de un sujeto. Sierra (2016), una de las mayores estudiosas de este formato en España, reflexiona en los siguientes términos:

Ignoradas y silenciadas en numerosas ocasiones, consideradas poco dignas y representativas en otras tantas, las referencias a las huellas escritas de la gente común fueron demasiado tiempo algo anecdótico, ilustrativo o incluso exótico en el ámbito académico. Fue la necesidad de descender a lo íntimo para conocer más y mejor este periodo clave lo que llevó a buscar y rescatar todos estos productos personales […]. Hoy en día su interés y su valor han quedado ya más que demostrados y ha sido gracias a ellos como se ha logrado escribir una historia más justa, más democrática y más próxima a las verdades de quienes vivieron y sufrieron las guerras (p. 20).

Enviar correspondencia siempre implica ausencia y separación física. Ese distanciamiento puede deberse a múltiples motivos, pero entre todos ellos la guerra ocupa un lugar destacado. En medio de estos momentos especialmente convulsos, el número de desplazados supera al de cualquier otro periodo, de ahí que la necesidad de establecer vías de comunicación sea una tarea fundamental. Separados de sus seres queridos, los individuos que son llamados a filas para el combate van a encontrar en este medio uno de los pocos lazos con los cuales mantenerse unidos a la realidad que habían vivido hasta el inicio de la contienda. Conocer el estado de salud de la persona que había marchado hacia el frente era algo indispensable para sus familiares, al igual que para quien partía era importante saber cómo se desarrollaba la vida en el hogar que tanto anhelaba.

Como describe Antonelli (2008), esta separación provocaba un auténtico colapso emotivo y, en consecuencia, la escritura epistolar era una necesidad inmediata que se debía cubrir. Pocas experiencias generan tanta desazón y dejan aflorar las emociones de manera tan viva como la guerra. De hecho, resultan numerosos los testimonios que aluden a la satisfacción que producía recibir el correo a diario. Los notables beneficios que confería al bienestar personal contar con flujos de intercambio de información fue un elemento que los altos mandos supieron reconocer con relativa rapidez, por lo que se pusieron en marcha todos los esfuerzos posibles con el fin de mantener alta la moral de las tropas. Por todo ello, estos escenarios bélicos son los momentos de mayor o más intensa producción epistolar y generan un volumen que permite el estudio de los periodos desde una perspectiva privilegiada.

En este sentido, la investigación que se presenta, construida sobre abundante material internacional custodiado en instituciones europeas y americanas, ofrece un recorrido por la evolución que ha experimentado la comunicación interpersonal en distintos conflictos armados librados en Europa y América entre principios del siglo XIX y mediados del XX. Un marco temporal de ciento cincuenta años con el que se persiguen dos objetivos principales. En primer lugar, dar muestra de la importancia que adquirió este medio de comunicación dentro de los enfrentamientos que se fueron sucediendo en las dos centurias mencionadas, así como de su idoneidad para aproximarnos a tales acontecimientos. En segunda instancia, ofrecer de manera conjunta distintos trabajos publicados o proyectos disponibles en la red sobre la correspondencia en cada una de esas guerras, así como indicar los principales avances que se consiguieron en cada conflicto. Todo ello siempre con el fin de poner a disposición de la comunidad académica recursos que contribuyan a alcanzar un mayor acercamiento al objeto de estudio abordado.

2. Correspondencia y guerra en el siglo XIX

Como ya se ha adelantado, las fuentes epistolares han demostrado resultar de gran utilidad para la investigación de las sociedades pretéritas en diferentes ámbitos. Aun así, como toda fuente histórica, debe ser contextualizada y no conviene perder de vista que, a fin de cuentas, los mensajes o las reflexiones que transmiten son fruto de la experiencia más próxima de quienes están viviendo ciertos acontecimientos. Sin embargo, lejos de ser un inconveniente, esta situación posee la virtud de hacernos descender a vivencias personales y concretas, y no a informaciones generales que otros medios o soportes proporcionan sobre el acontecimiento al que se refieren (Amor, 2012, p. 1038; Cervera, 2005, p. 13). Esto se complejiza cuando hablamos del mundo de la guerra, ya que en él intervienen otros tantos elementos, por ejemplo, la censura. Impuesta de manera generalizada en los conflictos recientes, sin duda, afecta de lleno a los mensajes que se transmiten y, por consiguiente, condiciona la información de las cartas de las que disponemos.

Dentro de las guerras contemporáneas, podemos fijar el punto de partida de la correspondencia en las campañas napoleónicas. Estos importantes episodios inauguraban el ciclo bélico en el siglo XIX y, en el caso de los intercambios epistolares, introdujeron novedades de profundo calado. Una de las más evidentes y que más relación guarda con los flujos de mensajes es la gran distancia que recorrieron las piezas postales entre el lugar de envío y el punto de destino. Debido a la envergadura de las operaciones militares lideradas por Napoleón y a los múltiples territorios a los que condujo a sus tropas, fue preciso establecer un sistema que garantizara la comunicación postal.

Sin duda, uno de los mejores testimonios de los que disponemos es el recogido por Antoine Marie Chamant de Lavalette, quien fuera director general de Correos, en sus memorias:

Fue en esa época [1805] cuando aproveché al máximo el sistema de mensajería que el emperador me ordenó organizar y cuyas bases le pertenecían. Él había escuchado el inconveniente de hacer que un hombre cruzara distancias enormes. Sucedió varias veces que los mensajeros, agotados de cansancio o desatendidos, no llegaron a merced de su impaciencia. Por eso organicé por orden suya el servicio […] con una supervisión activa y constante, lo logré y este servicio se llevó a cabo durante once años con total éxito y resultados prodigiosos. El correo partía y llegaba todos los días desde París y hacia los puntos más distantes, Nápoles, Milán, Bouches-du-Cattaro, Madrid, Lisboa y a continuación Tilsitt, Viena, Presbourg y Ámsterdam […]. El emperador recibió las respuestas escritas a las cartas desde Milán el octavo día y el decimoquinto desde Nápoles. Este servicio le fue muy útil. Fue, lo puedo decir sin vanidad, uno de los elementos de su éxito (Lavalette, 1831, pp. 31-33).

A pesar de los méritos que el propio Lavalette se atribuye y de los innegables avances que se consiguieron dentro de los sistemas de envíos en el continente europeo, lo cierto es que todavía resultaban muy lentos y muchas de las cartas tardaban semanas en llegar a su destino y otras tantas se perdían en el camino. Aun así, esto no impidió que tanto los hombres que lucharon por la Francia imperial como sus líderes militares aprovecharan estas mejoras puestas en marcha y escribieran a sus seres queridos para contarles sus experiencias e impresiones.

Dentro del mundo académico, la figura de Napoleón ha sido, de lejos, la que ha acaparado una atención más exhaustiva, a través de grandes trabajos que han ido analizando el contundente corpus documental de varios miles de piezas postales del emperador. La mayor parte de estos trabajos coinciden en destacar la información que sus cartas proporcionan sobre organización militar, tácticas empleadas en las batallas o acerca del avance de las tropas imperiales. En efecto, la cantidad de datos que es posible extraer de las misivas, ya sea de manera directa o indirecta, supone un extraordinario acercamiento a un sinfín de cuestiones estratégicas emprendidas por uno de los líderes militares más reconocidos de toda la historia, durante el proceso de expansión de su control por Europa.

Siguiendo con lo anterior, el proyecto más ambicioso que se ha llevado a cabo para la recuperación de este patrimonio documental ha corrido a cargo de la Fondation Napoléon. Tal y como lo detallan en su propia página, se han centralizado miles de cartas de Napoleón dispersas por Francia y por el extranjero gracias a un sistema de trabajo riguroso que ha permitido aunar esfuerzos con instituciones, hasta de cuarenta países, con el fin claro de recopilar, analizar y sistematizar el vasto legado testimonial dejado por el emperador2. En 2002 se puso en marcha esta gran empresa y, apenas dos años después, vieron la luz los primeros resultados en un tomo que recogía más de dos mil cartas enviadas entre 1784 y 1797 (Lentz, 2002). En 2018 lo hizo el decimoquinto y último volumen de la colección Correspondance générale de Napoléon, en esta ocasión bajo el título Les chutes. Las caídas). Las cerca de dos mil cuatrocientas misivas nos guían tras los pasos del emperador entre 1814 y 1821, a lo largo de escenarios como la conocida batalla de Waterloo o la isla de Santa Elena (Haegele et al., 2018).

