Desde las ciencias sociales, la filosofía y la educación
Hacia nuevos horizontes rítmicos de lo educativo. Una aproximación ecocrítica a la obra teatral Terrenal
Towards New Rhythmic Horizons of Education. An Ecocritical Approach to the Theater Play Terrenal
Rumo a novos horizontes rítmicos da educação. Uma aproximação ecocrítica da obra teatral Terrenal
Hacia nuevos horizontes rítmicos de lo educativo. Una aproximación ecocrítica a la obra teatral Terrenal
Revista Humanidades, vol. 13, núm. 2, e52505, 2023
Universidad de Costa Rica
Recepción: 20 Septiembre 2022
Aprobación: 05 Abril 2023
Resumen: En este trabajo, se hace una reflexión en torno a una filosofía de la educación centrada en la percepción de ritmos acordes con formas de relación con el ambiente, basadas en el cuidado hacia la vida. En esta dirección, se realiza un análisis ecocrítico de la obra Terrenal. Pequeño misterio ácrata (2014) de Mauricio Kartun, la cual permite teorizar sobre la relevancia de la atención a los ritmos, los pulsos y las armonías de textos literarios (y otros formatos artísticos) en la construcción de propuestas educativas que aspiren a dislocar la lógica expansiva propia de las actuales sociedades del capitalismo globalizado. El análisis crítico de esta cuestión es de especial relevancia a la hora de vislumbrar modos de vida alternativos que puedan relacionarse, de manera más armónica, con las escalas y las proporciones emergentes de la interacción entre la multiplicidad de existencias que conforman un territorio de vida.
Palabras clave: filosofía, educación, ambiente.
Abstract: This paper reflects on a philosophy of education centered on the perception of rhythms in accordance with forms of relationship with the environment, based on care for life. In this direction, we will carry out an ecocritical analysis of the play Terrenal. Pequeño misterio ácrata (2014) by Mauricio Kartun, which allows theorizing about the relevance of paying attention to the rhythms, pulses, and harmonies of literary texts (and other artistic formats) in the construction of educational proposals that aspire to dislocate the expansive logic of the current societies of globalized capitalism. The critical analysis of this issue is of particular relevance when it comes to envisioning alternative ways of life that can be related, in a more harmonious way, to the scales and proportions emerging from the interaction between the multiplicity of beings that make up a territory of life.
Keywords: philosophy, education, environment.
Resumo: Neste trabalho, é feita uma reflexão em torno de uma filosofia de educação centrada na percepção dos ritmos de acordo com as formas de relação com o meio ambiente, fundamentadas no cuidado da vida. Nessa direção, realiza-se uma análise ecocrítica da obra Terrenal. Pequeño misterio ácrata (2014), de Mauricio Kartun, que permite teorizar sobre a relevância da atenção aos ritmos, as pulsações e as harmonias dos textos literários (e de outros formatos artísticos) na construção de propostas educativas que aspirem a deslocar a lógica expansiva característica das sociedades atuais do capitalismo globalizado. A análise crítica desta questão é de particular relevância quando se trata de vislumbrar formas alternativas de vida que possam relacionar-se, de maneira mais harmoniosa, com as escalas e proporções que emergem da interação entre a multiplicidade de existências que compõem um território de vida.
Palavras-chave: filosofia, educação, meio ambiente.
1. Introducción
En este trabajo, se realiza un análisis ecocrítico de la obra teatral Terrenal. Pequeño misterio ácrata de Mauricio Kartun (2014) que indaga en la relevancia de la atención a los ritmos, los pulsos y las armonías de textos literarios (y otros formatos artísticos). Se sostiene que dicha indagación es fundamental en la construcción de una filosofía de la educación que busque desarticular la lógica hegemónica del capitalismo globalizado y fomente modos de relacionarnos con el ambiente basadas en el cuidado y el respeto hacia la vida.
