Martha Castillo-Pedraza
Revista humanidades, 2024, 14(2), e53330
Por el contrario, se ha encontrado que las poblaciones que han lidiado con el abasto irregular del
agua potable están más acostumbradas al ahorro y al rechazo del desperdicio del recurso. Además, en
ambos casos, las prácticas que se llevan a cabo están guiadas por la representación del agua que se
tiene, la cual es producida colectivamente por su entorno, provocando así que se utilice, o no, de
manera adecuada el agua (Rodríguez et al., 2003).
Lo opuesto se encontró en un estudio realizado en países del primer mundo, donde tienden a tener
una visión del agua más estética e identitaria, así como un fuerte apego a ella como parte del patrimonio
cultural. Esta perspectiva estética no se limita únicamente al agua en su entorno natural, sino que
también incluye elementos urbanos como fuentes y arroyos, que simbolizan la conexión con la
naturaleza (De Vanssay et al., 2005).
2.2. Emociones inmersas en las representaciones sociales del agua
Las emociones presentes en el comportamiento humano resaltan la vulnerabilidad inherente a la
sociedad, dado que estas constituyen un aspecto central de la experiencia humana. Esto se debe a las
múltiples facetas de las emociones, que abarcan desde los sentimientos hasta las experiencias,
comportamientos, cogniciones y conceptualizaciones (Ortony et al., 1988).
Gutiérrez y otros (2012) destacan que las emociones son un tema de interés multidisciplinario, con
raíces en la psicología y la filosofía, pero que ahora también abarca campos como la sociología, la
antropología, la lingüística, las humanidades, las RS, el psicoanálisis, entre otros. Estas disciplinas
estudian las emociones y sus manifestaciones corporales, como la huida o la agresividad, entendidas
como prácticas sociales.
Además, según Ibáñez (1994), las emociones tienen un papel organizativo en la evaluación del
entorno, similar a la jerarquización de objetos en las RS. Esto vincula ambas teorías, ya que colaboran
para comprender cómo las personas adoptan posturas y comportamientos hacia los objetos
representados, lo que se conoce como comportamiento social. Se entiende entonces que, tanto las
emociones como las RS, son construcciones sociales influidas por creencias, juicios, cultura e
intercambio de información. La reacción corporal de una persona hacia un objeto codepende de su
experiencia individual con este, lo que revela las ideas, percepciones y creencias que ha desarrollado.
Así, las emociones actúan como mediadoras en la construcción de representaciones.
Debido a que es una construcción social, el contexto se involucra directamente al ser el encargado
de aleccionar a tener vergüenza o no tenerla, a tener miedo o no, en qué hay que confiar y en qué no.
Por lo tanto, las emociones en el contexto social son los móviles de la acción, pero también pueden
paralizar, como lo hace el miedo. Sin embargo, todas las emociones son útiles y contribuyen al bienestar
de la persona que las experimenta (Camps, 2011).
Además, de acuerdo con Ibáñez (1994), estas cumplen un rol organizativo en la evaluación de su
entorno, lo que podría compararse con la jerarquización de objetos que se lleva a cabo desde las RS.
De ahí que ambas teorías se vinculen, dado que permiten acercarse al conocimiento de los objetos
valorativos que orientan la toma de posturas de las personas respecto a cierto objeto representado,
determinando su conducta y prácticas hacia él.
Entonces, entendemos que las emociones, al igual que las RS, son una construcción social
determinada por creencias, juicios, cultura e intercambio de información. Dependiendo de