Otro de los volúmenes que mayor interés presenta para el mundo bélico, por la relevancia de los acontecimientos que se suscriben allí, es el volumen XII, dedicado a la campaña rusa de 1812. En las más de dos mil quinientas cartas comentadas que se recogen se da cuenta de la estrepitosa derrota sufrida por la Grande Armée en diciembre de ese año,así como de su regreso, diezmada y con su condición psicológica destruida. A través de esos testimonios, se puede conocer, desde dentro, este punto de inflexión para el imperio napoleónico y para la historia europea, y acceder a multitud de aspectos que van más allá de los puramente militares (Lentz, 2012).

Por otro lado, frente a las numerosas cartas con descripciones castrenses, uno de los conjuntos postales más destacados de este periodo lo conforman los mensajes remitidos a la emperatriz Josefina (Caso, 2014; Haegele, 2007; Laot, 2012). Con un tono muy diferente al que se puede encontrar en el grupo de misivas anterior, el primer objetivo que se perseguía era el de plasmar por escrito el amor que se le profesaba y lo mucho que se añoraba su compañía. Sin embargo, de ellos también se pueden extraer multitud de datos sobre sus intenciones militares, ya que fueron muchos los detalles que quedaron recogidos en los breves textos que Napoleón intercambió con la que fuera su primera esposa. Tal y como se puede observar en el siguiente mensaje enviado en junio de 1807, el emperador da cuenta del curso que siguen las campañas contra la Cuarta Coalición y que le llevaron a consolidar su control sobre el oeste y el centro de Europa:

Friedland, 16 de junio de 1807.

Querida, ayer envié a Moustache con las noticias de la batalla de Friedland. Desde entonces he continuado persiguiendo al enemigo. Königsberg, que es una ciudad de 80.000 almas, está en mi poder. He encontrado allí muchos cañones, grandes almacenes y, por último, más de 160.000 mosquetes, que han venido de Inglaterra.

Adiós, querida. Mi salud está perfecta, aunque tengo un ligero catarro causado por acampar bajo la lluvia y el frío. Sé feliz y alegre. Tuyo siempre, Napoleón (Hall, 1901, p. 114).3

De manera complementaria, este fenómeno epistolar también se ha abordado desde la perspectiva de los soldados que participaron en las distintas campañas. En consecuencia, se ha detectado un reciente interés por sacar a la luz las experiencias que vivieron los combatientes que integraban los prestigiosos batallones franceses (Wilkin y Wilkin, 2015 y 2019). Quienes conocen en profundidad las misivas enviadas coinciden en que muchas de ellas muestran el cansancio de una población que llevaba años inmersa en largas campañas libradas en territorios lejanos y para la que el servicio militar gozaba cada vez de una menor popularidad.

Como muestra del rechazo hacia la guerra, las deserciones fueron en aumento, incluso a pesar del miedo que seguía instalado por las posibles represalias que conllevara tal decisión (Promyslov, 2012, p. 96). Los combatientes también se preguntan sobre a dónde dirigirá Napoleón sus próximas operaciones después de alcanzar la lejana Rusia o cuándo llegará la paz y en qué momento podrán volver a casa. Como es de suponer, los testimonios que transmiten difieren en muchos aspectos de los que encontramos en la correspondencia del emperador, sin embargo, tanto unos como otros constituyen las dos caras de la misma moneda. Dos puntos de vista que transmiten información sumamente relevante sobre estas prolongadas operaciones militares y que ayudan, de manera decisiva, a reconstruir el día a día dentro de estas.

Décadas después de que finalizaran las campañas napoleónicas, Crimea reavivó el interés por la correspondencia de guerra. En esta nueva ocasión, la lejanía del frente volvía a posicionarse como uno de los principales impedimentos que dificultaban las tareas de transporte hacia Europa Occidental. Por ello, los retrasos y las pérdidas seguían constituyendo uno de los problemas más frecuentes. Esta cuestión suponía un motivo de queja, casi constante, entre la sociedad británica y, tal y como se ha podido comprobar, los medios de comunicación londinenses se hacían eco de ello con relativa frecuencia. Por ejemplo, el sábado 3 de febrero de 1855, el Daily News publicaba un artículo en el que se daba cuenta de la falta de mano de obra dedicada a los envíos postales, de la ineficacia de los sistemas o de la poca voluntad de la London Post Office por buscar una solución real:

Cada vez que las quejas se convierten en un inconveniente local, la Oficina de Correos de Londres tiene la costumbre de solicitar al director de Correos de aquí el estado del caso. Tal exigencia es injusta e irrazonable. Un poco de franqueza y de sentido común bien aplicados harían comprender a las autoridades de Correos que no puede esperarse otra cosa que confusión de un Departamento que, como Correos de las Fuerzas Armadas, es enviado en un lamentable estado de desesperanza, con una pesada carga de responsabilidad y sin medios y recursos adecuados […] (War, 1855, p. 5).

No obstante, esto no impidió que muchos de los hombres movilizados recurrieran a la correspondencia para seguir en contacto con sus seres queridos en ese territorio tan distinto y lejano a su hogar. Con el fin de minimizar los efectos derivados de las grandes separaciones geográficas, se intentó poner en práctica acciones que solventaran tales problemas de la mejor forma posible. En este sentido, el estallido de la contienda aportó a la evolución de la correspondencia británica una serie de novedades, por ejemplo, el establecimiento de una oficina postal por primera vez en la capital del Imperio otomano. El objetivo de esta decisión no era otro que el de gestionar la correspondencia de las tropas británicas movilizadas y prestar este servicio considerado como necesario en el contexto de la contienda. Una de las mejores referencias, que dan cuenta de la actividad postal establecida a raíz del inicio de las hostilidades, la encontramos en un artículo publicado en The Illustrated London News el 19 de enero de 1856 bajo el título de La oficina de correos del ejército británico en Constantinopla. En él se alude al volumen estimado de piezas que circularían entre el frente y la retaguardia, la ruta que seguía el correo y los tiempos estimados de entrega:

La escena de la llegada y salida de los correos es de la mayor actividad. El barco de Marsella trae de veinte a veinticinco sacos, cada uno de ellos tan grande como uno de nuestros fuertes hamals (o porteadores) puede soportar, y se dice que el número de cartas excede de 12.000, y el de los papeles de 8.000. Este gran número se distribuye en regimientos, brigadas y divisiones, y se envía a Crimea y a Scutari en el corto espacio de dos horas. La cortesía y la atención mostrada por el funcionario de este establecimiento al público presentan un gran contraste con la brusquedad de las otras oficinas de correos en esta ciudad (The British Army Post-Office at Constantinople, 1856, p. 59).

Por otro lado, a causa de los trabajos y proyectos que poco a poco han recuperado un número cada vez mayor de esos testimonios, es posible conocer el día a día de las operaciones gracias a los datos que proporcionan a sus familiares (Allan y Williams, 2011; Dawson, 2014; Mawson, 2006). Un fondo interesante lo localizamos en la Warwickshire County Record Office, donde se custodian más de setenta misivas enviadas por George Henry Waller, un joven de 17 años que viajó a Crimea para unirse a las fuerzas británicas. A través de sus mensajes, se pueden conocer sus vivencias en el frente entre 1854 y 1856, algunas de las cuales resultan ser experiencias comunes a muchos de los hombres británicos que lucharon en tal conflicto armado4.

