Omar Mejía Pérez
!
!
Revista humanidades, 2024 (julio-diciembre), 14(2), e56947
Tobón y colaboradores (2006) prosiguen su argumento enfatizando la urgencia por transformar las
universidades, resignificando sus procesos administrativos y académicos en busca de la calidad para
adaptarse a las nuevas condiciones sociales y culturales del siglo XXI. Sin duda, la evaluación es uno
de los recursos escolares que deben optimizarse para lograr mejores resultados en la búsqueda de
aprendizaje y desarrollo de competencias debido a que: “La evaluación de las competencias
profesionales está pues en el ´ojo del huracán´ del éxito o fracaso de los profesionales al insertarse en
los diferentes campos laborales para los cuales se supone están preparados” (Urzúa y Garritz, 2008, p.
138) y, por supuesto, no solamente las competencias profesionales, sino todas aquellas que intervienen
en la formación de las personas estudiantes, es decir, tanto las competencias genéricas, o para la vida,
como las competencias disciplinares complementarias; tal es el caso de las matemáticas.
La matemática, como disciplina de conocimiento abstracto, es toda aquella relación lógica que
se da entre los objetos materiales y la abstracción de su significado numérico, algebraico, probabilístico
o geométrico –por así resumirlo–. Camacho (Camacho, 1990)
3
arguye que la actividad matemática
descubre entidades matemáticas, por ejemplo, los números y las propiedades de esas entidades. Ruiz
(1990), por su parte, establece que las matemáticas pueden entenderse “a partir de una epistemología
que enfatice una relación mutuamente condicionante entre el objeto y el sujeto epistémico, al mismo
tiempo que una ontología que establezca a las matemáticas no como a priori en el sentido
clásico” (p. 17).
En el entendido de que resulta innecesario entablar un debate filosófico sobre el concepto
complejo de la matemática desde una postura conceptual, lo importante será recalcar la gran relevancia
que tiene el desarrollo de procesos intelectivos lógico-matemáticos para el estudiantado universitario,
los cuales se dan a partir del reconocimiento de los objetos del mundo, las propiedades matemáticas
que los relacionan a ella y a él, y los significados y relaciones causales que se gestan en la cognición
desde el sistema lógico que cada estudiante desarrolla.
Muñetón (2009) discute que detrás de todas, o de casi todas, las actividades que los seres
humanos realizamos de manera cotidiana, existe una gran infraestructura tecnológica basada en
modelos matemáticos. Qualding (1982), en su artículo “La importancia de las matemáticas en la
enseñanza”, identifica, al menos, tres tipos de matemáticas: las de la vida corriente, las prácticas y las
de los matemáticos. Resume que “Es una curiosa paradoja que el mundo se esté volviendo un lugar
menos matemático al tiempo que se define en términos cada vez más matemáticos” (p. 448), pues
señala que la enseñanza de la matemática, en la escuela, es un asunto cada vez más necesario. Esto,
entonces, sobrepone a la matemática como una disciplina indispensable en cualquier currículo escolar
por las diversas formas en las que se puede utilizar a lo largo de cualquier programa de estudios.
Lo anterior implica a la matemática dentro de todas las otras disciplinas científicas universitarias,
y no solo ellas, sino también aquellas que, derivadas de las ciencias, profesionalizan, preparan,
instruyen, capacitan y educan a las personas estudiantes universitarias para ejercer una profesión en la
parte técnica, profesional, social, incluso física y emocional: “la disciplina matemática ocupa uno de los
lugares más importantes en el desarrollo de habilidades y saberes de naturaleza lógica y procedimental,
3
Vale la pena revisar este texto que data de hace veinticinco años, pues comparte un punto relevante, sobrio y
sencillo sobre el concepto de la matemática desde una perspectiva filosófica.