De la mano de dicha obra, se propicia una reflexión sobre el ritmo como un aspecto subyacente a toda propuesta pedagógica. Como afirman teóricos y teóricas contemporáneas, se considera que hay una dimensión política en el acto de educar vinculada con el establecimiento de determinado ritmo, entendido como una forma de configurar un tiempo y un espacio (Biset, 2010). El análisis crítico de esta cuestión es de especial relevancia a la hora de vislumbrar modos de vida alternativos que puedan relacionarse, de manera más armónica, con las escalas y las proporciones emergentes de la interacción entre la multiplicidad de existencias que conforman un territorio de vida. En última instancia, creemos que allí reside un nudo central a ser abordado en estos tiempos de crisis ambiental.
2. Caín y Abel. Historia de una escisión
Como afirman algunas personas autoras del pensamiento ambiental latinoamericano, el actual tiempo de crisis ambiental no solo debe ser considerado como una época marcada por el colapso ecológico, sino fundamentalmente como un período de crisis civilizatoria (Leff, 2013). Una manera de abordar una reflexión sobre el tema de esta crisis es a través del concepto de “Antropoceno”, ya que nos permite contextualizarla por medio de los rasgos definitorios de nuestro tiempo. La noción, propuesta a inicios del siglo XXI por Paul Crutzen, da cuenta del inicio de una nueva era geológica caracterizada por los profundos cambios sufridos en el planeta Tierra por efecto de la intervención humana. Es decir, el ser humano se ha convertido en una fuerza geológica capaz de alterar de forma grave e irreversible los procesos geofísicos que acontecen sobre la superficie terrestre (Svampa, 2019).
Más allá de las discusiones acerca del punto de origen de esta nueva era1 y sobre el término que señalaría de manera más adecuada las responsabilidades diferenciadas en la producción de daños ambientales2, el valor de aquel concepto radica en señalar la necesidad de repensar lo humano en el camino de vislumbrar nuevas perspectivas que hagan frente a la crisis. En esta dirección, se considera que es fundamental desarrollar una crítica de la racionalidad bajo la cual se erigió un orden social que hoy se encuentra en situación de resquebrajamiento. Con el fin de explicitar una aproximación a lo educativo que tenga en cuenta dichos objetivos, se realiza un abordaje ecocrítico a la obra Terrenal. Pequeño misterio ácrata de Mauricio Kartun. Este texto es una obra teatral escrita, toma el pasaje bíblico de Caín y Abel, recreándolo en un rincón del conurbano bonaerense. Además de aquellos dos personajes, la escena se completa con Tatita, un dios plebeyo que aparece entre los hermanos después de largos años de ausencia.
Caín es un productor morronero, dedicado al trabajo agrario, el esfuerzo y la acumulación de bienes. Abel es un vendedor de carnada viva para pescadores. A diferencia de su hermano, su vida pastoril y vagabunda responde al deseo de celebrar la existencia de una manera desposeída y arrojada. Ambos expresan dos formas de concebir lo humano que conlleva profundas diferencias en el modo de relacionarse con la naturaleza.
El primero representa un modelo de vida hegemónico en la tradición occidental. Caín es el sujeto soberano que se apropia, domina y domestica la naturaleza. Así lo expresa este en numerosos pasajes de la obra, como cuando afirma: “La tengo cortita yo a la naturaleza” (Kartun, 2014, p. 11). Su principal afán consiste en perfeccionar la producción de morrones de manera que pueda aumentar la acumulación de capital. En su concepción de vida, la propiedad es el elemento identitario por excelencia, aspecto que lo define y marca una forma de comprender la existencia. En este sentido, en él ocupan un lugar preponderante la medición, la división y la clasificación del mundo: “He domesticado al pimiento yo. Un… un… domador de natura, póngale. A mis plantas, rendido un morrón. Continúo y completo la creación. Cumplo con mi deber… Yo acá he puesto lo mío. Sociedad de capital y trabajo” (Kartun, 2014, p. 25).