Al igual que hemos comprobado para el caso de la correspondencia de Napoleón durante sus campañas, en este otro enfrentamiento algunos de los testimonios que más atención han acaparado son los enviados por los altos mandos militares. De los muchos ejemplos que se pueden rescatar de distintas instituciones internacionales, no cabe duda de que uno de los más interesantes es el del almirante sir Leopold Heath, quien comandó el buque de guerra HMS Sans Pareil durante la contienda. Sus cartas, recogidas en la obra Letters from the Black Sea During the Crimean War, 1854-1855 (1897), ofrecen un punto de vista inusual de la guerra de Crimea debido a su implicación directa en varias de las mayores operaciones llevadas a cabo en los años en los que se prolongaron las hostilidades. Sin ir más lejos, el siguiente fragmento proporciona datos de interés acerca del curso de la batalla de Balaklava y del traspaso de información sensible sobre cuestiones estratégicas de un bando a otro, un aspecto que cobrará cada vez mayor importancia en los conflictos sucesivos.

Balaklava, 5 de noviembre de 1854.

Este es el comienzo de lo que todos esperamos que sea una semana muy crítica. Hace unos días un soldado desertó al enemigo, y se supone que dio información sobre la hora a la que los grupos que trabajaban en nuestras trincheras y baterías eran relevados; la consecuencia fue que a esa hora se abrió un tremendo fuego desde todas las baterías rusas, que ha continuado en todas las mañanas sucesivas desde entonces, aunque nosotros, por supuesto, cambiamos nuestra hora el segundo día.

Esta mañana oímos el cañoneo habitual más o menos a la misma hora, y lo atribuimos a la misma causa; pero a plena luz del día, alrededor de las 7 de la mañana, vimos masas de infantería rusa avanzando, y como pensamos al principio, amenazando nuestro frente (Heath, 1897, p. 98).

Unos años más tarde, el conflicto bélico desatado en Estados Unidos en 1861 trajo consigo una profunda conmoción en el seno de la sociedad. Las hostilidades se prolongaron durante cuatro años y se saldaron con más de seiscientos mil muertos, cifra que convirtió esta guerra en la más devastadora librada en el país norteamericano. Cuando los estados del Norte y del Sur se vieron enfrentados, la situación era muy diferente a la detallada en los conflictos descritos anteriormente. En esta ocasión, los hombres reclutados combatían dentro de sus fronteras nacionales y los millones de familias que sufrieron el distanciamiento propio de la contienda lo hicieron con el consuelo de tener a sus hijos, esposos o padres mucho más cerca, a diferencia de los soldados que combatieron en las guerras napoleónicas o en la guerra de Crimea.

En consecuencia, las reglas en la comunicación fueron totalmente diferentes. Ya no había que enviar las misivas a decenas de miles de kilómetros de distancia, por lo que el menor recorrido y la eficacia de los servicios de distribución permitieron una mayor fluidez a la hora de hacer llegar los mensajes. A la par, esto también ha propiciado que el volumen conservado sea muy superior al de los dos conflictos anteriores, ya que las pérdidas y extravíos se van a ver minimizados con motivo de la mejor organización de los sistemas de correos.

Este extenso volumen ha sido ampliamente estudiado desde distintos enfoques, aunque la figura del combatiente ha ganado un peso significativo, algo que se hace extensible a los proyectos de recuperación emprendidos por instituciones del país (Blaisdell, 2012; Gilmore y Page, 2011; Hager, 2018). Uno de los proyectos más interesantes es The Civil WarLetters, iniciado por el Wellesley College y la Universidad de Brandeis en Massachusetts con la intención de crear “un recurso académico en línea disponible para llegar a estudiantes, académicos e investigadores interesados en explorar las voces de quienes estaban profundamente involucrados en la Guerra Civil" (Wellesley College, s. f., párr. 1). En su página han recogido alrededor de cuatrocientas cincuenta cartas digitalizadas, con una excelente calidad, acompañadas de su correspondiente transcripción5.

Entre las grandes singularidades que presenta este enfrentamiento armado en lo relativo a la correspondencia se encuentra la dualidad de sistemas de correos que convivió en el país en el periodo de las hostilidades. Al ser conscientes de la importancia moral que tenía para los combatientes, el Departamento de Correos de Estados Unidos introdujo durante la guerra varias mejoras que facilitaron el envío y la recepción postal; por ejemplo, desde el verano de 1861 se llevó a cabo una progresiva simplificación de las tarifas, independientemente de la distancia a la que fuera enviada la misiva. Por su parte, los Estados Confederados formaron su propio Departamento de Correos el 21 de febrero de 1861 con John H. Reagan a la cabeza, quien se encargó de establecer oficinas en el territorio bajo control confederado e incluso de conducir a la creación de sellos propios. De esta forma, nos encontramos una particular situación en la que convivieron, dentro del mismo país, dos sistemas paralelos de correos que se volcaron de lleno con la causa bélica (Anderson, 2013).

En lo que respecta a los mensajes que los combatientes plasmaron en sus cartas, es posible apreciar una continuidad con las contiendas previas, en la medida en que las muestras de cariño a sus seres queridos, el relato de los hechos que están ocurriendo o la descripción de las terribles situaciones que están viviendo son elementos omnipresentes. Estos aspectos quedan perfectamente recogidos en la siguiente carta enviada el 22 de septiembre de 1862 por William Child, cirujano del 5.º Regimiento de Voluntarios de New Hampshire, a su esposa. Tal y como se puede observar en el emotivo mensaje, los horrores de la batalla están trayendo consigo fuertes impactos emocionales a quienes participan en ella, efectos que sobrepasan los daños puramente físicos. La manera de sobrellevar mejor esa situación es sintiendo cerca a los familiares ausentes:

Mi querida esposa;

Anteayer vendé las heridas de 64 hombres diferentes, algunos con hasta dos o tres heridas. Ayer estuve trabajando desde el amanecer hasta el anochecer, hoy estoy completamente agotado, pero pronto podré volver a trabajar.

Los días después de la batalla son mil veces peores que el día de la batalla, y el dolor físico no es el mayor dolor que se sufre. ¡Qué horrible es hasta que no se ve no se puede tener idea de los sucesos después de una batalla! Los muertos parecen espantosos, pero no sufren ningún dolor. Pero los pobres soldados heridos y mutilados, que aún tienen vida y sienten, dan una imagen de lo más horrible. Le ruego a Dios que detenga esta obra infernal, ya que tal vez la haya enviado a nosotros por nuestros pecados. Grandes deben haber sido nuestros pecados si tal es nuestro castigo […].

Carrie, anteanoche soñé con mi casa. Me encanta soñar con mi casa, es como si estuviera allí. Soñé que pasaba por la casa de Hibbards y os veía a ti y a Lud en la ventana. Después te vi en un lugar que no puedo saber dónde, me besabas y me decías que me querías […]. Besos para ti, Clint y Kate. Con cariño para todos. Tuyo como siempre. W.C (National Park Service., 2020, párr. 12-16).6

Del mismo modo, también son frecuentes las reflexiones sobre el sentido o sinsentido de la guerra, sobre su participación en tan sangrienta contienda y sobre el esperado momento en el que las hostilidades llegarán a su fin y podrán volver a encontrarse con sus seres queridos. Uno de los muchos ejemplos que se han localizado en los distintos repositorios consultados es la siguiente misiva enviada por Isaac Walters, del 20.º Regimiento de Infantería Voluntaria de Indiana, fechada el 17 de abril de 1865. Curiosamente, en ella Walters especula sobre la veracidad de las noticias recibidas acerca del asesinato del presidente Lincoln y sobre las consecuencias que este importante suceso pudiera acarrear a la continuidad del conflicto:

Querida hermana y amigos ausentes.

Estoy feliz de decirles hoy que mi vida y mi salud se han salvado para ver el final de esta cruel guerra que ha llevado a la tumba a muchos de los más valientes hijos del Norte, y que he complacido al Todopoderoso para perdonarme la vida y llevarme a salvo a través de la última lucha, mientras que muchos han exhalado su último aliento en el campo de batalla y en sus horribles prisiones en el Sur, que creo que es la peor de todas las muertes […].

