José Daniel Jiménez Bolaños
Revista humanidades, 2024 (julio-diciembre), 14(2), e57152
esencialista y triunfalista de la ciencia y la tecnología, subyacente a los modelos clásicos de gestión
política” (García Palacios et al., 2001, p. 119). En ese sentido, los estudios CTS (ciencia, tecnología y
sociedad) surgen como una manera de abordar los procesos tecnocientíficos, buscando comprender
sus dimensiones desde el punto de vista social y cultural, así como sus consecuencias en la comunidad
y en el ambiente. En otras palabras, las tecnologías “pasaron a considerarse procesos
multidireccionales de variación y selección dependientes de una diversidad de agentes sociales” (López
Cerezo, 1999, p. 220).
De esta forma, un tema como los métodos de planificación familiar y los desarrollos científicos
y tecnológicos que permitieron su funcionamiento y comunicación debe considerar, dentro de su
análisis, aspectos como los valores morales, las convicciones religiosas, las representaciones
culturales, los intereses profesionales, las presiones económicas y los diferentes discursos en pugna
que se desplegaron a su alrededor.
Este interés, desarrollado en el seno de la investigación histórica y la filosofía de la ciencia, ha
permitido la formulación de preguntas en torno al por qué, el para quién, el qué y el cómo de una
práctica científica, así como la forma en que esta ha sido comunicada en contextos determinados. La
ciencia y la tecnología son entendidas como construcciones sociales, como “un sistema que se
compone no sólo del desarrollo de artefactos sino de elementos simbólicos, de tensiones, de valores
sociales, de ideologías, de ambigüedades, de dualidades, como un sistema dinámico, multidireccional,
interconectado y complejo” (Tabares Quiroz y Correa Vélez, 2014, p. 143).
Usualmente, la circulación de saberes científicos se da mediante procesos comunicativos en
donde el periodismo científico y el sistema de enseñanza formal son dos de las principales modalidades
que han permitido dicha comunicación (Domínguez Gutiérrez, 2006, p. 3), además de las agencias de
comunicación públicas y privadas, los entes vinculados con la producción cultural (labores editoriales,
digitales y audiovisuales), museos y productoras de eventos (Rodríguez y Giri, 2021, p. 28). La
comunicación pública de la ciencia y la tecnología (CPCT) tiene como eje central la transmisión de
conocimientos especializados hacia el público.
Desde esta perspectiva, la ciencia, la tecnología y la sociedad no son interpretadas como esferas
separadas, por el contrario, se busca entender sus vínculos y transferencias “en las cuales las
transformaciones de las relaciones sociales pueden comprenderse a la luz del cambio tecnológico”
(Tabares Quiroz y Correa Vélez, 2021, p. 143). En ese sentido, la CPCT, más que una herramienta que
permite la transmisión de saberes expertos, también tiene un gran potencial como “formadora de
opinión y de consciencia no solo sobre la ciencia y la tecnología, sino sobre la propia sociedad,
incluyendo sus dimensiones culturales, políticas y económicas” (Rodríguez y Giri, 2021, p. 27).
De igual forma, es importante señalar que, al haber una heterogeneidad social, el contexto y las
actitudes devienen fundamentales para lograr examinar la recepción y asimilación del conocimiento
científico por parte del público. Si bien persiste una idea de este como un mero receptáculo pasivo de
las innovaciones científicas, es necesario tener presente el contexto particular de la audiencia, sus
conocimientos y creencias. En ese sentido, “la comunicación de la ciencia es vista como un proceso
de intercambio dinámico: es un proceso de dos vías” (Massarani y De Castro Moreira, 2004, p. 34). Esta
aproximación es compartida por Orozco Gómez (2001) al manifestar que la recepción no debe ser
entendida como un simple recibimiento, sino como una interacción mediada en donde los sujetos tienen
la capacidad de apropiarse, resistir y contestar la información.