Abel, en cambio, representa una forma completamente distinta de habitar el mundo. Si Caín busca poseer la naturaleza, “su sombra”, Abel, se detiene en la observación de este y en el simple hecho de estar. Su vida nómada, vagabunda y por fuera del mandato de la producción, ofusca y desagrada a su hermano. Su despreocupación por la construcción de un hogar y una familia y su desprecio por la acumulación de propiedades, inquieta a Caín y cuestiona sus parámetros de vida: “Pero no cría. Desentierra nomás. No produce. Al margen de la cadena… Marginaloide… Duerme en tinglado. Sin pared. Un hornito de barro y pozo para ir de vientre. No invierte en ladrillo, no cobra llave, ni cuida puerta” (Kartun, 2014, p. 27).
Lo que Abel expresa representa un peligro para la vida de seguridad y confort a la que aspira su hermano. Tanto él como los escarabajos “torito” que cría son considerados por aquel como plagas que amenazan su cosecha y sus bienes. Es por este motivo que, en una escena previa al asesinato de Abel, Caín realiza una fumigación masiva de estos insectos. Esta puede ser interpretada como una reactualización de la eterna cruzada occidental que, evocando los valores civilizatorios, ha llevado a cabo el exterminio de todos aquellos seres considerados “bárbaros” o “primitivos”. En el relato, esta misión alcanzará su punto culminante con el asesinato de Abel. Sin embargo, este acto no es otra cosa que la exacerbación desmesurada del modo en que Caín comprende lo propio bajo el esquema de un paradigma inmunitario. Esto lo conduce a considerar la alteridad y la diferencia como la amenaza que contamina una supuesta mismidad y perturba el orden de lo homogéneo. En este sentido, es relevante su descripción de la labor en la producción de morrones: “De punto siete para abajo los elimino y quemo las semillas. Sólo morrón Excélsior. De siete para abajo exterminio. Pureza de raza morrona” (Kartun, 2014, p. 26).
Si anteriormente se dijo que Caín expresa una concepción de humano asociada a la idea de un sujeto soberano y apropiador de la naturaleza, Abel, en cambio, puede pensarse como un emergente de ella. El modelo de vida que encarna nos remite al origen etimológico del término humano (humus, es decir, la descomposición de la materia orgánica en la superficie del suelo que, a la vez, enriquece y da vida a este último) y, a su vez, se emparenta a un modo de existencia que mantiene una relación de intimidad con la tierra (parecido al de los escarabajos que tanto aprecia). Así lo expresa en sentencias que proclama en discusiones con su hermano: “En la naturaleza está la riqueza” (Kartun, 2014, p. 11) o “Bajo la tierra están las raíces” (Kartun, 2014, p. 12). Su habitar el mundo puede ser leído, tomando la noción de Kusch (2007), como un “mero estar” (pp. 109-110).
Sin embargo, la dialéctica que se manifiesta en la tensión entre estos dos hermanos solo será interrumpida tras la eliminación de uno de ellos. Este borramiento de la alteridad puede ser leído como la culminación de un proceso de escisión previa que había alejado al humano de la naturaleza para autocolocarse en un lugar de pretendida pureza, ajenidad y excepcionalidad bajo el cual legitimar su dominio3. Es especialmente ilustrativa, en este sentido, la sentencia pronunciada por Caín: “No tengo muertos yo. Yo no tengo historia. La historia comienza conmigo. Me hago a mí mismo” (Kartun, 2014, p. 12).
3. La educación frente al predominio de la racionalidad economicista
Como afirma Enrique Leff (2013), no es posible la construcción de alternativas a este mundo insustentable si no realizamos una crítica al conjunto de creencias, normas morales, arreglos institucionales y modos de producción y consumo que se han vuelto hegemónicos en Occidente. En este sentido, se puede considerar la modernidad eurocéntrica como un momento decisivo, dentro de un largo recorrido histórico, en el que se condensaron un sistema de reglas del pensamiento que orientan el accionar, legitiman los fines, movilizan los deseos, las aspiraciones y las conductas sociales, estructurando así el orden civilizatorio que ha llegado a nuestros días (Leff, 2013).