Tendremos que esperar con paciencia hasta que las cosas se desarrollen más antes de que podamos decir lo que se hará, pero espero que volveré a casa en el transcurso de unos pocos meses. Ayer recibimos información de que Abe Lincoln, el Secretario Seward y su hijo fueron asesinados. Esto es terrible si es cierto, pero espero que no lo sea. Si esto es cierto, es muy probable que estemos retenidos 5 o 6 meses más de lo que hubiéramos estado de otra manera. […] (Smithsonian. National Postal Museum, s. f., párr. 3).7

Una menor atención ha recibido la guerra hispano-estadounidense. Entre las causas que explican tanto esta situación como el menor conjunto documental del que disponemos, se encuentra su corta duración. Los pocos meses en los que se prolongaron las hostilidades no dieron margen para la producción de grandes cantidades de piezas epistolares como sí ocurrió en los anteriores enfrentamientos librados durante varios años. Sobre el estudio de la correspondencia en este conflicto encontramos, por un lado, trabajos volcados en el análisis de los mensajes que circularon entre España y la isla de Cuba (Kouri, 2011; Montero, 2015), y por otro, contribuciones centradas en los intercambios con los Estados Unidos (King, 1929; Kouri, 2019). El menor volumen de piezas conservadas no ha sido un impedimento para que se hayan llevado a cabo proyectos vinculados a la recuperación de tales materiales. Una muestra clara de las múltiples oportunidades que ofrece la correspondencia dentro del ámbito académico lo encontramos en la iniciativa emprendida por el Museo Henry B. Plant de Tampa (Florida) con la creación de un original audiovisual titulado Letters from Tampa: Two Spanish-American War Stories en el que, de manera magistral, se entrelazan los relatos de dos testigos de la contienda con recreaciones históricas y fotografías de esta época8.

A grandes rasgos, los temas suponen una continuación respecto de los conflictos ya descritos, aunque se ha podido observar una pequeña diferencia: la menor presencia de referencias a operaciones militares. Posiblemente, esto se deba a razones como la brevedad de las hostilidades o la ausencia de grandes campañas dignas de reseñar. En contraste, se detienen más en escribir sobre la vida cotidiana en los campos de adiestramiento estadounidenses, sobre sus travesías en los buques de transporte de tropas o sobre los ataques a los campamentos extranjeros. Un buen ejemplo de esta cuestión lo podemos encontrar en el mensaje enviado por un soldado estadounidense el 7 de julio de 1898:

Estamos en Charleston, esperando en el tren las órdenes para embarcarnos en el Columbia. Comenzamos a sentirnos como un ejército; hay tropas aquí de Wisconsin, Kansas y Kentucky. No creo que pase mucho tiempo antes de que vuelvas a tener noticias mías, no puede ser que el gobierno se niegue a organizar el transporte por correo. Nadie se debilitó por el viaje. Todos estamos fuertes y de buen humor (King, 1929, p. 27).9

Por último, las propias características del conflicto obligaron a introducir modificaciones en los sistemas de correos de ambas naciones que garantizaron una comunicación postal eficaz. Para España fue una tarea más sencilla, ya que su control sobre Cuba había llevado necesariamente a establecer servicios de correspondencia desde tiempo atrás. A pesar de ello, la presencia de Estados Unidos era una novedad, de ahí que, a raíz del estallido de la guerra, se tuvieran que poner en funcionamiento mecanismos que permitieran ese intercambio. El principal obstáculo al que debían enfrentarse era el transporte marítimo, puesto que era el único medio posible para el correo al tratarse de una isla. A finales de julio de 1898, se pusieron en marcha algunas de las medidas de mayor calado y que afectaron a la apertura de los sistemas de correos entre Estados Unidos y Cuba:

Mi orden Nº 161 del 26 de abril pasado, que prohíbe el envío de cualquier material postal a España o sus dependencias, se modifica para permitir comunicación postal entre los Estados Unidos y Santiago de Cuba.

Los correos enviados a Santiago pueden contener materia postal de todas las clases permitidas en los correos domésticos de los Estados Unidos, dirigido a cualquier lugar dentro del territorio ocupado por las fuerzas de los Estados Unidos en la vecindad de Santiago; y los correos enviados desde Santiago pueden contener las mismas clases de material postal de correo dirigidas para su entrega en los Estados Unidos, estando todos los artículos incluidos en dichos correos sujetos a la inspección por las autoridades militares o navales competentes […].

Los correos para Santiago deberán dirigirse al Agente Postal de los Estados Unidos en Santiago, y la entrega de cualquier artículo puede ser retenida si lo consideran necesario las autoridades militares o navales correspondientes.

La compensación a los buques mercantes por el transporte marítimo de los correos de Santiago se hará según las tarifas pagadas hasta ahora a los buques mercantes por el transporte de correos desde los Estados Unidos a Santiago.

Firmado: Charles Emory Smith, Director General de Correos (Postal Service for Cuba, 1898, p. 2).

Así, se observa cómo existió, en todos los enfrentamientos armados que se libraron a lo largo del siglo XIX, una verdadera voluntad por conseguir una comunicación postal eficaz que permitiera agilizar el paso de información entre el frente y la retaguardia. El motivo principal no era otro que reportar beneficios emocionales a los combatientes. Las medidas que se pusieron en práctica en cada uno de ellos, a su vez, fueron abriendo el camino para que la correspondencia pudiera hacer frente a los importantes retos que le plantearían las grandes guerras en la nueva centuria.

3. La correspondencia en las grandes guerras del siglo XX

Pasados esos años de bisagra entre las dos centurias, la verdadera oportunidad para la correspondencia dentro del mundo bélico llegaría de la mano de la Primera Guerra Mundial. Este nuevo enfrentamiento armado llevó consigo una movilización humana como nunca se había visto y las necesidades que acarreó semejante volumen de desplazamiento marcaron claros signos distintivos con respecto a los conflictos anteriores, en los que las cifras habían sido infinitamente inferiores. Una de las cuestiones que se tuvieron que atender desde el mismo momento en el que iniciaron las hostilidades fue el establecimiento de un sistema postal que permitiera el flujo la correspondencia sin problemas, la cual era considerada un nexo vital entre millones de soldados desplazados y sus familiares. A pesar de haber funcionado de manera más o menos eficiente desde tiempo atrás, en esta ocasión se movilizaron todos los recursos disponibles, que consideraron, sobre todo, la amplitud geográfica y la realidad tan cambiante de los escenarios de batalla en los que se operaba.

Ante un fenómeno de semejante envergadura no han sido pocos los estudiosos que han buscado arrojar luz sobre él. Su resultado se ha visto plasmado en una notable variedad de trabajos publicados, ya sea en el ámbito anglosajón (Clayton, 2014; Wadsworth, 2015), francés (Guéno, 2013a, 2013by 2016), alemán (Prase et al., 2015; Schöttler, 2014) o italiano (Bellosi y Salvini, 2014; Giuntini y Pozzi, 2015). Todos ellos han contribuido a conformar un marco teórico excepcional, a través del cual podemos conocer multitud de testimonios en primera persona acerca del trágico episodio.

De igual manera, resultan innumerables los proyectos emprendidos relacionados con el estudio y la difusión del excelso material epistolar disponible de la Gran Guerra. Uno de los más destacados, por sus dimensiones, su proyección y la accesibilidad de los contenidos es Europeana 1914-1918, que reúne los recursos de tres grandes proyectos europeos, cada uno de los cuales se ocupa de distintos tipos de materiales de la contienda. El resultado es un gran archivo transnacional que aúna colecciones nacionales junto con historias personales y archivos cinematográficos, y ofrece un acercamiento a la Gran Guerra desde múltiples perspectivas. Entre los cientos de miles de documentos digitalizados, las cartas y las tarjetas postales constituyen uno de los conjuntos más numerosos y conforman uno de los proyectos más valiosos de los que se pusieron en marcha en 2014 con motivo de la conmemoración del estallido de la contienda10. Asimismo, también resulta interesante el apartado reservado a la Gran Guerra dentro del proyecto Die Briefsammlungen der Museumsstiftung Post und Telekommunikation, de la Fundación Museo de Correos y Telecomunicaciones, que ofrece en línea más de setecientas cartas significativas de este periodo11.

