Milena Gallipoli
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Revista humanidades, 2024 (julio-diciembre), 14(2), e57492
entre 1884 y 1886, el grupo de estelas, relieves y esculturas viajó por tandas a Alemania bajo la
supervisión de Albert Napp, quien optó por quebrar algunas de las piezas para facilitar su traslado
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El conjunto disfrutó de una relativa fama entre los círculos de arqueología americana. Se publicaron
una serie de estudios sobre las esculturas de Santa Lucía (Habel, 1878; Bastian, 1887; Strebel, 1901),
se continuaron las expediciones in situ e, inclusive, se produjeron calcos en yeso del conjunto, ya fuese
como forma de intercambio, tal como sucedió con el Smithsonian Institute de Washington (Bastian,
1887, p. 286; Strebel, 1901, p. 549) o como envíos para exposiciones, como lo fue la Exposición
Histórico-Americana de Madrid en 1892 (Seler, 1892).
El primer registro del Monumento 21 se realizó con el viaje a México y Guatemala, a partir de 1895,
de Cæcilie Seler-Sachs (1855-1935), quien, según Chinchilla Mazariegos (1996a), marcó el fin de la
injerencia de la arqueología alemana en la zona (p. 313). Cabe destacar que Seler-Sachs representa
una de las figuras más importantes de la época en relación con la etnografía americana, ya que, junto
a su esposo Eduard Seler (1849-1922), sentaron las bases de los estudios americanistas.
La incidencia de los Seler ha sido ampliamente estudiada más allá de los aportes disciplinares de
la pareja (von Hanffstengel y Tercero Vasconcelos, 2003). Algunos de los aspectos que han sido
recientemente destacados en investigaciones, y que sirven de antecedentes fundamentales, han
abordado el rol del coleccionismo (Solís, 2003; Sellen, 2007), el uso de la fotografía en Seler-Sachs
(Dolinski et al., 1998; von Hanffstengel, 2003) y la práctica de Seler como copista de códices y sus
técnicas de registro y estudio (Dürr y Mühlschlegel, 2022). Estos estudios son de suma importancia
porque, por un lado, ponen el acento en lo objetual y la relación entre agentes, museos y colecciones,
y, por otra parte, hacen hincapié en la importancia de las técnicas de registro y el rol de la práctica y su
incidencia disciplinar.
Además de la afluencia de objetos originales, producto de excavaciones, transacciones e
intercambios hacia Berlín, se sistematizaron técnicas de registro in situ con fotografías, dibujos y
esquemas. También hubo otro tipo de producción objetual derivada de la práctica arqueológica en
América: la confección de moldes de material arqueológico lítico. En principio, ante la imposibilidad de
traslado o adquisición de piezas originales en sitios como Santa Lucía, pero también Quiriguá
(Guatemala), Monte Albán (México) o Yaxchilán (México), se procedía a tomar un molde y así establecer
la posibilidad de producir calcos del original. En general, se procuraba producir moldes de yeso, pero
como el material era más costoso y su factura requería de mayor experticia técnica, se podía optar por
la confección de un molde de papel (Papierabdruck) que era móvil y liviano.
La ventaja de la producción de moldes no solo radicaba en la generación de un registro y de
documentación arqueológica confiable y con rigor científico, sino que también permitía el estudio de
ejemplares a distancia y que los originales pudiesen permanecer en sus sitios arqueológicos de origen
o en colecciones americanas. Más aún, el contacto directo y material al realizar el molde actuaba como
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En abril de 1884 se enviaron cinco piezas, otras veinte en abril de 1885, dos en junio de 1885 y un último envío
en febrero de 1886 (Chinchilla Mazariegos, 1996a, p. 309). Actualmente, en exhibición en el Humboldt Forum y
como parte de la colección del Ethnologisches Museum, ocho estelas conforman el conjunto más relevante de
Santa Lucía (Inventarios IV Ca 7162, 7163, 7164, 7165, 7166, 7167, 7169 y 7195).