Con la aparición de este mundo moderno, se postuló un sujeto racional y soberano que ofició de fundamento para la configuración de un orden ontológico, epistemológico, estético y ético-político. Se erigió, además, una narrativa de progreso y desarrollo que implicaba, entre otras cosas, el avance de la razón científica, el aumento en la producción de nuevas tecnologías, la tecnificación de las sociedades, el crecimiento de la producción industrial, la urbanización y la adopción de los valores culturales modernos (Escobar, 2014).
En aquel relato “civilizatorio”, el control y dominio de la naturaleza aparece como condición necesaria para que las sociedades alcancen un ideal de “prosperidad” y crecimiento económico ilimitado. Como lo expresa Vandana Shiva (1995), para esta cosmovisión fue necesario postular una tierra objetivada y convertida en mero recurso al servicio de la explotación de un sector de la humanidad. Por lo tanto, se dejó de percibirla como madre nutricia y vital que alimentaba los ciclos de la vida en todas sus formas (p. 278).
Asimismo, bajo la modernidad subyace una racionalidad caracterizada por una lógica de la ganancia, donde la eficiencia se asocia al cálculo que maximiza el beneficio al menor tiempo y costo posible. Se ha reforzado entonces una razón instrumental que convierte a las cosas, a la naturaleza e incluso a las personas, en medios u objetos “útiles” para la obtención de ciertos fines (generalmente vinculados a lo económico) (Horkheimer, 1973). Por otro lado, se vincula el bienestar general al aumento en la producción y la acumulación. En esta sintonía, desde ciertas teorías económicas, se asume que el bien común es producto de la satisfacción, por medio del consumo, del mayor número de necesidades posibles.
Sin embargo, al menos desde mediados del siglo XIX, algunas teorías críticas comienzan a vislumbrar los efectos devastadores de esta racionalidad económica que habían sido solapados bajo períodos de crecimiento económico acelerado y rápidos avances tecnológicos. Ya desde la década de 1970 aparecen las primeras voces que alertan sobre la insustentabilidad ecológica de este orden social. Comienzan entonces a sentirse algunos gritos de denuncia sobre las consecuencias problemáticas e injustas originadas en dicha lógica que van desde los desconcertantes niveles de pobreza y desigualdad social hasta el calentamiento global, la pérdida de fertilidad de los suelos o la extinción masiva de especies.
En este sentido, el análisis ecocrítico de obras, como la abordada, permiten reflexionar y dar cuenta de la necesidad de generar prácticas y formas de relacionarse con la naturaleza que respondan a racionalidades alternativas, acordes con la construcción de mundos sustentables. Por lo tanto, se estima que es necesario habilitar en los espacios educativos el cuestionamiento de aquellas nociones, discursos y prácticas hegemónicas legitimadas en torno al mandato de la producción y el consumo, logrando así esbozar narrativas que fomenten un paradigma de sustentabilidad y permitan vislumbrar escenarios de regeneración de la vida a largo plazo4.
Sin embargo, el establecimiento de otras lógicas que interrumpan la racionalidad economicista predominante requiere de la configuración de nuevos ritmos y escalas que escapen del mandato de crecimiento económico continuo e ilimitado. En este punto, creemos que se encuentra uno de los mayores desafíos educativos en estos tiempos antropocénicos.
4. Caín y el ritmo de un mundo insustentable
Desde hace ya algunos años, existen ciertas voces entre los economistas que afirman que la actual lógica mercantil, y su aspiración a un crecimiento ilimitado, es incompatible con la finitud de los recursos que conforman el planeta Tierra. Reconocidas y reconocidos científicos han anunciado que estamos cerca de un “punto de no retorno”5. Sin embargo, la economía global, basada en el extractivismo de materias primas, la producción y el consumo desmedido no parece dar cuenta del daño irreversible y de la multiplicidad de problemáticas socioambientales a las que conduce. Por este motivo, creemos que es urgente vislumbrar pedagogías alternativas que fomenten prácticas que actúen como freno a la devastación y eviten agravar la situación de colapso6.