En este conflicto, en el que los combatientes fueron puestos a prueba emocionalmente de una manera extrema, el significado de la recepción del correo adquiría también nuevas dimensiones. Además de una prueba de vida, se posicionó como un medio para comprobar que, en el hogar, sus familiares seguían pensando en ellos y eran recordados a pesar de las largas temporadas en las que permanecían alejados. La desazón continua en la que vivían los llevó a visualizar el correo como una vía de escape para ese horror permanente en el que se habían instalado. En los pocos minutos que dedicaban a la escritura o la lectura de las misivas conseguían evadirse por unos instantes de ese cruel entorno y transportarse al placentero ambiente de su hogar. Esa necesidad se tradujo en una producción postal de carácter industrial y las cifras estimadas que podemos conocer por países son una prueba de ello. Por ejemplo, Huss (2000, p. 89) sitúa alrededor de dos millones de piezas postales que circulaban a diario en Gran Bretaña entre el frente y la retaguardia, cifra que podría elevarse hasta los cuatro millones en Francia y dieciséis millones al día en el Imperio alemán, según los datos del holandés Guus de Vries (2016, p. 16).

Esta situación solo fue posible debido a las decididas iniciativas que se llevaron a cabo en todos los países implicados y que estuvieron enfocadas a poner en marcha una serie de medidas que favorecieran el intercambio de mensajes. En el caso de Italia, en un primer momento se concentró en Bolonia toda la correspondencia hacia el frente y desde el frente, no obstante, con la llegada masiva de piezas postales fue necesaria la búsqueda de una nueva solución. En este sentido, se decidió centralizar en Bolonia la correspondencia enviada desde las diferentes ciudades del país hacia el frente, mientras que se estableció una nueva oficina en Treviso, en la región del Véneto para la correspondencia directa remitida en sentido inverso. Aparentemente, este sistema cumplió su misión a la perfección y permitió dar salida a la enorme cantidad de envíos que llegaban de manera diaria. Además, también fue en Italia donde se llevó a cabo el primer experimento de correo aéreo. El 22 de mayo de 1917, en un vuelo experimental Turín-Roma, un avión transportó más de doscientos kilogramos de manera exitosa, hecho que sentó un claro precedente en la evolución de la correspondencia de guerra y que a posteriori sería utilizado ampliamente en los conflictos sucesivos (Garrone, 2014, p. 9; Nataloni, 2009, p. 8).

Además del establecimiento de este tipo de sistemas de intercambio, cualquier acción que contribuyera de manera positiva en la moral de los soldados era bien recibida. Por ello, se ordenó la distribución gratuita de piezas postales para los soldados movilizados o la utilización de medios de transporte más veloces que permitieran aligerar los tiempos de envíos. Por ejemplo, sabemos que Francia publicó el 3 de agosto de 1914, apenas en el mismo momento en el que estalló el conflicto, el decreto concerniente a la franquicia militar. En este se establecía la gratuidad de envíos del frente hacia la retaguardia con el fin de asegurar un mayor contacto de todos aquellos hombres que habían dejado atrás sus hogares para combatir en defensa de su nación.

DECRETOS:

ART. 1. - Las cartas simples, es decir, que no pesen más de 20 gramos, procedentes o dirigidas a todos los militares y marineros de los ejércitos de tierra y de mar movilizados, se admitirán libres de impuestos por correo.

ART. 2 - Los giros postales cuyo importe no exceda de 50 francos, dirigidos o enviados por los soldados o marinos mencionados en el artículo anterior, estarán exentos del derecho de comisión (Bibliothèque Nationale de France, 1914, p. 326).

Unos días más tarde, el 19 de agosto, completaban la legislación con una de las medidas que más repercutió en la correspondencia de guerra: la creación de tarjetas postales dirigidas a los soldados movilizados. En efecto, una de las muchas novedades que incorporó la Primera Guerra Mundial fue la utilización a gran escala de la postal como medio de comunicación interpersonal dentro del contexto bélico. A pesar de haber funcionado tímidamente como tal desde 1870, en la guerra franco-prusiana fue cuando experimentó un extraordinario salto cuantitativo y cualitativo sin precedentes. Sus innegables ventajas hicieron que, desde un primer momento, se posicionara como la opción más elegida tanto por los propios soldados como por sus líderes militares. Esto llevó a la postal se ubicara en una posición privilegiada dentro de los sistemas de correos de todas las potencias beligerantes. De esta manera, se ampliaba con ella el número de soportes sobre los que era posible plasmar las impresiones o vivencias que se estaban experimentando. A la par, sus propias características provocaron modificaciones en los mensajes que se enviaban y los dotaron de una serie de rasgos particulares, como una mayor brevedad en el texto en comparación con las cartas. Esto abrió una nueva vía de exploración sumamente interesante desde el punto de vista del análisis del contenido, en la medida en que las diferencias aportan un valor añadido al estudio (López Torán, 2017, p. 291; De Vries, 2016, p. 9).

Por su parte, otra de las mayores novedades que incorporó este conflicto bélico en lo relativo a la correspondencia fue la sistematización de la censura. A pesar de que ya había estado más o menos presente en las contiendas anteriores, en ningún caso llegó a tener la importancia de este momento. Tal y como señala García (2009, p. 145 y 171), los controles más efectivos se aplicaron sobre los envíos realizados por los soldados a sus hogares, ya que las autoridades pronto se percataron de los peligros que la circulación de cierta información podía acarrear o la ayuda que concedería al enemigo. Por ello, se prohibió, entre otras cuestiones, escribir cualquier referencia a futuras operaciones, movimientos de tropas, organización de los campamentos, armamento o condiciones físicas de las tropas, ya que cualquier detalle, por mínimo que fuera, podía ser utilizado si llegaba a filtrarse. Esta cuestión se puede apreciar en el siguiente fragmento, extraído de una carta enviada el 17 de octubre de 1914 por un soldado alemán a su madre. Como podemos observar, alude a una “difícil misión y nadie debía saber dónde habíamos ido”:

Querida madre.

Hoy he recibido tu carta del 18 del mes pasado. No habrás recibido nada de mí durante mucho tiempo. Nuestra división tenía una difícil misión y nadie debía saber dónde habíamos ido. Por eso, Correos no nos envió nada, pero tampoco aceptó nada de nosotros. Estábamos tan lejos que el correo no podía llegar hasta nosotros. También he recibido una carta de mi prometida y veo que mi hermano Hans está herido. Si la lesión no es tan grave, puede considerar que es un regalo del cielo librarse por fin de esa vida. Hemos pasado días terribles 3-4 días sin dormir, siempre marchando o tumbados en el campo y siendo disparados por los ingleses y franceses […] (Europeana 1914-1918, s. f., p. 3).12

No obstante, es preciso señalar que rápidamente se vio cómo en la práctica resultaba muy difícil poder frenar tal cantidad de piezas postales, de ahí que, incluso con los fuertes controles fijados, un importante número de mensajes escaparon de las restricciones. Aun así, a pesar de las deficiencias del sistema, el simple hecho de haberse impuesto esas medidas de control hizo que los propios soldados se autocensuraran y evitaran compartir determinada información, ya que el miedo a que sus cartas fueran devueltas y nunca llegaran era una razón de peso para actuar sin riesgos. Por otro lado, el establecimiento de la censura también tuvo efectos en lo que respecta a los tiempos de recepción de las cartas y tarjetas. Si bien los nuevos medios de transporte y los eficaces sistemas establecidos habían conseguido agilizar de una manera notable los envíos, los controles a los que eran sometidas las piezas postales actuaron en detrimento de esa velocidad, ya que el volumen tan desmesurado que debían atender retrasaba la entrega de los mensajes.

