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Del carácter mágico del habla al texto de la escritura...
Revista humanidades, 2025 (Enero-Junio), Vol. 15, Num. 1, E58143
medio de comunicación directo y transparente
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. Esta condición consiste en un “mediante” que, en
un sentido instrumental, no comunica nada y que se expone en un momento de inmediatez sin-
gular e insustituible, manifestándose en cada caso, en cada enunciación. La temporalidad de una
mediación inmediata o inminente, que produce una interrupción en quien habla, lee y escucha, no
es homologable ni a la mediación hegeliana entendida en términos del sistema (como terceridad
positivizada) ni a la inmediatez de la intuición romántica de un absoluto desdialectizado o desvin-
culado de una terceridad que cumple una función de corte o interrupción.
El hecho de que el fundamento del habla sea el médium de la transmisión indirecta y de que,
en cada acto de comunicación (entendida en tanto indirecta, no instrumentalizable), cada forma
de habla (jede Sprache) “se comunica a sí misma” (Benjamin, 2010a, p. 147; Benjamin, 1991 [1972-
1989] II-I, pp. 142-143), constituyen el carácter mágico del habla. Este reside en que su funda-
mento, en cuanto mágico, no puede nunca traducirse y aún menos resultar equivalente al plano
de lo dicho, aun cuando –y esta imposibilidad es un testimonio de que de ese modo sucede– opere
como condición de posibilidad de cada decir, pues no hay discurso que, para inscribirse como tal,
escape a la performática de la enunciación, a las instancias en acto en las que el habla irrumpe
como acto. No obstante, la pregunta crucial al respecto, entonces, sería: ¿por qué se sostienen
determinadas formas del habla y de la percepción y no otras?
Con Benjamin, esta pregunta se responde radicalizándola y resituándola en un enfoque de
análisis retórico. El habla se sostiene porque, como tal o en cuanto tal (überhaupt), se halla siem-
pre dividida (entre lo que se pretende decir y lo dicho, entre la escucha y la voz, entre lo escrito y lo
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Irving Wohlfarth (1999) marca un paralelismo entre la crítica retórica a la teoría instrumental de la arbitra-
riedad del signo y la crítica materialista a la economía política, indicando que “la semiología moderna tendría
para Benjamin casi el mismo estatuto que las teorías burguesas de la economía política para Marx. Se trataría
en cada caso de una doble reicación, en que la teoría reduplicaría lo que debería comprender. Ciertamente,
el signo sería arbitrario; sin embargo, se habría convertido en tal. Al fundarse sobre el olvido de esta verdad
fundamental, la semiología moderna no haría entonces más que reejar el estado presente del lenguaje,
agravando, sin saberlo, una enfermedad de la que ella sería, de hecho, el síntoma. El envío indenido de un
signo al otro no sería, como Saussure y sus sucesores, la condición diferencial, sino la catástrofe original del
lenguaje... La fuga innita de los signos-medios sería sinónimo del transcurso de un ‘tiempo homogéneo y
vacío’, de un ‘progreso’ (2, 285) que se alejaría progresivamente del Paraíso perdido. Sin embargo, los signos
jamás habrían borrado de manera completa a los nombres. Éstos no se habrían perdido sin huella más que en
la mala teoría del signo” (p. 108).
Estas observaciones, en las que reverbera la distinción entre el carácter puro-medial de die Sprache –vincu-
lado con lo divino y con el aspecto incondicionado del habla– y el lenguaje comunicativo, trazada también en
la gura de la caída de la torre de Babel en La tarea del traductor, muestra cómo en el lenguaje instrumental el
habla pierde su aspecto mágico. Este luego retornará como decisivo en el carácter profano de la escritura su-
rrealista y la interpretación retórico-estética de la crítica benjaminiana presentada en el contexto de análisis
de un materialismo antropológico.