Para continuar con el análisis de la obra Terrenal. Pequeño misterio ácrata, se retoma uno de sus pasajes más significativos. Este se encuentra durante la escena en que Tatita, decepcionado y dolido, reprocha a Caín por el asesinato de su hermano:
Ustedes sólo tenían que estar. Escuchar la música celeste y estar. Escuchar la armonía y bailar. Los puse acá a que escuchen y bailen y vos infeliz te pusiste a edificar una peña con boletería y marquesina. A cobrar la entrada y pelear por cartel. …¡La música! Yo solo escribo las músicas, pelele. Notas para hacer bailar. ¡Pulsos! ¡Latidos! ¿Para qué mierda sirve la letra? Para distraer del baile. Para ensuciar las notas con acentos mal puestos. Yo música pura: la música del universo. (Kartun, 2014, p. 44)
Caín, figura que representa al sujeto occidental, no logra percibir el ritmo, la armonía, los pulsos que configuran la “música del universo". Sus tiempos no respetan los ciclos de regeneración y florecimiento de la vida. Al no saber escuchar ni mirar, Caín impone un ritmo según las exigencias del crecimiento económico, la producción y la ganancia, pero disonante con la danza de la naturaleza. En lugar de ensayar una complementariedad con los patrones de existencia que propone Abel —habitando la tierra sin obstaculizar el devenir de la naturaleza—, Caín impone un orden unívoco basado en la división, la medición y el dominio de lo vivo. Este se afirma, plenamente y con contundencia, al ejecutar el asesinato de Abel, expresando el triunfo de una lógica utilitarista e instrumental frente a otros modos de estar en el mundo.
En relación con esto, y retomando el análisis del apartado anterior, se concibe que es un desafío pedagógico aspirar al desarrollo de una mirada y una escucha atenta que reconozca las proporciones y los ritmos de la naturaleza, de manera que se logre tejer colectivamente un orden para nuestra vida en común compatible con los tiempos y espacios que permiten el despliegue de la existencia. Según Enrique Leff (2013):
El concepto de entropía confronta a la racionalidad económica al introducir un límite al crecimiento económico y a la legalidad del mercado, al tiempo que establece el vínculo con las leyes de la naturaleza que constituyen las condiciones —físico-biológicas, termodinámicas y ecológicas— de una economía sustentable. (p. 136)
En esta dirección, los análisis con perspectiva ecocrítica abren el horizonte a nuevos imaginarios de sustentabilidad que fomenten una sensibilidad conforme al reconocimiento de los límites que la dinámica ecosistémica impone en el aumento de la entropía7.
En este sentido, siguiendo al filósofo Byung-Chul Han (2021), se considera imprescindible recuperar el valor de la vida contemplativa que nos enfrente a la posibilidad de ser afectados por la diversidad de formas que asume la materialidad del mundo (p. 134). Dicha sensibilidad es la que permite generar un modo de habitar que se deja interpelar, asombrar y alterar por el ambiente del que somos parte. Sin embargo, explorar y potenciar esta vida contemplativa requiere de otra forma de vincularnos con el tiempo y los espacios.
Según el filósofo surcoreano, la caída de los grandes relatos ha generado la sensación de que el tiempo se sucede sin un rumbo ni una dirección que lo ordene. Cuando la línea temporal pierde tensión narrativa, se descompone en puntos que no siguen orientación alguna (Han, 2021). Por consiguiente, existe una desconexión entre los distintos acontecimientos y sucesos de nuestra vida al no hallar nada que los ligue y que genere una articulación. Por ende, se manifiesta una necesidad de acortar los intervalos o las pausas en las que “nada acontece”. De ahí que se perciba una “permanente aceleración” que impide detenerse y habitar la duración necesaria para experimentar lo que nos pasa (Han, 2021).