Independientemente de esta situación, los millones de soldados movilizados no dejaron escapar ni un solo rato libre para escribir a sus seres queridos. Como se ha mencionado anteriormente, este era uno de los mejores métodos para combatir los efectos psicológicos negativos y hacer frente al cúmulo de emociones que traía consigo el esfuerzo de la guerra. Los temas van a ser, en esencia, similares a los que hemos expuesto hasta ahora, aunque se ha detectado una mayor presencia de relatos con los que se busca hacer partícipes a los destinatarios de todo cuanto estaban descubriendo en su tiempo en el frente. En este punto es preciso indicar que la edad media de los combatientes de la Gran Guerra se encontraba en torno a los veinticinco años, por lo que, para muchos de ellos, la marcha al frente suponía la primera vez que salían de su lugar de residencia y conocían el mundo más allá de su entorno cercano. Esto se traducía en mensajes de asombro por todo lo que veían, como muestra esta carta enviada el 16 de abril de 1915, en la que también se alude, aunque muy brevemente, al estrés y la tensión que la guerra provocaba:

Mi queridísima madre,

Por favor, agradece a Nora su interesante carta mecanografiada. Como habrás adivinado por la lectura de los periódicos, he estado muy ocupado últimamente y he tenido poco tiempo o ganas de escribir cartas.

Ahora estamos fuera y después de un descanso y un lavado me siento muy bien, feliz y contento. He tenido mucha suerte y tuve un tiempo comparativamente fácil, pero ha sido muy emocionante y una gran experiencia. Salí bastante ileso y me he recuperado bastante del estrés y la tensión. He oído que C. Slater también está bien.

Dormí una noche en un refugio alemán y fue bastante divertido revisar las grandes cantidades de cosas que habían dejado y probar el pan negro […] (Europeana 1914-1918, s. f., p. 1).13

Si bien se hacía referencia en las páginas anteriores a los beneficios emocionales que la práctica epistolar reportaba a los combatientes, lo cierto es que no siempre los soldados tenían familiares a los que dirigirse. Por esta razón, y en un intento más por mantener la moral alta de sus tropas, los Gobiernos buscaron mecanismos para que estos pudieran enfrentar la desazón que producía dicha circunstancia. Así, se popularizó la figura de las madrinas de guerra, mujeres que accedían voluntariamente a establecer lazos de correspondencia con los soldados. Pronto se postuló como el mejor remedio con el que contaron para aliviar la soledad y poder sobrellevar el choque emocional que implicaba la guerra. En los primeros momentos, las madrinas eran presentadas como una madre, una hermana o una amiga en quien se podía confiar y, en consecuencia, se dejaba de lado cualquier tipo de sentimentalismo que pudiera conducir a relaciones amorosas. Sin embargo, el componente afectivo no tardó mucho en aflorar, ya que parecía irremediable que no se manifestaran este tipo de emociones entre los dos correspondientes teniendo en cuenta las circunstancias en las que se daban y el vínculo que se forjaba entre ellos. Por ese motivo, de los primeros mensajes enviados en los que prácticamente todo el contenido estaba relacionado con noticias de las experiencias tenidas en cada jornada, se pasó a palabras más íntimas, algo que es muy fácil de apreciar por el tono que van adquiriendo los escritos. De esta manera, podemos observar cómo una medida que estaba dirigida a remediar los efectos negativos que la ausencia de correspondencia generaba entre los soldados condicionó el objeto de los testimonios y generó un tipo de documentos con unas características definidas que constituyen igualmente un excelente objeto de estudio (Le Naour, 2014).

Al igual que este gran enfrentamiento armado supuso un paso decisivo para la correspondencia y para su estudio, la guerra civil española también ha abordado el análisis de los millones de cartas y postales que fueron enviadas en los años que se prolongó la contienda (Cervera, 2005; Matthews, 2015; Sierra, 2009 y 2016).

En muchos aspectos se van a repetir algunas de las situaciones descritas en la Gran Guerra. Por ejemplo, el desarrollo de la censura, sobre todo en el territorio controlado por los sublevados, provocó un empobrecimiento considerable del contenido de los mensajes. Así, las cartas se convirtieron en medios que plasmaban únicamente la monotonía del estancamiento de los frentes. Las palabras, en muchas de las misivas analizadas durante esta investigación, parecen forzadas con el fin de evitar que fueran requisadas en el control y de que los mensajes no llegaran a su destino. Al igual que se detallaba, en el caso de la Primera Guerra Mundial, el establecimiento de la supervisión del contenido enviado actuó como un factor disuasorio para que los combatientes se mostraran cautos a la hora de transmitir determinada información. Por otro lado, las madrinas de guerra contaron con una intensa actividad en este momento, aunque fue sensiblemente mayor en el bando nacional, donde el cometido de estas mujeres era considerado como un deber patriótico y una de las mejores formas de contribuir a la causa (De Ramón, 2016).

Al margen de las líneas de continuidad que se pueden establecer con la Gran Guerra, las particularidades de esta contienda, que enfrentaba a los individuos del mismo país y se libraba dentro de las mismas fronteras, originaron una serie de actuaciones que recuerdan a las analizadas en la guerra de Secesión en Estados Unidos. El ejemplo más significativo lo encontramos en el establecimiento de dos sistemas de correos paralelos, preparados para dar cobertura a cada una de las dos zonas de control en las que quedó dividido el territorio nacional. En el bando sublevado, se reguló la actividad postal por decreto el 3 de agosto de 1936, apenas dos semanas después de que se iniciaran las hostilidades, con aplicación dentro del territorio que se encontraba bajo su jurisdicción:

Como Presidente de la Junta de Defensa Nacional y de acuerdo con ésta, vengo en decretar lo siguiente:

Se concede franquicia postal a las fuerzas militares y elementos armados que cooperan al movimiento salvador de la Patria que la Junta de Defensa Nacional representa, siempre que la correspondencia vaya dirigida a lugares de dentro del territorio sometido a la Autoridad de esta Junta y sellado el sobre por la Unidad Militar correspondiente. Dado en Burgos a tres de agosto de mil novecientos treinta y seis. MIGUEL CABANELLAS (Biblioteca Virtual de Defensa, 1936, p. 2).

Unos días después le llegaría el turno al Gobierno de la república, que publicaría el decreto regulador el 7 de agosto de ese mismo año. Además de tratarse de un texto más elaborado desde el punto de vista de la ordenación que establece, se destaca por la argumentación que aporta sobre la conveniencia de cubrir no solo el avituallamiento, sino también las necesidades de “índole familiar y afectiva”.

Excmo. Sr.:

Obligación ineludible y apremiante del Gobierno legítimo de la República es, en los presentes momentos, atender con urgente solicitud, no sólo a las necesidades de avituallamiento y pertrecho propias de un Ejército que lucha heroicamente por el restablecimiento de la legalidad republicana, sino las de índole familiar y afectiva, que son complemento lógico de aquéllas. Es preciso organizar adecuadamente el servició postal en los diversos campos de operaciones, así como facilitar a los esforzados combatientes republicanos la recepción y envío de su correspondencia epistolar y de cuantos objetos postales puedan cambiar con sus familiares para satisfacer sus necesidades, su comodidad o regalo. […]. En virtud de las consideraciones expuestas, de acuerdo con el Consejo de Ministros, y a propuesta del de Comunicaciones y Marina mercante, vengo en decretar lo siguiente:

-Artículo 1°. Se crea la “Tarjeta postal de campaña”, que sólo podrá ser utilizada por las fuerzas leales a la República, para su comunicación epistolar.

-Artículo 2°. Se establece la gratuidad de la correspondencia dirigida a las mencionadas fuerzas.

-Artículo 3°. Se implanta el servicio de “Envíos populares”, que podrán remitirse recíproca y gratuitamente los miembros de las fuerzas de todos los frentes, sea cualquiera el lugar en que se hallen, y sus familiares.

Dado en Madrid a siete de agosto de mil novecientos treinta y seis. MANUEL AZAÑA (Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado, 1936, p. 1141).

Como se puede observar en los dos casos, las primeras directrices referentes a la regulación de los intercambios epistolares estuvieron dirigidas a la concesión de la franquicia militar. El fin era siempre facilitar tales movimientos y proporcionar un elemento tan esencial para los combatientes en su esfuerzo bélico como la comunicación con sus seres queridos. Curiosamente, al igual que veíamos para el caso de la guerra de Secesión, durante el periodo de duración de las hostilidades se dio la situación de que convivieron en un mismo territorio nacional dos sistemas de correos paralelos, pero centrados en la misma función: la eficaz comunicación entre frente y retaguardia.

Por lo que respecta al contenido de las misivas que eran enviadas desde el frente la temática fue muy amplia, aunque en su gran mayoría se corresponden con los tópicos que han estado presentes desde tiempo atrás. Las muestras de añoranza al hogar y a los familiares, las declaraciones de amor a sus parejas, el hartazgo de combatir día tras día, los planes de futuro una vez que finalizaran las hostilidades o las malas condiciones en las que viven son algunos de los asuntos presentes en la totalidad de las cartas y tarjetas postales enviadas por los combatientes. Una novedad notable que incorporó este conflicto fue la inclusión de referencias a la nueva realidad que los fascismos ya habían instalado en las sociedades europeas de los años treinta. De esta manera, por vez primera, se han detectado cuestiones que luego serían abordadas en la segunda de las dos conflagraciones mundiales y que aluden al militarismo incorporado en amplias redes nacionales.

Finalmente, la Segunda Guerra Mundial cierra este recorrido cronológico por la evolución de la correspondencia bélica. Al igual que se ha venido detallando en los distintos conflictos analizados, los intercambios epistolares realizados durante este nuevo enfrentamiento bélico también han suscitado un gran interés dentro del mundo académico, ante todo por las enormes implicaciones que ha tenido dicho enfrentamiento armado en la historia reciente universal. De manera general, los estudios se han centrado en la figura de los soldados (Adler, 2003; Böll y Schubert, 2001; Montgomerie, 2005; Moutier, 2015; Vilanova y Donato, 2007), aunque algunos de ellos han venido abordando cuestiones más concretas como las experiencias vividas en los campos de concentración (Lajournade, 1989). Finalmente, los dirigentes y altos mandos militares también legaron un importante volumen de misivas fruto de la intensa actividad que mantuvieron en los años de conflicto. Como era de esperar, atrajo rápidamente la atención de los estudiosos que vieron en estas fuentes un recurso sumamente valioso con el cual contribuir a la reconstrucción del complejo panorama interno de los grandes despachos en los que se decidía el designio de la guerra. Uno de los trabajos más reconocidos es el dedicado a Heinrich Himmler y al intercambio epistolar mantenido con su esposa (Himmler y Wildt, 2014), en el que se siguen unos planteamientos similares a los que se han venido presentando para los conflictos analizados en las páginas anteriores.

Los abundantes estudios académicos publicados sobre la correspondencia se han visto complementados con la puesta a disposición del público de un gran volumen de material gracias a iniciativas llevadas a cabo desde distintas instituciones de una larga lista de países. Por ejemplo, Die Briefsammlungen der Museumsstiftung Post und Telekommunikation de la Fundación Museo de Correos y Telecomunicaciones, ya mencionado en este estudio, también proporciona cartas del segundo conflicto mundial. En esta ocasión son más de mil quinientas piezas postales, cifra notablemente superior en comparación con las setecientas que se indicaban anteriormente de la Gran Guerra14.

El mundo de la correspondencia de guerra es un mundo de contrastes y, ante un conflicto de tales características, esos contrastes se llevaron a los extremos. Según podemos extraer de las misivas enviadas por los soldados a sus hogares, la importancia que le conferían a la recepción del correo era comparada incluso con cuestiones vitales como dormir o comer. En ocasiones, planteaban la llegada de las cartas como “el nutriente o el soporte moral” necesario para contribuir a sobrellevar el día a día en semejantes escenarios de peligro. Las dimensiones que alcanzó el nuevo enfrentamiento global hicieron que se pusieran en marcha todos los recursos disponibles para garantizar la comunicación con los lejanos frentes y para proporcionar ese sustento tan deseado a los millones de combatientes que se habían visto forzados a abandonar sus hogares y marchar al frente con pocas esperanzas de regresar sanos y salvos.

Había pasado dos décadas del fin de la Primera Guerra Mundial y los avances en este campo fueron más que notorios. Si antes se aludía al novedoso sistema establecido en Italia para cubrir la ingente demanda de envíos, ahora merece especial atención el mecanismo que Estados Unidos implantó para hacer llegar la correspondencia de uno a otro lado del Atlántico. Conocido como V-Mail, este fue uno de los elementos más llamativos y singulares que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial y revolucionó el mundo postal. Además, permitió abaratar considerablemente los costes y agilizar el transporte gracias a las importantes dificultades geográficas que conseguía salvar. Según describen Ward y Burns (2007, p. 121), las misivas dirigidas al frente eran enviadas a Washington para ser leídas por los censores y, una vez que pasaban la selección, eran fotografiadas en un carrete de dieciséis milímetros de microfilm que podía llegar a aglutinar más de dieciocho mil unidades postales. Esos carretes eran llevados a Europa por transporte aéreo y, posteriormente, se imprimían las cartas en papeles fotográficos para ser distribuidas entre los distintos frentes. Con ello, se permitía también liberar un espacio fundamental en los aviones, que podía ser utilizado para transportar materiales de primera necesidad para la guerra: armamento o cualquier otro elemento relevante para el trascurso de las operaciones. En distintos mensajes enviados durante los años en los que permaneció activo este servicio, es posible encontrar alguna referencia a ello, tal y como se puede observar en el texto remitido desde Italia el 3 de abril de 1945 por el soldado Edward C. Franklin al reverendo Floyd S. Leach en Norton, Connecticut:

Espero que puedas leer esto después de la microfilmación - estoy escribiendo con una vela, y mi pluma no se nutre muy bien. Me llegó una caja del 27 de marzo, de Stamford, que fue enviada por correo el 10 de octubre a la misma dirección que tu pastel - ¡así que no desesperemos! El pastel de frutas dura mucho (y ha tenido un gran éxito entre mis amigos) […] (Smithsonian music, s. f., párr. 2).15

Si bien el desarrollo de sofisticados mecanismos permitió incorporar novedades de gran relevancia en la evolución del correo bélico, en lo referente a la temática de los mensajes se ha observado una notable continuidad con los enfrentamientos previos. No resulta extraño que las reflexiones que los combatientes enviaban a sus seres queridos coincidiesen en múltiples aspectos, ya que las situaciones a las que eran expuestos resultaban similares. De manera general, los testimonios plasmados en las distintas piezas de papel nos abren el interior de quienes presenciaron directamente el horror de la guerra. En ellos, potentes emociones, que aumentan cuando se percibe el peligro muy de cerca, se entremezclan con mensajes más banales como las narraciones de rutinas diarias, cotilleos de miembros de los regimientos o noticias tanto de familiares como de la actividad en el frente.

A pesar de las evidentes semejanzas que guarda el contenido de los mensajes distribuidos entre 1939 y 1945 con los conflictos anteriores, es preciso indicar que, en determinados territorios, la fuerte censura que se impuso actuó como un potente moderador que mermó por completo la diversidad de los testimonios. El mejor exponente lo encontramos en Alemania, donde el férreo control llevado a cabo en todas las esferas de la vida tuvo, como es de suponer, su correspondiente plasmación también en el sistema de correos. En este caso, además de velar por que no se diera información sensible al enemigo, como ya se había hecho de manera generalizada desde la Gran Guerra, también se intentaba interceptar a individuos que no declararan su lealtad a Hitler y que supusieran una amenaza a los ojos de los nazis.

Por último, otro elemento de continuidad detectado en este nuevo conflicto global fue la presencia de las madrinas, que siguieron teniendo un importante papel, incluso con los factores tan adversos con los que tuvieron que lidiar. No obstante, sí se han podido trazar elementos diferenciadores, por ejemplo, los territorios donde esta actividad tuvo mejor respuesta. Francia y Bélgica, cunas de las madrinas en la guerra de 1914, cayeron bajo la órbita nazi prácticamente al inicio de las hostilidades. Por lo anterior, el intercambio de correspondencia se tornó en una tarea especialmente difícil en estos dos territorios, tan relevantes para dichas figuras. En contraste, más significativo fue el caso italiano, donde el amadrinamiento fue apoyado por Mussolini, quien percibió en esta iniciativa un posible canal a través del cual extender las ideas del régimen. Así, además de conseguir esa misión de elevar la moral de los combatientes, las madrinas sirvieron para extender con sus mensajes los postulados del partido del Duce (Colli, 2011).