En consecuencia, si el ritmo se asocia con la configuración de una temporalización y un espaciamiento singular (Biset, 2010), toda propuesta educativa —al ser parte constitutiva de la dimensión sociopolítica de nuestra existencia— implica la configuración de un determinado ritmo y de ciertas proporciones. Como señala Emmanuel Biset (2010), una vida siempre es una forma determinada de vida, por lo que puede pensarse como la configuración de un ritmo singular. Por consiguiente, se sostiene que un desafío central de lo educativo, en estos tiempos de “Antropoceno”, radica en materializar ritmos que favorezcan el florecimiento y el devenir vital de lo existente. En palabras de Franco “Bifo” Berardi (2020), se trata de sintonizar los ritmos singulares para encontrar uno en común que, posibilitando la relación entre cuerpos humanos y no humanos, logre escapar del dominio de la aceleración capitalista.
Los abordajes ecocríticos de los textos literarios no solo ofrecen la posibilidad de problematizar un concepto e imaginario hegemónico sobre lo humano, la naturaleza y sus vínculos8, sino que, como expresa José Manuel Marrero (2021), brindan la posibilidad de “hacer respirar” junto al planeta. Según este autor, existe una conexión íntima entre el ritmo y la armonía de la poesía, la literatura y otras artes y el ritmo y la armonía que se da en la naturaleza (Marrero, 2021). Las relaciones entre la materia viva y no viva siguen patrones estéticos que expresan proporcionalidades, simetrías, armonías y balances (Giraldo y Toro, 2020). Por lo tanto, uno de los aportes educativos fundamentales que propicia la ecocrítica consiste en fomentar la percepción y el reconocimiento de los ritmos, estimulando el análisis y la interpretación de los procedimientos mediante los cuales los textos “respiran”, es decir, se vinculan a estos patrones rítmicos de la naturaleza (Marrero, 2021)9.
5. Reflexiones finales
Una educación que aspire a fomentar formas de habitar más respetuosas con el ambiente no debe perder de vista la necesidad de un aprendizaje que habilite la sintonización con la diversidad de cuerpos que componen los territorios10. Si somos el resultado del entrelazamiento de la materia vibrante que configura un lugar, uno de los desafíos fundamentales en el “Antropoceno” consiste en favorecer la entonación afectiva por medio de la cual nuestro cuerpo se acopla con el resto de corporalidades (Giraldo y Toro, 2020). Por esta razón, reconocer la agencia de la materia viva y no viva que compone mundos y configurar regímenes de afectividad que sensibilicen ante la manifestación de otros cuerpos se erige como un horizonte imprescindible para estimular prácticas de cuidado hacia la vida.
Lo desarrollado hasta aquí es una apuesta por un abordaje ecocrítico que se proponga afinar un sentido de la proporcionalidad y el ritmo de manera de colaborar en la formación de vidas guiadas por lógicas que trasciendan la racionalidad hegemónica del mundo occidental. La crisis ambiental, que es también una crisis civilizatoria, exige modos alternativos de estar y ser parte del ambiente. Estos solo pueden ser desplegados forjando una nueva relación con el espacio y el tiempo que habitamos. Solo de este modo logrará cumplirse la profecía de Tatita quien, al saber que Señorita Maestra —compañera en el destierro de Caín y futura madre de su descendencia— lleva en su vientre a un hijo de Abel, advierte a aquel sobre una eterna resistencia a sus mandatos:
En la estirpe Caín viajará siempre de polizón la estirpe Abel. Tendrás otros hijos de tu sangre pero la sangre de tu hermano seguirá bajo tus techos. Y bajo los techos de los techos de tu prole. Vivirás para hacerla a tu modo y esa sangre vivirá para enfrentarte. …Vos le dirás de hacer y ella te dirá de ser y de estar. Le hablarás del individuo y ella del prójimo. Ella el bien, vos de los bienes. Ella de ilusiones y vos de intereses. …A veces cada tanto a los bifes conseguirás vencerla. Pero convencerla, Caín, ni a sogazos. (Kartun, 2014, pp. 49-50)
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Notas