En definitiva, la Segunda Guerra Mundial tomó el testigo de las experiencias previas recogidas en estas páginas y aportó elementos singulares en el ámbito de la correspondencia. Las reglas que rigieron a este gran enfrentamiento armado obligaron a redefinir y ampliar muchas de esas iniciativas y adaptarlas al nuevo contexto bélico. A su vez, marcó un punto de inflexión para los flujos de intercambio epistolar en el seno de las guerras, ya que la irrupción de nuevos medios de comunicación interpersonal, que permitían hacer llegar la información de manera casi inmediata, llevó a la correspondencia a iniciar una etapa de lento retroceso.

4. Conclusiones

A la vista de la información recogida en las páginas anteriores, no queda duda de las múltiples ventajas que ofrece la correspondencia para el mundo académico y, en especial, para disciplinas como la historia. Incorporada en fechas recientes al elenco de fuentes, todavía puede seguir proporcionando un sinfín de nuevos enfoques y perspectivas que nos lleven a completar determinados espacios en blanco sobre tantos acontecimientos de nuestro pasado.

Dicha idea se hace más patente cuando nos referimos a episodios tan destacados como las guerras. La importancia que adquirió este medio de comunicación interpersonal en el seno de los enfrentamientos armados contemporáneos la sitúa en un espacio privilegiado dentro del estudio de estos convulsos momentos. La primera ventaja que ofrecen para el conocimiento de las guerras es la capacidad de penetrar hasta las esferas más íntimas de los protagonistas que sufrieron sus efectos de manera directa. Como hemos podido comprobar a través de los mensajes recogidos en estas páginas, sus palabras nos transportan a un universo muy diferente al transmitido por la documentación oficial y nos abren los ojos a un sinfín de experiencias personales que nos ayudan a comprender el complejo y siniestro engranaje que se encuentra tras las guerras. En este sentido, no podemos negar que estos documentos son testimonios únicos de experiencias vividas, en muchas ocasiones bajo condiciones extremas que, en caso de no haberse perpetuado en estos medios escritos, se habrían perdido para siempre en el recuerdo de sus protagonistas. Por otro lado, es posible recuperar la memoria no solo de los conocidos líderes militares, sino de los millones de combatientes movilizados y de sus seres queridos que presenciaban con angustia el desarrollo de tan inquietantes episodios. Como se ha detallado, la correspondencia forja una conexión material y emocional entre el frente y la retaguardia y, de manera indirecta, permite ampliar el foco de estudio más allá del propio escenario en el que se están librando las batallas para obtener así una visión más general del verdadero fenómeno que supusieron los enfrentamientos armados. De este modo, queda probado el primer objetivo marcado; demostrar la idoneidad de estos soportes postales para el estudio de las guerras y evidenciar la fuerte presencia que tuvo la correspondencia en el día a día de las principales contiendas libradas en la época contemporánea.

Por su parte, gracias al marco cronológico que se estableció al inicio de la investigación ha sido posible cumplir el segundo objetivo, es decir, presentar algunos de los más notables avances consolidados en el seno de los sistemas de correos dentro de los escenarios bélicos, así como distintos proyectos emprendidos en varios países centrados en el tratamiento y la difusión de este rico patrimonio documental. Como se ha indicado, la primera gran sistematización se llevó a cabo durante las campañas napoleónicas, donde la continua expansión de los escenarios de batalla precisó de un alto grado de organización que llevara a su destino las misivas. Por su parte, la guerra de Crimea aportó a la evolución de la correspondencia británica una serie de novedades, como el establecimiento de una oficina postal en la capital del Imperio otomano, algo que afianzó las posteriores comunicaciones entre ambos territorios situados en los dos extremos del continente europeo. Años más tarde, hemos podido comprobar cómo la guerra de Secesión condujo a la puesta en marcha de dos sistemas paralelos de correos dentro de los Estados Unidos que respondían, de manera directa, a las exigencias propias del conflicto civil desatado. Cerrando el siglo XIX, el enfrentamiento armado librado por el control de Cuba también impuso ciertos avances para la correspondencia. A pesar de su brevedad, trajo consigo, por ejemplo, la apertura de correo entre Estados Unidos y Santiago de Cuba, germen del sistema que posteriormente implantaría durante el periodo de ocupación al finalizar la contienda.

Con la nueva centuria, los cambios puestos en marcha experimentarían un salto notable en sintonía con la envergadura que adoptaron los enfrentamientos armados librados en este momento. En primer lugar, la Gran Guerra aplicó múltiples novedades como la sistematización de la censura, el correo aéreo o la utilización masiva de tarjetas postales, solo por citar algunas de las actuaciones más notables. Apenas dos décadas después, la guerra civil española tomó el ejemplo de los avances producidos en varios de los conflictos previos y los supo aplicar para cubrir la importante tarea de mantener la comunicación entre el frente y la retaguardia. Con unas características similares a las que se han expuesto para la guerra de Secesión, asistimos de nuevo a la convivencia de dos sistemas paralelos de correspondencia dentro de un mismo país mientras se prolongaron las hostilidades. Finalmente, entre las aportaciones que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial hemos considerado relevante destacar la puesta en marcha del sistema V-Mail por la novedad que supuso la utilización de la microfilmación en el proceso de envío. Se tratan, todos ellas, de excelentes aportaciones que cubrieron a la perfección la misión para la que fueron diseñadas dentro del contexto de la guerra y que, además, sirvieron para que los distintos sistemas de correos postales implicados dieran importantes pasos hacia delante. Avances que, a su vez, han contribuido a que podamos contar en la actualidad con estos magníficos testimonios escritos impregnados en pequeños fragmentos de papel. Y es que, en definitiva, estas piezas postales suponen un excelente mecanismo que nos permite conectar tres marcos temporales a la vez: el tiempo en el que la leemos, el momento en el que se redactaron y el instante que se describe en el mensaje. De esta manera, si bien cuando fueron escritas tuvieron la función de aproximar a los soldados a sus seres queridos, hoy día nos acercan a nosotros a la situación que vivieron en sus batallas particulares y nos permiten ser, en cierta medida, testigos directos de sus realidades, miedos, deseos e inquietudes.

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Notas

1 Véase el siguiente enlace http://www.warletters.com/ para encontrar información ampliada sobre este proyecto.
2 Se puede encontrar más información sobre esta iniciativa en el siguiente enlace https://fondationnapoleon.org/activites-et-services/histoire/la-correspondance-de-napoleon/
3 Véase volumen completo disponible en https://archive.org/details/napoleonsletters00napoiala/page/n8
4 Véase el catálogo en el siguiente enlace del proyecto http://archivesunlocked.warwickshire.gov.uk/calmview/TreeBrowse.aspx?src=CalmView.Catalog&field=RefNo&key=00305%2f5%2f5%2f4%2f2%2f30
5 Véase en el siguiente enlace más información http://omeka.wellesley.edu/civilwarletters/
6 Traducción del autor a partir del texto original en inglés.
7 Traducción del autor a partir del texto original en inglés.
8 Audiovisual disponible en el siguiente enlace https://youtu.be/hxE5FiiIIHg
9 Traducción del autor a partir del texto original en inglés.
10 Véase http://www.europeana1914-1918.eu/en/explore
11 Véase https://www.briefsammlung.de/feldpost-erster-weltkrieg/
12 Traducción del autor a partir del texto original en alemán.
13 Traducción del autor a partir del texto original en inglés.
14 Véase https://www.briefsammlung.de/feldpost-zweiter-weltkrieg/#
15 Traducción del autor a partir del texto original en inglés.
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